Ganaba dos mil euros por hacer el trabajo final de carrera de otros

Maria Zuil

Prometen máxima confidencialidad, cero plagios y aprobado seguro, pero su mayor atractivo es acabar la carrera sin tener que hacer absolutamente nada. El mercado negro de los Trabajos Fin de Grado (TFG) –el proyecto que cada alumno debe presentar obligatoriamente al final de la carrera– crece al amparo de los anuncios en internet y de las webs especializadas. Cada vez hay más oferta para los estudiantes que no pueden, o quieren, dar el último paso para conseguir su título universitario y prefieren pagar a terceros.

“Hacemos trabajos a medida”. “Necesitas un TFG”. “Encarga tu TFG”… Una simple búsqueda en internet arroja multitud de opciones y no hay carrera que se escape al fraude académico. Desde proyectos de periodismo a ingenierías, estos portales cuentan con ‘freelances’ especializados en todos los sectores, pero también pueden encontrarse multitud de particulares que se ofrecen a prestar sus servicios a cambio de un sobresueldo.

De 300 a 2.000 euros

Conversación con un particular que se ofrece a hacer TFG de todo tipo
Conversación con un particular que se ofrece a hacer TFG de todo tipo

Este periódico ha hecho la prueba y ha solicitado varios presupuestos. En menos de 24 horas, un particular se ofreció a hacer un TFG de 40 páginas sobre ‘La importancia de la presencia de las PYMES en la red’ por 320 euros. Otro estaba dispuesto a disertar sobre participación ciudadanaen la misma extensión por 1.840 euros. El precio de este incluye además el Powerpoint para la presentación ante el tribunal académico y asesoramiento para prepararla. “Trabajo desde cero, como si fuera mi propio trabajo. Quiero decir que hay gente que ‘vende’ trabajos que en realidad ya están hechos o hace refritos de otros. Yo no”, aclara en un email.

La forma de trabajar es sencilla: solo hay que dar el tema a tratar y un plazo de entrega. A cambio, se comprometen a ir enviando partes para ver el progreso y poder presentar material al tutor de la universidad. En cuanto a los pagos son flexibles: por plazos o tras la entrega del trabajo y algunos aportan muestras de su trabajo como garantía de profesionalidad. Los precios varían mucho en función de los requisitos, la calidad y a quién se pregunte: pueden ir desde los 300 a los 2.000 euros.

A Esther González, una estudiante de Información y documentación le cobraron 120 euros por un trabajo sobre el derecho a la protección de datos. Su “excusa” es que está trabajando en Holanda y su tutor de la Universidad de Granada no era precisamente accesible. “Es muy difícil hacerlo sin que nadie te guíe ni poder consultar material presencial. No sabía ni cómo ni enfocarlo”, reconoce esta granadina.

Si lo presenta en una universidad, se lo queda o lo guarda en un cajón, es problema de la persona que lo solicita

En lugar de acudir a los múltiples anuncios que hay en internet, decidió poner un anuncio sobre lo que necesitaba. Le llegaron varias ofertas y se decantó por la más económica. Pero lo barato sale caro: “Le pedí 40 páginas y me hizo 35, se lo mandé al tutor y me dijo que estaba todo fatal. Y para colmo, cuando le dije si lo podía corregir me dijo que se iba de vacaciones y ya no daba tiempo a presentarlo en septiembre”, explica esta granadina.

En el portal No hagas nada te compensan económicamente si el TFG no cumple su objetivo: aprobar y conseguir los créditos. Sus fundadores, tres amigos de Madrid, lo pusieron en marcha a raíz de su propia experiencia personal. “Para nuestros trabajos nos tocaron unos temas de los que no sabíamos nada, porque en nuestra universidad no los podíamos elegir, así que nos vimos obligados a contactar con especialistas que nos ayudaran”, cuenta Eduardo, que se encarga de la internacionalización del proyecto.

Prueba de un presupuesto en 'No hagas nada'.
Prueba de un presupuesto en ‘No hagas nada’.

