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Entrevista a Adriana Guzmán Arroyo: “Descolonizar el tiempo es renunciar a la acumulación capitalista”

Hemos hablado con Adriana Guzmán Arroyo, educadora popular aymara y referente del feminismo comunitario antipatriarcal en Bolivia, sobre colonialismo, racismo, extractivismo, heterosexualidad obligatoria, familia, comunidad, Estado. privilegios, colores y lenguas minorizadas. Y sobre aprender a levantar la cabeza.

Adriana Guzmán Arroyo es educadora popular aymara, feminista y q’iwsa (no heterosexual, en aymara). Desde pequeña veía los cuerpos de su abuela y abuelo aymaras, su piel, su idioma, su lengua y se sentía muy cerca de ellos, pero no fue hasta después de la masacre del gas de 2003 cuando se reconoció como feminista y aymara, empezando así un camino de ruptura con las ideas coloniales y racistas que se habían ido instalando en su cuerpo.

En 2003, en la masacre del gas lucharon contra el colonialismo, el racismo, el extractivismo, después de que el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada autorizara la represión contra manifestantes que mostraban su rechazo a la decisión del Gobierno de exportar gas: “Ahora se ha puesto de moda el extractivismo, pero hace 500 años que venimos luchando contra la explotación de la plata, la minería y después la explotación de los hidrocarburos que ha destrozado nuestros territorios, que ha generado una mentalidad capitalista que rompe la comunidad, toda otra forma de vida que tenemos en Abya Yala”, explicaba Adriana Guzmán en Bilbao una mañana lluviosa y gris, después de haber participado en el congreso Nuevas narrativas para una educación feminista y antirracista, organizado por InteRed.

¿En qué momento te diste cuenta que esa lucha contra el extractivismo, el racismo, el capitalismo y el colonialismo era también una lucha contra el sistema patriarcal?

Estábamos en las calles organizadas protestando y cuando volvemos a las casas los compañeros quieren que las casas estén limpias y que las wawas [les hijes] hagan sus tareas, que haya comida caliente. Entonces una gran pregunta fue: ¿quién cuida en la revolución? Entendimos que existía también esta forma de opresión a la que luego le vinimos a llamar patriarcado, como lo han hecho otras feministas también. Para nosotras la masacre del gas fue mirarnos al espejo y reconocernos como aymaras. Queremos ser aymaras, pero no bajo los términos patriarcales que nos va a imponer la heterosexualidad obligatoria, no como la mujer que se calla y agacha la cabeza y va detrás del marido, no como la mujer que solo sirve para sembrar la papa. Queremos vivir bien y no se puede vivir bien si las mujeres vivimos mal, si a las mujeres nos matan o nos violan. Queremos cuestionar la revolución dentro de la revolución. Y no queremos solo participar políticamente, queremos decidir, no queremos ser diputadas solo para decir que hay mujeres diputadas. Logramos que en Bolivia el impuesto directo a los hidrocarburos esté destinado a las universidades. Nosotras queríamos que nuestras wawas estudien en una universidad digna, en un espacio de conocimiento desde los pueblos.

“El patriarcado es un sistema de todas las opresiones, articula el colonialismo, el racismo, el capitalismo, el extractivismo, pero se construye sobre el cuerpo de las mujeres”

¿Cómo fue el proceso de elección en la asamblea constituyente de la palabra en aymara para nombrar el concepto “patriarcado”?

A esto lo llamamos la lucha en el territorio de las palabras, porque venimos de la lucha en el territorio. Lo primero que hicimos fue reconocernos feministas. Nuestros compañeros nos dijeron: “Feministas son las académicas, las europeas. Las indígenas no son feministas”. Fue toda una discusión epistemológica y política donde nosotras decimos que nos llamamos feministas porque recuperamos la palabra y nosotras inventamos un contenido. No es que el feminismo nació en Francia, el feminismo va a nacer en todos los territorios donde luchemos contra el patriarcado. Y ahí llegó la segunda palabra, que era “patriarcado”. Había que discutirlo en la asamblea constituyente. Planteamos que el patriarcado es un sistema de todas las opresiones: articula el colonialismo, el racismo, el capitalismo, el extractivismo, pero se construye sobre el cuerpo de las mujeres. ¿Cómo se ha aprendido que a la naturaleza se le pueden sacar los árboles, el agua, el aire, todo? En el cuerpo de las mujeres, porque nos sacan el agua, el aire, los afectos, todo. Pero estaba otra vez la justificación de los hombres aymaras: “En nuestro pueblo no existe la palabra patriarcado”. La palabra patriarcado no existe, pero la realidad patriarcal sí, ¿cómo se puede llamar? Usamos la palabra pacha usutawa: tiempo enfermo, un tiempo que hace daño. O pacha janiw walikiti: un tiempo que no está bien. Unquq pacha en quechua. Y así en guaraní y en distintos idiomas empezamos a construir estos conceptos de patriarcado, de capitalismo, de machismo, de racismo.

“La propuesta fundamental del feminismo comunitario es autoorganización, autonomía y autodeterminación”

Descolonizar la memoria, descolonizar los feminismos (2019) es el título de tu libro. ¿Qué se propone desde el feminismo comunitario antipatriarcal para llevar a cabo esta descolonización?

La comunidad es contraria al Estado, aunque haya sido un Estado plurinacional; nosotras decimos siempre: “Estado plurinacional solo para transitar a la comunidad”. La comunidad te exige la responsabilidad propia de construir lo que quieres con tus manos. Es imposible que un presidente se haga cargo de 11 millones de personas. La comunidad hoy existe, la comunidad que se autoorganiza, que logra tener agua, que en Bolivia durante la pandemia ha logrado tener medicina y no morirse, ha logrado circular la comida. La propuesta fundamental del feminismo comunitario es autoorganización, autonomía y autodeterminación y entendemos que eso se llama comunidad, un sistema político. Hacer comunidad es renunciar al individualismo, a la acumulación, y por eso nos parece una propuesta antipatriarcal, anticapitalista y anticolonial. La misma importancia tienen las personas como las montañas, las aguas, los animales, los pájaros y todo. En la comunidad en la que las wawas dialogan con las abuelas y los abuelos y se valoran sus conocimientos y sabiduría.

“Estos feminismos que ahora están de moda y hablan de la igualdad y el empoderamiento son funcionales al sistema”

“Leer en las arrugas de las abuelas”, te hemos escuchado decir.

Nuestras mamás y nuestras abuelas han peleado por una vida digna, porque nadie nos maltrate. Nos hemos encontrado con que habían luchado por lo mismo que estábamos peleando nosotras: porque no haya extractivismo, no destruyan la comunidad, no se lleven a las niñas en la trata y tráfico, no maten a las mujeres, no destruyan la naturaleza. Hemos empezado a recuperar la memoria de abuelas en todo Abya Yala. La Tránsito Amaguaña dice en los años 30 que “es importante la tierra, es importante el territorio, es importante no tener patrón, pero también es importante que no te cases niña”. Recuperar la memoria de Bartolina Sisala Domitilala comandanta Ramonala María Sabina nos hace tener certeza sobre lo que estamos planteando. Frente a semejantes problemas (contaminación, trata y tráfico, que se lleven a tu hija, a tu sobrina, a la hija de tu hermana, que destruyan tu comunidad, el río y la montaña donde has crecido) que te vengan a plantear un discurso de igualdad de género es insuficiente, es indignante. Estos feminismos que ahora están de moda y hablan de la igualdad y el empoderamiento son funcionales al sistema. Nosotras creemos que los feminismos tienen que ser antisistémicos, antipatriarcales.
Por eso creo que un principio fundamental es que podamos dialogar entre todas las feministas, por más diferencias que tengamos hay que seguir discutiendo y politizando la lucha contra el patriarcado y el extractivismo. No basta que las feministas de Europa se vayan a Bolivia a apoyar la lucha contra la hidroeléctrica o denuncien a la empresa de Bolivia, necesitamos que haya acciones más concretas hacia los bancos que financian esas empresas en Europa, a los dueños de estas empresas, así como nosotras perseguimos a los jueces, a los feminicidas y pintamos su casa. Así creo que tendría que funcionar en Europa, la presión social para que estás empresas vayan reduciendo sus intervenciones en Abya Yala o vaya poniéndose más en cuestión esto.

