Libro (PDF): Pensando la democracia geopolíticamente

Reseña: CLACSO

La democracia fue definida como una forma de gobierno en el horizonte de la polis y el estado-nación, es decir, como forma interna de gobierno. Hoy es necesario reconceptualizarla en el horizonte de las relaciones políticas entre sociedades, países y Estados. Este libro propone una conceptualización de la democracia en el horizonte cosmopolita de la intergubernamentabilidad, a la vez que piensa la configuración de las formas de gobierno en relación al modo en que la producción del orden social se relaciona con el modo de transformación de la naturaleza, que es la primera dimensión geopolítica.

 

Autor/a:                               Tapia, Luis  
Editorial/Editor: CLACSO
Comuna
Muela del Diablo Editores
CIDES-UMSA
Año de publicación:  2009

 

País (es): Bolivia
Idioma: Español
ISBN : 978-99905-40-60-4
Descarga:   Libro (PDF): Pensando la democracia geopolíticamente
Fuente e imagen:

http://biblioteca.clacso.edu.ar/

 

 

Comparte este contenido:

La educación es un Leviatán

Por: Alberto Sebastián Barragán

La reforma educativa de López Obrador ha transitado por todo el 2019 con un itinerario que no deja clara su viabilidad pedagógica, política ni financiera. En lo que llevamos se puede apreciar que el obstáculo de la 4T son las contradicciones de sus propuestas. Para ilustrar las antinomias en el terreno educativo, utilizaremos una imagen clásica de la teoría política: El Leviatán. Recuperando la idea central de Thomas Hobbes, ese gran Leviatán, también llamado república o Estado, no es sino un hombre artificial, de mayor estatura y robustez que el hombre natural, para cuya protección y defensa fue instituido.

Nuestra educación es un Leviatán, como en la traza de Hobbes, es un ser compuesto por varios hombres, que lleva una corona, asociada al poder central; una espada que representa la fuerza sobre las personas; y un báculo, como símbolo de su autoridad moral. Sin embargo, para nuestra educación actual, esos intentos de domar al Leviatán dan cuenta de sus inconsistencias. El Leviatán también es un monstruo bíblico, de muchas cabezas, que tienen voluntades distintas, y que son tan diversas que se generan los violentos movimientos y cambios de sentido en la educación.

En primer lugar, la cabeza reformista. La bandera de campaña de López Obrador fue ir en contra de la evaluación docente y de la “mal llamada” reforma educativa. Pero la nueva y “bien llamada” reforma educativa de la 4T, rescata muchos elementos de la reforma anterior, que no se han reconocido como válidos y plantea novedades de dudosa procedencia. La agenda educativa se ha llenado de retos y de ocurrencias.

La segunda voluntad, las leyes secundarias. Si bien, el marco legislativo planteado rescata los ejes que han sostenido la educación por varios sexenios, las leyes secundarias tienen contradicciones entre sí, o incongruencias con la Carta magna. Ahora bien, si se contrastan con el romántico Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, las imprecisiones recargan la responsabilidad al ámbito financiero, al político, o a la incertidumbre. Aunque se leen los ejes y objetivos, no se perciben los mecanismos para llegar a tan lejanas metas.

La tercera cabeza, los dineros. La austeridad republicana empezó con reasignación de montos, cambios de instancias, recortes de personal, luego la disminución de salarios, la irresponsable reducción a programas que habían dado resultados, el gasto excesivo de la política asistencial  y después aumentos de aguinaldos a diputados. Pero lo altamente cuestionable es que se ha elegido gasto en lugar de inversión. Las becas Benito Juárez o el programa Jóvenes construyendo futuro, son políticas de transferencia directa que, como se sabe, no reportan necesariamente los beneficios planteados, sino que generarán consecuencias electoreras.

Una cuarta voluntad es la suma de otras cabezas. Así como lo expresó Hobbes, la soberanía es un alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo del Leviatán. La reforma educativa tiene niveles de aplicación, que han sido cuidados para no ensanchar la imposición centralizada del ejecutivo. Aunque se prescriben líneas de orden federal, hay soberanías estatales que tendrán que armonizarse a través de los congresos de las entidades. Aunque hay una cabeza presidencial, también hay resonancias en las cabezas de los gobernadores.

En quinto lugar, las cabezas de la infinidad. Toda política educativa, a diferencia de los demás ramos, está acompañada por un vasto personal distribuido desde ámbitos de gobierno y esferas burocráticas hasta mandos medios, así como especialistas y operadores de la nueva reforma educativa: los maestros. El compromiso que puede contraer un grupo de funcionarios en el centro del país no garantiza la ejecución de todos los actores en todas las regiones, ya que la garantía se basa en la suposición de que todos quieren lo mismo, o en el error de pensar que todos saben hacer lo necesario. Otra vez se perfila una reforma sin la atender lo suficiente a los maestros, a pesar de que varios elementos clave del gremio se han posicionado en curules, lugares de mando y tomas de decisiones, sus opiniones en foros improvisados y en línea, tienen limitado respaldo en la formación inicial de las normales, y menos aún en la formación continua.

Hay otro tipo de cabeza que tiene dos caras, la del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, quienes esgrimían sus argumentos para que no votaran por López Obrador, y ahora son los “principales” artífices de su reforma. O las cabezas de los otros gremios sindicales, que tienen cuotas de poder regional, o los organismos públicos descentralizados, o los particulares, o los internacionales, que a su vez ejercen voluntades encontradas, encarnadas en un mismo cuerpo.

