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China: El horror, como método científico

Asia/China/15 Septiembre 2017/Fuente: larazon/Autor: EFE

Bangkok acoge un museo forense único en su género y en el que se recurre al horror como método científico y educativo pero también social y político.

Las vitrinas albergan fetos deformes, cadáveres de recién nacidos, violadores y criminales, y órganos y miembros destrozados por asesinatos, enfermedades, accidentes y suicidios, que en todos los casos ilustran sobre la fragilidad de la vida.

El museo lo fundó a mediados del siglo pasado el profesor de medicina Sonkran Niyomsen, y forma parte del conocido como complejo hospitalario de Sijirat, situado en lo que es en la actualidad la parte más antigua de la ciudad, el barrio de Thonburi.

La intención original fue que sirviera para que completaran su formación los estudiantes de anatomía forense pero el museo ha ganado la suficiente popularidad como para diversificar su audiencia y la aproximación a lo expuesto en las galerías.

Se han registrado testimonios de madres que confiesan que hallan consuelo en la posibilidad de poder ir a visitar de vez en cuando a sus hijos muertos, conservados en formol.

En la base de la urna de cristal que contiene el cuerpo inerte y en suspensión de un niño de dos años figuran juguetes traídos por visitantes conmovidos por la suerte del menor, que murió ahogado.

A escolares locales que recorren los pasillos en visitas guiadas se suman turistas y curiosos extranjeros atrapados por el poderoso efecto de imán que ejerce el museo y su aquilatado ambiente «gore».

La forense Somboon Thamtakengkit, consultora de la institución, explicó a Efe que además del académico el objetivo del fundador era «enseñar que la vida es delicada y hay que tratarla con cuidado».

Ese es el propósito de mostrar pulmones de fumadores renegridos por el humo del tabaco, hígados de bebedores devastados por el consumo de alcohol, y manos, brazos, pies, piernas y cabezas seccionadas en choques de trenes y accidentes de automóvil.

También el cráneo de la víctima de un crimen, agujereado por el disparo de su verdugo, y el estómago de un suicida, abrasado por el ácido con cuya ingestión decidió poner fin a sus días.

El aviso para navegantes tiene distinto calado en el caso de los cuerpos de criminales y violadores, que se exhiben con otra intención.

Somboon anota que «creo que la inclusión de esas personas tuvo el fin de alertar de que quienes se portan mal no van al paraíso y están condenados a permanecer en este mundo», en alusión a que sus restos no habían sido cremados, como manda el budismo.

El mejor ejemplo es el cadáver de quien con toda probabilidad se ha convertido en el inquilino más famoso del museo.

Si Quey era un inmigrante chino que en 1958 fue detenido por la Policía a la que, según el relato oficial, confesó que había asesinado a seis niñas y un niño para comerse sus corazones e hígados, con la esperanza de alcanzar la inmortalidad.

El inmigrante chino fue ejecutado al día siguiente de su detención -sin que mediara juicio-, y el profesor Sonkran reclamó su cadáver para hacerle la autopsia y tratar de encontrar alguna anomalía física que explicara su comportamiento asesino.

Somboon dice que el examen anatómico del profesor Sonkran no reveló anormalidad alguna, lo que no impidió que se dispusiera la conservación del cuerpo inyectándole parafina para someterle después a un proceso de secado de miembros, órganos y tejidos.

El resultado se incorporó a la colección, en la que el cadáver de Si Quey aparece desnudo y erguido, vaciados los globos oculares y con la boca abierta, mostrando los colmillos superiores.

Lo irregular del ajusticiamiento del presunto asesino propagó en la comunidad china la versión de que Si Quey no había sido culpable de los crímenes que se le habrían atribuido con la sola intención de desprestigiar a ese segmento de población, influyente e impopular.

Esa versión nunca fue confirmada por fuentes acreditadas; lo seguro es que el inmigrante chino permanece inscrito en la memoria colectiva en el papel de ogro en ese tipo de cuentos infantiles que los adultos improvisan para obligar a obedecer a los niños.