Este portal, que lleva como lema “Deja que otros trabajen por ti”, pone en contacto a estudiantes y profesionales, a los que piden el currículum para acreditar sus conocimientos. El precio varía en función del número de páginas, las fuentes consultadas, el idioma o el estilo de requerido para las referencias bibliográficas. A cambio se llevan una comisión y se aseguran de que no haya plagios, el problema más habitual en este tipo de mercado. “Vimos que había esa necesidad y la aprovechamos, de hecho está yendo tan bien que ya lo estamos expandiendo a Italia”, comenta Eduardo, aunque aclara: “No era nada nuevo, en las universidades se ha hecho siempre, nosotros solo lo hemos digitalizado ejerciendo de intermediarios”.

Un sueldo para recién graduados

Carlos es uno de los de la vieja usanza. Empezó a dar clases particulares en su facultad y por el boca a boca acabó haciendo proyectos completos para estudiantes de diseño industrial y de interiores. “Al principio me pedían cosas más concretas, pero de ‘trabajillos’ pasó a llamarme gente para hacerles el proyecto entero: desde la idea a redactar la memoria… Todo”, explica. Cobraba el precio de una tutoría, 15 euros la hora, y podía llegar a sacarse unos 2.000 euros por cada proyecto, que compaginaba con sus estudios de máster. “Me lo tomaba como un trabajo para ganar dinero mientras estudiaba”.

Hice el proyecto de una chica que tuvo una crisis nerviosa y el psicólogo le dijo que no tocase el proyecto

Arquitectura es la carrera donde más se ha expandido la picaresca por la dificultad y el estrés que acarrean los proyectos finales a los estudiantes. También es donde sale más caro: cada lámina ronda los 1.000 euros y la media de un proyecto son 12 láminas. Hagan cálculos. Pedro Arnanz estuvo un tiempo trabajando en un estudio de arquitectura donde ofrecían este servicio: “Venía mucha gente de la privada, que está acostumbrada a pagar mucho dinero por la carrera y les compensa. Por ejemplo, yo hice el de una chica que tuvo una crisis nerviosa y el psicólogo le dijo que no tocase el proyecto, así que se encargaba su padre de todo y yo me las ingeniaba como podía. También hay gente que está trabajando ya y no quiere tener que ocuparse de esto, pero no todos externalizan el proyecto entero, algunos contratan solo unas láminas”.

“Las carreras más demandadas son las ingenierías y enfermería por la dificultad y el tiempo que suponen”, cuenta Tomás Ángel, coordinador de Atención al Cliente de TuTFG, una empresa alicantina en la que trabajan cerca de 15 personas en plantilla y otros 70 ‘freelance’ de todas las áreas. Sus precios rondan los 700 euros y presumen de que sus trabajos se han presentado en universidades de toda España, tanto públicas como privadas: la Complutense, la Europea, la de Barcelona, la Carlos III o la de Vic. También hacen proyectos final de máster y tesis doctorales. Sin embargo, advierten que ellos no se meten en dónde van a parar los materiales que preparan, redactan y hasta maquetan: “Nosotros sólo hacemos el proyecto y le cobramos al alumno por la propiedad intelectual y el honorario del que redacta. Si lo presenta en una universidad, se lo queda o lo guarda en un cajón, ya es problema de la persona que lo solicita”, reconoce. Desde ‘No hagas nada’ defienden la misma postura: “No somos responsables de lo que haga la gente”. De hecho, dicen recomendar que los trabajos no se presenten a una institución, a pesar de las continuas referencias a los TFG de su página web.

El proceso de solicitar un TFG en 'TuTFG', similar al de otras empresas. (tutfg.es)
El proceso de solicitar un TFG en ‘TuTFG’, similar al de otras empresas. (tutfg.es)

Difícil de probar

Detectar un trabajo comprado es complicado para los profesores al tratarse de trabajos originales. “Con los plagios es más fácil porque utilizamos programas para compararlos con otras publicaciones. Uno comprado puedes intuirlo por la calidad o por defectos, pero tampoco hasta el punto de dudar de un alumno”, reconoce Guillermo de Haro, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Carlos, que ahora es profesor, apela a los conocimientos del tribunal de evaluación sobre el alumno: «Me cuesta creer que, si el profesor al que se lo presentas te ha visto en clase, se crea que de repente haces un trabajo excepcional». Sin embargo, no siempre estos tribunales están compuestos por docentes que conocen el expediente del estudiante.

Antonio Fernández, profesor de Derecho y Ciencia Política en la Universitat Oberta de Catalunya cree que la compra de TFG no es tan habitual como por ejemplo, las tesis doctorales, donde asegura que está más extendido. “Es algo residual, porque no tiene sentido pagar esas cantidades, y si pagas poco no va a ser bueno, por lo tanto tampoco lo vas a querer”, explica. Este profesor considera que presentar un trabajo como propio cuando no lo es constituye un plagio aunque sea un texto original. “Este tipo de prácticas son un fraude por más que los anuncios lo intenten vestir como un intercambio económico fruto de la necesidad y de la oferta y la demanda”, razonaba en su blog.

Aunque a Esther la conciencia no sea lo que le reconcome, tiene claro que no va a repetir la experiencia de dejar su último trámite universitario en manos de terceros. “Sé de gente que le salió bien, incluso con buena nota, pero no quiero volver a arriesgarme y en esta convocatoria lo haré yo misma”, se sincera.

*Los apellidos omitidos en este artículo responden a una petición expresa de los entrevistados.

Fuente del articulo:https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-10-01/mercado-trabajo-final-carrera-grado-plagio_1452296/

Fuente de la imagen:https://www.ecestaticos.com/imagestatic/clipping/716/d5c/716d5cc03d8f6bd44a9f01308a0ff413/gana

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Mejor sociedad pero con un futuro incierto: así vemos el cambio generacional

Maria Zuil

Condiciones laborales precarias, vivienda por las nubes y ocio variado y barato. Así ven los lectores de El Confidencial la situación actual comparada con la de generaciones anteriores, según las conclusiones de la encuesta publicada en el reportaje ‘Soy mileurista, ¿pero realmente vivo mejor que mis padres?’. En total 2.923 personas de todas las edades han aportado sus respuestas durante esta semana.

Precariedad, el mal laboral de nuestro tiempo

De los nacidos antes de 1945 –la llamada generación silenciosa– a los que solo conocen el mundo a partir de 1995 –los Z–, predomina un gran consenso en la mayoría de las cuestiones. Es el caso de la situación laboral actual, sobre la que el 69% de los lectores considera que es ahora más precaria que en su generación o en la de sus padres, aunque son sobre todo son los ‘babyboomers’ los que más se decantan por esta valoración (73%). Los más jóvenes, los que tienen ahora menos de 22 años, se dividen más entre la precariedad y el paro como principales problemas.

“La retribución y condiciones de trabajo son mucho peores que en los tiempos con sindicatos más fuertes, convenios con subidas reales, gente movilizada….” considera un zaragozano de la generación X (nacidos del 65 al 80). “Los empresarios han aprovechado la crisis para bajar los salarios y hay menos oportunidades para los que están empezando: el bucle infinito de prácticas”, razona una millennial de Madrid.

Muchos lectores señalan también que la precariedad se da más en trabajos cualificados y que el mantra “si no eres tú, ya vendrá otro” sirve de excusa para empobrecer las condiciones laborales. Según algunas respuestas, la inmigración o la incorporación de la mujer al trabajo han empeorado las condiciones por el incremento de la demanda de puestos de trabajo.

El 16,4% considera que el paro es ahora más alto que en generaciones anteriores, pero sobre todo son los más jóvenes los que tienen esta percepción (el 39% de los nacidos después de 1995). En el otro lado, también hay quien piensa que en la actualidad hay más puestos de trabajo –el 5,1% de la generación X– sobre todo por la creación de nuevas profesiones, y que hay menos precariedad –el 9,6% también de los X–. “Hay más variedad y se puede optar por trabajar en toda Europa”, explica un ‘babyboomer’ de Ciudad Real que considera que “la situación es mucho mejor que hace 40 años, falta un poco de visión positiva en los jóvenes”.

