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Colombia: Lo que no sabemos (y deberíamos tener claro) sobre el retorno a los colegios

América del Sur/Colombia/16-04-2021/Autor(a) y Fuente: www.elespectador.com

A la niñez del país y al cuerpo docente les urge volver a clases presenciales, pero la pelea por las condiciones de seguridad para hacerlo tiene enfrentados a sindicatos, sociedad civil y Ministerio de Educación. La desigualdad y la falta de información son factores determinantes e ignorados en la discusión.

Aunque pocos, hay diagnósticos que nos ayudan a entender el estado de la educación y de los colegios del país. Gracias a la sistematización del Laboratorio de Economía de Educación (LEE) de la Universidad Javeriana, sabemos que hay casi ocho millones de estudiantes y 43.956 sedes educativas oficiales en Colombia, además de otras 10.000 que son privadas. También sabemos que el 90 % de quienes estudian allí pertenecen a estrados 0, 1 y 2, y que el 63 % de los estudiantes de colegios oficiales no tienen computador ni internet en su casa.

Pero no todos los colegios de Colombia son iguales, y aunque para todos los niños, niñas y adolescentes volver al colegio es una urgencia (como ha señalado en varias ocasiones Unicef), hay unos para quienes el asunto es de vital importancia. Por ejemplo, la Coalición contra la vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia (Coalico), reportó cuarenta eventos en donde se habían podido reclutar o vincular a grupos armados 190 niños, niñas y adolescentes en el primer semestre de 2020. Otra urgencia es evitar el trabajo infantil, el aumento de la pobreza, el embarazo adolescente y el rezago de lo ganado en materia de educación para las niñas.

La semana pasada, el Ministerio de Salud anunció que será obligatorio que alcaldías y gobernaciones le pidan autorización para cerrar colegios por coronavirus. Esta medida se suma a las ya establecidas para la reapertura de colegios, que va lenta y cada día es más urgente. Pero la cancha está dividida: mientras la Federación Colombiana de Educadores (Fecode) no ve garantías para el regreso, otra facción de académicos, padres de familia y pedagogos piden que se abran los colegios, y la voz de los niños no está por ninguna parte.

Lo que sí está claro es que la educación en Colombia no es solo desigual sino variopinta y, tras trece meses de encierro, aún no hay un diagnóstico general de qué necesita cada institución educativa para volver. Mientras una necesita abrir urgentemente para evitar el reclutamiento, otra necesitará mejorar los baños y el alcantarillado, alguna tendrá recursos propios para abrir (especialmente los privados), otra necesitará más docentes para cumplir con la alternancia sin sobrecargar laboralmente a los que ya están contratados, otros necesitan actualizar su currículo académico. Aunque esto debería estar en manos de las secretarías de Educación departamentales, aún no se ha adelantado en forma (a excepción de las secretarías de Palmira (Valle), el Área Metropolitana del Valle de Aburrá y Bogotá.

Dado que no todos los colegios tienen las mismas condiciones, y que no todas las zonas del país tienen la misma cantidad de casos de coronavirus, una de las propuestas para superar la desigualdad es que se abran los colegios tomando en cuenta los municipios que no tengan altas tasas de contagio. Esta idea fue informada por Silvana Zapata, epidemióloga de la Gobernación de Antioquia y una de las divulgadoras científicas en la pandemia.

La epidemióloga cruzó los datos de 39.276 instituciones educativas (IE) públicas del país con la afectación de COVID-19 por municipio y el porcentaje de ocupación de UCI en cada departamento, y calculó que 9.238 colegios podrían volver a tener actividades presenciales con riesgo bajo o nulo, el 23,5 %. De esos hay 2.387 que no son oficiales y que, se supone, deberían poder gestionar ciertas condiciones para volver, por lo menos en materia de infraestructura.

Aunque quienes exigen que se retorne a clases presenciales acogieron esta propuesta (que no es nueva, sino actualizada con datos más recientes), El Espectador no pudo determinar si alguna facción de la sociedad civil está en contacto con el Ministerio de Educación para discutir estas medidas. Al cierre de esta publicación, Constanza Alarcón, viceministra de Educación Preescolar, Básica y Media, no había respondido a las preguntas que este diario le hizo llegar a través de la jefatura de prensa.

El único contacto con el MEN, hasta donde sabemos, lo tiene la Fecode, que desde que se anunció la reapertura de colegios, en septiembre del año pasado, ha sentado su posición sobre no retornar hasta que “existan las condiciones necesarias”. Esto implica incluir al cuerpo docente y estudiantes como grupo priorizado en el Plan Nacional de Vacunación, que el coronavirus sea incluido como riesgo profesional ante EPS y aseguradoras, que se expida un certificado de comorbilidades para COVID-19, además de las otras peticiones (aprobación de las cesantías para vivienda, nivelación salarial, etc.).

“En las mesas que hemos tenido con el Gobierno propusimos que se hiciera un trabajo en terreno, sede por sede, para verificar que los protocolos funcionen como corresponde y ahí sí dar apertura, pero hay colegios que han comenzado sin tener eso y nadie lo vigila, ni siquiera las secretarías de Salud”, dice Martha Alfonso, vicepresidenta de Fecode.

Estos diálogos también evidencian cierta desigualdad, porque si bien Fecode ha exigido que los docentes sean tenidos en cuenta como personal de primera línea, otros critican que para abrir los colegios no se puede esperar a resolver una deuda histórica con los maestros, el clamor de investigadores en educación (que en muchos casos también son padres y madres con sus hijos en la casa desde hace trece meses) es que se abran los colegios con urgencia y que se garantice lo mejor posible la bioseguridad, pero esta facción no tiene diálogo con el Ministerio. Fecode, por otro lado, tiene manera de hacer presión gubernamental, dado que tiene representantes en prácticamente cada municipio y ha demostrado su capacidad de poner temas en la agenda pública, como con el paro de maestros de 2018, en donde tenían exigencias similares a las de este año (solo que la pandemia se sumó al pliego de peticiones de 2021).

