Entrevista/13 Febrero 2020/Autor: Adrián Cordellát/elpais.com
El cantante de Maldita Nerea y logopeda es un apasionado de la educación y desde septiembre preside la Fundación Promete que busca cambiar el sistema educativo
Jorge Ruiz presenta estos días junto a su banda, Maldita Nerea, su nuevo trabajo discográfico, Un planeta llamado nosotros. Con casi 20 años de carrera, Maldita Nerea es hoy uno de los grupos españoles más consolidados del panorama de la música pop. Y eso que, como suele contar, él creció pensando que no tenía ningún talento. Logopeda y maestro de Audición y Lenguaje, Jorge es un apasionado de la educación y desde septiembre preside la Fundación Promete, que busca cambiar el sistema educativo para que éste potencie los talentos únicos de cada niño y niña. Para que ningún niño crezca con el pensamiento limitante con el que lo hizo él. En ese sentido se posiciona precisamente uno de los temas del disco, Te prometo libertad, que Maldita Nerea ha creado a petición del psicopedagogo italiano Francesco Tonucci. “Solo esa petición ya ha sido un regalo tan trasformador para mí que justifica por sí solo el disco”, asegura el compositor murciano, que lamenta que con tanta sobreprotección estemos educando a “generaciones de cobardes, de niños que piensan que no tienen ningún valor”.
PREGUNTA. El próximo 31 de enero lanzáis nuevo disco al mercado: Un planeta llamado nosotros. Han pasado casi 20 desde vuestro primer álbum. ¿Se reconoce el Jorge Ruiz de ahora en el de sus inicios?
RESPUESTA. En este disco hay una canción que se llama Siempre estaré ahí. Es la única en la que yo me reconozco auténticamente del primer disco. Entonces yo todavía me estaba conociendo, no había tanta luminosidad y tanta apertura como hay ahora.
P. Yo os conocí a través de Los Delinqüentes, por aquella versión de El secreto de las tortugas que teníais con ellos. Intuyo que un éxito como el que tuvo esa canción es el que te hace pensar que lo de la música va en serio, ¿no?
R. Sí. Desde luego que no me imaginaba que esa colaboración con Los Delinqüentes nos iba a conducir hasta donde estamos ahora. Sobre todo porque esa canción en concreto es muy filosófica. Yo por aquel entonces no era consciente todavía de que era un apasionado de la filosofía, pero con el tiempo me he dado cuenta y he ido viendo que generación tras generación la gente sigue recibiendo todo el contenido filosófico que tiene el tema.
P. Te preguntaba lo de que la música iba en serio porque tú eras y sigues siendo logopeda y maestro de Audición y Lenguaje. Tenías una vocación muy clara. ¿Cómo es lo de compaginar ambas facetas? Porque intuyo que la música te robará mucho tiempo…
R. Yo realmente estudiaba derecho. Con otros tantos millones de estudiantes no sabía qué estudiar y opté por lo menos malo o lo que piensas que más te conviene. Con el tiempo te vas conociendo y la logopedia me encontró a mí justo cuando quise grabar mi primera maqueta profesional. Tuve un problema de voz y la rehabilitación que hice con una foniatra me descubrió una profesión que era para mí. Así que hice las dos cosas a la vez y lo pude compaginar hasta que llegó el boom de Maldita Nerea y tuve que cerrar la clínica, que me iba francamente bien. Esta vocación es lo que con el paso de tiempo he ido reconvirtiendo en mi lucha por la mejora del modelo educativo.
P. Esa reconversión de tu vocación tiene un ejemplo claro en uno de los temas del nuevo disco, Te prometo libertad, que está inspirado en palabras de Francesco Tonucci. ¿Qué significa Tonucci para Jorge Ruiz?
R. Tonucci es un maestro al que tuve el placer de conocer gracias a Mar Romera. Él me hizo un encargo informal, me dijo que debería hacer una canción sobre la palabra “dejar” aplicada a la educación. Solo esa petición ya ha sido un regalo tan trasformador para mí que justifica por sí solo el disco. Hay un mensaje tan potente en eso de “por favor, dejemos a los niños que sean libres”, que sólo por esa enseñanza, además siendo yo padre de tres hijos, ya me merece la pena. Ojalá pueda honrar con esta canción la sabiduría que me ha transmitido Francesco.
P. “(…) que si tú no ves mi cielo, no sabré jamás volar. Y si quieres que sea grande y que encuentre mi lugar, no podré si no confías y me dejas libertad”, dice un fragmento de la canción. Con tanta sobreprotección en todos los ámbitos de la vida, ¿estamos negando el cielo a los niños y niñas?