La situación es mucho mejor que hace 40 años, falta un poco de visión positiva

Pero también hay quien cree que la situación no ha cambiado, como este alicantino del Baby Boom: “En 1986 en España el paro era del 21% y en mi primer trabajo me pagaron el sueldo mínimo más 500 pelas (3 euros que ahora serían más o menos 20)”. Según el último dato, el desempleo actual se sitúa en el 17%.

Vivienda inaccesible

En el aspecto en el que más unanimidad hay entre generaciones es en el encarecimiento de la vivienda, tanto de alquiler como de compra. Sobre todo los de la generación X y Millenial –aquellos en edad de comprar o alquilar actualmente– creen que es más alta en la actualidad que en la de sus padres.

“Actualmente el mercado siente que la crisis ha pasado y 2017 es el año en el que los precios de la vivienda vuelven a subir, por consiguiente, los alquileres también”, opina una madrileña ‘millennial’ que se volverá a casa de sus padres para poder ahorrar, y añade en este sentido: “El problema está en que la oferta variada [de ocio] ha provocado que los jóvenes tengamos un ritmo de vida desenfrenado, así que no ahorramos. A ver en qué estamos en 20 años, no quiero ni pensarlo…”.

La gran mayoría de las respuestas apuntan a la especulación y al ‘boom’ inmobiliario como causantes de la situación actual pero también a Airbnb o a la concentración de la población en las ciudades. Además creen que la subida del alquiler se debe al descenso de la oferta de pisos y a lo innacesible de las hipotecas.

Actualmente el mercado siente que la crisis ha pasado, y 2017 es el año en el que los precios de la vivienda vuelven a subir

Sin embargo, también hay quien piensa que el alquiler no ha variado (7,7% de los encuestados) o que ha bajado la venta (3,3%), como este barcelonés nacido antes de 1945: “A igualdad de precio –incluido el efecto de la inflación– los pisos de 1950 eran de pésima calidad respecto a los actuales: mal aislamiento térmico y acústico, calidad de materiales, falta de ascensor…“

Avances sociales con riesgo de retroceder

A nivel social, es llamativo que cuánto más joven es el encuestado, más mejoría a nivel social percibe. Mientras que los nacidos antes de 1945 consideran que se ha avanzado mucho en un 64%, esta cifra aumenta al 77% o al 85% en ‘millennials’ y ‘postmillennials’. De igual manera un 11% de la generación silenciosa, criada entre dos guerras mundiales y una gran depresión, cree que “seguimos igual” frente a solo el 3% de los nacidos a partir del 2000.

Son numerosos también los comentarios que apuntan a que, a pesar de los grandes logros sociales que se consiguieron en las últimas décadas, últimamente se está retrocediendo en algunas cuestiones: “Se ha avanzado si lo comparamos con el 86, pero en cuanto a derechos sociales estamos retrocediendo y esa pérdida afectara a nuestro futuro y el de nuestros hijos…”, apunta esta ‘millennial’ de Madrid.

“En los años 70/80 había una generosidad que se ha perdido, la gente pensaba más en los demás. Salías en pandilla sin un duro, y si alguien llevaba 100 pesetas TODOS teníamos 100 pesetas”, cuenta un ‘babyboomer’ de Valencia. “Cuando alguno se enteraba de un curro nos avisábamos unos a otros: ‘Oye, que en tal sitio necesitan gente para descargar, 15 pesetas la hora…’ Y allá que íbamos todos. Ahora es una guerra sin cuartel ni piedad, todo de tapadillo y que no se enteren, no vayan a chafártelo… Teníamos carencias, pero la alegría que se respiraba y la confianza que teníamos en nosotros mismos y en el futuro se ha quedado por el camino”.

Ocio: más opciones gracias a internet

En cuanto al ocio, casi la mitad de los lectores considera que ahora es más variado, y el 33% que es más barato, frente al 16% que opina que se ha encarecido. Entre los motivos, la tecnología en general e internet en particular, pero también el abaratamiento de los viajes y el aumento de la oferta, que incrementa la competitividad.

