Reforma curricular en Venezuela y construcción de nuevo epísteme

Por: Luis B. Saavedra M. |

Estos últimos días y semanas hemos estado muy acontecidos, tristemente. Uno de los epicentros ha sido la OEA que, como organismo internacional, nunca hemos tenido claros cuáles son sus funciones. Ello a pesar de haberlo «estudiado» o más bien «memorizado al dedillo» porque así era cómo se hacía antes. Por ejemplo en el ya lejano Sexto Grado de Educación Primaria en los primeros años de la década de los ochenta en la querida Escuela Nocturna Ciudad de Maturín de Barquisimeto en bachillerato, siempre de noche en el «Parasistema» el currículo incluía, matemática moderna, base del conocimiento científico actual bajo el modelo empírico analítico, responsable del desarrollo de toda la tecnología de que se dispone hoy.

Aunque, claro, la anécdota anterior en realidad es intrascendente a los efectos de la gestión del conocimiento en el despliegue curricular históricamente, debemos aclarar que así también se enseñaba y aprendía en nuestra primera experiencia de escolaridad en una muy pequeña e intimidante escuela perteneciente al NER 514, en el caserío El Hato de Baragua, Urdaneta, estado Lara; donde se hizo las primeras letras a principios de 1970, cuando nos correspondía en realidad haberla iniciado y concluido normalmente por la edad. Pero no, resulta que abandonamos esa escuela. Tal vez porque no nos parecía significativa y necesaria para la vida cotidiana de entonces. Aunque luego cuando éramos interrogados padeciéramos una vergüenza infinita (luego entonces este viene a ser un dato significativo a los fines de la reflexión que aquí intentamos).

Agreguemos sin embargo estos otros datos, pues como nacimos en octubre de 1961, ya en 1974-75 éramos unos adolescentes. Y así como «Loro viejo no aprende a hablar» era imposible regresar al 1ro o 2do grados, pensábamos, pues. Éramos además «tímidos y tartamudos» y lo que hoy se denomina bullyng también se hacía presente, o así lo creíamos particularmente; las maestras o maestros, además, solían organizar «Actos culturales» y cada cual, como recordara recientemente en su programa Diosdado Cabello, tenía que ejecutar un «Número».

Dios tenga en su gloria a aquellas primeras maestras nuestras: Nubia y Petra Torres, que recordemos y siga dando mucha vida al maestro Alejandro Morales, abnegados docentes que, para qué negar, trataban muy bien a todos. Lo único malo eran esos numeritos y tener que recitar pensamientos de Simón Bolívar u otros. Hablar en público para quien escribe era horrible. Era mejor coger el monte, ir a sembrar o jopiar chivos, infinitamente. Así era, pues, parte de cómo se desarrollaba el currículo escolar antes y las características de aquella práctica pedagógica.

Al menos con esos primeros rudimentos de escolaridad aprendimos a leer (sólo leer, no escribir. Curiosamente). Y también sumar, restar o multiplicar con bajas cifras. A tal cosa se le solía llamar «Apresto», que era lo propio de 1ro a 3er Grado.

Por otra parte, y fuera del ámbito escolar, hacia 1975 hicimos una experiencia como peón de hacienda con otros lugareños trabajadores manuales que desyerbaban pastos, echaban alambres y talaban para hacendados de la serranía de Churuguara, en unas montañas donde había que tener cuidado porque por ahí circulaba aún algunas patrullas de la guerrilla y escuadrones de la Guardia Nacional o el Ejército; sin embargo, por 1978 ya estábamos de vuelta a casa en nuestro caserío, donde la familia tenía un aprisco de cabras. A mundo, en la Casa del Barrancón, de tejas y a dos aguas, inicialmente de nuestros abuelos y construida en la década de 1930, aproximadamente.

Pero cierta vez arriando un rebaño nos fracturamos el meñique del pié derecho y terminamos enyesados en el Hospital Central Antonio María Pineda de Barquisimeto, entonces habían surgido graves diferencias entre nuestros padres (rompimiento) y hubo una diáspora del campo a la ciudad; así fue que estando viviendo en casa del tío Valentín Mata, que por sugerencia de un muchacho estudiante de Ingeniería Mecánica de la UCLA, quien notó que leímos con asiduidad las páginas deportivas de los diarios locales, nos recomendó encarecidamente que no tuviéramos vergüenza en inscribirnos en la escuela nocturna. También lo bendiga Dios donde sea que esté hoy.

Volviendo al presente y como Dios es grande, según recuerda siempre el musulmán pero el cristiano católico también, de la mano de algunos maestros como el Profesor Francisco Zambrano, cuya memoria tenemos ahora presente porque desgraciadamente ha fallecido días atrás; y fue una figura descollante en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto. Amigo y colega, que no por amigo menos crítico, con sus cursos libres, asesorías y diálogo frecuente, nos iniciara en el ejercicio de la filosofía, la búsqueda de buena literatura y la reflexión escrita; entonces mediante su conocimiento tácito (trato, observación y compartir técnicas y métodos del filosofar) desde 1998, nos convertimos en docente universitario; luego, con su conocimiento explícito, contenido en documentos aprendimos algo acerca de la didáctica de la filosofía, sin que con ello digamos que fuéramos sus discípulos dilectos pero sí alguien a quien se ha de agradecer el desarrollo de una especie de círculo de estudio o liceo oculto y currículo ídem.

