Page 1 of 29
1 2 3 29

Cuál es el país que más lee en América Latina, según el Cerlalc

Dos países limítrofes de América Latina son los más lectores de la región.

 

En Argentina, el 70% de la gente que lee lo hace por placer según un estudio.

 

A pesar de todos los pronósticos apocalípticos, leer un libro sigue siendo uno de los pasatiempos preferidos de muchas personas.

 

Es verdad que las ventas han caído, sobre todo las del libro impreso, pero también es cierto que estas todavía representan casi la mitad del mercado.

 

Los latinoamericanos permanecen como un público interesado en los libros, en especial en algunos países de la región.

 

Aquí algunos datos sobre los índices de lectura de libros en los países de América Latina.

Cuál es el país que más lee en América Latina

En 2021, la plataforma dedicada a la venta de libros Buscalibre informó que en Argentina y en Chile cada persona leía cinco libros al año, lo que colocaba a esos países en el primer lugar de América Latina. Los seguían México y Colombia con tres libros al año.

Los datos de esa plataforma coinciden solo en parte con los difundidos por el sitio Lectupedia en 2022, según los cuales Chile encabezaba el ranking con 5,3 libros por habitante, seguido por Perú (3,3), Brasil (2,5), Colombia (1,9), México (1,7) y Argentina (1,6).

 

Un trabajo con mucho más campo es el elaborado por el Cerlalc (Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe), un organismo intergubernamental auspiciado por la UNESCO, que confirma la preponderancia de Argentina y Chile a la hora de definir en cuál país de América Latina se leen más libros.

Una infografía del Cerlalc, publicada por el sitio Uvejota, detalla que España sigue al frente de los países de habla hispana que más leen con un 61 % (10,3 libros leídos por año), seguido por Argentina, primer país de Latinoamérica con un 55 % (5,4 libros por año) y luego Chile con 51% (4,5 libros leídos por año) .

 

El top seis de libros leídos de Latinoamérica lo completan Brasil con 46%, Colombia con 45%, Perú con 35% y México con 20% respectivamente. Una curiosidad de este estudio es que en la mayoría de los países, como Brasil, México o Chile, la razón de leer lo marca en un 50 % la búsqueda de conocimiento o razones académicas. Pero en el caso de Argentina, la principal razón de lectura de los libros que presenta la gente es «por puro placer», con un 70 %, razón también dominante en España, donde el 85% de los lectores dicen que solo lo hacen por placer.

 

Qué dicen las estadísticas en Argentina

Las estadísticas del Ministerio de Cultura de Argentina, en tanto, dicen que los argentinos compraron, en 2022, un promedio de 4,6 libros. Casi la mitad compró entre uno y dos; un tercio entre tres y cinco, y 20% seis o más libros.

 

Casi la mitad de los argentinos (48%) leyó libros impresos, mientras que un 20% lo hizo en formato digital, según el informe oficial. Entre los lectores digitales, el teléfono móvil es el dispositivo preferido para realizar sus lecturas, en lugar de la computadora.

 

Agrega que “los adolescentes y los jóvenes (13-29 años) son los grupos más lectores”. Y aclara que “estos rangos etarios coinciden con los de la educación formal y los géneros más leídos se corresponden con áreas de interés educativo, pero también con cómics o novelas gráficas y poesía”.

 

El Ministerio dice que “las personas leen principalmente por entretenimiento. Pero en adolescentes y jóvenes es muy importante el motivo ligado a la formación”. En 2022, un 77% dijo que el ocio era el principal motivo de sus lecturas.

 

Otro dato interesante es la cantidad de libros que los argentinos tienen en sus hogares. El 62% posee hasta 25 libros; un 23% entre 61 y 100, y solo un 11% dice tener una biblioteca con un centenar de ejemplares.

 

Entre los géneros, la narrativa ocupa el primer lugar, seguida por la historia, los textos y manuales escolares, los textos científicos, las biografías, el cómic, la autoayuda, la religión y la poesía.

 

En cuanto a los autores, una cuarta parte de los lectores dijo que seguía a los nacionales, mientras que el resto optaba por escritores de otros países.

 

El informe también destaca los motivos por los cuales los argentinos no leen libros. La falta de interés predomina en todas las franjas etarias desde los 18 años. La falta de tiempo es el principal motivo entre quienes tienen entre 30 y 64 años y el aburrimiento predomina entre los adolescentes.

 

https://www.clarin.com/informacion-general/pais-lee-america-latina-cerlalc_0_FsllJOdWff.html

Comparte este contenido:

Cambios didácticos en la alfabetización: de los métodos a las metodologías

Por: Luis Oscar Gaeta Durán

Es indispensable reconocer que tanto la lectura como la escritura se deben trabajar como elementos sustanciales para la emancipación…

En la década de los noventa, la forma de enseñar a leer y escribir en nuestro país se sustentó en el constructivismo, psicologismo y despreció el uso de los métodos (principalmente los de marcha sintética). Los cambios en materia didáctica obedecieron a las políticas educativas mundiales que fueron impulsadas por organismos internacionales (OCDE, FMI, BM); tales orientaciones abogaban por que los sistemas educativos se ajustaran a las demandas y cambios vertiginosos que la sociedad globalizada requería. Para ello, se atacó y desprestigió a la denominada escuela tradicional y sus formas de enseñanza, pues las consideraban anticuadas y opresivas, sobre todo, desvinculadas de los requerimientos que el modelo económico neoliberal imponía a la mayoría de las naciones. Para lograr su cometido, se apostó por una instrucción que posicionara al sujeto en el centro del ámbito educativo (alumnocentrismo), que tomara en cuenta sus gustos, intereses y opiniones, además, que prestara atención a la forma natural de aprender (por etapas y “a lo largo de la vida”), es decir, se buscaba la formación del sujeto neoliberal (individualista, egocéntrico, despolitizado, desvinculado de la sociedad y desinteresado de las problemáticas sociales y con un bajo nivel cultural).

Así, con el pretexto de que la instrucción directa (escuela tradicional) no tomaba en cuenta las condiciones del desarrollo psicológico de los educandos y despreciaba sus intereses (individuales), se institucionalizaron estrategias didácticas que subestimaban la disciplina, el valor del conocimiento y el aprendizaje de contenidos, pero procuraban satisfacer los deseos de los estudiantes para darles la libertad de realizar actividades escolares de acuerdo a su predilección o afinidad y, sobre todo, trabajar en un ambiente de convivencia. En ese sentido, la enseñanza de la lectoescritura sufrió un cambio radical, pues, en lugar de guiar la instrucción bajo los criterios y aportes de los métodos que por años habían demostrado ser eficaces, se optó por aplicar una serie de “metodologías” con poca evidencia científica y factual que demostrara su eficiencia y validez, además, en su aplicación u operatividad, parecían no tener un rumbo específico de inicio o fin, es decir, el docente, bajo el supuesto de dirigir su trabajo de acuerdo con las condiciones naturales de los niños y evitar ser coercitivo, se inclinó por llevar a cabo actividades diversificadas con poca o nula relación entre ellas, uso excesivo de estrategias lúdicas y falta de sistematización en la dirección de la enseñanza de la lengua escrita sustentada en un supuesto eclecticismo metodológico. Así, los trabajos escolares se caracterizaron por limitar el ejercicio de la escritura y la lectura, el desprecio hacia la copia de textos y desdén por la memorización y repetición. En su lugar, el empleo desmesurado de copias e impresiones, utilización de etiquetas (de bebidas gaseosas, jugos industrializados), recortes de anuncios de revistas y periódicos, así como, la falta de indicaciones o ejercicios que orientaran a los chicos para lograr una escritura más legible y la ausencia de tareas para practicar la lectura, fueron acciones que, en lugar de facilitar el aprendizaje de la lectoescritura, generaron retraso en la adquisición de la lengua escrita, en otros casos más severos, por ejemplo, se pudo detectar a chicos en sexto grado de educación primaria sin leer y escribir de forma convencional o con grandes deficiencias.

Estas condiciones de enseñanza se repitieron a lo largo de aproximadamente treinta años (periodo del régimen neoliberal en nuestro país), y fueron las causantes del bajo rendimiento académico de los estudiantes y el incremento del rezago educativo. Hasta el día de hoy, con la propuesta de la Nueva Escuela Mexicana, la orientación didáctica acerca de la lectoescritura parece continuar los parámetros que la pedagogía neoliberal arropó, por ello, resulta indispensable poner en el centro del debate si las llamadas metodologías de enseñanza (entre ellas el Aprendizaje Basado en Proyectos) seguirán impulsándose en el actual modelo educativo o, por el contrario, se optará por reconocer la eficacia de otras maneras de instruir que, antaño, ya fueron empleadas y dieron buenos resultados; finalmente, es indispensable reconocer que tanto la lectura como la escritura se deben trabajar como elementos sustanciales para la emancipación de las clases populares, como herramientas para buscar alternativas que permitan afrontar las diferentes formas de dominación y explotación y, sobre todo, para lograr la transformación social.

Fuente de la información e imagen:  https://profelandia.com

Comparte este contenido:

Lectura y disidencia: una casa llena de espectros

«Repensar el concepto expandido de lectura para considerarla un acto de empatía que nos permite leer y resonar con esas otras personas humanas y no humanas con las que estamos entrelazadas. Resonar, leer esos yo-textos-cuerpos que sufren, que faltan…», escribe Martha Riva Palacio Obón en este texto invitado, y recuerdo a la editora maorí, Eboni Waitere, reclamando más publicaciones de escritoras y escritores de pueblos originarios en donde se cuenten esas historias que faltan, que narran su identidad, pero también cualquier otra historia en donde esa identidad, originaria o indígena, no sea ya un tema.

Escuché a Eboni en una mesa sobre literatura infantil y comunidades originarias coordinada por Dolores Prades en la más reciente edición de la Feria del Libro Infantil de Bolonia, realizada del 8 al 11 de abril, en la que también participó Aviaq Johnson, escritora inuk, de Canadá; Nat Cardozo, autora uruguaya, cuyo libro Origen (Zorro Rojo, 2023), inspiró el tema de la mesa; Nicola Robinson, directora de publicaciones de la Indigenous Literacy Foundation (ILF) de Australia, una invitada de último momento pues el día anterior se anunció que esa organización ganó el Premio Memorial Astrid Lindgren 2024; además de los escritores David Unger de Guatemala y Victor D. O. Santos de Brasil, ambos radicados en Estados Unidos; y el editor estadounidense Jason Low.

Eboni Waitere. Foto: Priscilla Brossi.