Ni la niñez, ni la infraestructura de jardines y colegios, ni el cuerpo docente da espera, pero estamos en el momento más álgido del tercer pico y las UCI en Medellín o Bogotá están al máximo de su capacidad, ¿entonces qué hacemos?

Por ahora, y hasta donde sabemos, no hay propuestas formalizadas ante el MEN, aunque rectoras y rectoras hacen lo que pueden para mantener las clases sin importar si hay internet, computadores, caminos para llegar al colegio o no. El profesor Arlis Montilla, que enseña en un colegio de Chaparral (Tolima), opina que no puede volver a su colegio porque hay solo tres baños para noventa niñas y dos para noventa niños. “No hay lavamanos buenos y nosotros sacamos el agua de una quebrada que hay detrás del colegio, pero en invierno se crece y queda puro barro, y no tenemos agua. Yo por ahora no volvería. Sigo enviándoles tareas a mis estudiantes por WhatsApp, pero la conexión es pésima y muchos viven metidos en la montaña. Por eso necesitamos plata hasta para las fotocopias y no la hay, no la hemos podido redimir de la Secretaría por problemas administrativos”. De hecho, el MEN destinó $311.000 millones a las secretarías de Educación del país, pero solo el 23 % de esta plata se ha ejecutado.

Otros han tratado de actualizar la información local disponible. Por ejemplo, la Gobernación de Antioquia ya hizo el listado de cuántas sedes educativas de Antioquia no tienen agua, para saber a dónde dirigir los recursos que gira el Fondo de Mitigación de Emergencias (FOME). Por ejemplo, el 49 % de las que están en Urabá y el 18 % de las del Bajo Cauca no tienen acceso al agua. Pero no todas las secretarías tienen este diagnóstico y por eso el giro de dinero a las IES se dificulta. Según el MEN, se han asignado $400.000 millones para adquirir guías, talleres, textos y, en general, material de apoyo pedagógico; también recursos al Programa de Alimentación Escolar para garantizar un complemento alimentario en el período de la educación en casa.

“Desconozco los criterios con los cuales se hace la asignación de recursos, pero debería ser por el tamaño de la matrícula en cada colegio y por las necesidades de cada IES. Lo que me parece sorprendente es que trece meses después de los cierres de colegios aún no tengamos información oficial sobre las adecuaciones que necesita cada sede educativa, de las condiciones precisas en las que están los colegios colombianos”, dice Sandra García, de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes, quien es defensora del retorno seguro a las aulas.

Otra apuesta es mejorar la virtualidad en zonas remotas. El Ministerio de Tecnologías y Comunicaciones anunció que les dará conectividad gratuita a 14.745 colegios oficiales hasta el 2031. Según El Tiempo, el proceso de licitación (que ganaron Claro y UT Centros Poblados) levantó algunas críticas en días pasados porque Camilo Ernesto Valencia Suescún, abogado de uno de los proponentes al proyecto Unión Temporal SES Inred, era asesor jurídico del Mintic.

Otra iniciativa consiste en invertir más en los estudiantes y maestros de colegios públicos, que concentran la mayoría del alumnado del país. Según la Secretaría de Educación Distrital de Bogotá, en un colegio privado se invierten entre $20 y $50 millones por niño al año, mientras que en uno público se invierten $3′696.000. Al menos estos son los datos de 2014, la brecha entre las cifras se puede haber acrecentado. De hecho, Colombia no está entre los cinco primeros puestos en inversión del PIB para educación, a pesar de que por primera vez el presupuesto para educación superó al de defensa, en 2019.

Entre otras, tampoco está muy claro de quién sería la responsabilidad de un contagio dentro del aula. En marzo de este año, la Institución Educativa Altos del Rosario, en Sincelejo, fue cerrada por orden de la Secretaría de Educación tras la muerte de una docente por COVID-19. El retorno de los estudiantes a las aulas es voluntario, pero dejar de prestar un servicio educativo no, bien sea porque un colegio pierde sus matrículas y se ve obligado a cerrar o porque es imperativo garantizar la educación básica, primaria y secundaria. Por otro lado, es obligación de cada establecimiento dar estricto cumplimiento a los protocolos de bioseguridad, así que algunas instituciones (por ejemplo la U. de los Andes) han pedido a sus docentes firmar un documento en donde se les exime de responsabilidad por posibles contagios, dado que volver a la presencialidad es voluntad única del docente. Según Fecode, aún no han sido reemplazados los docentes fallecidos por coronavirus, y la sobrecarga laboral de los docentes está afectando su salud mental y su entorno familiar, pero a la fecha no hay diagnósticos ni encuestas que soporten esta obvia realidad. Al preguntarle al Ministerio si existen directrices que eximan al Estado colombiano por posibles contagios a consecuencia del retorno a la presencialidad, no obtuvimos respuesta.

Pero mejoras en la infraestructura y mayor inversión no son la única manera de lograr que la niñez vuelva al colegio y cerrar las brechas que había antes de la pandemia, pero aumentaron. Según Andrés Molano, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, “por ahora no hay nadie proponiendo nuevos modelos pedagógicos que puedan garantizar la interacción social, el aprendizaje del cuidado o los afectos. Las escuelas no son solo para enseñar a leer y escribir”.

