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Covid-19: El asesino y su cómplice

Por:  Jesús Aller

Tal parece que un minúsculo virus ha puesto a la humanidad contra las cuerdas. El cómputo de sus víctimas crece desbocado día tras día, mientras las ciudades se ven desconocidas, trasmutadas en un paisaje insólito de avenidas y plazas desiertas con las gentes recluidas en sus casas. Los jefes de la barraca, esos políticos de hábil facundia, mantienen el tipo y explican, didácticamente, que todo irá bien dentro de poco, que tengamos paciencia. Los mass media informan a medias y nos tienen entretenidos para que no nos desmandemos. Mientras tanto, en hospitales vetustos o improvisados, héroes vestidos de astronauta lo entregan todo tratando de paliar el desastre. Sería hora de preguntarnos, por lo que nos va en ello, quién es responsable de la desgracia que se ceba con nosotros.

Lo cierto es que sabemos mucho de virus en estos momentos, y cualquier experto reconoce que las muertes que se están produciendo podrían y deberían haberse evitado en su mayor parte. Ante la emergencia de un elemento infeccioso como éste, existen soluciones de manual que podrían y deberían haberse aplicado con rigor y contundencia. Estaríamos entonces en un escenario distinto, sin lamentar tanta desgracia, tanto dolor, tanta pérdida de vidas. ¿Qué ha ocurrido entonces? ¿Por qué estas medidas necesarias de contención no se aplicaron en el momento en que surgió el problema, cuando los especialistas sabían que de no hacerlo teníamos una alta probabilidad de acabar como hemos acabado?

No es difícil darse cuenta de lo que ocurrió. El covid-19 destruye los pulmones de la gente y los mata, él es sin duda el asesino, pero su poder maléfico sólo ha sido capaz de materializarse con tanta crueldad porque ha contado con un cómplice necesario. Cuando se requerían una decisión rápida y una actuación enérgica, éstas no se produjeron porque otro virus más letal que el covid-19 había cegado y endurecido a los que tenían la responsabilidad de atajar el problema. Es hora de comprender que los poderosos no son en realidad tan poderosos, sino simples gestores de un sistema que prioriza el beneficio sobre cualquier consideración y cuyo nombre no es otro que capitalismo. La necesidad de salvar vidas significaba poco ante el peligro de desatar la cólera de los mercados o comprometer el sacrosanto crecimiento.

El miedo cerval a la cólera del monstruo y sus reacciones destempladas hacía imposible una respuesta razonable y abrió el camino al desastre. Además, un sistema sanitario debilitado por recortes no estaba en las mejores condiciones para resistir el envite. Ésta es, en resumidas cuentas, la explicación de lo ocurrido, y muestra a las claras el carácter criminal del sistema económico imperante. Aparte de esto, hay que reconocer que en el caso de nuestro país ha existido también una inconsciencia que no deja de asombrar. Cómo es posible que en un momento crítico en que las autoridades sanitarias europeas ya desaconsejaban actividades multitudinarias, desde nuestra clase política no dudaran en convocar a las masas a las calles. La irresponsabilidad de estos comportamientos es difícil de entender.

La anatomía y la fisiología del capitalismo son casi tan bien conocidas como las del coronavirus, y entre los dos, a cual más siniestro y dañino, nos han metido en esto. Mientras nos absorben las rutinas de cada día, apenas tenemos energía para analizar lo que ocurre, y es por ello que este momento, con toda su tragedia, puede transformarse en una oportunidad que nos haga reflexionar. La experiencia servirá de algo si nos ayuda a comprender que sólo la vida y la realización del ser humano son valores esenciales, más allá de la dinámica de una economía desquiciada. No tenemos más remedio que estar alerta, porque cuando el covid-19 sea vencido al fin, y esperemos que sea pronto, podéis apostar a que nadie de la clase política va a decirnos la verdad, y el otro virus, más peligroso y letal, seguirá campando a sus anchas.

Otro mundo es posible, y estos días estamos viendo con claridad lo necesario que es.

Fuente: https://rebelion.org/covid-19-el-asesino-y-su-complice/

Imagen: https://pixabay.com/photos/hooded-man-mystery-scary-hood-2580085/

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Hacia la igualdad de oportunidades en el Sahel

África Subsahariana/10 Octubre 2019/El país

Los gobiernos deben fortalecer sus sistemas educativos y sanitarios mediante un enfoque multisectorial integrado e inversiones adaptadas a las necesidades de cada comunidad

Inundados de titulares deprimentes y pronósticos todavía peores, es fácil olvidar que en muchos aspectos el mundo hoy está mejor que nunca. Desde 1990, casi 1.100 millones de personas salieron por sus propios medios de la pobreza extrema. Hoy la tasa de pobreza es inferior al 10%, el nivel más bajo en la historia. En casi todos los países, la gente es más sana y está mejor educada que nunca. Pero, como subraya el informe Goalkeepers que acaba de publicar la Fundación Gates, la estrechez económica sigue siendo norma para muchas personas del mundo que aún enfrentan grandes obstáculos a la construcción de una vida sana y productiva.

