Por: Jesús Zogbe y Magali Paz
Introducción:
Muchas y calificadas encuestas, como diálogos cotidianos, revelan el “malestar docente” a partir de la instrumentación del Teletrabajo: insomnio, stress, depresión, desconcierto, problemas físicos, entre otros. Al mismo tiempo, diversos “cantos de sirena” en los medios hegemónicos de comunicación edulcoranlas “ventajas”que, en su criterio, proporcionarían las nuevas tecnologías y la organización del trabajo en el hogar: estar más tiempo con la familia, progreso a la altura del Primer Mundo, etc.Todo ello produce en la docencia sentimientos y visiones contradictorias de la cuales, irremediablemente, somos parte.
Desde este artículo, lejos estamos de querer representar los sentimientos de maestras y profesores ya que, sin dudas, muchos ensayos e investigaciones han realizadoobservaciones agudas y han aportado desde distintas dimensiones al problema. Si es la intención, incluso apoyándonos en algunos de dichos ensayos y en nuestra vivencia como docentes, formularnos preguntas con el objetivo de que éstas sean un punto de apoyo para interrogantes mas conducentes.
Cuando marzo fue atrapando a docentes y estudiantes en la red de Whats app, Gmail o Facebook, la secuencia fue de menos a más y nos llevó a un paisaje diferente, a un escenario distinto bajo el manto pendemico: aparecieron Zoom, Meet, programas y capacitaciones para la virtualidad. De tímidos y vacilantes (“lo importante es la comunicación y estar presentes”), lejos estábamos y estamos aun de comprender y dimensionar el proceso y su futuro desarrollo. Así, en este nuevopaisaje cambiante, se nos fueronapareciendo y desapareciendo instrumentaciones al modo de la visión que se tiene desde la ventanilla de un automóvil en movimiento, atrás fueron quedando las primeras vacilaciones, más atrás la presencialidad, para inmediatamente aparecer nuevos componentes del “paisaje virtual”. Lo que parecía episódico por la pandemia comenzó a tener características de permanencia. Lo que comprendíamos como un “aprendizaje digital” puntual adquirido, era reemplazando por un nuevo programa o dispositivo. Los programas computacionales se ajustaron, surgieron las famosas “planillas de seguimiento”, semblanzas, y nuevos plazos para el trabajo docente y del estudiante. Sutilmente, vimos deslizarse un control mayor de nuestro tiempo de trabajo y sobre nuestros alumnos. En este punto, nos comenzamos a encontrar con instrucciones de directivos a primera hora de cada mañana y a última hora nocturnal, edulcorada con un “Buenas noches” en medio de algún que otro whatsapp de estudiantes o llamados de padre y/o madres. Al mismo tiempo, muchas madrugadas, para los docentes, se vieron invadidas por todo tipo de dudas o deincertidumbres e insomnio. Por ello, si de algo no tenemos dudas, esque el cambio es cualitativo y que afecta no solo nuestra organización del trabajo sino al conjunto de nuestras vidas tanto en lo objetivo como en lo subjetivo. Y es que al decir del Hamlet:“The time isout of joint”(“el tiempo está fuera de quicio”).
El vinculo entre educación y la formación económico-social contemporánea
Latransformación educativa es parte de una estrategia que, de alguna manera, es consecuencia de la crisis de Estado de Bienestar, y a su vez, converge con estrategias empresariales hacia los docentes y, mediante ello, al conjunto de la población, en particular a la juvenil.Por estas razones, nos apoyamos en la consideración de que toda esta transformación tiene un marcado carácter de clase social y que desde este punto de vista el teletrabajo no tiene un carácter neutro, pues ha venido para quedarse y formar parte de un nuevo “dispositivo de dominio” y de mayor explotación del trabajo. Veamos…
Hacia mediados de los años‘70, el modelo keynesiano- fordista se agotó. Atrapado por la creación de supropio monstruo y las luchas obreras (de las cuales en Argentina, el Cordobazo fue un reflejo), el capital huye intentando superar su crisis y disparando en procesos concurrentes. Aquello que dio en llamarse la “Globalización del Capital” implico, básicamente: 1- La primacía del capital financiero, 2- El endeudamiento, que en términos corrientes se tradujo en fabulosas deudas externas de los Estados y en las tarjetas de créditos a los asalariados del mundo,3-En los cambios del “Paradigma de Trabajo”, donde se destacó el“Paradigma Toyotista”; 4- En las Reformas del Estado y la modificación de los roles que ésteasumirá en adelante.Por cierto, endeudamiento y toyotismoinvolucran a la Revolución Tecnológica, es decir, y siguiendo la lógica de Holloway (1988), el capital huye hacia adelante,en general, con endeudamiento y, en particular, con métodos de trabajo que colocan a la Revolución Tecnológica y a la nueva Organización del Trabajo en el centro, pararomper su “dependencia maldita” del trabajo y de la lucha de los trabajadores.
