Vigésimo aniversario de Eduquemos

La educación no solo es generadora de ciudadanía y democracia. También es un factor decisivo para el desarrollo

 

Al recibir el reconocimiento que me hizo Eduquemos, en ocasión del vigésimo aniversario de su fundación, expresé que cuando el reconocimiento proviene de un organismo como Eduquemos, que ha dedicado una veintena de años al análisis serio de nuestro sistema educativo para hacer juiciosas propuestas para su transformación y mejoramiento, entonces recibir un reconocimiento de una entidad con tan valiosa como fecunda trayectoria en el campo educativo, no solo merece ser profundamente agradecido sino que da lugar, a quien lo recibe, como es mi caso, de reiterar mi permanente compromiso con la educación de mi patria, especialmente ahora que pasa por una de las peores crisis de su historia.

Quiero, en primer lugar, ofrecer este reconocimiento de Eduquemos a los estudiantes de los diferentes tramos del sistema que han ofrendado sus vidas en aras de un cambio tan necesario en este sufrido país, así como a todos los que actualmente sufren injusta prisión por delitos que no han cometido; a los maestros, profesores, catedráticos universitarios y médicos despedidos sin ninguna base legal y a los estudiantes universitarios expulsados por expresar cívicamente su deseo de una Nicaragua distinta, donde prevalezcan la justicia y la democracia.

El primer gran compromiso que tenemos todos los nicaragüenses, en un futuro próximo, es combatir la pobreza y el desempleo que azotan a nuestro pueblo, convencidos de que se trata de un desafío ético y político, y que no bastan las medidas de carácter económico, y menos los programas asistencialistas, si no hacemos del desarrollo humano social y sostenible el núcleo mismo del desenvolvimiento económico.

La clave para nuestro verdadero ingreso en el siglo XXI, es decir en la sociedad basada en el conocimiento, la información, la innovación, emprendedurismo y el aprendizaje permanente, está en la educación, en dar a nuestro pueblo, sin discriminación alguna, una educación de la mejor calidad posible, que sea a la vez pertinente, es decir, que responda a las necesidades de la sociedad: políticas, sociales, económicas, culturales y laborales de todos los sectores. Calidad y pertinencia social son términos inseparables. Nunca me cansaré de repetir que el nivel de la calidad educativa lo determina la calidad de la formación de los diseñadores de las políticas educativas, de los docentes y de los directores de los centros educativos.

La educación no solo es generadora de ciudadanía y democracia. También es un factor decisivo para el desarrollo. La experiencia histórica demuestra que ninguno de los países avanzados logró un crecimiento económico significativo sin antes alcanzar la universalización, al menos de la educación básica con calidad. Las investigaciones demuestran que por cada grado de escolaridad que se agrega al nivel educativo promedio de un país, el PIB se incrementa en un 1 por ciento.

La demolición de las instituciones que sostienen el edificio de la democracia está entre los mayores obstáculos para que un pueblo logre un desarrollo que le permita abatir los flagelos de la pobreza y el desempleo. Las sociedades más florecientes son aquellas donde las instituciones democráticas funcionan sin cortapisas. “La democracia, afirma el premio Nobel de Economía, Amartya Sen, es el mejor medio para luchar contra la pobreza”.

En conclusión, los pilares del desarrollo humano sostenible y de la reducción efectiva de la pobreza son: la existencia de instituciones democráticas; un sistema educativo de calidad y pertinente, acompañado de un buen servicio de salud para la población.

¿Por dónde empezar? Andrés Oppenheimer, en su libro ¡Basta de historias!, opina que: “La clave de la reducción de la pobreza y el desarrollo humano no es la economía sino la educación”.

El autor es educador, escritor y académico.

Comparte este contenido:

La Educación Superior como bien social

Por Carlos Tünnermann Bernheim 

Del 12 al 14 del pasado junio, bajo los auspicios de la Unesco, se reunió en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, la Tercera Conferencia Regional de Educación Superior para América Latina y el Caribe, preparatoria de la Conferencia Mundial que tendrá lugar en París el año próximo.

