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La reapertura de las escuelas, un debate público

Por: Maestra Erica Franco Lavín

    Las declaraciones en torno a la reapertura de escuelas se ha vuelto parte del debate público. Los 8 meses de confinamiento que iniciaron desde el mes de marzo con el cierre total de las escuelas en todos los niveles educativos, representó una de las medidas más importantes para evitar el contagio del COVID-19. Esta acción se convirtió en un parteaguas en el sistema educativo: no existe antecedente de un cierre masivo de escuelas en nuestro país, pues la emergencia de salud no dejó otras opciones y se tuvo que improvisar, adaptar, reorganizar, romper paradigmas y avanzar con los recursos que se tenían a la mano para continuar con la labor educativa a distancia.

    Las estrategias diseñadas desde la Secretaría de educación a lo largo de estos meses se basaron en el desarrollo gradual de la pandemia, tomando como referente el semáforo epidemiológico que el sistema de salud estableció como parámetro para regular la dinámica social, económica y educativa; con base a esto se informó que sería hasta que el semáforo estuviera en verde cuando se regresaría a clases de manera presencial.

    Hoy son tres estados que han pasado a esta categoría, Campeche, Chiapas y Veracruz, sin embargo las declaraciones de las autoridades estatales de estas entidades han sido prudentes, considerando que una decisión sobre este tema no puede darse de  manera simplista y apresurada, no puede basarse solo a partir de su pase a semáforo verde, aunque por el  contrario, otros  estados como Jalisco se aventuran a declarar que es muy probable un regreso paulatino a las escuelas a partir del 25 de enero, a pesar de que su estado se encuentra en semáforo naranja considerado de alto riesgo en cuanto a contagios.

     El regreso a clases presenciales y por ende la reapertura de escuelas da pie a un debate público, generando voces de encuentro y desencuentro. El tema se vuelve polémico y desde diversas aristas se analizan los pros y contras; a partir del contexto de cada alumno, docentes y padres de familia se generan dudas e inquietudes, mientras que las autoridades educativas estatales y federales emiten declaraciones diversas y ambiguas que llegan a reflejar una falta de coordinación.

     El punto medular sobre el regreso a clases presenciales y la reapertura de las escuelas no tendría que girar en torno a una fecha, sino a las condiciones mínimas que deben existir para dicho regreso: tener claro esto permitiría dar certeza a todos los que integran la  comunidad educativa, despejaría dudas e incertidumbres, se generaría la confianza para dar ese paso, algo que hoy no existe, pues el rezago en que se encuentran la mayoría de los planteles en cuanto a su infraestructura solo aumenta el temor entre docentes y directivos, pues se sabe que no se tienen las condiciones necesarias para poder abrirlas, pero sobre  todo porque las autoridades educativas y gubernamentales no han diseñado un proyecto integral donde explícitamente se aborden las acciones previas a la reapertura y en  sus declaraciones ante los medios tampoco asumen compromisos para destinar mayores recursos o financiamiento.

    Las 9 acciones emitidas por la SEP en el mes de mayo contemplaban en términos generales la formación de comités participativos de salud escolar, el uso de cubrebocas, sana distancia, uso de espacios abiertos, acceso a agua y jabón y modalidad de clases alternada por apellidos. Pero  hoy sabemos que  esto no será suficiente, porque el impacto de la pandemia requiere acciones mayores y, ante esto, resulta preocupante que durante todos estos meses de confinamiento no se ha programado ni operado un diagnóstico sobre las condiciones en que se encuentran actualmente los planteles escolares. Se tuvieron 8 meses para poder establecer un proyecto amplio que permitiera realizar una investigación profunda para conocer  las inquietudes y las necesidades que existen en las escuelas y así, de manera conjunta  emprender acciones de largo alcance para subsanar estas carencias.

    La planeación para la reapertura de las escuelas debe contemplar la orientación y capacitación a docentes, estudiantes y padres de familia por personas profesionales del sector salud, el acompañamiento debe ser permanente, se debe considerar  la  existencia de  personal suficiente para poder llevar a cabo las clases  presenciales de manera segura, sin que se dé una sobrecarga de actividades y nuevas responsabilidades a los docentes. Una prioridad debe ser también la dotación de insumos y el equipamiento requerido para la protección de los estudiantes y profesores, algo que las autoridades tienen la obligación de garantizar.

             La fase operativa para retornar  a las escuelas será la más compleja, tendrá que ser a partir de programas pilotos, las escuelas tendrán que ser monitoreadas constantemente, rediseñando y corrigiendo las acciones que no reflejen resultados favorables; los protocolos establecidos deben ser ejecutados con responsabilidad y seriedad, ya que muchas veces suelen terminar en simples documentos cuyo único valor radica en haber sido anunciados con bombo y platillo en una conferencia de prensa pero terminan siendo normatividad de escritorio y carga burocrática.

      El análisis en torno al regreso a clases presenciales es por demás extenso, no puede reducirse a una fecha y mucho menos a un discurso unilateral y de imposición: está en riesgo la salud de millones de estudiantes y docentes, por lo que será una labor titánica diseñar un proyecto para la reapertura de las escuelas con la pandemia aún latente. El camino para el regreso a clases presenciales se divisa largo, con muchos obstáculos y no podemos transitarlo rápidamente como algunos lo proclaman.

      El consenso entre los que integran la comunidad educativa será un punto de partida  imprescindible. Son ellos los que estarán en las escuelas y no puede tomarse una decisión sin considerarlos. Resolver el rezago y abandono en infraestructura que por décadas han tenido las escuelas en tan corto tiempo es un gran reto, sin embargo, los problemas se vuelven  oportunidades, sobre todo para las autoridades quienes tienen la posibilidad de transformar nuestros centros educativos en espacios verdaderamente dignos, seguros y aptos para cuando tengamos que retornar a las aulas.

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Maestros y padres de familia: Aliados en la educación a distancia

Por:  Erica Franco Lavín

       Después de haber concluido el primer trimestre del trabajo escolar que abarcó del 24 de agosto al 17 de noviembre, donde maestros, estudiantes y padres de familia han conjuntado esfuerzos para que la educación en México aun en tiempos de pandemia no se detenga, llegó el momento de reflexionar sobre las diversas experiencias que emergieron en la educación a distancia, un análisis de fondo que retome los diálogos y consensos para dar continuidad al trabajo educativo.

      La SEP emitió  los lineamientos para realizar la evaluación a los diferentes niveles de educación básica, con criterios centrados  en la comunicación  con los alumnos durante los tres primeros meses, considerando que pudo ser sostenida, intermitente o inexistente, y al encontrarse en cualquiera de estos indicadores se orienta a poner calificaciones solo si se tiene la información suficiente, además se permite administrativamente omitir la evaluación si  por diversas causas  no hubo comunicación, quedando pendiente hasta el siguiente período trimestral, dichos lineamientos llevan de manera implícita la orientación a  no reprobar.

    Los maestros  sabedores de todo lo que se llevó a cabo desde que  inició el ciclo escolar, reconocen que no solo es cuestión de asentar una calificación o sujetarse a los criterios normativos de la SEP, se coincide en  el carácter formativo que ahí plantean de  la evaluación, pero al  mismo tiempo debieran establecerse  las bases para el trabajo a distancia que se dará en el segundo período que está ya iniciando, por  ello es necesario hacer una pausa en el camino para replantear las estrategias de trabajo, perfeccionarlas y de la misma manera analizar las relaciones que deben establecerse no solo con los estudiantes, sino con los padres de familia.

       Durante las clases presenciales el contacto entre maestros  y padres de familia se daba a través de reuniones convocadas en la apertura de cada ciclo escolar para socializar la dinámica de trabajo de los maestros, posteriormente se les citaba cada bimestre o trimestre para informar sobre las evaluaciones de sus hijos e hijas, en caso de que el estudiante no estuviera trabajando en el aula de manera óptima se podía citar al padre o tutor en cualquier momento, incluso existía el contacto diario  de algunos  padres con los maestros a  la entrada y salida de la escuela.

       Hoy la comunicación entre docentes y padres de familia es más que necesaria para mantener las actividades pedagógicas que se planean, solo esto garantiza que se lleve a cabo el seguimiento del trabajo desde casa, se retroalimente y se recopilen las evidencias de lo realizado por los alumnos, de esta manera los docentes logran conocer los avances, pero también las dificultades que van surgiendo día a día con sus estudiantes.

    Para el nivel preescolar, educación primaria e incluso secundaria, la comunicación docente y padre de familia es imprescindible, ya que por la edad, los niños y niñas necesitan un acompañamiento y orientación mayor de sus padres, el uso del dispositivo móvil en la mayoría de los casos suele ser el de un adulto, por ello de facto se establece una relación cercana  con los docentes, sin embargo, durante estos tres meses de trabajo a distancia fue surgiendo un fenómeno de distanciamiento de algunos padres de familia con los maestros, ocasionando a su vez la ausencia también del alumno, ante esta situación  miles de docentes tuvieron que anexar a sus responsabilidades el contactar a los padres y madres de familia para saber el motivo que impedía que sus hijos e hijas dieran continuidad al trabajo escolar desde casa.

   Las llamadas telefónicas, los mensajes vía WhatsApp, el acercamiento presencial en comunidades rurales y visitas a sus casas, fueron alternativas que los docentes tuvieron que emplear para entablar  nuevamente la comunicación, muchos maestros tuvieron la suerte de hacerlos reflexionar en torno a la importancia de que  los niños puedan estudiar y superar los retos y dificultades del aprendizaje a distancia, ofrecieron alternativas de trabajo, adecuaron sus planeaciones y estrategias a las condiciones de los estudiantes, sin embargo y a pesar de eso, no hubo éxito con todos los padres de familia, muchos de ellos a  estas alturas  del cierre de evaluaciones no han establecido contacto con los maestros e incluso  abiertamente han decidido dejar de lado las actividades educativas diseñadas  para trabajar durante este confinamiento.

    Los docentes saben que el fenómeno de falta de comunicación con los padres de familia o estudiantes, si no se atiende de manera efectiva solo crea una bola de nieve que crece y que en algún momento derivará en conflictos mayores, surgirá una tensión y relación ríspida, siendo esto un aspecto que no favorece el aprendizaje, y hacer caso omiso a lo que está pasando o minimizarlo limitará el trabajo pedagógico del resto del ciclo escolar.

   La reflexión de este fenómeno permite entender que el diálogo es un pilar fundamental, los maestros y padres de familia se deben reconocer como aliados en el trabajo a distancia, con un objetivo común, promover el aprendizaje desde el hogar es una tarea conjunta, reconociendo que a pesar de los retos y desafíos que esto implica, siempre existirá una posibilidad para seguir aprendiendo y que juntos es más fácil lograrlo.

     Los padres de familia tienen en su hogar un campo de acción que hoy es determinante para que sus hijos e hijas sigan aprendiendo; en el  ambiente familiar se deben fomentar todas las actitudes y valores que puedan potenciar la construcción de aprendizajes en los estudiantes y al mismo tiempo desarrollar las habilidades socioemocionales que les permitan salir avantes ante situaciones complejas, difíciles o problemáticas, no solo ahora, sino como una actitud constante en la vida; son los padres los que deben proyectar metas educacionales y crear altas expectativas para el presente y el futuro de sus hijos e hijas, pues para los maestros esta siempre ha sido la perspectiva que se tiene para cada estudiante, el esfuerzo que los profesores realizan en cada nivel educativo es con el fin de ir sentando las bases para que sus alumnos escalen en su preparación académica y eso les permita aspirar a un mejor futuro.

     La relación docente y padres de familia debe  ir más allá de palabras, el diálogo verdadero parte de una comunicación honesta, empática, sensible y con posibilidad de asumir compromisos en ambos lados, los  padres de familia no deben ser solo espectadores en la educación a distancia, por el contrario deben ser una parte activa que potencie y reconozca la trascendencia del papel del maestro y el diseño de sus estrategias pedagógicas, valore sus esfuerzos, así como el maestro lo hace con los estudiantes y con los mismos padres de familia que dan lo mejor de sí mismos, aquellos que aun sin recursos, aun con carencias y necesidades, no se rinden, y demuestran que el deseo de aprender es más grande que la misma pandemia.

  La alianza entre maestros y padres de familia  que hoy se requiere, debe basarse en: La corresponsabilidad, reciprocidad, respeto, cordialidad, compromiso, colaboración y comunicación constante, un trabajo en equipo que sume esfuerzos, que comparta objetivos y planteen estrategias para conseguirlos, que asuman su responsabilidad cuando los resultados no sean los esperados, y que en lugar de confrontarse, corrijan y replanteen sus acciones, una  alianza inquebrantable entre docentes y padres de familia es la única que puede garantizar que  los niños, niñas y adolescentes sigan desarrollando su potencial con el aprendizaje en casa en tiempos de contingencia.

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El abandono escolar: Los daños colaterales de la educación a distancia

Por: Erica Franco Lavín

      La pandemia ha traído consigo diferentes retos que enfrentar en la educación a distancia. Sabemos hasta ahora que el plan diseñado desde la Secretaría de Educación Pública se centró en la educación a través de la Televisión. Se argumenta que la audiencia es de 32 millones de televidentes y se pondera, de esta manera, el éxito de la educación en tiempos de contingencia a través de una estrategia mediática, centralizada y favorecida con millones de recursos para poder aplicarla.

  Sin embargo, también hay silencios que intentan esconder la realidad que sigue permeando entre los sectores más desfavorecidos y vulnerables: son las huellas que van dejando los que no querían irse, los que a toda costa se mantienen a flote en este barco llamado educación a distancia, en línea o Teleeducación; todos aquellos que no entran en las estadísticas triunfalistas, los que no son parte del rating exitoso del que se habla en el discurso oficial.- Los miles de estudiantes que  se encuentran librando una batalla por seguir aprendiendo, y buscan de dónde asirse para no abandonar el barco.- Ellos son los que piden que sea cumplida la promesa de no dejarlos atrás.

    Para las autoridades educativas, el abandono escolar se ve a través de cifras y “datos duros”.  Es a través de la estadística que el fenómeno se vuelve visible, pero para el docente quien se encuentra en primer plano frente a los estudiantes, el abandono no solo son números: son caras, son voces, son risas que ya no se ven y no se escuchan;  un alumno  que no concluye el ciclo escolar deja un vacío y una sensación de tristeza y de impotencia, pero al mismo tiempo promueve  la reflexión sobre el papel de los docentes, padres y madres de familia y las atribuciones  del estado, todos ellos corresponsables de que los niños y adolescentes ejerzan su derecho a la educación.

    Este fenómeno empieza a presentarse sobre todo en las comunidades rurales y semirurales. Los estudiantes de estas poblaciones son los más vulnerables, pues al no contar con piso parejo en cuanto al uso de recursos digitales, dispositivos móviles o redes de internet gratuita, suelen ver el muro de la educación a distancia mucho más alto que alumnos de ciudades o lugares urbanos donde existen mayores posibilidades de comunicación e interconexión.

    El abandono escolar inicia de manera discrecional, ausencias que se van haciendo constantes, contactos que se van perdiendo. No se espera que, al inicio del ciclo escolar, los alumnos recién inscritos vayan tomando la decisión de no regresar a la escuela,  argumentando que se les hace más difícil estudiar de esta manera, que hay temas que no le entienden, que tienen otros trabajos que realizar para apoyar el ingreso familiar y por ello no pueden dedicar todo el tiempo a las actividades del trabajo a distancia, todo esto aunado a la carencia de un celular y una red de internet, algo que se vuelve necesario para dar seguimiento a las actividades escolares e intentar una retroalimentación tan necesaria  en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

     Tendríamos que analizar hasta dónde los maestros estamos siendo empáticos sobre las limitantes que los alumnos tienen para llevar a cabo las actividades escolares a distancia, la complejidad en los contenidos que se plantean y la falta de recursos tecnológicos y económicos que no permiten a los estudiantes reforzar o indagar sobre los temas que se abordan; por  otro lado, el papel de los padres o tutores en la orientación y apoyo emocional para motivar a sus hijos e hijas a continuar aprendiendo desde casa, a reforzar la idea de que la escuela aun en tiempos de pandemia representa la posibilidad de acceder a conocimientos y permitirá un mejor nivel de vida.

     Un tercer elemento es el papel de las autoridades para ver el fenómeno como un daño colateral que la contingencia genera, y no intentar minimizar dicho tema. Que se tome como un principio real y no solo discursivo las palabras del Secretario de Educación el 22 de junio, antes de iniciar el ciclo escolar 2020-2021, donde se reiteraba que “Ninguna niña, niño, adolescente abandonará el Sistema Educativo Nacional sin que la autoridad haga lo posible por apoyarlos y por atender las causas”,

       El Sistema de Alerta Temprana personalizado como una de las medidas que se anunciaron meses atrás para evitar el abandono escolar, debe ser un programa completo que garantice acciones efectivas y concretas en los sectores vulnerables. No puede ser solo parte de una campaña mediática, sino una verdadera alternativa para detener el fenómeno que se está presentando en mayor medida en contextos rurales, pero también en instituciones urbanas donde el punto de coincidencia es la pandemia.

    Estamos a tiempo de atender las causas del abandono escolar generado por la educación a distancia en tiempos de contingencia.  Eliminar la brecha digital y promover la equidad en el acceso a tecnologías debe ser una prioridad, los programas como “Internet para todos” deben contemplar acciones inmediatas, considerando que las clases a distancia seguirán siendo la modalidad más segura en lo que resta del año,  y se deben crear condiciones que la vuelvan efectiva sin que generen estrés o desánimo entre los principales actores educativos,  porque a pesar de las circunstancias muchos maestros y estudiantes siguen dando su mejor esfuerzo, pero requieren y merecen el respaldo para hacer posible una educación a distancia en mejores condiciones.

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