22 de febrero de 2017 / Fuente: http://www.excelsior.com.mx
Por: Carlos Ornelas
Aparte de los comentarios que suscriben lectores en el blog de Excélsior, recibo mensajes en mi buzón electrónico. Ya para denunciar irregularidades o para rebatir mis piezas. También llegan esquelas con preguntas provocadoras y lucubraciones. En unas asientan que la reforma ya feneció, en otras le ven posibilidades.
Con base en literatura internacional sobre educación comparada y en el seguimiento que he dado a la Reforma Educativa, voy a especular sobre los puntos que vaticinan su desmoronamiento.
Al estudiar las reformas educativas de Europa, el educador sueco Torsten Husén describe el primer ingrediente que prevé las dificultades: “Cuando las reformas se inician desde la cumbre del poder, con frecuencia mueren antes de llegar a la escala en que participan docentes, padres de familia y estudiantes”.
En efecto, a pesar de que la Reforma Educativa nació del Pacto por México, en un acuerdo cupular, pocos pusieron en duda su necesidad; otros de inmediato se opusieron, ya por principios (falta de consulta popular, imposición vertical), ya por interés (defensa de privilegios y territorios colonizados). Me refiero al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y sus diferentes camarillas. Los opositores ponen las aduanas que impiden que las consignas lleguen a la base; el gobierno tampoco tiene dispositivos que le permitan acercarse a maestros y familias con el fin de ganarse su confianza.
El segundo componente que puede incidir en el descalabro de la Reforma Educativa es la falta de cohesión de los órganos del aparato de Estado y la anemia de la tecnología del poder del presidente Peña Nieto. Ésta se evidencia en dos asuntos. Uno, la incapacidad de mantener la unidad de las fuerzas que signaron el Pacto. Cierto, no todo fue culpa del mandatario, los intereses del Partido Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática fueron el caldo de cultivo de las fracturas. Pero el Presidente no se aplicó en mantener la alianza.
Dos, la tibieza de los gobernadores. Desde el principio previeron que no tenían nada que ganar; al contrario, el rompimiento de la tradición y componendas con las secciones locales del SNTE les acarrearía más querellas que beneficios. El espécimen más conspicuo en estos días es el gobernador de Oaxaca, que le regresa privilegios a la Sección 22.
La corrupción es el tercer elemento que quiebra el camino del logro. Ésta está en la médula del SNTE y, mediante la colonización del aparato escolar, contagió al sistema; lo que afecta a todos los educadores, aun en contra de su voluntad. Incluso, maestros competentes y comprometidos con sus alumnos tienen que ceder ante la inmoralidad del sindicalismo vertical.
Hans Weiler presagió el cuarto componente en su análisis de las reformas de los años 80 en Alemania y Francia. Señaló que cuando los grupos dirigentes no invierten capital político ni alinean sus acciones donde ponen sus discursos, a lo más que pueden aspirar es a conseguir legitimidad “compensatoria” y de corta duración. Allí están las negociaciones extralegales en la Secretaría de Gobernación que, en lugar de aminorar, parece que fortalecen las tradiciones corporativas y la colonización de la administración de la educación básica. Ésta era el blanco principal, sintetizado en la frase: “Recuperar la rectoría de la educación”.
Husén ofrece nociones para identificar el quinto factor. Él, al igual que casi todos los académicos que estudian las reformas en la educación, contempla a los docentes como los sujetos clave. Sin ellos, los cambios no se dan. Los gobernantes obtendrán frutos si logran convencerlos para que rompan la “cobertura de cemento” que sofoca el espíritu innovador. Pero —y allí el quid— si los reformistas no toman en cuenta las aspiraciones, saberes y prácticas de los docentes, ni escuchan sus inquietudes, es casi seguro que encaminarán a la bancarrota sus propuestas de transformación.
Habrá otros elementos que incidan en las contingencias para el fracaso. Mas no será absoluto. Tal vez el gobierno de Peña Nieto no verá coronados sus esfuerzos, en parte porque el Presidente mismo no se afanó con determinación, pero el acierto del Pacto por México es que fue al corazón. Asentó los propósitos —los valiosos y los inicuos— en la Constitución. Ya garantizó una base difícil de remover. Por ello, conjeturo que no caerá por completo.
El miércoles que viene consideraré el potencial de la Reforma Educativa en provecho del sistema escolar.
Fuente artículo: http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/2017/02/15/1146409
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