Hablas también de descolonizar la temporalidad y la linealidad en los feminismos y en la manera de entender los procesos históricos.

Hay un feminismo hegemónico, liberal, blanco que habla de empoderamiento, que dice “supérate”, que dice que el mundo ha cambiado porque hay una mujer taxista, porque ha habido una mujer presidenta o porque hay una mujer negra vicepresidenta en los Estados Unidos. Eso no evita que los Estados Unidos siga matando migrantes, siga invadiendo los territorios o financiando, acompañando a Israel en el genocidio en Palestina. No creemos en estos proyectos lineales de que hay que luchar, capacitarse, formarse, hacer la revolución, tomar el poder y la vida va a cambiar. Esa es una linealidad del tiempo que le ha servido a Europa, pero le ha servido porque ha logrado el desarrollo y las comodidades que tiene ahora gracias al saqueo de nuestros pueblos. Descolonizar el tiempo para nosotras es generar condiciones en la lucha que nos permitan vivir bien todos los días, acabar con las relaciones de violencia, criar a las wawas de otra forma, en comunidad. Para recuperar los saberes, hablar con nuestras abuelas, nuestros abuelos, se necesita tiempo. Si te metes en la lógica capitalista de explotación, tienes que correr en los tiempos de productividad que te marca el capitalismo. Descolonizar el tiempo es renunciar a la acumulación capitalista. En el mundo aymara el tiempo es circular y no es un círculo en sí mismo que se repite, nosotras venimos de la comunidad y por tanto es lógico que podamos volver a la comunidad, porque hay una memoria política, hay una memoria genética, hay una memoria territorial. Toda esa insistencia en que querer hacer comunidad es difícil es una justificación del sistema, hacer comunidad es mucho más fácil que vivir en todo este mundo racista individualista y de explotación.

“Nosotras tenemos que transformar el Estado, porque nuestras hijas van a la escuela pública”

¿Qué ha cambiado en Bolivia con la aprobación en 2009 de la Constitución y con la declaración de un Estado plurinacional y en qué aspectos sientes que se podía haber ido más allá?

Desde 2009 hemos estado en la construcción de la ley de educación y en la construcción de la ley de violencia que habla de patriarcado. Hemos estado en la construcción del plan de salud de las mujeres para vivir bien, en las cumbres de justicia para refundar una justicia que no sea patriarcal, que tenga valores mínimos como los tiene la justicia comunitaria. Hemos visto que el Estado era útil para algunas cosas. En las que no vaya a ir más allá, le pedimos que no interrumpa nuestras luchas. Se ha ido extendiendo el cordón del pueblo aymara que va por todo Bolivia, llega hasta el norte de Chile, hasta el norte de Argentina y se han empezado a discutir, a intercambiar, a recuperar la cultura, la música. Más allá de las fronteras de los propios Estados. ¿Qué necesitamos? Qué el Estado no intervenga. Es mucho más fácil construir esa autonomía, esa reconstitución territorial cuando no hay un Estado que te persigue, cuando hay un Estado que es capaz de hablar de descolonización. Mientras exista, necesitamos que plantee un marco mínimo de lo que necesitamos los pueblos para vivir bien. Yo creo que en algunos lugares de Europa hay una mirada muy esencialista e higienizadora de no tener relación con el Estado. Tienen los privilegios y el dinero para hacer sus iniciativas a parte, una educación distinta, una salud distinta, trabajo de autocuidado autónomos. Nosotras tenemos que transformar ese Estado, porque nuestras hijas van a la escuela pública, porque son nuestros territorios los que se están discutiendo en ese Estado y en esa política pública. Incluso a los Estados fascistas hay que presionarlos, primero para sacar a los fascistas de ahí, lo segundo para que cumplan con las garantías mínimas: educación, salud. Tenemos la Constitución de 2009 y un código penal de 1970. No se ha transformado para llevar adelante esa Constitución. También ha habido un golpe de Estado fascista y racista [en 2019 y que implicó la salida de Evo Morales de la presidencia] para dejar claro cuál es nuestro lugar como indígenas: en las casas como sirvientas. El pueblo se ha organizado y ha logrado sacar ese golpe en un año, pero ese fascismo sigue, sigue organizado, está representado en el Parlamento y hay un discurso de odio racista que ha crecido más. Eso ha impedido que se profundice en la Constitución. Hay una ley en educación que que a mí me parece que es muy importante. Hay procesos de educación que se han estado haciendo con transformación curricular y metodológica, descolonizadora y comunitaria. En el sistema de salud también hay transformaciones para concretar la Constitución. Pero este fascismo, este permanente ataque para generar una inestabilidad al Gobierno ha hecho que el Gobierno también tome una posición conservadora: “No voy a profundizar nada más, hasta aquí llegamos, cuidemos lo poco que tenemos”. Y para nosotras esa no es la forma de cuidar, para nosotras hay que profundizar lo que tenemos, porque sino lo poco que tenemos fácilmente se recicla para el sistema y se pierde.

“El castellano nos impone una forma de entender el mundo y nosotras queremos vivir en otro mundo”

En el congreso Nuevas narrativas para una educación feminista y antirracista has hablado de la importancia de que las lenguas de los pueblos estén en el sistema educativo, no como asignatura, sino en todos lados, como acto de dignidad.

Sí, aprender nuestras lenguas no solo para hablar bien, sino para dejar de pensar, sentir y amar en castellano. El castellano nos impone una forma de entender el mundo y nosotras queremos vivir en otro mundo, queremos construir ese otro mundo. Y recuperar esa otra imagen del mundo es recuperar la lengua para poder pensar, sentir, querer y alimentar la rabia desde nuestras propias lenguas, eso es parte de la descolonización, de la autonomía, de la autodeterminación. Es un acto de dignidad no tener que esconder tu lengua, tu color de piel, tu forma de vestir ni tu forma de comer para poder ser reconocida en el mundo. También presentaste el material didáctico Nosotras somos Abya Yala, un libro para colorear creado por les niñes del feminismo comunitario, para dejar de pintar princesas y hombres araña y pintar a las abuelas de las que vosotras les habláis. En esa discusión sobre las abuelas dijimos “tiene que haber reglas para pintar” y una de las reglas es que no hay un color piel, porque toda la vida han estado con maestras y maestros que les han dicho que había que pintar los dibujos de color piel y ese color piel oficial nunca ha sido nuestro color de piel. Y otra regla era “no hay colores feos ni bonitos, ni vivos ni muertos”, porque como nosotras vivimos en un lugar que es 3.800 metros de altura sobre el nivel del mar no existe el naranja de los cítricos y el verde de las palmeras. Yo aprendo a amar y a reconocer los colores que hay en mi entorno, los colores como montaña, como agua. El negro es el color fundamental para nosotras, para nuestra ropa, para nuestra vida. Es más, la Wipala, que tiene muchos colores, antes tenía una franja negra en medio que era el color de la vida, de que todo viene de ahí, contrario a lo que las maestras y maestros dicen, que el negro parece un color muerto. En los colores y en las formas de vestir hay lógicas coloniales. Para mí es una decisión política llevar estas ropas, porque me acerca a mi abuela, mi ropa es una resistencia, es un atentado permanente al sistema. En una escuela había un profesor de gimnasia que decía “¿qué tengo que ver con la despatriarcalización?”. Y le decíamos: “Usted encárguese de que las wawas aprendan a no agachar la cabeza”. Porque eso no es casualidad, no es que vivamos en lugares muy altos y agachamos la cabeza para cubrirnos del frío, porque también nos han planteado eso. Este maestro de gimnasia después de un tiempo nos decía: “Qué difícil es enseñar a levantar la cabeza”. Es el cuerpo que está formado por un mundo colonial, siempre pidiendo perdón, siempre sin mirar a los ojos, porque eso te da poder, seguridad en vos misma. Era un proceso de descolonización para el propio profesor, para que cree sus metodologías y ejercicios que a la vez puedan descolonizar el cuerpo, y eso lo hemos hecho mediante la ley de educación, que obliga a las maestras y maestros a despatriarcalizar en cualquier asignatura.