Esta cita universitaria regional fue también un homenaje al Centenario de la Reforma de Córdoba, de tanta influencia en la transformación de las universidades hispanoamericanas que seguían organizadas, según un modelo eminentemente profesionalista conocido como “modelo napoleónico”, desprovistas de autonomía, ajenas del cultivo de las ciencias por las ciencias mismas y sin compromiso con la investigación y la proyección social.

Es importante destacar que esta tercera Cumbre universitaria regional, en Declaración aprobada el 14 de junio, reafirmó “el postulado de la educación superior como un bien público social, un derecho humano y universal, y un deber de los Estados”. Además, proclamó que el acceso a la educación superior “es un bien social, colectivo y estratégico, esencial para poder garantizar los derechos humanos básicos e imprescindibles para el buen vivir de nuestros pueblos, la construcción de una ciudadanía plena, la emancipación social y la integración regional solidaria latinoamericana y caribeña”.

De esta manera, la Declaración sale al paso de los procesos de transnacionalización y la visión mercantilista de la educación superior que, en muchos casos, impiden o cercenan el efectivo derecho social a la educación.

Categóricamente, la Declaración afirma que “la educación no es una mercancía”, por lo que solicitan a los Estados a no suscribir tratados bilaterales o multilaterales de libre comercio que impliquen concebir la educación como un servicio lucrativo o alienten formas de mercantilización en cualquier nivel educativo. Más bien, los insta a incrementar los recursos destinados a la educación, la ciencia y la tecnología.

La Declaración de Córdoba reivindica la autonomía universitaria que permite a la universidad ejercer su papel crítico y propositivo frente a la sociedad “sin que existan límites impuestos por los gobiernos de turno, creencias religiosas, el mercado o intereses particulares. La defensa de la autonomía es “una defensa del compromiso social de la universidad”.

Los sistemas de educación superior deben reconocer la interculturalidad de nuestros países y comunidades, de manera que la educación superior sea un instrumento de igualdad y de aseso social, y “no un ámbito de reproducción de privilegios”.

La Declaración expresa su firme convicción de que las instituciones de educación superior deben comprometerse activamente con la transformación social, cultural, política, artística, económica y tecnológica que es hoy imperiosa e indispensable. “Debemos educar a los dirigentes del mañana con conciencia social y con vocación de hermandad latinoamericana. Forjemos comunidades de trabajo donde el anhelo de aprender y la construcción dialógica y crítica del saber entre docentes y estudiantes sea la norma. Construyamos ambientes democráticos de aprendizaje, donde se desenvuelvan las manifestaciones vitales de la personalidad y se expresen sin límites las creaciones artísticas, científicas y tecnológicas”.

mportante también es mencionar el reconocimiento que la Declaración hace del papel de las universidades en la promoción y fortalecimiento de las democracias latinoamericanas, “rechazando las dictaduras y atropellos a las libertades públicas, a los derechos humanos y a toda forma de autoritarismo en la región”.

Seguramente, habiendo sido denunciada en el seno de la Conferencia la crisis que vive Nicaragua, la Declaración expresó su “solidaridad con las juventudes, de nuestra América y del mundo, cuyas vidas celebramos, y reconocemos, en sus luchas y anhelos, nuestras propias aspiraciones a favor de la transformación social, política y cultural”.

Fuente del artículo: https://www.laprensa.com.ni/2018/07/06/columna-del-dia/2444969-la-educacion-superior-como-bien-social

Comparte este contenido:

La evaluación de la calidad educativa

Por: Carlos Tünnermann

El tema de la evaluación de la calidad y pertinencia de la educación ha adquirido gran relevancia, desde luego que los países que poseen los mejores sistemas educativos son los que han alcanzado mayores niveles de progreso y bienestar.

