China: La metodología de la Gran Academia: 25 siglos después

China / 27 de agosto de 2017 / Autor: Alfonso Araujo / Fuente: Yuanfang Magazine

Seguimos en el estudio del Libro de los Ritos (礼记, Lǐ jì; siglo V a.C.), una obra fundamental de la antigüedad china, que en una extensa parte de su texto hace énfasis en la importancia de la educación en la sociedad y en los métodos para llevarla a cabo. En la sección titulada El Libro de la Educación, que empieza diciendo que “un hombre sin educación no conoce el camino de la virtud”, encontramos las siguientes aseveraciones:

En estos tiempos, los maestros enseñan tan sólo haciendo repetir las cosas una y otra vez. Les importa el ritmo del avance, y no se preocupan de saber si los alumnos han comprendido o no.

No instruyen a los alumnos de acuerdo al principio de honestidad y sinceridad, y no enseñan de acuerdo a las aptitudes del alumno, de modo que pudieran desarrollar plenamente su inteligencia y su talento.

Tales métodos violan las leyes de la instrucción y del aprendizaje, y no pueden dar buenos resultados. En estos casos, el alumno descuida sus estudios y odia a sus maestros. También sufre muchas dificultades al estudiar e ignora el verdadero significado del aprendizaje. Así, aún logrando terminar los cursos, pronto olvida lo que ha aprendido. Parece que es aquí donde radican las fallas de la educación.

El método de la Gran Academia es éste: Evitar los errores antes de cometerlos; esto se llama Prevención. Enseñar a los alumnos escogiendo el momento ideal; esto se llama Oportunidad. Enseñar siguiendo la ley del progreso gradual; esto se llama Orden. Discutir y aprender unos de otros durante el estudio; esto se llama Demostración.

Dai De  (戴德; s. I a.C.) y su hermano Dai Sheng (戴圣), compiladores de este libro, expresan ahí una preocupación antigua y una dicotomía aún no superada en el sistema educativo chino: el de su gran desarrollo técnico contra su sobre-estructuración y rigidez, de la que ya he hablado antes en este espacio. Por un lado, ya aquellos antiguos caballeros confucianos reconocían el problema y su ubicuidad, pero por otra parte la enseñanza artesanal siempre ha estado basada en la repetición y de hecho es un obvio valor positivo de la misma, en el camino de la perfección de las habilidades.

El problema en la instrucción formal siempre ha sido esta tendencia a la rigidez, que sigue ciclos constantes de: 1) encontrar un método deseable para enseñar una habilidad, 2) llevarlo a la perfección y 3) reproducirlo mecánicamente, estancando el progreso. El paso 3) puede durar siglos, como lo ejemplifica el famoso tipo de “Ensayo de Ocho Partes” (八股文, bāgǔwén). Este tipo de escrito fue propuesto por primera vez durante la Dinastía Song (宋; 960–1279) por el erudito Wang Anshi (王安石;1021–1086). La tradición literaria china ya era milenaria en aquel entonces y los textos clásicos confucianos eran conocimiento obligatorio para todo aquél que aspirase a un puesto de gobierno, pero había una gran variedad de exámenes para ellos, que también se prestaban a la preparación intensa, la memorización y la repetición a la hora del examen.

Un famoso cuento de esa época habla de la infancia del erudito Yan Shu (晏殊; 991 – 1055), que con sólo quince años de edad se presentó a los exámenes del servicio civil. Al ver que el ensayo que pedían era basado en un tema que justo había estudiado, levantó su mano y dijo al examinador, “señoría, el tema que he recibido lo acabo de practicar y me parece que sería un engaño volver a redactar el ensayo que ya hice. Por favor deme una pregunta diferente.” El Examinador, complacido en extremo de la honestidad del joven, accedió y le asignó un tema diferente. Al revisar los ensayos, el Examinador tomó el de Yan Shu primero que los otros y se maravilló del ensayo que había improvisado. Esta historia por supuesto es una excepción a la regla. La creatividad siempre nada a contracorriente en todas las culturas, pero en China siempre ha tenido que redoblar sus esfuerzos ante una sociedad que se cristaliza en la repetición.

El “Ensayo de Ocho Partes” que propuso Wang estructuró aún más los exámenes y con el tiempo, se volvió algo tan tedioso que los que se presentaban podían prácticamente hacer copias al carbón de ensayos ya practicados, cualquiera que fuera el tema, ya que los mejores ensayos de cada siglo eran impresos como ejemplos que eran copiados y recopiados sin cesar. Para 1487 fue la primera requisición oficial de este ensayo en los Exámenes Imperiales y para tiempos de la Dinastía Qing (清; 1644–1911) tenían muchísimos detractores. Tras los primeros periodos de modernización del siglo 20, los esfuerzos por mejorar y liberar la educación y los exámenes han sufrido altibajos.

Li Lanqing (李嵐清; n. 1932) fue Ministro de Educación de la RPC y de 1993 a 2003 presidió la primera fase de la Reforma Educativa del país, que buscaba dar una base mínima para maestros y alumnos para poder modernizar el caótico sistema de educación. En sus memorias de este esfuerzo, escribe casi haciendo un eco exacto de las palabras de Dai De:

Debido  a las recursos limitados para la educación superior —que es la principal causa de la feroz competencia que tenemos en los exámenes de entrada a la universidad (高考, Gaokao)— la educación básica es forzada a preparar a los estudiantes exclusivamente para pasar exámenes, en lugar de cultivarlos en todas sus facetas… El sistema aún favorece la parte intelectual sobre el desarrollo completo, la acumulación de conocimiento por sobre el impulso del espíritu creativo y las habilidades prácticas.

De modo que 25 siglos después del Libro de los Ritos, la preocupación por este problema sigue siendo un tema que no se puede dejar de lado.

 

Referencias:

Dai, De y Dai, Sheng. “La metodología de la Gran Academia”, en El Libro de los Ritos. Buenos Aires: Quadrata, 2013. Pág. 61.

Elman, Benjamin A. “Eight-legged essay”, en Berkshire Encyclopedia of China. Boston: Berkshire Publishing Group, 2009; pp. 695-698.

Zhou, Xinsi. “La honestidad de Yan Shu”, en El Libro de las Mil Palabras. Buenos Aires: Quadrata, 2013. Pp. 38-39.

Li, Lanqing. “Existing problems and difficulties in basic education”, en Education for 1.3 Billion. Beijing: Foreign Language Teaching and Research Press, 2004. Cap 5.3, pp. 243-245.

Fuente del Artículo:

La metodología de la Gran Academia: 25 siglos después

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China: El trabajo educativo en la Gran Academia

China / 27 de agosto de 2017 / Autor: Alfonso Araujo / Fuente: Yuanfang Magazine

Cuando estudiamos la evolución del pensamiento convencionalmente llamado “occidental” y el pensamiento chino, quizá el contraste más dramático que hallamos es el de dinamismo vs. inamovilidad. Esto amerita mucha matización, pero en lo general podemos observar en Occidente una gran cantidad de procesos que a veces son de evolución orgánica y a veces son revolucionarios, en contra de un proceso chino que es mayormente de una lenta construcción y actualización de bases definidas hace milenios.

En el caso específico de la educación, podemos ver en Occidente la lenta evolución desde las academias y foros abiertos de las antiguas Grecia y Roma, pasando luego por la educación más bien estática del cristianismo primitivo y de la Edad Media; la creación de las universidades religiosas que luego fueron abarcando todo el saber de su tiempo; el redescubrimiento de los griegos vía los pensadores árabes y la explosión del Renacimiento; las nuevas ideas de educación personalizada de Rousseau y más tarde de Montessori; hasta llegar a las modernas tendencias de integración de tecnologías desde la educación temprana.

Por contraste, la base y el espíritu de la educación china fueron definidos hace milenios y a lo largo de su historia han evolucionado simplemente hacia la constante universalización; esto es, a hacer que la mayor cantidad de población tenga acceso a ella, pero con cambios de enfoque mucho menos drásticos que su contraparte occidental. Ya antes he hablado del problema del alto nivel de estructuración de la educación china, que por milenios ha hecho énfasis en la memorización y la comprensión de “respuestas adecuadas”. Este anquilosamiento de su sistema de hecho va en contra del espíritu de educación confuciano y de las escuelas de pensamiento antiguas (siglos VII-VI a.C.), que eras abiertos y críticos, muy en la vena de los presocráticos y la Grecia clásica. Pero con la tradicional tendencia china a estructurar todas las cosas y ajustarlas a moldes, este espíritu primitivo de indagación fue endureciéndose hasta desembocar en los famosos y temibles exámenes imperiales, que por siglos fueron la vara con la que se medía a todo aquel que aspirara a un puesto público.