Allí, Eboni Waitere, editora y directora de Huia Publishing, que desde 1999 publica libros con la perspectiva de los pueblos del Aotearoa (Nueva Zelanda), empezó por ponerse de pie para agradecer la invitación y honrar el maorí, el idioma de sus ancestros (los fantasmas que la habitan, diría Martha), en resistencia a los relatos unívocos y totalizadores en donde una lengua, como el inglés, impone un mundo, destruye otros. «Relatos que destruyen y silencian a otros…», de nuevo anticipando el texto de Martha.

Fue precisamente porque se trataba de una mesa que puso el foco en los pueblos originarios, históricamente víctimas y sobrevivientes de genocidios, que pedí un minuto de silencio para recordar a los ya 14 mil niños, niñas y adolescentes, desde recién nacidos hasta chicxs de 17 años, asesinados por el Estado de Israel en Gaza, según cifras de UNICEF. Crímenes calificados por la ONU como genocidio (ataque directo, bloqueo de ayuda humanitaria, bombardeo a hospitales, desplazamientos forzados…).

Hasta donde pude ver, y lo comento para dar continuidad a las entradas que he publicado en los últimos meses contra la guerra y, en particular, a propósito de la Carta por la Solidaridad con Palestina en la Feria del Libro Infantil de Bolonia, sí hubo otras muestras de solidaridad con Palestina en la Feria, volantes, carteles y retratos de niños y niñas palestinos en «el muro de los ilustradores» (varias paredes en donde pegan libremente muestras de su trabajo). Y la feria donó un stand para la iniciativa de Sarah Mazzetti y Andrea Antinori «Drawing for Palestina» en el que ilustradorxs donaron originales para recaudar fondos para la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo).

«Contar con esta plataforma requiere tomarlo con detenimiento y cuidado. Es necesario hacer una pausa, abrir espacio para reconocer todas esas voces-cuerpo que mientras hablo están siendo violentadas, suprimidas. Palestina, México, el mundo… Aquí, ahora… aquí les evoco y trato sin conseguirlo hacerles presentes», fueron palabras en el discurso de agradecimiento de Martha Riva Palacio cuando recibió el Homenaje de la Feria Internacional del Libro de Oaxaca en octubre del año pasado.

En esas palabras, que dialogan con las de su texto invitado, se pregunta «una y otra vez cómo narrar para las infancias y adolescencias, cómo hacer poesía y enunciar al mundo con toda su incertidumbre y belleza terrible en un territorio sembrado de fosas clandestinas donde hay más de cien mil personas desaparecidas. Muchas de ellas jóvenes y niñes. ¿Cómo escribir en tiempos de odio, de esclavitud, trata y madres rastreadoras? ¿Cómo narrar la crisis climática y las extinciones masivas? Muchas veces digo que ante esto que nos parte el corazón y desborda, siempre tendremos la posibilidad de asumirnos como testigos. Rendir testimonio por mí y nuestros vacíos y ausencias. Habitar esta casa embrujada… Como he mencionado en otros espacios, la escritura tiene una dimensión: crea entrelazamientos y disyunturas que nos permiten habitar de forma simultánea en distintos puntos del espacio – tiempo y ser multitud. Escribir para crear refugios: eso es lo que me impulsa a seguir buscando nuevas formas de estar presente, de rendir testimonio. Aquí es donde surge la esperanza, porque me rehúso terminantemente a aceptar que somos únicamente lo que dicta un sistema, un régimen mundial que se rige por la pulsión de muerte, el dinero y el goce».

https://web.facebook.com/v2.3/plugins/post.php?app_id=249643311490&channel=https%3A%2F%2Fstaticxx.facebook.com%2Fx%2Fconnect%2Fxd_arbiter%2F%3Fversion%3D46%23cb%3Dfdbb451c8af29532e%26domain%3Dlinternasybosques.com%26is_canvas%3Dfalse%26origin%3Dhttps%253A%252F%252Flinternasybosques.com%252Ff5d1c7ceb572ff68b%26relation%3Dparent.parent&container_width=0&href=https%3A%2F%2Fwww.facebook.com%2Flinternasybosques%2Fposts%2Fpfbid0sFHYCeX5BcacLrP4jHE7cGkAyzMNaspNLJVo6QfqYoCAK3kULApr3VbWNZTX4Tfkl&locale=es_ES&sdk=joey&width=552

Y continúa: «Recuperar la alegría, el amor, la esperanza, la ternura, todas esas palabras que nos da vergüenza pronunciar en voz alta porque nos han dicho que son ridículas pero que en realidad son parte de la resistencia. Creo que mi reto ahora es poder resonar, volcarme al mundo. Poner la voz, el cuerpo y sobretodo, escuchar. Nombrar con todas sus palabras nuestros duelos individuales y colectivos, ausencias, fantasmas, presencias inquietantes y seguir escribiendo hasta aprender cómo puedo seguir siendo furiosamente, feroz y destolongadamente esperanzadora».

Luego de regresar de aquella Feria, el 20 de octubre de 2023, publiqué la carta «Investigadores y activistas por la defensa de la niñez en Palestina» y la «Declaración de IBBY sobre la situación en Israel y Palestina». Entonces Save the Children contaba 3 mil 200 niñas y niños asesinadxs, ya entonces un infanticidio, la cifra actual supera cualquier tipificación.

Nuevamente invito a la comunidad lectora de este blog a que aproveche los distintos espacios privados y públicos que habitamos en favor de la niñez (ferias del libro, festivales, presentaciones, talleres, espectáculos… todas instancias a favor de la paz) para denunciar la violencia que siguen padeciendo niñas, niños y jóvenes en cualquier parte del mundo pero, en estos momentos, especialmente en Gaza.

Y agradezco a Martha su generosidad, siempre, permitiéndome publicar este ensayo que evidencia una poética de iteraciones, que se piensa a sí misma, y conversa con el pensamiento posthumanista y feminista contemporáneo (algo todavía poco habitual en el campo LIJ), y que escribió como ponencia para el Encuentro de Promotores de Lectura 2023, realizado por la Fundación SM en el marco de la Feria Internacional del Libro de Oaxaca.

«Leer es rendir también un testimonio, volvernos testigos de una voz, un mundo…», escribe Martha, y nos invita a imaginar un mundo disidente del antropocentrismo, una casa memoriosa, una lectura llena de grietas que complejice y estreche, haga más permeable, nuestras relaciones con todos los seres.

Adolfo Córdova

Fuente de la información e imagen:  https://linternasybosques.com

Comparte este contenido:

Lectura, escritura y libertad

Por: Silvia Valle Tépatl

Con la escritura inicia la historia, pues la representación de los sucesos dio lugar a conservar vestigios de los hechos. Quedaron registrados el lugar, el tiempo, las acciones, la emoción que acompaña el sentimiento humano, porque la escritura como representación de nuestro pensamiento también recoge la emoción de quien dice algo de manera escrita. En la producción académica en torno a cómo las niñas y los niños aprenden y se apropian de la lengua escrita, destacan las de Lev Vigotsky (1885-1934), con la teoría sociocultural, y la de Jean Piaget (1896-1981), quien inspiró a Emilia Ferreiro a desarrollar su propuesta sobre la psicogénesis de la lengua escrita (1983).

Las nuevas propuestas pedagógicas que estos desarrollos teóricos han generado sobre el aprendizaje de la lectura y la escritura no han sido suficientes, pues al paso del tiempo su apropiación sigue siendo una tarea compleja. ¿Cuántos no recordamos el pánico de la hoja en blanco? Pensar qué, para qué o para quién escribir; imaginar el tipo de mensaje que emitiremos de manera gráfica y entendible para quien lo lea, son tareas que en muchas ocasiones se tornan complicadas.

Sea por el tipo de escuela o por las formas de enseñar y aprender en las aulas, constantemente se ven a la lectura y escritura separadas del contexto y de la realidad de quien aprende, pasando por alto que tienen que ver con lo que pensamos, con lo que sentimos, con lo que sabemos, con nuestra experiencia de vida y con lo que observamos en un tiempo y en un espacio determinados; en síntesis, tienen que ver con lo que somos. Para escribir y leer recurrimos a la parte cognitiva, pero también evocamos lo social, lo que hay a nuestro alrededor en nuestra cultura y ambiente: familia, amistades, compañeras y compañeros de escuela, comunidad y lugar donde vivimos.

Cuando hablamos de lectura y de escritura nuestro pensamiento nos remite a la escuela; sin embargo, el desarrollo de ambas habilidades rebasa sus fronteras, porque las encontramos, entre otros sitios, en la casa, los comercios, en los empaques de los productos que con- sumimos, en los nombres de las calles, en los anuncios, y en nuestros teléfonos celulares. No obstante, la escuela es un espacio privilegiado para propiciar el gusto y apreciar el placer por la lectura y la escritura.

Esta concepción es considerada por la Nueva Escuela Mexicana en el currículo actual, pues además de demandar la participación activa y comprometida de estudiantes, docentes, familias y autoridades educativas para que niñas, niños y adolescentes desarrollen su autonomía, su pensamiento crítico, y vivan en armonía con la naturaleza, propone como estrategia didáctica el trabajo por proyectos y un eje articulador –Apropiación de las culturas a través de la lectura y la escritura– que promueve una alternativa viable para darle a la lengua escrita su papel central.

Propiciar que niñas y niños lean y escriban, ayudar a mejorar los textos de las y los jóvenes, es procurar una sociedad más justa y libre, formar ciudadanas y ciudadanos críticos y transformadores de su realidad.

Editorial publicado en Boletín ‘Educación en Movimiento’ del mes de abril de 2024 de Mejoredu.

Fuente de la información:  https://revistaaula.com

Comparte este contenido:

Opinión | Los libros como amistad, meditación y erotismo

Por:  Andrés García Barrios

 

En esta nueva entrega de la serie «Testimonio de un autodidacta», Andrés García Barrios reflexiona sobre el hábito de la lectura en el marco del Día Internacional del Libro.

Testimonio de un autodidacta

De niño, si algo aprendí de los libros fue a no leer. Cerrarlos era el mejor momento; abrirlos, el peor. Y durante muchos años siguió siendo así. Elegir un título, recorrer las primeras páginas, quedarse dormido: tal era la rutina inevitable. ¡Ah, y al despertar, sentir culpa! Hoy ya no me duermo al leer, pero me costó mucho trabajo lograrlo.

En general, los grandes amantes de los libros no dan ninguna importancia a la lectura por obligación; en cambio, sí comparten la mística que ve en el libro un lugar de reunión de todo lo humano, incluyendo lo humano que hay en aquellas personas que nunca leen.

Decir que alguien es un “burro” por no leer es como decir que es un burro por no haber ido nunca al mar, por no haber comido gusanos de maguey o por nunca haber dormido bajo la lluvia. Cada uno tiene la lectura de la realidad que le ha tocado, cada uno ha posado las manos sobre el braille del mundo a su manera.