“Nuestra memoria ancestral están estos cuerpos plurales, estos cuerpos que no eran ni hombre ni mujer. La comunidad también ha sido atravesada por el colonialismo, por el patriarcado y por la heteronormatividad”

En el libro Jiwasa / Nosotras: Resistencias chiquitanas, guarayas, moxeñas, aymaras, quechuas, indias, cholas / Disidencias tevis, mujerengues, q’iwsas, qharimachos, ullupakus, machorras, maricas (2019) explicas tu decisión política de ser lesbiana, como parte del proceso de descolonización, un camino de descolonización del cuerpo, el placer y el deseo.

Nosotras cuestionamos la familia, no queremos familia, porque la familia rompe la comunidad, la familia es una imposición colonial. La heterosexualidad es una imposición colonial. Hay información de que nuestros pueblos no eran heterosexuales. Tenemos una memoria no heterosexual en el cuerpo, pero ese deseo es eliminado, coartado por la heterosexualidad desde el colegio y por las iglesias. Yo decido políticamente siendo feminista y comunitaria ser lesbiana, no lo decido antes porque no sabía que se podía. Me he casado a los 16 años y he tenido una hija a los 16 años y después otra, porque pensé que era la única opción para las mujeres. Esta decisión para mí ha significado reconstruir una relación de deseo, de erotismo con otra mujer, una relación que ha sido cargada de prejuicios, de sentir asco por nuestro cuerpo y por el cuerpo de otra mujer, porque el único cuerpo que podemos desear o que puede ser satisfactorio es el cuerpo de un hombre, el falocentrismo. En un mundo patriarcal, el deseo es patriarcal, el erotismo es patriarcal. También ha habido una discusión sobre si soy lesbiana, si esa es la palabra, porque no deja de ser una palabra que viene del griego, de Lesbos. Yo miraba el movimiento feminista, el movimiento lésbico y no la comunidad, donde había también lesbianas. Empezamos a recuperar la palabra q’iwsa en aymara, que son las personas no heterosexuales. Y ahí profundizamos más esa discusión de que la heterosexualidad es una imposición colonial, porque en nuestra memoria ancestral están estos cuerpos plurales, estos cuerpos que no eran ni hombre ni mujer. La comunidad también ha sido atravesada por el colonialismo, por el patriarcado y por la heteronormatividad, y por eso se habla de que somos hijas del padre sol y de la madre luna, de la Pachamama, del tata inti, toda esa heterosexualización y humanización de la naturaleza que es parte de un sistema patriarcal, las cosmovisiones no son antropocéntricas, pero lo parecen, porque sexualizan a la naturaleza por la colonización. Todo eso hemos cuestionado para poder nombrarnos. Sí, como lesbiana, pero fundamentalmente como q’iwsa, como esta resistencia a una heterosexualidad que es colonial, que es dominación, que es explotación y saqueo.

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Fuente de la información:  https://www.pikaramagazine.com

Fotografía: Pikaramagazine. Adriana Guzmán Arroyo, en Bilbao. / Foto: Garazi Basterretxea Barea

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CII-OVE: Ciclo de debates sobre la universidad, presente y desafíos

Realizada por Luis Bonilla-Molina/CII-OVE

Hoy le traemos una entrevista realizada al Dr Carlos Forero.

Con Carlos Forero nos adentramos en la cultura universitaria y su impacto en la transformación de la educación superior, profundizando en su mirada sobre el impacto de la tecnología en la educación superior, así como las tensiones entre tradición e innovación.

👉🏻Les invitamos a sumarte a este ciclo de conversaciones sobre la universidad que tenemos y la que queremos.

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Entrevista disponible en:
httHoy le traemos una entrevista realizada al *Dr Carlos Forero*.

Con Carlos Forero nos adentramos en la cultura universitaria y su impacto en la transformación de la educación superior, profundizando en su mirada sobre el *impacto de la tecnología en la educación superior*, así como las *tensiones entre tradición e innovación*.

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Entrevista disponible en:

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Entrevista a la escritora y abogada feminista pakistaní Rafia Zakaria: «El problema del feminismo blanco es creer que la cultura occidental es la más adecuada para la igualdad»

Por: Ana Requena Aguilar

La autora de ‘Contra el feminismo blanco’ critica duramente un marco feminista que sigue teniendo como centro y referencia a las mujeres blancas, sus características, vidas, necesidades e historias.

Detrás de un título algo provocador –Contra el feminismo blanco (Editorial Contintametienes)- hay un libro para pensar y aprender. Lo firma Rafia Zakaria, una abogada feminista pakistaní, escritora, columnista en varios medios de comunicación, que, harta de ver cómo el racismo y la blanquitud se reproducen en la academia, el activismo, las ONG y también en el feminismo, se puso a escribir un manual no apto para ofendiditos u ofendiditas occidentales. Zakaria diserta desde la experiencia concreta y desde todo el conocimiento y experiencia acumulado, no solo desde la teoría, sino desde la práctica, que ella reivindica como fundamental, por encima de nociones elitistas de feminismo que alejan a muchas mujeres de él. Hace unas semanas, la abogada y escritora estuvo en Madrid para participar del ciclo de pensamiento organizado por la asociación Mujeres de Guatemala y La Casa Encendida.

¿Cómo define feminismo blanco y por qué acabar con él?

Uno de los conceptos centrales del libro es la idea de blanquitud, no en el sentido del color de la piel, sino como un sistema de dominación. La blanquitud es el sistema de colonialismo y subyugación, el deseo de mantener ese sistema y su centralidad en nuestro mundo, de modo que, de forma directa o indirecta, se mantiene el statu quo. Implica poner a la gente blanca esencialmente en el centro y priorizar sus preocupaciones y agendas. La razón por la que escribí este libro es que sentía que había un montón de interacciones que estaban teniendo lugar atravesadas por la raza y que, sin embargo, funcionaban bajo la idea de que en general, tienen lugar en igualdad de condiciones, con la misma cantidad de poder. Y eso era completamente erróneo. Hoy en día es muy raro que alguien vaya a ser abiertamente racista, la mayor parte del racismo sucede debajo de la superficie. Así que este concepto busca crear un vocabulario que permita que eso salga a la luz para que la gente entienda que todas nuestras interacciones están cargadas de diferencias de poder y, si no las reconocemos, entonces estamos participando de ello.

¿Cómo diría que funciona el feminismo blanco, de qué maneras concretas se reproduce la blanquitud, también en el feminismo?

Uno de los principales problemas es que las mujeres blancas asumen que la cultura blanca, es decir, la cultura europea occidental y norteamericana, es más adecuada para la igualdad de género y para la libertad de las mujeres que otras culturas. Voy a dar un ejemplo que me acaba de pasar. Hace un par de días hablaba con un grupo de mujeres, la mayoría blancas, y me preguntaban dónde había estado en los últimos tiempos. Conté que acababa de volver de Qatar e inmediatamente una de ellas dijo ‘oh la situación de las mujeres allí debe ser muy mala, debe haber sido difícil para ti estar allí’. Cuando la gente se entera de que soy musulmana sé que van a empezar con el ‘¿qué opinas del velo? ‘. No puedo decirte el número de veces que como mujer marrón y musulmana sufro esta suposición de que vengo de una cultura que es extremadamente represiva en la que las mujeres no tienen idea de cómo luchar por su libertad, así que tenemos que hacerlo por ellas y decirles qué hacer.

No creo que las mujeres blancas tengan una intención maliciosa, o que lo hagan para hacerme sentir por debajo de ellas, pero lo hacen. Exponen la suposición de que otras mujeres están de alguna manera por debajo y tienen menos idea de lo que es ser feminista, cuando la verdad es que las mujeres en estas culturas, como con las que crecí en Pakistán, luchan tanto para sobrevivir como mujer que son mejores luchadoras, grandes y fuertes, porque saben lo que es ir en contra de los hombres todo el tiempo. Hay muchas mujeres blancas que tienden a hablar mucho y a ocupar todo el espacio, y es muy difícil para ellas ceder ese espacio para que las mujeres marrones, negras, asiáticas, etc. también puedan hablar. Aunque estas mujeres son mayoría, tienen muy poca voz dentro del movimiento feminista global.

Pone el ejemplo del sufragismo, que siempre aparece como un hito en la historia del feminismo, tal y como la solemos escuchar y relatar.

Si sabemos algo sobre el sufragismo es por supuesto sobre el sufragismo blanco. El feminismo no empezó cuando las mujeres blancas decidieron luchar por el voto o en la Revolución Francesa. Esa es precisamente la cuestión: ¿qué marco consideramos feminista? Si tienes a una mujer blanca y sólo te fijas en las características de su vida y de sí misma, y si esas son las únicas mujeres en las que estás pensando cuando piensas en el feminismo, entonces eso es lo que encontrarás porque otras características que puedan tener otras mujeres marrones, negras, etc., ni siquiera forman parte del marco, así que quedan fuera. Empezar tu marco con el movimiento sufragista deja fuera a millones y millones de mujeres y a muchísima historia. La consecuencia, y digo esto como alguien que creció en Pakistán, es que si eres una chica pakistaní piensas que allí no ha habido feministas en absoluto, que todas están en América o en Europa. Eso es simplemente incorrecto, y si estamos tratando de crear un movimiento feminista que sea inclusivo pero seguimos haciendo esto, naturalmente que muchas de esas mujeres y chicas dirán ‘no queremos tener nada que ver, esto no se aplica a nuestras vidas’. Cuando creas una historia que deja fuera a tanta gente, naturalmente esas personas no van a estar interesadas en el propósito de esa historia.

En el libro hace una diferencia muy interesante entre los términos ingleses expertise y experience, que en español sería como diferenciar entre las mujeres que son expertas en sentido más teórico, de leer, escribir, estudiar, y las que tienen experiencias en el feminismo, que lo viven desde sus heridas y vivencias. ¿Cuáles son las consecuencias de que generemos esa diferencia?

Empecé mi carrera como abogada, trabajando con mujeres en un refugio para víctimas de violencia. Habían perdido sus hogares, estaban allí con sus hijos, no sabían qué iba a pasar en el futuro, y se les estaba pidiendo que mostraran un increíble grado de fuerza para ser capaces de, básicamente, sobrevivir. Hay millones de mujeres en todo el mundo que están experimentando esto en un nivel u otro. Sin embargo, al mismo tiempo, mis experiencias como estudiante de posgrado en aulas de teoría feminista eran muy diferentes, ya que no se hablaba de los retos reales a los que se enfrentan las mujeres en su día a día. Había conversaciones teóricas muy profundas sobre qué es el feminismo y sobre si deberíamos incluir esto o aquello. No estoy diciendo que esas conversaciones no sean importantes, pero me sentía frustrada porque creía que era urgente hablar de lo que las mujeres necesitan y merecen de la sociedad. Y no había urgencia en esas conversaciones. Tenía la sensación de que esas mujeres se sentían cómodas en su papel de teóricas. También veía que en el caso de las mujeres que estaban creando un importante discurso feminista antirracista dentro del mundo académico, su trabajo no estaba saliendo a la luz. En última instancia, quería señalar que las mujeres que sobreviven a estas situaciones difíciles, sus voces, deben ser fundamentales para el feminismo.

¿Cree que esa diferenciación que se hace está de alguna manera relacionada con las tensiones y debates feministas de los últimos años, con la ‘pelea’ por marcar cuál debe ser la agenda feminista y quiénes son las que pueden hablar en nombre del ‘verdadero’ feminismo?

Absolutamente. En inglés, la palabra que usamos para ello es gatekeeping, que significa que esencialmente están tratando de controlar quién pertenece y quién no pertenece. Eso sucede de varias formas, por ejemplo, cuando se les dice a las mujeres que necesitan estudiar feminismo o que su comprensión de las partes teóricas del feminismo es defectuosa o que no conocen la definición de feminismo. Todas estas réplicas me parecen discriminatorias y excluyentes. Es una forma de mantener a las mujeres fuera del feminismo, de intimidarlas para que guarden silencio, porque entonces piensan ‘quizás yo no sepa nada de feminismo’. Les quitas la confianza para hablar y participar.

Por eso, cuando la gente me pregunta cuál es la definición de feminismo, utilizo una muy sencilla: cualquiera que esté comprometido con la justicia igualitaria de género y con la transformación de las instituciones sociales, políticas y culturales para que reflejen esa igualdad. Y la práctica es crucial. Eso es todo. Las mujeres deberían poder hablar de sus experiencias y conectar a partir de ellas. Y las mujeres que tienen menos poder en la sala son las que deberían poder hablar más, porque son las que más necesitan que se oiga su voz. Estaría bien que alguna gente dejara de preocuparse tanto por la definición de feminismo y viera cómo interactúan en su vida diferentes tipos de discriminación, alienación o subordinación.

¿Está esa diferente forma de entender o definir el feminismo en la base de la disputa por los derechos trans, la autodeterminación de género y lo queer? Es decir, ¿es el intento por definir y controlar qué es el feminismo lo que está condicionando que haya quien señale eso como un problema, una especie de enemigo para las mujeres?

Existe una conexión muy importante. Personalmente, creo que toda la controversia en torno a los derechos trans es una distracción. El verdadero peligro para las mujeres no son las mujeres u hombres trans. Esto que se repite de las mujeres en los deportes, por ejemplo. El hecho es que las oportunidades para las categorías femeninas de todos los deportes son muy pequeñas en comparación con lo que los hombres tienen. Así que una forma de abordar esto sería, tal vez, aumentar la cantidad de recursos disponibles para el deporte femenino. Pero, por supuesto, nadie habla de eso porque es mucho más fácil que las mujeres se peleen entre ellas y se pidan definir qué es esto o lo otro. Es parte de la manera en la que el patriarcado crea ansiedad interna entre las mujeres, incluso por lo poco que tienen. Es una mentalidad de escasez que sucede cuando has sido subyugada durante mucho tiempo. Quiero decir, es asombroso pensar en todas las cosas que estamos viendo -por ejemplo, imágenes en directo de Marte-, pero que todavía estamos en una situación en la que las mujeres tienen que discutir si es importante que estén en la junta de su empresa mientras tantos hombres sienten la necesidad de afirmarse y de excluir a las mujeres de la toma de decisiones, de posiciones importantes y de la formulación de políticas.

Parece anatema, pero esa es nuestra realidad. Y es una realidad urgente porque estamos en un momento de transformación. En todo el mundo, los sistemas políticos están cambiando la importancia que damos a la democracia, a la igualdad. Y si las mujeres no presentamos al menos una apariencia de frente unido, en el que insistamos en mantener nuestros derechos, será un mundo muy oscuro. El nivel de misoginia en este momento en el mundo parece ser mayor de lo que era en épocas anteriores. No es sólo el tipo habitual que ha existido siempre, siento que hay mucha rabia entre los hombres y el deseo real de hacer daño y de ver a las mujeres subyugadas.

En los últimos años, el término ‘empoderamiento’ se ha convertido en un ‘clásico’ de los encuentros, las políticas y las medidas sobre igualdad y mujeres. Usted es muy crítica con la evolución de ese término y su aplicación. ¿Qué ha pasado con el empoderamiento?

Lo describiría de dos maneras. Por un lado, el término procede originalmente de un colectivo de mujeres indias que lo definió como el movimiento para transformar las instituciones sociales, culturales y políticas de modo que reflejen la igualdad de género. Pasó de eso a ser adoptado por la ONU y formar parte de instrumentos transnacionales. El problema fue que pasó de ser una palabra que tenía significado a una de moda que sonaba bien y que todo el mundo quería poner en sus papeles. Ahora puede significar cualquier cosa, desde la compra de un determinado tipo de sujetador deportivo a luchar contra las guerrillas armadas en Nigeria. Cuando un término se diluye de esa manera, desafortunadamente, tiene muy poco impacto. Por eso ya no soy un gran fan de la palabra empoderamiento.

Por otro lado, soy columnista de un periódico paquistaní desde 2009. Durante gran parte de la guerra contra el terrorismo, yo estuve allí y se invertían cantidades increíbles de dinero en Afganistán y Pakistán para esta idea del empoderamiento. Era una situación muy difícil: como feminista diriges un refugio y de repente, el gobierno de Estados Unidos quiere darte 40 millones y quieres aceptarlo, pero al mismo tiempo era un feminismo ‘de goteo’. Es decir, pones dinero desde arriba y te permite hacer cosas, pero como no hay aceptación de los interesados, de abajo, tan pronto como Estados Unidos se fue, o tan pronto como se acabó la subvención, el proyecto se acabó. Se pusieron millones, por ejemplo, en proyectos para que las niñas afganas pudieran aprender a patinar o jugar al baloncesto o cosas que son buenas, pero si hablamos de una sociedad en la que las mujeres no tienen educación básica y viven en zonas muy alejadas, separadas unas de otras, sin atención sanitaria básica, entonces esa priorización es errónea. ¿Por qué se les da prioridad a que jueguen al baloncesto en lugar de a que puedan recibir las vacunas básicas? Por un lado, bombardeas su aldea y, por otro, decides que vas a construir una escuela en algún lugar.

Entiendo que entonces eso desacreditó esa idea del empoderamiento…

Manchó la idea del empoderamiento y del feminismo para toda una región del mundo, de modo que ahora si estás hablando sobre los derechos de las mujeres es algo controvertido y se considera inherentemente pro-estadounidense. Ese fue el otro motivo por el que llegué a la idea de la blanquitud, porque lo que intentaba mostrarles es que lo que realmente rechazan es la blanquitud, no el empoderamiento de las mujeres. Cuando se habla o se discute sobre los principios feministas, inmediatamente se te considera pro-occidental, pro-estadounidense, anti-Pakistán, anti-Afganistán. Por eso es tan importante separar estas ideas, porque está perfectamente bien que la gente se sienta como se siente sobre la blanquitud y el colonialismo, porque esa ha sido la base de su subyugación. Pero decir que todo discurso sobre la emancipación de las mujeres es de alguna manera occidental es incorrecto. Así que ahora el trabajo dentro de estas sociedades tiene que ser, y está sucediendo, observar a las mujeres dentro de sus propias culturas y saber que lucharon estas luchas desde hace mucho y crear una especie de narrativa indígena del feminismo.

Fuente:https://www.eldiario.es/sociedad/rafia-zakaria-problema-feminismo-blanco-creer-cultura-occidental-adecuada igualdad_128_11933962.html

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«Los mapas, al igual que la tecnología, nunca son neutrales»

María Álvarez Malvido es mexicana y estudió Antropología Social en la Universidad Autónoma de México. Se reconoce amante de las historias y por eso siempre se sintió cercana al periodismo. Eso fue lo que la llevó a vincularse, desde muy temprano en su carrera, en procesos de comunicación de radios comunitarias.

Trabajó durante cinco años en la organización Redes AC y también formó parte del desarrollo de Colmena, un software de código abierto que surgió en tiempos de pandemia para apoyar las redacciones de los medios locales y comunitarios.

“Mi colaboración con radios comunitarias devino naturalmente en redes comunitarias y pronto entré al mundo de la autonomía tecnológica y el Software Libre”, nos cuenta María del otro lado de la videollamada y aclara: “No tengo un perfil técnico, entiendo hasta el punto de poder problematizarlo”.

Desde hace un año, María es parte de Digital Democracy, allí realiza tareas en las áreas de Comunicación y Soporte de Producto, ésta última más vinculada al acompañamiento de las personas usuarias. Uno de los principales desarrollos de la organización es Mapeo, una herramienta digital para documentar, monitorear y cartografiar muchos tipos de datos, utilizada mayormente en procesos de defensa territorial.

Se trata de una plataforma que permite que las personas que habitan, cuidan y defienden un territorio puedan monitorear y documentar tanto las amenazas como los efectos o particularidades que se identifican. Es una herramienta customizable, adaptable a cada territorio, que busca responder a las diferentes necesidades de las personas y las comunidades usuarias.

“Los mapas, al igual que la tecnología, nunca son neutrales”, reflexiona María. “Han sido usados históricamente para procesos de colonización, de despojo territorial, de extractivismo, pero también han sido -y pueden ser- utilizados por diversas comunidades y pueblos originarios de otras formas, ¿no? Y desde el propio conocimiento del territorio”.

 Si tuvieras que darle una personalidad a Mapeo, ¿cómo lo describirías?

Es un proyecto local y a la vez muy diverso porque los territorios donde se utiliza son diversos, pero en ellos se viven amenazas y situaciones parecidas. También diría que es sensible y con espíritu de cuidado. Hay mucha atención a los detalles, a responder a cosas específicas en contextos locales, y entonces ese proceso se vuelve de mucho cuidado y escucha, tanto a quienes lo usan como también a quienes lo desarrollan.

– ¿Cómo fue el proceso de desarrollo?

El proceso se inicia muchos años antes de ser Mapeo. Comenzó a partir de distintas colaboraciones del equipo de Digital Democracy con diversos procesos de defensa territorial en la región latinoamericana de la Amazonía, sobre todo frente a la presencia de petroleras y otros tipos de despojo. Los pueblos indígenas estaban requiriendo herramientas de mapeo para definir y documentar elles mismes los territorios, desde su propio habitarlo y ser parte de él.

Si bien en ese momento ya existía el GPS, las herramientas requerían mucha experiencia técnica y conocimiento. Y entonces surge la necesidad de una herramienta accesible en términos de conocimiento técnico, pero también pensando en contextos particulares donde, por ejemplo, no hay internet e incluso se hablan otras lenguas.

Así fue como, hace aproximadamente siete años, se desarrolla Mapeo. Una herramienta en la que las personas usuarias no requieren conexión a Internet, es peer to peer, es decir la información se actualiza a través del encuentro de las personas que están monitoreando el territorio, y también es muy intuitiva.

– ¿Cómo es el proceso de trabajo con las personas usuarias y qué desafíos encuentran en él?

Justo me incorporé en un año de cambios importantes del que puedo hablar. Mapeo empezó en un contexto muy local, en colaboración con organizaciones socias con las que se trabajaba hacía un tiempo, y con un acompañamiento muy cercano. Empezó también con poco presupuesto y con una base muy sencilla a nivel de programación.

En el último tiempo, esa base ya no estaba siendo suficiente para apoyar todas las solicitudes que hay ahora de parte de las personas que usan la herramienta. Los monitores y monitoras, las personas de las comunidades con las que trabajamos y quienes la están usando, tienen mucho que decir en cuanto a qué no les sirve o qué les serviría mejor.

Todo ello lo hemos documentado en conversaciones y en talleres, y también hay un canal de comunicación constante tanto de soporte técnico como de conversaciones más de fondo sobre lo que está pasando en los territorios. Y en ese sentido, en los últimos años fueron surgiendo necesidades muy claras como, por ejemplo, mayor seguridad o que lo que se pueda documentar no solo sean fotos sino también audio y vídeo.

Como la base en la que estaba construida Mapeo, ya no daba para todos esos pedidos, ahora estamos en un proceso de renovar el backend, para que, con una nueva base más sólida, se pueda avanzar.

En este último año ha habido todo un proceso de renovación que ha implicado mucha reflexión, muchas conversaciones y también mucha concentración del equipo técnico para el tema del desarrollo y del equipo de Soporte de Producto para pensar cómo va a ser el acompañamiento de todos esos cambios.

Si bien la herramienta puede seguir sumando más posibilidades y mejoras, hay características propias del producto que no deben perderse de vista, como por ejemplo que es muy accesible, tiene muy pocos botones, es muy intuitiva y funciona en celulares muy viejitos con poca capacidad.

