Por Nazanín Armanian
Sobre la odisea vivida por el amor de dos mujeres: la argentina Jimena y la dubaití Shaza, por el hecho de ser mujeres y amarse. |
La odisea vivida por la argentina Jimena y la dubaití Shaza, dos mujeres que decidieron defender con firmeza su amor y su relación ante el reaccionario sistema patriarcal, pone en evidencia la profunda falta de derechos de las mujeres sobre su propia vida: a Shaza no sólo se le negaban estar con su amada sino que la iban a casar con un hombre, que para más inri ni conocía.
- La escasez de mujeres a causa de muertes en las guerras tribales, por la insuficiencia de alimentos (eran las últimas en recibirlos), matrimonios y partos prematuros, y otros tipos de maltrato.
- Las políticas pronatalistas: a menor población y la necesidad de aumentarla, mayor control y presión sobre el cuerpo de la mujer.
- El “honor” público del varón, representado por la actitud de la mujer; el libre ejercicio de su sexualidad ha sido calificado, como mínimo, de libertinaje. Los crímenes de honor cometidos por los varones de la familia y por motivos exclusivamente sexuales, arrancan la vida de miles de mujeres y niñas paquistaníes, jordanas, palestinas y kurdas.
- Impedir que con su desafío desmonten el sistema de privilegios de los hombres.
- Evitar que cuestionen el orden binario divino fundado en su primera fase en el “hombre” y la “mujer”, y en la segunda en la aniquilación de la “mujer” para construir en su lugar los conceptos de “esposa” y “madre”.
- El control de quienes ostentan el poder sobre los genitales de las personas ha sido imprescindible para los proyectos totalitaristas, religioso o laico, colectivo o de ejercido en el hogar.
- Castigar a quienes pretenden transgredir el chollo del orden natural; pues el Todopoderoso ha indicado que ha creado a la mujer para servir al hombre (Corán, 30:21, y Biblia-Génesis II: 18 y 22) y a él mismo y no para ser feliz ella.
¿Acaso no hay hombres?
Estupefacto, el fisgón aprovechando la indefensión del oso, invade su intimidad para matarle de un cuchillazo. “¿Acaso no hay hombres, para que recurras a semejante procedimiento?”, pregunta a la aterrorizada muchacha. Un cuento que une varias denuncias contra el pisoteo impune a los derechos más elementales de la mujer, con el fin de salvar el poder y la hombría colectiva masculina. ¿Qué ha cambiado desde entonces?
Hoy aquel individuo hubiera matado a la muchacha y hubiera vendido al oso a un hombre rico árabe o europeo, quienes lo hubieran exhibido enjaulado en su gran mansión.
Ser lesbiana en Oriente Próximo
Las actividades sexuales fuera del matrimonio heterosexual no siempre han estado perseguidas en esta zona del mundo. En Irán del siglo XVI, por ejemplo, había burdeles masculinos legales que contrataban a los maricas (deformación fonéticas de nairica término persa para “joven imberbe”) para atender a los clientes, y en 1974 incluso se celebró una gran boda gay en Teherán entre un diseñador de moda e hijo de un militar.
Las mujeres lesbianas, en este clima, podían vivir su vida discretamente, sin ser objeto de persecución. Los motivos eran varios:
- A los hombres no se les ocurría que una mujer fuese capaz de menospreciarles de este modo. Era contrario a la literatura religiosa aprendida que señalaba a la mujer como la reencarnación de la tentación sexual diabólica, y poseedora de una insaciable sed de sexo con los hombres. Enseñar a las niñas desde pequeñas a reprimir sus emociones (y el velo tiene un determinante papel en ello), inculcarles conceptos de decencia, vergüenza, etc., y prepararles para ser buena esposa, formaba parte de la estrategia de domar los instintos rebeldes de infancia y entrenarles para jugar su rol “natural”.
- Los hombres ven rivales a otros hombres, y no sospechaban que una mujer (un ser inferior) se atreviera o consiguiera ocupar su lugar.
- Las “caricias” entre dos mujeres no eran consideradas relaciones sexuales “completas” que sólo pueden ser realizadas por el hombre.
- Se creía que el amor entre mujeres era una “enfermedad mental transitoria”, que se les pasaría una vez que tengan un buen macho a su lado.