Mis hermanas y hermanos, mis padres, leían mucho. Yo era el más flojo. Antes de los quince años sólo había leído El libro de la selva, de Rudyard Kipling, que tuvo su importancia por haber sido el primer libro que yo mismo me compré; y Los hermanos Karamazov, de Dostoievski, cuyas páginas todavía resuenan en mí. Pero a esa edad ─los quince, digo─ la apatía dio un vuelco: un brote de hepatitis me privó unos meses de lo que yo más amaba (mis clases de actuación teatral en un taller de adolescentes) y las compensé con lo único que desde mi cama podía suplirlas: libros de teatro.

Devoré todas las obras que había en la biblioteca familiar. Eran muchas, porque al parecer en sus años de casados, mis papás habían compartido el poco común gusto de leer teatro (tal vez lo hacían juntos, turnándose los personajes: puedo imaginarlos, a ella haciendo de Lady Macbeth, y a él respondiéndole con los parlamentos de su también malvado esposo).

Consumí las más de doscientas obras de teatro que había en mi casa, turnándolas con las que yo mismo empecé a comprar. Resultó una verdadera fiesta el encontrar las obras completas del dramaturgo italiano Luigi Pirandello ─a quien yo en ese entonces amaba sobre todos─ en tres tomos y al escandalosamente bajo precio de 189 pesos, más o menos el equivalente del mismo precio el día de hoy.

Llegó a ser tal mi avidez de lectura que algunos días devoré completas  hasta tres obras, ¡y de las de tres actos! En los recesos de la preparatoria me quedaba en el salón, leyendo, y en las fiestas me apartaba hacia una habitación tranquila o alguna escalera silenciosa para terminar mi libro. En un par de años recorrí la historia del teatro entera, desde Esquilo (el trágico griego) hasta lo más reciente del teatro mexicano del siglo XX, llegando a sentirme capaz de ordenar el gran drama humano en orden alfabético.

Aquel gran entusiasmo se acabó con el fin del primer amor. Roto el corazón, la lectura menguó: ya no servía de nada ser un intelectual. Sin embargo, ahora puedo afirmar que conocí la pasión de leer, la obsesiva dicha de irse por las páginas de un libro como hilo de media.

No me gusta venerar los libros, al menos no más que otras cosas. No me gusta valorarlos como si fueran entidades superiores o seres de una clase distinta. No me gustan, de hecho, los seres de una clase distinta. Entiendo que los libros, lo mismo que las piezas musicales y las obras de arte, son una especie de ser en transición entre una cosa y una persona, pero incluso a la gente prefiero no tener que rendirle ninguna pleitesía, y simplemente detesto ir a preguntarle a alguien ─sobre todo si es un libro─ si se puede uno divertir en su presencia. Jorge Luis Borges ─lector como pocos─ sugería “Si un libro te aburre, déjalo”. Así es: si no tienes ganas de leer, no leas. Confieso que mi autodidactismo me dicta lo mismo en cuanto a casi todo: si no tienes ganas de comer, no comas, y a final de cuentas, acota tu vida tanto como  quieras, igual que aquel hombre que decía: “A veces me siento y pienso. Y a veces nomás me siento”.

A mí, algunas de esas veces en que estoy nomás sentado, me dan ganas de leer. Y leo. Entonces, desde esa paz en que la lectura resulta algo todavía más quieto que simplemente estar sentado, todo mi derredor se transfigura en lo que me dicen las páginas.

Mucha gente asocia el autodidactismo con los libros. Les dices: “Soy autodidacta” y te dicen “Yo también, me encanta leer” o “Hice tres carreras pero lo que más me gusta lo aprendí leyendo”. Claro que se puede leer con actitud autodidacta, pero no son lo mismo: el autodidactismo tiene más que ver con aprender lo que amas: por ejemplo, resulta maravillosamente autodidacta darte cuenta de pronto de que lo que más te atrae de leer libros impresos es el ruido que hacen las páginas al pasarlas; o que no te gustan los libros electrónicos porque no tienen olor (como me hizo ver mi amiga María Teresa de Mucha); o que sí te gustan pero no para leer novelas, y mucho menos de suspenso, porque no puedes sentir su grosor ni saber si ya se acerca el tan inesperado final.

A mí me gustan los libros cuando me doy cuenta de que detrás de ellos hay alguien diciendo algo; y es que la verdad es que he elegido ser autodidacta porque lo que más me gusta de la vida es conversar (con las personas, con las cosas). Hay que entender que un texto no es sólo la transcripción del flujo del pensamiento de alguien, ni siquiera del flujo de su inconsciente o de sus emociones: en la escritura está también su cuerpo; más aún, está ahí toda la vivencia reunida hasta el momento de escribir. Por eso, al leer uno puede tener la clara sensación de estar con alguien.

Adquirir libros no es como acumular bienes sino como hacer amigos (perdón por el lugar común, pero es así). Una biblioteca es como un barrio. No hay nada más bullicioso que una biblioteca desordenada (como los amigos, que son todo menos ordenados: por eso el maestro Inchi Andrupanda Yanoandapata negaba que existieran círculos de amistades: la amistad nunca tiene un orden, decía). Una biblioteca bien ordenadita es como una escuela donde un maestro parsimonioso extrae los libros y los hace hablar uno a la vez. En cambio, entre amigos (o en un aula de clases que se les parezca) todos deberíamos hablar al mismo tiempo.

¡Los libros nunca están cerrados! Tal vez eso es lo que advertía la hermosa protagonista de los cuentos de La dama del lago que, en su locura, llenaba de libros el suelo alrededor de su cama, como si con ellos pudiera alejar alguna espectro: los libros eran guardianes siempre alerta.

Extrañar a un amigo es como tener perdido un libro en una biblioteca inmensa.  Por su parte, nuestros hermanos son ejemplares únicos, libros que no están en ninguna otra biblioteca más que en la nuestra.

Borges habla de un libro sin principio ni fin, un libro cuyas hojas son infinitas y se pierden en las manos como arena: una vez que extravías la página que estabas leyendo, no puedes volver a hallarla, por más que la busques. De esto se infieren muchas cosas: por ejemplo, que no tiene caso subrayar ningún fragmento que te guste: nunca volverás a encontrarlo.

Para mí, Dios es ese Libro de Arena que nunca se abre en la misma página. ¡Y claro que puedes anotar lo que diga, pero solo estarás perdiendo un tiempo precioso en el que podrías leer otra página igual de importante! De hecho, las frases de ese libro suelen colarse por nuestra memoria, e incluso confundirse con ella, como granos por nuestras manos, o mejor, como gotas de agua en el mar.

Con todo lo anterior, tengo de repente la clara impresión de que leer es la forma de meditación que caracteriza a esta parte del mundo que nos toca, a la que llamamos Occidente; Oriente elige otras formas, sin palabras, o mejor dicho, sin discurso. Sin embargo, hay varias cosas en las que ambos se parecen: para empezar, en lo que ─con imaginación bastante naive─ solemos creer que ocurre por dentro a quien lee o medita: así como este último, en su posición erguida y quieta, suele ser visto como alguien que ha quedado vacío y no alguien en profunda conmoción interna (que es lo que en realidad casi siempre está ocurriendo), así tampoco podemos percibir el torbellino que arrastra por dentro al que lee.

La particularidad de este tipo de meditación occidental es que es una forma de comunicación (de nuevo, leer es hacer amigos). En Occidente, meditar es llegar a nosotros mismos a través de otro y a otro a través de nosotros mismos. Mientras que en Oriente ─hasta donde he leído y me han contado ─ meditar es disolver la propia identidad en lo inefable, en occidente somos más de apapacho, de estar juntos.

Quién interrumpe a alguien que lee está interfiriendo en una conversación apasionante. Cuando intenta promover la lectura, Occidente está alentando esa conversación, sin embargo, no sé por qué la idea que se crea en la mayoría de la gente es que leer es una obligación, que es importante leer aunque sea sólo por el hecho de hacerlo, como una especie de superstición en la que someter los ojos al impacto de las letras es suficiente para que ese acto tenga sentido. Al menos desde que yo era chico, impera en el mundo una distorsión utilitarista, una confusión sobre la experiencia profundamente vivencial y de contacto humano que implica la lectura, y ésta se convierte en un acto mecánico, una acción rutinaria que puede fácilmente ser sustituida por cualquier otra (¿no es cierto que todos interrumpimos a alguien que lee, por cualquier banalidad?).

La obligación de leer se me figura un poco como lo que pasa con ese libro de arena borgiano ─a quien yo llamo Dios─, el cual podríamos consultar cada vez que quisiéramos, y al que en cambio acabamos teniendo terror y encerramos con llave en un armario oscuro. Esta alusión a lo religioso al hablar de los libros no parece estar fuera de lugar. Al re-ligar (volver a unir), una verdadera religión debería disolver fronteras, abrir espacios, ensancharnos, y no estrecharnos ni encerrarnos. Sin embargo, el rigor impuesto sobre la lectura desde la escuela y la educación autoritaria puede convertirse en un verdadero sucedáneo del terror eclesial, transformando a las bibliotecas en oscuras dictaduras teocráticas. ¿Consecuencia? Uno quisiera quemar los libros y festejar el triunfo del paganismo con música y cualquier otra cosa que no sea leer: disfrutar la calle, lo nuevo, el aire, el bullicio de verdaderos amigos…

Pregunta final: ¿Cómo hacer de un libro un verdadero amigo, de esos que puedes extraviar en medio de la fiesta, con la seguridad de que de nuevo lo vas a encontrar (a menos que le haya gustado a otro lector y se hayan ido juntos a su casa)? Y otras preguntas más, inevitables, dada esta última y sensual imagen: ¿por qué seremos tan celosos de nuestros libros, por qué nos costará tanta trabajo prestarlos y, una vez en nuestras manos, devolverlos a sus antiguos amantes?

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

Comparte este contenido:

¿Leer o no leer? Esa es la cuestión

Por: Mariana Sofía Jiménez Nájera

 

¿Continuar o dejar de leer un libro que no nos gusta? Los sentimientos negativos que emergen al sentirnos atascados con una obra pueden atrasar el progreso de convertir la lectura en un hábito.

 

Todos hemos estado en esa situación donde por fin nos acomodamos para dedicarle tiempo a la lectura con todas las comodidades del mundo a nuestro favor: una taza de té caliente, tu sofá favorito, silencio en tu hogar. Sin embargo, hay un pequeño gran detalle que puede arruinar esta experiencia, y es que el libro que estás leyendo no te gusta.

Que un libro no te guste es normal, y no hay un deber-ser o regla que indique cuál es la mejor opción para enfrentar este tipo de casos, sino que cada persona debe evaluar las razones que más se apeguen a su personalidad. Esto, con el fin de no cuestionarnos constantemente entre dejar o continuar leyendo una obra y alentar el proceso de convertir la lectura en un hábito.

