¿Redes antisociales?

Por:  Carlos Mayora Re

Es frecuente hablar de “generaciones” a la hora de tratar de comprender cómo piensan y actúan los demás. Se escribe sobre las características y modos de hacer de los “Babyboomers”, Generación X, Millennials… sin embargo, esta última categoría con el paso del tiempo está dando lugar a lo que se ha dado en llamar la iGen o “Internet Generation”.
El término iGen ha sido introducido por Jean Twenge, una psicóloga norteamericana que lleva más de veinticinco años estudiando las diferencias generacionales.
Pertenecerían a la iGen (conocidos también como “Centennials”, “Postmillenials” o Generación Z) todos aquellos nacidos a partir de 1995. Aunque, más que los años de su nacimiento, lo que en verdad tienen en común estos jóvenes es que han estado utilizando la Internet y los teléfonos inteligentes prácticamente desde que tuvieron uso de razón.
Los iGens también comparten, de acuerdo con numerosos estudios, ser propensos a padecer una tasa mayor ansiedad, depresión y estrés. Por eso, ante los números de salud pública y los datos que arrojan los departamentos de bienestar estudiantil de muchas universidades, muchos se han preguntado qué tienen de diferente que los deja más expuestos que sus antecesores a padecer dichos trastornos.
Una de las posibles respuestas parece tener que ver con el tiempo que dedican a las pantallas en general y a las redes sociales en particular.
De hecho, Twenge encuentra una correlación entre la depresión, ser dueño o no de un teléfono inteligente, las horas diarias que los chicos y chicas permanecen en línea, o pasan en actividades que implican contactos personales. En un famoso estudio, la psicóloga hace intervenir otros factores como el desempleo de los padres, y no encuentra que haya correspondencia con el aumento de estas enfermedades, así como también introduce variables como la pertenencia a equipos deportivos, participar en actividades sociales, acudir a la iglesia, leer y pasar tiempo con la familia, que sí que parecen tener una importancia significativa en la reducción de la tasa de jóvenes que padecen ansiedad y depresión.
Entonces, parece válido preguntarse: ¿cómo puede influir el uso de las redes sociales en la condición descrita? Los estudios muestran cuatro factores: la contemplación del bien del otro y la constatación de la propia necesidad: apariencia, modos de diversión, popularidad… produce tristeza (envidia); las desigualdades de popularidad: likes, retuits, comentarios, exasperan a los jóvenes: mientras unos tienen demasiados… otros tienen muy pocos (avaricia); lo que los psicólogos llaman FOMO (“fear of missing out”) o miedo a perderse algo: un evento, oportunidad, información, pertenecer a un grupo, etc., produce inseguridad y ansiedad; y, por último, el acoso cibernético que los jóvenes pueden padecer en las redes en temas sociales, raciales, sexuales… que no es de los factores menos importantes.
Las buenas noticias son que los peligros de la vida “on line” puede ser balanceados con una sana vida “off line”. La respuesta no es la abstinencia, sino aprender a utilizar las redes. Se trata de sobreponerse a la paradoja por la cual las redes sociales nos hacen muy “cercanos” a los que están lejos, al mismo tiempo que nos alejan de los que están cerca: familia, amigos, colegas. El éxito está, así, en superar la contradicción de que las redes sociales incorrectamente utilizadas pueden simplemente aislarnos.

Fuente: https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/redes-sociales/684520/2020/#link

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Educación y Riesgo

Por: Carlos Mayora Re

El principal problema de seguridad para las autoridades, los profesores y los alumnos en las escuelas públicas viene directamente del accionar de las pandillas.

«Es un delito ser joven”. Con esas palabras, dichas por un estudiante en El Salvador, abre el informe final del RERA (Rapid Education and Risk Analysis), o en español: Reporte sobre Educación y Riesgo. Una investigación cuyos resultados han sido publicados en junio pasado.

Se trató, como su nombre lo indica, de proporcionar a las Agencias de Cooperación y a quienes estén interesados en el tema, una guía breve y suficiente para comprender la situación de la educación en el país, principalmente en lo que a condiciones de seguridad se refiere.

El análisis se centra en los distintos riesgos relacionados con el accionar de las pandillas, concretamente el ambiente de violencia e inseguridad generalizadas; y en menor rango los desastres naturales. Es un análisis cualitativo que se basa en datos estadísticos y testimonios, recogidos por medio de entrevistas en nueve municipios a lo largo del país.

Muestra cómo nuestro país está sufriendo niveles de violencia calificados como epidémicos, que literalmente “retan la autoridad del Estado”, pues ni este, ni los gobiernos anteriores, han tenido éxito combatiendo la violencia y la criminalidad.

Dice el informe: “en el clima de confrontación violenta e insatisfacción pública con el gobierno, la educación es, sin embargo, una de las instituciones más valoradas”. Y añade, “el sector enfrenta importantes retos, como tener que lidiar con un nivel de gasto público por debajo de la media en lo que a educación se refiere, con pobres y desiguales resultados; y una alta —y en alza—, tasa de deserción escolar”.

“El impacto de la violencia en la educación es alarmante”: alrededor de un 65 % de las escuelas está afectado por la presencia de pandillas, y el 30 % enfrenta problemas de amenazas pandilleriles en su interior; por lo que tratar de comprender cómo las comunidades manejan dichos riesgos, es imperativo.

Como buenos investigadores, los autores del informe advierten al lector que su trabajo recoge las impresiones y los hechos de un número limitado de comunidades escolares, pero dicha advertencia no disminuye ni la veracidad, ni la importancia de sus hallazgos. Si se quiere poner cabeza de verdad para encontrar soluciones, ya no solo al problema educativo en el país, sino a los problemas de violencia y convivencia ciudadana que nos aquejan, uno no puede ignorar la realidad violenta en la que se vive.

El principal problema de seguridad para las autoridades, los profesores y los alumnos en las escuelas públicas viene directamente del accionar de las pandillas. Tanto que las palabras de un docente son citadas de manera destacada en el informe: “los maestros estamos entre la espada y la pared con respecto a quién se encarga de la seguridad en las escuelas. La alternativa es: o la policía, o las pandillas mismas”. Pues, se da la situación de que algunos miembros de pandillas, principalmente quienes a la vez son padres de familia, están muy interesados en el funcionamiento de las escuelas.

Con respecto a la presencia de la policía y el ejército en las escuelas y sus alrededores, las respuestas de los entrevistados son divergentes: para unos complica las cosas, mientras que para otros, dicha presencia ha mejorado la seguridad.

En cuanto a la deserción escolar, todos coinciden en que sus principales motivadores son la violencia pandilleril, la intimidación que sufren los estudiantes, y el dominio territorial que las pandillas ejercen en los alrededores y accesos de las escuelas. El reclutamiento de miembros para la pandilla no es un factor despreciable, ni los homicidios juveniles.

Como es un tema muy amplio, importante y complejo, espero que el lector comprenda que habremos de dejar las recomendaciones y planes de acción que propone el documento, para la próxima semana.

*Columnista de El Diario de Hoy.
@carlosmayorare

Tomado de: http://www.elsalvador.com/articulo/editoriales/educacion-riesgo-121104

Imagen: https://www.google.com/search?q=Educaci%C3%B3n+y+Riesgo&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwiW_d3ljtbOAhUEox4KHfTFAhsQ_AUICCgB&biw=1366&bih=667#imgrc=cA78HgXBGYWRVM%3A

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