Najat Driouech Ben Moussa, integradora social del Masnou expone las contradicciones a las que todavía hoy tienen que enfrentar los inmigrantes de segunda generación.
Al día siguiente de los atentados de Barcelona, la sociedad no solo buscaba respuestas a la sinrazón del terrorismo. También se interpelaba sobre qué había fallado para que un grupo de jóvenes aparentemente normal fueran los autores de la barbarie. La masnouenses de origen marroquí, Najat Driouech Ben Moussa, expone las contradicciones a las que todavía hoy tienen que enfrentarse los inmigrantes de segunda generación. Fruto de sus investigaciones, alerta sobre el racismo latente en la sociedad, la discriminación y la difícil gestión de los procesos de construcción de la identidad que esto conlleva para la juventud musulmana. Por ello, reclama que los diferentes actores sociales cuenten con las herramientas necesarias para tratar una realidad diversa y desconocida.
A menudo se ha citado como causa del problema de la radicalización la falta de integración de los terroristas. En el caso de la célula de Ripoll, no obstante, sorprendió que estos jóvenes hablaran catalán, que no habían levantado ningún tipo de sospecha, que se les consideraba integrados en su pueblo… ¿Cuál puede ser, pues, el raíz del problema?
La raíz del problema en sí aún no la tenemos, porque hemos ido sobre la marcha. Cada vez que había un atentado, hemos seguido la trayectoria, la situación social y hemos creado un prototipo. Pero no nos hemos puesto a analizar de manera más seria cuál es el problema. ¿Por qué unos jóvenes de Ripoll en un año viven una radicalización que tiene como objetivo final atentar? Yo me preguntaría, ¿realmente estaban integrados? ¿La sociedad los consideraba integrados o ellos se consideraban integrados? Seguramente si me pongo en la situación de estos jóvenes te puedo asegurar que ellos se sienten muy heridos, muy atacados socialmente por la opinión pública, los medios de comunicación, sienten que están siendo juzgados.
Estos juicios tienen que ver con su identidad?
Todos los jóvenes en algún momento pasan por diferentes procesos de construcción identitaria. Estos jóvenes son hijos de padres marroquíes, pero que no hablan el árabe en su mayoría, son marroquíes pero bereberes. Dentro de la comunidad marroquí no hay una cohesión con el resto del grupo, sino con su propio grupo. Al no compartir el idioma con el resto de la comunidad pienso que son mucho más fáciles de manipular, porque si no dominas la lengua materna, el árabe, con la que puedes entender el Corán… No tienen suficientes herramientas lingüísticas para comprender correctamente lo que pueda decir. El imán puede decir “el Corán dice que mates” y tú te lo crees porque no puedes ir a las fuentes para comprobar que no lo dice. En Francia, si lo comparamos, también fue similar. Eran niños que habían perdido la lengua materna y su lengua vehicular era el francés.
Y volviendo al tema de la integración, para mí la gran pregunta es: ¿qué carencias tenían estos jóvenes? Esta es la gran pregunta. Porque la situación económica de estos chicos también cambia en un año. Tenían una carencia económica, y si sumamos esto a lo que busca el Estado Islámico son el elemento perfecto. El Estado Islámico, a través de este imán, encuentra un grupo bastante cohesionado, que se conoce entre sí, que no domina el idioma árabe porque son hijos de bereberes. Seguramente empiezan a tener este odio contra la sociedad occidental porque ven que se está atacando su religión y la de sus padres… Pero es que además tienen una necesidad económica que seguramente este grupo ya se ha encargado de que durante este año vivan a lo grande. Hay una financiación, un líder que los domina y los induce hacia un objetivo que es atentar y ganar un paraíso en un tiempo relativamente muy corto. Aunque deberíamos saber si fue un año o más.
Aquí en Cataluña y en general a cualquier país europeo tenemos un problema muy grave: no tenemos bien entendida la palabra integración. Vemos una persona con pañuelo y decimos que no está integrada… Para la sociedad estar integrado es dejar todo lo suyo y formar parte de la mayoría. Entonces, yo cuando voy a trabajar, que trabajo sin el velo, soy una persona integrada, y en la calle, que sí lo llevo, no estoy integrada… El concepto integración, desde mi punto de vista, está mal entendido. Se está confundiendo integración con asimilación. Lo que quiere la sociedad es que cojas sus valores, sus códigos de comunicación y comportamiento y dejes tuyos. Y eso no es integración.
¿Crees que la sociedad reclama escoger entre alguna de las dos identidades?