Como la mayoría de las personas a las que les gusta leer han pasado por situaciones similares a esta, existen opiniones diferentes al respecto. Mientras que una de las resoluciones más populares es aumentar la cantidad de libros leídos, siempre van a existir lecturas que a pesar de ver la sinopsis antes de comenzar, la cual parece atractiva o la recomendación entusiasmada de tu amigo sonaba increíble, no serán de nuestro agrado. Por lo que al ser lectores y comprometernos con la lectura nos preguntamos: ¿lo dejo o continúo?

La lectura, esencial en la educación y muchas veces parte del trabajo de miles de personas, también es un hobby para muchas personas; y un pasatiempo no debe de ser tedioso ni provocar sentimientos negativos (ya si debes leer para sacar una calificación aprobatoria o por cuestiones laborales, es otra cuestión). Sin embargo, ambas posturas: continuar leyendo o no, aunque no lo creas, tienen sus beneficios.

¿Y si lo abandono?

En un mundo lleno de expectativas y perfeccionismo mostrado constantemente en redes sociales, sería inaudito dejar el libro que explícitamente pusiste en tu lista por leer en aquella story de Instagram y no acabarlo.

Inventarte excusas, reemplazar ese tiempo procrastinando o plenamente evitar el libro, pueden ser tus señales para dejarlo. La idea no es que sea una obligación, sino una actividad recreativa para relajarte, aprender cosas nuevas o fomentar el hábito de la lectura. Especialmente, si estás comenzando con integrarla en tu rutina, dejar un libro con el que estás batallando por continuar es una buena opción, ya que al forzarte estarás inculcando en ti mismo que leer es una tarea difícil y aburrida en vez de placentera.

Mientras que a lo largo de la vida estudiantil a veces se nos imponía un libro o si no reprobábamos, ten en cuenta que mientras que estés leyendo sea por placer, no habrá repercusiones, lo dejas de lado. Puedes buscar otra recomendación o incluso seguir adelante con tu pila de libros que están pendientes y olvidarte del que dejaste o incluso retomarlo tiempo después.

La idea es que un libro no alente tus propósitos lectores o que retrase la construcción de este hábito. Recuerda que mientras que aquella obra no te gustó, puede ser que lo siguiente que leas pueda ser una experiencia transformadora que te brinde tranquilidad, enseñe algo nuevo o simplemente disfrutes.

“Entre tantas distracciones y exigencias en nuestra vida diaria, leer ya es lo suficientemente difícil. El libro que leer no debería hacer ese esfuerzo más difícil”.

 Ginni Chen.

 …¿Y si continúo?

Puede ser que seas una persona que realmente disfruta de los retos, aunque te sea difícil seguir adelante con una lectura que te disguste, existen beneficios al continuar sin que sientas que todo está perdido.

Estarás abriendo tu panorama lector hacia nuevas maneras de escribir e historias a las que no estás acostumbrado. Incluso, te estás regalando la oportunidad de explorar nuevos géneros a los que, probablemente, encuentres obras de ese estilo que sí sean de tu agrado.

La paciencia apremia. Estarás entrenando tu resiliencia para leer obras que no sean de tu agrado y, aun así, comprenderlas o facilitar la resistencia hacia lecturas que te parezcan tediosas o aburridas, por ejemplo, algún ensayo larguísimo y aburrido o una investigación científica difícil de comprender para tu trabajo. También, es posible que aquello que leas no  te guste al inicio, pero al seguir progresando puede que te topes con tan solo un capítulo tan interesante que haya hecho que toda la experiencia haya valido la pena.

De igual manera, si esta actividad ya se ha convertido en un hábito en tu vida diaria, con el paso del tiempo será más sencillo pasar las partes aburridas, ya que tu tolerancia y velocidad al leer incrementará.

Al leer obras que no son de tu agrado, no solo aprenderás sobre nuevos géneros, maneras de escribir y autores. También te darás la oportunidad de hacer un análisis más profundo para conocerte a ti mismo con respecto a la manera en que criticas a un libro de acuerdo a la forma en que escribe el autor, sus valores y perspectivas. Al estar en desacuerdo, podrás comparar tus ideales con aquellos plasmados en la obra y entender el porqué estás en desacuerdo con el escritor.

Leer es beneficioso para todas las personas

A pesar de ambas decisiones, de las cuales no hay buena ni mala, lo más importante es continuar leyendo y recordar que aunque decidiste continuar o dejar un libro por otro, esta actividad trae consigo muchos beneficios. Algunos de ellos son:

  • Ampliación del vocabulario y mejora de la ortografía: Con la lectura se está más expuesto a nuevas palabras y por ende, tiene un impacto positivo en el vocabulario, ortografía y redacción de las personas.
  • Incrementa la concentración y habilidad para enfocarse: Al estar acostumbrados a los videos cortos e información rápida, leer hará que practiques tu concentración, en donde podrás permanecer enfocado por cada vez más tiempo.
  • Mejora el sueño: Leer en sí es una actividad relajante, y estudios revelan que integrarla en tu rutina antes de dormir ayudará a mejorar la calidad de sueño.
  • Promueven la empatía: Conocer nuevos mundos, personajes e ideales hace que las personas comprendan las situaciones planteadas en una obra literaria.
  • Impulsa y mantiene el funcionamiento cognitivo: Al tener que recordar detalles y situaciones del libro e imaginar escenarios, estarás ejercitando tu cerebro constantemente.

¿Ninguna de las dos opciones te convence? La escritora Nancy Pearl recomienda aplicar lo que ella ha denominado la regla de los 50: leer cincuenta páginas de un libro y al llegar a este número, preguntarte a ti mismo si te interesa realmente lo que está ocurriendo con la historia, algún personaje, te agrada la manera de escribir del autor, etc. Si las respuestas ante estas preguntas son negativas, déjalo y comienza una nueva lectura.

No hay malas ni buenas respuestas, es el lector quien debe tomar la decisión final al momento de querer abandonar un libro. Es cuestión de cada persona elegir los beneficios que más se apeguen a su personalidad, y así como la gran diversidad de libros que existen, también existen diversas maneras en que las personas leen.

Cabe mencionar que al leer por tu cuenta te complaces a ti mismo y no a los demás; y mientras que una amiga te recomienda un libro que le guste, lo hará para que pases un buen rato y no lo opuesto, es válido que tengas sentimientos diferentes. Es importante no dejarse llevar por lo que decidan los demás, ¡elige lo que te haga sentir mejor y te ayude a alcanzar tus metas literarias!

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

Comparte este contenido:

Desafíos de la educación hoy

Por: Fernando David García Culebro*

“Educar es enseñar a cuidar y habitar el mundo”, explica Carlos Magro en: Diálogo con Luis Bonilla Molina.

 

El 26 de septiembre del año 2023, Otras Voces en Educación realizó un encuentro virtual donde Dialogaron Luis Bonilla Molina (director de OVE) y el profesor Carlos Magro.

Carlos Magro es presidente de la asociación de educación abierta, trabaja como consultor independiente en la educación. Es miembro del departamento de diseño, innovación y tecnología educativa de la Universidad Camilo José Cela. Es miembro del Consejo, asesor de cuadernos de pedagogía y miembro del grupo de investigación, conocimiento abierto para la acción social de la Universidad de Granada. Es miembro de aula blog y también del colectivo DIME. Ha sido director académico del instituto europeo de diseño, director de innovación de la Escuela de Organización Industrial, director de comunicación, marketing y proyección institucional de EOI y director de la oficina de información científica de la Fundación Madrid MAS, en la  Consejería de educación de la Comunidad de Madrid.

A continuación, transcribo la charla entre Luis Bonilla y Carlos Magro:

 “A Carlos lo hemos seguido ampliamente durante los últimos tiempos con la intención de que sea una de las personas que nos motiven a pensar y a discutir sobre la escuela  hoy”, comentó Luis Bonilla y, enseguida, cedió el micrófono y dio la bienvenida a Carlos Magro.

Pues muchas gracias Luis, un placer estar con vosotros y vosotras, como decía Luis, buenas tardes, yo creo que ya un poco tarde es para todos, yo estoy hablando aquí desde España, muy agradecido por vuestra invitación.

Traigo una presentación que les comparto para conversar con vosotros y vosotras. El título es demasiado ambicioso.

Los desafíos de la escuela hoy, que como podéis imaginar, pues puede ser todo, ¿no?

Es decir, es un título suficientemente amplio para poder hablar sobre casi cualquier cosa, porque son muchos los desafíos que tenemos por delante.  Trataremos de pensar los desafíos en distintos planos, más institucionales, más de aula, más de políticas, más locales, más regionales y globales. Bueno, voy a tratar de hacer un discurso lo más general posible, que permita que cualquiera que esté escuchando, le resuene algo, «le ayude a pensar», como decía Luis.

Sobre todo, en ¿cuáles son sus desafíos?, ¿con qué desafíos pensamos la escuela hoy y cómo podríamos enfrentarlos vosotros que nos estamos encontrando en este momento?

Voy a utilizar en esta charla  muchas citas de compañeros y compañeras, a los que leo y de los que aprendo mucho. Voy a comenzar con una de un libro de mi amigo Toni Solano, que es un director de un Instituto de secundaria de  Castellón, de España. Acaba de publicar un libro que se llama: Aula o Jaula.

Y he tomado una cita muy importante de este libro que viene un poco a incidir en una idea que me parece significativa. Que todos los que estamos en las aulas o que hemos pasado en ella, y todos los que  pensamos en la educación o que pensamos en la escuela lo tenemos más o menos claro, pero que muchas veces en el ámbito más social, no, no es tan claro, lo que es la complejidad de lo que ocurre en la escuela, la complejidad de lo que ocurre en un aula. Por eso esta idea de los desafíos, pues es casi todo, nos dice Toni: “el aula, no es solo el aula,  es más que la suma de todos sus elementos, el aula no es solamente eso que está ahí, sino son todos y cada uno de los estudiantes” y, eso ya complejiza muchísimo la  situación. No es solo un estudiante, ni treinta veces repetido, sino que son los treinta o cuarenta de manera heterogénea.

Totalmente distintos entre ellos, pero también un aula es todo lo que lo rodea. El aula no es el espacio con sus limitaciones de infraestructura, ni solo la  capacidad que tengamos de movilizar recursos;  un aula también  pueden ser los docentes y las  complejidades que acarreamos nosotros como profesores y profesoras,  un aula también es el equipo de educadores, un aula también es la infraestructuras de toda la escuela, un aula es también las familias y un aula es igualmente las administraciones educativas, es decir que, en el aula inciden una gran variedad de asuntos que hace que sea de gran complejidad.

Mi intención es bastante modesta, es invitarlos a pensar en la escuela, a pensar en vuestra escuela, en la escuela y en nuestras aulas y en los desafíos.