Entonces, creo que el desafío está en cómo balancear las nuevas mejoras que se solicitan desde los territorios con el principio básico de accesibilidad, tanto técnica como de uso. Otro desafío es equilibrar el ritmo acelerado de la necesidad de documentar las amenazas o cambios en un territorio, con la capacidad de nuestro equipo, que es un equipo pequeño.  El camino de Mapeo depende del ritmo de las personas usuarias y de la posibilidad de estar en conversación permanente con ellas.

-¿Te acuerdas de alguna experiencia de uso de Mapeo que puedas compartir?

Hay un caso que creo que ilustra muy bien el hecho de que con la herramienta se mapean las amenazas, pero también la vida que hay en el territorio. Es el caso del pueblo Waorani de Ecuador que se impuso al gobierno de ese país frente a la entrada de petroleras en sus territorios con la excusa de que allí no había nada.

El pueblo Waorani utilizó la herramienta Mapeo para presentar sus propios mapas y demostraron todo lo que sí había y todo lo que se ponía en peligro con los permisos que el gobierno estaba otorgando a las petroleras y lograron suspender cualquier posibilidad para desarrollar proyectos de extracción en sus tierras.

Este tipo de usos de mapas propios para comunicar también hacia el afuera lo que hay en los territorios, fue muy relevante y también generó otros procesos en otras comunidades que han estado dándole su propio uso a Mapeo. Es una herramienta que también puede servir para documentar no solo lo tangible, sino también aquello relacionado con las lenguas originarias o con la memoria de las comunidades.

– El equipo trabaja mayormente de forma remota, ¿tienen encuentros presenciales?

En mayo tuvimos un encuentro en la Amazonía Ecuatoriana, queríamos mucho juntar a todas las personas con las que trabajamos en diferentes territorios, y generar un espacio para que también entre ellas se encontraran.

Y fue un encuentro, tal cual. Eso era lo principal: contar historias, escuchar las historias de otras personas, no solo de la tecnología, sino de lo que está pasando en sus territorios y de cómo las herramientas les están apoyando.

Fuimos cerca de 50 personas quienes participamos. ¡Fue increíble! Fueron defensoras y defensores de territorios de once países: había personas de la Amazonía de la parte de Brasil, de Perú, de Ecuador, pero también había personas de Nueva Zelanda.

Había personas de muchos lugares y hubo también todo un reto en cuanto al lenguaje. Fue muy rico. Lugares tan diferentes y con desafíos tan similares como de una forma de colonización y de extractivismo y despojo que opera parecido ¿no?

En el encuentro hubo quienes han estado usando más Mapeo, pero también quienes han estado usando Terrastories, otra herramienta que también tiene que ver con la defensa, pero de las historias sobre su tierra. Y en paralelo, también hubo un proceso de investigación de experiencia de usuario, donde el equipo técnico mantuvo conversaciones dinámicas con preguntas para analizar sobre si responde a las necesidades de las personas en contextos diferentes.

Entonces, hubo ese intercambio muy rico y además que el equipo de desarrollo haya estado ahí ¿no? Creo que es otro desafío y que estamos constantemente intentando resolver: la articulación de quienes acompañamos desde el proceso de lo comunitario, con quienes se encargan de desarrollar. Como esa cosa más holística del trabajo.

-¿Cómo se conecta la antropología con la tecnología?

Creo que se juntan desde lo político. En el repensar y desde cómo observar. Siento que también al no entender la tecnología desde lo más técnico, desde la antropología siempre recurrimos a metáforas para explicarlo y entonces puedes decir algo relacionado a la vida cotidiana que no tiene nada que ver con si tienes información técnica o no. Puedes aportar en repensar lo que parece dado como una tecnología.

Luego se cruza mucho la experiencia cotidiana de ser usuaria y veo que sí, que desde la pregunta y desde todos los otros conocimientos que tenemos, se puede incidir, pensar y replantear la tecnología desde otros lados.

También pensar en que decimos “la tecnología” como una forma general, pero que en realidad nos referimos casi siempre a las tecnologías digitales. Pero hay muchas otras tecnologías, y como todas hay muchas que se han usado para contar historias. Y las tecnologías digitales también sirven para contar historias y hay formas de hacerlo desde términos propios. Entonces pienso en cómo sumarle a ese proceso, aunque no sea desde el conocimiento técnico, pero sí desde aquello que nos importa.

La antropología me dio muchas preguntas que abrazo mucho, de cómo se pueden percibir las cosas de un territorio y desde otro lugar, desde otro cuerpo, desde otras lenguas, desde otra experiencia. Creo que todo lo que he hecho como el amor que le tengo a las historias y a la diversidad de tus formas de contarlas y a la diversidad de territorios desde las que se encuentran.

Digital Democracy apoya a las comunidades que trabajan para defender sus derechos humanos y ambientales, pero que carecen de las herramientas para hacerlo. Se trata de comunidades marginadas en todo el mundo, incluidos pueblos indígenas y minorías étnicas, cuyos derechos humanos se ven más gravemente afectados por el abuso ambiental. La organización acompaña con los procesos de las comunidades con distintas capacitaciones que le permita utilizar herramientas digitales básicas para recopilar, compartir y gestionar información sobre infracciones ambientales y de derechos humanos.
Puedes conocer más sobre su trabajo y las distintas herramientas que han desarrollado en el sitio www.digital-democracy.org.

@sursiendo

Fuente de la información e imagen:  https://sursiendo.org/2023

Fotografía: Sur siendo

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Manuel Area-Moreira: “La legislación prohibicionista de la tecnología móvil en las aulas es un error”

Por: Regina de Miguel

Prohibir el uso de la tecnología en el aula no protegerá a los menores de sus efectos dañinos; es necesario formar en su uso para que los estudiantes desarrollen una actitud crítica y responsable. Así lo cree Manuel Area-Moreira, que ha hablado de este y otros temas en esta entrevista.

El uso de las pantallas en las aulas ha ocasionado en los últimos tiempos una importante división entre aquellos que las defienden y los que que están en contra de ellas: mientras que los primeros destacan que se fomenta un aprendizaje personalizado, se desarrollan habilidades digitales o se garantiza el acceso a una mayor cantidad de recursos educativos, los segundos hablan de que los dispositivos tecnológicos afectan a la concentración o generan dependencia. Manuel Area-Moreira, catedrático de Tecnología Educativa de la Universidad de La Laguna (Tenerife) e investigador principal del Laboratorio de Educación y Nuevas Tecnologías (EDULLAB), defiende que lo que hay que hacer es formar a los estudiantes para que desarrollen un espíritu crítico, y sean capaces de interactuar con la tecnología, en especial con la inteligencia artificial, de un modo eficaz y seguro.

Pregunta: ¿Qué opina del acalorado debate que ha habido en redes y medios de comunicación en los últimos meses sobre el uso de tecnología en las aulas?

Respuesta: Hay demasiado ruido mediático y mucha confusión en este debate. Es comprensible el malestar y preocupación de las familias y de los docentes ante los efectos nocivos provocados por la sobreutilización de las pantallas por niños y adolescentes, pero considero que es un error la legislación prohibicionista de la tecnología móvil en las aulas. Lo preocupante (y criticable) es que este conjunto de regulaciones administrativas se plantea sin que ofrezcan simultáneamente medidas de actuación educativa ante los problemas enunciados. Subyace la creencia, ingenua a todas luces, que vetando o proscribiendo la presencia de las tecnologías móviles en los espacios escolares se protegerá, de forma casi mágica, a los menores de edad de los efectos dañinos de dichos dispositivos. Tampoco existe ninguna evidencia científica que impidiendo el uso de la tecnología en las aulas el alumnado mejorará su aprendizaje, o que evitará sus efectos negativos como son la tecnoadicción, el consumo de contenidos inapropiados o el ciberbullying. Estas prácticas nocivas de uso de la tecnología por adolescentes ocurren en el tiempo extraescolar, no en los centros educativos. En otras palabras, prohibir los móviles en las aulas no es la solución pedagógica más adecuada.