Para que haya una buena integración, tú como persona tienes que tener una buena base y debes estar orgulloso de conocer tus raíces. Del mismo modo que tienes que estar orgulloso de la cultura y la sociedad de la que formas parte. ¿Qué es lo que quiere la sociedad europea en general? Porque este discurso lo he sentido en Bruselas y lo he sentido aquí. He ido al Parlamento Europeo a dar una conferencia y una eurodiputada irlandesa me ha dicho que ella estaba fascinada por mi discurso pero que estaba muy dolida porque no entendía que dentro del Parlamento Europeo yo fuera con el velo. Y entonces me enfadé tanto que le dije: “No sabía que este trozo de tela tan arcaico, como usted dice, tuviera una capacidad brutal que es anular la comprensión del discurso. Yo me siento orgullosa de llevarlo. Si usted como eurodiputada me dice esto imagínese en la calle lo que yo he de sentir…”. Y salí muy vacía.
Yo estoy mucho más integrada que muchas personas que se llaman Ana o María. ¡Por mucho que yo me llame Najat, haya nacido en Marruecos y esté orgullosa de hablar el árabe, no dejo de ser masnouenses! Tú me preguntas de dónde eres y desde muy pequeña yo te digo que soy de El Masnou; y vuelven a preguntármelo, la gente sigue preguntándome diez años después. Por eso cuando hablo digo que el concepto integración debería suprimirse porque no está en línea con lo que espera la sociedad.
En cualquier joven, los procesos de construcción de la identidad son complicados. En el caso de personas que vienen de fuera y, según tu experiencia personal, ¿crees que hay suficientes herramientas para gestionarlo?
Si no lo gestionas bien, hay tres opciones diferentes -llegué a esta conclusión cuando hice mi tesina sobre chicas que habían decidido llevar el velo-. Había unas que decían que “la cultura de mis padres es una mierda, no me siento identificada” y llegaban a la conclusión de que hablaban catalán perfectamente, querían ser catalanas y no querían que se les relacionara con la cultura marroquí.
El otro grupo sería aquellas jóvenes que se sienten orgullosas de ser musulmanas. Y se preguntan cómo es posible que en el momento que han decidido ponerse el pañuelo, la gente ya no les trata igual, no les saluda, gente que consideraban amigos dejan de serlo. Entonces pueden pensar que no quieren formar parte de esta cultura hipócrita. Prefieren volver a los orígenes, a la cultura de los padres, profundizar en el tema religioso y ponerse incluso la jiba, hasta los pies, que no es ni típica marroquí. Es un retroceso: chicas que han hecho un proceso de integración normalizado y en el momento en que ellas comienzan a reafirmar su identidad se encuentran que hay mucho rechazo hacia la cultura de sus padres y no quieren formar parte de esta sociedad . Estos a mí me preocupan, son los que la mayoría de ellos acaban radicalizados.
Llevamos dos grupos, queda el tercero.
El tercer grupo es el más numeroso. Son los jóvenes que se sienten orgullosos de la cultura de los padres y de la cultura de la que forman parte. Intentan sobrevivir con lo mejor de una y lo mejor de la otra. Normalmente son las experiencias de éxito, tienen reconocimiento dentro de la comunidad, los consideran ejemplos. De estos se dice que tienen una identidad mixta o dual, juegan con las dos culturas.
Y luego hay otros que son los catalanes o españoles autóctonos conversos. Que por varios motivos comienzan a introducirse en el Islam y es un proceso muy complejo en el que al principio no se sabe si entran en una secta, comienzan a llamarse hermanos… Son jóvenes que en un momento de construcción identitaria se encuentran con una religión, en este caso musulmana. Me está preocupando mucho esta conversión masiva de jóvenes de Mataró, de Premià, de Molins, algo está fallando en la sociedad. Hay una carencia de valores en los jóvenes en general, de sentido a la vida, de objetivos, y no estamos poniendo medios.
En una conferencia que hice en el IEMED en 2013, donde estaba el director general de Inmigración, Xavier Bosch, le dije que teníamos un problema con la radicalización de jóvenes catalanes de origen marroquí, que no se estaba controlando. La respuesta fue que estaba todo muy bien y muy controlado. No me escucharon. Cuando queremos hablar del tema, todo el mundo me saca cifras de la integración de los marroquíes… Pero yo le estaba avisando de otra cosa, en ese momento no hablaba de radicalización pero sí de una captación vía redes, de un malestar por parte de estos jóvenes, porque trabajo con jóvenes y es lo que percibo, deberíamos hacer algo.
Otro lugar donde se podrían advertir signos de radicalización es en las aulas.
En octubre del año pasado participamos en unas jornadas de la Generalitat sobre la radicalización y se presentó el plan sobre la detección de la radicalización.
Y ¿cómo lo valoras? Algunos expertos lo consideran contraproducente.
¡Por supuesto que es contraproducente! Tú imagínate mi hijo, que es nacido aquí, que en el instituto, con compañeros que ha tenido desde P-3, les pasan un material. Las imágenes son sobre el colectivo marroquí, que es el más presente aquí. El malo es el musulmán, allí. Mi hijo saldría pensando “madre mía, ¡cómo me ven!”. Porque realmente te ponen como malo y al resto del grupo le ponen el foco de la diferencia sobre ti. Si los niños iban juntos a la escuela desde P-3, en ese momento, el compañero pensará que mi hijo es diferente. ¡Porque se lo acaban de decir!
