Por Carlos Magro
En la escuela tradicional* al conocimiento se le llama “contenido” y está literalmente “contenido”, encerrado, encajado, limitado, apretado y retenido en pequeños espacios inconexos llamados “libros de texto” (digitales o en papel), páginas, disciplinas, asignaturas o plataformas.
El conocimiento en una “escuela tradicional”, al que recuerdo llamamos contenido, no es libre, no circula, no le dejamos expandirse, ni mezclarse, ni relacionarse con su homólogo de fuera, el conocimiento, que sí que circula o puede circular libremente por la Red y por las redes. En la “escuela tradicional” el conocimiento es escaso. Por eso lo encerramos entre las paredes de un aula o los márgenes de un libro, para que no se escape, ni se descontrole. Por eso, también, pagamos por acceder a él. Por eso lo llamamos contenido.
En la “escuela tradicional” el contenido no anda libre por los pasillos, sino que está contenido dentro de las paredes del aula y cada aula, a su vez, responde a una asignatura y a un nivel educativo. Es una escuela graduada. Y el contenido es suministrado gradual y dosificadamente. En la “escuela tradicional”, el contenido nunca está fuera de lugar. Siempre sabemos dónde está. No anda desubicado. Difícilmente pueden suceder imprevistos.
En la “escuela tradicional”, los alumnos pasan la mayor parte de su tiempo “contenidos en sus aulas”. Y cuando circulan por la escuela lo hacen por caminos permitidos y en tiempos preestablecidos. Es muy fácil saber dónde están (o al menos donde debería estar) unos alumnos/as en un momento dado del día. Cuando llega un inspector a un centro educativo le basta con preguntar dónde está el aula de matemáticas de 1º de la ESO, porque sabe que allí encontrará a los alumnos de 1ºESO (tiene la lista con nombres y apellidos) y al profesor de matemáticas (al que puede llamar por su nombre porque lo lleva anotado) dando la clase que corresponde, como estaba previsto, a esa hora y a ese día concreto del curso escolar. No hay sorpresas.
Los docentes de una “escuela tradicional” también están “contenidos” a unos espacios establecidos y unos tiempos prefijados. Contenidos durante tiempos determinados y siempre iguales en sus aulas. Y cuando salen de un aula, tienen que ir a otra.
Dependiendo del nivel o del tamaño del centro, compartirán con sus compañeros de departamento o de nivel algún espacio y algún tiempo, pero pocos. No sobra el tiempo para nada que no esté fijado en el documento de organización del centro o en la planificación docente. Es difícil la colegialidad en un “colegio”.
Fuera de la escuela no hay contenido. Hay conocimiento. Fuera no hay escasez. Hay abundancia. Pero fuera también hay menos orden. Fuera es el espacio del acontecimiento y la extrañeza. Fuera domina la incertidumbre, lo azaroso, lo inesperado, las sorpresas y la mezcla. Fuera, el orden y la estructura no está contenida en un documento o en un dispositivo, sino que la dan las redes y los usos que damos colectivamente al conocimiento.
Fuera, las cosas no son binarias, sino difusas, grises, con muchos matices. Donde dentro hay seguridad y estabilidad, fuera hay riesgo y variabilidad. Estar dentro es estar a salvo, pero salir es una promesa. Es la promesa de la desorganización. Es el territorio de la automotivación, del interés personal, de la curiosidad y la experimentación. De los aprendizajes no planeados y autodirigidos. Es el espacio sin normas y sin forma. Es el terreno de lo informal.
Fuera, los contenidos no se llaman ya contenidos sino recursos. Y cuando se dan ciertas condiciones los llamamos Recursos Educativos Abiertos. Recursos que se pueden utilizar, reutilizar, modificar, intercambiar, mezclar y combinar. Recursos que no están contenidos, no están encerrados y no son, en ese sentido, contenidos. Y que cuando, por ejemplo, los encerramos en plataformas dejan de funcionar. Son libres y circulan y, al circular, podemos modificarlos, recombinarlos y recrearlos. Y al hacer todo esto puede pasar que lo que resulta ya no es disciplinar, sino multidisciplinar. Que no trabaja una sola competencia sino varias y que no responde a un estándar sino a la combinación de varios.