Asimismo, y en reflexiones más actuales, el autor irlandés entiende que estamos frente a una crisis financiera cuya base es una “crisis del trabajo”, es decir, “de la abstracción y explotación de la actividad humana: la acumulación exige una subordinación cada vez mayor de la actividad humana al trabajo abstracto, pero el capital no la logra imponer” (Holloway, 2020).Esto significa que dicha reestructuración no es automática ya que implica una fuerte lucha para reordenar el proceso de producción y el conjunto de las relaciones sociales. Y ello es así porque nosotras/os no queremos y/o no somos capaces de subordinar nuestra actividad suficientemente a la lógica del capital.[1] En sus palabras: “esta falta de subordinación no depende de la organización consciente, aunque sí la organización puede jugar un papel importante. Las expectativas que tenemos de la vida (lo que Marx llama el elemento moral del salario, lo que también se podría entender como civilización) también juegan un papel”. Por estas razones, Holloway observa la situación actual del capitalismo como un “impasse” entre el capital y la humanidad. “Este impasse se expresa en el carácter cada vez más ficticio de la acumulación capitalista. La mayoría de los análisis del llamado neoliberalismo lo ven más bien como triunfo del capital. La idea de un impasse enfatiza nuestra fuerza, a pesar de las apariencias, mientras que la idea del neoliberalismo tiende a presentarnos como víctimas” (Holloway, 2020).
En ese sentido, Oscar Martínezy Federico Vocos(2004) puntualizan acerca del Teletrabajo: “es el desempeño de una actividad laboral sin la presencia física del trabajador en la sede de la empresa durante una parte importante de su jornada laboral. Supone el uso frecuente de métodos de procesamiento electrónico de información (informática), y el uso permanente de algún medio de telecomunicación para el contacto entre el teletrabajador y la empresa. Es una forma multiforme y diversa de realizar el trabajo de modo no presencial en la empresa. Afecta la noción de puesto físico de trabajo e incluso la percepción acerca de qué es trabajo”. En términos conceptuales, y siguiendo a los autores, se puede decir que el teletrabajo (considerando al teletrabajo en línea de operadores telefónicos), “es la sumatoria del trabajo domiciliario y el régimen fabril. Por medio de las nuevas tecnologías de información (NTI), el capital logró superar los límites que le imponía la necesidad de que los trabajadores tengan que trabajar en un mismo lugar para alcanzar la “cooperación”como requisito básico para garantizar cualquier organización colectiva de trabajo”. De esta forma, a partir del teletrabajo se logran unir las formas de producción más antiguas –propias de los orígenes del capitalismo–, y las formas más desarrolladas, plenamente capitalistas, en las cuales la producción está organizada desde el equipamiento, y la subordinación del trabajador al capitalista es “objetiva”, la forma de trabajo y los ritmos están impuestos por la maquinaria, por lo que se logra desarrollar el régimen de la “gran industria” por fuera de la unidad productiva. “Es una de las muestras más claras de lo que significa la ofensiva del capital: combina todo aquello que le sea útil, y no utiliza las nuevas tecnologías informatizadas como herramienta de alivio y mejora en las condiciones de trabajo, sino como instrumento para oprimir y explotar aún más a los trabajadores (Martínez y Vocos, 2004: 7).
