El asesor de UNIR y catedrático en Salud Pública, Miguel Ángel Martínez-González, alerta de la incidencia de trastornos mentales entre los universitarios españoles
El asesor de UNIRMiguel Ángel Martínez-González, experto en Salud Pública y Premio Nacional de Investigación Gregorio Marañón, ha afirmado que en España el 36% de los universitarios cumplen criterios para diagnosticarles al menos una enfermedad mental». Asimismo, el 41% de la población universitaria padecerá en algún trastorno a lo largo de toda su vida, según los últimos estudios.
Estos datos revelados por Martínez-González, quien también es el catedrático de las universidades de Harvard y Navarra, ponen en evidencia una «problemática social que podría considerarse análoga al consumo de tabaco, alcohol o drogas y que ahora están ocurriendo en ámbitos relativos a la sexualidad». En esta línea, Martínez-González apuntó que otro dato preocupante aportado por el Colegio de Médicos de Madrid es que «los requerimientos sexuales a los menores durante la pandemia aumentaron un 507%».
Durante la presentación de su libro ‘Salmones, Hormonas y Pantallas’, en el Colegio Oficial de Médicos de Madrid, Martínez-González expuso una visión panorámica de los problemas emergentes de salud pública que afecta a la población general tras la pandemia, con especial atención a la crisis de salud mental entre los jóvenes, las enfermedades de transmisión sexual, la pornografía, el acoso sexual y los efectos nocivos de la tecnología en la salud, temas que aborda en su libro ‘Salmones, Hormonas y Pantallas’.
«Hay que poner el foco en la crisis de salud mental que está afectando a los jóvenes. En concreto el preocupante aumento de los suicidios, que se ha convertido en la primera causa de muerte», señaló Martínez-González en el encuentro.
Este problema emergente de salud pública se ha visto agravado tras la pandemia, sobre lo que el experto alertó que detrás de ello están «los intereses comerciales a nivel mundial de las plataformas tecnológicas y la omisión de los gobiernos para abordar esta problemática».
Por su parte, Vicente Soriano, Vicedecano de Investigación de la Facultad de Ciencias de Salud y director del proyecto de Bienestar Emocional de UNIR señaló que «los trastornos de salud mental en la población juvenil suponen un revulsivo para la sociedad del bienestar. El impacto de las redes sociales, la desinformación y la ausencia de educación en valores han contribuido a crear un ambiente individualista y con poco compromiso social».
Mal uso de la tecnología y problemas de salud mental
En su libro ‘Salmones, Hormonas y Pantallas’, Martínez-González habla sobre los crecientes problemas de salud mental como consecuencia del mal uso de los dispositivos electrónicos con acceso a internet.
Basado en la evidencia científica, el reconocido catedrático aportó que «la investigación epidemiológica ha demostrado que las pantallas y las redes sociales, especialmente cuando están relacionados con contenido pornográfico o denotan acoso, afectan a la salud mental, particularmente a la de los adolescentes, contribuyendo al aumento de conductas suicida, trastornos de conducta alimentaria y otros problemas de salud mental».
En este sentido, el autor del libro insta a los padres y profesores a ser empáticos y proactivos ante este problema, «se debe hablar sobre estos temas con los jóvenes, así como a atrasar el uso de dispositivos móviles, regular el acceso a internet y establecer normas para su uso».
Entre los trastornos que ha causado el mal uso de los dispositivos electrónicos el asesor de la UNIR destaca la ‘nomofobia’, esa dependencia psicológica a estar conectado a los teléfonos móviles y la ansiedad que esto genera, o el desprecio a las personas reales que le rodean por la imposibilidad de desconectarse del móvil y estar consultándolo continuamente, conocido como ‘phubbing’. «La continua conexión a las pantallas crea, especialmente en jóvenes, un crecimiento exponencial en actitudes gregarias y despersonalizadas», explicó el investigador.
Martínez-González añadió que «la experiencia de dependencia -paradójicamente ligada a mayor sensación de soledad de los jóvenes- ha crecido en paralelo con el abuso de los dispositivos móviles con acceso a internet, las cuales ofrecen una ficticia sensación de relaciones interpersonales». Las pantallas carecen de calidez y certeza en el trato directo, impidiendo disfrutar de la necesaria proximidad, confianza y apertura de las relaciones cara a cara. Esta situación favorece el aislamiento, ansiedad, tristeza y depresión.
Necesidad de un cambio estructural
Ante el número creciente de enfermedades relacionadas con la salud mental entre los jóvenes, Miguel Ángel Martínez-González insta al sector público a tomar medidas sobre el asunto, como se ha hecho en otras ocasiones con problemas de salud pública como el tabaco, la obesidad o para descender el número de accidentes de tráfico.
Sobre este punto, el experto piensa que «es posible modificar las conductas de los jóvenes. Los cambios requieren de tiempo y educación, pero los gobiernos deben tomar medidas estructurales para fomentar estilos de vida sanos, aunque vayan en contra de intereses comerciales de grandes tecnológicas que buscan conductas compulsivas y generan dependencia».
En la misma línea, Vicente Soriano se ha referido a la necesidad de reinventar la educación en valores y las competencias en relaciones sociales y solidaridad con las personas más próximas, desde la familia al ambiente laboral.