«Los docentes deben formar a los estudiantes como personas que tienen un equilibrio emocional para usar de manera consciente y autorregulada las redes sociales»

P: ¿Qué habilidades necesita desarrollar el profesorado ante la progresiva digitalización de las aulas? 

R: Todo docente, además de dominar el contenido o conocimiento que enseña, debe ser competente didácticamente, es decir, ser capaz de crear las condiciones para facilitar la adquisición del conocimiento por el alumnado. Tiene que ser, asimismo, competente digitalmente y poseer los saberes y las capacidades para utilizar la tecnología con fines pedagógicos. Esta competencia digital consiste en crear materiales didácticos en formato digital, planificar y desarrollar proyectos y actividades de aprendizaje a través de los recursos de Internet, tutorización y evaluar a su alumnado empleando las herramientas tecnológicas, autoformarse y colaborar online con otros colegas docentes, entre otras.

P: ¿Y los desafíos a los que se enfrenta?

R: El principal desafío docente es formar a su alumnado para que sean personas competentes, cultas y críticas que sepan desenvolverse exitosamente en la complejidad cultural y técnica de la sociedad digital. Esto es lo que se conoce como la formación o alfabetización para el desarrollo de la competencia digital del alumnado. Esta competencia no consiste solo en que los estudiantes aprendan a manejar aparatos tecnológicos y software, sino en desarrollar las habilidades intelectuales de alto nivel cognitivo (crear, analizar, comparar, seleccionar, reelaborar) que les permitan interactuar con la información y el conocimiento disponible en el ciberespacio. También debe formarse al alumnado para que sea un sujeto con actitudes, valores y compromiso con los demás. Paralelamente también implica formarles como personas con equilibrio emocional para el uso consciente y autorregulado de las redes sociales y tecnológicas.

Manuel Area-Moreira

P: ¿Qué limitaciones percibe en el uso de las tecnologías en estos momentos?

R: Más que limitaciones, diría que existen usos disfuncionales de la tecnología como son la excesiva dependencia y cantidad de tiempo conectados a la misma por parte de los menores de edad, el acceso a contenidos perniciosos o nocivos (violencia, pornografía, apuestas, acosos, etc.), difusión acelerada del narcisismo o exhibición pública de la vida privada, el consumo y aceptación acrítica de ideas y noticias falseadas… Todo esto son fenómenos preocupantes ante el sobreuso de las redes tecnológicas y necesitan respuestas educativas tanto desde las escuelas como desde los hogares.

P: ¿Cómo introduciría las TIC para garantizar un aprendizaje significativo y personalizado? 

R: Hace ya tiempo que sabemos que las TIC, por sí solas, no generan automáticamente aprendizaje en los estudiantes. Ocurre si detrás de la introducción de las TIC en el aula, el docente tiene un planteamiento pedagógico que estimule que el alumnado aprenda de forma activa, constructiva y experiencial. Esto supone articular planificaciones y metodologías didácticas donde se le pida al alumnado que sea un creador de objetos digitales de conocimiento (en formato texto, vídeo, audio…) que pueden compartirse y difundirse en Internet, favoreciendo el trabajo colaborativo y grupal tanto con sus compañeros de clase como con estudiantes de otros centros.  Las TIC deben ser utilizadas, didácticamente como recursos que facilitan y permiten al alumnado ser creadores del conocimiento y no meros consumidores del contenido que les proporcionen las pantallas.

«Las TIC garantizan un aprendizaje significativo y personalizado si el docente tiene un planteamiento pedagógico que estimule que el alumnado aprenda de forma activa, constructiva y experiencial»

P: ¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de elegir plataformas y herramientas digitales?

R: En la selección de plataformas o herramientas digitales para ser empleadas educativamente debemos estar atentos a que las mismas cumplan una serie de requisitos básicos de respeto a la privacidad de los datos e informaciones personales. Necesitamos plataformas y herramientas digitales que no se apropien y exploten comercialmente los datos generados por los agentes educativos, sino que las mismas sean transparentes y estén al servicio de las necesidades del profesorado y alumnado.

P:¿Qué tecnologías tendrán un impacto mayor en la educación en los próximos años?

R: No soy profeta, pero es predecible que las tecnologías denominadas inteligentes son las que se extenderán e impactarán en los próximos años tanto en nuestra sociedad como en el ámbito educativo. Conceptos como las analíticas del aprendizaje, la tutorización automatizada, la personalización o individualización del aprendizaje, la automatización de los procesos instructivos… probablemente empezarán a estar generalizados en el campo educativo. Asimismo, creo que se producirá un aumento de las modalidades formativas híbridas que supongan una mezcla o combinación de situaciones de enseñanza presencial con espacios de aprendizaje virtuales.

P: En el caso de la inteligencia artificial. ¿Cómo puede esta tecnología mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje? ¿Cuáles son los retos más inmediatos que debe abordar?

R: Actualmente existen numerosas promesas, expectativas y herramientas sobre las aplicaciones de la Inteligencia artificial (IA) en la educación. De hecho, es muy fácil localizar actualmente en Internet cientos de apps que permiten a los docentes y al alumnado de forma automatizada y fácil crear imágenes, generar videos e infografías, traducir idiomas, elaborar resúmenes, redactar ensayos, planificar proyectos, etc.

«El peligro está en que los estudiantes plagien y asuman de modo acrítico lo que les digan las máquinas»

Mi punto de vista es que nos falta o carecemos de un planteamiento o modelo de actuación educativa para integrar didácticamente estas herramientas inteligentes en los procesos de enseñanza. No tiene sentido pedir a los estudiantes las mismas tareas intelectuales que se les solicitaba en los tiempos previos a la IA, ya que estas máquinas se las resuelven en poco tiempo y no suponen un esfuerzo cognitivo relevante en el aprendizaje.

El peligro está en que los estudiantes plagien y asuman de modo acrítico lo que les digan las máquinas. Por ello los nuevos retos formativos son que el alumnado aprenda a formular preguntas y sepa dar las instrucciones necesarias a la IA para que les ofrezca respuestas necesarias y apropiadas para resolver problemas específicos. Que el alumnado aprenda a desarrollar una actitud y de análisis crítico ante las respuestas que proporcione una IA y dialogue con la misma; que sepa que esta tecnología comete errores y por tanto debe verificarse la información que proporciona; y tome conciencia que es una herramienta de apoyo, pero que lo relevante son las personas quienes generan el conocimiento.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/manuel-area-moreira/

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“El filtro tiene que estar en la cabeza, no en el ordenador o en el móvil”

Texto: Itziar Abad

La sexóloga feminista María Rodríguez aboga por enseñar a la juventud conocimientos, habilidades de comunicación, de gestión emocional y valores compartidos, para que pueda contrastar y tomar decisiones propias sobre su sexualidad..

María Rodríguez es doctora en Género y Diversidad y una de las referentes en el ámbito de la sexología feminista en el Estado español. Teniendo en cuenta que, de adolescente, le educó la Súper Pop, la Vale y su amiga Isabel, se atisba la esperanza también para los y las adolescentes de hoy. Estas no se educan ya con la Súper Pop ni con la Vale ―respetos a la amiga Isabel―, sino con el Tik Tok y el porno mainstream, que son unas vías igualmente penosas.

En esta entrevista no encontraréis las ’10 claves para una buena educación sexual’ pero, si es lo que estáis buscando, consultad el proyecto sexológico Rizoma (@rizomasexologia), coordinado por María Rodríguez, que sí contiene guías, materiales, sugerencias, consejos, alternativas al porno comercial…

“Cuando los ‘peques’ se miran los genitales en el baño saltan muchas más alarmas que cuando se casan en el recreo”

¿Cómo defines la educación sexual?

Primero, como algo necesario porque somos seres sexuados, nacemos y morimos con sexualidad y tenemos intereses y comportamientos sexuales a lo largo de nuestra vida, que deben educarse. También suelo destacar mucho, sobre todo al hablar con profesionales y familias, que la educación sexual es un derecho que tiene la infancia y la adolescencia, lo cual implica obligaciones para las personas adultas que las acompañamos. Es importante plantearlo así; la educación sexual no es algo que se nos haya ocurrido a cuatro progres que andamos por ahí con ganas de hacer cosas.

