Por: Leandro Goroyesky
Pensar las prácticas profesionalizantes es pensar en el mundo del trabajo. Es aquello que posibilita al sujeto insertarse de forma activa en la sociedad y hacerlo de manera productiva, así como desarrollar el espíritu colaborativo y cooperativo en pos de un objetivo común para beneficio de todos.
El trabajo digno entendido como proceso productivo y colaborativo no persigue el bien individual sino el bien común, y es en ese marco en el que inscriben estas prácticas educativas.
Las prácticas profesionalizantes son una instancia decisiva de aprendizaje y constituyen una actividad formativa a ser cumplida por todos los estudiantes, con supervisión docente. Es la escuela la que debe garantizar el acompañamiento durante la etapa de formación.
Al ser de carácter obligatorio (tienen una duración mínima de 200 horas reloj anuales y se desarrollan a lo largo del segundo ciclo de forma gradual) deben estar orientadas hacia el perfil profesional y vinculadas al área técnica en la que se está formando.
La necesidad de su incorporación está basada en anticipar los desafíos que cada profesión implica en su ejercicio profesional y conecta a los estudiantes tanto con diferentes situaciones y problemáticas propias del campo profesional como con el conjunto de procesos (técnicos, tecnológicos, científicos, culturales, sociales y jurídicos) que pueden tener lugar en la diversidad de situaciones socio-productivas.
Estas conforman experiencias de socialización educativa que vinculan a las instituciones educativas en el contexto territorial, intercambio característico y distintivo de esta propuesta.
Dichas prácticas educativas forman parte del plan de estudios de la educación secundaria técnica y se diseñan y se gestionan en escuelas de educación secundaria técnica y agraria.
Entendemos que la verdadera formación no se logra solamente con la adquisición de conocimientos, sino con el desarrollo de capacidades que posibiliten saber y saber hacer, aplicando lo adquirido en tareas concretas del mundo real incorporando el manejo de dispositivos técnicos.
A diferencia de las pasantías, entendiéndolas como una forma de entrenamiento empresario inserto dentro del proceso comercial de una compañía u organización, estas prácticas tienen lugar en un contexto educativo. Su finalidad es lograr la formación formal técnico-práctica.
Tampoco son meras actividades extracurriculares complementarias: se trata de actividades incorporadas al plan de estudios.
Desde el Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) planteamos diversas estrategias para la vinculación entre la escuela secundaria técnica y agraria y el mundo del trabajo. En ese sentido, las prácticas profesionalizantes son un eje de vinculación curricular e institucional, dentro y fuera de la escuela técnica, formando al estudiante en valores como responsabilidad, respeto, dignidad, cooperatividad, colaboratividad, productividad y prosecución del bien común.
Asimismo, las prácticas profesionalizantes están normadas y reguladas a partir de la Ley de Educación Técnico Profesional (Ley 26.058), sancionada y promulgada en 2005 por el Senado y la Cámara de Diputados de la Nación Argentina. La Ley 26.058 determina para las prácticas profesionalizantes sus fines, objetivos, propósitos, objeto, alcances, financiamiento y ámbitos de aplicación dentro del ordenamiento, regulación, administración y el proceso de mejora continua de la calidad de la Educación Técnico Profesional.
Sólo por señalar el caso de Buenos Aires, en los últimos cuatro años la cantidad de estudiantes participantes tuvo un crecimiento sostenido:
Sobre un total de 262 Escuelas de Educación Secundaria Técnica, durante los cuatro años de implementación (2013-2016), se han firmado 3900 actas acuerdo entre las empresas y las escuelas.
Las prácticas profesionalizantes no sólo ayudan a formar técnicamente a los estudiantes sino que les inculcan valores que los ayudan a forjarse como personas y sujetos sociales.
De este modo la educación técnica procura brindar todos los conocimientos y habilidades que debe poseer un currículum integral e integrado: conocimientos conceptuales y de datos, habilidades procedimentales y técnicas, valores axiológicos, deontológicos y actitudinales.
Fuente: https://www.cronista.com/columnistas/La-experiencia-positiva-en-la-educacion-tecnico-profesional-20171003-0024.html