Los nacidos a partir de 1995 son los que más creen que la diversión se ha encarecido comparado con sus progenitores. “Antes la gente se relacionaba socialmente mucho menos desde el consumismo. Ahora el ocio está muy mercantilizado y dirigido a ese consumismo que podríamos llamar materialista”, dice este ‘millenial’ de Badajoz, que se incluye dentro de esa manera de disfrutar del ocio.

Teníamos carencias, pero la alegría que se respiraba y la confianza en nosotros mismos y en el futuro se ha quedado por el camino

Futuro incierto

De cara a lo que está por venir, el 80% de los lectores cree que el futuro de la generación actual es menos halagüeño que el que tuvieron otras generaciones, otra percepción que aumenta a medida que más joven es el encuestado. Los nacidos a partir de 1995 ven difícil su futuro en un 82% frente al 75% de la generación silenciosa.

“La economía no va a mejorar porque la hipoteca estrangula la economía familiar y anula el gasto”, considera este madrileño de la generación X. Otros apuntan además al fin de las pensiones o a la pérdida de valores como causas de un porvenir difícil, sobre todo para los que tengan menor formación. “Se puede vivir mejor o peor según cada circunstancia, pero ahora tenemos un futuro mucho más incierto. Antes tenían décadas de crecimiento por delante y un país sin deuda y en expansión. Todo eso ahora ha desaparecido, menos la deuda”, señala otro lector. Desde un lado más crítico con el pesimismo reinante, algunos apuntan a que es una cuestión de perspectiva, como este ‘millenial’ de Madrid: “Como hijos de la abundancia tenemos un rasero mucho más exigente, pero las perspectivas son parecidas”.

Fuente del articulo: https://www.elconfidencial.com/espana/2017-07-29/encuesta-generaciones-millennial_1422391/

Fuente de la imagen: https://www.ecestaticos.com/imagestatic/clipping/657/290/6572900741ae25b4153b6405bbc097f9/mejo

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Sin deberes, exámenes ni asignaturas: la enseñanza alternativa llega a la pública

Por: María Zuil

Las pedagogías innovadoras han dejado de ser monopolio de las escuelas privadas y cada vez más centros públicos apuestan por estas iniciativas, a pesar de las dificultades.

Son las 9:30 de la mañana y las clases del colegio público Trabenco, en Leganés (Madrid), se van llenando con cuentagotas. Ninguna sirena apresura el paso de los alumnos, que al sentarse lo primero que hacen es abrir un libro de lectura. Después de media hora dedicada a leer no tendrán Lengua, ni Mates, ni Cono. En este centro de primaria e infantil, el tiempo no se organiza en asignaturas: tienen un método propio que no se rige por exámenes, libros de texto ni deberes. Trabenco es uno de los cerca de cien centros públicos distribuidos por toda España que desarrollan pedagogías alternativas, alejadas —y huyendo— del funcionamiento tradicional, dentro del propio sistema.

En España existen cerca de un centenar de centros que apuestan por una enseñanza centrada en el niño, más activa y experimental.

“Creemos en una manera de educar que tenga al niño como centro de la actividad, que no esté impuesto por el adulto, sino que considere sus capacidades, intereses y ritmos”, explica David Fernández, director del centro. Este colegio lleva 40 años aplicando esta filosofía, que tienen en común todas las escuelas innovadoras, inspiradas en pedagogías como las de Montessori, Gardner u otros referentes de una enseñanza solo accesible tradicionalmente a los que pueden permitirse una escuela privada.

“Cada vez hay más interés, tanto de padres como de profesores, por este tipo de iniciativas”, cuenta Almudena García, de Ludus, un directorio de educación alternativa en España. Además cree que la crisis ha tenido mucho que ver en este cambio de orientación: “En los últimos años se han empezado a cuestionar cosas que antes se daban por hecho, como la educación que hemos tenido hasta ahora. Se ha visto que el sistema ‘ir al colegio, pasar a la universidad y conseguir un trabajo’ ya no funciona”.

Alumnos de Trabenco. (Foto: M.Z.)

Alumnos de Trabenco. (Foto: M.Z.)

