Por Ana Solares
Aplicar algo sólo porque suena inteligente hacerlo, no es atípico en Bolivia. Un tristísimo ejemplo es la opción por el método global de lecto-escritura en el país que se inauguró con la Reforma Educativa 1565 en el gobierno de Sánchez de Lozada. Las razones para tal valoración se resumen en que ese método es el menos indicado para enseñar a leer y escribir en castellano, idioma de ortografía transparente y quien desee profundizar en ello, encontrará los argumentos de respaldo en el artículo de mi autoría “Descolonicemos la enseñanza de la lecto-escritura” publicado en Página Siete endiciembre de 2015.
Sin embargo, la cuestión sobre la que deseo reflexionar es la apreciación de quien fuera Secretaria Nacional de Educación en el gobierno precitado, Amalia Anaya, en su artículo “Medición de la calidad educativa y elecciones” (Página Siete 22 de agosto de 2019) en sentido que una evaluación de la calidad educativa anual es imposible y que quienes la proponen “no saben lo que son las pruebas PISA y Llece o que lo proponen sólo porque suena inteligente”. Asimismo, señala que PISA “tiene los recursos que le permiten contar con equipos de especialistas de alto nivel para la elaboración de pruebas, su aplicación y su procesamiento… tareas muy costosas y complejas, tanto que la obtención de resultados toma alrededor de dos años”. Es decir, si quienes desarrollaron PISA no pueden hacerlo en un año, nosotros menos lo podremos hacer.
Me permito disentir por completo porque podemos hacerlo y no necesitamos seguir a rajatabla las recetas externas. Sucede que en materia social y mucho más en educación, el recurso humano es factor clave y en nuestro país hay valiosos profesionales y valiosas experiencias educativas que se pueden recuperar.
Debo decir que la visión de Anaya, a quien respeto por su papel en lo que significó la aplicación de la Reforma Educativa 1565, peca de sesgos que se deben dejar atrás. Su perspectiva es colonialista porque parte de la aceptación de subalternidad de Bolivia en relación los países “centro” y es tecnocrática, porque supone que unos profesionales son la masa obrera no pensante y otros, los expertos intelectuales llamados a prescribir recetas sin tener experiencia de aula.
Encarar la medición de la educación desde la lógica tecnocrática explica los largos plazos a los que ella se refiere y, por tanto, contar con la información cuando ésta ya no refleje la realidad del momento; implica que el Estado deba pagar cuantiosas sumas a expertos burócratas y para colmo, que esos datos no digan mucho de lo realmente importante, crítica ampliamente extendida en contra de las pruebas PISA pero, que no alcanza para descartarlas por la importancia de tener un sistema de medición internacional.
El sistema boliviano de evaluación de la calidad educativa debe concebirse con criterio pragmático, orientado a lo que se puede conseguir en concreto y bajo la máxima de “aprender haciendo”, y ser gradual para medir lo básico y esencial, inicialmente: la lecto-escritura, lectura comprensiva y procesos lógicos matemáticos básicos en todos los estudiantes. Al mismo tiempo, se puede utilizar las herramientas informáticas disponibles para recoger y procesar datos casi automáticamente, cuando menos en las unidades educativas de las áreas con acceso a internet, algo respaldado en experiencias similares con fines investigativos no referidos a la calidad educativa.
Por otra parte, la medición de la calidad de la educación es sólo uno de los ámbitos en que se debe desplegar la investigación educativa, misma que debe desarrollarse en todos los escenarios posibles a cargo de los profesionales de la educación para que a través de la búsqueda de nuevo conocimiento (un nuevo método de enseñanza para álgebra, textos atractivos para gramática y ortografía, etc.) se desarrolle un proceso activo y permanente de mejora de la enseñanza y el aprendizaje y, por tanto, de mejora de la calidad educativa.
Ciertamente, no todas las condiciones están dadas para hacer investigación educativa de forma extendida dentro del sistema, pero no hay otro modo de alcanzar éstas si no es haciendo investigación y de manera interdisciplinaria, bajo la dirección de quienes tienen claridad en el norte a seguir.
Finalmente, me permito reivindicar el derecho a pensar una realidad distinta y parte de ello, a mi entender, consiste en: a) no descalificar lo que no refleja exactamente el propio punto de vista, tan sólo por esa razón y b) ser capaces de hacer crítica constructiva y no sólo señalar lo malo, sin hacer propuesta.
Los profesionales del área educativa estamos llamados a ser humanistas y a tener esperanza, lo primero conlleva el rechazo al colonialismo, la tecnocracia, al autoritarismo y la demagogia y lo segundo, desafía a vivir en la vida cotidiana y la realidad del aula, la Bolivia que estamos dispuestos a construir.
Ana Solares es pedagoga.
Fuente: https://www.paginasiete.bo/opinion/2019/9/11/investigacion-la-medicion-de-la-calidad-educativa-230504.html#!
Imagen tomada de archivo OVE