Por: Henry Murrain
Las expectativas que tiene un docente de sus estudiantes —o la falta de ellas— son un factor determinante que puede condicionar su experiencia de aprendizaje de manera positiva o negativa.
El profesor Carlo Federici Casa me enseñó que uno de los objetivos más importantes de la investigación en pedagogía debe ser descubrir aquellas barreras que dificultan el aprendizaje de los niños. Él las denominaba “obstáculos pedagógicos”, en los que se incluyen los sesgos o prejuicios que generan grandes inequidades a diario e imposibilitan la movilidad social de las personas en nuestra sociedad.
Un sesgo cognitivo (o prejuicio) es un atajo que toma nuestra mente para simplificar la información que recibimos. No son fácilmente distinguibles y no somos conscientes —racionalmente— de ellos cuando operan. Se presenta, por ejemplo, cuando le atribuimos a una persona cualidades o defectos simplemente por observar su aspecto físico o sus gestos. Es decir, hacemos atribuciones, tenemos una serie de expectativas sobre su comportamiento y no somos conscientes de que todo esto está ocurriendo.
Un famoso experimento llevado a cabo en Estados Unidos en los años ochenta evidenció el efecto de estas atribuciones tácitas y de los sesgos en el desempeño escolar: un grupo de investigadores realizó un examen a jóvenes de diversas instituciones educativas del país. Luego de realizar la prueba decidieron alterar los resultados de quienes habían obtedido los peores resultados en el examen. Cambiaron las notas más bajas por notas altas y después presentaron los resultados a sus maestros. Los docentes recibieron los resultados un tanto incrédulos. Pasado el tiempo, los investigadores volvieron a los colegios para observar el desempeño de los estudiantes, y sorprendentemente la mayoría de los que eran considerados “malos” habían mejorado su desempeño escolar.
Los investigadores reunieron a los docentes responsables de los cursos que habían sido parte del experimento y les contaron que habían alterado la nota de algunos estudiantes de desempeño bajo y que creían que dicha mentira había sido responsable de que ellos tuvieran una relación distinta con aquellos estudiantes. Seguramente eso podía explicar el nuevo desempeño de los alumnos. El ejercicio fue cuestionado por el hecho de haber involucrado una mentira; sin embargo, mostró de manera contundente que las expectativas que un docente tiene de sus estudiantes son un factor crítico en su experiencia de aprendizaje.
Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía en 2006, ha sido uno de los intelectuales que más han llamado la atención sobre este tema: el efecto de los sesgos en la forma como organizamos e interpretamos el mundo. En su libro Pensar rápido y pensar lento cuenta que luego de una conversación con un psicólogo tomó la decisión de calificar de nuevo los exámenes que había realizado durante el semestre, utilizando métodos para “controlar” sesgos como tapar el nombre de los estudiantes. Cuando terminó de recalificar, observó que “el mundo era menos coherente” y todo había cambiado.
Recientemente realizamos algunas pruebas sobre sesgos en Colombia. Tomando textos preparados por investigadores, pedimos a diversos grupos de docentes que nos ayudaran a calificar ensayos, cambiado los nombres de los autores aleatoriamente. Observamos que algunos nombres son evaluados de forma más estricta y otros, con más benevolencia. Estos hallazgos nos mostraron que el aula es también un lugar de construcción simbólica de relaciones y representaciones que median la experiencia de aprendizaje.
Una de las bases más importantes de la movilidad social es la educación. Sin embargo, si no se tiene en cuenta el efecto de los sesgos en la experiencia de aprendizaje, el aula será simplemente un espacio de reproducción de taras que circulan en la sociedad. En Colombia, la investigación sobre sesgos y prejuicios tácitos es incipiente, pero urge un trabajo de investigación más intenso que dé cuenta de estos obstáculos y de cómo problemáticas como el machismo y el racismo generan barreras en la experiencia de aprendizaje de miles de niños a diario.
Fuente: http://www.semana.com/educacion/articulo/henry-murrain-las-expectativas-de-los-docentes/537698