Esto se aplica especialmente a los residentes más pobres de la región del Sahel, en África subsahariana. Los países del Sahel figuran entre los últimos del mundo en el Índice de Capital Humano, que mide el efecto de la salud y la educación sobre la productividad de la próxima generación de trabajadores. Según este informe, un niño en Chad corre 55 veces más riesgo de morir en los primeros cinco años de vida que otro en Finlandia. Casi la mitad de los residentes de Chad vive por debajo de la línea de pobreza, solo el 50% de los niños asiste a la escuela, y solo el 15% de los alumnos de sexto grado puede leer un cuento sencillo. A la pobreza se suman el cambio climático, las guerras y el desplazamiento forzado, que dificultan todavía más a las familias invertir en su desarrollo.

Para garantizar que todas las personas (no solo las que hayan tenido la suerte de nacer en condiciones geográficas, de género o socioeconómicas comparativamente privilegiadas) puedan hacer realidad su potencial, los Gobiernos deben invertir más en la formación de capital humano. Esto implica fortalecer los sistemas educativos para que los habitantes puedan obtener las habilidades que necesitan para prosperar económicamente. Y también implica garantizar el acceso a servicios sanitarios y nutrición de calidad. Así como la mala nutrición y otros problemas de salud restan productividad a los adultos, a los niños les dificultan el aprendizaje (por no hablar de convertirse en adultos sanos y productivos).

Pero, para aprovechar al máximo esas inversiones, además de iniciativas de carácter general también se necesitan servicios adaptados a las necesidades de niñas y mujeres, desde la planificación familiar hasta la infancia y la edad adulta.

Esos servicios pueden prolongar la escolarización de las niñas, con lo que obtendrán el conocimiento y las habilidades que necesitan para tener una participación efectiva en la fuerza laboral. Al permitir a niñas y mujeres optar por demorar el embarazo y la crianza hasta que estén listas, esos servicios no solo colaboran con el empoderamiento de las mujeres, sino que también promueven el progreso económico.

La salud y la educación de las madres se trasladan a las familias, especialmente porque las mujeres tienden a invertir en los hijos una proporción mayor de sus ingresos. Por este canal, los servicios sanitarios dirigidos a las mujeres terminan ayudando a elevar los niveles de vida y romper el ciclo de la pobreza, al tiempo que alientan un desarrollo económico más amplio.

Para ayudar a los países a hacer realidad estos beneficios, en 2017 el Banco Mundial creó el Proyecto de Capital Humano, que trabaja para catalizar inversiones en salud y educación y guiarlas hacia la provisión de igualdad de oportunidades de prosperidad a todas las personas. El Banco también está colaborando con sus socios para aumentar un 50% la provisión general de recursos a la creación de capital humano en África de aquí a 2023, con especial énfasis en los países frágiles y en guerra.

Nuestra experiencia de trabajo en contextos difíciles muestra que, para aprovechar al máximo esas inversiones, los países deben aplicar una estrategia multisectorial integrada, adaptar las intervenciones a las necesidades de cada comunidad e involucrar a todas las partes interesadas, desde líderes religiosos y trabajadores sanitarios hasta madres y maridos. Un buen ejemplo es el Proyecto de Empoderamiento y Dividendo Demográfico de la Mujer en el Sahel (SWEDD, por las siglas en inglés), que cuenta con el apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas, la Fundación Bill y Melinda Gates y otros socios para el desarrollo.

El proyecto SWEDD trabaja codo a codo con los Gobiernos del Sahel para ayudarlos a proveer apoyo sanitario y nutricional, promover la igualdad de género, mejorar la calidad de las escuelas y crear redes de seguridad social. En apoyo de este proceso se han encarado innovadoras iniciativas en una amplia variedad de países, desde Benín a Costa de Marfil.

En Burkina Faso, hombres casados o casaderos asisten a más de 1.600 “clubes de maridos” donde aprenden sobre la importancia de la planificación familiar y la distribución más igualitaria de las tareas hogareñas. En Mauritania, el proyecto SWEDD trabaja con líderes comunitarios y religiosos para ayudar a reducir la discriminación por género, la violencia contra las mujeres y el matrimonio infantil.

En Chad, programas de capacitación con apoyo de SWEDD suministran a las mujeres habilidades con salida laboral, por ejemplo conducir tractores o instalar sistemas de generación solar de electricidad. Y en Mali, el proyecto distribuye bicicletas para facilitar la asistencia a la escuela de las niñas y ayuda a las parteras a proveer servicios sanitarios cruciales antes, durante y después del parto en áreas pobres, lo que reduce la mortalidad materna e infantil.

