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¿Están los ciudadanos de América Latina preparados para el siglo XXI?

Por: Mercedes Mateo

La región se enfrenta a un escenario que lastra sus oportunidades: altos niveles de desigualdad, ineficiente inversión en educación y baja productividad laboral

Vivimos en un mundo en acelerada transformación en el que los cambios se suceden a nivel tecnológico, migratorio, demográfico y climático. A pesar de la incertidumbre y desafíos que traen consigo, muchos de estas modificaciones son positivas, como una mayor esperanza de vida o la aparición de nuevas oportunidades profesionales para personas que hoy están fuera de la economía formal en ámbitos como la economía gig o economía colaborativa. Sin embargo, América Latina y el Caribe se enfrenta a un complicado escenario que podría impedir que la región aproveche las oportunidades de la cuarta revolución industrial: un escenario en el que se combinan altos niveles de desigualdad con ineficiente inversión en educación y una baja productividad laboral.

En medio de esta compleja actualidad surgen varias preguntas. ¿Están preparados nuestros jóvenes para formarse y poder navegar vidas productivas y felices en un mundo en acelerada transformación? ¿Cuáles son las habilidades clave a desarrollar para el individuo del siglo XXI? ¿Podrían estas transformaciones ayudarnos a romper con el lastre de la desigualdad y crear sociedades más prósperas?

La realidad es que el individuo del siglo XXI se desenvuelve en un entorno extremadamente dinámico en el que va a convivir con tecnologías como la inteligencia artificial que, si bien pueden a ayudar a resolver algunos de los problemas que hoy enfrenta la humanidad, también van a generar desafíos prácticos y éticos. Sabemos que, hasta ahora, el desarrollo de habilidades técnicas ha estado fuertemente relacionado con buenos resultados en el mercado laboral. Sin embargo, un estudio del BID muestra cómo su importancia ha venido cayendo en las últimas dos décadas, mientras que los retornos de la inversión en habilidades transversales o socioemocionales han ido aumentando.

Pero, ¿cuáles son estas habilidades, llamadas también habilidades blandas o, como yo prefiero llamarlas, habilidades a prueba de automatización? Se trata de herramientas como la perseverancia, la resiliencia, la capacidad de aprender a lo largo de la vida, la creatividad, el pensamiento crítico, la flexibilidad, la comunicación y la persuasión. Su desarrollo —además de tener impacto en nuestro éxito laboral— también tiene efectos sobre los distintos ámbitos del bienestar y de la vida personal y social de todos nosotros como individuos. Constituyen el equivalente al sistema operativo humano: forman la arquitectura mental del individuo y son el mejor amortiguador para responder a la incertidumbre que nos plantea el mundo actual porque soportan tanto las funciones básicas como el desarrollo de funciones más sofisticadas para el trabajo y para la vida en general.

Una oportunidad para reducir la desigualdad

América Latina y el Caribe tiene una de las brechas de habilidades más grande del mundo y los sistemas de formación de talento de la región, incluyendo la escuela, se enfocan en títulos detrás de los que hay currículos que no están adaptados a la nueva realidad. Además, el desempeño de los estudiantes es extremadamente pobre comparado con otras regiones, y la deserción escolar sigue siendo un gran desafío: en América Latina, cerca del 50% de los estudiantes abandona el sistema antes de concluir la educación secundaria. Y las brechas salariales asociadas a un abandono temprano entre un trabajador que no terminó la secundaria y la que terminó educación terciaria son del 300% en países como Chile o Colombia. Esto quiere decir que no solo convivimos con estructuras del siglo pasado: incluso dentro de esas viejas estructuras, estamos dentro del grupo de cola. Nuestros países tienen que seguir invirtiendo en conocimientos y habilidades específicas y técnicas, pero necesitan hacerlo mucho mejor y, sobre todo, no de forma exclusiva: mantener un modelo de instrucción basado solo en contenidos ya no preparará a nuestros jóvenes de hoy a enfrentarse con éxito a los retos del mañana, ese mañana que está sucediendo ya hoy, aquí.