El diagnóstico del TDAH es algo que la mayoría de los padres no sabe cómo encajar cuando llega. La información contradictoria sobre el Trastorno por Déficit de Atención y/o Hiperactividad (TDAH) que hay en Internet y la falta de consenso entre los profesionales, juega en contra de los chicos que lo padecen y en muchas ocasiones, dificulta el diagnóstico precoz y una intervención temprana. Para los padres, es fundamental estar preparados a la hora de enfrentarse a este diagnóstico de una forma consciente e informada. De esta forma, podrán pedir ayuda en las principales necesidades de sus hijos y actuar de una forma adecuada tanto en el ambiente familiar como en el escolar. ¿Qué hacer?
Lo primero que los padres de un chico con sospecha deberían tener claro son los pasos que tienen que dar para conseguir una valoración que les permita tener la suficiente tranquilidad de que los resultados que les muestran son fiables. Para ello, es fundamental saber cuales son los especialistas con formación y experiencia suficiente para realizar este tipo de evaluaciones. La dificultad de este hecho estriba en que esto no está definido por especialidades. Tanto un pediatra como un psicólogo, por ejemplo, podría realizar correctamente el proceso. La principal diferencia está en la experiencia y formación de cada especialista. Por otro lado, el tratamiento es otro de los pilares fundamentales en este proceso. Los progenitores deberían ser informados por el profesional que realiza el diagnóstico de que las opciones de tratamiento incluyen de forma preferente la medicación junto con diferentes intervenciones psicológicas y pedagógicas.
Todo este plan de tratamiento del TDAH debe crearse de forma personalizada en función de las características de cada paciente y la intensidad de sus síntomas. Además, debe contar con la participación de los padres junto con los profesores y el entorno socioeducativo del niño.
POSIBLE DIAGNÓSTICO DE TDAH
Para que se pueda plantear un posible diagnóstico de TDAH, se deben cumplir los siguientes criterios marcados por el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, quinta edición):
manifiesta estas conductas o algunas de ellas de forma desproporcionada comparado con los otros niños de su edad y respecto a su grado de desarrollo.
está presente desde una edad temprana (antes de los 12 años).
afecta en al menos dos ambientes distintos de la vida del niño: escolar, social y/o familiar.
deteriora significativamente su calidad de vida.
no es causado por un problema médico, tóxico u otro problema psiquiátrico.
Informar sobre el TDAH a los hijos es fundamental
La mayoría de los niños, de una u otra forma, están preparados para entender los aspectos básicos del TDAH. Evidentemente, no lo debemos explicar igual a un niño de seis años que a uno de 16, pero hay formas de hacerlo para que ambos los entiendan. Por ejemplo, a un niño de seis años le podemos contar, por ejemplo, que la terapia para el déficit de atención es un juego para aprender más rápido.
Otro aspecto importante es incluir en el proceso a toda la unidad familiar. La existencia de hermanos mayores o menores es un factor que no podemos obviar a la hora de organizar el día a día de un niño con TDAH. Explicarles a ellos lo qué pasa de una forma sencilla o decirles que necesitamos hacer las cosas de una determinada forma, ayuda a implicar a todos y mejora los resultados. Esto es algo que debemos intentar extrapolar al núcleo familiar ampliado siempre que sea posible. Esto incluye abuelos y familia directa cercana que comparta responsabilidades en el cuidado de un niño con TDAH.
Los cuatro consejos clave
Los niños con TDAH son proclives a sufrir discriminación por parte de compañeros y/o profesores. La falta de información sobre la hiperactividad y la subjetividad sobre otros síntomas como el déficit de atención o la impulsividad hace que muchos niños con TDAH sean catalogados como vagos o torpes.
Para evitar esto, lo más recomendable es que las familias de niños con TDAH se unan y trabajen de forma conjunta para concienciar sobre el déficit de atención y divulgar en los medios de comunicación y las redes sociales sobre la hiperactividad.
Los colegios, con excesiva frecuencia, son lugares hostiles para los niños con TDAH. La falta de apoyo del profesorado a un niño con TDAH puede tener repercusiones. Esto unido a las dificultades de integración social que este trastorno puede producir, hace que los niños con déficit de atención se conviertan en carne de cañón para sufrir acoso escolar.
Es obligación de las administraciones trabajar para darles a los niños con hiperactividad todos los recursos necesarios para desarrollar todas sus capacidades y convertir en personas plenamente integradas en la sociedad en cada momento de su vida.
El futuro de un hijo con TDAH
Una cuestión poco conocida y que debería tener más repercusión cuando hablamos del TDAH es la posibilidad de resolución del mismo. Desde hace años se conocen muchos datos sobre las causas y el tratamiento del TDAH así como de los efectos positivos a largo plazo relacionados con el tratamiento. El objetivo del mismo debe ser la resolución del mismo. Por ello, uno de los aspectos más relevantes es la detección y la intervención precoz. Cuanto antes nos pongamos manos a la obra, más posibilidades tendremos de mejorar la calidad de vida de los chicos que lo sufren y más opciones tendrán estos de poder encontrar en algún momento, una vida libre de las dificultades derivadas del TDAH.