Las realidades entre los colegios no son iguales y parte del problema, según Molano, es pensar en una solución única. Incluso, lo que consideramos desventajas pueden ser ventajas: “Un colegio rural, aunque no tenga el lavamanos o el acceso al agua potable, tiene la ventaja de la ventilación y los espacios abiertos que un colegio público urbano en Bogotá no necesariamente tiene. Hay que buscar la manera de examinar colegio por colegio. Además, se han cerrado calles enteras para abrir restaurantes, por qué no cerrar calles para hacer clases”.

“El primer paso es preparar a los colegios físicamente, pero más importante es desarrollar el aprendizaje y bienestar emocional perdido por el trauma del encierro. Ese debe ser el debate que nos convoque a quienes trabajamos en el sector educativo. La crisis de aprendizaje será tremenda y para eso hay que desarrollar nuevos modelos educativos y resolverla antes de avanzar”, dice García.

Por ahora, ante nuevos picos y la llegada de nuevas variantes del coronavirus, colegios de Toronto (Canadá) y Francia han decidido volver a cerrar hasta nuevo aviso.

Fuente e Imagen: https://www.elespectador.com/noticias/educacion/regreso-a-clases-lo-que-deberia-saber/

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Uruguay: Inmunidad de los docentes será clave para la vuelta a clases presenciales

Robert Silva, presidente de la Administración Nacional de Educación Pública, destacó que la mayoría de los trabajadores de la educación quedarán completamente inmunizados a partir de fines de abril.

Sin duda la vacunación de los docentes va a ser una condicionante para el retorno”, dijo Silva en una entrevista con DobleClick, de DelSol FM.

Silva destacó que de 149 países con planes de vacunación en el mundo, solo 17 priorizaron al personal de la educación como hizo Uruguay. Incluso en las América, Uruguay fue el único en hacerlo en la primera tanda de personas a vacunar contra el covid-19.

“Es un gran compromiso y una gran ayuda para la presencialidad en Uruguay. Los docentes comienzan a adquirir inmunidad a partir de los últimos días de abril”, dijo Silva.

“Vamos a tener que cambiar los protocolos. Uno de los temas que nos afectaban eran las cuarenta de nuestros docentes y funcionarios. Eso nos va a dar un gran nuevo margen de acción porque esperemos que toda esa situación de cuarentenas, cambie. Es una gran cosa”, agregó.

Fuente: https://www.180.com.uy/articulo/84568_inmunidad-de-los-docentes-sera-clave-para-la-vuelta-a-clases-presenciales

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Entrevista a Joan Benach: «Para que las vacunas sean un bien común hace falta una respuesta geopolítica que libere las patentes»


Por: Elena Parreño


Hace un año, una crisis global de salud pública sacudió los cimientos de nuestras vidas. ¿Qué ha dejado al descubierto la pandemia del coronavirus? ¿Cuán determinante es la realidad económica y social para nuestra salud? La covid-19 ha mostrado la gran vulnerabilidad humana y también las deficiencias de un sistema donde quien nace pobre sufrirá las consecuencias también en su salud. Entrevistamos al investigador Joan Benach, que ha publicado el libro La salud es política (Icaria, 2020). Benach es director del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud-Employment Conditions Network (GREDS-EMCONET), subdirector del Johns Hopkins University-UPF Public Policy Center y catedrático del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra.

Hace un año de la llegada de la pandemia e inicialmente parecía un “virus democrático”.  A menudo hemos oído que afectaba a todo el mundo por igual. ¿Ha sido así?

En sí mismo, el virus puede ser “democrático”, pero las condiciones sociales de las personas y grupos sociales que lo transmiten y generan sus efectos no lo son. La palabra pandemia hace referencia a la extensión masiva de una epidemia y esto puede hacer pensar que afecta a todo el mundo. Y es cierto, pero no en la misma medida. Por tanto, hay que mirar el problema de manera diferente a como habitualmente nos lo presentan los medios de comunicación. Estamos ante una pandemia desigual, esparcida y amplificada por la desigualdad social que, como he señalado muchas veces, es la peor de las epidemias que estamos sufriendo. Por lo tanto, hay desigualdades pandémicas o, si lo queremos decir con Mike Davis, hay una “constelación de epidemias” que viene determinada sobre todo por factores socioeconómicos y sanitarios inequitativos.

Entonces ya apuntaba a las desigualdades en salud como un factor clave de los desiguales efectos de la covid-19. ¿Qué hace que las personas más pobres sufran más los efectos de la pandemia?

Casi todas las enfermedades interactúan dentro de un contexto social caracterizado por la pobreza, las privaciones materiales y desigualdades sociales crecientes. Por ejemplo, el mayor riesgo de contagio que sufren grupos de población precarizados, desahuciados, migrantes, etc. Además, estos grupos sociales tienen más dificultades para protegerse, por ejemplo, al no poder cambiar a menudo las mascarillas, y tienen más factores de riesgo y enfermedades (hipertensión arterial, obesidad, diabetes, enfermedades del corazón, etc.) que los hacen más susceptibles a que el coronavirus produzca un impacto más grave. Los estudios científicos muestran con claridad cómo los factores sociales actúan sinérgicamente aumentando la probabilidad de ser contagiado, de enfermar y morir. Es por eso que decimos que la covid-19 más que una pandemia es una sindemia. Quizá la pandemia actual se podrá resolver con medidas biomédicas, pero el coronavirus probablemente seguirá con nosotros y aparecerán nuevas infecciones y pandemias. Más tarde o más temprano frenaremos esta pandemia, pero si no somos capaces de detener las causas políticas profundas que la han originado y las desigualdades sociales, las sindemias seguirán actuando con nuevas enfermedades y problemas de salud que afectarán mucho más, como decíamos en un artículo con Juan M Pericàs, a una población “vulnerada”.

