Ni olvido, ni perdón

Para mí, el 8 de marzo no es un día de saludos y parabienes. Es un día para conmemorar una de las tragedias más crueles e impactantes ocurridas en nuestro continente: la condena a muerte de 56 niñas en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, en Guatemala, perpetrada por el Estado guatemalteco bajo la presidencia de Jimmy Morales, quien dio directamente la orden de mantenerlas encerradas y de ese modo las condenó a una muerte atroz, quemadas vivas.

Ese día, el Congreso permaneció en silencio. También la Corte Suprema de Justicia, la Policía y el Ministerio Público. Todos cómplices de un acto incalificable. Las pantallas de televisión lo mostraron todo en detalle pero, hasta la fecha, los culpables han escapado a la acción de la justicia, comenzando por el ex mandatario.

Durante los días subsiguientes, los comentarios se dividían entre quienes experimentaban el horror por la tragedia y quienes, haciendo eco de los prejuicios atávicos de una sociedad dividida, culparon a las víctimas por su propio holocausto.

Esas niñas, como había denunciado la periodista Mariela Castañón en detallados reportajes en el diario La Hora, eran víctimas de abusos en una institución administrada por la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia de Guatemala, cuya misión es proteger a niños y adolescentes de una situación de maltrato y abandono.

En denuncias posteriores, se comprobó que las niñas eran violadas y sufrían castigos extremos, además de privación de alimentos y atención en salud y educación. También se denunció que ese centro se había transformado en un sitio de tráfico sexual, en donde las internas eran sometidas a la prostitución y el silencio.

Esto sucedió un 8 de marzo y no podemos olvidarlo. Ese día 41 niñas murieron calcinadas y apenas 15 sobrevivieron, si acaso se puede llamar supervivencia a la condena de vivir cubierta de quemaduras y con graves consecuencias físicas y psicológicas y quienes, como colofón al abuso sufrido, han recibido amenazas para impedir que hablen sobre los verdaderos hechos que las llevaron a protestar.

El 8 de marzo no es un día de felicitaciones ni mensajes edulcorados. Es una fecha para recordar cuánto camino falta para alcanzar la igualdad de derechos, para detener el abuso contra mujeres, adolescentes y niñas en un marco de sociedades patriarcales indiferentes a su situación de inequidad. El 8 de marzo es un día para avergonzarnos por nuestra sumisión ante un sistema patriarcal, retrógrado y perverso.

Es hora de asumir nuestra responsabilidad en este escenario de injusticia y luchar contra la falta de sensibilidad humana de quienes, desde el poder, permiten tragedias como esta.

Fuente: https://rebelion.org/ni-olvido-ni-perdon-3/

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Mutilación genital femenina, práctica milenaria que persiste

Por: Patricia López Suárez / Gaceta UNAM

 

Implica la escisión, total o parcial, de algunos o todos los órganos genitales femeninos externos, del clítoris y a veces de los labios mayores o menores, además del estrechamiento de la abertura vaginal

Práctica milenaria anterior al siglo V antes de Cristo, aplicada mayoritaria pero no únicamente en el África subsahariana, la mutilación genital femenina implica la escisión, total o parcial, de algunos o de todos los órganos genitales femeninos externos, del clítoris y a veces de los labios mayores o menores, además del estrechamiento de la abertura vaginal, explicó Helena López González de Orduña, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG).

“Se trata de una práctica cuyo sentido en las sociedades patriarcales es básicamente asegurar el control sobre el cuerpo de las mujeres. Otra explicación simbólica es hacerlas sujetos de matrimonio y de intercambio”, afirmó.

En el contexto del Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Femenina, que se conmemoró el 6 de febrero en todo el mundo, la académica consideró que la efeméride es importante porque “es claramente de una práctica patriarcal, que viola derechos fundamentales de las mujeres, que tiene unas consecuencias devastadoras en términos físicos, psicológicos y en la que no se toma en cuenta la decisión de la mujer”.

Agregó que es una práctica muy violenta físicamente. “El tener un día al año en el que podamos tomar conciencia sobre esta vulneración de los derechos fundamentales de las mujeres y de las niñas (porque generalmente se practica en menores de edad) es importante para sensibilizar y denunciar, en particular, en sociedades que aspiran a ser demócratas y para la agenda feminista”, remarcó.