Estamos intentando pensar, no con la idea de eliminar la escuela tal y como la conocemos, no de acabar con ella, sino de  preguntarnos todas las veces que haga falta, ¿qué es aquello que hace que una escuela sea una escuela?, ¿por qué una escuela no es  solamente un lugar de aprendizaje?, no todos los lugares de aprendizaje son escuelas, la escuela tiene algo diferencial, por eso hay que hacernos esas preguntas,  ¿qué es lo que hace que una escuela sea una escuela?, ¿quién hace la escuela?, ¿o qué es lo que hace la escuela?, ¿qué tenemos que enseñar y qué pretendemos que se aprenda en la escuela?, ¿cómo tenemos que hacerlo?, ¿qué tipo de relaciones tenemos que establecer en las escuelas?,  ¿qué tipo de gobernanza?, ¿qué es lo que no funciona?

En nuestra escuela, que no será igual en todas, al fin y al cabo ¿cuáles serán los desafíos?

Por tanto, quiero invitarles a cuestionar la escuela en el sentido de hacernos preguntas sobre ella.

Pero también quería que esta reflexión sirviera para defender la escuela, no para defender el inmovilismo. Sino, también quiero invitarlos a cuestionar muchos de los cuestionamientos, de lo que se le achaca o se le acusa la escuela. En concreto, hay un discurso que nos recorre, y que a veces tiene algo de razón, pero no siempre, en el que se supone que la escuela es algo totalmente anticuada.

Una institución de otro tiempo, atrasada, inadaptada, que no se adapta a los nuevos tiempos y que, por tanto, pues casi, casi, no convendría  cambiar la escuela, que es lo que nosotros queremos, hacerla un poco mejor, sino casi, casi eliminar la escuela y empezar de nuevo o sin escuela, como nos dicen las corrientes más desescolarizadoras, muchas veces vinculadas a la tecnología.

Bueno, eso es lo que quiero presentar en esta  tarde, hacer un poco de teoría de la escuela en el sentido bueno de la palabra teoría, es decir, entender la teoría como pensar, y todos somos muy capaces de pensar y entender el pensamiento. La teoría, como la capacidad de hacernos preguntas, de dudar de lo que nos dicen, de lo que nos pasa, de lo que damos por natural;  desnaturalizar un poco la realidad cotidiana que nos encontramos en las aulas, pero también la que nos hacen vivir muchas veces.

Esto es un poco la idea inicial y, ahora bueno, comienzo citando a Joan-Carles Mélich que es un profesor de la Universidad dedicado precisamente a la teoría de la educación y me voy a subir a sus hombros un poco para tratar de empezar a pensar ¿qué es esto?, ¿qué es la escuela? Lo que podemos pensar de una manera más o menos ideal, todavía no bajada a tierra, a cuerpos, pero sí de una manera ideal de lo que es la escuela. Y Mélich tiene un libro precioso que se llama: La sabiduría de lo incierto, y tomo de ahí esta cita que dice: “no sé leer, ¿acaso alguien podría decir que sabe?”, dice: “nos pasamos la vida leyendo, pero nunca aprendemos. Nadie sabe leer porque la lectura no es una competencia que puede adquirirse de una vez por todas, sino una forma de vida, y nadie sabe vivir.”

Nadie sabe vivir, continúo yo, porque siempre asistimos a la primera, rodeados de ignorancia, de perplejidad. Y por eso precisamente somos humanos, porque tenemos dudas, porque no lo sabemos todo, porque tenemos ignorancia, porque tenemos miedos, pero eso es lo que nos hace humanos, porque no sabemos vivir. De hecho, vivir, existir es salir de uno mismo y enfrentarse a  esa incertidumbre en que nos encontramos. Bueno, pues es precisamente ese no saber vivir, ese no saber explicarnos las cosas que nos pasa, ese no saber leer el mundo que nos rodea y explicar el mundo, por lo que hemos inventado la escuela.

O sea que, la primera razón cuando nos preguntamos qué es la escuela es porque podríamos decir que la escuela está inventada, precisamente porque somos humanos, precisamente porque somos incompletos, porque nos faltan las palabras para explicar lo que nos pasa y lo que pasa alrededor nuestro. Bueno, pues para todo eso hemos inventado la escuela.

En esta misma línea, otra profesora de la Facultad de Educación de la Universidad autónoma de Madrid, Miriam Prieto, incide un poco en la misma idea cuando dice “la acción educativa nace de la condición del ser humano como sujeto inacabado”, es decir, si fuésemos perfectos cuando nacemos, no nos haría falta educarnos, pero porque no somos  perfectos, necesitamos educarnos, porque no estamos especializados en nada concreto, sino que tenemos capacidad, nuestra inteligencia, es una capacidad mucho más global, necesitamos la educabilidad, necesitamos educarnos porque con ella, con la educación, llega nuestra capacidad de llegar a ser algo distinto de lo que éramos al principio.

“Y de este principio, es de donde sale hoy o de esta condición de ser incompletos, de ser un ser humano inacabado”, dice Miriam Prieto, es de donde sale el principio fundamental de la educación, que es el principio que todos los maestros y maestras tenemos clarísimo, que es el principio de confiar siempre en las posibilidades del sujeto que se educa, de confiar siempre en las posibilidades, en este caso de nuestros estudiantes, en y también, la máxima finalidad que es educar sujetos comprometidos con el mundo, comprometidos con él, con la realidad que les rodea. Comprometidos con los otros.

Educar sería algo así como enseñar a habitar el mundo, porque no nacemos sabiendo.

Nacemos sin comprender el mundo, nacemos incompletos, y educar, sería dar las capacidades para poder habitarlo.

Un mundo habitable. Yo digo que algo es habitable, cuando algo es acogedor. Habitar el Mundo, es lo más parecido a aprender a cuidarlo.

Por tanto, educar sería enseñar a cuidar el mundo. Y es aquí, donde viene uno de los primeros desafíos que tiene la escuela hoy, y que ha tenido siempre, pero que desde luego tiene hoy.

Porque para cuidar, para cuidar algo, para cuidar el jardín, para cuidar a una persona, para cuidarnos a nosotros mismos, necesitamos prestar atención. Necesitamos poner nuestra atención en esa otra persona, jardín, objeto, lo que sea, y para prestar atención, es necesaria siempre una cierta pausa.

Es decir, necesitamos tiempo para cuidar el mundo, necesitamos tiempo si lo que queremos es aprender a cuidar en el mundo. Pero la escuela de hoy, precisamente es una escuela acelerada, es una escuela sin tiempo.

Luego aquí vemos ya un primer desafío, luego volveré sobre él, no lo voy a desarrollar más aquí, pero este desafío tiene que ver intrínsecamente con la función fundamental de la escuela y de la educación, que es esta función de enseñarnos a entender el mundo, a cuidar del mundo, darnos las palabras para poder describir lo que nos pasa, para entender a los otros. Bueno, para todo eso necesitamos esta capacidad importante que es humana, que es la atención y para eso necesitamos un tiempo que la escuela muchas veces, no lo tiene.

Desde ahí también nos podemos empezar a hacer preguntas, que es lo que ya nos proponía la escuela al principio, podemos preguntarnos ¿si hoy estamos educando a nuestros adolescentes, a nuestros niños, a los jóvenes, para cuidar el Mundo, es decir, si el tipo de contenidos, de dinámicas, de metodologías, de procesos, de valores que estamos transmitiendo en las aulas son valores para cuidar el mundo o no? O así podríamos sospechar  que, a veces, lejos de estar educando a las personas más jóvenes para que vivan unas vidas dignas y felices, igual les estamos educando con una serie de valores competitivos, consumistas. Con ello, también la sociedad va en contra de su propia supervivencia, de la supervivencia del propio planeta y del mundo. Luego ahí tenemos otro desafío importante, que es la sostenibilidad.

La pregunta que tenemos que hacernos, por tanto, también es ¿si la escuela hoy nos da las palabras que nos ayudan a entender El Mundo? darnos las palabras para entender El Mundo tiene que ver con muchas cosas porque es darnos un vocabulario para entender las violencias que nos rodean, pero también es darnos un vocabulario para entender los desafíos medio ambientales, pero también es darnos un vocabulario para entender los desafíos tecnológicos que están ahí.

Y estas son las preguntas que tenemos que hacernos, ¿si nos da tiempo la escuela para cuidar del mundo, para cuidarnos, si la escuela de alguna manera está iluminando la vida de los adolescentes, si la escuela es un lugar que genera horizontes de posibilidades?, O al revés, ¿si la escuela  coloca barreras, provoca exclusión?, ¿si da esperanza o al contrario?, ¿si es una fuente para algunos de desesperanza?

Es decir, con todo esto  ya empezamos a ver desafíos claros que vivimos en la escuela y que yo creo que están en el núcleo de mucho de lo que nos pasa y que yo quería plantear en este inicio de  esta charla.

Es cierto que llevamos muchos años  en  la mejora educativa, el cambio educativo tiene una larga tradición centenaria. De hecho, hay movimientos de reforma que todos conocemos que tienen ya más de 100 años, pero desde luego, en los últimos 20, 25 años, Estamos viviendo también un nuevo resurgir del cambio, la mejora, la transformación educativa. Y estamos viviendo un momento de reescritura, una oportunidad, podríamos decir de reescritura de la educación entre comillas tradicional. Y tenemos muchos ejemplos a nuestro alrededor. Basta con mirar la escuela de a lado, para ver esperanzas, como dice Axel Rivas, esperanzas practicables, inspiraciones que son alcanzables, que están ahí, que alguien ha hecho ya.

Todo ello, nos coloca en una oportunidad, y también en la responsabilidad de superar unas maneras de enseñar que sabemos que no terminan de funcionar por ser puramente transmisibles, que lo que generan muchas veces es un aprendizaje superficial que dificulta la transferencia de la vida real y lo que es peor, que provocan que la escuela finalmente sea una escuela muchas veces selectiva.

Es decir, que sirva para unos pocos, nada más, no para todos. Una escuela que muchas veces lo que ocurre en ella, es la  naturalización de desigualdades y deja fuera a muchos, o sea que, estamos en un buen momento, con muchas inspiraciones, un momento de transformación, pero también tenemos que ser conscientes de la responsabilidad que tenemos y también tenemos que ser conscientes de los desafíos  que ya hemos planteado.

Alguna de las paradojas que estamos viviendo es que, es un momento, como decía Toni Solano, “complejo” para la escuela,  porque plantea desafíos no solamente a los docentes, sino también a los estudiantes, a sus familias, a las administraciones, es decir, nos plantea desafíos a todos.

Hay desafíos que tienen que ver con El Mundo en el que estamos viviendo,  un mundo crecientemente desigual, un mundo en el que estamos viviendo una gran  desigualdad desbocada, donde crece cada vez más la distancia entre los que tienen mucho y los que no tienen nada, la distancia de los ricos y los pobres.