Así, a grandes pinceladas, se puede bosquejar que el Leviatán que emerge a diario en la sociedad mexicana. Nuestra educación es un ser que tiene otras cabezas que no figuran tanto como las primeras, los magistrados con otros funcionarios  son articulaciones; la recompensa y el castigo son los nervios; la riqueza y la abundancia de todos los miembros particulares constituyen su potencia; la salvación del pueblo son su sangre contaminada; los consejeros e investigadores son la memoria; la equidad y las leyes son voluntades artificiales; la concordia es la salud; la sedición la enfermedad. Como el monstruo delineado por Hobbes, la educación es el Leviatán que pretende ser esa entidad que impulse a la sociedad, pero en lugar de ello se genera caos y castigo para la educación.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-educacion-es-un-leviatan/

Imagen tomada de: https://es.panampost.com/wp-content/uploads/13888108157_1dbc693ff1_b-768×634.jpg

Comparte este contenido:

John Dewey (a propósito de “la fiesta de la democracia”)

Por: Jaume Martínez Bonafé

Si la democracia ha de liberar y cultivar la inteligencia, la escuela es el lugar en el que ese proceso se construye. Pero no puede haber aprendizaje de la democracia en una escuela que no sea democrática.

Estos días pasados se nos ha bombardeado desde los medios de comunicación y las declaraciones de diferentes líderes políticos con “la celebración de la fiesta de la democracia”, haciendo referencia a la reciente convocatoria electoral. Parece oportuno recordar, en tiempos en que las palabras pierden su sentido original y su fuerza más real, a uno de los autores que más ayudó a pensar la democracia y a relacionarla, además, con la función educativa.

Para Dewey la democracia no era una forma de gobierno sino una forma de vida social. Una sociedad democrática es móvil, cambiante, activa, conflictiva, tolerante, armónica (de todas estas maneras encontramos en Dewey acepciones a la democracia) y requiere de sus miembros inteligencia, compromiso e interacción positiva con el otro a fin de construir una comunidad justa e inclusiva. Esta capacidad humana debe ser educada, aprendida, haciendo democracia, es decir, resolviendo los problemas concretos que plantea la vida democrática. Y es en ese proceso, siempre social e inacabado, en el que se cultiva y desarrolla la inteligencia como función específica que dirige nuestros modos de comportamiento. Conviene recordar que Dewey era profundamente crítico con la sociedad industrial por la conformación rutinaria, pasiva, objetivada y mecánica del modelo de vida y de aquí la necesidad de la democracia como posibilidad de transformación de ese modelo de vida.

Así que la democracia es un procedimiento social que nos ayuda a crecer como seres humanos inteligentes y libres, un instrumento que facilita el cambio y la mejora de los modos de vida, alejada de verdades transcendentales o inmutables. Pero esa posibilidad pragmática deber ser educada. De aquí el importante papel que Dewey atribuye a la institución escolar. Si la democracia ha de liberar y cultivar la inteligencia, la escuela es el lugar en el que ese proceso se construye. Pero no puede haber aprendizaje de la democracia en una escuela que no sea democrática. Dewey, muy crítico con los sistemas educativos contemporáneos (“el sistema escolar siempre ha estado en función del tipo de organización de la vida social dominante” ) reclama una praxis educadora que partiendo de la experiencia vital investigue las realidades y conflictos sociales, desarrolle métodos rigurosos y científicos para su análisis y comprensión, y sugiera un “plan de operaciones” dice Dewey, proyectos de intervención y mejora de la realidad investigada.

Y es en este sentido que la educación es política: la teoría política de la democracia reclama una teoría política de la escuela que asegure procesos de experiencia, reflexión y aprendizaje de la vida democrática. La escuela, por tanto, es una “agencia”, un “laboratorio”, una “practica intencional”, una “lugar experimental” con un ambiente organizado y un programa específico que ofrezca las condiciones objetivas y subjetivas para vivir experiencias cualificadas que ayuden a los sujetos en su formación como reconstructores sociales. Pero la formación en el aula del espíritu democrático “sólo existe cuando el individuo aprecia por sí mismo los fines que se propone y trabaja con interés y dedicación personal para alcanzarlos”. Ese laboratorio de vida democrática que es la esuela se basa en una didáctica activa y experimental que trabaja con datos y se enfrenta a perspectivas inmutables y universos cerrados. La democracia se construye experimentándola.

Dewey escribió Democracia y Educación en 1916. Su obra fue traducida al español por un comprometido inspector de educación cercano a la ILE, Lorenzo Luzuriaga, que escapó al exilio tras el triunfo de la dictadura franquista, manteniendo en Buenos Aires el empeño editorial de las obras de Dewey en español. No se cuanto hay, en esta simbólica huida al exilio del texto de Dewey de silencio, olvido y despiste sobre el verdadero sentido pragmático de la democracia y el papal que debiera jugar la educación. Y desde el silencio, el olvido o el despiste, el fiestorro de la democracia da de si lo que da de si. La charlatanería mediática, la vaciada llamada puntual a depositar la papeleta, o la afirmación autoritaria y no argumentada pueden ser contrastadas con un modo de vida democrático si ha tenido ya en la escuela un espacio de vida democrática.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/06/05/john-dewey-a-proposito-de-la-fiesta-de-la-democracia/

Comparte este contenido: