Por: Ignacio Mantilla
Una de las seis escuelas que conformaron la Universidad Nacional desde su creación, hace 150 años, fue la Escuela de Ingeniería. Puede decirse que los orígenes de esta escuela son fácilmente rastreables en el Colegio Militar fundado por el general Tomás Cipriano de Mosquera en 1848; colegio que desapareció en 1854, al no encontrar respaldo del Estado. Aunque el general Mosquera, siete años después, en su segundo mandato, decretó la reapertura del Colegio Militar, solo hasta 1866 pudo entrar en funcionamiento, debido a la guerra civil en curso. Y fue este colegio, que concentraba la formación de ingenieros civiles en el país, el que dio origen a la escuela, una de las seis primeras que integraron en 1867 la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia.
La Escuela de Ingeniería tuvo como sede inicial el Convento de la Candelaria de Bogotá, que hoy alberga al Colegio Agustiniano en la calle 11, entre carreras 4ª y 5ª en el centro de la ciudad. Esta escuela de la universidad recibió en su primer año a 36 estudiantes de casi todos los estados de la Unión que fueron recibidos por los primeros diez profesores de ingeniería. La historia de esta escuela de la universidad es rica en aportes importantes para el país, tales como la construcción de carreteras, ferrocarriles, puentes y túneles. Obras que aportaron para que la Colombia de finales del siglo XIX fortaleciera, poco a poco, la producción industrial y su desarrollo económico.
Adicionalmente, la Escuela de Ingeniería formó a ingenieros e intelectuales de gran preponderancia para la vida económica y cultural de nuestra nación. Uno de aquellos ingenieros formados en sus aulas fue el muy reconocido Julio Garavito Armero, que por décadas se desempeñó como director del Observatorio Astronómico Nacional y desde donde realizó investigaciones en matemáticas y astronomía que le valieron para ser reconocido internacionalmente. Como muchos saben, en 1971 la Unión Astronómica Internacional exaltó su trabajo, bautizando un cráter ubicado en el lado oscuro de la Luna con el nombre de este ingeniero colombiano. De los alumnos de los primeros años de la escuela se destacan por su gran reconocimiento, entre otros, Ruperto Ferreira, posteriormente rector de la misma, cargo equivalente a lo que hoy sería decano de Facultad, quien por varios años asumió la responsabilidad como ministro de Hacienda, y Manuel Antonio Rueda, uno de los mayores impulsores del estudio de las matemáticas a finales del siglo XIX. A este último le debemos uno de los primeros esfuerzos en traducir, editar y publicar gran cantidad de textos matemáticos de fundamental importancia para su estudio en nuestro país.
A diferencia de la Escuela de Minas de Medellín, que desde comienzos del siglo XX formó parte de la Universidad Nacional y donde las matemáticas se estudiaban únicamente para su aplicación a la ingeniería, la Escuela de Ingeniería se desarrolló bajo un modelo francés donde los aspectos teóricos de la matemática se estudiaban con mayor dedicación y profundidad. Por su inclinación hacia el abordaje más extenso de las matemáticas, la escuela cambió de nombre en distintas ocasiones; así, por ejemplo, en 1886 pasó a llamarse Facultad de Ciencias Matemáticas. Después de la reapertura de la universidad, al terminar la Guerra de los Mil Días, cambió su nombre a Facultad de Matemáticas e Ingeniería, nombre que mantuvo hasta terminarse la primera mitad del siglo XX, cuando adoptó su nombre actual, Facultad de Ingeniería.
Los primeros cursos dictados en nuestra escuela demuestran la inclinación teórica de la Ingeniería Civil que allí se estudiaba. Así, el pénsum de la carrera para 1868 se componía de un primer año con estudios superiores de aritmética, álgebra, geometría, trigonometría rectilínea y esférica. El segundo año había que cursar las asignaturas de geometría práctica, topografía, geometría analítica y geometría descriptiva. En el tercero: cálculo diferencial e integral y mecánica. En el cuarto año: geodesia y maquinaria. Por último, en el quinto años los estudiantes tomaban cursos de arquitectura y construcción civil (caminos, puentes y trabajos hidráulicos, entre otros).
Pero fue gracias a la Escuela de Ingeniería, con su formación politécnica, que surgieron formalmente algunas disciplinas en nuestro país, entre las que podemos mencionar la química, la astronomía, la física, la arquitectura y la matemática. También debemos a nuestra Escuela de Ingeniería la influencia en la creación de instituciones de gran importancia nacional como la Sociedad Colombiana de Ingenieros en 1887, la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Nariño en 1905 o la Escuela Colombiana de Ingeniería en 1972.
Hoy por hoy la Facultad de Ingeniería es una de las más grandes e importantes facultades de ingeniería del país y ofrece una formación de alta calidad a través de nueve programas de pregrado y 27 programas de posgrado entre los que se cuentan siete doctorados. La labor desarrollada ininterrumpidamente por esta antigua facultad es para nuestra universidad y, por supuesto, para todo el país de gran orgullo y valor. Es la facultad de la Universidad Nacional con mayor número de estudiantes y de egresados.
La Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, es como un cuerpo humano, compuesto de órganos que son indispensables para su funcionamiento. En el caso de la Facultad de Ingeniería se trata de un órgano vital que da a la institución su razón de ser.
Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/la-escuela-de-ingenieria-en-la-historia-de-la-universidad-nacional-columna-704294