El epidemiólogo británico Dave Gordon hizo una lista de las recomendaciones que se suelen hacer en salud y que al final culpabilizan a la víctima, como no fumar o hacer ejercicio… ¿Qué capacidad de elección tenemos en nuestras condiciones de vida?

No se puede comprender –ni resolver– un problema social y colectivo como es la salud pública con una mirada que haga hincapié en los factores personales, por relevantes que estos sean. La ideología liberal nos dice que la libertad es “hacer lo que queremos”, pero no hacemos lo que queremos sino lo que podemos o nos dejan hacer. En 1999 Dave Gordon difundió un texto en forma de broma que me gusta mucho repetir. En su artículo “Consejos alternativos para tener una salud sana” criticó la visión tradicional de los gobiernos que dan consejos “asociales” de los “estilos de vida”. El decálogo de su texto decía cosas como: “No sea pobre, pero si es pobre, procure no serlo por mucho tiempo”, o bien “no trabaje en un trabajo estresante, mal pagado y precario”. Las enfermedades y la muerte prematura se dan en personas, pero determinados grupos sociales las padecen con más frecuencia. Al tener menos derechos, recursos, oportunidades o poder, nuestros grados de libertad se reducen. Cuanto más difícil es la vida familiar, laboral, etc., más probable es que se generen sacudidas y problemas de todo tipo. Por ejemplo, las adicciones no son, como muchos creen, una simple “elección” personal, sino a menudo una respuesta para aliviar algún trauma que sufrimos que nos está generando dolor emocional y sufrimiento. Vale decir que las conductas compulsivas son hoy una verdadera pandemia social, donde nos “enganchamos” a casi todo (el juego, las compras, el sexo, la comida, el trabajo, los juegos de internet, etc), mediante los móviles, las redes sociales, internet, y todo tipo de productos y servicios donde, bajo el neoliberalismo, las grandes empresas y la publicidad nos empujan a ser adictos para así conseguir hacer más ganancias.

A menudo atribuimos la buena o mala salud a elementos biológicos o genéticos, pero según explica en su libro hay muchas más causas… ¿Qué otros factores, más relevantes que nuestros genes, nos generan el tener buena o mala salud?

Más tarde o más temprano frenaremos esta pandemia, pero si no somos capaces de detener las desigualdades sociales, las sindemias seguirán actuando con nuevas enfermedades

Al mencionar las causas de la salud, los medios de comunicación difunden una visión que pone excesivamente el acento en los factores biomédicos y la genética. Tanto es así, que en los últimos años se ha puesto de moda decir: “Es parte de nuestro ADN”, o expresiones similares, al hablar de temas laborales, deportivos y de todo tipo. Los factores genéticos son relevantes para la salud, pero juegan un papel menor en la producción colectiva de la enfermedad. ¿Por qué? Pues porque hay pocas enfermedades exclusivamente genéticas y porque la biología interactúa constantemente con un ambiente, que puede o no compensar una determinada desventaja biológica o genética. Estar predispuestos no quiere decir que estemos predeterminados. ¿Por qué enfermamos? La salud de la población, la salud colectiva, depende fundamentalmente de los llamados determinantes ecosociales de la salud. Por citar algunos, la precarización laboral, la pobreza, los problemas de vivienda, las injusticias ambientales o la debilidad de la “salud pública”, aquella disciplina que tiene por objetivo prevenir la enfermedad, y proteger, promover y restaurar la salud de toda la población. A su vez, estos determinantes dependen de las políticas públicas, sociales, laborales, ambientales, etc., que se elijan y, a su vez, estas políticas dependen de la distribución del poder político en sentido amplio, es decir, de la política.

Cuenta en su libro que desde antes de nacer y hasta la muerte incorporamos en los cuerpos y mentes los determinantes políticos y sociales que más tarde expresamos en forma de salud o enfermedad… ¿Tan relevante es de dónde venimos y dónde crecemos?

Es fundamental, tanto a nivel personal y familiar, como del grupo social (clase, género, etnia, situación migratoria) al que pertenecemos y del lugar (barrio, región, país) donde vivimos. Los humanos somos “seres totales”, todo está integrado, pero el modelo biomédico hegemónico separa la mente del cuerpo, desconecta las emociones de la salud física, y separa al individuo de su entorno, de manera que las personas quedan “separadas” de sus contextos. Sin embargo, la enfermedad y la salud son el resultado de muchas causas interrelacionadas de tipo sistémico e histórico que no deberían separarse. Por ejemplo, si una mujer migrante llega a urgencias de un hospital con un infarto de miocardio, es porque su cuerpo y su mente expresa todos los problemas y factores de riesgo acumulados durante su vida que, finalmente, se reflejan en su psicología y en su biología. Su historia personal es también la historia de su clase social, de su género, de su situación migratoria, y del colectivo social, comunidad y país al que pertenece.

La evolución de las ciencias lleva a una creciente superespecialización que, a pesar de ser útil y necesaria, a la vez nos hace difícil comprender de forma completa la realidad “integrada” que va desde los genes hasta la política. Como si de un virus se tratara, lo político y lo social “entra” dentro de nuestros cuerpos y se “expresa” en forma de daño psicobiológico mediante enfermedades, sufrimiento y muerte prematura. Aunque hay excepciones, los estudios de epigenética muestran que no somos “máquinas biológicas” aisladas de la sociedad donde hay efectos genéticos inevitables, sino animales sociales fuertemente condicionados por el entorno. Pongamos un ejemplo ya clásico. Durante el hambre invernal holandesa de 1944 provocada por los nazis al desviar los alimentos hacia Alemania, las mujeres embarazadas apenas si tenían casi alimentos. Los estudios científicos han mostrado como aquellos que aún no habían nacido (especialmente los que estaban en el primer trimestre del embarazo) al cabo de los años desarrollaron más obesidad y problemas de corazón. ¿Por qué? Pues porque madres y fetos “aprendieron” a “ahorrar” calorías. El cuerpo de estas personas fue “programado”, y más tarde “recuerda”, por decirlo así, la historia sufrida en el seno materno.

