Por: Fernando J. Gómez
Durante los últimos meses hubo una importante negación de aspectos de la pandemia. El debate por las clases presenciales, fue parte de la impostura (y de los aspectos profundamente mortíferos de la negación) de la clase política (siempre con un ojo en las encuestas). Esto persiste en el mantra que repiten los más irresponsables: “por la existencia de protocolos, en la escuela nadie se contagia” llegando al colmo del cinismo al afirmar que incluso era positivo abrir las escuelas, porque se detectan casos. ¿Cómo llegan niños y padres a la escuela, acaso lo hacen por un agujero de gusano? Sobre esta negación, han sido múltiples los factores que la sostienen: estrategias y realidad. La falacia de los protocolos es una trampa mortal. La inversión para el retorno a la presencialidad es irrisoria en todos los distritos.
Se ha infundido el miedo en la población. El miedo tiene un objeto concreto, es decir, se destaca aquí que no es producto de una fantasía. Otros aspectos a destacar: a la subjetividad le cuesta mucho trabajar con este real mortífero. Para que ciertos discursos actúen y sean efectivos debe haber negación (o denegación). Las ramificaciones de este tema de lo mortífero actuando en lo cotidiano, son inabordables en la actualidad, pero debe orientarse la pesquisa según lo ominoso (tal como lo plantea Freud).
También es muy difícil lograr actualmente el diagnóstico sobre los efectos del confinamiento en niños y niñas, pero ponerlos a jugar con la muerte no parece un mejor escenario que el aislamiento en casa. La imaginería de Occidente plantea que lo existente es infinitamente manipulable por los poderes. Eso es una gran falacia, queda claro que no podemos controlar la pandemia, sólo protegernos de sus efectos; la situación actual demuestra que el cálculo es imposible. Esta segunda ola significa una nueva pandemia, abordable con otros recursos, es cierto, ya que ha servido de algo el tiempo que pasó.
Por otro lado estamos en medio de la pandemia, insistiré: una nueva pandemia, con nuevas cepas, más contagiosas y con una incidencia de mortalidad mayor. Rodeados de países en los que estallan los sistemas sanitarios y los muertos se cuentan en decenas de miles. Las vacunas son escasas y no estamos cerca de alcanzar la inmunidad de rebaño y los sistemas de salud sufren una exigencia límite. Hay que trabajar concretamente para aliviar esa exigencia a servicios y trabajadores de la salud.
Esta situación, que reconocemos como de exigencia crítica, debe extenderse lo menos posible. No llevemos a nuestros compañeros en el sistema de salud a tener que elegir a quién intubar y a quién dejar morir. Pero además ¿cuántos muertos más tolerarán nuestros compañeros del sistema de salud?
En Rosario los números son alarmantes, hubo días en los que murieron 40 personas ¿alguien fue a preguntarle a los trabajadores de salud qué significa eso? ¿a los deudos? ¿o no significa nada? yo no acepto esta última opción, esas muertes significan algo. Invisibilizarlas y designificarlas es extraño o calculado, como ustedes quieran. Yo creo que salvar una vida es salvar mucho. Creo que debemos comenzar a gritar: ni un muerto más por Covid. Para que sean reorientadas todas las fuerzas de la sociedad para evitar esas muertes. Ese es un trabajo político.
El reseteo que tiene por delante el sistema educativo es inminente, habrá que poner a los mejores en los lugares de mayor responsabilidad. No sé si eso está sucediendo en estos momentos. Esto es político, en el sentido de que es político aquello que se preocupa por los problemas de la polis. La educación pública es un valor, una riqueza que un pueblo se da a sí mismo, y esto define su espíritu. El neoliberalismo pretende hacerse con las riquezas de los pueblos, materiales y simbólicas. La educación pública argentina se ve atacada desde hace varias décadas, nadie puede desconocer esto, varias leyes, traspasos de jurisdicción y competencias, cambios en las curriculas, en los contenidos, la precariedad en la que permanecen las instituciones responsables de este derecho, es un primer punto del diagnóstico. No resulta posible abordar aquí esta problemática.
En nuestro país parece aceptarse la apertura de escuelas, aun contra toda evidencia de lo peligroso de dar este paso. Nadie podrá argüir que no estuvo advertido. Se ve o se muestra como un éxito la apertura y la apertura significó muertes evitables. ¿No deberíamos trabajar incansablemente para evitar esas muertes?
En el ámbito de la educación como en tantos otros, no debe soslayarse el trabajo del año pasado. Debe haber dejado algún aprendizaje. Es cierto que es importante pensar la heterogeneidad de las prácticas y las distintas realidades en una geografía tan amplia como la de Santa Fe o la del país (Argentina). Creo que debe evitarse la fatiga que significa el sistema de virtualización tal como se presentó el año pasado. Basta de improvisaciones, esto es fundamental, detener y conjurar la incertidumbre que vivimos las familias ¿Se está pensando algo de esto? Cuando se habla de un sistema mixto o híbrido, ¿de qué se trata eso? de improvisación descarada. Es fundamental confiar en las y los maestros, otra posición sería contraria a los intereses de nuestro pueblo. También a su historia. Sobre todo en la educación pública si es que pretendemos mantener de ella lo fundamental (ya que se asume que no podrá mantenerse indemne). Si me ponen a elegir entre los maestros y un ministro (cualquier ministro) me inclino por los maestros. Especialmente por los maestros en la tradición de la carpa blanca. Los únicos que pueden pensar la escuela y pensar el uno por uno de cada chico; no puede permitirse la desvinculación masiva del año pasado. Por eso es fundamental pensar formas de vinculación, formas de que se produzca el hecho pedagógico respetando la realidad epidemiológica, se afirma desde muchas voces que: en la mayoría de las escuelas no hay condiciones. Para que haya pensamiento debe haber condiciones, buen trato, ternura. Finalmente, resulta lo más importante: intercambiar y poner en discusión ideas que nos permitan construir colectivamente propuestas fructíferas y sostenibles para un retorno posible a las escuelas. En Argentina, por lo menos, el diálogo no parece real. Pero la discusión tampoco está cerrada.
Creo que, en este momento, de tanta gravedad y luego de tantos esfuerzos hechos como sociedad, ante el avance de la segunda ola (o de esta nueva pandemia) los mayores esfuerzos deben volcarse hacia lograr mejorar el modo de asegurar, en esta emergencia covid, el derecho a la educación por medios digitales, con conectividad e inversión real. Y con gente responsable e idónea al frente de esta lucha.
Fuente: El autor escribe para OVE.