Por cierto, fue así como logró introducir cambios en la malla curricular formal del instituto Pedagógico de Barquisimeto, a saber, los cursos optativos: Ética y Docencia (1994), Introducción a la Filosofía (1997), Epistemología y Educación (2002), además de Filosofía del Lenguaje en Postgrado (2010), cuyos programas didácticos constituyen parte de la sistematización explícita de su amplio conocimiento en el área de la filosofía, fundamentado en la técnica del seminario, que incluía la lectura comentada y la participación oral del participante a condición de haber leído previamente los documentos indicados. He allí una forma de práctica pedagógica que desarrollara este distinguido profesor, tanto en pregrado, postgrado y el novísimo diplomado que desarrollara recientemente.

¡Qué de cosas tiene la vida! Una vez que regresamos a la educación escolar no la hemos vuelto a abandonar. Será por eso que ahora nos duele tanto, hasta físicamente, cuando un alumno o alumna después de inscrito abandona nuestro salón y si nos lo llega a comentar de tal intención hacemos lo posible para persuadirlo de que no lo haga. Pero no siempre se tiene éxito en esto, ya sabemos que la cosa está muy dura y los jóvenes optan por ir a realizar labores remuneradas.

Pero he aquí que en unas modestas jornadas académicas que realizáramos recientemente en la UPEL-IPB con la colaboración de dos distinguidos colegas nos preguntamos ahora: ¿Qué esa joven mujer o joven varón, no culmine sus estudios universitarios pero logre desarrollar un oficio bien remunerado y socialmente valorado, será menos feliz o se sentirá menos realizado como persona que si fuera un egresado en carreras prestigiosas, llamadas liberales?

Inquietud que nos dejara nuestro colega y amigo, el Prof. Magister Adolfo Molina en su extraordinaria intervención de este viernes 31 de marzo del corriente, quien además acotara que convendría plantear la cuestión no menos interesante de si la construcción de un nuevos currículo implica necesariamente la construcción de un nuevo episteme en Venezuela, donde la ciencia sea un asunto cotidiano, propiciar que el estudiante de cualquier nivel y modalidad a través de una nueva didáctica elabore contenidos, técnicas o productos con fines de resolver problemas de la vida actual. Además de dar sentido a su existencia. ¡Casi nada, monada! Diría Papaito Candal…

Por su parte, el Prof. Dr., Jorge Pérez, Jefe del Área de Teoría Educativa de la UPEL IPB, el otro viernes 25 de marzo, 2017, tuvo a bien acompañarnos y ofrecernos también un manojo de interesantes reflexiones e interrogantes, algunas de las cuales son del siguiente tenor: ¿cómo operacionalizar cotidianamente la transformación curricular por competencia que ahora este año aplicará la UPEL-IPB? ¿Cómo se vinculará ello con el ente empleador que es el MPPE? Si se dice que se unificarán las áreas del saber, ¿qué pasará con asignaturas como Filosofía y Sociología de la educación? ¿Desaparecen de la malla curricular o se integran en una parecida a Antropología Filosófica? ¿El Departamento de Formación General y Pedagógica desaparecerá también o se integrará más bien como un área de didáctica de las diversas especialidades? ¿Hay la necesaria articulación actualmente entre la UPEL y el MPPE? De no ser así, ¿qué se necesita para ello? ¿Ya la UPEL no es asesora del Estado y el Gobierno en materia de educación?

Finalmente y contrario a lo que se piensa, nuestros salones universitarios de clases modestamente siguen siendo un hervidero de preguntas e hipótesis de trabajo cultural, social y científico, donde el pensamiento y actitudes no suelen ser nada complacientes. Tal vez si el actual gobierno y sus líderes formales buscaran más su apoyo en aquellas cuestiones apremiantes pudiera encontrar buenas soluciones a cosas concretas, no cuestiones bizantinas como que Maduro abandonó el cargo, pero sigue ahí, mandando; que si la Asamblea Nacional está en desacato pero sigue deliberando y pidiendo que se aplique la Carta Democrática, a la que se uniera la Fiscalia diciendo que hay que recuperar el hilo de la Constitución (lo que indica que la señora esta brincó la talanquera y se unió a la MUD, ¿si no cómo se explica que la anden celebrando tanto? ¿Qué hiciste viejo estúpido que ahora la canalla golpista te aplaude y celebra? ¿Por qué Ortega Díaz como aquella mujer bíblica le puso la cabeza de Venezuela en bandeja de plata a la OEA?).

Fuente: https://www.aporrea.org/educacion/a243642.html

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Luis B. Saavedra M.

Articulista de opinión en Aporrea. Venezuela