¿Pero crees que a nivel educativo se debería trabajar este tema?
Hay que formar más a los docentes. Ellos no tienen ninguna culpa, no les han enseñado a gestionar un aula diversa. Si hace 20 años que están dando clases y la realidad social del aula va cambiando, y no se les explica de dónde viene el recién llegado, no tienen por qué ir a casa y estudiarlo. En primer lugar se ha de preparar este material. O nos ponemos y empezamos a hacer seminarios y formaciones en su horario laboral para que conozcan la realidad del aula, que aprendan a interpretarla, o… No sirve que vaya un mediador y haga una charla porque no aporta ninguna herramienta pedagógica, ningún contenido.
Quien debe formar también son los policías, conocer cuál es la realidad que atienden, sus características, diferenciar qué papel juega el imán, qué rol tiene la comunidad en general…
Y el tercer grupo que se debería formar son los equipos de servicios sociales, educadores y trabajadores sociales y psicólogos. Es básico. Si no, caemos en errores reales como un ejemplo que pasó en un instituto donde el 75% del alumnado es musulmán, en un barrio de Santa Coloma, donde una profesora con un porcentaje muy elevado de chicas marroquíes en el aula, y muchas de ellas llevan con velo, le dijo a una niña: “tus padres, tus hermanos y tu Alá no te ven, puedes quitarte el pañuelo que hace mucho calor”. Estos comentarios no se pueden permitir. U otro caso que me ha pasado a mí, ir a denunciar a una comisaría que me han robado el bolso y el policía contestarme “seguro que entre vosotros lo arreglais, cuando vean el DNI ya lo devolverán porque seguro que ha sido un paisano suyo “. Salí abatida. Estos comentarios son los que terminan haciendo es generar aún más odio.
¿Crees que deberíamos replantear el modelo de convivencia?
En realidad deberíamos replantear muchas cosas. En primer lugar, deberíamos hacer un análisis de autocrítica. No podemos pensar que somos una sociedad que lo hace todo perfecto. Por lo tanto, primero analizar la situación de los jóvenes de manera global, y en concreto de este colectivo. En segundo lugar, revisar los protocolos si no han funcionado. Debemos ser lo suficientemente honestos porque nos estamos jugando la integridad y la seguridad de todo un país. Y otra cosa que yo reivindico es que nos utilicen. Yo me considero una experta en algunos temas de gestión de la diversidad. Que creen comisiones para poder trabajar estos temas. No tenemos ningún problema en participar, pero que se nos escuche. Siempre hemos estado allí cuando se nos ha pedido nuestra opinión, pero no hemos obtenido ningún reconocimiento. Y para nosotros es muy importante, no tanto por la sociedad catalana sino por la comunidad marroquí. El hecho de ver que están participando personas expertas en el tema de la propia comunidad les da cierta confianza y seguramente llegaríamos a cierta información que hoy en día no tenemos. Deberíamos empezar a trabajar con expertos que dominan el tema y darles el valor que tienen.
Volviendo a los procesos de construcción de la identidad. Seguro que es muy diferente el proceso que pasaron tus padres, a ti y ahora el de tus hijos. ¿Qué significa ser ahora inmigrante de segunda generación?
La sociedad ya no debería considerar a mis hijos inmigrantes, han nacido aquí. La primera generación tenía un objetivo muy claro: venir, hacer dinero y volver. Pero no volvieron. Entonces focalizan el esfuerzo en que los hijos tengan un futuro mejor. Nuestra generación ve que hemos prosperado y seguimos luchando para seguir mejorando y sobre todo para que nuestros hijos no sufran ni un 0,5% de la discriminación que hemos sufrido. Y que por fin se consideren masnouenses.
Nos leen muchos maestros y profesores. ¿Qué recomendaciones y consejos les darías para gestionar la diversidad en el aula de manera más eficiente?
En este momento, lo que necesita escuchar el equipo docente es que la culpa no es suya. Pienso que son quienes forman nuestro futuro, nuestros profesores, nuestros médicos, alcaldes, etc… Si estos profesionales no tienen un reconocimiento, un apoyo, las herramientas necesarias… Ellos pueden formarse, pero creo que les faltan equipos de profesionales que en momentos concretos puedan ayudar. Y no necesitan un plan para que pasen un protocolo que les dé cuatro recomendaciones para detectar un joven que se está radicalizando. Esto no hubiera funcionado con los jóvenes de Ripoll: su comportamiento era el mismo, no habían cambiado físicamente… Aquí hay algo más que el resto de la sociedad no ve, algo mucho más grande y potente, alimentado por una gran potencia que no sabemos, se nos escapa. Estos chicos han sido el último escalón.