Cultura, ética y educación en tiempos de tornados
Ernesto Limia Díaz
A raíz del indignante e impermisible ciberacoso de que es víctima el joven actor, Roberto Espinosa, quien protagoniza el papel del violador en la novela cubana El rostro de los días, sostuve un intercambio de opiniones en el muro de Facebook de Julio César Pagés con el profesor Luis Álvarez. Ante una justa preocupación suya, escribí estas ideas a las que aporté mayores argumentos para publicar aquí. Son mis modestas opiniones sobre temas que considero relevantes, en cuya solución todos debemos trabajar:
17 de agosto de 2020
Profesor Luis Alvarez, no hay diferencia entre lo que ambos pensamos. No me preocupa solo la escuela, no la creo el principal responsable de los problemas educacionales que afrontamos, cuyo reflejo son, al decir de Raúl, «la presencia de comportamientos cívicamente inaceptables en sectores cada vez más extendidos de la sociedad». Lo que más me preocupa son las fallas en el sistema educacional, en el que como sistema la escuela es solo un eslabón, con problemas crecientes —duele decirlo— por las fallas en la formación y falta de cultura de profesores graduados en los últimos lustros, que no pocas veces son los de menor nivel entre quienes vencen la enseñanza preuniversitaria. Y no estoy generalizando, solo llamo la atención sobre ello a partir de lo que me han expresado quienes se encargan de su formación.
Ahora, en el sistema educacional debieran articularse mejor todo el/la que tenga un papel decisivo en la formación de nuestros hijos y nietos: MES, Mined, Mincul y su sistema institucional, el Inder, la familia, la Uneac, la Brigada de Instructores de Arte, los medios masivos de comunicación, la UJC y las organizaciones estudiantiles; en fin, cuantos pueden aportar o están aportando. Me detengo solo en la cultura para no enjuiciar terrenos en los que no trabajo: ¿Es cierto que la escuela es la más importante institución cultural de la comunidad? Esa es la meta, pero quien afirma eso confunde el estado de deseo con la realidad. Para lograrlo hay mucho, muchísimo por hacer, y articular, y se lo dice alguien que le dedica gran parte de su vida a ese propósito: un programa semanal de promoción cultural, la Sabatina del Fresa y Chocolate; un programa semanal de radio, Cuba Libre, en la emisora Habana Radio; un círculo de interés con niños de 5to grado en la maravillosa escuela primaria Frank País García del municipio Plaza de la Revolución.
¿Los problemas con los que chocamos cada día: la indecencia, la intolerancia, el racismo, la discriminación contra la mujer y contra la libertad de las personas a escoger su preferencia sexual, el hedonismo, el egoismo y el individualismo extremo que nos chocan más porque antes eran expresiones aisladas, responden a comportamientos legítimos de quienes se manifiestan así o son conductas, proyecciones o hábitos inducidos por los centros hegemónicos de poder? ¿No lleva ello, cualquiera que sea la causa, un esfuerzo superior en materia de formación humanista? Sin embargo, cuando se redujo el tiempo físico de la enseñanza superior, ¿cuáles fueron las primeras víctimas, no fueron las asignaturas de humanidades?
En un país en el que resulta esencial la ética como columna vertebral de la construcción del socialismo, ¿por qué Ese Sol del mundo moral, de Cintio Vitier, un libro excepcional, no forma parte de la bibliografía básica de nuestras universidades, qué lo impide? Lo he preguntado en todos lados frente a rectores/as y vicerectores/as, profesores, alumnos. Nadie opina, nadie dice una palabra. Siempre recuerdo que cuando comenzó la batalla de ideas Fidel lo mandó a publicar varias veces para regalarlo a los egresados en el acto de graduación del Carlos Marx.
¿Por qué de Félix Varela y de José de la Luz y Caballero nuestros estudiantes solo conocen sus nombres, o cuando más aspectos de su vida, pero no saben nada de su proyección social y su hondo pensamiento, en no pocas aristas vigente por su alcance fundacional? ¿Cuánto podrían aportar las enseñanzas de Varela y los aforismos de Luz?¿Por qué Los silencios quebrados de San Lorenzo, del Dr. Rafael Acosta de Arriba, que aborda la vida, pensamiento y proyección civilista de Carlos Manuel de Céspedes, no está igual como bibliografía básica de la universidad, en un país en el que la cultura civilista atraviesa tan grandes desafíos?
Constituye un logro la presencia de la educación artística curricular en toda la enseñanza primaria, secundaria y en la formación de maestros; más cabe preguntarse: ¿tiene el alcance y la profundidad que se necesita esta asignatura que tanto aportó a la sensibilidad de varias generaciones de cubanos? ¿Quién le está poniendo ciencia al llevado y traído tema de la lectura y de cómo promoverla, no en correspondencia con lo que plantean los «especialistas», sino como resultado de un estudio profundo de alcance nacional?
Y aquí es importante tener en cuenta el criterio de la Dra. Graziella Pogolotti, quien ha explicado y escrito que la lectura resulta esencial entre los estudiantes, pero no vista como un simple acto de ejercicio escolar. No se trata de leer por leer, sino de enseñar desde las escuelas a encontrar lo que se esconde detrás de las palabras y ello debe aprenderse desde los primeros años y debe nacer desde la producción oral y escrita. Una cosa es la información y otra el conocimiento; la primera es auxiliar y el segundo se procesa, se metaboliza, mediante la formación de la capacidad de pensar y relacionar las cosas, los acontecimientos. Este es un entrenamiento que nace de la lectura y comienza en la educación primaria y, como insiste la Dra. Pogolotti, es importante fomentar la lectura como base de la comunicación entre los seres humanos, porque cuando la gente no se puede comunicar con palabras lo que queda es la violencia.