Mientras la memorización es cada vez menos importante porque tenemos acceso ilimitado y al instante a millones de contenidos con un simple clic, la mentalidad o mindset de los estudiantes es cada vez más relevante. Un estudio de la consultora McKinsey sobre cómo mejorar los resultados escolares de los estudiantes a partir de datos de PISA 2015 muestra que el mindset de los alumnos puede llegar a ser dos veces más importante que su origen socioeconómico para predecir el desempeño académico de los jóvenes de 15 años que realizaron las pruebas. Es decir, que, al contrario de las creencias generalizadas, el origen familiar no tiene por qué definir por sí solo el futuro de los chicos, siempre que la escuela logre trabajar y fortalecer ese mindset o arquitectura mental de los jóvenes. De hecho, los chicos de cuartiles de ingreso más bajo que participaron en el estudio y que tenían una mentalidad bien calibrada, obtuvieron un mejor desempeño académico promedio que los chicos del cuartil de ingreso más alto con una mentalidad mal calibrada.

La pregunta es, ¿cómo podemos expandir estos resultados para llegar a una población más amplia? La buena noticia es que, como se muestra en una publicación reciente del BID, existen programas de desarrollo de habilidades que pueden preparar a los niños y jóvenes de la región para desarrollar todo su potencial y, en algunos casos, se pueden poner en marcha incluso con recursos humanos y financieros limitados. Los países de la región deberían invertir en programas de alfabetización digital, de ciudadanía global y valores, en programas musicales, deportivos y de formación para el emprendimiento porque a través de estos programas niños, jóvenes y adultos logran desarrollar el conjunto de habilidades que necesitan para la vida. Además, en todos ellos se pueden incluir los últimos hallazgos de las ciencias del comportamiento para incorporar estrategias de intervención que permitan derribar las barreras psicológicas que impiden a los individuos desarrollar sus habilidades y alcanzar sus objetivos a través de cambios en sus hábitos, actitudes y conductas.

Por todos estos motivos, es el momento de que nuestra región transforme sus sistemas educativos para generar una masa crítica de jóvenes líderes, de agentes de cambio e individuos activos a cualquier edad, con independencia de su origen socioeconómico. A pesar de los riesgos, tenemos ante nosotros una oportunidad única: la de lograr, en un corto periodo de tiempo, que mucha gente —gente normal para los estándares del siglo pasado— tenga la oportunidad de convertirse en gente extraordinaria que pueda desarrollar todo su potencial y contribuir a crear un mundo más próspero para las generaciones futuras. En medio de esta transición en la que nos encontramos —la transición de un mundo conocido de títulos y diplomas hacia a un nuevo mundo centrado en habilidades y en el aprendizaje a lo largo de la vida— la clave está en que, en vez de enfrentarla con miedo o suspicacia, lo veamos como una verdadera oportunidad. La oportunidad de que América Latina y el Caribe logre, por fin, comenzar a cerrar la brecha de oportunidades entre niños, jóvenes y adultos de altos y bajos ingresos para crear un nuevo espacio en el que por fin podamos combatir uno de los peores males de nuestra región: la desigualdad.

Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/10/21/planeta_futuro/1571676232_677064.html

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¿Maestros y libros para los ricos, robots y pantallas para los pobres?

Autora: Mercedes Mateo

Entre los grandes objetivos de los sistemas educativos está el de promover aprendizajes que preparen a los niños y jóvenes no solo para el mundo laboral

Cuando se habla sobre tecnología para la educación se piensa en tablets, laptops, robots o plataformas interactivas con las que los chicos aprendan mejor o más rápido habilidades nuevas (codificación) o tradicionales (matemáticas). Planteado así, parece inevitable imaginarse que los estudiantes o escuelas de más altos ingresos sean los que más acceso tengan a este tipo de recursos. Pero, ¿qué pasaría si el acceso a la tecnología en los próximos años no sea un privilegio, sino la forma más barata de acceder a servicios educativos?

