25 de enero de 2017 / Fuente: http://www.educacionfutura.org/
Por: Eduardo Andere
Si el presidente Peña Nieto tratara de promover la acción colectiva entre los alumnos del sistema educativo nacional, su intento fracasaría porque 36 millones son muchos estudiantes para moverlos hacia una visión común; si lo tratase de hacer con los maestros 2 millones es todavía un número muy grande; si con los directores, 260 mil es imposible de concordar; y si tratara de movilizar a los padres de familia, asumiendo una distribución de 3.9 miembros por hogar, hablaríamos de 9 millones de hogares. En cualquier caso los tamaños impiden la acción.
La fuerza de los números, importante para el cálculo político de la democracia, funciona en sentido opuesto a la acción colectiva para la educación. Esto es una tristeza para los políticos, porque si bien la democracia y la ignorancia cuando se mezclan producen el coctel de la simulación, la realidad es que en educación la simulación es destrozada por el conocimiento. En otras palabras, mientras la ignorancia le sirve a la política, le estorba a la pedagogía.
La democracia del voto secreto es un invento de la masificación de la humanidad, que acabó para siempre con las reuniones totalmente democráticas de la plaza pública tan escasas en nuestros días, pero tan cercanas a la gente. Sólo a nivel de la familia, la empresa y las escuelas individuales, existe todavía la democracia de la comunidad; no la democracia de los números ocultos que es la que astutamente manipulada se puede alimentar de la ignorancia.
Mansur Olson demostró hace varias décadas la futilidad de la acción colectiva en la medida que los grupos crecen. Dicho en otros términos, entre más crece el grupo la efectividad disminuye. Entre más grande es el grupo cuesta más organizarlo, negociarlo, persuadirlo y mantenerlo en la cooperación, a menos que la divisa de cambio sea la ignorancia o costos excesivamente bajos de participación. Con 36 millones, 9 millones, 2 millones o 265 mil unidades de decisión, la única forma de más o menos mantener una oferta educativa dirigida es “forzando” la cooperación con la “fuerza de la ley” disimulada por un lenguaje de autenticidad. Cuando la cooperación, por el tamaño y diversidad, no funciona, el gobierno se impone: por la fuerza (centralización) o por la persuasión (demagogia). Con el tiempo ambas estrategias se diluyen.
En sistemas educativos del tamaño y diversidad del mexicano la centralización para forzar la cooperación es imposible bajo condiciones democráticas.
El tamaño del asunto educativo es tan grande que nomás no se puede, al amparo de una democracia, ni siquiera simulada, tratar de controlar a un México tan culturalmente rico pero diverso, bajo un mismo marco. Es como si tratásemos de embutir en un mismo marco todas las pinturas de cada expresión cultural; es como si tuviésemos un museo con una sola pintura. El modelo educativo centralista de México donde todo se decide desde un mismo escritorio, ya se agotó. Centralismo y democracia no se mezclan. Forzarlo es simularlo o estatizarlo.
No sé cuándo, pero tarde o temprano, el modelo educativo de México, cambiará; y lo hará radicalmente, de uno centralizado a otro descentralizado, realmente federal. Serán 3, 9, 15 años, pero de que viene la pulverización del modelo educativo es ineluctable. Vamos, la educación vista como aprendizaje, es algo muy local, no federal; es algo que ocurre en el aula, en el hogar, no en las grandes instituciones nacionales. Éstas deben hacerse a un lado para que la interacción humana ahí en la intimidad local, comunitaria, florezca.
Sí, uno podría decir que hay muchos malos maestros que justifican la centralización; pero también hay muchos más buenos maestros que justifican la oportunidad. En mi apreciación, lo mismo no puede decirse de los políticos. La racionalidad política no es igual a la pedagógica. Y si queremos que la educación de nuestros niños, jóvenes y adultos crezca, necesitamos que los políticos sigan a los pedagogos y no al revés. El paternalismo-centralista del modelo educativo actual-recargado, tiene sus días contados aunque la realidad parezca otra. En una democracia, en el largo plazo, la fuerza del Estado es inversamente proporcional a la capacidad de imponer sus ideas.
Fuente artículo: http://www.educacionfutura.org/el-modelo-educativo-de-mexico-renovado-o-agotado/