R. Totalmente. Cualquiera con dos dedos de frente lo sabe ver, esté centrado en la educación o no. Vivimos en una sociedad maravillosa, porque yo no soy nada pesimista, pero sí que es cierto que tiene cierta contracción y limitación mental que nos impide ver más allá. Nos pasa en la escuela con los exámenes y la evaluación, que son muy limitantes. Entiendo que se quiera poner una nota, un número, pero el ser humano no se expresa solamente a través de unos números. Eso crea un condicionante mental muy claro y unos patrones muy limitantes. Por eso hay tantos alumnos que no quieren ir a clase.
P. Hace unos meses precisamente entrevistaba a Tonucci. Enfocando un poco más el concepto de sobreprotección a la maternidad/paternidad, me dijo que los niños y niñas “necesitan ir más allá del patio, salir del control directo de los adultos”. Me comentaba que es un derecho que no existe, pero que debería existir.
R. Es que no velamos realmente por su interés general, si no más bien por una protección basada en nuestra bondad de querer lo mejor para ellos. Es como tener un pajarito en la mano y no ser capaz de abrir la mano cuando él muestra ganas de querer volar. Deberíamos usar la presión justa con nuestros hijos para que en el momento en el que quieran volar podamos soltar la mano sin miedo. Hay que acompañar a los niños para que estén bien, para que se sientan seguros, pero hay que dejarles que vayan a su ritmo y a su manera para hagan su camino. Eso es la educación.
P. Tú, como has dicho, además de logopeda y maestro, eres padre. ¿Por qué crees que nos cuesta tanto a los padres prometer (y sobre todo dar) libertad a nuestros hijos?
R. Porque a nosotros no nos la dieron, como dice la canción. Nos transmitieron eso y nosotros lo replicamos con nuestros hijos e hijas. De alguna manera nosotros también fuimos sobreprotegidos, así que hasta que tú no te liberas de esa mochila es difícil que dejes de sobreproteger.
P. Justo me decía Tonucci que hoy las ciudades son más seguras que antes, pero que tenemos la sensación contraria.
R. Es que el modelo de ciudad que tenemos no ayuda. Los niños acaban jugando en parques que son jardines con vallitas, con el juego muy pautado y en los que siempre están bajo la supervisión de un adulto. Hasta en las playas están habilitando zona de juegos para niños, como si la propia arena o las olas del mar no fuesen juguetes.
P. Para cambiar todo esto, a tu ya de por sí ajetreada vida uniste en septiembre del año pasado la presidencia de la Fundación Promete, que busca cambiar el sistema educativo para que éste potencie los talentos únicos de cada niño y niña. ¿Estamos muy lejos de esa utopía?
R. La Fundación está demostrando que no es una utopía. La teoría es fácil, pero ponerla en práctica sin entrar en conflicto con el sistema educativo de tu país es lo complicado, casi un acto de equilibrismo, y nosotros lo hemos logrado. Estamos consiguiendo que los niños no desconecten de sus intereses genuinos. Y eso solo se consigue poniendo al niño en el centro, escuchándolo mucho y teniendo muy claro como no limitar su interés personal.
P. Tonucci me decía que los únicos que pueden cambiar la escuela son los profesores. Tú eres uno de ellos y tienes a través de la Fundación una relación directa con muchos de ellos. ¿Hay esperanza?
R. Por supuesto. Igual que la sociedad de la información tiene una capacidad tremenda para generar ruido, también la tiene para generar espacios de conocimiento a los que cada vez se suman más profesores de manera autónoma. De ahí vienen César Bona o Manu Velasco, esos profesores que sin entrar en batallas ponen al niño en el centro. La movilización educativa tiene que venir del profesor. Y hay muchos que ya lo están haciendo.
P. El reto de los profesores y de los padres debe ser dar libertad al talento de cada niño y niña. Tú sueles contar que creciste pensando que no tenías ningún talento. Es más, todo tu entorno se echó las manos a la cabeza cuando decidiste parar tu vida, la vida que llevabas hasta entonces, y dedicarte a la música. ¿Por qué nos cuesta tanto acompañar los sueños de otras personas, aceptar que, como dice la canción de El secreto de las Tortugas, alguien se salga del camino establecido e improvise un guion definitivo?
R. No quiero que suene demasiado espiritual, pero si tú no permites que tu ser vaya hacia donde él se dirige, estás negándote. Y cuando tú niegas algo, no lo amas. Eso se convierte en un patrón de conducta, en creencia y en verdad limitante. Mar Romera habla de las personas sin valor, de personas que piensan que no tienen nada valioso, como me pasaba a mí. Al final son personas cobardes que no afrontan su propia libertad porque piensan que no la tienen. Estamos educando a generaciones de cobardes. No porque no tengan valentía, sino porque piensan que no tienen ningún valor.
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