Esta descripción de lo occidental y de lo chino, reitero, es solamente una generalización útil. Es cierto que Occidente ha sufrido de largos periodos de estancamiento cultural y también lo es que muchas dinastías chinas, como la Tang (618-907), Song del Sur (1127-1279) y Ming (1368-1644), así como los estertores de muerte de la dinastía Qing (1850-1911) presidieron espectaculares movimientos de efervescencia intelectual.

Continuando con el importantísimo Libro de los Ritos (礼记, Lǐ jì), que recoge ideas desde el siglo V a.C., veremos dos extractos importantes que ejemplifican a la perfección varios de los conceptos fundamentales en torno a los cuales ha girado la educación china por milenios. Ambos están contenidos en “El Libro de la Educación”, uno de los volúmenes más importantes y mas antiguos de esta obra. Veamos el capítulo “El trabajo educativo de la Gran Academia”, hablando de la escuela oficial:

En la ceremonia del inicio de la instrucción, los alumnos debían usar sus túnicas ceremoniales y ofrecer un sacrificio a los maestros antiguos, para mostrar respeto por sus virtudes y logros.

Después, debían estudiar y recitar las tres partes de Las Odas Menores para celebrar las buenas relaciones entre soberano y ministros, de modo que desde el principio, los alumnos vieran la forma apropiada de comportarse como un oficial.

Al entrar, los estudiantes eran llamados a asamblea por medio del tambor y abrían sus cajas para libros, para mostrar su disposición a llevar a cabo sus estudios con reverencia y empeño.

Los maestros a veces usaban un bastón o una caña para que los estudiantes se comportaran y no dejaran de lado la disciplina…

Durante los exámenes, el maestro vigilaba constantemente el progreso de sus alumnos, pero no les ofrecía consejo en ningún momento, para que pudieran hacer las cosas por sí mismos.

Los estudiantes más jóvenes que el promedio solamente escuchaban y no hacían demasiadas preguntas. Esto con el fin de no hacerlos demasiado ambiciosos y para que siguieran el orden natural de las cosas.

Estas siete reglas eran guías de instrucción y aprendizaje en la Gran Academia.

En la academia, la enseñanza seguía una disposición estricta de cursos regulares. Tras terminar las clases, era requerido que los estudiantes participaran en actividades no literarias:

Sin saber cómo ajustar y tocar las cuerdas de los instrumentos,
no se puede aprender la música;
sin saber las reglas de la analogía y la asociación,
no se puede aprender la poesía;
sin desempeñar los trabajos de barrer los salones y rociar el agua,
no se puede aprender el ritual;
sin saber de varias artes y de oficios,
el estudiante no puede deleitarse en el aprendizaje.

Por lo tanto, un joven estudiante debe aprender con el corazón, llevar a la práctica lo que aprende y aún en sus horas de ocio, debe recordar el principio de siempre seguir aprendiendo.

Con el paso del tiempo, la mencionada actitud de reverencia y disciplina fue enfatizada más y más. Las partes de “la enseñanza seguía una disposición estricta de cursos regulares” y de “solamente escuchaban y no hacían demasiadas preguntas” fueron tomando cada vez más preponderancia por sobre la actitud de “hacer las cosas por sí mismos”, lo que llevó con el tiempo a la rigidez de la enseñanza por memoria y a los exámenes imperiales. Sin embargo no todo fue negativo, ya que a lo largo de la historia, los dos puntos de requerir que “los estudiantes participaran en actividades no literarias” y sobre todo la idea de “recordar el principio de siempre seguir aprendiendo”, cara al confucianismo, lograron permear profundamente la cultura china. Esto se ha reflejado en todas las épocas —independientemente de la mayor o menor libertad de pensamiento crítico— en la importancia que se da hasta nuestros días en a las actividades artísticas; así como en el proverbial ahínco con el que todo niño sabe que hay que poner en su estudio.

Fuente del Artículo:

El trabajo educativo en la Gran Academia

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