Superarlo no es cosa de unos pocos meses. Ganarle la guerra al TDAH conlleva luchar múltiples batallas a lo largo del tiempo y de múltiples frentes día a día. Por si fuera poco, los síntomas de TDAH van cambiando con la edad, evolucionan de forma variable tanto en tipo como en intensidad. Esto dificulta su reconocimiento y en muchos casos, hace prácticamente imposible su detección. Para evitarlo, nuestra mejor arma es la información y la concienciación de los profesionales de la educación y la sanidad.
LAS 4 ÁREAS DE LA PAREJA QUE DEBES CUIDAR
Los padres de niños con TDAH sufren unos elevados niveles de ansiedad. Los motivos de conflicto son más frecuentes y en ocasiones muy importantes. Esto hace que sea extremadamente difícil mantener un buen nivel de conciencia familiar.
Estas dificultades que presentan las familias no solo están relacionadas con los estudios sino con la conducta, las relaciones sociales y como no, con su actitud dentro del entorno familiar.
Para evitar las consecuencias negativas del TDAH en la pareja, es fundamental que ambos padres se hagan corresponsables de la atención y el cuidado de las necesidades de los hijos directamente relacionadas con el trastorno. Esto incluye todo el tratamiento.
El conocimiento que los padres tienen sobre el TDAH es uno de los factores que más importancia ha demostrado tener en la evolución a largo plazo de los niños. También en la calidad de la convivencia dentro de la familia. Si uno de los padres no conoce adecuadamente el TDAH se generan más discusiones, más reproches y más adversidad en la dinámica diaria debido a la falta de comprensión al respecto.
Fuente del artículo: https://elpais.com/elpais/2018/12/03/mamas_papas/1543840210_857893.html
Los altos niveles de estrés a los que están sometidos los estudiantes, junto con otros factores de riesgo personales y familiares, hacen que el 10% de los universitarios españoles haya pensado en el suicidio en el último año.
E
l suicidio en los jóvenes entre 15 y 29 años se ha posicionado como la segunda causa de fallecimiento en este colectivo, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Cifras que deberían llamar a la reflexión de padres, profesores, menores e instituciones. Tanto es así que un reciente estudio ha expuesto que uno de cada 10 universitarios españoles ha tenidos pensamientos suicidas en el último año, uno de cada 19 ha imaginado cómo lo haría y uno de cada 166 ha llegado a intentar quitarse la vida.
En la investigación, que ha visto la luz en la revistaSuicide and Life-Threatening Behavior, se han realizado cuestionarios a 2.118 alumnos de cinco universidades españolas, la Universidad de las Islas Baleares (UIB), Universidad Pompeu Fabra (UPF), Universidad del País Vasco (UPV-EHU), Universidad Miguel Hernández (UMH) y la Universidad de Cádiz (UCA).
Los resultados del trabajo dejaron ver que el 10% de los jóvenes universitarios habían tenido pensamientos suicidas en el último año, más del doble de los datos que se tienen de los suicidios en adultos, entre un 3% y un 4%. María Jesús Blasco, principal autora del estudio, ha expuesto que entre los principales factores de riesgo de esta lucubración son los episodios estresantes o de ansiedad, padecer algún otro trastorno mental o del estado de ánimo, los aspectos familiares de la persona o haber sufrido una agresión sexual en los últimos 12 meses.
Jordi Alonso, otro de los autores de la investigación, ha subrayado la importancia en la detección activa y precoz del riesgo de pensamientos suicidas en los universitarios para que puedan recibir la ayuda y ser atendidos de una manera eficaz, pues aunque las tentativas son bajas –según el estudio solo un 0,6% lo intenta– se podrían evitar muchas muertes.
Aunque el 10% de los estudiantes universitarios tengan pensamientos suicidas, solo un 0,6% los llevan a cabo
El primer año de universidad es el más duro
Pero esta no es la única evidencia científica de los problemas psicológicos de los estudiantes, otro estudio encontró que el 31,4% de los alumnos universitarios había tenido algún trastorno mental durante el primer año de sus estudios. Este dato fue resultado de entrevistar a 13.984 estudiantes de primer curso de universidades de Alemania, Australia, Irlanda del Norte, Bélgica, España, Sudáfrica y Estados Unidos.
Sus autores explican que uno de cada tres universitarios ha tenido algún tipo de trastorno mental durante su primer año y en uno de cada cinco esta situación les ha provocado problemas en el desarrollo académico, en las relaciones sociales y en el trabajo. Según esta investigación, el 20,4% de los casos provocan una incapacidad grave, especialmente si la persona presenta depresión mayor, trastorno de pánico o ansiedad.
El fracaso escolar a temprana edad está en directa relación con el desencadenamiento de trastornos depresivos años después.
El triste camino que conduce a trastornos mentales como la depresión y las autolesiones en la adolescencia es extremadamente complejo, y aúna factores que van de lo genético al entorno familiar. Sin embargo, un estudio británico ha identificado el fracaso escolar como un destacado predictor del riesgo para los niños incluso años antes de que se se desencadene el problema.
