Por: Rosalía Nalleli Pérez Estradas
El mejor sistema de seguridad para evitar ataques escolares es el respeto agregado para cada relación. Nadie tiene derecho de agredir a otra persona por sentirse ofendido, minimizado o atemorizado, pero tampoco nadie tiene derecho a abusar del poder para generar ese sentimiento. A últimas fechas, las agresiones a docentes parecen ser la noticia de todos los días y, para que exista este tipo de noticias, siempre hay dos involucrados, el agresor y el agredido. Ambos son estigmatizados y colocados en un rol diferente, sin reconocer que ambos están siendo víctimas de las emociones, de la poca regulación que tienen y de la sociedad que critica o condena. Por otro lado, se ha sugerido que se agreguen sistemas de seguridad en las instituciones, tales como alarmas, cámaras y la operación mochila la cual, pareciera que se ha convertido en una de las mejores estrategias para evitar la agresión escolar. Sin embargo, me parece que la pregunta forzosa ante esta situación es ¿de qué manera hacemos operación mochila en sentimientos, cerebro y emociones de cada individuo que entra a nuestra oficina o salón de clase, para poder saber el terremoto que el alumno o el docente llevan a la escuela y evitarles que agredan cuando se sienten expuestos?. Carnegie decía que para recoger miel, no se debería de dar puntapiés a la colmena y además sugería que, para ganar amigos uno debe de interesarse desinteresada, pero verdaderamente en el interlocutor. Por su parte, Goleman habla de esto como la empatía de sentir las emociones de otros, entender su perspectiva y tomar un interés activo en sus preocupaciones. Por otro lado, ninguna situación debería de ser motivo de riña si tuviésemos la plena conciencia de lo que Shakespeare decía: nada es bueno o malo, es el pensamiento lo que hace que las cosas sean buenas o sean malas, por lo que no se debe de olvidar que las cosas y las situaciones tienen un valor que nosotros mismos les atribuimos, de acuerdo a nuestras vivencias o a nuestras expectativas, pero ningún objeto inanimado tiene valor, si nosotros no se lo damos. Lo mismo pasa con las palabras: su significado o su carga emotiva aparecen de acuerdo al contexto, pero también son significativas, de acuerdo a lo que ellas nos recuerdan. Ninguna situación vivida o ninguna palabra escuchada nos hieren o nos lastiman, a menos que hayamos dependido de ella para poder sufrir o reír.
El desafortunado ataque, recientemente cometido contra el doctor- investigador y académico, de una importante y creciente universidad en el Estado, nos invita a reflexionar qué es lo que nos falta por hacer, en nuestra búsqueda incesante por sobresalir en este mundo desesperado, por tener cada vez más pero ser cada vez menos. Ambos involucrados resultarán afectados y les tomará tiempo poder recuperar la confianza en su seguridad, para continuar trabajando. Por un lado, se encuentra la agresión y el dolor físico que perdurarán durante un buen tiempo, por otro lado está la agresión moral que recibe quien es expulsado de su institución por haber violentado las normas y reglamentos que rigen una convivencia de respeto, más la agresión social que tendrá por parte de quienes le rodeen y por las leyes. Ninguno de los dos merecía estar en ese momento, si hablamos de respeto. Sin embargo, quizás la vida los puso en este camino, a ellos y a todos los que los rodean, para que todos hagan un alto en su desenfrenado trabajo y carrera de la competencia, para aprender a identificarse con sus pares y reconocer que algo ya estaba marchando equivocadamente y que los llevó a esa situación.
La enseñanza es sacrificadora, pero el aprendizaje será la mejor recompensa. Ojalá el tiempo les ayude a recuperar sus heridas y puedan algún día sentarse a platicar, con madurez, sin que exista agresión y si un diálogo conciliador. Si se buscaran culpables, todo mundo lo sería: la sociedad, las empresas, la familia, el poder, la educación, el dinero, la exigencia política y su débil autocontrol. Si se buscan excusas, ambos fueron víctimas de las circunstancias. Simplemente la vida les ha mandado una señal en semáforo en rojo, para que se detengan y en poco tiempo después retomen su camino. Lo mejor de esto es que no hay vidas qué lamentar, pues ambos pueden aprender a perdonar y a seguir adelante; y a todos los que hemos sabido de esta situación nos deja el aprendizaje de buscar volvernos enormes respetando a los pequeños y a los desprotegidos. ¿Habrá criticas? Indudablemente: gente ansiosa de criticar todo lo que sea posible, aquellos que seguramente no conocen lo que Confusio decía: no te quejes de la nieve en el techo del vecino, cuando también cubre el lumbral de tu casa. O lo que se lee en la biblia: quien esté libre de culpas, que arroje la primera piedra.
Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-mejor-sistema-de-seguridad-escolar-el-respeto/