Mercedes Mateo-Berganza
Malala Yousafzai, la joven chica pakistaní ganadora del Premio Nobel de la Paz, ha dicho que la educación es un valioso regalo que les damos a las generaciones más jóvenes. En el caso de las niñas y jóvenes, ésto no podría ser más cierto. En años recientes, grandes iniciativas como Let Girls Learn (Dejemos que las niñas aprendan) — liderada por la Casa Blanca y la Primera Dama Michelle Obama — han sido anunciadas con el objetivo de crear conciencia y mejorar el estado de la educación de las niñas alrededor del mundo.
Sin embargo, la educación por sí sola no es suficiente. Las diferencias de género que evidencian los resultados educativos seguirán estando allí, a menos que los beneficios de educarse no se materialicen en mejoras laborales y ganancias futuras. Si de verdad queremos ver a las niñas crecer y prosperar, debemos también asegurarnos de que tendrán oportunidades para utilizar su educación y contribuir a la sociedad. De otra manera, sería como decirles que son dueñas de un avión pero que no pueden pilotearlo.
En América Latina y el Caribe, las brechas en el acceso a la educación se han ido cerrando y las tasas de culminación, en promedio, se han revertido. Sin embargo, elGlobal Gender Gap Index refleja que, aunque los países en la región han hecho avances significativos por reducir disparidades en educación, todavía se encuentran rezagados en términos de participación económica y de oportunidades laborales para las mujeres.
América Latina tiene una de las brechas de género más grandes en cuanto a aprendizaje se refiere. Por ejemplo, de acuerdo a los resultados de las pruebas PISA 2012, las niñas chilenas promedio de 15 años han perdido más de medio año escolar en matemáticas respecto a los niños del mismo grupo. Los efectos de estas disparidades no terminan en el salón de clases. Un informe del McKinsey Global Institute concluyó que la contribución de las mujeres al Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina y el Caribe se encontraba por debajo del promedio mundial: mientras que la contribución femenina al PIB global es de aproximadamente 37%, las mujeres latinoamericanas son responsables por sólo 33% del total de la productividad regional.
Los esfuerzos orientados a mejorar la educación de las niñas e incrementar la participación femenina en el mercado laboral deben ser vistos como parte de unciclo que trae recompensas en el camino. Si mejoramos las oportunidades para las mujeres que actualmente son parte del mercado laboral — y nos aseguramos que niñas, jóvenes y sus familias conozcan estas mejoras– estamos incrementando las aspiraciones y el desempeño de las niñas que ahora estudian. De esta manera logramos también mejorar el talento que llegará al mercado laboral del futuro.
Existe evidencia clara de que los resultados educativos de las niñas (como las tasas de matriculación, de culminación y también de aprendizaje) mejoran cuando tienenacceso a trabajos e información acerca de la importancia de la educación, incluso cuando los incentivos materiales no están presentes.
Del mismo modo, estudios han concluido que proporcionar información sobre las ganancias de la educación puede mejorar el rendimiento de las niñas enmatemáticas, lo que tiene implicaciones en la elección de áreas de especialización. Estos cambios actitudinales también se pueden ver a un nivel macro: las ganancias de otras mujeres en el mercado laboral suelen generar en otras mujeres un efecto demostrativo que ayuda a explicar cómo algunos países hacen la transición de una baja participación femenina a niveles más altos. Por ejemplo, niñas y mujeres aprenden sobre la experiencia de atender las necesidadesprofesionales y maternales a través de la observación de otras mujeres en sus entornos.
En la mayoría de los países en América Latina y el Caribe, el desafío ya no es convencer a las niñas — o a sus familias — que deben ir a la escuela, sino asegurarse de que permanezcan en la escuela y aprendan. Las niñas deben saber que pueden ser buenas en cualquier asignatura, que está bien escoger una carrera científica o técnica, y que, eventualmente, sus esfuerzos serán recompensados, mejorando así su calidad de vida (Bassi, Blumberg, Mateo Diaz, 2016). Debemos hacerles saber que ellas no sólo son dueñas de un avión, sino que también tienen derecho a pilotearlo.
Es necesario que el mundo de las políticas públicas y el de la investigación unan esfuerzos para presentar propuestas innovadoras que derriben de forma efectiva las barreras que imposibilitan la participación económica de las mujeres, reduzcan las desigualdades, y hagan que el mundo laboral sea más justo para las generaciones que vienen. Los países en América Latina y el Caribe tienen ahora condiciones demográficas favorables para cosechar los beneficios de reformas educativas y programas sociales que se han implementado para alcanzar un desarrollo sustentable. Entonces, ¿qué estamos esperando?