Las actividades implican el mismo objetivo, pero no son intercambiables
Cierra los ojos e imagina cómo será el futuro dentro de unos cientos de años.
¿Seremos viajeros intergalácticos? Quizás vivamos en naves espaciales, mundos submarinos o planetas con cielos púrpuras.
Ahora, imagina tu habitación como la de un adolescente en el futuro. Probablemente haya una pantalla brillante en la pared. Y al mirar por la ventana, quizá veas los anillos de Saturno, el resplandor azul de Neptuno o las maravillas del fondo del océano.
Ahora pregúntate: ¿hay un libro en la habitación?
Abre los ojos. Probablemente haya un libro cerca. Quizás esté en tu mesita de noche o debajo de la cama. Hay quienes solo tienen uno; otros tienen muchos.
Incluso en un mundo lleno de podcasts, todavía hay libros. ¿Por qué? Si podemos escuchar casi cualquier cosa, ¿por qué sigue siendo importante leer?
Como científico del lenguaje, estudio cómo los factores biológicos y las experiencias sociales moldean el lenguaje. Mi trabajo explora cómo el cerebro procesa el lenguaje hablado y escrito, utilizando herramientas como la resonancia magnética y el electroencefalograma.
Ya sea leer un libro o escuchar una grabación, el objetivo es el mismo: comprender. Sin embargo, estas actividades no son exactamente iguales. Cada una contribuye a la comprensión de diferentes maneras. Escuchar no ofrece todos los beneficios de leer, y leer no ofrece todos los beneficios de escuchar. Ambas son importantes, pero no son intercambiables.
Diferentes procesos cerebrales
Tu cerebro utiliza algunos de los mismos sistemas cognitivos y lingüísticos tanto para leer como para escuchar, pero también realiza diferentes funciones dependiendo de cómo estés absorbiendo la información.
Cuando lees, tu cerebro trabaja arduamente entre bastidores. Reconoce las formas de las letras, las asocia con los sonidos del habla, conecta esos sonidos con el significado y luego vincula esos significados con palabras, oraciones e incluso libros enteros. El texto utiliza una estructura visual, como signos de puntuación, saltos de párrafo o palabras en negrita, para guiar la comprensión. Puedes progresar a tu propio ritmo.
Escuchar, por otro lado, requiere que el cerebro trabaje al ritmo del hablante. Dado que el lenguaje hablado es efímero, los oyentes deben recurrir a procesos cognitivos, incluida la memoria , para retener lo que acaban de escuchar.
El habla es un flujo continuo, no un conjunto de palabras distintas. Cuando alguien habla, los sonidos se fusionan en un proceso llamado coarticulación . Esto requiere que el cerebro del oyente identifique rápidamente los límites de las palabras y relacione los sonidos con su significado . Además de identificar las palabras, el cerebro del oyente también debe prestar atención al tono, la identidad del hablante y el contexto para comprender su significado.
¿Más fácil?
Mucha gente asume que escuchar es más fácil que leer, pero a menudo no es cierto. Las investigaciones demuestran que escuchar puede ser más difícil que leer , especialmente cuando el material es complejo o desconocido.
La comprensión auditiva y la comprensión lectora son más similares en narraciones sencillas, como los cuentos de ficción, que en libros de no ficción o ensayos que explican hechos, ideas o cómo funcionan las cosas. Mi investigación demuestra que el género influye en nuestra forma de leer. De hecho, los diferentes tipos de textos dependen de redes cerebrales especializadas . Los cuentos de ficción involucran regiones cerebrales implicadas en la comprensión social y la narración . Los textos de no ficción, en cambio, se basan en una red cerebral que apoya el pensamiento estratégico y la atención dirigida a objetivos .
Leer material difícil también suele ser más fácil que escuchar, desde un punto de vista práctico. Leer permite avanzar con facilidad dentro del texto, releyendo secciones específicas si se tiene dificultad para comprender o resaltando puntos importantes para repasarlos más tarde. Por otro lado, un oyente con dificultades para seguir un punto específico podría necesitar pausar y rebobinar, lo que puede interrumpir la fluidez de la escucha y dificultar la comprensión.
Aun así, para algunas personas, como las que padecen dislexia del desarrollo , escuchar puede resultar más fácil. Las personas con dislexia del desarrollo suelen tener dificultades para aplicar sus conocimientos del lenguaje escrito a la pronunciación correcta de las palabras, un proceso conocido como decodificación . La audición permite al cerebro extraer significado sin el complejo proceso de decodificación.
Implicación con el material
Un último aspecto a considerar es la participación . En este contexto, la participación se refiere a estar mentalmente presente, concentrarse activamente, procesar la información y conectar las ideas con lo que ya se sabe.
Las personas suelen escuchar mientras hacen otras cosas, como hacer ejercicio, cocinar o navegar por internet; actividades que serían difíciles de realizar mientras leen. Cuando investigadores pidieron a estudiantes universitarios que leyeran o escucharan un podcast en su tiempo libre, quienes leyeron el material obtuvieron un rendimiento significativamente mejor en un examen que quienes lo escucharon. Muchos de los estudiantes que escucharon informaron realizar varias tareas a la vez, como hacer clic en sus computadoras, mientras se reproducía el podcast. Esto es particularmente importante porque prestar atención parece ser más importante para la comprensión auditiva que para la comprensión lectora .
Así que sí, leer sigue siendo importante, incluso cuando escuchar es una opción. Cada actividad ofrece algo diferente y no son intercambiables.
La mejor manera de aprender no es tratar los libros y las grabaciones de audio como lo mismo, sino saber cómo funciona cada uno y utilizar ambos para comprender mejor el mundo.
Este texto se publicó en The Conversation . Haga clic aquí para leer la versión original.





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