Una desigualdad que además genera polarización. Una polarización que en muchos casos no es igual en todos los países, pero sí a nivel regional. Esta desigualdad se produce   en Latinoamérica de similar manera que en Europa y en países asiáticos.  Por tanto,  la escuela en la que confiamos, en la que creemos, ofrece igualdad de oportunidades, y no en la institución desde el punto de vista de la meritocracia que se convierte en muchos casos, en un lugar de segregación, un lugar de desigualdad, un lugar que acrecienta las desigualdades desde el acceso a la propia escuela, porque hay diferentes redes escolares, porque no todos nos educamos con las mismas condiciones o tenemos las mismas oportunidades.

Vivimos un momento paradójico también porque a la propia escuela le estamos pidiendo cosas, sobre todo en los últimos 20 ó 30 años, a veces difíciles de compaginar. Porque le pedimos que transmita unos valores importantísimos, una cultura, una manera de entender El Mundo, pero al mismo tiempo le estamos constantemente pidiendo que transforme la sociedad, que forme a las personas que van a transformar una sociedad que no nos termina de convencer.

Otra paradoja también podría ser que  cada vez los niños pasan más años en los sistemas escolares, ya sea porque se incrementa la edad de entrada en preescolar, o bien porque conseguimos alargar la edad de permanencia en la secundaria o en la postsecundaria. Sin embargo, la sensación general es que cada vez, aparentemente se aprende menos.

Hay una especie de frustración, porque vemos que hay una brecha entre lo que vemos que necesitaríamos saber para manejarnos en un mundo de la complejidad que nos pone encima de la mesa la inteligencia artificial y sin embargo no lo logramos, como dice Juan Manuel Moreno:

 «Se ‘democratiza’ el acceso, aumenta el gasto educativo, se universaliza la educación básica y crece de modo espectacular la matrícula en educación infantil y en educación superior, pero proporciones inusitadas de alumnos continúan dejando la escuela sin ni siquiera saber leer y escribir correctamente en su propio idioma […] la llamada crisis del aprendizaje es la brecha creciente entre años de escolarización y el aprendizaje que realmente consiguen los estudiantes en esos años.»

Se anhela que sea extensible a todo El Mundo, sin embargo,  por ejemplo, la OCDE, señala algo que yo pongo entre comillas, porque también es una paradoja, que menciona “un aumento de democratización en el acceso a la escuela”, se generaliza prácticamente, aunque todavía nos haya recordado ayer mismo la UNESCO que estamos lejos de los Objetivos de Desarrollo para 2030, sigue habiendo 250000000 de niños que no van a la escuela. Y que, si queremos alcanzar los objetivos que nos hemos planteado en educación primaria, necesitaríamos acelerar muchísimo la escolarización y la finalización de esas etapas. Pero, bueno, podríamos decir que hay una mejora clara con respecto a hace 40 años, sin embargo, también vivimos una crisis de aprendizaje, donde parece que hay una brecha entre los años que pasamos en la escuela y los aprendizajes que tenemos o que queremos tener y que no llegamos a obtener, vemos como muchos chicos y chicas salen de la escuela sin las competencias mínimas para poder seguir desarrollándose a lo largo de su vida.

Otra paradoja u otro desafío podría ser esta sensación de insatisfacción  que viven los estudiantes, que viven las familias, pero que también vivimos los docentes. Este malestar que atraviesa tanto al docente como al discente, un malestar que crea en unos estudiantes y docentes, desenganche, desmotivación, un desenganche, una desmotivación que genera unas tasas de malestar en los últimos años, sobre todo, después de la pandemia, relacionados con la depresión y problemas psicológicos bastante fuertes en la escuela, tanto en estudiantes como en docentes, y una sensación  vivida por todos. Y también esa sensación de que la escuela no es un sitio donde se les escuche a los estudiantes, porque su voz no es tenida en cuenta.

De que lo que pasa en la escuela está muy desconectado de sus preocupaciones, de sus vidas, de sus intereses. Todo esto provoca algo que atraviesa todos los sistemas educativos y que para mí es uno de los desafíos, si lo miramos a nivel sistema, pero que tiene un impacto en el aula en lo que podríamos llamar el fracaso escolar, la no titulación, los no aprendizajes, abandonar tempranamente la escuela, el abandono escolar. Bueno, pues todo esto, es una bomba de explosión.

Que además tiene un punto de inflexión en la adolescencia, en la secundaria, que es cuando precisamente los chicos y las chicas están en un proceso de transformación de su identidad, de su autonomía, de sus relaciones, etc. Y Allí debemos preguntarnos, ¿qué ofrece la escuela en ese momento?, ¿qué les ofertamos?, o es acaso una escuela que no es capaz de atender precisamente a ese proceso de diferenciación, de construcción de la identidad diversa.

En todo el mundo tenemos una discusión sobre la formación docente para este periodo, porque   la formación docente es insuficiente en relación al nivel  secundaria prácticamente de todas partes, por muchas razones.

Es un momento bastante complejo que genera uno de los desafíos más importantes para enfrentar todo eso. Y no me voy a extender aquí, pero sí un poco señalar que, hemos intentado en casi todos los países en los últimos 30 años mejorar lo que pasa en las aulas, mejorar la educación, mejorar los aprendizajes a través de unos currículos muy cerrados, una burocracia muy alta, un control excesivo hacia los docentes.

En una generalización de las pruebas estandarizadas y de la estandarización de la educación. Hemos pensado que haciendo del proceso, un proceso más fabril, más industrial, las cosas iban a funcionar mejor. Bueno,  nada más alejado de la realidad.

Sobre todo por lo que hemos dicho al principio, que si algo es la escuela, es un lugar de posibilidades y  la escuela tiene sentido porque somos incompletos, diferentes, humanos, frágiles. Y por tanto difícil de estandarizar.

El resultado de estos años en muchos lugares, que también se añade a esta desmotivación, es una escuela muy regulada, una escuela muy burocrática, una escuela muy presionada por todos, sobrecargada clarísimamente de muchas responsabilidades, porque la responsabilizamos de todo y en el fondo, es una escuela evidentemente muy desmotivada. Cuando digo escuela, me refiero también a los docentes.

Porque es un poco esa mirada que piensa que todo es una cuestión de tocar la tecla oportuna, de suministrar mediante unas metodologías concretas, unos currículos concretos, unos estándares concretos y unos conocimientos, ya saldremos de ahí. Sin embargo, al final tenemos un sistema que ha acrecentado más las tasas de fracaso y abandono escolar, de repetición o como queramos decirlo.

Un desafío entonces, es superar el fracaso, el abandono y la  repetición escolar, que tiene que ver con muchas cosas y esto es una misión muy amplia, pero desde luego, tiene que ver con las políticas educativas, tiene que ver con la financiación, con los recursos que tienen nuestras escuelas, tiene que ver con cómo hacemos la provisión educativa, tiene que ver con el currículum que  nos mandan implementar, tiene que ver con muchas de estas cosas, pero también (y esto sí que es un llamamiento directo) con vosotros como maestras y como maestros, tiene que ver también mucho con las prácticas de los y las Docentes, con las metodologías, con la manera que tenemos de medir, de valorar, de evaluar, de relacionarnos con nuestros estudiantes, de acompañarles cuando tienen dificultades.

Bueno, tiene que ver con lo que pasa fuera del aula, pero también con lo que hacemos o dejamos de hacer dentro del aula de manera individual o colectiva.

El caso es que estos desafíos nos llevan a poder afirmar algo,  que garantizar  hoy el derecho a la educación, no es solo garantizar la escolarización, es también garantizar el derecho a aprender, que va más allá del acceso a la educación. Nos hemos quedado un poquito en esta idea, de hace unos años en la que nuestra preocupación era garantizar el acceso a la escuela y con eso, parecía que bastaba. Bueno, ya sabemos que no es suficiente, por esa crisis de aprendizaje, por ese estar, pero no estar, por esas cifras altas de personas que están, pero que abandonan, que tienen fracaso escolar, que no aprenden lo que tiene que aprender.

Tenemos que pasar de una idea del derecho solo a la escolarización, a garantizar un derecho al aprendizaje. El aprendizaje que muchos alcanzan, pero otros no, y ahí es donde está el quid de la cuestión.

Es decir, tenemos que garantizar que la escuela que tenemos no excluya a nadie, no deje fuera los casos especiales, los problemas de aprendizaje que están atravesados por los problemas sociales, los problemas económicos, las condiciones de vida, y esto es muy difícil, es un gran reto, porque implica ser capaz de acompañar a todas y todos los que están en esa escuela y este es el gran desafío que tenemos en todos los sistemas educativos en este mundo.

Porque hay un problema donde podríamos decir que, siempre ha habido buenas escuelas para unos pocos o buena educación para unos pocos y pocas, pero nosotros queremos que la buena educación sea para todos y todas, y ahí es donde empiezan las dificultades y la complejidad.

Todos estos desafíos dialogan con la cita inicial, con la idea de que la educación es un asunto complejo y esto todos lo sabemos, pero es importante remarcarlo porque no valen estas recetas de sentido común entre comillas, que muchas veces los políticos en los cafés, en la familia, cuando estamos conversando con la gente que no es del gremio se mencionan y se dice que  esto se soluciona de esta manera. Bueno, el sentido común no es suficiente para resolver algo complejo, no hay soluciones sencillas para resolver alguno de los desafíos que aquí se han planteado.

Desde mi punto de vista, estos desafíos por su complejidad, deberían requerir distintas respuestas, a distintos niveles de aula, de metodología, de evaluación, de currículum, de financiación, de liderazgo, de trabajo en equipo, de gestión escolar.

Pero hay una cosa que está en la base, y es con la que empecé, que hay un problema en los últimos años de entender cuál es el sentido de la escuela. Por eso al principio decía, quiero invitarlos a pensar la escuela, a pensar ¿qué es la escuela?, porque creo que si tenemos un poquito más claro ese sentido de la escuela hoy, el sentido de la escuela en nuestro contexto, podremos atender las problemáticas, pero si no tenemos claro el sentido de la escuela, el sentido de lo que hacemos y de por qué estamos en la escuela, no se van a resolver nunca esos desafíos, estos que tienen, insisto, muchas variables, necesitan que nos planteemos seriamente el sentido de la escuela hoy.

La escuela debería ser un lugar donde los jóvenes negociasen significados y produjeran sentido a lo que les pasa, o sea, la escuela es un lugar para dar sentido a lo que me pasa como adolescente o como joven, como alguien que es incompleto, que está formándose.

En la escuela debería ser el lugar que potenciase ese deseo, aprender a lo largo de la vida. Y sin embargo, ¿qué ocurre muchas veces?, que para muchos adolescentes  es un lugar carente de sentido y que para muchos adolescentes lo que genera no es amor hacia el aprendizaje, sino desafección hacia el aprendizaje.