No es un problema menor. La prevalencia de trastornos psicológicos entre niños y adolescentes a nivel mundial se estima entre un 10% y un 20%, una cifra difícil de concretar por el hecho de que muchos casos no son diagnosticados. Lo que sí se puede afirmar es que el 50% de las patologías mentales en la edad adulta tuvieron origen en la infancia y la adolescencia. El suicidio, el terrible mal silenciado de la era moderna, es la primera causa de muerte entre las personas de 20 a 44 años en España, una tendencia que se repite en la mayoría de países occidentales.
El estudio, publicado en The British Journal of Psichiatry, buscaba encuadrar en un margen temporal la evidencia de que el rendimiento escolar está vinculado con la salud mental. Se trata de un círculo vicioso que se retroalimenta: los malos resultados escolares provocan estrés y desajustes de integración en el menor, y se relacionan con un menor grado de bienestar. Esto, a su vez, provocará una peor disposición cognitiva y conductual que agrave los problemas si no goza de una red de apoyo familiar, social y educativa adecuada.
El equipo dirigido porSinead Brophy, de la Swansea University, recopiló los datos de 600.000 niños escolarizados por lo menos un año entre 1990 y 2014 en Gales. Se buscaron en sus historiales médicos diagnósticos a partir de los doce años de depresión o de autolesiones. En el primer caso, se detectaron aproximadamente 33.500 casos de diagnósticos depresivos, un 7% de las chicas y un 3% de los chicos de la muestra total. Los casos de lesiones autoinfligidas fueron del orden 15.950, también con una mayoría de casos femeninos.
A continuación, el historial médico se cruzó con el expediente escolar. El sistema establece cuatro etapas: ‘Key stage 1‘ (KS1) corresponde el baremo de notas en matemáticas y lengua, tanto inglesa como galesa, en el curso deseis a siete años; ‘Key stage 2‘ (KS2) evalúa el resultado en las mismas materias, introduciendo la ciencia, de 10 a 11 años. Los siguientes dos niveles,KS3 y KS4, corresponden a los exámenes nacionales entre los 13/14 añosy los 15/16 respectivamente.
Lo que descubrieron los investigadores es que un alumno que hubiese fracasado entre KS1 y KS2, y que por tanto no hubiese terminado la primaria, tenía una mayor probabilidad de sufrir depresión en la adolescencia. El declive, además, progresaba según la edad. Un diagnóstico depresivo a partir de los catorce años se correspondía con una posibilidad un 38% mayor de no haber superado el KS3 antes. A mayor edad, la probabilidad de no haber superado el KS4 antes de desencadenarse el trastorno aumentaba hasta el 50%.
La conclusión, afirma Brophy, es que el fracaso escolar predice el diagnóstico de depresión con un plazo mayor de tiempo cuánto más joven es el sujeto, mientras que la correlación entre malas notas y trastorno se va reduciendo en el tiempo a medida que crece. «Nuestro estudio tiene implicaciones importantes. Sugiere que los síntomas depresivos pueden estar pasando desapercibidos entre los niños de primaria, y que el apoyo social y emocional en esos cursos puede reducir los problemas mentales a futuro».
Lesiones autoinfligidas entre las adolescentes
La dinámica observada en los escolares diagnosticados con autolesiones difiere sin embargo del cuadro depresivo. Si bien podían mostrar un peor rendimiento escolar a la altura del KS1, al llegar a los 10/11 años, de cara al KS2, sus resultados no difieren significativamente de la media. Además, la tipología de quiénes sufren este trastorno es muy específica: es cuatro veces más probable que lo sufra una chica, especialmente si padece ademástrastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) o untrastorno de la personalidad.
El equipo de Brophy sitúa el pico de incidencia de los comportamientos autolesivos sobre los quince años, y lo relacionan con experiencias vitales como la llegada de la pubertad y la transición a la secundaria. Al respecto, citan estudios realizados en EEUU y Australia que relacionan esa precisa etapa de desarrollo neurológico con un riesgo incrementado de vulnerabilidad y comportamientos destructivos, como los cortes en brazos y piernas.
«Otra posibilidad» – apunta el estudio – «es que el deterioro del rendimiento escolar sea un síntoma de un problema contemporáneo más agudo que se da en la etapa final de la adolescencia».
Barcelona desplegará puntos de atención informales para atender y prevenir trastornos mentales entre los jóvenes.
No es un chaval de muchas palabras, pero sonríe cómplice cuando la psiquiatra de la Fundación Sant Pere Claver, Assumpció Soriano, le ayuda a componer el discurso. Se llama Diego, tiene 13 años y cursa primero de ESO. Hace un año que cruzó por primera vez las puertas del centro de día de salud mental infantojuvenil de la fundación, en el distrito de Sants-Montjuïc. Fue Neus, la educadora de su casal, la que le recomendó que visitase la Consulta Jove que tiene la entidad, una puerta abierta a los adolescentes para tratar su salud mental. “Tenía problemas en el cole. Cuando un niño me buscaba, me ponía muy nervioso”, explica Diego. Soriano concreta que los problemas de agresividad de este niño en la escuela han mejorado mucho desde la primera visita. Después de unas sesiones en la Consulta Jove, Soriano y su equipo optaron por incorporarlo al centro de día para tratar su caso. “Aquí Assum me ayuda a resolver los problemas. Siempre tenía la cabeza en los problemas que me pasaban fuera”, agrega el joven.
