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Ganó Biden: ¿Y ahora qué?

Ganó Biden: ¿Y ahora qué?

Atilio Borón

Los demócratas y los republicanos son administradores del imperio, nada más. Pero en su encarnación física, personal, idiosincrática, hay matices que no se deben desdeñar. Fidel siempre decía: “Dios no existe, pero está en los detalles.” Que Elliot Abrams, Marco Rubio, Ted Cruz, Bob Menéndez y la Ileana Ross pierdan su acceso directo a la Oficina Oval que les garantizara Donald Trump revela una diferencia que sería absurdo subestimar.

Es sabido que ambos partidos han perpetrado toda clase de crímenes, en todo el mundo y que su simple enumeración insumiría decenas de páginas. Pero en esta reciente elección se corría un riesgo adicional: una ratificación plebiscitaria para mantener por cuatro años más a un hampón como Donald Trump en la Casa Blanca habría tenido funestas consecuencias para nuestros países. Mencionemos apenas tres.

Primera, la inmediata activación de la “carta militar” contra Venezuela que Mike Pompeo preparara durante su gira de hace apenas un par de meses visitando Brasil, Colombia y Guyana (tres países fronterizos con la nación bolivariana) amén del cercano Surinam. Segundo: un Trump “recargado” habría intensificado las sanciones y el bloqueo en contra de Cuba, Venezuela y Nicaragua y aumentado sus presiones en contra de los gobiernos de Argentina y México, que los asesores más reaccionarios de Trump, aunque parezca mentira, consideran como “aliados” o “cómplices” de la subversión chavista. Tercero, la re-elección del magnate neoyorquino habría reforzado la gravitación regional de Jair Bolsonaro, Iván Duque y la derecha radical en Latinoamérica y el Caribe.

Estos tres “detalles”, que no significa sean nimiedades, son más que suficientes para recibir con cierto alivio la derrota del magnate neoyorquino.[i] En suma: había una elección entre el peor y el malo, y prevaleció el último. Decepcionante, ¡seguro!, pero estas son las “opciones” que el imperio siempre tiene para ofrecer. Desconocer esta verdad, asentada sobre un registro histórico de más de doscientos años, equivale a confundir ilusiones con la realidad.

Bien, y entonces: ¿qué decir de Joseph Biden? Es un viejo político (cumplirá 78 años el 20 de noviembre) del establishment conservador norteamericano, con 47 años transitando por los laberintos del poder en Washington.[ii] Fue senador desde 1972 hasta que, en el 2009, juró como vicepresidente a Barack Obama. A lo largo de este casi medio siglo hay muy poco en su record como para esperar un viraje significativo en la política exterior de Trump, especialmente en el siempre turbulento ámbito de las relaciones hemisféricas.

Lo que sí hay es la certeza de que a lo largo de tantos en el Senado fue cómplice, beneficiario -o por lo menos silente testigo- de la tantas veces denunciada corruptela institucionalizada en Washington, de los jugosos contratos y concesiones ofrecidas a las empresas del complejo militar-industrial y, luego del crash de las hipotecas del 2008, del fabuloso salvataje concedido por el Tesoro al corrupto sistema bancario estadounidense. Todo esto transcurrió bajo su mirada y en ningún momento insinuó disconformidad o incomodidad moral.

La renovación o el “nuevo comienzo”, retórica a la cual son tan afectos los presidentes de Estados Unidos cuando desplazan a sus oponentes no se condice con la promiscua relación que Biden -¡al igual que Trump, pero “guardando las formas”!- mantiene con la burguesía imperial.

Por ejemplo, su costosa campaña electoral se vio facilitada por el generoso financiamiento que le otorgaron las grandes corporaciones. Un informe revela que Joe Biden recibió donaciones de 44 multimillonarios; pero su acompañante, Kamala Harris, lo superó al obtener aportes de 46 multimillonarios estadounidenses.[iii]

En términos individuales Trump se benefició de la prodigalidad de Sheldon Adelson, el dueño de un casino en Las Vegas y, según The Guardian, un “ardiente conservador pro-israelí” que terminó donando 183 millones de dólares para la campaña del neoyorquino.[iv] Biden, a su vez, recibió un donativo del ex alcalde de Nueva York y magnate de los medios de comunicación Michael Bloomberg por valor de 107 millones de dólares.

Como puede verse, parecería haber un pequeña contradicción con el principio elemental de toda democracia de un hombre/una mujer un voto. Porque, ¿qué dudas cabe que tanto Adelson como Bloomberg podrán hacer oír su voz más claramente que las de John y Maggie?, que no pudieron donar siquiera veinte dólares para ningún candidato en la pujante democracia estadounidense. Por eso tiene razón Luzzani cuando habla del “gatopardismo” de Biden.

Habrá, eso sí, un cambio de estilo: al olvido pasarán los gestos matonescos y groseros de Trump y compañía (Pompeo y Bolton, especialmente) y, aparentemente, habría una cierta intención de reflotar el multilateralismo y buscar compromisos manteniendo el uso de la fuerza como una alternativa pero no como la primera prioridad. En esa línea Biden prometió su país a los Acuerdos de París sobre el cambio climático; regresar a la Organización Mundial de la Salud para colaborar en la lucha contra la pandemia, y a la UNESCO, de la cual Washington se había retirado aduciendo un supuesto “sesgo anti-israelí” de esa organización. Pero hay que recordar que Estados Unidos había dejado de financiar a la UNESCO en el 2011, bajo la presidencia de Barack Obama y cuando Joe Biden ¡era su vicepresidente!

Desde el Senado Biden se preocupó por cimentar la fortaleza del complejo militar-industrial y la estabilidad del sistema financiero en la gran crisis del 2008. Ante la catástrofe sanitaria precipitada por el negacionismo de Trump en relación al COVID-19 podría tratar de resucitar el “Obamacare” como un esquema muy módico de salud pública. Pero acompañó con su voto en el Senado las invasiones a Irak y Afganistán y como vicepresidente avaló las operaciones militares en Libia y Siria.

En lo tocante a nuestros países, también en su calidad de vice de Obama, Biden respaldó el golpe en contra de Juan Manuel Zelaya (Honduras, 2009); la intentona golpista en contra de Rafael Correa en el 2010; contra Fernando Lugo (Paraguay, 2012) y el fraudulento proceso del impeachment en contra de Dilma Rousseff, entre 2015 y 2016 en Brasil. No hay, por lo tanto, razones para celebrar nada, excepto la derrota de Trump.

En el número de Marzo-Abril de la revista Foreign Affairs, una especie de biblia para el establishment estadounidense, Biden publicó un artículo en donde anticipa lo que haría si llegase a la Casa Blanca. El título –“Why America Must Lead Again”- no deja lugar a dudas sobre la absoluta fidelidad de este personaje a la tradición del “excepcionalismo” estadounidense. El mundo necesita un líder y Estados Unidos debe retomar ese papel, otorgado nada menos que por Dios y abandonado por Trump que erró el camino al intentar que Estados Unidos “fuese grande otra vez” abdicando de su responsabilidad de mantener el orden internacional y desairando a sus aliados y amigos.

Su programa tiene tres ejes: la renovación y fortalecimiento de la democracia dentro de Estados Unidos y en el concierto internacional; nuevos acuerdos comerciales para contener a China y evitar que sean ella y sus aliados quienes fijen las reglas del juego, algo que el imperio reclama como su absoluta prerrogativa tal como ocurriera a la salida de la Segunda Guerra Mundial; y, por último, sentar una vez más a Washington en la “cabecera” de la mesa de las negociaciones internacionales. China y Rusia aparecen claramente como los enemigos de Estados Unidos, en línea con las tesis dominantes sobre todo desde los tiempos de Obama.

El lenguaje utilizado en algunos pasajes es alarmante y nada tiene de diplomático, y recuerda algunas de las bravuconadas e insolencias de Trump. Por ejemplo, califica al gobierno de Vladimir Putin como un “sistema de cleptocracia autoritaria” mientras que dijo que Xi Jiping “era un matón”, aparte de acusar a China de robar descaradamente derechos de propiedad intelectual y los bienes de las grandes empresas y los ahorristas estadounidenses.[v]

En relación a la democracia promete convocar, en el primer año de su mandato, a una gran conferencia con los “líderes amigos” (que ya nos imaginamos quienes serán) para construir una coalición internacional que impulse la democracia y los derechos humanos y combata a la corrupción, y que trabaje coordinadamente sobre la base de una agenda común. Biden cree que una de las mayores fracturas de nuestro tiempo es la que divide a democracias de diversas formas de autoritarismo. No es lo mismo pero guarda un cierto parecido con la “Internacional de la Nueva Derecha” promovida, bajo los auspicios de Trump, por el estratega ultraderechista Steve Bannon. En poco tiempo la verdad saldrá a la luz y se podrá ver quiénes son los réprobos y quienes los elegidos; quienes los demócratas y quienes los autoritarios.

Para concluir: creo que nada bueno cabe esperar de este recambio. Se aventó el riesgo mayor y nada más. En el 2008 y comienzos del 2009 la progresía europea y latinoamericana sucumbió a la “Obamamanía” y pensó, en un alarde de ingenuidad, que un presidente afroamericano obraría el milagro de transformar la naturaleza del imperio y convertirlo en el demiurgo de la paz eterna ambicionada por Immanuel Kant. La desilusión de aquellas bellas almas henchidas de inocencia no pudo ser mayor. Hay un riesgo, si bien no igual, de que ocurra lo mismo con Biden.

El motivo de estas líneas no es otro que ponernos en guardia ante tal eventualidad y caer en un desarme ideológico; y recordar que con Trump o con Biden seguimos a merced de la voracidad imperial por nuestros recursos naturales, en un clima ideológico signado por una paranoia que visualiza a este continente como estando a punto de “caer en las garras” de China o Rusia.

El tono de la “Guerra Fría” que impregna el escrito de Biden es inocultable. Queda, con todo, una tenue esperanza: que haga memoria y retome, aunque sea en parte, la política de Obama con Cuba y restablezca las relaciones diplomáticas a nivel de embajador, levante las asfixiantes restricciones en materia de viajes, remesas, comercio, turismo e intercambio cultural y, en última instancia, relaje en algo los rigores de ese verdadero crimen de lesa humanidad que significa el bloqueo al cual la Isla rebelde ha sido sometida durante 60 años. Y, por añadidura, que proceda igualmente en relación a la República Bolivariana de Venezuela poniendo fin al papelón internacional de la Casa Blanca en su pretensión de hacer de un esperpento como Juan Guaidó un “presidente encargado” de ese país y se avenga a dialogar con el gobierno de Nicolás Maduro, abandonando definitivamente la ruta de la confrontación elegida por Trump y que, al igual que lo ocurrido con Cuba, fracasara estrepitosamente.

Notas:
[i] La literatura sobre Donald Trump y su gestión en la Casa Blanca es enorme, y no podemos dar cuenta de toda ella aquí. Nos limitamos por eso a mencionar unos pocos títulos que aportan numerosas perspectivas para comprender al personaje y su papel en la política de Estados Unidos. Ver, por ejemplo, Silvina Romano, compiladora: Trumperialismo. La guerra permanente contra América Latina (Buenos Aires: Mármol Izquierdo/CELAG, 2020); Sonia Winer y Mariana Aparicio Ramírez, compiladoras: Estados Unidos: situación interna e internacional en el entorno de las elecciones y la pandemia (México: Unam/Anthropos y Siglo XXI editores, 2020); Casandra Castorena, Marco A. Gandásegui (h) y Leandro Morgenfeld, compiladores: Estados Unidos contra el mundo. Trump y la nueva geopolítica (Buenos Aires: CLACSO, 2018); Marco A. Gandásegui (h) compilador: Estados Unidos y la nueva correlación de fuerzas internacional (CELA, Panamá; CLACSO y Siglo XXI Editores, 2017) ; Silvina Romano, Aníbal García Fernández, Arantxa Tirado y Tamara Lajtman: “Elecciones presidenciales en EE. UU.: tendencias e impacto en América Latina”, accesible en:https://www.celag.org/elecciones-presidenciales-en-ee-uu-tendencias-e-impacto-en-america-latina/ Una revisión de las recientes elecciones se encuentra en Leandro Morgenfeld, ·Crónica de un escándalo anunciado”, en Revista Anfibia, Noviembre 2020, accesible en:http://revistaanfibia.com/ensayo/cronica-escandalo-trump-biden/ , Raúl Zibechi, El otoño del imperio, en La Jornada (México: 6 Noviembre 2020) accesible enhttps://www.jornada.com.mx/2020/11/06/opinion/019a1pol y Atilio A. Boron, “La herencia política de Trump”, en Página/12 (4 Noviembre 2020), accesible enhttps://www.pagina12.com.ar/303810-la-herencia-politica-de-trump
[ii] Sobre Biden es imprescindible leer la esclarecedora nota de Telma Luzzani en Página/12 del domingo 8 de Noviembre: “Elecciones en Estados Unidos: el gatopardismo de Biden”, disponible enhttps://www.pagina12.com.ar/304393-elecciones-en-estados-unidos-el-gatopardismo-de-biden
[iii] Tal como se informa enhttps://www.rollcall.com/2019/11/20/the-democratic-field-middle-class-heroes-or-millionaire-hypocrites/
[iv] Cf.https://www.opensecrets.org/elections-overview/biggest-donors El gasto total de la campaña en el 2020 fue de casi 14.000 millones de dólares, más del doble de lo que se gastara en la presidencial anterior, en el 2016. [v] Joe Biden, “Why America Must Lead Again. Rescuing U.S. Foreign Policy After Trump”, en Foreign Affairs, Volumen 99, Número 2, Marzo/Abril 2020. La acusación de “matón” en contra de Xi Jiping la refiere Rick Gladstone en “Biden to Face Long List of Foreign Challenges, With China No. 1”, en New York Times (7 Noviembre 2020), accessible enhttps://www.nytimes.com/2020/11/07/world/americas/Biden-foreign-policy.html
[1] La literatura sobre Donald Trump y su gestión en la Casa Blanca es enorme, y no podemos dar cuenta de toda ella aquí. Nos limitamos por eso a mencionar unos pocos títulos que aportan numerosas perspectivas para comprender al personaje y su papel en la política de Estados Unidos. Ver, por ejemplo, Silvina Romano, compiladora: Trumperialismo. La guerra permanente contra América Latina (Buenos Aires: Mármol Izquierdo/CELAG, 2020); Sonia Winer y Mariana Aparicio Ramírez, compiladoras: Estados Unidos: situación interna e internacional en el entorno de las elecciones y la pandemia (México: Unam/Anthropos y Siglo XXI editores, 2020); Casandra Castorena, Marco A. Gandásegui (h) y Leandro Morgenfeld, compiladores: Estados Unidos contra el mundo. Trump y la nueva geopolítica (Buenos Aires: CLACSO, 2018); Marco A. Gandásegui (h) compilador: Estados Unidos y la nueva correlación de fuerzas internacional (CELA, Panamá; CLACSO y Siglo XXI Editores, 2017) ; Silvina Romano, Aníbal García Fernández, Arantxa Tirado y Tamara Lajtman: “Elecciones presidenciales en EE. UU.: tendencias e impacto en América Latina”, accesible en:https://www.celag.org/elecciones-presidenciales-en-ee-uu-tendencias-e-impacto-en-america-latina/ Una revisión de las recientes elecciones se encuentra en Leandro Morgenfeld, ·Crónica de un escándalo anunciado”, en Revista Anfibia, Noviembre 2020, accesible en:http://revistaanfibia.com/ensayo/cronica-escandalo-trump-biden/ , Raúl Zibechi, El otoño del imperio, en La Jornada (México: 6 Noviembre 2020) accesible enhttps://www.jornada.com.mx/2020/11/06/opinion/019a1pol y Atilio A. Boron, “La herencia política de Trump”, en Página/12 (4 Noviembre 2020), accesible enhttps://www.pagina12.com.ar/303810-la-herencia-politica-de-trump
[1] Sobre Biden es imprescindible leer la esclarecedora nota de Telma Luzzani en Página/12 del domingo 8 de Noviembre: “Elecciones en Estados Unidos: el gatopardismo de Biden”, disponible enhttps://www.pagina12.com.ar/304393-elecciones-en-estados-unidos-el-gatopardismo-de-biden
[1] Tal como se informa enhttps://www.rollcall.com/2019/11/20/the-democratic-field-middle-class-heroes-or-millionaire-hypocrites/
[1] Cf.https://www.opensecrets.org/elections-overview/biggest-donors El gasto total de la campaña en el 2020 fue de casi 14.000 millones de dólares, más del doble de lo que se gastara en la presidencial anterior, en el 2016. [1] Joe Biden, “Why America Must Lead Again. Rescuing U.S. Foreign Policy After Trump”, en Foreign Affairs, Volumen 99, Número 2, Marzo/Abril 2020. La acusación de “matón” en contra de Xi Jiping la refiere Rick Gladstone en “Biden to Face Long List of Foreign Challenges, With China No. 1”, en New York Times (7 Noviembre 2020), accessible enhttps://www.nytimes.com/2020/11/07/world/americas/Biden-foreign-policy.html