Para que el mundo siga mejorando, por no hablar de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, es necesario que países pobres como los del Sahel refuercen sus cimientos de capital humano. No será fácil, pero la experiencia muestra que con inversión sostenida, buena coordinación y una estrategia inclusiva, es posible.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/10/03/planeta_futuro/1570100503_537872.html

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Novedosa planta de tratamiento gana premio verde de Odebrecht en Panamá

Panamá/28 de Noviembre de 2016/El Diario

Un proyecto para la construcción de una miniplanta de tratamiento de aguas servidas mediante la reutilización de neumáticos usados ganó hoy la quinta edición del Premio Odebrecht para el Desarrollo Sostenible en Panamá.

El proyecto llamado «Biollanti», galardonado con el primer lugar, fue desarrollado por los estudiantes del campus central de la Universidad de Panamá (pública), José Armando Herrera, Gabriela Rodríguez y Arantza Rivas Morales, con la guía de la profesora Erica Rodríguez.

 La iniciativa triunfadora busca evitar que las aguas residuales vayan a los ríos a través de una planta de tratamiento para casas de asentamientos esporádicos o comunidades precaristas.

El plan de este trío de estudiantes tiene la finalidad de darle uso a los neumáticos viejos a través de la construcción de un sistema sanitario de tratamiento de aguas residuales a bajo costo, mientras se ayuda a resolver el problema de la mala disposición del agua contaminada.

El segundo lugar del premio fue para el plan de un sistema de alto rendimiento y desalinizador solar del agua marina, un proyecto de la Universidad de Panamá en su extensión de la provincia occidental de Chiriquí, presentado por el estudiante de ciencias agropecuarias Abraham Gabriel Villamil y el profesor José Ricardo Castillo.

La idea de este sistema plantea la producción de 650 litros de agua potable diariamente mediante la desalinización del agua de mar, con la finalidad de beneficiar a las regiones insulares, litorales y comunidades que se abastecen a través de pozos o aguas salobres.

El tercer galardón lo obtuvo el equipo de los estudiantes de ciencias agropecuarias José Eduart Camarena y Juan Manuel Sánchez, y su guía y profesor Gerardo Sandoya, también de la extensión de la Universidad de Panamá en Chiriquí, que concursaron con un método novedoso para la producción agrícola y de horticultura, con un producto orgánico completo.

Esta técnica de «bioinsumos» corrige el ácido del suelo que evita la germinación de las semillas, en un proceso de muy bajo costo y con una duración de 21 días de trabajo a base de microrganismos y bacterias que permiten una producción limpia y orgánica.

En total fueron cinco los proyectos finalistas que concursaron en esta edición del Premio Odebrecht para el Desarrollo Sostenible, que otorgó una retribución en efectivo de 24.000 dólares para el primer lugar; 18.000 para el segundo y 12.000 para el tercero.

Cada uno de los premios es dividido en tres partes iguales: una parte para el estudiante o grupo de estudiantes; otra para el profesor asesor y la tercera para la universidad.

El jurado calificador evalúo en los proyectos presentados su excelencia de contenido, claridad y presentación, fundamentación y profundidad, contribución técnica y aplicabilidad.

El comité calificador estuvo integrado por Natalia Young, bióloga y especialista panameña en gestión ambiental y consultora sénior en Sostenibilidad y Responsabilidad Social; Valentín Monforte Arias, arquitecto panameño; y el brasileño Lucas Strasburg Ferreira, inventor y emprendedor, creador del proyecto Revofoot de prótesis con materiales alternativos.

Con este certamen Odebrecht busca incentivar a los jóvenes universitarios a realizar propuestas de ingeniería desde una perspectiva de desarrollo sostenible.

El director de Sostenibilidad de Odebrecht Panamá, Francisco Martins, dijo a Efe que este galardón es una iniciativa que promociona el emprendimiento creativo, es decir, «que la creatividad se asocie a la competencia técnica buscando soluciones que sean amigables con el medio ambiente y con la sociedad».

«La idea es seguir promocionando y seguir buscando un avance en un desarrollo más consistente en el apoyo a las universidades, para que Panamá tenga una base de enseñanza y de investigación científica que proporcione cada vez más ideas para la sostenibilidad del país», añadió.

Este premio inició en Brasil hace 8 años y se organiza en la actualidad en cerca de una docena de países, como México, República Dominicana, Cuba, Panamá, Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Argentina, Estados Unidos y también en África.

En 2015, un proyecto de Módulos de Aulas Bioclimáticas para Centros Educativos en Panamá ganó la cuarta edición del Premio Odebrecht para el Desarrollo Sostenible.

En septiembre pasado, la Fundación Parque Nacional Chagres ganó el Premio Rana Dorada 2016 que también otorga Odebrecht a las ONG con buenas prácticas y proyectos que ayudan a la conservación ambiental y el desarrollo sostenible en Panamá.

Fuente: http://www.eldiario.es/sociedad/Novedosa-planta-tratamiento-Odebrecht-Panama_0_584441574.html

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