Por: Luz Palomino/CII-OVE
En una escuela pública del sur de la capital mexicana, la maestra Elena Martínez (nombre protegido) cierra su cámara web minutos antes de terminar su clase virtual. No es por problemas técnicos. Es el ritual de protección que repite desde que un grupo de padres compartió sus lecciones sobre igualdad de género en grupos de WhatsApp, desatando una campaña de acoso que la llevó a cambiar su número de teléfono tres veces en dos meses.
«Publicar materiales sobre educación sexual integral me costó meses de acoso. Me editaron videos, me insultaron en grupos de padres, y tuve que pedir traslado de escuela», confiesa la docente, mientras revisa por segunda vez la configuración de privacidad de sus redes sociales.
Este caso no es aislado. Representa la punta del iceberg de una emergencia educativa silenciosa que recorre América Latina: la violencia digital de género se ha infiltrado en las aulas, tanto virtuales como físicas, creando un ecosistema tóxico que está alterando los fundamentos mismos del derecho a la educación.
LAS CIFRAS DEL SILENCIO FORZADO
Los datos oficiales pintan un panorama alarmante:
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73% de las mujeres con voz pública en educación ha sufrido violencia digital (ONU Mujeres, 2023)
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Triplicación del ciberacoso sexista o transfóbico en entornos educativos (UNESCO, 2024)
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62% de aumento en ataques a docentes que enseñan educación sexual integral (Observatorio Latinoamericano de Violencia Digital, 2024)
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7 de cada 10 estudiantes LGBTQIA+ reportan acoso digital escolar (MESECVI-OEA, 2024)
«Estamos ante una epidemia de silenciamiento«, advierte la Dra. Valeria Santos, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México. «Lo más grave no son solo los ataques, sino su efecto amortiguador: profesoras que dejan de enseñar contenidos feministas, estudiantes que abandonan carreras tecnológicas, adolescentes que se autocensuran en foros virtuales».
DEL BULLYING TRADICIONAL AL TERRORISMO DIGITAL COORDINADO
La violencia ha evolucionado desde el acoso individual hasta operaciones organizadas. En Brasil, una profesora universitaria de São Paulo recibió más de 200 mensajes de odio después de que un influencer conservador compartiera un fragmento descontextualizado de su clase sobre estudios de género.
«Es el nueve repertorio de la censura«, explica el sociólogo Carlos Mendieta, autor de «Digital Patriarchy». «Ya no necesitan prohibir libros: basta con que una turba digital amenace a una docente hasta que ella misma decida dejar de enseñar ese contenido. Es la censura por fatiga».
En los espacios educativos digitales, las agresiones adoptan formas específicas:
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Sabotaje de clases virtuales mediante bombardeos de comentarios misóginos
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Creación de perfiles falsos para suplantar a docentes y estudiantes
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Grabación y edición maliciosa de fragmentos de clases
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Campaigns de reportes falsos para suspender cuentas de educadoras
LA DOBLE JORNADA DEL MIEDO: AULAS FÍSICAS Y VIRTUALES
Para las estudiantes, la violencia no conoce de fronteras entre lo físico y lo digital. Camila Ríos, estudiante trans de una universidad pública peruana, relata: «Mis compañeros crearon un grupo de WhatsApp para burlarse de mí. Lo peor era que en las clases presenciales me sonreían, pero en el grupo me llamaban por mi nombre anterior y subían memes ofensivos».
Esta esquizofrenia violenta – cordialidad en persona, crueldad en línea – crea un estado de alerta permanente. «Dejé de asistir por semanas», confiesa Camila. «Era imposible concentrarme sabiendo que en cualquier momento podían tomar una foto mía y convertirla en un chiste cruel».
Los espacios educativos se han convertido en territorios híbridos de agresión, donde el acoso que comienza en el patio de la escuela continúa en los grupos de WhatsApp y viceversa.
LA RESPUESTA INSTITUCIONAL: PROTOCOLOS INEXISTENTES Y BUROCRACIA DEL SILENCIO
La brecha entre la velocidad de la violencia y la lentitud institucional es abismal. Solo 7 de los 20 países latinoamericanos cuentan con protocolos educativos con enfoque digital y de género.