Proyectos en lugar de asignaturas

La mayoría de los centros innovadores comparten metodología: la enseñanza por proyectos. En lugar de asignaturas distribuidas por el horario, desarrollan proyectos transversales propuestos por los alumnos donde los profesores van incorporando los conceptos de las distintas áreas. “Por ejemplo, si se ha elegido estudiar sobre Brasil, se tratan temas de geografía, música, naturaleza…”, explica Miguel Ángel Galindo, un padre de dos alumnos de Trabenco. “Depende del proyecto que se elija, se podrán meter unas materias u otras. La idea es que salga un tema que les interese, y luego se aplica el método científico: vemos lo que sabemos, lo que queremos descubrir, y las hipótesis de partida para luego investigar”, cuenta David Fernández.

La entrada de dos niños de unos cinco años en el comedor donde transcurre la entrevista interrumpe su explicación. Vienen con una lista de todos los compañeros que se quedarán a comer para entregársela a la cocinera. El reparto de tareas es otro de los principios del centro, puesto que la responsabilidad, según explican, juega un papel muy importante para que se desenvuelvan de manera autónoma y el sistema funcione: “Cada día un niño trae la fruta del recreo para todos sus compañeros. Cuando son muy pequeños salen con un cartel, para que su madre o padre lo sepa, y luego son ellos los encargados de apuntarlo en el calendario o acordarse”, cuenta Sara Sábate, una madre del centro.

Antes de iniciar un proyecto se aplica el método científico. (Foto: M.Z.)

Antes de iniciar un proyecto se aplica el método científico. (Foto: M.Z.)

Ambientes en lugar de clases

Las puertas de las aulas de Trabenco nunca se cierran y es habitual ver niños de distintos cursos mezclados, haciendo talleres de robótica, huerto o cocina, a menudo dirigidos por los propios padres, que también tienen libre acceso. Los talleres ocupan otra parte del horario, que se completa con “las zonas”: espacios en los que desarrollan por grupos propuestas de los profesores. Apuestan por la comprensión del concepto más que su memorización, propio de la enseñanza que rechazan. “Es más experimental, cada día están en una zona, la de números, la de letras… Lo que se pretende es que se adapte a las capacidades de cada niño, para que el que quiera profundizar mucho pueda hacerlo, y el que tenga más dificultades, llegue hasta donde pueda”, señala David Fernández.

El objetivo es abarcar todos los ámbitos: no solo educativos, también de expresión, sociales, desarrollo físico…

En el centro Es Puig, en Palma de Mallorca, también funcionan mediante este sistema, con nueve ambientes en los que dejan de lado los libros de texto y se rigen más por la iniciativa y motivación de los menores. Ellos eligen entre pasar su tiempo en espacios como “Jugar a ser”, “El restaurante”, “Experimentación” o “Mediateca”. Cada una de ellas tiene una estética y materiales diferentes y el niño acude a uno u otro según su interés o dirigido por el profesor, dependiendo de la edad. “El objetivo es abarcar todos los ámbitos: no solo educativos, también de expresión, sociales, desarrollo físico…”, cuenta Antonia Muñoz, directora del centro.

Uno de los ambientes del centro Es Puig donde los menores se acercan según sus intereses. (Foto cedida).
Uno de los ambientes del centro Es Puig donde los menores se acercan según sus intereses. (Foto cedida).

Informes cualitativos en lugar de notas

En estos colegios no se puede sacar un diez. Tampoco suspender. No existen las notas, otro de los puntos en común de las escuelas alternativas. “Somos personas, y no somos cuantificables, tenemos muchos matices y no hay ninguna capacidad que en principio tenga que ser mejor que otra”, cuenta Fernández. Al final del trimestre, los profesores elaboran un informe cualitativo sobre los conocimientos y capacidades que han adquirido. “La diferencia con las notas que nos ponían a nosotros es abismal: en lugar de la cruz en ‘sabe escribir’ o ‘sabe diferenciar izquierda o derecha’, tienes un informe de varias páginas donde te cuentan si tu hijo comprende para qué se usa”, explica Sara Rodríguez, otra de las madres.

