Entrevista a Jaime Martínez: La educación es la economía del futuro en España

La educación es la economía del futuro en España»

«En Castilla y León hay mayor tradición de escuela que en Andalucía y cambiar eso no se logra con una acción de gobierno, sino con un cambio de la sociedad»

Su método está revolucionando la manera de impartir las matemáticas, primero en Andalucía, en la actualidad en más de media España. «Pasa a ser una asignatura «maría»», reconoce Jaime Martínez Montero, el profesor que ha ideado el método ABN (algoritmos basados en números) que presenta una nueva forma de que los alumnos se enfrenten a las tradicionales cuentas. Esta semana llegaba al Campus Viriato para, de la mano del Centro de Formación de Profesores e Innovación Educativas (CFIE), explicar su método a más de un centenar de docentes interesados en «revolucionar» la manera de enseñar los números.

-¿Cómo surge la idea de elaborar una nueva forma de enseñar matemáticas en las escuelas?

-Me he preocupado toda mi vida por el tema de la didáctica de las matemáticas y en mis años de maestro intenté hacer innovaciones, porque veía que los chicos aprendían con mucha dificultad y además terminaban odiando las matemáticas. Tenían una actitud negativa hacia ellas, cuando en principio no tenía que ser así. El primer artículo sobre este tema lo publico en 1977 y el primer libro sale al mercado en 1984. Pero el cascarón de todo esto se rompe un poco más adelante, cuando me doy cuenta de que lo que impide el progreso del alumno es el cálculo tradicional. Y si un plato es indigesto, por más guarnición que lleve, lo seguirá siendo, así que lo que hay que hacer es cambiar de comida. En 2000 se publica el libro donde está el germen del método, centrado en la numeración y primeras operaciones. Ahí duerme el sueño de los justos, porque aunque doy cursos y lo predico, la gente no lo pone en marcha. Finalmente, una profesora de un colegio de Cádiz con la que había trabajado decidió implantarlo con sus alumnos y nos llevamos la enorme sorpresa de que a los chicos les gustaba mucho las matemáticas, avanzaban más deprisa. Al curso siguiente, otros tres colegios de Cádiz se unieron.

-¿Cuáles fueron las primeras satisfacciones?

-Nosotros queríamos que los chicos entendieran y mejoraran en la resolución de problemas, pero no pensamos que iban a adquirir un cálculo mental tan asombroso, haciendo operaciones mentalmente. El lanzamiento total vino a través de un reportaje de un periodista y ahí comenzó verdaderamente la difusión y el interés por el método. En el curso 2010-2011 había más de una veintena de colegios que lo practicaban y fue cuando creamos el blog y la página web, con nuevos materiales.

-¿Era necesario romper con el aprendizaje tradicional de las matemáticas?

-Totalmente, esa fue mi iluminación, el descubrir que donde está el problema real era en la forma de aprender las matemáticas. Fue de lo que fui consciente, a través de una investigación que estaba haciendo era con chicos de 1º y 2º de la ESO. Con ellos veía qué sabían del cálculo tradicional pero no sabían absolutamente nada si los sacamos del procedimiento que estaban acostumbrados de hacer, se encontraban perdidos. Así que decidimos romper con el modelo y en vez de trabajar con cifras hacerlo con números y en vez de calcular de derecha a izquierda, que fuera de izquierda a derecha.

-¿Se interesaron los alumnos desde el primer momento?

-Por supuesto, porque cuando entiendes algo te gustan más las cosas. Una persona repite y se vuelve experta en aquello que le gusta, pero solo le gusta lo que le sale bien, porque lo que no le sale no le gusta a nadie. Al salir mejor le gusta más y se convierte en un círculo virtuoso.

-¿Su método ayuda a que las matemáticas deje de ser la asignatura más temida del currículo?

-Se convierte en una «maría» y sacan mejores notas que en educación física, música o plástica. Es muy curioso, porque tras las pruebas de contraste que se hacen en Andalucía en los resultados es un cambio espectacular. El colegio en el que empezamos subió en más de 180 puntos y pasó de ser un centro hundido, porque era muy humilde, a ser el mejor colegio de la bahía, por encima de otros de renombre. Eso era lo esperanzador.

-¿Este método facilita también el aprendizaje a alumnos con necesidades especiales?