(Tomado de la página de Atilio Borón)

Fuente de la Información: http://www.cubadebate.cu/opinion/2020/11/11/gano-biden-y-ahora-que/

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La herencia política de Trump


Cualquiera que sea el resultado final de esta elección, el de las urnas y el del litigio judicial que seguramente tendrá lugar, hay una conclusión insoslayable y preocupante: el desempeño electoral de Donald Trump fue excepcional para un presidente que es responsable de una tragedia sanitaria como la de la Covid-19 que al momento de escribir estas líneas causó 239.012 víctimas fatales, cuatro veces el número de soldados caídos en la guerra de Vietnam. Malos o mediocres indicadores macroeconómicos en ocupación, salarios, caídas en manufacturas, minería y construcciones que se comparan desfavorablemente con la presidencia de Barack Obama y contrastan con estridencia ante la expansión de los negocios especulativos en Wall Street y las obscenas reducciones en los impuestos a los más ricos. 

La beligerancia de Trump: guerra comercial con China, deterioro de la Alianza Atlántica y los bloqueos y sanciones económicas a varios países crearon un clima de zozobra, al cual se unió el estallido de las protestas sociales más multitudinarias y violentas desde 1968 y el vigoroso resurgimiento de la “cuestión racial” catapultada por reiterados guiños desde la Casa Blanca a las policías locales para reprimir con todo el rigor posible a los descontentos, y si eran afroamericanos mejor aún. Sin embargo: ni la vitalidad del “Black lives matter” y todo lo enunciado más arriba alcanzaron para precipitar una derrota aplastante de Trump, como pronosticaban la gran mayoría de las encuestas.

El secreto de este desempeño es la mutación del partido republicano “reformateado” por Trump al ampliar su base social y solidificar un apoyo “plebeyo” del que antes gozara sólo marginalmente. En los ochentas del siglo pasado Ronald Reagan había cosechado un importante apoyo en algunos sectores de las clases populares, pero nada comparable en extensión e intensidad con lo del magnate neoyorquino. En extensión, porque penetró en amplios segmentos de los obreros manuales antes cotos de caza de los demócratas; a ellos sumó a los agricultores más pobres, a la olvidada gente del interior profundo del país y las empobrecidas capas medias.

En intensidad, además, porque Trump demostró ser un comunicador excepcional: en los mítines públicos de Estados Unidos no hay mayores registros de multitudes de 30 o 45 mil personas gritando, como en una asamblea de cultos milenaristas, ‘te amamos, te amamos’, como lo consigna un asombrado David Sherfinski en una nota del Washington Times este miércoles. Un demagogo desatado, poseído por una nietzschiana voluntad de poder que exalta como patriotas a los automovilistas que acosaron y bloquearon al bus en que viajaba Joe Biden por Texas; que desafía la legislación electoral y cualquier otra, incluida la tributaria; que se burla de la “corrección política” tan cultivada por sus rivales; que maneja con perversa maestría las redes sociales; que se enfrenta e insulta a los medios concentrados (CNN, el New York Times, el Washington Post y toda la prensa culta), que se construye como el gran defensor del “little guy”, de la gente común, olvidada por el elitismo gerencial de los republicanos tradicionales y el globalismo neoliberal de los demócratas y que cristaliza el apoyo de un imponente bloque social pulsando las potentes cuerdas del resentimiento, el odio, el temor que abren la Caja de Pandora del racismo y la xenofobia; que exalta la perdida grandeza de su país amenazada por los pérfidos chinos que “inventaron al coronavirus para poner a Estados Unidos de rodillas”, grandeza que él se propone recuperar a cualquier precio.

El principal saldo, por ahora, de esta elección –que será recordada como un parteaguas en la historia política de Estados Unidos y sobre el cual habrá mucho que analizar- es la consolidación de una derecha populista radical pero que ahora, por obra de Trump, adquiere una resonancia de masas que jamás tuvo el Tea Party ni ninguna otra expresión de los republicanos desde la época de Teodoro Roosevelt, a comienzos del siglo veinte y, en parte, Ronald Reagan. Esta es una mala noticia. La buena es que esta construcción gira exclusivamente en torno a su persona y no hay sucesor a la vista. De todos modos, habrá que tener cuidado porque si Trump llegara a perder la presidencia esa masa plebeya y furiosa quedaría huérfana pero, ¡atención con esto!, disponible para nuevas interpelaciones populistas y de derecha de otro líder carismático. Que por ahora no se ve, pero que puede estar al acecho en los pliegues de una sociedad exasperada y enfurecida.

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/303810-la-herencia-politica-de-trump

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La Internacional Fascista En Acción

Por: Atilio Borón


El mismo plan, la misma estrategia, concebida para ser aplicada a escala global. Para neutralizarla, debemos también nosotros actuar en la misma escala, reforzando sin más demoras la articulación internacional de nuestras luchas en contra del fascismo. A continuación, vean estos dos comunicados sobre los ataques de la derecha a periodistas críticos en Argentina y Chile. Vean las similitudes y extraigan ustedes mismos sus conclusiones.