En relación a ello y a su alianza con los Estados, Naomi Klein (2020) señala lo siguiente, respecto de lo que da en llamar el New Deal de la pantalla: “Las primeras prioridades de lo que estamos tratando de hacer, dijo Schmidt(ex CEO de Google), se centran en telesalud, aprendizaje remoto y banda ancha… Necesitamos buscar soluciones que se puedan presentar ahora y acelerar la utilización de la tecnología para mejorar las cosas”. Justo un día antes, Cuomo (Gobernador de Nueva York), había anunciado una asociación similar con la Fundación Bill y Melinda Gates para desarrollar “un sistema educativo más inteligente”. Al llamar a Gates un “visionario”, Cuomo dijo que la pandemia ha creado “un momento en la historia en el que podemos incorporar y avanzar en las ideas [de Gates]… Todos estos edificios, todas estas aulas físicas, ¿para qué, con toda la tecnología que se tiene?” preguntó, aparentemente de modo retórico.De acuerdo a la autora, está comenzando a surgir algo parecido a una doctrina del shock pandémico que ella lo llama “screen New Deal” (el New Deal de la pantalla), y representa un acuerdo entre las mega-empresas de la tecnología y los Estados nacionales. En ese sentido,los acuerdos del Ministerio de Educación de la Nación con Open Society en Diciembre del 2019, la velocidad con que aparecen las capacitaciones en distintos sindicatos, entre otras situaciones, acaso ¿no avalarían dicha percepción? Y nos llevan a preguntarnos: ¿Qué relaciones podríamos establecer frente a esta ofensiva “maquinal”, frente al teletrabajo-telestudio en que estamos inmersos?; ¿es posible que docentes y estudiantes estemos transitando la pérdida de un “saber hacer” tal cual lo conocíamos?
Lo primero que se vivió en las escuelas apenas se decreto la cuarentena obligatoria y la suspensión de clases, fue la urgencia por utilizar herramientas digitales, y lo que sé evidencio muy rápidamente, fueron las diferencias (carencias), que teníamos los docentes, directivos y estudiantes a la hora de implementar herramientas de este tipo. Dichas carencias estuvieron asociadas a la falta de equipamiento (esto estuvo muy marcado, especialmente en las escuelas públicas, donde les estudiantes solo cuentan con un teléfono, y no en todos los casos), pero los profes también, en muchas circunstancias se vieron complicados porque algunos tienen computadoras obsoletas, igual los directivos. Por todo ello, lo que ocurrió en esos primeros meses fue la improvisación, dar clases con lo que había a mano, con lo que se podía, si se podía. Sin dudas, fue un “golpe fuerte” trasladar el ámbito laboral dentro de los hogares, situación que generó una serie de dificultades importantes, trastocando de suyo el sentido de nuestra tarea docente. En alguna medida, el hecho de vivir en una sociedad desigual, se nos hizo “carne” en la inequidad que se expresaba en las herramientas con las que contamos para poder trabajar (en el caso de los docentes) y para acceder a la educación (en el caso de los estudiantes).[2] Estas diferencias se agudizan y quedan a la vista, irremediablemente, entre los estudiantes de escuelas públicas y aquellos de escuelas privadas. La otra cuestión que debemos remarcar como “problemática” es la conectividad, que si bien llama la atención que debamos preocuparnos por ello en estos tiempos, la realidad es que aun en esta situación de necesidad urgente y generalizada, no existe una forma más difundida de imponerle a las empresas prestadoras del servicio de Internet la gratuidad para los sectores más vulnerables de la provincia.