Varias décadas de experiencia en la atención directa a la salud mental les reveló a los profesionales de Sant Pere Claver que estaban llegando “tarde” a los adolescentes.Los problemas de salud mental entre los jóvenes aumentaban y el sistema no alcanzaba a prevenirlos. “Nos dimos cuenta de que estábamos llegando un poco tarde, cuando había habido un delito o una patología de salud mental”, admite Soriano. Y de esas carencias detectadas salió el proyecto Consulta Jove, un dispositivo de acceso gratuito, confidencial y sin cita previa para que los adolescentes de entre 12 y 21 años tengan un lugar de confianza donde explicar su situación o malestar emocional. “Queríamos adelantarnos. La consulta Jove es un dispositivo preventivo y de detección precoz”, insiste la psiquiatra del servicio. En los dos años que llevan en funcionamiento —abre solo los miércoles por la tarde—, el equipo ha atendido a un centenar de menores.
La problemática con la que se ha encontrado el equipo de la consulta Jove es muy heterogéneo. “Los chavales vienen con una sensación de un malestar interno. Detrás de la palabra “estoy agobiado” puede haber ansiedad, claustrofobia, depresión”, apunta la psiquiatra. Soriano advierte de que no se pueden minimizar estas emociones. “A veces, las cosas de la edad, o sea, la crisis de la adolescencia, puede entorpecer mucho el tirar adelante”, apunta. Los expertos señalan que el 50% de los trastornos mentales debutan en la adolescencia, así que abordarlos de forma precoz evita problemas futuros más complejos.
“Hay que tener cuidado con lo de minimizar los problemas de los adolescentes porque tienen poca experiencia de la gravedad de sus propios actos”, explica la psiquiatra de la Fundación Sant Pere Claver. “Como no tiene suficiente experiencia para ver la gravedad de lo que puede hacer, a veces puede hacer cosas que se le vayan de las manos, con lo cual, la gravedad es relativa”, argumenta.
En la Consulta Jove, los profesionales dan un espacio de confianza al adolescente para que se abra y exprese sus emociones. A través de una serie de sesiones terapéuticas, Soriano se encarga de diagnosticar al paciente, si es el caso, y derivarlo al servicio más apropiado, desde un centro de día hasta un ingreso hospitalario, en las situaciones más graves. “El dar una escucha en esos momentos de crisis adolescente es muy importante y tiene una rentabilidad social increíble para evitar problemas más adelante”.
Tras los últimos datos del informe de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) sobre la salud mental en la ciudad, el Ayuntamiento ha decidido replicar el modelo de la consulta Jove en cuatro barrios de Barcelona. La prevalencia de mala salud mental entre las chicas de 15 años pasó del 5,3% en 2012 al 12,3% en 2016. Según el informe de la ASPB, los menores atendidos en centros de salud mental infanto-juvenil, aumentó un 127% entre 2002 y 2016, último año del que se dispone cifras (12.385 menores visitados). Los profesionales advierten de que la mala salud mental juvenil está muy vinculada a la situación psocioeconómica de su familia y su entorno.
¿Qué pasa cuando tras ese alumno disruptivo hay algo más? ¿Es la conexión entre lo educativo y lo sanitario la adecuada? ¿Cómo afecta a niños y adolescentes el estigma?
De repente, el profesor se pone en contacto con el orientador: “Mírame a este niño a ver qué le pasa”. Necesita etiquetas. Cree que detrás de los problemas conductuales, de esa caída inesperada del rendimiento, puede haber algo más… ¿Quizá un TDAH?
“Tenemos un problema”: Las cifras
El doctor en Psicología y Ciencias de la Salud Javier Urra menciona entre las señales de alarma “el niño que está siempre solo, que no recibe llamadas, que se pasa el día en su cuarto con su ordenador, que ha dicho en alguna ocasión: ‘El mundo sabrá de mí’, que genera, desde el silencio, mucho rencor…”. “Eso es un ‘Tenemos un problema’, ese chaval está en riesgo”.
Y dentro de esos problemas está el TDAH, pero el énfasis que se ha puesto en este hace olvidar, para Urra, muchos otros trastornos. Hay niños hiperactivos, pero también psicóticos, psicopáticos, con depresión, con trastorno límite de la personalidad, con ideas autolíticas, con trastornos de la alimentación, con pensamientos inusitados y extraños, con personalidades obsesivas, con trastornos del vínculo… Y el aula es un buen observatorio para captarlo, “sobre todo si se rompe con el tabú que suele acompañar a la enfermedad mental y si se deja de creer que tras esa sensación de que algo no funciona solo hay un problema de conducta”. En su guía Primeros auxilios emocionales para niños y adolescentes (La esfera de los libros, 2017) Urra cifra en un 20% los niños y adolescentes que llegan a presentar algún tipo de trastorno psicopatológico. Además, sitúa en 68% el porcentaje de adolescentes con depresión que no recibe tratamiento.