¿Cuál es entonces la causa original de esta pandemia? En el libro habla de “las causas de las causas”.

La salud de la población depende fundamentalmente de los llamados determinantes ecosociales como la precarización, la pobreza, los problemas de vivienda o las injusticias ambientales

Siempre ha habido –y siempre habrá– pandemias, pero durante los últimos decenios hemos visto un aumento de brotes producidos por enfermedades infecciosas. Por varias razones. Una urbanización masiva, la alteración de ecosistemas, y la deforestación y pérdida de biodiversidad que interpone especies entre los patógenos y el ser humano. Además, hay un modelo industrial de agricultura y producción ganadera mercantil donde hay un gran número de animales hacinados, así como el crecimiento del turismo de masas, con viajes que en pocas horas esparcen virus por todo el mundo, y la mercantilización y precarización de los sistemas de salud pública. Y un factor muy preocupante es el deshielo de glaciares y el permafrost debido a la crisis climática que puede poner en circulación virus hasta ahora desconocidos. Detrás de todo ello está la lógica de acumulación, crecimiento, beneficios y desigualdad de un capitalismo que choca con los límites biofísicos planetarios. De ese modo, todo apunta a pensar que esta no será la última pandemia, sino que vendrán otras y seguramente serán más virulentas. Es pues fundamental que lo sepamos y que nos preparemos.

Hay datos en su libro que impresionan, por ejemplo: una niña nacida en Suecia puede vivir 43 años más que una niña nacida en Sierra Leona. Con ello parece casi inmoral hablar tanto de la covid. ¿Hemos perdido la perspectiva o es que nunca la hemos tenido?

Sabemos que la covid-19 es un problema de salud pública, económico y social muy serio, pero hay muchos efectos que apenas empezamos a conocer. Hay una parte no visible del iceberg que oculta un número de muertos muy superior al oficial, con muchas enfermedades no atendidas, y problemas de salud mental, sufrimiento, violencia y desigualdades. Además, la pandemia amplifica las desigualdades de una gran parte de la población mundial que ya sufría una “pandemia” de desigualdad. ¿Por qué? Pues, porque 2.500 millones de personas sobreviven con cinco dólares al día, cientos de millones de personas no tienen agua potable ni electricidad, la mitad de personas no pueden acceder a medicamentos esenciales, y 5.200 millones no tienen un sistema de seguridad social mínimamente adecuado. Ahora la pandemia también nos ha tocado a nosotros, y ha frenado la economía global, pero las olas de crisis post-pandémica seguirán matando más a los pobres, y especialmente a las pobres.

Entre las muchas formas de desigualdad existentes, la desigualdad de salud es la más inhumana de todas: no hay peor desigualdad que saber que enfermarás o morirás prematuramente por ser pobre. Es por ello, que a menudo decimos que la equidad en la salud, calidad de vida y bienestar es el mejor indicador de justicia social de una sociedad. Si bien es cierto que han hecho alguna fortuna frases como “es peor tu código postal que tu código genético”, el tema aún se conoce muy poco, y muy en especial en lo que se refiere a las causas que la provocan, que es un tema capital. Desde el punto de vista moral, lo peor es que se trata de desigualdades cada vez más evitables. Como comenta el filósofo Thomas Pogge, debemos valorar la capacidad de hacer frente a la pobreza en comparación con los medios que tenemos. Por ejemplo, eliminar la pobreza en 1990 habría costado el 10,5% del PIB mundial mientras que en 2013 solo habría costado el 3,3%.

Ahora que tenemos vacunas también sabemos que los países del primer mundo han acaparado prácticamente toda la producción en detrimento de los países económicamente empobrecidos. ¿Cree que puede haber solidaridad en la “nueva normalidad”?

La de salud es la desigualdad más inhumana de todas: no hay peor desigualdad que saber que enfermarás o morirás prematuramente por ser pobre

Los medios de comunicación han creado una visión distorsionada de las vacunas generando la sensación de que la pandemia ya está casi resuelta. A corto plazo, las vacunas disponibles son seguras y efectivas, pero a medio y largo plazo todavía hay muchas incertidumbres y sabemos poco sobre las nuevas variantes de los virus. Además, el ritmo de vacunación todavía es muy lento y desigual, y puede costar mucho tiempo hasta que toda la humanidad esté vacunada. Si dejamos de lado el siempre relevante tema de hacer una buena gestión, gran parte del problema se debe a las políticas neoliberales. Aunque las inversiones en investigación de vacunas han sido básicamente públicas, la producción y comercialización se halla en manos privadas. ¿Por qué? Por la puesta en marcha en 1995 del acuerdo sobre los derechos de propiedad intelectual asociados al comercio por la Organización Mundial del Comercio (OMC). La India, Sudáfrica y muchos otros países han tratado de suspender estos derechos durante la pandemia, pero la UE y los EE.UU. se han opuesto. La exitosa creación de vacunas esconde que la pandemia es un espejo de la geopolítica mundial y de cómo funciona el capitalismo neoliberal. Es necesario que las vacunas sean un bien común para la humanidad, pero para que eso ocurra será necesaria una respuesta geopolítica que libere las patentes, o una asociación de países del sur con soberanía para producir y distribuir masivamente vacunas.