Se evalúa mediante la observación. A medida que el profesor va pasando por los ambientes, van viendo si superan los contenidos

En Es Puig tienen un sistema similar: “Se evalúa mediante la observación. A medida que el profesor va pasando por los ambientes, va viendo si superan los contenidos”. Así consiguen un seguimiento personalizado. “Se mira más la evolución personal, el progreso individualizado, no que todos alcancen las mismas metas al mismo tiempo», explica Muñoz. «Que desarrollen su capacidad sin presiones, sin hacer ‘niños buenos’ o ‘niños malos'».

Tampoco creen en los deberes como tarea obligatoria, ni en los libros de texto, que utilizan como una herramienta más de consulta y son comunes a toda la clase, como el resto de materiales. “Aquí nadie tiene su estuche de bolis, todo es de todos porque se paga una cuota”, explica David Fernández, el director de Trabenco, que tiene la peculiaridad de definirse como una escuela “asamblearia y democrática”, donde todas las decisiones se toman entre padres, niños y equipo docente.

De hecho, los más pequeños realizan cada día una asamblea antes de empezar la jornada, donde se debate sobre las tareas diarias, los problemas o las iniciativas. Durante la primaria, esta práctica se mantiene un par de veces por semana. “Creemos que el modelo jerárquico de ‘equipo directivo, claustro y consejo escolar’ no funciona, apostamos por las asambleas y comisiones de trabajo, donde se desarrollan determinadas tareas relacionadas con todos los ámbitos del cole: desde el transporte a nuevas tecnologías”, añade el director, quien reconoce que a pesar de su cargo, no toma decisiones.

Alumnos de Trabenco compartiendo el libro de texto en un taller. (Foto cedida).
Alumnos de Trabenco compartiendo el libro de texto en un taller. (Foto cedida).

Esta manera de trabajar tiene sus propios pros y contras, como reconocen algunos profesores: “A veces los niños tardan más en adquirir conocimientos que en los tradicionales, pero notamos que tienen mejores habilidades sociales y autonomía”, confiesan dos profesoras de Trabenco. Todos los centros reconocen haberse encontrado con familias que no compartían los principios del colegio que, por zona, les correspondía. Algunas deciden marcharse, otras, acaban convencidas. También es habitual, por el contrario, que acudan familias de otros barrios porque buscan este sistema o que llegan a mudarse para tener más puntos y conseguir matricular a su hijos.

Más presente en Cataluña, primaria e infantil

De los 109 centros innovadores que Ludus calcula que hay en España la mayoría, con diferencia, se encuentran en Cataluña. El motivo, según explica Almudena García, es su mayor tradición y “conciencia social” con este tipo de iniciativas, que empezaron a aflorar hace una década dando forma a lo que se conoce dentro del sector como “el modelo catalán”.

En cuanto a centros, el grueso suele concentrarse en infantil y primaria, donde por las peculiaridades de la educación es más fácil de implementar, y a medida que avanza la edad, el número de centros disminuye: “Es como si se les fuera preparando para lo que viene, para el sistema tradicional, pero es la pescadilla que se muerde la cola, porque si se tiene ese miedo no se implementan alternativas”, defiende García.

Apenas hay institutos

La llegada a la secundaria es una de las mayores incertidumbres de los padres que deciden llevar a sus hijos a centros innovadores, puesto que apenas existen opciones para continuar con este tipo de formación. “El instituto necesita más recursos y además para ser profesor de secundaria no hay ninguna formación pedagógica, ni didáctica o sobre cómo trabajar con niños de esa edad”, dice Fernández. De hecho, debido al cambio de modelo, a los alumnos de Trabenco se les suele atragantar el comienzo de la ESO, hasta que se adaptan. “Muchos están un poco perdidos durante el primer trimestre, e incluso puede que suspendan el curso, porque no están acostumbrados a ese tipo de educación, pero al final a todos les va bien”, cuenta Fernández. “Durante la primaria les han dado las herramientas para ser autónomos, para saber organizarse por sí solos, así que no puede irles mal”, explica la madre Sara Sábate.