«Las instituciones educativas están respondiendo con parches del siglo XX a heridas del siglo XXI«, critica la abogada feminista Elena Contreras, especializada en derechos digitales. «Cuando una estudiante denuncia, le piden que imprima las capturas de pantalla, que las lleve firmadas por un notario, que espere meses para una comisión de ética… Para entonces, el daño es irreversible».
La falta de formación del personal directivo y docente agrava el problema. «Muchos rectores todavía ven esto como ‘problemas de jóvenes’ o ‘cosas de internet’, sin entender que estamos perdiendo a una generación de mujeres líderes», añade Contreras.
RESISTENCIAS Y ALTERNATIVAS: HACIA UNA PEDAGOGÍA DIGITAL FEMINISTA
Frente a esta emergencia, surgen iniciativas que buscan transformar los espacios educativos:
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Redes de Docentes por la Sororidad Digital: Grupos de apoyo mutuo para profesoras víctimas de violencia
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Brigadas de Respuesta Rápida: Estudiantes de derecho y tecnología que brindan asesoría inmediata
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Protocolos de Actuación Express: Desarrollados por organizaciones civiles para suplir la inacción estatal
«Necesitamos una alfabetización digital feminista«, propone la profesora Laura Mendoza, coordinadora de una iniciativa en Colombia. «No basta con enseñar a usar plataformas; debemos enseñar a reconocer violencias, a ejercer la ciudadanía digital con perspectiva de género, a construir comunidades de cuidado en línea».
EL COSTE SOCIAL: CUANDO LA VIOLENCIA DIGITAL SE CONVIERTE EN EXCLUSIÓN EDUCATIVA
Las consecuencias trascienden lo individual y afectan el proyecto educativo regional:
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Fuga de cerebros feministas: Docentes e investigadoras abandonan espacios públicos
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Deserción escolar diferenciada: Las adolescentes son las más afectadas por el acoso en línea
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Erosión de la educación pública: La desconfianza en las instituciones crece
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Autocensura curricular: Temas de género desaparecen por miedo a represalias
«Estamos presenciando un asedio coordinado contra el conocimiento crítico«, alerta el informe «Educación bajo Ataque» de la Red Latinoamericana por la Educación Inclusiva. «Los actores anti-derechos han encontrado en la violencia digital un arma eficaz para vaciar de contenido transformador los sistemas educativos».
LLAMADO A LA ACCIÓN: UNA CRUZADA POR LOS ESPACIOS EDUCATIVOS SEGUROS
Mientras los gobiernos debaten, la comunidad educativa exige acciones concretas:
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Declarar la emergencia educativa digital con perspectiva de género
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Crear fiscalías especializadas en violencia digital educativa
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Establecer líneas de atención 24/7 para víctimas
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Incorporar la educación digital feminista en todos los niveles
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Proteger a las docentes con medidas de seguridad integrales
«Esto no es solo sobre internet», reflexiona la maestra Elena Martínez, mientras prepara su siguiente clase con la cámara aún apagada. «Es sobre qué tipo de sociedad estamos construyendo. Si permitimos que las aulas, físicas o virtuales, se conviertan en espacios de miedo, habremos fracasado como civilización».
La emergencia está aquí. Las aulas latinoamericanas, tanto las de cemento como las de pixels, claman por una solución antes de que el silencio se convierta en la lección mejor aprendida por una generación entera.
Fuentes:
-OVE (2025). Ciberacoso una Emergencia Educativa
– ONU Mujeres (2023). Violencia de género en línea hacia las mujeres con voz pública en América Latina.
– UNESCO (2024). Informe regional sobre violencia y acoso escolar con enfoque de género.
– MESECVI–OEA (2024). Ciberviolencia y derechos humanos de las mujeres.
– Observatorio Latinoamericano de Violencia Digital (2024). Informe anual.
– Piro, P. (2024). Educación y Violencia Digital en América Latina. CLACSO.
– Red de Educadoras por la Justicia Digital (2025). Diagnóstico regional sobre protocolos escolares.







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