Así, las lesbianas de Oriente Próximo han podido sobrevivir, incluso compartiendo piso sin levantar sospechas, aunque el precio de esta “ventaja” haya sido negándoles el derecho a la visibilidad. Con el avance de la extremaderecha religiosa en la región a partir de 1978 patrocinada por EEUU en el marco de la Guerra fría, el control sobre la sexualidad de los ciudadanos se convirtió en una política en mano de los mandatarios para someterlos: enemigos del lema de “haz el amor no la guerra”, han prohibido cualquier manifestación de amor, alegría y felicidad, haciendo apología a la muerte, violencia y guerra.
En Arabia Saudí e Irán las lesbianas son castigadas con 75 latigazos, y la pena de muerte en caso de reincidencia por cuarta vez, como manda la Sharia. Los ayatolás ofrecen a los homosexuales la posibilidad de cambiar de sexo, costeado en parte por la Fundación Jomeini. La rígida segregación sexual entre hombres y mujeres (desde la escuela primaria, hasta en los autobuses) y la imposición de una moral hipócrita y antinatural a los ciudadanos han hecho que estar con una mujer sea una alternativa provisional a una relación heterosexual para muchas adolecentes. En Israel, a pesar de que algunos derechos de la comunidad LGBT ha sido reconocido, las mujeres en general sufren el peso de religión y del dominio de los rabinos. En Turquía, Jordania, Bahréin, Irak y Líbano, la homosexualidad no es ilegal, aunque tampoco está protegida. Los países árabes del Golfo Pérsico encarcelan a los hombres y mujeres homosexuales pobres (sobre todo inmigrantes), mientras los ricos cuentan con espacios seguros en hoteles de lujo.
En Qatar y Afganistán a cualquiera que ejerza una modalidad de sexo extraconyugal. Situaciones que contrastan con la de Indonesia, que recibió el Islam tarde y sin guerra, donde se respeta la presencia de las Tombois “marimachos” – mujeres que en la calle actúan como hombre y en casa como mujer-, con el objetivo de reconciliar los dos lados de la divinidad. En éste país los LGTB, de momento y ante la mirada atenta de un integrismo ascendente, cuentan con sus organizaciones y espacios para reunirse. La represión político-religiosa ha dividido a las mujeres homosexuales en dos principales grupos, pasando por alto el dualismo maniqueo de los enfoques constructivista y esencialista sobre el tema:
1) las mujeres de las clases altas que practican el amor y sexo de forma clandestina y discreta, y
2) las que reprimen sus inclinaciones sexuales, por el temor a los castigos de Dios, el Estado y/o la familia.
El Islam al igual que otros credos abrahámicos prohíbe el sexo fuera del matrimonio heterosexual, tranzando una línea roja entre la identidad y roles sexual, impidiendo incluso el travestismo por conducir a la confusión. Para los fundamentalistas se trata de un virus enviado desde el Occidente (dentro de la “ideología de género”) para corromper a sus mujeres decentes y convertirlas en “una cualquiera”, como lo son las europeas.
A pesar de que El Corán no ordena “sed fecundos y multiplicaos” como el objetivo de la unión heterosexual, ni condena explícitamente la homosexualidad, sí que recomienda en el versículo 4: 15-16 encerrar a las mujeres que hayan cometido “inmoralidades” en un cuarto hasta su muerte, mientras ofrece la posibilidad a los hombres con el mismo pecado-delito obtener el perdón si se arrepienten.
La reciente aparición de páginas webs de LTGB religiosas refleja el intento de sus directores de reconciliar la fe con la inclinación sexual, en una dura batalla interior que libran sus miembros, en la que suele ganar la segunda. Foros como Ahwaa o la revista My Kali son de las pocas voces de este colectivo.
El argumento de su “autodefensa” es que son como son por la voluntad del creador que no por vicio. ¿No sería mejor devolver a la religión a su espacio privado y personal en vez de interpretar doctrinas y leyes pertenecientes a sociedades y tiempos concretos de un pasado lejano? colectivo en Oriente Próximo.
Hoy como nunca, el lema de ¡Mujeres de todo el mundo, uníos por vuestros derechos! es imprescindible.