En una sociedad global en donde la diferencia del desarrollo tiende a ser por el conocimiento, la educación no es un gasto sino una inversión. ¡Qué decir si el desafío es a nivel de la República! Quienes pretendemos transformar la sociedad, debemos hacer los esfuerzos y pensar las propuestas que más posibilidades educativas generen.
La educación universitaria se encuentra en pleno proceso de transformaciones institucionales, académicas y políticas. Proceso que no es de hoy pero que se ha intensificado, sobre todo en lo que refiere a su descentralización, con visión de República en los últimos diez años y especialmente en los pasados cinco años, cuando el Parlamento –a propuesta del Poder Ejecutivo– aprobó prácticamente el 100% de la propuesta de la Universidad de la República(Udelar) en descentralización.
Voluntad política primero que nada, expresada en números concretos y tangibles.
En los pasados cinco años, el proceso descentralizador ha determinado la creación de nuevas estructuras y contenidos en la República, los cuales se presentan como desafíos para las nuevas comunidades académicas a ser desarrolladas. En el caso de Salto, Andrioli, A. (2004:100) señala: “Si miramos el proceso de descentralización universitaria concretado en la Regional Norte, vemos en la práctica (…) que la descentralización no ha sido homogénea; no responde a una voluntad unívoca; o normas estrictamente técnicas, sino que en realidad ha sido un conjunto de diferentes estrategias instrumentadas en la marcha” .
La Universidad del Norte, en Salto, nació como una movida de los sectores elitistas y conservadores para que sus hijos pudieran formarse en un ambiente no contaminado por las propuestas “subversivas” de la Udelar montevideana. Y es que la historia de la descentralización universitaria ha contenido un modelo predominante (demandado por las sociedades locales), el profesionalista, una política de reproducción de los prestigios inherentes a las ofertas académicas tradicionales de la universidad, modelo que entra en tensión con la actual visión del hacer universidad.
El exdecano de la Facultad de Ciencias Sociales, Prof. Jorge Landinelli (2004:66) sostenía que: “…el objeto de la descentralización no debe ser la Universidad del pasado, sino que obligatoriamente debe ser la Universidad del futuro” ; es decir, la innovación; la descentralización de la “vida universitaria” (enseñanza, investigación y extensión); y la deshomogeinización del modelo de proceso descentralizador.
Ahora, ¿la sociedad salteña, está preparada para ser ciudad universitaria o aparentar serlo y vivir de la renta que genera? ¿Qué significa ser una ciudad universitaria?
Basta buscar por Google y se podrá observar los diferentes tipos, el de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de San Pablo en Brasil o la Universidad de Caracas en Venezuela; por citar casos latinoamericanos, muchos de los cuales se construyeron bajo el modelo estadounidense de ciudad universitaria. En nuestro caso –al igual que otros de Latinoamérica– y el europeo se desarrolló el modelo francés, es decir, la universidad integrada a la planta urbana.
Hay algunos conceptos claves para tal constitución, calidad de vida, entorno seguro y servicios de excelencia. Si comparamos el caso de Salto con los ejemplos mencionados, se podría decir que el entorno es más seguro que en dichas ciudades universitarias pero flaqueamos en calidad de vida y servicios de excelencia.
Para ser ciudad universitaria, debemos comprometer a los actores públicos y privados de la sociedad para desarrollar los cambios necesarios en el mejoramiento de la calidad de vida. Entendiendo los servicios de excelencia, no como un factor ajeno sino, como integrantes de la calidad de vida misma.
En una lógica de retroalimentación, se hace necesario que las instituciones universitarias estén integradas a los procesos socioproductivos de nuestra sociedad. Los apoyos institucionales internacionales que profundizarán el camino iniciado harán de la ciudad universitaria de nuestra Universidad del futuro, un lugar donde la calidad de vida y los servicios de excelencia redunden en el crecimiento económico, social, pero sobre todo cultural del departamento.
Pensar en el desarrollo del conocimiento, potenciando las condiciones estructurantes del mismo, es pensar en un gran salto dentro de nuestro Salto, con un crecimiento técnico e intelectual que genere valor agregado a nuestras cadenas productivas, a nuestra tan cascoteada fuerza de trabajo.