Ahora bien, como docentes, el punto de mayor controversia y elucubraciones que se profundizaron en este contexto, tuvieron (y tienen) que ver con la didáctica. En pocas palabras, de una didáctica de la presencialidad, de hábitos, de rutinas,malas o buenas, más o menos eficaces, pero que respondían a la forma de trabajar que conocíamos, que existía, hubo que pasar de a la virtualidad, a la “escuela remota”, sin opción, tuvimos que adaptarnos a “los nuevos tiempos”. Da la impresión de que muchos de nosotros, en un comienzo, tuvimos intención de replicar lo que hacíamos en la presencialidad a través de medios virtuales, sin advertir del todo que una educación a distancia tiene otras características, otras especificidades. Sin embargo, no estábamos preparados, ni entrenados para dar una buena respuesta a esta forma de trabajar y por ello surgieron dificultades, cuestionamientos, miedos que, con el paso de los meses se intentaron (intentan) mejorar. Los docentes hemos ido ajustando las propuestas al formato virtual, y se puede decir que, en ese camino aun estamos…
En ese marco, una cuestión que generó mucho ruido fue lo que vino en el segundo momento de “la escuela remota”, cuando se evidenciaba que no volveríamos a las aulas ni aun después de las vacaciones de julio,y es la denominada “evaluación formativa”, acompañada del corrimiento o “desaparición” de la evaluación numérica para calificar las actividades de los estudiantes. La “evaluación formativa” generó muchísimas resistencias al interior del cuerpo docente, y la pregunta que corresponde hacernos es ¿por qué? A nuestro criterio, debido a que está muy instalado en los hábitos de la práctica docente el hecho de medir el aprendizaje en números y ello, sin dudas, se vincula con una visión meritocràtica de la educación, tanto a nivel grupal como individual: cada estudiante alcanza o no la acreditación de sus saberes según determinado número que obtiene en su calificación de las tareas realizadas. Y en relación a ello, los tiempos están segmentados de manera muy precisa, y el estudiante que no llega en determinado tiempo a desarrollar una actividad, o un aprendizaje, tiene que recuperar o repetir el año. El punto es que ese sistema de evaluación está tan instalado, es una práctica arraigada de tantos años, que cuando se plantea la oportunidad de que el estudiante puede revisar un contenido hasta aprenderlo, los esquemas habituales estallan por los aires. Así las cosas, algunos docentes planteaban: “yo les voy a poner nota, pero cuando tenga que dar una devolución les voy a decir la escala que están proponiendo desde la dirección; así un 8 va a equivaler a suficiente, y un 4 a insuficiente,por ejemplo”.En alguna medida, esto refleja lo mucho que nos cuesta pensar la forma de calificar los aprendizajes sino es con la escala numérica, y con una concepción meritocrática de la educación. Cambiar este sistema solo resultará posible si revisamos un conjunto de elementos de la enseñanza y el aprendizaje, y no solo la cuestión numérica, tan avalada en las escuelas.
Hacia una mayor democratización en nuestras comunidades educativas
Llegado el momento de apuntar algunas conclusiones no podemos dejar de afirmar que transitamos la Educación en un nuevo contexto y toda la ofensiva del capital que presenciamos intenta articularse a la Globalización del mercado financiero, las de cadenas de valor internacionalizadas junto a la creciente primacía de métodos de trabajo toyotistas, teletrabajo que, para algunos autores, dan nacimiento a lo que denominan “precariado”.
Más allá de la pandemia, junto a ella (o con la pandemia de pretexto), es importante señalar que nuestra “vieja Escuela” ya no se corresponde con el contexto llamado de globalización o mundializacion, porque para el capitalismo la Escuela está des-sincronizada. Se evidencia que el capital necesita otros docentes y otros alumnos acorde a sus necesidades;recordemos las palabras del ex Ministro de Educación Esteban Bullrich: “necesitamos jóvenes que se eduquen en lo imprevisible”,vale decir,un joven que debe acostumbrarse a la precarización en todos los sentidos. Por estas razones, no debiera resultarnos sorprendente que los cambios en la organización del trabajo docente y en la pedagogía sucedan con rápida velocidad, siendo el teletrabajo la llave maestra para implementarlos.
En esta dirección, no es novedoso que los dispositivos generados en el teletrabajo pretenden transformarnos en simples“ejecutantes de tareas”, o eufemísticamente, “facilitadores a merced” de… Junto a ello, existe toda una tendencia a reemplazar el vínculo social directo por lo impersonal de los dispositivos digitales que, en conjunto con el aislamiento del proceso de aprendizaje, de apropiación del conocimiento y la tendencia a la estandarización del mismo, derivan en un mayor aislamiento que quiebra la socialización y la organización, tornándonos individuos más vulnerables a las “ordenes” del Ministerio, Inspecciones, Direcciones, y donde nosotros mismos, como docentes, nos convertimos en victimas y ejecutantes hacia los estudiantes individuales (y también aislados).