De acuerdo con la página web de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) esta práctica implica la alteración o lesión de los genitales femeninos por motivos no médicos. Internacionalmente es reconocida como una violación grave de los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y las niñas.

Puede causar complicaciones de salud a corto y largo plazos, incluido dolor crónico, infecciones, sangrados, mayor riesgo de transmisión del VIH, ansiedad y depresión, complicaciones durante el parto, infecundidad y, en el peor de los casos, la muerte.

Según datos de la ONU, esta práctica se concentra en cerca de 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional, así como en algunos otros asiáticos (India, Indonesia, Iraq y Paquistán) y algunas pequeñas comunidades de Latinoamérica. Asimismo, persiste en las poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, en Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda.

De acuerdo con este organismo internacional, en los últimos 25 años la prevalencia de la mutilación genital femenina ha disminuido en todo el mundo. En la actualidad, una niña tiene un tercio menos de probabilidades de sufrirla que hace 30 años.

Esta costumbre se concentra en cerca de 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional, así como en algunos otros asiáticos (India, Indonesia, Iraq y Paquistán) y algunas pequeñas comunidades de Latinoamérica.

Denuncias públicas

López González de Orduña destacó que en la erradicación de la mutilación genital femenina hay avances, pues actualmente en países como Egipto, Turquía y Burkina Faso existen leyes que prohíben esta práctica, además de que hay personajes muy visibles que la denuncian, aunque para promover su erradicación es necesario realizar esfuerzos coordinados y sistemáticos en los que participen las comunidades en torno a la concienciación sobre los derechos humanos, la igualdad de género, la educación sexual y la atención a las víctimas de la también llamada ablación.

La investigadora resaltó entre los personajes que luchan contra esta práctica a la médica ginecóloga y activista social nigeriana Olayinka Koso-Thomas, investida por la UNAM con el doctorado honoris causa en 2015 por su trabajo en esta materia.

“Se le hizo esta distinción en la Universidad porque es una gran luchadora en favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y las niñas en el continente africano. Hay reconocimientos como éste, modificaciones legislativas, avances en el activismo, creo que hay motivos para ser optimistas”, afirmó.

López González de Orduña subrayó que el control sobre el cuerpo femenino no es una práctica exclusiva de naciones que evaluamos como “más atrasados”, sino un ejercicio que sigue siendo común en el mundo, aunque en otras formas. “En nuestros países persisten problemas como los feminicidios, el aborto y los bebés sin dimorfismo sexual sobre los que se decide arbitrariamente su condición sexual”, recalcó. Por ello consideró que el feminismo tiene aún mucho que pelear, para lograr que las mujeres hagan con su cuerpo lo que quieran.

Añadió que el hecho de que la mutilación genital femenina sea una práctica patriarcal de control del cuerpo de las mujeres significa que en el siglo XXI esa lógica de apropiarse sigue siendo muy común. “Se siguen negando a las mujeres los derechos sexuales y reproductivos y el acceso a una interrupción legal del embarazo segura y gratuita. No es un asunto de naciones atrasadas, nosotros también tenemos ejemplos de reapropiación del cuerpo de las mujeres”, insistió.

Algunas cifras

La página web de la ONU destaca en 2023 que 4.32 millones de niñas en todo el mundo corren el riesgo de sufrir mutilación genital femenina.

Asimismo, en países como Eritrea, Etiopía, Guinea y Sudán, porcentajes significativos de hombres y niños se oponen a erradicar la mutilación.

En tanto, el Fondo de Población de la ONU (UNFPA) calcula que en 2030 podría haber hasta 2 millones más de casos de mutilación genital femenina.

El organismo internacional señala que una de cada cuatro niñas y mujeres víctimas, es decir, unos 52 millones en todo el mundo, fueron mutiladas por personal sanitario, lo cual señala una tendencia alarmante en la medicalización de la mutilación genital femenina.

Este año, el programa conjunto de la UNFPA y UNICEF lanzan el tema: “Aliarse con hombres y niños para transformar las normas sociales y de género y acabar con la mutilación genital femenina”.