Argentina

POR LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, CONTRA EL AUTORITARISMO y LA MENTIRA CONTUMAZ DE LOS MEDIOS HIPERCONCENTRADOS Y LA JUSTICIA MERCENARIA
Los y las periodistas, comunicador@s, escritor@s, intelectuales y creadores de arte y cultura de la República Argentina abajo firmantes, repudiamos y condenamos las amenazas y ataques mediáticos contra los colegas Miriam Lewin, Roberto Navarro, Ari Lijalad y Franco Mizrahi, y nos pronunciamos absolutamente en contra de las violentas, torpes y antidemocráticas falsas acusaciones en contra de ellos, que son, a la vez, repudiables ataques directos a la libertad de expresión.

La Argentina no merece vivir en estado de zozobra permanente a raiz de las mentiras constantes del sistema comunicacional hiperconcentrado y destituyente.
La Argentina no merece vivir el clima de odio y violencia que promueven los medios antidemocráticos y abusivos.
La Argentina merece y necesita que se respete al gobierno limpiamene elegido por el pueblo.
En estas circunstancias y este momento histórico, Miriam, Roberto, Ari y Miguel somos todas y todos.

Chile, de donde me piden que divulgue lo siguiente:

Estimados y estimadas colegas hoy ha sido amenazada violentamente en su casa nuestra ex presidenta del Tribunal Regional de Ética, Carolina Trejo Vidal. Ella es académica , corresponsal extranjera y periodista en diversos medios de comunicación nacional y comunitarios, de amplia y reconocida carrera profesional. Junto a ella han sido amenazados en sus hogares varios comunicadores sociales. Rogaría difundir y solidarizar. Es una situación de amedrentamiento muy grave que contiene símbolos de la araña de Patria y Libertad. Esto, nos parece un abuso intolerable no solo contra Carolina Trejo, sino que también en contra de quienes ejercen su derecho a informar sobre lo que ocurre en nuestro país. Exigimos una pronta investigación y repudio a estos hechos. Oriana Zorrilla, presidenta Consejo Metropolitano del Colegio de Periodistas de Chile.

Fuente e imagen: https://atilioboron.com.ar/la-internacional-fascista-en-accion/

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Quino y su siembra

Por: Atilio Borón

Quino abrió sus alas y voló, dejando tras sí una estela de luminosas enseñanzas. Durante nueve años, en su tira de Mafalda y sus amigos, retrató con maestría la vida cotidiana y los estereotipos de la sociedad argentina de los sesentas y comienzos de los setentas, cuestionados por la niña rebelde, crítica, de oportunos e incisivos comentarios. Luego, cuando en plena dictadura Mafalda tuvo que ser puesta a buen recaudo para que no desapareciera como tantas otras argentinas, su creador amplió el foco de su análisis social y descargó toda su finísima ironía para exponer y denunciar las injusticias de este mundo. El recuerdo que ha dejado impreso entre quienes tuvimos la fortuna de disfrutar de su humor político es imborrable y, me atrevería a decir, casi universal. Digo “casi” porque ignoro si en Asia y África se conocen sus viñetas, aunque creo que en Japón sí. Lo que queda fuera de toda duda es que Quino, con su lápiz y plumín, contribuyó a crear una conciencia crítica con más eficacia y alcance que cientos de sesudos escritos. Fue un incansable sembrador de ideas “incorrectas”, es decir, contestatarias; no conforme con eso fue también un empecinado cultor de utopías. Su sutil burla a las dictaduras, sus hampones y sus beneficiarios y su crítica a la prepotencia de ricos y poderosos, dentro del país y en el terreno internacional, penetró en la conciencia de millones de personas y cambió, para bien, su forma de ver el mundo. Su obra, demostró por enésima vez, la eficacia del humor como instrumento de crítica social ante el cual las clases dominantes se quedan sin respuestas. Sólo atinan a recurrir al “entretenimiento” y tratar de estupidizar a las masas, embotar su cerebro, desconectar sus neuronas, fomentar su ignorancia y pasividad. Todo al revés de lo que hacía el ilustre mendocino, que en la gran mayoría de las veces interpelaba nuestras conciencias sin decir una sola palabra, o hablando en voz baja, como musitando sus dibujos que por eso mismo rugían con voz atronadora. Los ejemplos seleccionados para acompañar esta despedida son elocuentes. Quino, se nos ha ido, pero su inmenso legado permanece entre nosotros como alimento de futuras generaciones y como un acicate en la inconclusa tarea de entender el mundo … y cambiarlo, de una vez por todas. Antes de que sea demasiado tarde.

Fuente e imagen: https://atilioboron.com.ar/quino-y-su-siembra/

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Argentina: Las «fake news» como pandemia

Las «fake news» como pandemia

Atilio A. Boron

Los publicistas y opinólogos de la BNC (Bullshit News Corporation) siguen diciendo (hoy 24 de septiembre de 2020) que Argentina está en el 10º lugar por el número de casos de COVID-19. Es falso.

Como ya expliqué varias veces el número de casos es un dato muy poco confiable, porque depende, entre otras cosas, del número de tests realizados y la calidad de sus resultados. El dato “duro”, irrefutable, es el NÚMERO DE MUERTOS POR MILLÓN DE HABITANTES, y en este caso Argentina ocupa el puesto número 23º. Sería preferible que estuviéramos como Cuba, en el puesto 147º, Nicaragua o Venezuela, ambos en el puesto 120º, Uruguay en el 139º, China en el 174º o Vietnam en el 188. Pero, podríamos estar peor, como varios de nuestros vecinos. Vean la tabla que informa quiénes ocupan los primeros 25 puestos y la tasa de muertos por millón y saquen sus propias conclusiones acerca del talante moral de quienes dicen que “informan” a la población.

Como ya expliqué varias veces el número de casos es un dato muy poco confiable, porque depende, entre otras cosas, del número de tests realizados y la calidad de sus resultados. El dato “duro”, irrefutable, es el NÚMERO DE MUERTOS POR MILLÓN DE HABITANTES, y en este caso Argentina ocupa el puesto número 23º. Sería preferible que estuviéramos como Cuba, en el puesto 147º, Nicaragua o Venezuela, ambos en el puesto 120º, Uruguay en el 139º, China en el 174º o Vietnam en el 188. Pero, podríamos estar peor, como varios de nuestros vecinos. Vean la tabla que informa quiénes ocupan los primeros 25 puestos y la tasa de muertos por millón y saquen sus propias conclusiones acerca del talante moral de quienes dicen que “informan” a la población.

