Por: Clara Sanz López.
La orientación educativa se enfrenta al reto de responder al planteamiento global de la orientación a lo largo de la vida.
La intervención esperada se dirige a todo el alumnado y, por tanto, debe facilitar a cada uno la adquisición de las competencias que le permitan llegar lo más lejos posible en su formación integral y a desenvolverse como ciudadano miembro de una sociedad en continuo cambio. Una condición que le obligará a formarse permanentemente, a tomar decisiones, previstas o imprevistas, sobre su situación profesional y vital, así como a integrar el cambio como característica propia de su época.
La responsabilidad de la orientación, compartida con la educación, es que las personas estén equipadas con competencias personales y sociales transferibles a variedad de contextos, y que den la máxima capacidad para gestionar su propia vida y tomar decisiones. Son las habilidades para la gestión de la carrera, que devienen un contenido nuclear de la orientación.
Evidentemente, será en el periodo de la educación obligatoria cuando deban incorporarse estas competenciasimprescindibles para todos los ciudadanos. La orientación en el ámbito educativo pasa a ser un subsistema de un planteamiento más amplio: la orientación a lo largo de la vida. [1]
Esto obliga a repensar la intervención orientadora, planteando la necesidad de que cada centro diseñe su currículo secuenciado de orientación, a lo largo de los niveles de cada etapa. El orientador no intervendrá únicamente en momentos críticos de decisión; su intervención tendrá carácter permanente, sistemático y planificado para incorporar este aspecto a la educación de todos los alumnos. Su perfil cambia respecto al del momento de su aparición. Pasa de ser un especialista psicopedagógico centrado en el alumnado con necesidades educativas específicas, a desempeñar un papel mucho más integrado en el proceso educativo general, que opera desde la globalidad del centro y se dirige a la totalidad del alumnado. Su tarea se plantea desde una perspectiva multifactorial, manejando variables e informaciones provenientes de sectores como el análisis de estilos de aprendizaje o la prospectiva de empleo por sectores profesionales a medio y largo plazo.
El currículo de orientación integra tres bloques que han de articular toda la intervención:
1. Career counselling: autoconocimiento y toma de decisiones.
2. Career education: habilidades para la gestión de la carrera.
3. Career information: exploración de contextos de formación y de trabajo.
Los dos primeros bloques se integran en el ámbito del apoyo al proceso de enseñanza-aprendizaje, que tiene dos partes diferenciadas: una, dirigida a todo el alumnado, esencial en la labor orientadora desde el enfoque actual; y otra, dirigida a estudiantes con necesidades educativas específicas.
El currículo de orientación [2] de estos bloques incorporará y garantizará el trabajo secuenciado de contenidos que forman parte de la formación global del alumno:
- Autoconocimiento
- Toma de decisiones
- Habilidades personales
- Iniciativa personal y espíritu emprendedor
- Habilidades sociales, de relación y comunicación
- Habilidades de participación activa
No podemos obviar la atención a los alumnos con necesidades educativas específicas, cuyo enfoque ha de desplazarse desde el diagnóstico a la atención de sus necesidades educativas individuales y los recursos a poner en marcha para lograr su máximo desarrollo personal.
El tercer bloque se concreta en el ámbito de la orientación académica y profesional:
- Descubrimiento del mundo laboral
- Itinerarios formativos
- Hábitos de trabajo y técnicas de búsqueda de empleo o autoempleo.
Es el ámbito de intervención más desenfocado, por cuanto suele limitarse a intervenciones puntuales ligadas a toma de decisiones académicas. Olvidamos que la orientación educativa no es en sí misma un fin. El alumnado no puede recibir una orientación de itinerarios educativos con finalidad en sí mismos y no percibidos como propedéuticos para una futura ciudadanía activa en una sociedad en la que ha de participar a nivel personal y profesional.
La orientación se constituye así en aseguradora de la calidad de procesos de elección, de toma de decisiones «bien informadas» basadas en evidencias objetivas y no en el imaginario profesional de cada comunidad, como puente entre los itinerarios educativos –punto de partida- y los itinerarios profesionales –punto de llegada-, relacionando sectores profesionales y ocupaciones con las opciones de formación asociadas.
La acción tutorial plantea, desde esta perspectiva, los tiempos específicos para desarrollar el currículo de orientación.
Será en este marco -y no en otros- donde la práctica orientadora responda a lo que se espera de ella y se ajuste a las complejas demandas que la sociedad le plantea.