Son cifras que comparte el presidente de Salud Mental España, Nel González Zapico, que añade que la mitad de los trastornos mentales se dan antes de los 18 años. También el catedrático del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Barcelona, Antonio Andrés Pueyo, que cita a la Asociación de Psiquiatría Americana, según la cual aproximadamente una cuarta parte de los niños y adolescentes ha tenido un trastorno mental en el último año antes de la evaluación y un tercio tendrá algún trastorno a lo largo de su vida como menores. “La mayoría serán trastornos de ansiedad, y los siguientes problemas son los trastornos de conducta, los afectivos y los derivados del abuso de drogas”.
El consultor en educación Christopher Clouder, ligado a la pedagogía Waldorf, aludía en una reciente ponencia en Madrid sobre el valor de las artes en la escuela a la preocupante situación en el Reino Unido, donde tres niños por aula tienen un diagnóstico de trastorno mental, uno de cada 10 sufrirá un trastorno antes de sus 21 cumpleaños, la hospitalización por autolesiones y trastornos de la alimentación se ha duplicado en tres años, el índice de depresión se ha multiplicado por seis y la edad media de sufrirla, que en 1960 era de 45 años, hoy se sitúa en los 14.
Sin llegar a estos extremos, Ana Cobos, orientadora y presidenta de la confederación Copoe, explica que hace 15 años tenía como máximo un caso (en un centro de unos 500 alumnos) que requiriera un informe de evaluación psicopedagógica para derivar a salud mental a través del pediatra y en coordinación con la familia. El último curso firmó cuatro informes de este tipo.
¿Las causas?
“¿Qué estamos haciendo como sociedad para que los niños estén sufriendo así? ¿Qué es una escuela?”, se preguntaba Clouder, que cuestionaba que esta esté satisfaciendo las necesidades de los estudiantes de ser creativos, espontáneos, asumir riesgos, descubrir su capacidad innata de aprender, experimentar o asombrarse y llamaba a incorporar un currículo rico en artes en los centros escolares.
¿Está el currículo, los estándares de aprendizaje, detrás de la mayor incidencia, o más temprana, de determinados trastornos? Sería aventurado afirmarlo, pero Ana Cobos abunda en la idea de que “ver a los niños de 12 años seis horas y media en el instituto, desde las 8.00, es antinatural”, un modelo frente al que plantea grupos más reducidos, jornadas partidas o no tan extensas o una vuelta de tuerca al sistema tradicional, para que los alumnos aprendan competencias para la vida a través de actividades prácticas que entronquen con las emociones. Ha conocido algún caso aislado de chicos y chicas con fobia escolar que no han podido incorporarse al instituto pero, sin llegar a tal patología, considera que en ocasiones para un alumno instituto es sinónimo de hastío, ansiedad o amargura, “y tendemos a olvidar lo que nos genera esas sensaciones y a repetir lo que nos genera placer, como la emoción que provoca aprender si se logra atrapar el interés”.
También para el psicólogo educativo Antonio Labanda habría que romper de una vez por todas con la idea de la enseñanza como mera transmisión de conocimientos y optar por una individualización cada vez mayor, por dejarle autonomía al alumno para experimentar, por la introducción de adaptaciones metodológicas: “Hay alumnos que requieren que se les deje un tiempo, otros que no plasmarán bien lo que saben en un modelo de examen escrito, otros a los que se les resistirá si es oral…”.
No se puede decir que un colegio o un instituto sean un caldo de cultivo para el trastorno mental, pero sí que en ocasiones se transforman en un terreno hostil si se padece. Que se acerquen los exámenes puede incrementar enormemente la ansiedad para estas personas, pero hay más. Para el orientador del IES Juan de la Cierva de Madrid, Chema Salguero, el centro educativo debería ejercer de “colchón” en que se sienten bien, pero no siempre es así. Enumera el problema que supone, por ejemplo, tener un trastorno alimenticio y que en el instituto proliferen los motes, que se asocie un TDAH con vaguería o se confunda una depresión con absentismo.
Las raíces, sin embargo, son más profundas, van más allá de la institución escolar. Entre los factores de riesgo, las tendencias que deberíamos revisar, apunta Javier Urra, la sublimación de la infancia, la falsa creencia de que los niños tienen que ser felices por el hecho de serlo. También, el hecho de que se tienda a acortar cada vez más la infancia y a alargar la adolescencia. “Si minimizáramos los problemas sociales tendríamos menos psicopatología social. Vivimos en sociedades muy estresadas y estresantes, saturadas de información, pero en que la gente no sabe estar en soledad, compartir, mirarse a los ojos”, expone.
Ana Cobos añade la falta de límites en la niñez: “Si estos fallan, cuando estos niños crecen no saben comportarse, carecen de unas pautas claras. Estamos viendo adolescentes desatados en una sociedad desorientada, y no sabemos qué ha sido antes, si la falta de pautas educativas o el trastorno”.