Así empezaba un artículo publicado recientemente en The New York Times: “La hipocresía prospera en la Escuela Waldorf de la Península en el corazón de Silicon Valley. Aquí es donde los ejecutivos de Google envían a sus hijos a aprender a tejer, escribir con tiza, practicar nuevas palabras jugando con una pelota y fracciones cortando quesadillas y manzanas. No hay pantallas, ni una sola pieza de contenido interactivo, multimedia y educativo. Los niños ni siquiera toman exámenes estandarizados (…)”.

Sorprendente ¿no? América Latina y el Caribe está invirtiendo cada vez más en equipamiento tecnológico y recursos digitales para cerrar la brecha de habilidades en el mercado laboral y la de aprendizajes entre estudiantes de altos y bajos ingresos. Al contrastar estos esfuerzos con la descripción del New York Times sobre cómo aprenden los más privilegiados, vale la pena preguntarse si la tecnología, después de todo, podría aumentar la inequidad en habilidades y aprendizajes.

Los aprendizajes que más importan: cuáles y por qué

Entre los grandes objetivos de los sistemas educativos está el de promover aprendizajes que preparen a los niños y jóvenes no solo para el mundo laboral, sino también para contribuir a crear sociedades más prósperas.

Se sabe que para acceder a buenos trabajos, se requiere una combinación de habilidades técnicas y habilidades blandas. Esto en sí no es nada nuevo. Lo que sí está cambiando es la distribución relativa de ambas. A pesar de que las habilidades cognitivas siguen estando fuertemente relacionadas con resultados en el mercado laboral (en términos de participación e ingreso), su importancia ha venido cayendo en las últimas dos décadas, mientras que los retornos a las habilidades blandas han ido aumentando. Esta tendencia no es casual: para sobrevivir en el mundo de la automatización, es prioritario enseñar a los jóvenes lo que no pueden hacer las máquinas, porque los trabajos que requieren imaginación, creatividad y estrategia son más difíciles de computerizar.

Un dato interesante viene de un estudio de Google en 2013 realizado para entender si su estrategia de reclutamiento enfocada en “habilidades duras” en ciencias de la computación era la adecuada. Los resultados arrojaron una realidad incómoda: siete de las ocho cualidades más importantes que compartían los empleados de más alto desempeño eran habilidades blandas como ser un buen coach, comunicar y escuchar bien, conocer bien a sus colegas, empatía, pensamiento crítico y resolución de problemas y conectar ideas complejas. Las competencias técnicas en STEM vinieron en último lugar.

Aprender tejiendo: algo más que trendy

Ante este auge de las habilidades blandas, aprender a tejer, escribir con tiza o practicar nuevas palabras jugando con pelotas son actividades que van más allá de una moda de Silicon Valley. Este tipo de educación se convierte en una estrategia para innovar, como bien decía aquel artículo del New York Times: “Mientras que la razón de ser de Silicon Valley es crear plataformas, aplicaciones y algoritmos para generar la máxima eficiencia en la vida y el trabajo (un mundo “sin fricciones”, como Bill Gates una vez lo expresó), cuando se trata de sus propias familias (y desarrollar también sus propias empresas), los nuevos maestros del universo tienen un sentido diferente de lo que se necesita para aprender e innovar: es un proceso lento e indirecto, hace falta serpentear, no correr, permitir el fracaso y la casualidad, incluso el aburrimiento “.

Para cerrar la brecha de habilidades en la región no podemos olvidar los fundamentos que subyacen detrás de este enfoque, pero sin perder de vista tampoco que el cambio tecnológico viene a ritmo galopante y ofrece nuevas posibilidades de las que niños y jóvenes se pueden beneficiar. Mantente conectado para leer el próximo artículo: ¿Tejer o surfear? Potenciales peligros de la tecnología para los aprendizajes.

Fuente: https://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/470274-maestros-libros-ricos-robots-pantallas-pobres/

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Trabajar, aprender, prosperar: una sola política con múltiples impactos

Por: Mercedes Mateo

Todos los días antes de ir a su trabajo, una madre en Toluca, México, lleva a su niño de dos años a la guardería de su barrio. En Santiago de Chile, una madre desempleada se queda en casa con su niña de tres años; su esposo piensa que es ella quien debe encargarse de su cuidado. En Bogotá, una madre trabajadora deja a sus hijos de tres y cuatro años con la abuela porque el preescolar más cercano queda demasiado lejos. ¿Qué relación tienen estas dinámicas con el crecimiento económico de América Latina y el Caribe?

En la región, casi la mitad de las mujeres en edad de trabajar –y en edad de ser madres– están fuera del mercado laboral. Hablamos de 46 millones de mujeres de más de 25 años con algún nivel educativo. ¡Una cantidad equivalente a la población entera de Colombia!

Las cifras sobre los niños también son elocuentes: apenas el 8% de los niños de cero a tres años tienen acceso a programas formales de cuidado y educación inicial y solo 44% de los que tienen entre tres y cinco años participan en ellos. Adicionalmente, la brecha de oportunidades entre niveles socioeconómicos es amplia: un niño de altos ingresos tiene el doble de posibilidades de asistir a un servicio formal de cuidado que un niño de bajos ingresos. Estos desafíos ponen en evidencia que la inversión en los primeros años de vida en la región sigue siendo baja: por cada dólar que se gasta en niños de menos de cinco años, se gastan más de tres en niños entre seis y 11 años.

La provisión de guarderías está positiva y consistentemente relacionada con incrementos en la participación laboral femenina

Sobran razones para aumentar y optimizar esta inversión. El ingreso tardío –en particular para aquellos niños y niñas que están en situación de desventaja socioeconómica– puede ser decisivo para que nunca lleguen a adquirir las habilidades necesarias para la vida, y mucho menos para desarrollar las competencias laborales que los lleven a contribuir a la economía de sus países más adelante. Al mismo tiempo, la no asistencia a centros de cuido también tiene implicaciones para las madres, quienes al abandonar el mercado laboral para cuidar a sus niños, reducen los ingresos del hogar y sus posibilidades de desarrollo y participación económica futura.

Investigaciones recientes apuntan a que la provisión de guarderías está positiva y consistentemente relacionada con incrementos en la participación laboral femenina. Esta medida crea un círculo virtuoso: aumentan las oportunidades para que las madres trabajen y se reducen las brechas de conocimiento entre niños de altos y bajos ingresos, mejorando así la fuerza laboral del futuro.

Sin embargo, abrir más guarderías es parte, pero no toda la solución. La baja participación de los hogares más vulnerables en estos servicios públicos es uno de los grandes desafíos para el diseño e implementación de los programas. Asegurar que los chicos que más lo necesitan lleguen a las aulas que ya tenemos o a las que se vayan a construir requiere de cinco pasos clave: recoger datos para entender mejor las necesidades de la población objetivo; ampliar la cobertura y reducir las restricciones de edad que existen en algunos casos; mejorar la calidad de los servicios; adaptar las características de los centros a las necesidades de las familias (en términos de ubicación, transporte, horarios); e implementar políticas de incentivos y campañas de sensibilización para llegar a aquellos hogares que son más difíciles de movilizar por razones culturales y/o económicas.

Si bien en América Latina y el Caribe existe cada vez más consciencia de la importancia de la inversión en el desarrollo infantil, se debe profundizar tanto en la eficiencia como en el alcance de estas políticas, teniendo en cuenta que para la realidad de algunas madres y familias cuyos hogares viven en condiciones extremadamente precarias, un centro de calidad subóptima puede ser mejor alternativa que no tener nada.

El desafío es grande pero nos encontramos ante una oportunidad para invertir en una educación que rinde. Y lo decimos así porque, cuando combinamos las posibilidades de una mejor educación para los niños, con las de una mejor inserción laboral para sus madres, gana la familia, la economía y la región.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/06/12/planeta_futuro/1497272425_487047.html

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Equidad de género: no todas las respuestas vienen del sistema educativo

Por: Mercedes Mateo

«Si las niñas de la región están asistiendo a la escuela en números similares a los de los niños (e incluso mejores en algunas instancias), ¿cómo explicamos los deficientes indicadores en el mundo laboral» escribe en esta columna Mercedes Mateo, Especialista Líder en Educación de la División de Educación del BID.