 

1. San Marino 1,237

2. Perú 964

3. Bélgica 858

4. Andorra 686

5. España 665

6. Bolivia 660

7. Brasil 653

8. Chile 651

9. Ecuador 631

10. EEUU 625

11. Reino Unido 616

12. Italia 592

13. Suecia 581

14. México 580

15. Panamá 529

16. Saint Marteen 489

17. Colombia 485

18. Francia 482

19. Países Bajos 368

20. Irlanda 363

21. Macedonia del Norte 342

22. Armenia 319

23. Argentina 317

24. Moldavia 311

25. Irán 297

Sería estúpido congratularse por estar en el 23º lugar en medio de una tragedia como esta, pero no es un dato menor que pese al aluvión de críticas que ha despertado la política sanitaria del actual gobierno y la mentira de decir que estamos entre los diez peores del mundo en cuanto a combate al Covid-19 los datos duros muestran que estamos mejor que nueve países de la región y varios de los más avanzados de Europa y el propio Estados Unidos, objetos permanente de admiración por parte de los empleados de la BNC.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/294430-las-fake-news-como-pandemia

Fuente de la Información: https://rebelion.org/las-fake-news-como-pandemia/

 

 

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Argentina: frenar la reforma judicial, a cualquier precio

Por: Atilio A. Boron

 

Asombra constatar la actitud de muchos observadores de la vida política argentina así como de buena parte de la gente del común cuando dicen no entender las razones por las cuales la clase dominante y su expresión política (el macrismo, en cualesquiera de sus variantes o re-encarnaciones), la oligarquía mediática y el grueso de la magistratura se oponen frontalmente a la reforma judicial. ¡Cómo puede ser, si es evidente que la Justicia no está funcionando adecuadamente en este país! ¿Cómo oponerse a su reforma, para mejorarla y ofrecer las garantías del debido proceso a toda la población? Hundiendo un poco el escalpelo en la gruesa capa de la retórica leguleya y pseudoconstitucionalista empleada por sus opositores lo cierto es que para la clase dominante y sus aliados en los medios y en el Poder Judicial la justicia está funcionando muy bien. Ha servido de protección y de cobertura para asegurar la impunidad de muchos delitos y crímenes; negociados escandalosos y fraudes monumentales en contra del fisco (como el de Vicentin en fechas recientes) que contaron con el silencio o la pasividad cómplice de los oligopolios mediáticos de Clarín y La Nación  y sus opinólogos. ¿Por qué razón los beneficiarios de esta escandalosa corrupción de la Justicia podrían apoyar una reforma que ponga fin a sus tropelías? Se comprende que guiados por sus intereses su conducta racional sea oponerse por todos los medios a la reforma, evitar que el tema se ventile ante la opinión pública y procurar por los muchísimos medios de “confusión de masas” de que disponen suscitar una respuesta negativa de la población ante la iniciativa reformista.

Los problemas del Poder Judicial en la Argentina son apabullantes. La causa del atentado a la AMIA tiene 26 años y aún está a la espera de una sentencia definitiva. La causa ACINDAR, que investiga delitos económicos, lleva diez años encajonada en los recintos del Poder Judicial sin que pase a Juicio Oral. La causa Correo Argentino (que, como sabemos, involucra a la familia del ex presidente) “tramita” sosegadamente  en los tribunales hace ya 19 años La mayoría de las personas detenidas y encarceladas lo están sin sentencia firme. El caso escandaloso de Milagro Sala, más de mil días privada de su libertad, es el más conocido pero está lejos de ser la única presa política o persona que sufre una prisión preventiva en nuestro país. En cambio, la causa de “la noche del Apagón” que incrimina de modo irrefutable a Carlos Pedro Blaquier y su socio Alberto Lemos, dueños del jujeño Ingenio Ledesma en Jujuy y que produjo la desaparición de 38 personas dormita  en los escritorios de la Corte Suprema  hace ya cuatro años. El listado de violaciones al Estado de Derecho en la Argentina sería interminable.  El caso de los Panamá Papers que involucraba al presidente en ejercicio, Mauricio Macri, fue escamoteado ante los ojos de la opinión pública por una alianza corrupta entre el Poder Judicial, la “prensa independiente” y parte de la dirigencia política. Lo mismo con la anomalía de un presidente como Macri que asume su función a pesar de estar procesado por la Justicia, que rápidamente enmendó ese “error”. O que intentó designar a dos jueces de la Suprema Corte por decreto, sin que hubiese un clamor de los miembros del Poder Judicial ante semejante atropello. Sólo la indignación de la opinión pública pudo obligar al presidente a revertir su decisión y avanzar por la vía constitucional enviando sendos pliegos al Senado de la Nación. Pero lo curioso del caso no es que allí finalmente se hayan aprobado las designaciones sino que los candidatos –Carlos Rosenkrantz y Carlos Rosatti- consintieran, para su perpetuo deshonor, que el presidente actuara de forma abiertamente contraria a los preceptos constitucionales.

La justicia argentina adolece de un pecado original: en los inicios de la transición democrática se decidió convalidar a los nombramientos efectuados en la Justicia Federal y Nacional por la dictadura cívico-militar. Según el constitucionalista Eduardo Barcesat cerca del 90 por ciento de jueces y fiscales designados durante la dictadura fueron ratificados en sus cargos por el jaqueado gobierno de Raúl Alfonsín.[1] Barcesat señala que fue esta insalubre continuidad del personal que administra la justicia en la Argentina la que permitió frenar “la vigencia de la Ley de Medios Audiovisuales, la que ha resistido en lo posible el enjuiciamiento de las responsabilidades del terrorismo de Estado, que ha violentado las normas y protocolos respecto a la violencia de género y el aborto no punible … y que jamás tuvo una palabra en defensa, ni de las instituciones  ni de los derechos humanos.”

La oposición a cualquier reforma que atenúe, ni hablemos de suprimir definitivamente, atenúe decíamos los nefastas alcances del “lawfare” será por lo tanto absolutamente intransigente. Para ello sembrarán mentiras a diestra y siniestra. Como por ejemplo decir que la reforma está hecha “a medida” de Cristina Fernández cuando ninguna de sus provisiones contempla la posibilidad de remover al personal del Poder Judicial que entiende en sus causas. Así lo afirma Horacio Verbitsky cuando asegura que “la palabra presidencial y el texto del proyecto no dejan dudas respecto de la continuidad de todas las causas ya iniciadas ante los mismos jueces que las tienen ahora, con lo cual ningún alivio podría esperar Cristina de esa reforma.”[2] Esa continuidad está también garantizada para quienes entienden en las múltiples causas de la megacorrupción del macrismo, y en la cual sobresale la “Mesa Judicial”, tal vez la más bochornosa violación de la separación de poderes que conozca la historia argentina. Sin embargo, esta aberración que hizo que Juan B. Alberdi se revolviese en su tumba, pasó desapercibida para los sedicentes campeones (y campeonas) del republicanismo argentino. Y aquélla es apenas la punta del iceberg de la corrupción de la Justicia. Recordemos que utilizaron jueces y fiscales para hacer operaciones políticas y “apretar” a opositores con amenazas de encarcelamiento, todo con el apoyo logístico de los servicios de inteligencia, la complicidad de los grandes medios y de los autoproclamados “custodios de la república”.

Por eso quienes se benefician de esta situación de la Justicia, cuyo jefe imitó al Emérito Rey de España y se ausentó del país, están desesperados por frenar el avance de la Reforma Judicial. Una reforma que es un paso importante aunque, a mi modo de ver, todavía insuficiente. Pero es un avance, entraña una mejoría. Por eso la respuesta de los “defensores de la república” no es discutirla sino abortarla. No sólo eso: el “triángulo de las Bermudas” en el cual puede naufragar la democracia argentina y que está compuesto por jueces y fiscales corruptos, medios corruptos y la derecha corrupta ya se ha puesto marcha en una ofensiva multidimensional cuyo objetivo de máxima va más allá de detener el tratamiento de la reforma sino provocar el derrumbe del gobierno de Alberto Fernández. Sólo espíritus de una gran ingenuidad pueden ignorar esta ominosa realidad. La “guerra híbrida” de amplio espectro tiene en los medios su artillería de vanguardia para debilitar las defensas enemigas y ganar el favor de un sector de la opinión pública. Los descerebrados que desafiaron el Covid-19 este 17 de Agosto, infectándose entre ellos pero diseminando el contagio en proporciones que en pocos días más podremos calibrar, demuestra que hay una población predispuesta a creer cualquier mentira que refuerce su odio visceral al peronismo y a todo lo que huela a izquierda, progresismo o populismo. Y que hay un liderazgo de la derecha capaz de instigar conductas criminales como las del 17-A que podrán causar la muerte de muchas personas. Pero estos daños colaterales están en los cálculos de la derecha. Son inevitables si se quiere mantener el imperio de la impunidad para la hoy acéfala camarilla que gobernó entre 2015 y 2019. Tal objetivo requiere pisotear toda norma o escrúpulo moral que se interponga ante su claro designio y ante su proclamado proyecto de recuperar el gobierno a cualquier costo. No van a esperar hasta las próximas elecciones y apelarán a la violencia. Esta no sólo es física sino que se manifiesta de muchas formas: verbal, en las pancartas, o en los titulares y zócalos de los medios, o la violencia que exuda en los supuestos análisis de embusteros disfrazados de periodistas, o en la extensa serie de notas “humorísticas” que no sólo se mofan o insultan al presidente sino que degradan la propia investidura del jefe de estado. Pero para los adoradores y beneficiarios de los privilegios que otorga el mercado el desprestigio de la presidencia o de la jefatura del Estado es irrelevante. En suma: esta coalición no va a esperar hasta las próximas elecciones. No cree, nunca creyó, en las elecciones de la democracia. Y eso exige que el gobierno y el Frente de Todos tomen conciencia que se les ha declarado la guerra. Guerra no convencional, “guerra híbrida”, de “quinta generación”, como quieran llamarla,  pero guerra al fin. Desconocer esta triste realidad o confiar en el apaciguamiento de los revoltosos mediante el diálogo es una peligrosa ilusión,  que desemboca fatalmente en el suicidio político.

 

[1]  Cf. Eduardo Barcesat, “Sobre la necesidad de una reforma judicial en nuestro país”, en Revista del CCC/ Primera Época, Nº 18, Mayo-Agosto 2013. Accesible en:  https://www.centrocultural.coop/revista/18/sobre-la-necesidad-de-una-reforma-judicial-en-nuestro-pais

[2] En “Los locos del martillo”, en El Cohete a la Luna, 2 de Agosto del 2020, accesible en https://www.elcohetealaluna.com/los-locos-del-martillo/

Fuente e imagen:  https://atilioboron.com.ar/argentina-frenar-la-reforma-judicial-a-cualquier-precio/

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A propósito de Maduro, Duque, Piñera y la Madre Teresa

Por: Atilio A. Boron

 

Recientes declaraciones de la Cancillería argentina vuelven a reproducir las habituales monsergas que la Casa Blanca dirige al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.  Críticas que se caen por su propio peso y que si no lo hacen es debido al funesto oligopólico mediático que el imperio y sus secuaces construyeron para desinformarnos, confundirnos y llevarnos de las narices. Por ejemplo, acusar al “régimen de Maduro” (nótese que todos los gobiernos adversarios de Washington son “regímenes”; en cambio, ni el feroz despotismo medieval de Arabia Saudita para ni hablar del criminal narcogobierno de Iván Duque merecen tal apelativo) de hambrear a su pueblo y no cuidar la salud de su población mientras somete Venezuela a un férreo bloqueo que … ¡impide la llegada de los alimentos y medicamentos que Caracas había comprado (y pagado) de antemano! Pocas veces la historia universal ha registrado una adicción tan extrema al doble discurso y a la hipocresía política como las que la Casa Blanca exhibe desde hace ya largas décadas, síntoma inequívoco de la insanable declinación de su poderío imperial

Acosado por la canalla mediática que fiel a sus patrones exige que el gobierno argentino estigmatice a Venezuela como una dictadura Felipe Solá procura escapar por la tangente y califica de “irregular” la situación del Estado de Derecho en ese país. Pontificar desde la Argentina  sobre el imperio del derecho en otros países es un ejercicio que requiere un cierto grado de temeridad, desmemoria o ignorancia. Basta con recordar los más de mil días de prisión de Milagro Sala, todos aquellos que pasaron años en prisión preventiva (amén de los muchos que todavía quedan en esa situación) y la obscena prostitución de la Justicia Federal para que cualquiera nacido en este país tenga cierta cautela al juzgar la situación de Venezuela. Solá reconoció, y no es un dato menor, que el gobierno de Nicolás Maduro tiene un origen legítimo pero también que su relación con la “oposición dura” (o sea, la que representa el interés de Washington por apoderarse del petróleo y el oro venezolanos) “es cuasi bélica”. Consciente que se deslizaba por una peligrosa pendiente que remataba en una postura indefendible e incoherente con previas declaraciones del presidente Alberto Fernández apeló a una pirueta retórica e introdujo un matiz diciendo que Venezuela “está terriblemente golpeada por el precio del petróleo y por la cantidad de sanciones y bloqueos que tiene”. Allí estuvo bien, aunque tendría que haber profundizado en esa línea de pensamiento. No lo hizo y en su lugar perdió el control del vehículo y desbarrancó al decir que, desgraciadamente, en ese país “Hay una gran facilidad para meter presos políticos, luego los suelen largar, aunque no siempre. El gobierno es autoritario, sin dudas.”[1] Sólo falta que hoy nuestro Canciller declare, en línea con lo que ayer dijera el impresentable Mike “Vito Genovese” Pompeo, que el mundo libre debe forjar una alianza para derrotar a la “tiranía china” para que los zombies decimonónicos que pueblan el Palacio San Martín griten alborozados: “¡cartón lleno!”

Unos pocos datos concretos son suficientes para demostrar los gruesos yerros del discurso del Canciller. Sería bueno, para comenzar, que hablara con el ex presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, para que se informe del talante moral de esa “oposición dura”, que saboteó a última hora un acuerdo entre gobierno y oposición que el español había pacientemente labrado durante meses de arduas negociaciones. Una oposición que declaró que su único objetivo era la “salida” de Maduro y que organizó dos criminales intentos sediciosos, las “guarimbas” del 2014 y 2017, que ocasionaron centenares de muertos, heridos y una cuantiosa destrucción de propiedades públicas y privadas. Una oposición que durante un tiempo aceptó como “presidente encargado” a un ilustre desconocido designado como tal por el presidente de Estados Unidos, que desde hace meses no cesa de despreciarlo públicamente  ante la constatación de su absoluta nulidad como político. Parecería que para Solá estos datos sobre la naturaleza del sector más vociferante y violento de la oposición venezolana son meras nimiedades, pero no lo son. Y calificar al gobierno de Maduro de adoptar una actitud “cuasi bélica frente a una oposición armada que actúa completamente por fuera de las reglas del sistema institucional es un grosero error de apreciación. ¿Calificaría de la misma manera la conducta del gobierno de Carlos S. Menem (de quien fue ministro) cuando ordenó aplastar a sangre y fuego la rebelión “carapintada” encabezada por   Mohamed Alí Seineldín en 1990, que causó muchísimas menos víctimas fatales que la oposición violentista en Venezuela? ¡Por favor, seamos serios y cuidemos las palabras!  Y en cuanto a la “facilidad para meter presos políticos” o para practicar todas las malas artes del “lawfare” la Argentina de los últimos años  ha llegado a alturas casi inigualables en esa materia: aprobó la licenciatura, la maestría, el doctorado y el posdoctorado en “Reglas para Violar el Estado de Derecho”.  Este desempeño debería ser un baño de sobriedad para todo alto funcionario de nuestro país, evitando caer en la tentación, o en el ridículo, de sermonear a otro gobierno  por lo menos hasta que hayamos realizado la reforma del poder judicial que propone el gobierno para acabar  con la herencia macrista de una justicia federal corrupta hasta la médula e inextricablemente vinculada al crimen organizado y los servicios de inteligencia estadounidenses.

Pero supongamos que la tremenda presión de Washington y sus secuaces locales –la “prensa libre” y la derecha económica y política-  obliga a nuestro Canciller a pronunciar la palabrota deseada: “dictadura”, que hay que reconocer  para crédito de Solá que rehusó hacerlo. Aún así, y pensando en un gobierno que ha declarado su voluntad de avanzar en la reconstrucción de la unidad latinoamericana (o por lo menos sudamericana) sería bueno medir cuidadosamente las palabras y antes de hablar de Venezuela dar una ojeada para ver qué ocurre en el vecindario. Si Maduro es autoritario y por lo tanto el suyo es un “régimen”, ¿qué decir entonces del gobierno de Iván Duque en Colombia? Según el director del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), Camilo González Poso, “desde que se suscribió el acuerdo de Paz entre el Gobierno y las extintas Farc hasta el 15 de julio de este año, fueron asesinados 971 líderes sociales en Colombia.” No sólo eso: según la misma organización “entre el 7 de agosto de 2018 y julio de 2020, lo que lleva Iván Duque como presidente, han asesinado a 573 líderes sociales y defensores de Derechos Humanos en Colombia.” [2]  ¿Cómo caracterizar a un régimen político que perpetra tan interminable masacre? Por comparación con Duque, Maduro es la Madre Teresa de Calcuta, pese a lo cual ningún al Canciller no se le pasa por la cabeza caracterizar al gobierno colombiano como autoritario. Mucho menos lo hacen los hampones que pululan en la Casa Blanca y los alrededores, para los cuales Duque es el Winston Churchill sudamericano. El malo de la película es el venezolano, así lo dice el libreto que viene del Norte y así lo repiten algunos.

Pero supongamos que nuestra cancillería no conoce demasiado lo que ocurre en Colombia porque la prensa y los medios que lee “la Casa” (eufemismo que designa al fosilizado estamento diplomático de la Argentina) jamás le proporciona tan incómodas estadísticas o noticias “incorrectas”. Además es cierto que si hay un país blindado mediáticamente en Latinoamérica ese país es Colombia; el otro es Brasil. Bien, pero, ¿se puede desconocer tan olímpicamente la trágica realidad que vive un país como Chile, con quien compartimos 5.308 kilómetros de frontera? No debería suscitar alguna preocupación en nuestra Cancillería saber que, como lo suscribe un informe oficial del Poder Judicial chileno “desde el inicio del estallido social el pasado mes de octubre las detenciones ilegales fueron 1928, o sea subieron en un 77 % con relación al año anterior.” [3]  El estallido social, reavivado en las últimas semanas, ocasionó el año pasado 34 muertos, 2.500 presos políticos, 3.765 heridos y 445 lesionados oculares, un buen número de los cuales perdieron totalmente la vista.[4] Aparte hay numerosas denuncias por torturas y vejaciones y por lo menos 20 desaparecidos tan sólo en la primera semana que siguió al inicio de las protestas el 17 de octubre del 2019.[5] El gobierno de  Sebastián Piñera se limita a decir que  se trata de unos muy pocos casos puntuales, que no hubo un plan sistemático. Nada ni remotamente parecido ocurre en Venezuela, pero no importa. Igual su gobierno es “autoritario” mientras que Piñera, al igual que Duque, es el arquetipo viviente de la democracia, un deslumbrante paladín que todos deberían imitar. Además, téngase en cuenta que en Chile la oposición a Piñera fue completamente pacífica y desarmada, pese a lo cual fue reprimida con ferocidad mientras que las “guarimbas” venezolanas hicieron gala de una violencia extrema, al punto de prender fuego vivas a por lo menos una veintena de personas supuestamente por el delito de “portación de cara” chavista.[6]
No es más reconfortante la situación si volteamos nuestra mirada a la situación del Ecuador, en donde todavía manda un traidor rastrero y corrupto que ha tomado en sus manos la totalidad de los poderes del estado con tal de perseguir a Rafael Correa y la fuerza política que lo representa. Moreno arrasó con el Estado de derecho con perversa meticulosidad, y ante el levantamiento popular del 2019 desató una represión que produjo según inverosímiles informes oficiales un saldo de cinco muertos y 855 heridos. No obstante, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) denunció la existencia de casi 108 desaparecidos.[7] Ni una palabra en relación al  “régimen” ecuatoriano, que es una dictadura unipersonal apenas disimulada con ligeros ropajes de institucionalidad democrática y en donde se abolió por completo y a plena luz del día la separación de poderes y la institucionalidad vigente hasta su llegada a la presidencia. Pero el “autoritario” es Maduro, no Moreno.

Finalmente veamos el caso de Juan Orlando Hernández en Honduras: este es un “malandro de corbata y credencial”, como dice la bella canción de “Chico” Buarque. Desde el 2009, cuando Hillary Clinton orquestó el golpe de estado contra Juan Manuel “Mel” Zelaya (que tomó por sorpresa al propio Barack Obama, que no estaba al tanto de las tramoyas que su Secretaria de Estado urdía a sus espaldas)  no hubo una sola elección legal y legítima en ese país centroamericano. Uno de los factores que explican este infortunio es que, para su desgracia Honduras alberga en Palmerola la sede de la Base Aérea «José Enrique Soto Cano» y la “Fuerza de Tarea Conjunto Bravo”. La de Palmerola es una de las más importantes bases que Estados Unidos tiene en este continente, y junto con la de Palanquero en Colombia y Mariscal Estigarribia en Paraguay conforma el eslabón de reabastecimiento y logística que permiten a las fuerzas del Comando Sur llegar desde el sur de la Florida hasta la Patagonia argentina en escasas 24 horas. Por eso para la Casa Blanca Hernández es un héroe de la democracia centroamericana, pese a que su re-elección en noviembre del 2017 fue un fraude tan descarado que el mismísimo Luis Almagro, figura consular de la cloaca política de la región, tuvo que comunicarle al gobierno que ante “tantas irregularidades y deficiencias era imposible validar el resultado de las elecciones.” Según cuentan los testigos con casi el 60 % de las boletas escrutadas Hernández perdía por 5 puntos y el Tribunal Supremo Electoral indicó que la ventaja era matemáticamente irremontable. Sin embargo, imprevistamente, se “cayó el sistema” lo que produjo una interrupción de varias horas en el conteo de los votos. Este recurso no fue un invento hondureño porque antes, el 7 de Julio de 1988, lo había utilizado el PRI en México para consagrar el triunfo de Carlos Salinas de Gortari cuando los datos iniciales daban una cierta ventaja a Cuauhtémoc Cárdenas¨.  Tal como ocurriera en México lo asombroso fue que cuando los servidores del TSE se reiniciaron Hernández había tomado la delantera y terminó ganando la elección por unos 50.000 votos. Realismo mágico al mejor estilo de Gabriel García Márquez: en Latinoamérica cuando las computadoras de los organismos electorales “se caen” siguen funcionando, y al reiniciarse muestran los resultados de su labor, siempre favoreciendo a la derecha y a los oficialismos de turno. Por supuesto, al conocerse este resultado se desencadenaron grandes protestas –recordar que sobre ese gobierno pesaba como una lápida la furia popular por el infame asesinato de Berta Cáceres-  y, como resultado de ello hubo 31 personas muertas y centenares de heridos. El Departamento de Estado demoró casi un mes en legitimar la escandalosa maniobra de Hernández, a la cual de inmediato se plegó dócilmente la OEA.[8]  Para colmo, en fechas recientes el delfín del imperio comenzó a ser perseguido judicialmente por fiscales de Estados Unidos por su involucramiento en el tráfico de estupefacientes y es muy probable que termine sus días en la sombra.[9] Pero no por eso se lo va a fulminar como “autoritario”, naturalmente.