-Sobre todo a ellos, porque el principio el método lo que persigue es descubrir cómo vencer las necesidades que puedan tener esos alumnos. Al tratarse de un método abierto, es decir, al poder hacer los cálculos y ejercicios de formas diferentes, cada uno de acuerdo con sus posibilidades, hace que se adapte a las características de cada sujeto. La misma división se puede hacer de diez formas diferentes y el chico más lento emplea más pasos, pero existe esa flexibilidad y hace que se pueda adaptar para que nadie quede descolgado. Por otra parte, sustituimos lo que es abstracto por cosas muy concretas y los chicos matematizan aquello que conocen bien. A partir de esa realidad es cuando comienzan a hacer abstracciones y no al revés, que es como se hace en el cálculo tradicional. Además, tenemos un proyecto muy progresivo y pautado, por lo que no les resulta difícil a los alumnos seguirlo y siempre están progresando.

-¿Es más complicado que los alumnos aprendan el método o que los profesores sepan cómo impartirlo?

-El obstáculo con el que nos encontramos es que los propios profesores valoran muy poco lo que ellos pueden hacer en matemáticas. Tienen el trauma de que como les fue muy mal en matemáticas, ellos mismos se minusvaloran. Así que cuando consiguen estos logros con los alumnos, se sorprenden de lo que son capaces de hacer. Yo les animo y descubren los enormes progresos que hacen en seguida. Hay profesores que se vuelven auténticos entusiastas del método, porque ellos mismos se han dado cuenta de que han dado otra dimensión a lo que ellos saben y de que lo que les parecía tan terrible lo dominan, controlan y es apasionante, con una nueva visión y camino.

-¿Alcanzan entonces tantos logros como los propios estudiantes?

-La comunión que se genera con los alumnos es muy grande, porque se conectan experiencias de aspectos comunes a los dos y muchas veces son los niños quienes sorprenden a los profesores con alternativas. Es una forma de retroalimentación. Además, como están los chicos tan interesados, se acaban los problemas de disciplina y demás. Otra cosa buena que ha tenido es que hemos recuperado alumnos repetidores. Prácticamente no suspende nadie y sacan muy buenas notas, porque como hay que ponerlas en función del currículo oficial y este se nos queda muy corto, sacan sobresaliente fácilmente.

-¿Es la del docente una profesión que tiene que estar en permanente formación?

-Debería ser así, como pasa con el resto de profesiones, aunque sean fontaneros o electricistas. Todos deben adaptarse a los nuevos tiempos y la profesión del docente, al ser quizá más noble y con más trascendencia social, tiene mayor necesidad de ello. Además, en nuestro campo, con la neurociencia se está descubriendo realmente cuáles son los mecanismos del aprendizaje y si los profesores son los encargados del aprendizaje, tendrán que conocerlo y actualizarse. Es como si en medicina, con los nuevos fármacos y tratamientos, un médico no leyera ni se actualizara.

-¿Tiene la sociedad una buena visión del profesorado español?

-He sido inspector 37 años y antes otros ocho como maestro. Aunque hace casi tres años que me jubilé, he tenido mucha relación con padres y creo que, en general, tienen muy buena valoración y confianza en los centros escolares. El problema es que la imagen que se pueda tener sea distorsionada porque lo que es noticia es el padre que chilla y protesta, mientras que el que tiene buena relación no lo es. En algunos sitios tienen más tradición escolar y eso se nota, como ocurre por ejemplo entre Andalucía y Castilla y León. Aquí se aprecia más la escuela, entre otras cosas porque hay más tradición de escolarización. En los años 40, mientras en Andalucía el 60% de la población era analfabeta, esa cifra en Castilla y León era el 5%. Convertir esa masa es un handicap que se tiene de Madrid para abajo y eso no se arregla de un año para año ni con una acción de gobierno, sino que son cambios de la sociedad.

-¿Qué opinión le merecen entonces los continuos cambios de las leyes educativas?

-Eso es un desastre, ahora mismo en la actual nadie sabe qué está en vigor o no. Es la primera cosa que se tienen que poner a arreglar los políticos. En otros países existe un marco general consensuado, que no se toca, y un ámbito en el que pueden variar más o menos según el partido político que esté en el poder. En España no da tiempo a desarrollar el diseño, porque a medio camino del ciclo educativo del alumno, se cambia. Aun así, los chicos aprenden, así que son unos auténticos supervivientes. Deberían tomárselo más en serio, porque la educación es la economía del futuro en España, donde no tenemos ni petróleo ni minas de oro, sino que nuestro primer recurso es el capital humano. Y el recurso fundamental del futuro son nuestros niños. Igual que se toman en serio las normas que rigen la economía e inversiones, deberían tomarse en serio la educación.

-¿Es una quimera en España un pacto educativo entre políticos, profesores y familias?