Fuente de la noticia: http://www.larazon.es/sociedad/el-horror-como-metodo-cientifico-IF15983649

Fuente de la imagen: https://images.clarin.com/2017/09/14/Hkhu6Gu5Z_720x0.jpg#150540233091

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A 30 años, la misma solidaridad con nuevos desafíos

Sergio Ferrari

Cuando se creó en Lucerna, Suiza, el Grupo de Trabajo Suiza-Colombia en 1987, Colombia vivía una coyuntura particularmente compleja condicionada por la guerra que padeció por más de medio siglo. Hoy, la novedosa aunque frágil etapa de discusión-construcción de la paz desplaza la brújula de la solidaridad en otra dirección.

De la militancia activa de los 80 a la nueva dinámica asociativa europea se percibe una diferencia significativa…Tal como lo constata dicha organización, que como toda la solidaridad internacional confronta hoy nuevas encrucijadas producto no solo de los cambios en Latinoamérica y en el denominado “sur”, sino también de las muy diferentes prácticas asociativas europeas.

Nada es igual  

“La efervescencia participativa que predominaba en los 80 en Suiza y Europa ha dado lugar hoy a un funcionamiento más estable, menos *militantista*”, afirma Stephan Suhner, actual coordinador del Grupo de Trabajo Suiza-Colombia. Suhner, Licenciado en Historia, 45 año, es miembro de la asociación desde hace 20. Recuerda que entonces “ciertos procesos de liberación en países de lo que se denominaba el Tercer Mundo despertaban mucho interés en Europa”. Eso facilitó la tarea del grupo, que se concentró en la información, en los derechos humanos y en el apoyo a organizaciones colombianas de la sociedad civil en la construcción de la paz, pero que siempre mantuvo una total independencia de todos los actores políticos y militares.

Hoy, prosigue, abunda la información; hay mucha más gente que viaja allá como turistas -y tiene un contacto directo con ese país. Al mismo tiempo, el interés de algunos sectores, en particular de los jóvenes, se desplaza a otras temáticas, como la ecología, el clima o la cultura.

Eso explica, en parte, que el “trabajo por los derechos humanos y la paz en la Colombia actual, no tenga la misma atracción que motivó hace tres décadas la militancia activa, en la calle, en los mercados, con actividades regulares de sensibilización, stands, fiestas para recaudar fondos etc.”, subraya Suhner.

Por otra parte, las ONG más grandes que tienen proyectos en el “sur” viven sus propias restricciones presupuestarias y hay menos personal para igual o más trabajo. En muchas ocasiones, se impone el nuevo *marco lógico* que predomina en el mundo de la cooperación, con informes, planillas, presupuestos y balances técnicos, sobre la reflexión de contenidos, valores y procesos. “No podemos pensar que los tiempos, métodos y prioridades de las organizaciones de base de mujeres afrodescendientes del Caribe colombiano, por ejemplo, puedan encajar automáticamente con las exigencias y expectativas definidas desde Europa”, subraya.

Recrear la utopía solidaria   

Es fundamental “volver a conceptualizar nuestra tarea y adaptarla tanto a la nueva realidad colombiana como a la actual dinámica asociativa suiza”, enfatiza Stephan Suhner al proyectarse hacia el futuro.

En particular, porque, hay muchos indicios que llegan desde Colombia que “podrían dar a entender que en la actualidad se trata más de la dejación de armas y desmilitarización de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y del ELN (Ejército de Liberación Nacional) que de resolver los grandes problemas estructurales de fondo que provocaron la guerra”. Y aunque es objetivo que Colombia está mejor, si se analiza el descenso del número de secuestros, muertos y heridos a causa del conflicto, hay temas esenciales todavía pendientes.

Entre ellos, continúa, los ataques sistemáticos a líderes sociales y defensores de derechos humanos; los paramilitares; la mala distribución de la tierra; los cultivos ilícitos y los programas de erradicación forzada; las consecuencias nefastas de la presencia de numerosas multinacionales como la Glencore, tanto para las comunidades como para el medio ambiente de las zonas donde ellas operan.

El Grupo de Trabajo junto con una decena de ONG latinoamericanas y europeas acaban de publicar el Informe Sombra de la Red de Observadores de Glencore, sobre la presencia de dicha empresa en Colombia, Argentina, Bolivia, Colombia y Perú.