Por supuesto que para el gobierno de Mauricio Macri todas estas aberraciones no constituían un problema. Pero, para el de Alberto Fernández, que aspira junto con López Obrador a reconstruir la unidad latinoamericana y que ha condenado ejemplarmente la brutal dictadura de Jeannine Añez en Bolivia (y ofrecido protección y asilo a Evo Morales,  Álvaro García Linera y a  muchos  militantes de aquel país) seguir caracterizando al gobierno de Maduro por “autoritario” es injusto y, además, contradictorio. Porque si de enjuiciar se trata, la propensión de ciertos altos personeros del gobierno argentino de referirse continuamente a Venezuela (es cierto que respondiendo al incesante hostigamiento de los medios hegemónicos, formidables enemigos de la democracia y del gobierno de Fernández)  mientras se guarda silencio en relación a los delitos y atrocidades perpetradas por Duque, Piñera, Moreno y Hernández revela una seria incomprensión de los asuntos de la región. Y a partir de ese déficit no será posible gestar una agenda diplomática coherente con el interés nacional de la Argentina en un sistema imperialista sumido en una tormentosa y amenazante  transformación.

Termino con lo siguiente. La democracia tiene en la calidad de la vida de la ciudadanía su rasgo más distintivo. Por eso el cuidado de la salud de la  población es uno de sus signos definitorios. Una “democracia” que deja que su gente muera de hambre, o víctima de enfermedades, o incapaz de garantizar la salud de la población no es digna de ese nombre. Es una forma (sutil en algunos casos) de dictadura pretendidamente disimulada con algunos ropajes democráticos. Por eso la respuesta de los diversos gobiernos ante la amenaza del coronavirus arroja un potente haz de luz para caracterizar la verdadera naturaleza de los regímenes políticos de la región. Tomemos como indicador la tasa de mortalidad por millón de habitantes registrada el 23 de Julio. Comprobamos con asombro que la bloqueada Venezuela tiene una de las más bajas del continente, producto del carácter público del sistema de salud: 4 muertes por millón de habitantes. Chile es supuestamente una democracia, pero los muertos debido al Covid-19 trepan a 462 por millón de habitantes, o sea 115 veces más que en Venezuela. No hace falta ser un genio para constatar lo que puede garantizar un sistema público de salud, aún con el lastre del bloqueo, y lo que es incapaz de hacer un sistema privatizado como el que rige en Chile. La ejemplar “democracia” estadounidense presenta registra un índice de 445 muertos por millón de habitantes, o sea, 111 veces más que Venezuela. ¡Un escándalo!  A título de comparación el promedio mundial es de 81.4, veinte veces superior al estándar venezolano. En la impoluta Colombia de Duque esta tasa es de 145, o sea, 36 veces mayor que Venezuela. En Brasil recordemos que Jair Bolsonaro llegó al gobierno previo “golpe blando” contra Dilma Rousseff , la proscripción (“lawfare” mediante) de Lula y la farsa de la puñalada que con la complicidad de los grandes medios de comunicación le permitieron rehuir a los dos debates presidenciales exigidos por la ley en donde, al hablar, habría espantado a gran parte de su potencial electorado. Las credenciales democráticas del actual gobierno brasileño son nulas y allí se aplica, según Frei Betto, una política genocida que da origen a un índice de 395 muertos por millón de habitantes, ¡98 veces mayor que la tasa venezolana! Pero a no confundirse: Brasil es una democracia; el “autoritario” es Maduro. En el Ecuador de Moreno el cociente es de 286 por millón, 71 veces más que en Venezuela; y en la Honduras del narcogobernante Juan O. Hernández es 101, o sea, 25 veces mayor que Venezuela. En Argentina la tasa es de 58 por millón, y pese a ser una de las mejores de Latinoamérica –cosa reconocida por los más diversos gobiernos y organismos internacionales- aún es 14 veces mayor que la de Venezuela. Y en los países bloqueados y sancionados económicamente por Washington es de 16 en Nicaragua y 8 en Cuba, que por eso fue capaz de responder a 35 países que desde los más diversos continentes solicitaron ayuda médica y farmacéutica a la isla rebelde. Recientemente lo hizo nada menos que la ciudad de San Francisco, California. Teniendo en cuenta todos estos antecedentes, ¿cómo es posible que se siga hablando tan a la ligera de autoritarismo y crisis del Estado de Derecho en un país cuyo gobierno, pese al bloqueo y las sanciones económicas, ha sido capaz de proteger a su población como lo ha hecho?  Da para pensar, ¿no?

           

 

[1] Ver https://www.infobae.com/politica/2020/07/23/felipe-sola-el-gobierno-de-venezuela-es-autoritario-sin-dudas/

[2] https://www.nodal.am/2020/07/colombia-971-lideres-sociales-y-218-excombatientes-asesinados-desde-la-firma-de-los-acuerdos-de-paz/ y también https://caracol.com.co/radio/2020/07/21/nacional/1595352587_459935.html

[3] https://www.nodal.am/2020/02/represion-en-chile-las-detenciones-ilegales-aumentaron-un-77/

[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Protestas_en_Chile_de_2019-2020. Otras fuentes hablan de que el número de personas con lesiones oculares asciende a 465. Cf. https://www.tiempoar.com.ar/nota/victimas-de-traumas-oculares-pinera-los-cego-y-ahora-mira-para-otro-lado

[5] https://www.eldesconcierto.cl/2019/10/26/desaparecidos-en-estado-de-emergencia-los-recursos-de-abogados-y-familiares-para-iniciar-su-busqueda/

[6] http://www.cubadebate.cu/noticias/2017/07/22/la-oposicion-ha-quemado-vivas-al-menos-23-personas-en-venezuela/

[7] https://www.proceso.com.mx/602877/represion-en-ecuador-5-muertos-mil-70-presos-y-855-heridos

[8] Ver sendos artículos sobre el tema en el New York Times: https://www.nytimes.com/es/2017/12/20/espanol/opinion/honduras-hernandez-reeleccion-protestas.html así como https://www.nytimes.com/es/2017/12/23/espanol/america-latina/estados-unidos-respalda-la-victoria-de-juan-orlando-hernandez-en-honduras.html

[9] https://cnnespanol.cnn.com/2020/04/30/alerta-fiscales-de-ee-uu-presentan-cargos-por-narcotrafico-contra-el-exjefe-de-la-policia-de-honduras-y-dicen-que-actuo-en-nombre-del-presidente-hernandez/

Fuente e imagen: https://atilioboron.com.ar/a-proposito-de-maduro-duque-pinera-y-la-madre-teresa/

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