Muchos problemas relacionados con la salud mental aparecen en la adolescencia, apunta Salguero, porque es una etapa más social, pero en realidad ya estaban ahí: “El grupo de iguales es más importante, hay más actividades juntos, ya no es solo el cumpleaños, y es donde esas dificultades dan la cara”. En otras ocasiones, es la propia familia la que prefiere que no se sepa salvo que sea necesario. Salguero, que además de orientador, jefe de estudios y profesor de FPB en el instituto es profesor asociado en la Facultad de Educación de la Complutense, analiza: “Nos ocurre con adultos, en la facultad tenemos una unidad de atención a la diversidad para personas que necesitan todo tipo de apoyos: traducciones, apuntes en Braille… pero con los casos de salud mental lo común es que no se diga. Igual sucede con los niños y adolescentes: Hay familias que no nos dicen que sus hijos han tenido un brote psicótico o problemas de esquizofrenia o que se están medicando. Casos de ataques epilépticos que nos han revelado in extremis, la víspera de una excursión de varios días”.
Detrás está, en muchos casos, el miedo al estigma, o a que se sugiera un cambio de centro, a que se inicie un peregrinaje de uno a otro que marque una trayectoria de fracaso escolar, “porque en un problema de salud mental el cambio de centro es llevar en la mochila tu problema a otro sitio, con eso no se arregla la situación”, razona Labanda.
Las reivindicaciones
Al estigma se suma muchas veces la falta de formación e información, la carencia de recursos humanos, la saturación de los servicios de salud mental, donde el seguimiento suele ser una vez al mes, la comunicación no tan fluida entre esta y el colegio o el instituto, la escasez de plazas en los centros de escolarización combinada (en las que lo terapéutico convive con lo académico, el último recurso y que siempre se pretende que sea transitorio, previo a la vuelta al aula ordinaria)… Las distintas personas consultadas vinculadas a la salud mental infanto-juvenil repiten casi como una coletilla: “Es una asignatura pendiente”.
Lo es para Javier Urra: “Creo que la sanidad en España es una de las dos mejores del mundo, pero para salud mental está un poquito por debajo y en infanto-juvenil podemos mejorar mucho”. También para Pueyo, aunque él lo achaca no a que no sea prioridad para las autoridades sanitarias o a educativas sino a que “los avances y desarrollos científico-técnicos no son tan evidentes como en otros campos. Los conocimientos disponibles de esta problemática nos limitan, como muestra por ejemplo el debate entre los partidarios y los reacios a aceptar la existencia del TDAH. Los propios especialistas están muy divididos”.
Para González Zapico, estamos a años luz de países como Australia o Canadá, Holanda o Dinamarca, como muestra el hecho de que la especialidad de psiquiatría infanto-juvenil, a punto de ver la luz, desapareciera con el último decreto de troncalidad.
También en la formación inicial de los docentes detecta Cobos fallos, pues considera que deberían incluirse una especie de primeros auxilios para estos casos, “un conocimiento básico, saber qué hacer cuando un alumno entra en una situación de bloqueo, con la mirada hacia abajo, cuando no basta un “Vamos, vamos”, porque no te escucha”.
Otra vieja reclamación de COPOE es que todo orientador u orientadora, para serlo, y precisamente por esa potestad que tiene de derivar a salud mental, cuente con formación en Psicología, Pedagogía o Psicopedagogía. A día de hoy basta con un Grado y el máster de formación del profesorado, “con lo que tenemos licenciados en Historia, Sociología o Ingeniería con máster que están diagnosticando TDAH o Altas Capacidades”, explica Cobos.
La pregunta de Salguero cuando le preguntamos sobre salud mental en las aulas, “¿en el alumnado o en el profesorado?”, esconde una realidad detrás de profesionales sobrepasados, en el terreno de la orientación pero no solo. Si en Finlandia la ratio es de un orientador para 250 alumnos (la pauta de la UNESCO, también), en nuestro país estamos en uno para cada 750. En su centro perdieron el profesor técnico de servicios a la comunidad (más de una vez el trastorno mental va acompañado de problemas socioeconómicos, el centro trabaja en coordinación con salud mental y servicios sociales) y dedican 16 horas semanales entre una compañera (a media jornada) y él para 1.700 chicos y chicas. Entre ellos, chicos y chicas en que se detectan trastornos incipientes, como la adicción a internet (el 21% de quienes no han cumplido los 18 años están en riesgo de sufrirla), que llegan al instituto sin dormir, tras una quedada para jugar on line, o chicos y chicas que fueron niños y niñas sin pautas y que hoy practican la violencia filio-parental, describe Cobos.
Para ella, el mecanismo está listo para detectar estos y otros problemas graves, pero falta conciencia. A veces se olvida el gran cambio que puede suponer atajarlos a tiempo, o que el enfermo no es un sujeto pasivo, sino que puede poner de su parte para armarse de valor y salir de determinados trastornos o adicciones.
Falta, también, que se hable de ello. Es lo que pretende hacer el programa #Descubre. No bloquees tu salud mental, con el que Salud Mental España prevé, en su tercera edición, llegar a 10.000 alumnos de todo el país con testimonios de personas con un trastorno mental que tuvo su debut por un origen tóxico. Pero este tipo de iniciativas puntuales no parecen bastar.
Con más de 80.000 analistas, Argentina es el lugar donde más ejercen profesionales de la salud mental.
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao…/ Yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión/ y a vos te vi tan triste… ¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí!../ el loco berretín que tengo para vos.