Algo que nos inquieta en torno a lo que venimos reflexionando es si la “vieja Escuela” brindaba contención a los estudiantes y docentes, satisfacciones profesionales y de aprendizaje significativo, respectivamente. Es decir, ¿podemos defender la “vieja Escuela”, la de antes de la cuarentena? Creemos que era necesario modificar, reformular, varios elementos de la educación pre- COVID 19 y sin embargo, el punto oscuro del asunto es que nos están imponiendo esos cambios sin que ni docentes, ni estudiantes ni la comunidad de las escuelas, tome decisiones en torno a dicha trasmutación. En otras palabras: se nos está proponiendo una educación diferente en los hechos, pero sin cuestionar las relaciones socio-educativas que necesitan una modificación; no pasando a ser directamente digitales, conectivas, estandarizadas, algorítmicas y ¡de aislamiento! Sin dudas, con mayor vigilancia y control sobre los trabajadores de la educación y sin aprendizajes teóricos- prácticos- afectivos reales para nuestros estudiantes.
Tanto en la cuestión didáctica como en la de la evaluación, creemos que lo que puso en evidencia con mucha fuerza durante todo este tiempo es la contradicción existente entre las decisiones ministeriales y de la inspección, frente al trabajo que se lleva a cabo diariamente en las escuelas. Y esto refleja un problema del sistema educativo provincial (para no hablar de realidades que no conocemos bien), que es el de la verticalidad. Es decir, las decisiones en general se toman de arriba hacia abajo, y en consecuencia, muchos de los saberes que surgen de las practicas docentes son ninguneados, dejados a un lado, en esa toma de decisiones. A su vez, observamos un reforzamiento de dicha verticalidad por los dispositivos del teletrabajo, concentrados en frases del tipo: “solo los administradores pueden enviar mensajes”o “solo los administradores pueden editar archivos”, con lo cual se refuerza también la verticalidad en el vinculo Docente- Alumnos.
Finalmente, las dificultades que genera la verticalidad en el sistema educativo han llevado a que transitemos las escuelas secundarias en un permanente andar, y un fijar el camino “paso a paso”. A nuestro modo ver, este conjunto de contradicciones e incertidumbres que tanto malestar generan entre los trabajadores de la educación, máxime en los tiempos inéditos que atravesamos, deberían ser el punta pie parta construir /implementar mecanismos de participación tanto de docentes como de estudiantes (y las comunidades donde se hallan las escuelas), en las tomas de decisiones, y en la dirección que asumen las políticas educativas, paragenerar una cultura democrática mucho más fuerte que la que existe hasta el momento. Esto significa, dejar de hablar de la escuela democrática como objetivo, como proyecto, y comenzar a pensarla como situación presente. Ahora bien, conviene hacerse aquí la pregunta del cierre: ¿podremos a través de la crítica realizar la reforma de la escuela actual?
Referencias:
Balvidares, Dario (2019). La educación en la era corporativa. Buenos Aires: Ediciones Herramienta
Holloway, John (2020). “Es un momento privilegiado de terror y esperanza que hay que pensar”, en Comunizar. Disponible en: http://comunizar.com.ar/john-holloway-estamos-momento-privilegiado-terror-esperanza-pensar/
———————- (1988). La Rosa Roja de Nissan. Buenos Aires: Cuadernos del Sur Nº 6.
Klein, Naomi (2020). “Distopía de alta tecnología: la receta que se gesta en Nueva York para el post-coronavirus”, en Lavaca. Disponible en: https://www.lavaca.org/notas/la-distopia-de-alta-tecnologia-post-coronavirus/
Martínez, Oscar y Vocos, Federico (2004). “Nuevas estrategias empresarias y movimiento obrero. El caso del teletrabajo”, ponencia presentada en el 7º Congreso de Nacional de Estudios del Trabajo, Disponible en: https://www.aset.org.ar/congresos/7congreso.htm
[1]A propósito de la “subordinación al capital”, no podemos dejar de mencionar que el conjunto del empresariado nacional protestó, objetando ante el Gobierno de Alberto Fernández, contra la primer normativa que surgió del Congreso para regular el tele-trabajo: nuestra burguesía no quiere
regulación de ningún tipo, no quiere reversibilidad, en cambio, si quiere control absoluto del tiempo real de los trabajadores a partir del mayor disciplina miento que esta “nueva modalidad” supone. Véase: https://www.infobae.com/opinion/2020/08/15/teletrabajo-una-ley-innecesaria/.
[2] Agradecemos al profesor en Filosofía Noé Bondonequien compartió con nosotros algunas de las reflexiones que aquí se expresan, y con generosidad autorizo a que las hagamos públicas.
Fuente e magen: contrahegemoniaweb.com.ar