Por Cinthia Wanschelbaum*
En estos días se produjeron dos hechos extremadamente graves y preocupantes para la democracia argentina.
El miércoles 13 de noviembre, se realizó el lanzamiento de la Fundación Faro, un nuevo think tank dirigido por Agustín Laje, el intelectual ultraconservador orgánico a Javier Milei. La flamante fundación educativa organizó una cena para recaudar fondos, cuyo valor fue de $us 25.000 el cubierto y de la que participaron grandes corporaciones y empresas argentinas, como Techint, IRSA y Pan American Energy, entre otras. Los oradores en el acto fueron Milei y Laje.
Tal como figura en su página web y como reiteró recurrentemente Milei en su discurso, la principal misión de la fundación consiste en librar la batalla cultural. “Las ideas ganan guerras y pueden cambiar el curso de la historia, particularmente para nosotros, que llegamos donde llegamos por dar la batalla cultural. Cada idea es una bala que debe alcanzar su objetivo con la mayor precisión posible”, expresó Milei en su alocución de más de una hora en la que sintetizó lo hecho hasta el momento y su perspectiva a futuro.
Tres días después, el sábado 16 de noviembre, se realizó el acto de lanzamiento de la agrupación política “Las fuerzas del cielo”, dirigida por Daniel Parisini —conocido como el “gordo” Dan y jefe de la patota de twitteros mileistas—. Parisini definió al espacio como “el brazo armado de La Libertad Avanza” y “la guardia pretoriana del presidente Javier Milei”.
El acto, tanto por su forma como por su contenido, fue una escena de pedagogía fascista. El escenario estaba decorado por siete estandartes rojos con letras amarillas, una estética que remite directamente al fascismo italiano de Mussolini. Las banderas contenían los siguientes textos: dios, patria, familia, propiedad, libertad, vida. Y uno central que decía “Argentina será el faro que ilumina al mundo”.
El principal orador allí fue también Agustín Laje. En su discurso extremadamente violento remarcó, desde un “gramscismo por derecha”, la centralidad de la “guerra cultural y política”, y les enseñó a los presentes de qué va esa batalla y cuáles son las fases que conlleva.
Laje es filósofo, recibido en la Universidad de Navarra, perteneciente al Opus Dei. Luego de recibirse, realizó estudios en el Centro William J. Perry para Estudios Hemisféricos de Defensa, una institución del Departamento de Defensa de Estados Unidos, junto a Nicolás Márquez —otro de los principales intelectuales de Milei y a quien Laje identifica como su maestro—. Tras sus pasos por dicha institución, publicaron en 2016, “El libro negro de la nueva izquierda. Ideología de género o subversión cultural”. Se trata de una publicación donde reivindican el terrorismo de Estado, promueven un ultraconservadurismo radical, y mantienen una feroz oposición al comunismo, al que continuamente identifican como el enemigo.
En 2022, publicó el libro “La batalla cultural. Reflexiones críticas para una Nueva Derecha”, inspirado en la obra de Alan de Benoist, un intelectual francés fundador de la Nouvelle Droite. Este libro es un manifiesto contra la izquierda, utilizando y desarrollando perversamente -al igual que de Benoist- herramientas teóricas del marxismo, particularmente de Antonio Gramsci, como la categoría de “batalla cultural”. Cuando en el discurso de lanzamiento de la fundación Milei se refirió a Laje y su obra, dijo: “En el camino, nosotros también hemos aprendido algo de Gramsci, estamos dispuestos a usar las armas del enemigo, tenemos en claro que no hay progreso material sin batalla cultural […] Sí, vamos a ser Gramsci de derecha, no tengan dudas porque hay que ganarles”.
Laje, con sus prácticas político-pedagógicas, fue fundamental en el triunfo electoral de Milei. Luego de operar en las sombras y por abajo, está saliendo a escena como el dirigente intelectual principal de la organización de fuerzas juveniles destinadas a dar, de modo violento, la batalla cultural.
Desde una visión amplia de la educación, consideran a esta batalla como una práctica pedagógica estratégica, cuyo centro de gravitación se ubica en las redes sociales como principal instrumento para construir, difundir y transmitir formas de ver el mundo de acuerdo a sus necesidades e intereses político-ideológicos; es decir, para construir su hegemonía.
A un año del triunfo de Milei, ambos lanzamientos y actos son parte orgánica de la configuración de un poder fascista en la Argentina. Se tratan de iniciativas para la construcción de un proyecto político, cultural e ideológico que manipula y abusa de las ideas de Gramsci con el propósito de lograr la dominación, a costa de los principios democráticos. Lamentablemente, mientras el gobierno avanza en la construcción de este tipo de organizaciones de choque destinadas a operar de manera violenta, un sector importante de la sociedad argentina sigue minimizando su accionar, y subestimando su capacidad y efectividad. Abundan un sinfín de interpretaciones sobre, por ejemplo, qué quiso decir el “gordo” Dan cuando afirmó que la agrupación es el brazo armado del presidente. Cuando dijo eso. Ni más, ni menos. Bien explícito y sin filtros.
Y eso se llama fascismo. Así hay que empezar a nombrarlo, a decirlo, para poder resistir y confrontar a esta pedagogía del fascismo.
*Doctora de la Universidad de Buenos Aires en el área Ciencias de la Educación y Licenciada en Ciencias de la Educación, por la misma Universidad. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación (IICE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Investiga temáticas vinculadas a la teoría, política e historia de la educación.
Una pedagogía fascista – Por Cinthia Wanschelbaum