Nos sentíamos invulnerables… ¿Podemos sacar algo positivo de este sentimiento de vulnerabilidad?

La pandemia deja lecciones importantes: tener más conciencia del trabajo de una clase trabajadora siempre despreciada; que la sanidad pública y los cuidados son cruciales; y que somos una especie frágil y esencialmente dependiente de los demás y de la naturaleza de la que formamos parte. Desafortunadamente, esto no es suficiente para hacer los cambios profundos que necesitamos. Vivimos en una sociedad pasiva a la que le cuesta aprender y hacer cambios. Las inercias económicas, políticas y culturales conllevan que hacer cambios profundos sea muy difícil. Vivimos en una sociedad que precariza, que genera alienación, adiciones y muerte, que nos roba el tiempo, que no deja reflexionar sobre el mundo en que vivimos. Durante la pandemia han muerto millones de personas de hambre, han muerto cientos de miles de niños por enfermedades diarreicas… fácilmente evitables. ¿Estamos dormidos? ¿Por qué no se habla más de ello? Paulo Freire decía que la ideología dominante enmascara la realidad y nos hace miopes. El neoliberalismo no solo destruye la vida, sino que “infecta” nuestras mentes y hace difícil comprender la realidad y sus causas.

El trastorno que ha supuesto la pandemia en todo el mundo, ¿puede ser bueno para despertarnos masivamente?

Si no crece la conciencia social sobre las causas y efectos profundos de la pandemia, sobre la posibilidad de que haya nuevas pandemias, o sobre la crisis ecosocial sistémica que padecemos, será muy difícil cambiar la realidad. Olvidamos y olvidamos rápido. El historiador Jacques Le Goff decía que una de las máximas preocupaciones de las clases dominantes es “apoderarse de la memoria y del olvido”. La pandemia ha producido una conmoción general que ha cambiado la sociedad, pero eso no quiere decir que el mundo vaya a cambiar a mejor. Habrá que intentarlo, habrá que cambiar radicalmente mediante una lucha organizada, inteligente y persistente, donde sepamos juntar muchas fuerzas locales y globales. Thatcher hablaba de la TINA (There is No Alternative), de que no había alternativa al capitalismo neoliberal. La paradoja es que ahora no hay alternativa: o cambiamos o vamos camino del ecocidio y el genocidio.

Hará falta una transformación ambiciosa para que la humanidad no acabe colapsando… ¿Cuáles serán las claves?

La pandemia es un baño de humildad que nos debería hacer comprender que somos naturaleza, y que al dañarla también nos dañamos. Hay que resolver la emergencia climática generada por los países, empresas y clases sociales más ricas, y hacer frente a la crisis ecológica que provoca que “gastemos” 1,7 planetas, y una próxima crisis de energía. Todo esto es infinitamente peor que la pandemia. El peor “virus” que tenemos es un capitalismo fosilista que necesita una acumulación constante, un crecimiento ilimitado y despojar de los bienes comunes, lo que quiere decir que la “vacuna” más efectiva debe ser un cambio político profundo. Por ello, además de hacer frente a la crisis pandémica y post-pandémica que frenen la precarización laboral y vital, y la desigualdad, y fortalecer los servicios de salud y sociales golpeados por las políticas neoliberales, hay que salir de la lógica económica y cultural de un capitalismo “tecno-feudal” –dice Varoufakis– que está en guerra con la vida. Las reformas son importantes e imprescindibles, pero muy pronto nos enfrentaremos con situaciones límite que obligarán a hacer cambios sistémicos muy profundos para evitar el colapso.

¿Vienen tiempos convulsos,  pues? 

El escritor Carl Amery planteó que la lucha por los recursos escasos en una tierra finita era el tema crucial del siglo, y que un grupo superior neofascista trataría de imponer una sociedad autoritaria, represiva y racista para defender su forma de vida ante grupos “inferiores”. La pandemia ha producido miedo, mucho miedo, un miedo que oculta el dolor y el malestar. Es probable que cuando el miedo se desvanezca surja con mucha fuerza un sufrimiento oculto ahora reprimido. Las consecuencias de este dolor, con un sufrimiento que se ha ido multiplicando y con la falta de expectativas laborales y vitales, puede manifestarse en forma de diversas violencias: hacia dentro, en forma de suicidio, o hacia fuera, en forma de agresividad y destrucción. En un tiempo lleno de inseguridades, miedos, pérdida de legitimidad, desconfianzas y desigualdades crecientes donde, como ya ha anunciado el FMI, aumentarán las revueltas sociales, los movimientos populistas y neofascistas tienen un campo abonado. La alternativa es luchar por una sociedad más democrática y fraterna que tenga cuidado de la vida en todos sus niveles, con una economía homeostática y un decrecimiento selectivo y justo adaptado a los límites biofísicos de la Tierra. Tenemos que aprender a vivir mejor con muchos menos recursos y bienes y eso significa crear una sociedad no capitalista, ecofeminista y anticolonial. No será fácil. Habrá que crear una sociedad consciente y organizada, que aprenda a hacer políticas sistémicas complejas, que haga frente a los que no querrán renunciar a sus privilegios… aunque el mundo se acabe. Menciono cuatro puntos clave. Que mucha gente tome conciencia de la dimensión de la crisis actual y de que es posible vivir bien de otra manera, con mucho menos consumo, de forma más saludable, humana y realmente sostenible, con más tiempo libre y energías para aprender, crear, meditar, desarrollar relaciones más fraternas y ser más conscientes de nuestra vida y de nuestra muerte. Esto significa una reeducación ciudadana política y cultural muy profunda. Hay que seguir experimentando vivir de una manera diferente, con cooperativas de producción y consumo, nuevas formas de vida y relaciones. Es necesario disponer de grupos de análisis (think tanks) potentes que hagan análisis y propuestas para arrinconar las fuerzas reaccionarias y neofascistas. Y hay que juntarse, ganar fuerzas, y movilizarse sostenidamente con movimientos a la vez locales y globales, descentralizados y coordinados, ágiles, resistentes y capaces de adaptarse a los cambios y presionar a los gobiernos.

