Venezuela/Agosto de 2016/Abriendo el Aula-Voces Cotidianas
Por: Rose Mary Hernández Román
Es común ver a mediados del año escolar a los papás empezar a buscar cupos en las escuelas o colegios de la ciudad donde viven, incluso, estar en una cafetería y escucharles hablar acerca de las bondades que puede ofrecer una institución escolar en comparación con otra y analizar acerca de las características de los maestros y de las maestras. Más aún, solicitar algún número de teléfono de contacto o forma de recomendación para procurar asegurar el cupo de su hijo o hija para el inicio o continuación de su formación académica. Esta realidad, incluso, trasciende hasta las universidades, donde se ha llegado a pagar cantidades incalculables por una asignación en carreras de prestigios.
Para un profesional que se desenvuelve en la docencia es un alago saber que se le busca para contribuya en la educación de personas, que una universidad se le reconozca por su responsabilidad y compromiso por dar educación de calidad, pero se vuelve sumamente curioso entender ¿por qué todos quieren al mejor maestro, pero muy pocos quieren llegar a ser docentes de profesión?. Incluso, los grandes maestros buscan a los mejores pedagogos para sus hijos, y cuando estos crecen entre las posibilidades de profesión, estudiar educación se encuentra en el último eslabón o simplemente no existe.
Hay un profundo desapego por la docencia, a pesar de que en los imaginarios infantiles, siempre es uno de los roles que se asumen en colectivo. Más sin embargo, en la medida en que transcurre los años en la profesión estrella se produce un desencanto, producto de razones como: ¡yo quiero ser rico y famoso!, para los jóvenes al igual que para sus familias, ser docente representa llegar a tener poco prestigio y vivir en medio de distorsión salarial.
En ese sentido, se hace urgente revalorar el significado de la profesión docente, pues ya ni los maestros quieren que sus hijos sean se dediquen a enseñar. Es necesario que se accionen estrategias unidas donde ser educador deje de una labor poco agradecida. No es un tema exclusivo de la baja remuneración; el asunto radica en el imaginario que hay del profesor como una profesión poco valorada. No se puede seguir en la expresión de: ¡en casa del herrero, el cuchillo es de palo!, se necesita que los hijos de los maestros también sean docentes de calidad, si ese fuese su deseo. Revaluar el papel de los maestros en una sociedad, es fundamental para aspirar a un mejor sistema educativo y por ende: un mejor vivir.
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