-Confío plenamente en que se alcance, aunque en España nunca hemos tenido un pacto educativo y se puede comprobar desde la historia del siglo XX. En la República, la derecha y la izquierda se separa educativamente, así que nada de acuerdos y más aún cuando prohiben la educación religiosa. Con Franco tampoco hubo pacto y cuando llegó la democracia, la primera ley que quiso sacar la UCD, la del estatuto de centros escolares, el PSOE se declaró en contra y dijo que cuando llegara al poder la derogaría, como así hizo. Con la mayoría absoluta en la segunda legislatura de Aznar, se impuso la LOCE, que no se llegó a poner en marcha y Zapatero trajo la LOE. Ahora llega la Lomce, que sin una mayoría no se mantendrá. Creo que no debemos ser tan distintos de los alemanes, franceses, daneses o ingleses. Se dice que a veces la gente se vuelve razonable cuando le han fallado todos los recursos, así que confío que este pueda ser un buen momento para ese pacto tan necesario.

-¿Qué puntos básicos debería tener?

-Primero, darse tiempo, porque si no, solo se va a legislar sobre opiniones y criterios. Reformar el sistema educativo para que dure treinta años requiere hacer un análisis muy detallado para saber lo qué tenemos, saber en qué se falla. Pero no por lo que opine la gente, sino haciendo una verdadera auditoría en los centros escolares, que sería el segundo aspecto. España se pondría a la cabeza de Europa con el Informe PISA si Andalucía, Murcia y Canarias sacaran las mismas notas de Castilla y León, pero todavía nadie se ha metido a analizar el por qué de estas diferencias tan grandes.

¿Cuáles son los principales escollos para que no tengamos ese ansiado pacto educativo?

-El problema de la reforma educativa está primero en la influencia del poder, en quién manda en ese momento y qué participación tiene las instituciones privadas como colegios religiosos. Esa es una fuente de peleas enorme. Preocupan sobre todo los temas corporativos de los funcionarios de cara a la reforma, pero el que funcione bien el sistema, que los centros sean agencias de aprendizaje, que los chicos aprendan y si no lo hacen que se investigue por qué, en eso no se preocupan. Ninguna reforma se ha ocupado de verificar si lo que manda la ley se cumple o no se cumple en las aulas. Para eso hace falta hacer ese gran diagnóstico del que hablaba antes.

-¿Hay preocupaciones más banales que ocupan un lugar que debería ostentar la atención a los alumnos y familias?

-En educación a veces se rompen los pactos por auténticas tonterías. Por ejemplo, la enseñanza laica, impedir que la religión sea parte del currículo. Discutir eso es una tontería, porque el horario de religión es mínimo con respecto a otras asignaturas. Y además constato que los colegios donde sigue la religión no provocan un aumento de vocaciones religiosas o que la gente frecuente más los sacramentos o que se llenen las iglesias. De hecho, se da la paradoja de que tenemos más profesores de religión respecto a los alumnos que sacerdotes respecto a los fieles. Son una especie en extinción. En Alemania tienen clase confesional y es una democracia. Y en los países nórdicos y en Holanda y Bélgica. Lo contrario pasa con la educación cívica, una hora de esa asignatura en quinto de primaria no hace daño, no tiene repercusión real en la enseñanza, así que dejemos de pelearnos por ello y centrémonos en lo que realmente importa.

-¿Y qué opina sobre la enseñanza concertada?

-Los señores de Podemos dicen que hay que acabar con ella pero no cómo hacerlo. No se puede quitar sin más, porque en algunos lugares copa el 50% de los centros, así que a ver dónde metemos a los alumnos y a los profesores. Lo único que se conseguiría sería crear un cabreo enorme a los padres que están contentos con esos colegios y los chicos que están ahí a gusto en esos centros. En todo caso, que se ponga un marco legislativo para que no abusen esos centros concentrados, pero nada más. Discutamos mejor qué pasa en los centros concertados que sacan mejores resultados que los públicos, aun con las mismas características. Eso es lo que hay que solucionar, porque la potencialidad de los alumnos es muy grande. Vamos a ocuparnos en serio lo que pasa en los centros y evaluarlos, no para suspender a los profesores, sino para poner remedio y que los centros que funcionan mal cambien, porque al fin y al cabo para esto es para lo que se monta la educación, que cuesta mucho dinero al país. Si se hace un esfuerzo tan grande, hay que pedirle rendimiento.

-¿Hay esperanza en que se conseguirá al final?

-Está claro que todo eso requiere medios y que los partidos estén dispuestos a estar años desarrollándolo. Es una inversión en tiempo, pero que luego nos va a lucir mucho, si tienen una visión de futuro. Los políticos verdaderos son aquellos que se preocupan por las próximas generaciones y el futuro, no por los resultados inmediatos.

Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/zamora/2017/01/15/educacion-economia-futuro-espana/977823.html

 

 

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