Hay un estudio muy interesante de las sociólogas Aina Tarabini y Marta Curran (2015), que han entrevistado a los adolescentes, donde llegan a estas conclusiones, muchos jóvenes de los entrevistados por ellas son muy críticos con los institutos, con las escuelas, critican los contenidos, critican la metodología, critican en el fondo la utilidad de la institución, la consideran una pérdida de tiempo. Bueno, esto nos tiene que hacer pensar en ¿cuál es el sentido de la escuela hoy? como adultos, como adolescentes y como jóvenes.

Esta falta de sentido, yo creo, que se ha ido incrementando en las últimas dos o tres décadas, que es justo cuando en el Mundo a nivel global, se ha ido incrementando más control, tratando de hacer de la escuela un lugar sin riesgo, un lugar más burocrático.

Una escuela acelerada,  una escuela que quería correr por cumplir los objetivos curriculares, por ejemplo, o una escuela que solo buscaba la utilidad, como si el fin de la educación solo fuese la utilidad, una escuela muy orientada a las credenciales, a los títulos. Bueno, esta falta de sentido, paradójicamente, se ha incrementado cuando hemos querido controlar más la escuela, y esto ocurre precisamente porque la educación no es solo aprendizaje, la educación no es solo unos resultados de aprendizaje, ni es solo unas habilidades prácticas para trabajar. La educación necesita siempre de un sentido.

Por tanto, necesitamos como maestros siempre hacer juicios, cuando estamos en el aula, cuando estamos educando, necesitamos todo el tiempo hacer juicios sobre ¿qué es lo educativamente deseable?, ¿cuáles son los fines que queremos lograr?

Solo cuando tenemos claro los fines que queremos conseguir con lo que estamos haciendo, entonces podemos tomar decisiones sobre qué metodología utilizar, qué proceso utilizar, qué contenidos poner en marcha, qué manera de evaluar. Pero antes tenemos que tener claro cuáles son esos fines y esto es una discusión que tenemos que tener a nivel aula, pero también a nivel escuela, pero también a nivel sistema.

Ese deseo de hacer de la educación algo sólido, algo predecible, algo libre de riesgos que ha caracterizado las políticas educativas mundiales, más o menos en los últimos 30 años, en el fondo está negado.

Porque la educación siempre trabaja con seres humanos y no con objetos inanimados que podemos estandarizar, y no podemos tratar a las personas como si fuesen objetos. Como dice Philipe Meirieu:  “no querer convertir la educación en algo medible, siempre objetivo, seguro, que no falla”. Es entender que no todo sale exacto y, esto lo hemos experimentado todos y todas, cuando preparamos una clase y las cosas no funcionan como lo hemos planificado, porque precisamente lo que tenemos enfrente son seres humanos con sus problemas que son distintos cada día y eso es lo que hace que la educación siempre sea difícil y compleja, porque educar al final siempre es tomar decisiones, tomar partido por algo, tomar partido por los valores que queremos en  cada aula.

Por tanto,  educar siempre conlleva un riesgo. Un riesgo que no se combate solo con evidencia científica, que no se combate solo diciendo que tenemos que esforzarnos más como docentes o que se tienen que esforzar más los estudiantes, ni se combate solo con más motivación, porque es un riesgo que es intrínseco a la propia educación y que tiene que ver con esta idea de que no estamos trabajando con objetos que se puedan moldear, sino con seres humanos que son seres de acción y de responsabilidad, y esto hace que muchos de los desafíos que tenemos sean especialmente complejos de  llevar adelante.

La escuela también debe ser un lugar  donde se  aprenda a prestar atención,  prestar atención a lo que nos pasa y a lo que le pasa a los otros, es decir,  cultivar una mirada atenta, pues la escuela es un dispositivo atencional. Y el tiempo que estamos en la escuela, el tiempo escolar, es un tiempo para prestar atención al mundo y prestar atención al mundo, es cuidar del mundo, cuidarnos, darnos tiempo, demorarnos en las personas y si aceptamos esto, bueno, pues nuestra labor sería algo en lo que podríamos caracterizarnos como maestros y maestras de la atención y todo nuestro trabajo sería nuestra capacidad para dirigir la atención, sostener la atención.

Para hacer al final de la escuela un lugar que no sea solo un lugar para el aprendizaje, una Comunidad de aprendizaje, que lo debe ser, desde luego, pero también una Comunidad de atención y de cuidados. Esto es muy importante, lo vivimos muy claro después de la pandemia, con esa otra pandemia afectiva que nos está tocando a todos.

Entonces, en primer lugar, para afrontar esos retos, esos desafíos, necesitaríamos darnos tiempo. Necesitamos una escuela que vaya un poco a contratiempo del mundo acelerado en el que vivimos, una escuela que sea un espacio de deshacer la desaceleración que nos permita precisamente reflexionar y pensar a todos, también a los estudiantes.

Necesitamos una escuela que vaya más allá de la cualificación, que no quede solo en dar conocimientos y capacidades y que tampoco se quede en socializarnos, que es muy importante, sino que también nos ayude a formarnos como personas y como sujetos autónomos.

Necesitamos una escuela que nos ayude a empoderarnos y que nos de capacidades, pero también que nos emancipe, que nos haga sujetos, insisto, autónomos e independientes, sujetos capaces de entender que no vivimos solos en El Mundo. Sino que nos ayude a pensar que  vivimos con otros.

Por tanto, estas serían las bases sobre las que tendríamos que afrontar los desafíos de la escuela pública, en el sentido de que sea para todas y todos, que sea integradora, que combata la segregación, que combata las desigualdades que tenemos en nuestra sociedad, y esto es fácil de decir, pero dificilísimo de hacer, porque requeriremos además, de pactos políticos.

Porque implica que todos anhelemos una escuela que sea respetuosa, que no deje a nadie atrás, por tanto que sea respetuosa con los ritmos de aprendizajes de las personas, que responda a los intereses de los estudiantes, pero al mismo tiempo que no abandone la pretensión de interesarles, de dirigir su mirada y su atención hacia otras cosas.

Una escuela que nos dé las palabras para entender el mundo y por tanto que trabaje unos aprendizajes esenciales, sensibles a lo que nos está pasando justamente a todos, que no deje a nadie atrás, que no sean solo unos aprendizajes tradicionales, hegemónicos, sino también de los grupos que están normalmente marginados, pero también de las materias que son importantes hoy, pienso por ejemplo en la tecnología.

Por tanto, una escuela que nos ayude a dar sentido, que ayude a los jóvenes a dar sentido a lo que les pasa. Y en eso tiene que ver mucho con el currículum y tenemos que entender que el currículum, claro, es un lugar de lucha y de poder, pero también es un lugar de oportunidades educativas, o sea, en el currículum tenemos nuestra historia, nuestros valores, pero también en el currículum tienen que estar nuestros futuros comunes y posibles, y esos tienen que ver con un planeta distinto, con unas relaciones de género distintas, con unas relaciones tecnológicas diferentes, con unas relaciones entre las personas diferentes. Y todo eso tiene que estar en el currículum, que el currículum no es solo la historia, ni el pasado, sino también insisto los futuros comunes.

Además del currículum, deberíamos pensar ¿qué metodologías son las más apropiadas? ¿Qué estrategias de enseñanza?, ¿qué estrategias de evaluación?, ¿cómo me organizo?, ¿cómo  fomento la participación?, ¿cómo fomento la participación de los jóvenes?, ¿cómo escucho su voz?,  ¿cómo les involucró en las decisiones de lo que hay adentro y también cómo escucho lo que está afuera?, porque como decíamos al principio, la escuela es también todo lo que está alrededor, es también lo que ocurre fuera del aula y fuera de la escuela. No podemos seguir (desde luego en una sociedad  como la actual, totalmente digital) pensando que lo que ocurre fuera, en la vida de los chicos y lo que ocurre dentro son espacios distintos.

 Vivimos en un ecosistema digital que nos obliga a repensar ¿qué pasa con sus vidas en términos de aprendizaje, cuando salen de la escuela?, ¿dónde aprenden?, ¿con qué aprenden?, ¿cómo se mueven?, ¿qué les interesa?, ¿cómo personalizan su aprendizaje?, ¿en qué lugares están aprendiendo todo eso que antes podíamos un poco dejar fuera porque no era algo que trascendiera dentro del aula? Por tanto, hoy es necesario incorporarlo a la escuela.

Por ende,  atender esos desafíos tiene que ver también con cómo pensamos la escuela en los contextos de vida por los que transitan las personas que están en ella y, esto tampoco es fácil, pero es importante.

Y tenemos que hacerlo sin  derribar la escuela, sino reinterpretándola, es decir, que hay cosas de la escuela que son importantes, por ejemplo, la escuela griega era aquel lugar que  daba el tiempo y el espacio desvinculado de la familia, del mercado y del trabajo, a algo más centrado en la protección. Entonces,  necesitamos una escuela que sea una pequeña frontera que dé un espacio de protección, con un tiempo más calmado.

Que nos permita demorarnos en lo que nos pasa, pero al mismo tiempo no podemos permitirnos el lujo de tener una escuela totalmente cerrada. Sino, necesitamos una frontera que sea una frontera más móvil, más abierta. Y como decía Marina Garcés: “educar es dar herramientas para leer el propio tiempo y ponerlo en relación con los que ya han sido y con los que están por venir, para vivir el presente”, pero dialogando con el pasado y con el futuro, es dar herramientas precisamente para comprender que el futuro no es inexorable sino problemático. Sujetos, sueños, utopías, esperanzas y posibilidades, que es lo que hace que la escuela tenga sentido ayer y hoy.

Por tanto,  tenemos que preguntarnos siempre ¿cómo educar?, ¿cómo educar a los que tenemos con nosotros y nosotras en un momento concreto de la vida? Bueno, muchísimas gracias.

Luis Bonilla- Muchísimas gracias, querido Carlos magro.

  • Decías que la escuela tiene que ser un espacio feliz. Yo fui maestro de primaria, 18 años, 8 años de primer grado. Y uno de los grandes temas que suele decirse en la escuela por docentes, por autoridades educativas, y en los grandes medios es que los jóvenes no están leyendo. Pero cuando yo visito las librerías, (y lo hago de manera asidua), veo que a veces la mitad o más de la mitad de quienes están comprando libros son jóvenes y niños, y entonces me les acerco y les pregunto ¿qué van a leer? ¿una novela de historia fantasiosa o algo de ciencia amena?, y les pregunto, ¿pueden llevar ese libro a la escuela? y me dicen:
  • “No, eso es para leerlo en la casa”.
  • Entonces, ¿qué libros les ponen a leer en la escuela?

Y por lo general me dicen: – “son muy aburridos, no me gustan, pero lo leo porque es una tarea que me colocan.»

Tiene que ver quizás con mucho de eso, que tú decías ¿cómo recuperamos una escuela que se conecte con la realidad?

(Continúa Luis Bonilla), A veces los maestros queremos que los jóvenes y los niños lean las cosas que nosotros leemos. Y tal vez sea bueno que lo hagan en algún momento, pero quizá el esfuerzo pedagógico es ir a sus lecturas, a lo que están leyendo, a lo que los anima para poder fomentar la lectura, que es hoy una gran preocupación, sobre todo,  la lectura comprensiva, porque además ahora la tecnología crea otras posibilidades cuando están forzados a leer determinado libro, ahora hay herramientas como ChatGPT, que hacen un resumen en un momento y entonces el muchacho puede engañar al docente, que quiere además dejarse engañar con una buena tarea, para que todos cumplan con una especie de cumplo y miento cumplimiento, y no de cumplimiento real.

Esto hace que la escuela también esté en crisis y sobre todo,  para quienes defendemos como tú y yo la escuela pública presencial, esto es terrible porque la única forma de salir de ese atolladero es volver a hacer la escuela más conectada con la realidad. ¿Qué piensas respecto a la lectura?, que es hoy titular, cuando se habla de la escuela en Francia, en Inglaterra, en Estados Unidos, en Panamá, en Brasil, en Venezuela, están hablando de la lectura como un gran problema del sistema escolar.

Carlos Magro- Sí, bueno, no soy un especialista, pero sí alguien muy interesado en el tema de la lectura y de la lectura en la escuela. Lo que describes es realidad, y tiene que ver con muchas cosas, pero, la escuela debería ser el lugar en este caso que fomentase no solo el amor al aprendizaje, sino el amor a la lectura, que fomentase lectores. Y muchas veces lo que ocurre es que lo que generamos es todo lo contrario. Es a fuerza de imponer una serie de lecturas que están en una especie de canon clásico que no queremos abandonar sin más mediación. Lo que generamos son adolescentes que no quieren volver a leer, y que ya no leen.

Cuando leen, porque les obligamos, lo pasan por el ChatGPT y se acabó. Esto es una desgracia y esto se vive efectivamente en todos los países. Aquí en España, por ejemplo, hemos pasado muchos debates este verano, y uno de ellos tenía que ver con la lectura en secundaria, sobre si tenían que leer a los clásicos como es El Lazarillo de Tormes o don Juan Manuel y la literatura medieval en chicos de 13 ó 14 años, porque así está aparentemente establecido. Tradicionalmente hay una lista de lecturas y evidentemente que todos queremos que los chicos puedan conocer ese patrimonio, puedan disfrutar de ese patrimonio de la lengua castellana, puedan disfrutar en algún momento de su vida, de la lectura por supuesto del Quijote, pero tenemos que preguntarnos ¿cómo tenemos que hacer esto?, y los especialistas en lectura saben que la mediación es fundamental, y que mediar entre el texto y el lector en estas edades es fundamental para dar contexto, para explicar, para acercar la literatura, para acercar esos textos complejos a los chicos, y que lo que no podemos hacer en ningún caso es imponerles las lecturas o dejarles solos con esas lecturas, que es lo que muchas veces ocurre.

Entonces, esto tiene que ver con esta idea de ¿cómo nos acercamos a su mundo?, ¿cómo somos capaces de dar respuesta a sus intereses?, en este caso de lectura, porque tienen intereses en lectura, pero al mismo tiempo somos capaces de provocarles interés por otras cosas. Y esa es la labor del maestro constantemente, es decir, ¿cómo retomo sus lecturas para desde ahí abrirles posibilidades que les conecte con otras lecturas, con otros mundos literarios?

Esa es una labor fundamental del maestro que no podemos esperar que suceda simplemente porque les obligamos a leer un texto solos en casa y luego que nos hagan un resumen, no, esto va  en contra de cualquier proceso realmente educativo en el ámbito de lectura.

Yo estoy muy a favor, por ejemplo, de la lectura de los clásicos, pero una lectura acompañada, una lectura en voz alta, una lectura en el aula, todos juntos, en la que la maestra y el maestro acompañan, pero no la lectura en soledad de manera obligada, porque eso va a generar probablemente todo lo contrario.

Sin embargo, hay grandes libros de literatura juvenil muy interesantes en estos momentos que los chicos y las chicas están leyendo, que merecen también estar en los centros educativos y en las aulas. Los docentes debemos hacer el esfuerzo por  incorporarlos, por seleccionar lo mejor de eso, para poder ofrecérselo en y por acompañarles y guiarles.

Yo creo que la mediación en la lectura, la guía en la lectura, el acompañamiento, la recomendación es fundamental, y esa es la labor de una maestra, un maestro que lo que quiere es fomentar el amor por la lectura.

Desde luego, la imposición de las cosas, se han hecho así, por mucho tiempo, pero probablemente tengamos que darle una vuelta.

Luis Bonilla- Qué bien, Incluso hay clubes de muchachos, por ejemplo, que leen Harry Potter colectivamente, la idea de no leer solos. Sin embargo, no logramos en la escuela motivar a esos clubes para leer El Lazarillo de Tormes. Yo comparto contigo que hay que ver cómo diseñar una estrategia, pero eso es parte de acercarse a ver ¿cómo están leyendo los jóvenes? y contrario al estereotipo, ya están construyendo mecanismos como el que tú señalas de lectura colectiva, quizás somos los mayores quienes tenemos otra forma de aproximarnos.

Carlos Magro-  Sin embargo, es uno de los territorios en los que más se ha avanzado, hay gente que ha hecho cosas de lo más interesantes de mediación en la lectura, con relato gráfico de ella, de la lectura multimodal, de la lectura con distintos soportes, es decir, hay mucha experiencia en ese ámbito, del cual podría aprender mucho la escuela, observando qué se ha hecho desde las bibliotecas, desde los colectivos juveniles para mediar y fomentar realmente lo que queremos, que es, fomentar la lectura y la comprensión de los textos.

Luis Bonilla – Yo creo que esto es muy importante,  una escuela que aprende y una escuela que genera curiosidad. Yo nací en 1962 y recuerdo que la escuela para mí era un sitio donde llegaba para entender muchas de las cosas que habían en casa, provengo de una familia trabajadora donde no habían muchos cachivaches, pero hoy que mi hijo es adolescente, y que le gusta poco ir a la escuela, tiene un buen rendimiento académico, pero le gusta ir poco, y un día conversando le preguntaba, pero ¿por qué no te gusta ir? Y me decía:

“Es que en la escuela no me enseña a entender nada, ni siquiera de lo que hay en la casa. No me enseña cómo funciona la consola de videojuegos, no me enseña cómo funciona la nevera, no me enseña cómo funciona el televisor, cómo funciona el celular”.

(Continua Luis Bonilla): – Yo creo que es un problema también de cómo lo que enseñamos está conectado al presente. La escuela tiene que  actualizarse mucho más rápido de lo que lo hace, es un esfuerzo enorme. Los maestros lo hacen, pero lo que tú decías, a veces la cosificación curricular no le da la suficiente libertad al docente para poder trabajar otros temas que son de actualidad y a veces el currículo está muy obsoleto, habla de un mundo que ya está desfasado porque la  aceleración de la innovación ya no es de 40 años, sino de ciclos de 3 a 5 años, y las reformas curriculares suelen ser de cada 10 años. Eso significa un envejecimiento del currículum muy rápido. Y también, ese es un problema de cómo la escuela vuelve a despertar la curiosidad y se conecta a los temas concretos de los muchachos. No sé ¿qué piensas de eso?

Carlos Magro – bueno, yo creo que una frase definitiva que mencioné de forma rápida al principio, es que, “tenemos que ser capaces de responder a sus intereses.” Esos son los intereses, por ejemplo, de tu hijo. Él tiene interés en cosas, quiere entender cosas, quiere entender cosas que le pasan o que están a su alrededor. Hay que ser capaces de responder a sus intereses, pero sin abandonar la pretensión de interesarles por otras cosas. Y eso sería el currículum más tradicional, probablemente las disciplinas, las cosas a lo mejor menos útiles, porque la escuela no es solamente un lugar para lo útil, también es un lugar para aquello que es inútil. En el fondo El Lazarillo de Tormes, probablemente sea inútil, no nos va a hacer la vida más fácil, ni mejor, ni nos va a convertir en mejores personas. Sin embargo, si nos va a ayudar a pensar de otra manera, si nos va a ayudar a entender otras cosas, si nos va a dar una manera de entender El Mundo.

Es decir, la escuela es un lugar que tiene que ser capaz de combinar estas dos cosas. La pretensión de interesarles por cosas, abrirles ventanas que no están en su mundo y ser capaces también de responder a sus intereses, porque si solo respondemos a su mundo, es un poco limitado. Lo que le pasa a la escuela muchas veces es que niega la primera, o sea, no quiere responder a los intereses de los estudiantes porque son banales, no son suficientemente académicos, no están en los libros de texto, y considera a esto una cosa irrelevante, negándole  la importancia a lo que ellos sí le dan, y esto es un pecado original.

Y, Sin embargo, ponemos todo el peso en lo otro y no somos capaces de conectar esos dos mundos, de conectar El Lazarillo de Tormes con su vida actual, con lo que les pasa, con lo que les está pasando en la calle, en cómo se relacionan con los otros, ¿qué aprendizajes me da El Lazarillo de Tormes para relacionarme con mis compañeros, con mis amigos en la calle de otra manera, o en la vida para entender mejor lo que nos pasa? Porque los grandes clásicos, por ejemplo, lo que tienen cuando los lees es la capacidad de interpelarte 2000 años después, una odisea te interpela 2000 años después, un Quijote te interpela 500 años después, porque por eso es un clásico, pero eso la escuela no termina de digerirlo bien. Lo que tú dices es fundamental, «responder a sus intereses», al tiempo que les abrimos otras ventanas porque solo la escuela se las va a abrir.

Luis Bonilla – Se abrieron muchas ventanas de curiosidad sobre los desafíos. Este material permite luego replicarlo, discutirlo con colectivos docentes, colectivos de educación popular. Hay muchas cosas que las dijiste rápidamente, pero que es necesario luego hacer discusiones de cada una de ellas y abriste la ventana, la ventana de eso que tú señalabas. Nos abriste muchas ventanas para poder sintonizar con una parte importante de los debates y los desafíos de la educación hoy.

Esta Charla se encuentra disponible en video, pueden acceder a través del siguiente enlace:

https://www.youtube.com/live/pXEtuHmS8WM?si=l-jTtCKpyyNtR7S9

*Colaboración de Fernando David García Culebro, investigador y editor del CII-OVE.

Comparte este contenido:
Page 1 of 29
1 2 3 29