Lo anterior es un fragmento de la conocida canción de tango ‘Balada para un loco’, compuesta por el músico argentino Astor Piazzolla y el poeta uruguayo Horacio Ferrer. No por casualidad estos dos astros de la música latinoamericana crearon una oda a la locura con los porteños como protagonistas.
En Argentina hay 82.776 psicólogos activos, es decir, casi 200 profesionales de la salud mental por cada 100.000 habitantes, según la información publicada en el Atlas de Salud Mental de 2014, elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto lo convierte, por lejos, en el país con más analistas del mundo. En el segundo lugar está Finlandia con casi 57 por cada 100.000; mientras que el segundo puesto a nivel regional lo ocupa Colombia con cerca de 11 terapeutas por la misma cantidad de habitantes.En la Capital Federal hay 35.000 psicólogos. Allí se concentra el 42% de la población total de estos profesionales del país. En el barrio de Palermo, la zona de la Plaza Güemes recibe el nombre no oficial de ‘Palermo Sensible’ o ‘Villa Freud’, en alusión a la concentración de consultorios de psicólogos establecidos allí desde 1960.
En esa década empezó el apogeo del psicoanálisis, la corriente que inventó el neurólogo austriaco Sigmund Freud, y cuyo eje es el inconsciente. «Esta línea tuvo un impacto muy fuerte en Buenos Aires. En general, a los porteños se nos tilda de melancólicos, de que nos gusta mucho el tango, de que nuestros orígenes son de inmigrantes que descendían de los barcos, a quienes les quedaba ese sentimiento de extrañar la tierra de donde vinieron. Por eso se dice que el pasado y el anclaje en el pasado tienen un sustento muy fuerte en el alma del porteño», dijo a Sputnik la licenciada en psicología y psicoanalista María Gabriela Zubimendi, que hace 32 años trabaja con pacientes adultos en una clínica individual.
«A mí me parece que el psicoanálisis prendió mucho por esa cuestión. Por todo lo que el pasado significa para nuestra idiosincrasia. El psicoanálisis, a diferencia de otras líneas terapéuticas, hace mucho hincapié en la historia del individuo, indaga en el inconsciente y para eso el paciente debe retrotraerse a los primeros momentos de su vida», agregó.Para los porteños, ir a terapia es cosa de todos los días. Acuden incluso por breves períodos para resolver cuestiones específicas. «Fui hace tres años pues había un tema que no podía resolver sola. Acudí durante tres meses. [La terapeuta] me hacía preguntas. Me hacía hablar sobre lo que me estaba pasando. Me preguntaba qué sentía y quería de toda esa situación. Cómo creía que lo podía resolver. Así, de a poco, una vez a la semana, en terapias de una hora y media fui avanzando. El último día, la psicóloga me dijo que el problema estaba resuelto. No había necesidad de seguir yendo. Me ayudó a dar pasos que yo no hubiera podido dar sola», dijo a Sputnik Melisa Avila Arancibia, de 29 años, encargada de marketing y eventos para diferentes restaurantes de la ciudad.
Sin embargo, la realidad social y la estructura del sistema del servicio médico están haciendo que el psicoanálisis ortodoxo sea cada vez menos aplicable. Hace 50 años, el paciente iba tres o cuatro veces por semana a terapia y el tratamiento se extendía durante años. Pero hoy hay otras realidades. Lo que exige el mercado son terapias focalizadas, donde se resuelva el conflicto, el aquí y ahora, con técnicas que están restando lugar al psicoanálisis.
«Yo trabajo en empresas de medicina privada y tengo que acomodarme a exigencias de objetivos limitados con un tiempo determinado, lo cual supone un encuadre diferente al psicoanálisis. Conservo mis métodos psicoanalíticos pero me adapto a los requerimientos. Si un paciente viene porque no puede dormir, trabajamos ese síntoma. Si el paciente logra dormir con alguna técnica que le pueda sugerir o con psicofármacos que puede tomar, por más que el motivo primigenio del insomnio pertenezca a ámbitos que no se han podido elaborar en la terapia concreta, se acaba la consulta», explicó la licenciada Zubimendi.
Otra línea de estudio psicológico cognitiva-conductual ha empezado a ganar terreno en los últimos tiempos. La psicóloga Zubimendi explicó que esta corriente, con un enfoque distinto al del psicoanálisis, se está imponiendo en Estados Unidos y Europa. En Argentina también está penetrando, aunque aseguró que el país sudamericano sigue siendo un reducto donde el psicoanálisis conserva mucha fuerza.
Esto se puede constatar en pacientes como Fernando, de 32 años, un director de arte publicitario que va a terapia desde octubre de 2010. «Al principio empecé a ir porque tenía ataques de ansiedad. Después se me fueron, pero tenía otros problemas. Hoy directamente hablo de lo que surge. Me ayudó mucho. Me dio otra perspectiva de mis problemas. Es un espacio que me permitió encontrar otros caminos, distintas soluciones que de otro modo no hubiera podido encontrar», dijo a Sputnik, y agregó que lamentablemente va a tener que discontinuar las sesiones a partir de este mes por una cuestión económica. «Si fuera por mi seguiría yendo toda la vida», admitió.
Tomado de: http://mundo.sputniknews.com/americalatina/20160713/1061912440/argentina-psicologos-salud-mental.html
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