El mismo establece los impactos de siete operaciones mineras de la multinacional anglo-suiza en dichos países. Con sede operativa y domicilio fiscal en el cantón helvético de Zug, es la cuarta empresa minera más grande del mundo y la primera comercializadora de materias primas a nivel global.

“Es interesante comprobar que toda la temática de las empresas suizas en Colombia concita una particular atención de sectores interesados de la sociedad civil helvética”, puntualiza Suhner indicando un eje actual a profundizar en el futuro.

Una mirada “externa”   

“Mis primeros contactos con el Grupo de Trabajo se remontan a su fundación en 1987. Desde entonces, la colaboración en el sector de Derechos Humanos fue muy positiva. El desafío común de varias de nuestras organizaciones fue el de asegurar la coherencia de la política oficial suiza de DDHH. La mayor parte de los fundadores del Grupo regresaban a Suiza luego de haber vivido en barrios populares o zonas rurales conflictivas en Colombia. Y aportaron experiencias y conocimientos esenciales”, subraya Marta Fotsch, quien durante casi 30 años fue la responsable del trabajo de Amnistía Internacional Suiza para Colombia. El gran mérito fue que desde el inicio aportaron ideas creativas y una visión crítica, y en particular una gran energía de trabajo, recuerda. Sin menospreciar el aporte del Grupo de Trabajo a todo el movimiento de solidaridad. “Muchas de sus concepciones fueron integrados por organizaciones y comités que trabajaban sobre Colombia y con otras realidades latinoamericanas”, enfatiza. “Es un gran mérito que en 30 años y con pocos recursos haya podido lograr impactos tan contundentes y haya tenido la capacidad de adaptarse a las nuevas dinámicas mundiales”, subraya.

¿Tiene perspectivas de futuro el Grupo de Trabajo? La respuesta de Marta Fotsch no admite dudas. “Más que nunca. El acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC fue firmado, hay negociaciones con el ELN… Lamentablemente por ahora no se llega a visibilizar suficientemente si se van a aplicar integralmente. Se necesita un seguimiento fuerte en el terreno. Lo que es muy importante ya que Colombia en tanto *país post-conflicto* corre el riesgo que muchas ONG y parte de la cooperación de Estados pueda retirarse”.

Sigue siendo esencial y prioritario -agrega- el acompañamiento a las organizaciones de bases y sus dirigentes, quienes por medios pacíficos reivindican sus derechos a la tierra, la defensa de los recursos naturales y del medioambiente. “Y el apoyo a los defensores de derechos humanos. Solo en el primer semestre del 2017, según Somos Defensores/Minga, se registraron 335 agresiones contra defensores de DDHH, entre los cuales 51 fueron asesinados”, concluye. Visión con la que coincide Stephan Suhner. Quien subraya que el Grupo de Trabajo se confronta a una disyuntiva vital: la redefinición de si misma o el riesgo de ser víctima de una inercia peligrosa para quien fuera en su momento referencia del movimiento de solidaridad suizo y europeo.

“Aunque es muy importante seguir existiendo, la celebración de los 30 años con una decena de actividades públicas en Lucerna y Berna, nos confronta con el futuro. Recrearnos conceptualmente es esencial para asegurar que nuestra práctica tenga el mismo sentido que cuando nacimos en los 80”, concluye.

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=231324

Fuente de la imagen: https://www.google.co.ve/imgres?imgurl=http%3A%2F%2Fmigueldelrio.es%2Fwp-content%2Fuploads%2F2017%2F

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Rallying Cry: Youth Must Stand Up to Defend Democracy

By Henry Giroux

According to famed anthropologist Arjun Appadurai, the central question of our times is whether we’re witnessing the worldwide rejection of liberal democracy and its replacement by some sort of populist authoritarianism.

There’s no doubt that democracy is under siege in several countries, including the United States, Turkey, the Philippines, India and Russia. Yet what’s often overlooked in analyses of the state of global democracy is the importance of education. Education is necessary to respond to the formative and often poisonous cultures that have given rise to the right-wing populism that’s feeding authoritarian ideologies across the globe.

 

Henry A. Giroux delivered this commencement speech upon receiving an honorary doctorate at the University of West Scotland in early July.

Under neo-liberal capitalism, education and the way that we teach our youth has become central to politics. Our current system has encouraged a culture of self-absorption, consumerism, privatization and commodification. Civic culture has been badly undermined while any viable notion of shared citizenship has been replaced by commodified and commercial relations. What this suggests is that important forms of political and social domination are not only economic and structural, but also intellectual and related to the way we learn and teach.

One of the great challenges facing those who believe in a real democracy, especially academics and young people, is the need to reinvent the language of politics in order to make clear that there is no substantive and inclusive democracy without informed citizens.

Democracy Demands Questions

It is imperative for academics to reclaim higher education as a tool of democracy and to connect their work to broader social issues. We must also assume the role of public intellectuals who understand there’s no genuine democracy without a culture of questioning, self-reflection and genuine critical power.

As well, it’s crucial to create conditions that expand those cultures and public spheres in which individuals can bring their private troubles into a larger system.

It’s time for academics to develop a culture of questioning that enables young people and others to talk back to injustice. We need to make power accountable and to embrace economic and social justice as part of the mission of higher education. In other words, academics need to teach young people how to hold politicians and authority accountable.

All generations face trials unique to their own times. The current generation of young people is no different, though what this generation is experiencing may be unprecedented. High on the list of trials is the precariousness of the time — a time in which the security and foundations enjoyed by earlier generations have been largely abandoned. Traditional social structures, long-term jobs, stable communities and permanent bonds have withered in the face of globalization, disposability and the scourge of unbridled consumerism.

Social Contract Shrinking

This is a time when massive inequality plagues the planet. Resources and power are largely controlled by a small financial elite. The social contract is shrinking: war has become normalized, environmental protections are being dismantled, fear has become the new national anthem, and more and more people, especially young people, are being written out of democracy’s script.

Yet around world, the spirit of resistance on the part of young people is coming alive once again as they reject the growing racism, Islamaphobia, militarism and authoritarianism that is emerging all over the globe.

They shouldn’t be discouraged by the way the world looks at the present moment. Hope should never be surrendered to the forces of cynicism and resignation.

Instead, youth must be visionary, brave, willing to make trouble and to think dangerously. Ideas have consequences, and when they’re employed to nurture and sustain a flourishing democracy in which people struggle for justice together, history will be made.

Youth must reject measuring their lives simply in traditional terms of wealth, prestige, status and the false comforts of gated communities and gated imaginations. They must also refuse to live in a society in which consumerism, self-interest and violence function as the only viable forms of political currency.

These goals are politically, ethically and morally deficient and capitulate to the bankrupt notion that we are consumers first and citizens second.

Vision Is More Than Sight

Instead, young people must be steadfast, generous, honest, civic-minded and think about their lives as a project rooted in the desire to create a better world.

They must expand their dreams and think about what it means to build a future marked by a robust and inclusive democracy. In doing so, they need to embrace acts of solidarity, work to expand the common good and collectivize compassion. Such practices will bestow upon them the ability to govern wisely rather than simply be governed maliciously.

I have great hope that this current generation will confront the poisonous authoritarianism that is emerging in many countries today. One strategy for doing this is to reaffirm what binds us together. How might we develop new forms of solidarity? What would it mean to elevate the dignity and decency of everyday people, everywhere?

Young people need to learn how to bear witness to the injustices that surround them. They need to accept the call to become visionaries willing to create a society in which people, as the great journalist Bill Moyers argues, can «become fully free to claim their moral and political agency.»

Near the end of her life, Helen Keller was asked by a student if there was anything worse than losing her sight. She replied losing her vision would have been worse. Today’s young people must maintain, nurture and enhance their vision of a better world.

The ConversationThis was adapted from a recent commencement address given in Glasgow, Scotland, by Prof. Giroux, named one of the top 50 educational thinkers of modern times.

Source:

http://www.truth-out.org/opinion/item/41378-rallying-cry-youth-must-stand-up-to-defend-democracy

The Conversation

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