El instituto Creu de Saba, en Barcelona, es uno de los pocos centros donde sí puede encontrarse metodología alternativa en la secundaria, pero solo durante la franja de optativas de primero a cuarto de la ESO. Durante esas horas aprovechan para desarrollarse con las ocho inteligencias múltiples de Gardner (espacial, musical, corporal, inter e intrapersonal, lingüística, naturalista y lógico-matemática). “Se hace un estudio previo del alumno para ver cuáles son las suyas y en función de eso se aplican los contenidos para que las desarrolle”, explica Alex Salas, el director.

Los problemas: consejerías y profesores asignados

Pero la continuidad en la secundaria es solo uno de los desafíos a los que se enfrenta este tipo de educación. El principal es contar con maestros que comulguen con la forma de trabajo y que estén dispuestos a dedicar su tiempo libre a la formación en estas metodologías. A diferencia de un centro privado, donde se contrata a los profesores que se ajustan al perfil, en los públicos depende de los que “toquen” según un sistema de puntos. “A veces encuentras compañeros muy abiertos, con ganas de cambiar el anclado sistema tradicional y a veces tienes docentes muy conservadores y tradicionales que no hay quien los separe de sus libros”, explica Esther Zarrias, directora del colegio público Rosa dels Vents (Mallorca) y experta en pedagogías alternativas.

La ley permite la libertad de enseñanza, pero la práctica no es tan sencilla

La legislación reconoce la libertad de enseñanza para elegir el método, siempre que recoja los contenidos del currículum que establecen las comunidades, pero las consejerías no siempre lo facilitan. Por ejemplo, aunque vaya contra su filosofía, el centro debe rellenar notas sobre sus alumnos, algo que también ocurre con los horarios. “El problema más grande que teníamos es que a la hora de poner ambientes no puedes rellenar un horario, y la administración te pedía Lengua, Matemáticas… pero este año ya han apostado por esta manera de enseñar y podemos trabajar legalmente”, cuenta Muñoz. Lo solución, coinciden los directores, pasa por concienciar a la administración, que cada vez más “les dejan hacer”.

Más demanda que oferta

Para ello también ayuda que sea una opción cada vez más demandada. “Ahora mismo hay más padres que quieren estos sistemas de lo que pueden absorber los centros; muchos tienen lista de espera”, cuenta Almudena García, de Ludus. En Barcelona, por ejemplo, 300 familias se organizaron este año para protestar por no poder entrar en la escuela innovadora Congrés Indians.

Jesús Martín Cordero, profesor de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UNED, ve como positiva esta nueva tendencia dentro de la educación pública, pero recomienda cautela a la hora de ponerlos en marcha: “Cualquier innovación en materia educativa es positiva, pero ni los proyectos ni los ambientes son una varita mágica por sí solos, el cambio tiene que ser gradual porque el sistema educativo es muy complejo”.

Alumnos de Trabenco durante una asamblea. (Foto cedida)
Alumnos de Trabenco durante una asamblea. (Foto cedida)

También Esther Zarrias coincide con esta idea: “El problema que a menudo encuentro es que algunas escuelas, en lugar de abrazar toda la metodología, cogen solo unas partes, dejando la esencia del método esfumarse entre estanterías de Ikea colmadas de materiales Montessori. De nada sirve eso, porque en unos años habrá fracasado y daremos la razón a aquellos que dudaban y criticaban esta educación”.

En cualquier caso, todos coinciden en la importancia de que esta tendencia se esté llevando a cabo, precisamente, dentro de la educación pública y que se potencie la variedad entre los centros: “Nosotros queremos estar en la pública porque creemos que tiene que haber equidad e igualdad de oportunidades. Si para acceder a este tipo de educación tengo que pagar 500 euros al mes, solamente podrá acceder un determinado estatus social”, defiende Fernández. “No puede ser que las familias dejen sus sueldos en escuelas privadas porque la educación no es capaz de dar respuestas a las demandas de estas familias”, sentencia Zarrias.

Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-12-24/ensenanza-alternativa-colegios-publica_1308699/

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