Para “sembrar semillas” en la educación hacia la igualdad de género, la investigadora universitaria recordó que en esta casa de estudios hay un Posgrado en Igualdad de Género y asignaturas obligatorias de género en diversas licenciaturas, las cuales ayudarán a considerar la equidad entre hombres y mujeres que actualmente se están formando en nuestra casa de estudios.

Publicado originalmente en Gaceta UNAM

 

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La niña bonita

La niña bonita

Carolina Vásquez Araya

Es tiempo de revisar conceptos y abandonar la vieja consigna del silencio.

Hace algunos días llegó a mis manos el libro Finalmente Libre, de Amanda Midence. En él, la autora guatemalteca hace un viaje hacia el pasado y reconstruye la ruta que marcó su vida, quizá con el propósito de arrojar luz sobre los rincones oscuros de su infancia y derrotar así el estigma social impuesto por una sociedad conservadora. En esas páginas relata los episodios de abuso sexual infligidos por un pariente cercano –un tío político- y las consecuencias físicas y psicológicas derivadas de ese episodio de su vida. Amanda pertenece a una familia acomodada; no nació en una barriada marginal ni tuvo que soportar las agresiones de la pobreza. Sin embargo, como tantas niñas y niños vulnerables en sociedades patriarcales y machistas, no escapó al miedo, el dolor y la vergüenza.

Menciono este libro porque constituye una denuncia poco usual en un círculo privilegiado. Además, porque deja ver cómo el abuso sexual contra la niñez es una práctica que cruza a toda la sociedad, sin distingos de ningún tipo y no solo afecta a niñas, también a niños víctimas de prácticas perversas cometidas por padres, parientes cercanos, sacerdotes, maestros, pastores o personas con influencia vinculados a su círculo, cuyos efectos psicológicos los persiguen por el resto de su existencia. Si Amanda Midence pudo romper el silencio después de haber luchado contra sus fantasmas de infancia, hay millones de otras niñas y niños condenados a soportar callados y sumisos el dolor y la vergüenza.

Como suele suceder, aún cuando las víctimas de abuso decidan enfrentar a ese mundo de prejuicios y estereotipos sexistas que las rodean, chocan contra un muro de negación y su testimonio es esculcado con tremenda malicia en busca de la mentira o propósitos ocultos. La re victimización comienza desde el primer momento y no abandona a quien tenga la osadía de denunciar. El abuso sexual –es preciso decirlo- es una costumbre aceptada en nuestras sociedades y, por tal motivo, niñas, niños y mujeres deben luchar solas y demostrar con pruebas algo que con el pasar del tiempo solo va dejando profundas huellas psicológicas. El sistema no solo es increíblemente absurdo, sino de una perversidad extrema por castigar así a los más indefensos.

Los países menos desarrollados de nuestro continente -especialmente Guatemala- sufren, además de usos y costumbres misóginas e irrespetuosas con los derechos de la infancia y de las mujeres, del ataque constante de organizaciones criminales y redes de trata que operan al abrigo de sus influencias y complicidad con instituciones del Estado. Es decir, la infancia y las mujeres son víctima constante de toda clase de agresiones y violencia sexual, laboral y social. En estos días también he recibido información sobre el acoso sexual contra más de 15 jóvenes indígenas involucradas en movimientos sociales, agresión cometida por un abogado de gran influencia en su entorno. Esto ha impedido a las víctimas hacer la denuncia pública por temor a las posibles represalias, pero también porque ningún medio se las recibe, quizá por no provenir de un entorno influyente.

En estas sociedades ser mujer –o una “niña bonita”- es enfrentar un mundo al revés. En lugar de gozar de la protección y el respeto son objeto de toda clase de violencia, empezando desde el día de su nacimiento con la usual decepción de un padre que prefería un hijo varón y de una madre convencida de que falló en ese intento. Para salir del círculo es preciso transformar a toda una cultura de privilegios para un sexo y de sumisión para el otro.

ES PRECISO REPENSAR EN LAS CONSECUENCIAS DE NUESTRO MARCO DE VALORES

http://www.carolinavasquezaraya.com

Fuente de la Información: https://carolinavasquezaraya.com/2020/02/10/la-nina-bonita/

Autora: Carolina Vásquez Araya

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