No es sorpresa: asegurar que las niñas asistan a la escuela incrementa sus posibilidades de conseguir un empleo. Sin embargo, alrededor de 1 de cada 2 mujeres en América Latina y el Caribe se encuentra actualmente fuera del mercado laboral, y la brecha en la participación entre hombres y mujeres es de casi 30 puntos porcentuales, una de las más altas en el mundo (Banco Mundial, 2012). Si las niñas de la región están asistiendo a la escuela en números similares a los de los niños (e incluso mejores en algunas instancias), ¿cómo explicamos los deficientes indicadores en el mundo laboral? Algunas respuestas vienen del sistema educativo, pero no todas.

Aunque la asistencia a la escuela es importante, la misma no necesariamente garantiza la adquisición de las competencias y habilidades necesarias. Las diferencias en el tipo de competencias y habilidades que se adquieren en la escuela puede explicar, en parte, por qué las mujeres se concentran en sectores de baja productividad. Sin embargo, incluso si pudiéramos corregir la brecha de habilidades, esto no sería suficiente para eliminar las disparidades en el mercado laboral que existen entre hombres y mujeres.

La razón es que, aunque la brecha en participación laboral se encuentra presente durante todo el ciclo de vida, la misma se agranda durante los años de vida reproductiva de las mujeres. La mayoría de la población fuera del mercado laboral en la región está compuesta por mujeres en edades entre los 24 y los 45 años. Esto representa la parte más grande del pool de capital humano inutilizado que poseen los países, y donde se concentran las madres de niños pequeños. Las palabras de Katharine Zaleski, cofundadora y directora ejecutiva de PowertoFly, describe muy bien las desventajas a las que se enfrentan muchas mujeres en el mercado laboral.

“Mi situación era la de una mujer con dos opciones: o volvía al trabajo como lo hacía antes y no veía a mi bebé; o reducía mis horas y dejaba a un lado la carrera que había cultivado los últimos diez años. Cuando vi a mi pequeña bebé, me di cuenta que no quería que ella se sintiera atrapada como yo lo estaba”.

El cuidado de niños pequeños compite con la disponibilidad y el tiempo de las mujeres para trabajar, así como con el tiempo que niñas y adolescentes disponen para estudiar y que usan para ayudar a sus familiares en estas labores. Las estimaciones apuntan a que las mujeres dedican, en promedio, tres veces más horas que los hombres al cuidado — un tiempo por el que no reciben compensación (McKinsey Global Institute, 2015).

Los costos de oportunidad de trabajar son también diferentes para hogares con niños: cada hora que se dedica al trabajo es una hora de cuidado infantil que debe ser tercerizada, y el precio que se paga por esto puede incluso superar el salario pagado por hora. La provisión de servicios de cuidado infantil reduce este costo de oportunidad. La evidencia que viene tanto de países desarrollados como de naciones en vías de desarrollo muestra que el acceso a cuidado infantil está positiva y consistentemente relacionado al incremento en la participación femenina en el mercado laboral, y que excepciones surgen cuando el sistema de incentivos no está bien diseñado o las características del sistema no están adaptadas a las necesidades de los hogares más vulnerables.

Si la región verdaderamente  desea dejar de desaprovechar su capital humano, los países deben asegurarse de que niñas y niños aprendan en la escuela lo que el mercado laboral pedirá de ellos pero también deben proveer alternativas de cuidado para reducir los costos de oportunidades asociados al trabajo de los padres. Más y mejor cuidado infantil es una opción de política para mejorar la oferta de trabajo femenino, pero como lo argumenta una reciente publicación del BID y el Banco Mundial, los países deben prestar especial atención al diseño y características de estos servicios.

¿Te interesa saber más sobre este tema? Te invitamos a descargar el resumen en español de nuestra más reciente publicación: Educación que rinde: Mujeres, trabajo y cuidado infantil en América Latina y el Caribe.

Fuente: http://www.reduca-al.net/noticias/equidad-de-genero-no-todas-las-r-1079

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Más niñas aprendiendo, más mujeres trabajando

Mercedes Mateo-Berganza

Malala Yousafzai, la joven chica pakistaní ganadora del Premio Nobel de la Paz, ha dicho que la educación es un valioso regalo que les damos a las generaciones más jóvenes. En el caso de las niñas y jóvenes, ésto no podría ser más cierto. En años recientes, grandes iniciativas como Let Girls Learn (Dejemos que las niñas aprendan) — liderada por la Casa Blanca y la Primera Dama Michelle Obama — han sido anunciadas con el objetivo de crear conciencia y mejorar el estado de la educación de las niñas alrededor del mundo.
Sin embargo, la educación por sí sola no es suficiente. Las diferencias de género que evidencian los resultados educativos seguirán estando allí, a menos que los beneficios de educarse no se materialicen en mejoras laborales y ganancias futuras. Si de verdad queremos ver a las niñas crecer y prosperar, debemos también asegurarnos de que tendrán oportunidades para utilizar su educación y contribuir a la sociedad. De otra manera, sería como decirles que son dueñas de un avión pero que no pueden pilotearlo.

En América Latina y el Caribe, las brechas en el acceso a la educación se han ido cerrando y las tasas de culminación, en promedio, se han revertido. Sin embargo, elGlobal Gender Gap Index refleja que, aunque los países en la región han hecho avances significativos por reducir disparidades en educación, todavía se encuentran rezagados en términos de participación económica y de oportunidades laborales para las mujeres.

América Latina tiene una de las brechas de género más grandes en cuanto a aprendizaje se refiere. Por ejemplo, de acuerdo a los resultados de las pruebas PISA 2012, las niñas chilenas promedio de 15 años han perdido más de medio año escolar en matemáticas respecto a los niños del mismo grupo. Los efectos de estas disparidades no terminan en el salón de clases. Un informe del McKinsey Global Institute concluyó que la contribución de las mujeres al Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina y el Caribe se encontraba por debajo del promedio mundial: mientras que la contribución femenina al PIB global es de aproximadamente 37%, las mujeres latinoamericanas son responsables por sólo 33% del total de la productividad regional.

Los esfuerzos orientados a mejorar la educación de las niñas e incrementar la participación femenina en el mercado laboral deben ser vistos como parte de unciclo que trae recompensas en el camino. Si mejoramos las oportunidades para las mujeres que actualmente son parte del mercado laboral — y nos aseguramos que niñas, jóvenes y sus familias conozcan estas mejoras– estamos incrementando las aspiraciones y el desempeño de las niñas que ahora estudian. De esta manera logramos también mejorar el talento que llegará al mercado laboral del futuro.

Existe evidencia clara de que los resultados educativos de las niñas (como las tasas de matriculación, de culminación y también de aprendizaje) mejoran cuando tienenacceso a trabajos e información acerca de la importancia de la educación, incluso cuando los incentivos materiales no están presentes.

Del mismo modo, estudios han concluido que proporcionar información sobre las ganancias de la educación puede mejorar el rendimiento de las niñas enmatemáticas, lo que tiene implicaciones en la elección de áreas de especialización. Estos cambios actitudinales también se pueden ver a un nivel macro: las ganancias de otras mujeres en el mercado laboral suelen generar en otras mujeres un efecto demostrativo que ayuda a explicar cómo algunos países hacen la transición de una baja participación femenina a niveles más altos. Por ejemplo, niñas y mujeres aprenden sobre la experiencia de atender las necesidadesprofesionales y maternales a través de la observación de otras mujeres en sus entornos.

En la mayoría de los países en América Latina y el Caribe, el desafío ya no es convencer a las niñas — o a sus familias — que deben ir a la escuela, sino asegurarse de que permanezcan en la escuela y aprendan. Las niñas deben saber que pueden ser buenas en cualquier asignatura, que está bien escoger una carrera científica o técnica, y que, eventualmente, sus esfuerzos serán recompensados, mejorando así su calidad de vida (Bassi, Blumberg, Mateo Diaz, 2016). Debemos hacerles saber que ellas no sólo son dueñas de un avión, sino que también tienen derecho a pilotearlo.

Es necesario que el mundo de las políticas públicas y el de la investigación unan esfuerzos para presentar propuestas innovadoras que derriben de forma efectiva las barreras que imposibilitan la participación económica de las mujeres, reduzcan las desigualdades, y hagan que el mundo laboral sea más justo para las generaciones que vienen. Los países en América Latina y el Caribe tienen ahora condiciones demográficas favorables para cosechar los beneficios de reformas educativas y programas sociales que se han implementado para alcanzar un desarrollo sustentable. Entonces, ¿qué estamos esperando?

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¡Quítate los lentes!

 

¿Te has detenido a pensar en qué pasaría si dejáramos de ver el mundo por un momento en rosa y azul? ¿Sin límites ni estereotipos? Somos  much@s los que creemos en que tod@s podemos desarrollar nuestro máximo potencial, haciendo precisamente eso que nos apasiona.

Por ejemplo, estas navidades, una cadena de juguetes sacó un catálogo navideño “no sexista”, en el que simplemente aparecían niñas y niños jugando indistintamente con todo tipo de juguetes. Además de la repercusión que tuvo en prensa (¡su mejor estrategia publicitaria!), una madre escribía y decía lo siguiente:

“Hola, me dirijo a ustedes para darles mi apoyo y enhorabuena por el catálogo que han sacado estas navidades. […] Es la primera vez que veo una foto de un niño jugando con un carrito de bebé (y además, ¡rosa!) y niñas jugando con coches, herramientas, etc. Quiero darles las gracias por ello ya que me afecta de forma personal. […] Podría parecer una tontería, pero no lo es. Durante años he sufrido violencia de género y tengo dos niños de 6 años (mellizos) […]. Intento que tengan una visión lo menos machista posible del mundo que les rodea. Mis hijos han jugado con carritos de bebé, cocinitas, etc. Pero se hacen mayores y viven en esta sociedad que tenemos… Cuando cogen un catálogo se saltan las páginas rosas porque son de “niña” y buscan las páginas de chicos, con juegos más agresivos y “machotes”. A mis hijos les gustan las manualidades, las pulseras de cuentas y de gomitas, las casitas de figuras […], pero no miran otras por ser muy “rosas”. Espero que otras cadenas de juguetes tomen ejemplo. Trabajan ustedes para un público muy importante por estar creciendo, formándose, tomando hábitos… Por tanto y en resumen: GRACIAS Y ENHORABUENA”.

Ha habido un gran número de videos y campañas de sensibilización contra los estereotipos y por la igualdad, como HeForShe, Let Toys Be Toys, Childhood Gender Roles In Adult Life, #LasNiñasPueden, algunas de las cuales ilustran con perfecta sencillez el fondo del problema a través de jóvenes, niños y niñas absolutamente conmovedores: #LikeAGirl; o Slap her son dos maravillosos ejemplos.

Sin embargo, junto con algun@s colegas del BID, vimos que  esta visión del tema, en la mayoría de los casos, es unilateral. Queríamos transmitir que, con los estereotipos, de género no sólo las niñas o las mujeres pierden: tod@s perdemos. Eso es, de alguna manera, lo que esa madre trata de decir en su mensaje a la compañía de juguetes.

También queríamos enfatizar que buena parte de estos estereotipos se transmiten en la escuela. ¿Sabías, por ejemplo, que las brechas de aprendizaje entre niñas y niños cuando entran al colegio son casi inexistentes y que se van acentuando con los años? ¿Sabías que según los resultados de la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA – por sus siglas en inglés) las niñas promedio chilenas y colombianas de 15 años han perdido respecto a los niños del mismo grupo más de medio año escolar en matemáticas, pero que el niño promedio argentino o uruguayo ha perdido  casi un año entero de escolaridad en lenguaje respecto a las niñas? ¿Sabías que en algunos países esas diferencias no existen o se han revertido?