En Nicaragua la Ley General de Educación, que creó el Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación del Sistema Educativo Nacional (CNEA), otorgó a este la competencia de evaluar la calidad del desempeño de las instituciones, tanto públicas como privadas, que ofrecen servicios educativos en todos los niveles y modalidades del Sistema. Esta atribución es exagerada, pues es muy difícil que un solo organismo asuma con eficacia semejante tarea. En América Latina, los Consejos de Evaluación y Acreditación generalmente tienen limitadas sus atribuciones a la evaluación y acreditación de la calidad de la educación superior. Otros organismos son los encargados de evaluar la calidad de los niveles educativos precedentes. En México, por ejemplo, la evaluación de la calidad de esos niveles está a cargo del Instituto Nacional de Evaluación, que es un organismo autónomo y dispone de los recursos necesarios para acometer tal tarea. La evaluación y acreditación de la educación superior está a cargo del Copaes.

La amplitud de facultades otorgadas al CNEA quizás sea una de las causas de su poco rendimiento en más de diez años de existencia. Hasta el momento, solo ha avanzado en los procesos de autoevaluación institucional de decenas de universidades públicas y privadas. Que se sepa, aún no se ha pasado al proceso propiamente de acreditación, que requiere el cumplimiento de una serie de etapas, entre ellas la visita y revisión de los informes de autoevaluación por pares académicos.

En cambio, los organismos de evaluación y acreditación de los otros países centroamericanos, como por ejemplo el Sistema Nacional de Acreditación de la Educación Superior (Sinaes) de Costa Rica, ya ha acreditado varias instituciones y programas. Con menos dinamismo, la Comisión de Acreditación de la Calidad Académica de las Instituciones de Educación Superior de El Salvador, ha avanzado en la acreditación principalmente de las universidades privadas de aquel país.

Para Nicaragua es importante la existencia de un eficiente organismo de evaluación y acreditación de la educación superior que garantice a la sociedad, y a los propios usuarios, que la educación que se imparte responde a los estándares de calidad y pertinencia que cabe esperar en estos tiempos, donde el conocimiento y la existencia de recursos humanos bien calificados devienen en la principal riqueza de las naciones.

El tema de la acreditación de la educación superior ocupa un lugar prioritario en el debate internacional. A esto se agrega el reto de la acreditación en el ámbito internacional, la acreditación de los ofrecimientos transfronterizos de educación superior y de los programas virtuales.

La respuesta a estos retos debe partir de la consideración de la educación superior, sea pública o privada, como un bien público y el conocimiento generado en ella como un activo social al servicio de la humanidad. Las tendencias que hoy en día se observan en la educación superior en el mundo, no pueden sustraerse de la influencia de los dos fenómenos que más inciden en su desempeño: la globalización y la sociedad del conocimiento. La globalización no es en sí enteramente buena o mala. Depende de cómo las naciones se insertan en ella. La educación superior de calidad puede desempeñar un papel clave en la creación de las condiciones que permitan una inserción favorable en los espacios económicos abiertos. Actualmente, no solo compiten los aparatos económicos sino también las condiciones políticas y sociales, los sistemas educativos, las políticas de desarrollo científico y tecnológicos y los Sistemas Nacionales de Innovación.

La evaluación y acreditación de la educación superior no debe limitarse al juicio sobre la calidad de los docentes, de las investigaciones, del diseño curricular ni a la constatación de si son suficientes o no los recursos disponibles. Un elemento importante de la evaluación es la calidad de los estudiantes, es decir, si se cuenta con estudiantes que no son simples receptores sino protagonistas de su propio proceso de aprendizaje para, de esta manera, aprender a aprender y aprender durante toda la vida.

Fuente: http://www.laprensa.com.ni/2017/07/07/columna-del-dia/2259025-la-evaluacion-de-la-calidad-educativa

Comparte este contenido: