Por: Erica Franco Lavín
La pandemia ha traído consigo diferentes retos que enfrentar en la educación a distancia. Sabemos hasta ahora que el plan diseñado desde la Secretaría de Educación Pública se centró en la educación a través de la Televisión. Se argumenta que la audiencia es de 32 millones de televidentes y se pondera, de esta manera, el éxito de la educación en tiempos de contingencia a través de una estrategia mediática, centralizada y favorecida con millones de recursos para poder aplicarla.
Sin embargo, también hay silencios que intentan esconder la realidad que sigue permeando entre los sectores más desfavorecidos y vulnerables: son las huellas que van dejando los que no querían irse, los que a toda costa se mantienen a flote en este barco llamado educación a distancia, en línea o Teleeducación; todos aquellos que no entran en las estadísticas triunfalistas, los que no son parte del rating exitoso del que se habla en el discurso oficial.- Los miles de estudiantes que se encuentran librando una batalla por seguir aprendiendo, y buscan de dónde asirse para no abandonar el barco.- Ellos son los que piden que sea cumplida la promesa de no dejarlos atrás.
Para las autoridades educativas, el abandono escolar se ve a través de cifras y “datos duros”. Es a través de la estadística que el fenómeno se vuelve visible, pero para el docente quien se encuentra en primer plano frente a los estudiantes, el abandono no solo son números: son caras, son voces, son risas que ya no se ven y no se escuchan; un alumno que no concluye el ciclo escolar deja un vacío y una sensación de tristeza y de impotencia, pero al mismo tiempo promueve la reflexión sobre el papel de los docentes, padres y madres de familia y las atribuciones del estado, todos ellos corresponsables de que los niños y adolescentes ejerzan su derecho a la educación.
Este fenómeno empieza a presentarse sobre todo en las comunidades rurales y semirurales. Los estudiantes de estas poblaciones son los más vulnerables, pues al no contar con piso parejo en cuanto al uso de recursos digitales, dispositivos móviles o redes de internet gratuita, suelen ver el muro de la educación a distancia mucho más alto que alumnos de ciudades o lugares urbanos donde existen mayores posibilidades de comunicación e interconexión.
El abandono escolar inicia de manera discrecional, ausencias que se van haciendo constantes, contactos que se van perdiendo. No se espera que, al inicio del ciclo escolar, los alumnos recién inscritos vayan tomando la decisión de no regresar a la escuela, argumentando que se les hace más difícil estudiar de esta manera, que hay temas que no le entienden, que tienen otros trabajos que realizar para apoyar el ingreso familiar y por ello no pueden dedicar todo el tiempo a las actividades del trabajo a distancia, todo esto aunado a la carencia de un celular y una red de internet, algo que se vuelve necesario para dar seguimiento a las actividades escolares e intentar una retroalimentación tan necesaria en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Tendríamos que analizar hasta dónde los maestros estamos siendo empáticos sobre las limitantes que los alumnos tienen para llevar a cabo las actividades escolares a distancia, la complejidad en los contenidos que se plantean y la falta de recursos tecnológicos y económicos que no permiten a los estudiantes reforzar o indagar sobre los temas que se abordan; por otro lado, el papel de los padres o tutores en la orientación y apoyo emocional para motivar a sus hijos e hijas a continuar aprendiendo desde casa, a reforzar la idea de que la escuela aun en tiempos de pandemia representa la posibilidad de acceder a conocimientos y permitirá un mejor nivel de vida.
Un tercer elemento es el papel de las autoridades para ver el fenómeno como un daño colateral que la contingencia genera, y no intentar minimizar dicho tema. Que se tome como un principio real y no solo discursivo las palabras del Secretario de Educación el 22 de junio, antes de iniciar el ciclo escolar 2020-2021, donde se reiteraba que “Ninguna niña, niño, adolescente abandonará el Sistema Educativo Nacional sin que la autoridad haga lo posible por apoyarlos y por atender las causas”,
El Sistema de Alerta Temprana personalizado como una de las medidas que se anunciaron meses atrás para evitar el abandono escolar, debe ser un programa completo que garantice acciones efectivas y concretas en los sectores vulnerables. No puede ser solo parte de una campaña mediática, sino una verdadera alternativa para detener el fenómeno que se está presentando en mayor medida en contextos rurales, pero también en instituciones urbanas donde el punto de coincidencia es la pandemia.
Estamos a tiempo de atender las causas del abandono escolar generado por la educación a distancia en tiempos de contingencia. Eliminar la brecha digital y promover la equidad en el acceso a tecnologías debe ser una prioridad, los programas como “Internet para todos” deben contemplar acciones inmediatas, considerando que las clases a distancia seguirán siendo la modalidad más segura en lo que resta del año, y se deben crear condiciones que la vuelvan efectiva sin que generen estrés o desánimo entre los principales actores educativos, porque a pesar de las circunstancias muchos maestros y estudiantes siguen dando su mejor esfuerzo, pero requieren y merecen el respaldo para hacer posible una educación a distancia en mejores condiciones.