Por eso decidimos lanzar esta campaña. Porque la escuela es un lugar clave para la socialización. Queremos llegar a chicas y chicos, a los maestros, a los padres, a la comunidad. No es tan difícil como parece. Inténtalo. Cuando elijas un regalo, cuando clasifiques a la gente a la ligera y decidas sin darles una oportunidad de mostrar cuáles son sus capacidades, cuando opines sobre sus formas de vestir, cuando pienses en tu futuro o en el de los demás…  Acuérdate de que el mundo no es solo rosa y azul: ¡Quítate los lentes de los estereotipos! 

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No, es un error… Estos no pueden ser mis hijos

¿Alguna vez has pensado que una de cada cinco niñas que conoces podría ser víctima de violencia sexual? Estábamos en casa de un amigo este fin de semana y empezamos una acalorada discusión sobre un tema que ha aparecido mucho en laprensa: violaciones y asalto sexual en los campus universitarios de los EE.UU. Uno de los hallazgos sorprendentes que sale del informe de la Casa Blanca es que casi 22 millones de niñas y otros 1,6 millones de niños habrían sido violados durante su vida. De repente, nos miramos unos a otros, nos contamos y nos dimos cuenta de que, estadísticamente, había una gran posibilidad de que esto le sucediera a uno de nuestros bebés. Imagínate: una de cada cinco niñas. Y la otra cuestión: el 98% de los perpetradores son hombres.

Soy madre de dos niños de cuatro y de una niña de dos años de edad. Los veo tan dulces y tiernos. Más allá de las personalidades, realmente no puedo ver las diferencias emocionales entre ellos tres. Y la imagen de mis hijos abusando de una niña, o mi chica siendo abusada por un chico me aterra. De la misma manera en que creo que las niñas no tienen predisposición genética a quedarse en casa, o ser peor que los niños en matemáticas y ciencias, creo que los niños no son más propensos que las niñas a tener un gen distorsionado en su ADN que les impulsa a este tipo de violencia y abusos sexuales de niñas de cualquier edad.

Soy la mayor de tres niñas y supongo que mi conciencia de los estereotipos y limitaciones que nos imponemos entre géneros comenzó en algún lugar de mi adolescencia. He puesto siempre mi atención en la forma en que la sociedad tiende a aplicar los sesgos de género y colocar unos a otros en cajas que limitan nuestra libertad. He visto cómo tratamos de justificar esas construcciones sociales con predeterminación biológica a ciertas preferencias y opciones. ¡Es increíble cómo somos capaces de creer nuestras propias mentiras!

Como sociedad y como familia, hay algo muy equivocado en la manera en que educamos a nuestros niños y nuestras niñas, si lo que estamos obteniendo como resultados son chicos necesitando infringir violencia a seres humanos físicamente más débiles para sentirse empoderados. O niñas que no contribuyen a la sociedad en su máximo potencial porque las relegamos de determinadas actividades y las traumatizamos si son partícipes de ellas.

Me gustaría que todos los adultos, cada padre y cada madre, los que no tienen hijos por elección o porque no podían, cada profesor de la escuela y de la universidad nos detengamos a pensar en lo que podemos hacer para poner fin a la imposición de restricciones, estigmas y estereotipos que limitan nuestras elecciones. Quiero que pensemos en todas esas ocasiones en que nos hubiera gustado hacer algo diferente a lo que se esperaba y que no pudimos porque la presión social era demasiado fuerte.

Cada vez que le digas a una niña o un niño lo que ella o él debiera hacer o en lo que debiera convertirse, por favor piénsalo dos veces. Por favor, piensa en las repercusiones y la frustración que genera. Estamos muy mal si lo que estamos produciendo, como sociedad, es una de cada cinco niñas y uno de cada 33 niños víctimas de abusos sexuales durante los años universitarios, esa etapa en la que deberían estar recibiendo la mejor formación para la vida. Estamos muy mal si una de cada tres niñas sufre algún tipo de violencia física y/o sexual durante su vida. Estamos muy mal cuando más del 90% de los abusadores son hombres. Esto no es acerca de ser un niño o una niña. Esto se trata de lo que las sociedades transmiten, aceptan, toleran e imponen a nuestras generaciones más jóvenes.

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