 Versión ampliada de la entrevista publicada originalmente en catalán en la revista Crític.

Elena Parreño (Crític)

Fuente: https://ctxt.es/es/20210401/Politica/35603/Joan-Benach-entrevista-vacunas-patentes-covid-desigualdad-miedo-neofascismo.htm

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Uruguay único país de América en vacunar en primera fase a los docentes

América del Sur/Uruguay/02-04-2021/Autor(a) y Fuente: www.republica.com.uy

Uruguay se encuentra dentro del reducido grupo de 17 países que priorizó a los docentes en su campaña de vacunación.

En el marco de una cumbre mundial de la UNESCO se dio a conocer un estudio sobre la vacunación en el ámbito de la educación. En dicho estudio Uruguay queda posicionado como uno de los pocos que puso a los docentes entre los primeros grupos de personas que debían vacunarse.

El estudio realizado por la Unesco y el Grupo Internacional de Trabajo sobre Docentes para la Educación 2030, muestra que solo 17 países, de 149 que integran el organismo, dieron prioridad a los docentes en la primera fase de vacunación. Unos 20 países incluyen a los docentes como grupo prioritario para la segunda fase de vacunación. Por otro lado, 56 países no dan prioridad a los docentes en los planes nacionales de vacunación.

Uruguay es el único país de toda América en vacunar a los docentes en la primera fase de la campaña. En un mapa podemos ver cómo en América Latina siguen a Uruguay en nivel de prioridad Argentina, Chile, Brasil, Venezuela, Ecuador y Colombia. Estos inmunizaron a los docentes en la fase tres de su campaña de vacunación.

“Cerca de la mitad de los estudiantes del mundo siguen afectados por el cierre parcial o total de las escuelas. Más de 100 millones de niños adicionales quedarán por debajo del nivel mínimo de dominio de la lectura como consecuencia de la pandemia”, expresó la UNESCO en un comunicado.

En este sentido, desde el organismo entienden que la protección de los docentes “es esencial” para que “las escuelas vuelvan a abrir sus puertas en condiciones de seguridad”.

Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO, según recoge el comunicado, explica que: “El primero de nuestros principios es que la escuela es insustituible, como ha demostrado la pandemia. El segundo es que, más que nunca, necesitamos sistemas escolares resistentes e innovadores para hacer frente a las crisis presentes y futuras. El tercero es que ninguna pantalla puede sustituir a un profesor”.

Fuente e Imagen: https://www.republica.com.uy/uruguay-unico-pais-de-america-en-vacunar-en-primera-fase-a-los-docentes-id820411/

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Mundo: Solo 51 países tienen educación presencial por completo debido a la pandemia

Solo 51 países tienen educación presencial a tiempo completo debido a la pandemia de coronavirus, mientras que en más de 90 los estudiantes reciben formación a través de múltiples modalidades, con algunas escuelas abiertas, otras cerradas y muchas ofreciendo opciones híbridas, según el rastreador de la recuperación de la Educación Global COVID-19.

Esta herramienta, lanzada en colaboración por la Universidad Johns Hopkins, el Banco Mundial y UNICEF, busca ayudar a los países en su toma de decisiones, mediante el seguimiento de los trabajos de planificación de reapertura y recuperación en más de 200 países y territorios, después de que la pandemia interrumpiese la educación de 1.600 millones de niños en todo el mundo el año pasado.

La iniciativa recoge y muestra información sobre cuatro áreas clave: estatus de la educación, modalidades de aprendizaje (remoto, presencial o híbrido), disponibilidad de apoyo para la recuperación escolar y estatus de la disponibilidad de vacunas para profesorado, según un comunicado de sus impulsores.

Así, pretende aprovechar el trabajo de la Universidad Johns Hopkins en la recopilación de datos de calidad sobre casos de la COVID-19, pruebas y vacunas, junto con los papeles estratégicos que juegan el Banco Mundial y UNICEF en el apoyo operativo y de políticas a los países durante la pandemia.

La herramienta indica que a nivel regional, está empezando a haber indicios de cambios en las modalidades de aprendizaje.

En concreto, la educación en remoto sigue siendo la dominante en Oriente Próximo y África del Norte, donde en las últimas semanas las escuelas seguían cerradas en su mayoría; y, sin embargo, en África Subsahariana la mayoría de estudiantes están yendo físicamente a la escuela.

Por otro lado, en la región de Asia Oriental y el Pacífico se ha reanudado en su mayoría la educación presencial, con estrictas medidas de distanciamiento social. Las regiones de Asia Meridional, Asia Central y Europa se apoyan sobre todo en una educación híbrida allí donde las infraestructuras lo permiten.

«El mundo ya se enfrentaba a una crisis educativa antes de la COVID-19», ha señalado en este aspecto el director de Educación del Banco Mundial, Jaime Saavedra, quien ha precisado que «la tasa de pobreza educativa -proporción de niños de 10 años incapaces de leer un texto corto apropiado para su edad era del 53 por ciento en los países de ingresos medios y bajos antes de la COVID-19, en comparación con la de los países de ingresos altos, que se situaba en el 9 por ciento».

«Tras un año de pandemia, las interrupciones continuadas de la educación, los cambios en las modalidades de aprendizaje y la preocupación por el bienestar de los estudiantes son todavía mayores, y esta crisis de aprendizaje está empeorando. Es probable que los cierres de escuelas derivados de la COVID-19 aumenten la tasa de pobreza educativa hasta alcanzar el 63 por ciento», ha añadido.

De este modo, Saavedra ha hecho hincapié en la importancia de este rastreador. «Recopilar y dar seguimiento a estos datos acerca de qué están haciendo los países es muy importante para ayudarnos a comprender la magnitud de qué apoyo se necesita a medida que avanzamos, ya que aprenderemos de las principales tendencias observadas en los países», ha subrayado.

Además de trazar el estado operativo de las escuelas, esta herramienta también dará seguimiento al apoyo que están recibiendo los estudiantes, con la inclusión de cambios en el calendario escolar, tutorías y recuperaciones, especialmente en los grados de educación primaria.

Estas intervenciones serán «clave» en el proceso de recuperación educativa tras un año que ha afectado al aprendizaje y bienestar del 95 por ciento de escolares de todo el mundo.

Igualmente, en países donde la vacuna de la COVID-19 ya está disponible, la herramienta está midiendo si los profesores han sido identificados como grupo prioritario. A principios de marzo, la mayoría de profesores no estaban siendo vacunados como grupo prioritario en los países de ingresos bajos y medio bajos, según el rastreador, que señala que de los 130 países donde la información sobre la vacuna estaba disponible, más de dos tercios no están actualmente vacunando a profesores como grupo prioritario.

«Incluso a medida que las vacunas están empezando a ponerse a nivel mundial, para millones de escolares de todo el mundo las consecuencias de esta pandemia están lejos de acabarse», ha explicado el jefe de Educación de UNICEF, Robert Jenkins.

De esta manera, ha abogado por «priorizar la reapertura de escuelas, así como la vacunación de los profesores una vez que el personal sanitario de primera línea y las poblaciones de alto riesgo estén inmunizados».

Fuente: https://www.notimerica.com/politica/noticia-coronavirus-solo-51-paises-tienen-educacion-presencial-completo-debido-pandemia-20210327074415.html

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Venezuela: Arrancó la vacunación a los trabajadores de la educación en Anzoátegui

América del Sur/Venezuela/19-03-2021/Autora: /Fuente: ultimasnoticias.com.ve

En el estado Anzoátegui comenzó este sábado 13 de marzo el proceso de inmunización contra la covid-19 dirigido a maestros y demás trabajadores del sector educativo.

Desde la sede del Ipasme en Barcelona, la diputada del Concejo Legislativo regional y miembro del Estado Mayor de Salud, Dinora Requena informó que fue suministrada la dosis única del antíngeno chino Sinopharm a los primeros 200 trabajadores priorizados.

En ese sentido, la docente Nairubys García, que labora en la Unidad Educativa Colegio Eduardo Blanco de Lechería, fue la primera en recibir la vacuna.

La parlamentaria indicó que en articulación con la Zona Educativa, Barrio Adentro e Ipasme, se dictó un taller de inducción al personal que se encargará de la aplicación del producto.

La vocera explicó que a partir del lunes 15 arranca la vacunación masiva a trabajadores educativos en los 21 municipios del estado. Detalló que para ello habilitarán un centro en cada jurisdicción y que en el caso de los municipios Bolívar y Sotillo, se aplicará el biológico en las escuelas Eulalia Buroz de Barcelona y el Grupo Escolar Sotillo de Puerto La Cruz.

Requena agregó que este el proceso garantizará la protección de todo el personal educativo, ante el llamado a la vuelta a clases presenciales en abril próximo.

Agregó que la convocatoria a docentes y trabajadores priorizados está a cargo de la Zona Educativa en coordinación con los distritos escolares.

Llegaron 2.001 dosis

Al estado Anzoátegui llegaron 2.001 vacunas Sinopharm en horas de la tarde del viernes 12, según informó la autoridad Única de Salud en el estado, Yemaira Villasmil y la gerente de Desarrollo Social de CorpoAnzoátegui, Mirlian Rodríguez.

Villasmil especificó que a diferencia del biológico ruso Sputnik V, las Sinopharm no requieren de congelación, sino mantenerse entre 2°C – 8°C.

La también coordinadora de la Misión Barrio Adentro en Anzoátegui, explicó que esta primera fase de vacunación para el sector educación, se está realizando en articulación con el Ministerio para la Educación, mediante la Zona Educativa Estadal.

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Los estudiantes chilenos contra las clases presenciales

Varios detenidos en la protesta estudiantil contra la educación presencial el día en el que se reabren la escuelas en Chile.

Con varias de detenciones acabó ayer la manifestación de estudiantes en las calles de Santiago de Chile. Los policías se llevaron a la comisaria a varios jóvenes que se habían enfrentado a los agentes y habían levantado barricadas.

Los estudiantes protestaban contra la educación presencial el día de la reapertura de las escuelas tras la tercera ola de la pandemia El gobierno chileno había diseñado un sistema mixto para los alumnos que combinará las clases presenciales y las telemáticas. Sin embargo, los estudiantes, contra los que se utilizaron cañones de agua, reclaman únicamente las clases online para reducir al máximo los riesgos.

Con el 50 por ciento de los profesores vacunados, las autoridades chilenas apuestan por la educación semipresencial voluntaria para reducir la brecha socioeconómica entre los alumnos. Aunque en el día de ayer solo un 5 por ciento de los estudiantes acudió a clase.

Descarga el vídeo en:

https://www.lavanguardia.com/internacional/20210302/6262448/estudiantes-chilenos-clases-presenciales.html?jwsource=cl

Fuente: ps://www.lavanguardia.com/internacional/20210302/6262448/estudiantes-chilenos-clases-presenciales.html

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