América del Sur/Argentina/Julio del 2016/www.pagina12.com.a
Las exportaciones de software superaron los 1000 millones de dólares el año pasado por servicios de programación, monto similar a las importaciones por el pago de licencias. El desafío es el desarrollo nacional del sector.
Por Esteban Magnani
Resena:
Las exportaciones de software crecieron sostenidamente desde los 170 millones de dólares en 2005 hasta superar los 1000 millones en 2015, según los datos de la Cámara Empresaria del Software y Servicios Informáticos. Este desarrollo se explica por una demanda creciente en el mundo, sumado a políticas educativas y de promoción desde el Estado. Teniendo en cuenta la importante necesidad de divisas, sumado a que el software es una industria que, a grandes rasgos, tiene un alto valor agregado, genera empleo de calidad y requiere una inversión relativamente baja en infraestructura, el dato invita al optimismo. Al poner estos datos en contexto surgen alternativas para profundizar el proceso.
“La contracara del crecimiento de la industria del software y las exportaciones que genera, es lo que se importa y que podría remplazarse con producción nacional”, explica el sociólogo Pablo Vannini, uno de los autores de un extenso informe titulado Sustitución de importaciones de Software, que realizó junto a los economistas Andrés Asiain y Mercedes Rodríguez, con la colaboración de Pablo Recepter. El interrogante que aborda la investigación, publicada recientemente en un libro de la ONG Usuaria, es cuánto envía la Argentina al exterior en concepto de software y, sobre todo, en licencias. No fue tarea fácil: la información sobre importaciones no se publica desagregada y por eso resulta muy difícil de mensurar. Por medio del cruce de datos provenientes de distintas organizaciones sobre la cantidad de servidores y computadoras en Argentina, los porcentajes de “piratería” denunciados por cámaras empresarias, las compras de licencias que se hacen en el país a empresas que tienen filiales locales pero luego giran los dividendos a los países centrales llegaron a una cifra aproximada apoyada luego por datos cruzados.
El resultado final es una estimación de 980 millones de dólares, un monto bastante similar al de las exportaciones de software de 2015. Si se suma el monto por el “riesgo” de utilizar programas no licenciados, la cifra se triplica para llegar hasta los 3085 millones.
“Pero el desafío no es solo equilibrar la balanza, sino también ver cómo es mejor hacerlo. Para eso hay que analizar el tipo de exportaciones y de importaciones realizadas”, explica Vannini. Mientras la mayor parte de los ingresos son por servicios, sobre todo de programación, los egresos son principalmente por licencias, es decir autorizaciones para usar un software. No se trata de un tema menor: lo que se exporta son horas–hombre, y se importa un bien inmaterial cuyo costo marginal es mínimo, casi inexistente. Como explica el artículo: “Desde un aspecto económico vale decir que el Software se comporta como un bien no rival, es decir, puede ser usado por varios simultáneamente sin pérdida ni desgaste: el compartir no se hace por división, sino por multiplicación”.
“Una vez más, estamos compitiendo desde una posición de desventaja porque nos quedamos con las actividades de menor valor agregado”, se lamenta el sociólogo.
Desde la perspectiva del informe buena parte de las licencias pagadas con divisas podrían sustituirse ya que existen numerosos recursos de software libre disponibles para evitar la trampa que en muchos casos implica la opción privativa. “Las empresas privadas te venden un software por un costo y luego te cobran, generalmente, cerca del 30 por ciento para lo que llaman “mantenimiento” que es, básicamente, enviarte las actualizaciones de seguridad”, explica Vannini. “Pero, además del costo de entrada y de mantenimiento, tenés el costo de salida. ¿Qué significa eso? Que si la empresa compra un software, lo instala, capacita a su gente y la empresa proveedora decide aumentar su precio no le queda otra que pagarlo porque cambiar es muy costoso. También pueden discontinuar el producto y tiene que comprar una licencia nueva. Incluso hay empresas que calculan lo que tienen que pagar en base a la cantidad de empleados o, peor aún, como un porcentaje de la facturación total, lo que implica que además tengan los datos internos del negocio”, enumera Vannini.
“Con el software libre, que permite a cualquiera usarlo respetando ciertas libertades, eso no ocurriría: la empresa pagaría por las horas hombre de la instalación, algún desarrollo en particular, pero después podría contratar a otra firma para que siga el trabajo”.
Un ejemplo sencillo de esta posibilidad de racionalización de recursos suele aparecer en las noticias cuando un Estado o empresa decide remplazar software de máquinas de escritorio como el Office de Microsoft por Libre Office o Windows por alguna distribución de GNU/Linux. Este tipo de políticas también favorece una mejora sustancial en la seguridad de los datos, ya que el código abierto permite auditorias para ver realmente qué es lo que hacen las máquinas. Este tipo de decisiones suele generar un intenso lobby por parte de las corporaciones o rebajas “especiales” para sus licencias cuyo costo, como se dijo, es casi inexistente y, seguramente menor que los riesgos de perder una porción del mercado.
“En Argentina se han desarrollado algunos software de relativo éxito, incluso con licencias, pero cuando empiezan a ser competitivos, las grandes corporaciones usan su espalda financiera para comprarlos”, explica Vannini. En la investigación describe: “ya sea por la investigación y desarrollo o por la compra de empresas (que poseen licencias) y gracias al bajo costo marginal del bien que se comercializa, el mercado tiende a la generación y consolidación de monopolios, dado que una vez alcanzada una posición en el mercado la misma se mantiene por el bajo costo de reproducción del bien y la dependencia del cliente hacia el producto”.
El software libre ofrece una buena alternativa a este modelo dependiente: por el tipo de licencias que usa resulta mucho más difícil de cerrar o privatizar y puede ser una herramienta capaz de nivelar la desigualdad entre el costo de las exportaciones argentinas (o del tercer mundo en general, para el caso) y de las licencias de software que se amortizan en todo el mundo. Vannini, quien es socio de la Cooperativa de Software Gcoop, asegura “El Software Libre ofrece un modelo de negocios que abre el juego a las Pymes, frente a un mercado cercado por las grandes corporaciones”.
Fuente:http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-9470-2016-07-10.html