Los Recursos Educativos Abiertos nos permiten liberar el conocimiento y abrir las prácticas. Los Recursos Educativos Abiertos abren, valga la redundancia, las cerraduras con las que tenemos cerrada la Escuela y dentro de ésta las aulas. Y una vez abiertas escuela y aula, el contenido deja de estar contenido. El conocimiento entra y sale. Deja de ser contenido.
Pero la libertad y la abundancia generan incertidumbre en la mayoría de nosotros. Y muchos preferimos entonces volver a la seguridad de lo conocido, de los límites establecidos, de lo pautado y determinado. Volver a la seguridad de los contenidos y del libro de texto que nos ayudan a interpretar el currículo (qué se aprende y qué no, cuánto aprendemos de cada, a qué ritmo y en qué orden y también de qué forma, si es leyendo mejor que viendo o recordando antes que haciendo).
Sabemos que debemos abrirnos, que debemos salir y dejar entrar lo que está fuera. Sabemos que debemos vincular lo que hacemos en el aula y en la escuela a la vida de nuestros alumnos. Que debemos expandir el aula y abrir la educación. Abrir el aula y derribar muros. Abrirnos a otros conocimientos y otras metodologías.
Sabemos de algunos que salieron y que están bien. No les ha pasado nada. Están mucho mejor según cuentan. También sus alumnos. Pero a la mayoría el “afuera” nos da miedo. No nos sentimos seguros y preferimos parapetarnos entre las paredes del aula y los márgenes del libro de texto.
Pero si alguien nos acompañara muchos saldríamos. Hacen falta actores que nos ayuden a navegar por la libertad y la abundancia. Por la incertidumbre de lo desconocido. Hacen falta actores que nos ayuden a movernos también por lo que podríamos llamar nuestras Zonas de Desarrollo Próximo Digital. Por zonas de incertidumbre cercanas a la seguridad de lo tradicional, pero abiertas. Zonas donde podamos ser mejores. Zonas donde seguirá también existiendo la incertidumbre normal del ecosistema digital, pero también donde habrá acompañamiento y asesoramiento que nos ayude a aminorar esa incertidumbre.
Zonas que se extenderán más allá de los límites del aula y del libro de texto, dependiendo de cada docente, de cada grupo de docentes, de cada grupo de alumnos y de cada escuela.
*Este texto es una simplificación de la compleja realidad de la educación escolar y de la difícil tarea de educar hoy. Lo es también del complejo entorno social en el que la escuela debe actuar hoy. Y lo es, por último, también, de la complejidad del entorno tecnológico y digital y de las relaciones de éste con la escuela.
No existe como tal una escuela tradicional. Hay muchas escuelas, muchos docentes y muchas maneras de enfrentar los grandes retos que la educación tiene hoy. Hablar de escuela tradicional como si fuese un modelo único que responde a unas características comunes y generalizables es, como decía, una simplificación. Aún así, la hemos utilizado porque creemos que ilumina aspectos interesantes para entender parte de los retos que la escuela tiene en el entorno tecnológico y digital en el que ya vivimos.
**El texto fue publicado originalmente el pasado 2 de febrero en el blog de SantillanaLab y fue escrito en el contexto de la tercera temporada de SantillanaLab, edición 2017. Es una reflexión personal pero recoge el trabajo y las conversaciones mantenidas con mis compañeras Cristina Arroyo, Marta Bonet yBeatriz Iranzo, así como la rica discusión que se estableció el 18 de octubre de 2017 en la sesión del Lab dedicada a los Recursos Educativos Abiertos con el resto de compañeros y compañeras de SantillanaLab y un buen grupo de maestras, maestros, profesores y profesoras, a los y a las que desde aquí agradezco su tiempo y generosidad.
Fuente: https://carlosmagro.wordpress.com/2018/02/09/contenidos/