En este curso a transitar inexorablemente, ¿cuántos más no podemos actuar profesores, artistas, instructores de arte, periodistas, intelectuales en general, aprovechando las redes sociales, y en particular Facebook, la preferida en nuestro país, para promover fundamentos culturales y artísticos descolonizados, revolucionarios en la acepción total de la palabra?
¿Cómo detenemos la avalancha de insultos, ofensas y vulgaridades —de izquierda y de derecha— en las redes sociales de Internet? ¿Por qué nuestros medios informan acerca de la corrupción económica y no damos la pelea contra toda esta corrosiva podredumbre moral desde los presupuestos de la comunicación política y las ciencias sociales revolucionarias con una fuerza de huracán? ¿Por qué al impresentable Otaola le plantamos un oponente que deja mucho que desear? ¿Por qué funcionarios vulgares actuan en ocasiones con cierta sensación de impunidad dado que nos empeñamos en presentar o asumir la crítica como una amenaza? ¿Por qué no acabamos de ver la crítica como una oportunidad? ¿Se puede construir el consenso social en los tiempos que corren con intolerancia, sectarismo y dogma, contraponiendo «cartelitos» o soluciones administrativas al debate de ideas y conceptos? ¿En tiempos de la revolución de las comunicaciones podemos hacer como el avestruz cuando no nos gusta una opinión o la consideramos desacertada? ¿En los tiempos que corren podemos prescindir de enamorar, persuadir y sumar a la mayor cantidad de gente a las proyecciones de nuestra vanguardia revolucionaria? ¿Podríamos llamar vanguardia artística o intelectual a quienes discuten en espacios reducidos, distantes de los intereses y aspiraciones de los seres comunes?
Son preguntas que debemos plantearnos y someter a debate cada uno de nuestros días para que nuestra ejecutoria no pierda el rumbo ideológico y moral de la Generación del Centenario. Son tiempos de sumar. Frente a la apatía y la indiferencia, debemos contagiar entusiasmo. Y ser consecuentes… No podemos criticar el delito entre la marginalidad y callar ante el delito de «cuello blanco», nuestro pueblo no lo perdonará; no podemos hablar del valor de la historia y reducirla a efemérides, a veces tan mal recordadas que hubiese sido preferible pasarlas por alto. No podemos decir que es importante leer, si la gente aprecia que la mayoría de nuestros cuadros políticos, gubernamentales, culturales y educacionales no le dedican tiempo a la lectura más allá de los contenidos asociados a su especialidad o su tarea; o al menos, que no hablan y promueven los libros que leen. En el pueblo de Fidel, Raúl, el Che, Carlos Rafael Rodríguez, Raúl Roa, Osvaldo Dorticós, Armando Hart, eso constituye un retroceso.
La Revolución siempre estará bajo el acoso de nuestros «ilustres» vecinos, que aspiran a tragarnos y para ello no escatiman esfuerzos y dinero. Así ha sido desde el siglo XVIII y nada cambiará. Unas veces nos querrán destruir mediante la violencia económica y el terrorismo; otras mediante el abrazo de la muerte; en ocasiones, en una combinación de ambos métodos. Hay un pequeño segmento, pequeñísimo me atrevo a asegurar, de intelectuales criollos —dentro y fuera de Cuba— que responden a su plataforma con bases neoplattistas y a los que debemos combatir desde la máxima martiana que Fidel hizo suya: «Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras», sin olvidar un principio esencial de la política cultural trazada por el líder de la Revolución Cubana en 1961: «Solo renunciar a los incorregiblemente reaccionarios, a los incorregiblemente contrarrevolucionarios».
Tampoco olvidar que la bronca es por el corazón cubano y nuestros hijos y nietos nos están observando. Esta pelea nos exige mostrar la altura moral y la audacia de quienes nos trajeron hasta aquí, y es bueno dejar claro que no entregaremos de rodillas la patria que nuestros abuelos y padres nos legaron de pie.
El problema que tenemos es esencialmente cultural y se gana aquí adentro, con nuestros propios esfuerzos. Como dijo Fidel en el 2005 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana: solo nosotros estamos en la posibidad de autodestruirnos. Y se trabaja, no tengo duda; se hacen grandes esfuerzos, pero se impone una superior articulación, una mayor intencionalidad de las acciones y, definitivamente, menos consignas y más creatividad y estrecho trabajo entre quienes integran o pueden contribuir con nuestro sistema educacional, que como ya apunté, es más que la escuela o la universidad. A eso nos está llamando Díaz-Canel, representante de lo más genuino del hombre y la mujer nuevos anunciados por el Che; en ello, no tengo duda, nos va la vida de la Revolución, y nuestros sueños. Afrontémoslo con entereza, inteligencia y compromiso con las bases populares de nuestro pueblo. Y sobre todo, afrontémoslo con cultura: La cultura salva. La cultura no solo es la patria, de la cultura depende el futuro de la especie humana.
Autor: Ernesto Limia Díaz
Fuente de la Información: http://www.cubadebate.cu/opinion/2020/08/18/cultura-etica-y-educacion-en-tiempos-de-tornados/#.X0BCgShKh0w