También es algo inevitable; siempre hacemos educación sexual, sin darnos cuenta o aunque no queramos. Los silencios; el no responder a las preguntas; rasgarnos las vestiduras porque está educando el porno; esa conversación random con tu madre; cómo se actuó en casa el día que te bajó la regla o los productos culturales son formas de educación sexual. ¡A mí, por ejemplo, me educó la Súper Pop, la Vale y mi amiga Isabel, que sabía siempre mucha más letra que yo!

“Pensamos que la chavalada de hoy es muy poco crítica y, cuando le escuchamos, nos damos cuenta de que no es tan así”

La cuestión no es, entonces, si debe enseñarse o no educación sexual…

La cuestión es qué modelo queremos asumir para enseñarla. Al hilo de esto, finalmente definiría la educación sexual como una tarea comunitaria, no sirve pasarse la patata caliente: el profesorado dice que debería tener lugar en casa y las familias, que mejor en la escuela. Sería increíble que todos los agentes sociales implicados en el acompañamiento de la sexualidad de la infancia y de la adolescencia pudiéramos ponernos de acuerdo y tuviéramos unos objetivos y unos contenidos comunes.

Precisamente sobre contenidos, dentro de esa materia se trabajan algunos que no pertenecen, per se, a la educación sexual, como el respeto, la autoestima, la comunicación, los consensos, los límites o el cuidado sino, qué sé yo, a la vida…

Tenemos una idea de que la educación sexual va sólo de prácticas y de encuentros eróticos. No hay más que preguntar a un grupo de adolescentes, te dirán que sexualidad es follar. Sin embargo, abarca muchas esferas: cuerpos, identidades, expresiones, orientaciones, vivencias, vínculos, relaciones, afectos, emociones… Es cierto que también existe una educación sexual que, en lugar de al ámbito sexológico, pertenece al ámbito ‘follológico’ y que la chavalada ve en Internet. Para que puedan contrastar los contenidos que consumen les tenemos que transmitir conocimientos, pero también necesitan muchísimas habilidades comunicativas —igual que las personas adultas: cómo establecer límites y hacerlos respetar, cómo tener esa conversación incómoda de la forma más asertiva posible, etcétera— y habilidades de gestión emocional porque, por ejemplo, puedes llevar bien decir ‘no’, ¿pero cómo te comes que alguien te lo diga a ti?

¿Hay leyendas que desterrar, de partida, antes de entrar en harina?

Varias; una es que las criaturas van a correr más, van a hacer las cosas antes, si reciben educación sexual. Sin embargo, hay estudios en los países nórdicos, donde esta materia existe desde los años 50, que indican lo contrario: las prácticas sexuales se retrasan bastante porque la chavalada no tiene la presión de grupo y porque ha aprendido que el placer también tiene que ver con sentir seguridad, con poder tomar decisiones libres y responsables, que es uno de los objetivos de la educación sexual. Entonces, incluso si nuestra pretensión fuera retrasar la edad de los primeros encuentros sexuales, no hacer educación sexual tampoco sería una buena estrategia.

Otra leyenda tiene que ver con que se focaliza el miedo en el porno, cuando ‘peques’ y adolescentes consumen un montón de productos audiovisuales, incluso en familia, como La que se avecina, que reproducen los mismos roles y estereotipos que el porno pero que no escandalizan, tal vez porque ahí la gente lleva ropa. Hace poco me decía un chico que en su casa no le dejaban ver Sex education, pero veían juntos El juego del calamar.

“Con adolescentes, trabajamos la diferencia entre consentir y ceder y hablamos del deseo, que está muy vinculado al placer”

¿Cómo lleva la gente adulta la educación sexual?

Todo el rato imponemos significados adultos a la sexualidad de la infancia y de la adolescencia. Por ejemplo; las criaturas de diez a doce ó trece años repiten bastante la idea de que si prometes algo, tienes que cumplirlo. Como adulta, puedes pensar “de qué chorrada estamos hablando” y, sin embargo, es algo a lo que hay que dedicarle un rato porque, en los códigos de la infancia, la promesa tiene peso. Otro ejemplo; cuando los ‘peques’ se miran los genitales en el baño saltan muchas más alarmas que cuando se casan en el recreo.

¿Aún hay bodas?

¡Hay millones de bodas en los patios de las escuelas! Pero, en este caso, se entiende fácilmente que forma parte del juego, de la curiosidad, de la experimentación a través de la que se desarrolla la infancia. A nadie se le ocurriría llamar a servicios sociales para denunciar el matrimonio infantil entre dos criaturas. Al revés; decimos: “Mira qué majos que ya están con la boda, con cuatro flores que ha cogido por ahí…”.

La mirada adulta también resta mucha agencia a la adolescencia. No sé en qué momento nos convertimos en una señora que se cruza la chaqueta y dice que la juventud está fatal. ¡Lo he oído incluso de gente universitaria, que también es joven! No somos conscientes de qué sentíamos nosotras de adolescentes, de cómo vivíamos la sexualidad, de cómo transgredíamos. Pensamos que la chavalada de hoy es muy poco crítica y, cuando le escuchamos, nos damos cuenta de que no es tan así.

¿Cómo explicas el consentimiento a las criaturas, algo que tiene muchas más aristas que el ‘sólo sí es sí’?

Con criaturas no se puede complejizar mucho. El trabajo está dirigido a que aprendan a preguntar, a responder, a que sean lo más honestas y honestos posible con lo que les apetece. Porque sucede que, a veces, decimos ‘sí’ con la boca pero ‘no’ con la cabeza, por agradar, por no herir los sentimientos de la otra persona, porque es la popular de la clase u otras cosas relacionadas con el poder que las criaturas detectan claramente. También trabajo mucho el aprender a escuchar y a observar a través de la corporalidad; podemos notar el estado de ánimo o las actidudes de alguien aunque no hable. ‘Consentimiento’ es un palabro muy difícil para las criaturas, aunque yo lo nombro para que, si lo escuchan, sepan a qué hace referencia.

“Una cosa es que el porno construya imaginario social e influya en la forma en que nos relacionamos y otra, que sea causa directa de la violencia machista”

¿Y el consentimiento con adolescentes?

Algo que detecto mucho en las chicas es una cierta incapacidad para hablar sobre sexualidad de manera explícita. En general, en los institutos veo que falta comunicación, creen que no es necesario hablar, que hablar corta el rollo. Por eso trabajo mucho la comunicación corporal. A lo mejor yo no me atrevo a decirte que me toques el culo pero, si cojo tu mano y la pongo en mi culo, no me resulta tan violento. Sobre el consentimiento, se oyen cosas como que para follar hace falta un contrato, nada diferente a lo que dicen algunas personas adultas…

Con adolescentes, además, trabajamos la diferencia entre consentir y ceder y hablamos del deseo, que está muy vinculado al placer, que es un derecho: el derecho al placer. Como parte de la metodología, no como objetivo final, considero que, en ocasiones, puede ser muy interesante currar por un lado con ellos y, por otro, con ellas. Debido a las expectativas sociales que operan en contextos heteronormativos para cada grupo, salen cosas muy distintas. Así, ellos ponen en juego todo el rato la reproducción de la masculinidad hegemónica y ellas, dada la doble moral, quedan expuestas al riesgo social, a que les llamen putas, guarras y cerdas por hablar sobre sexualidad.

¿Qué aporta el feminismo a la educación sexual?

La evidencia de que existen unas jerarquías y, también, una mirada crítica sobre ellas. No podemos pasar por alto esas relaciones de poder, que están fabricando una sexualidad ‘normal’, una verdad sobre la sexualidad humana. De lo contrario, la sexología sirve para disciplinar los cuerpos. Todo el rato se nos presenta un único modelo sexual, muy genital, coitocéntrico, finalista y heteronormativo, con unos roles de género muy estereotipados. El feminismo amplía la concepción de la sexualidad, visibiliza la diversidad existente respecto al placer, al deseo, a la orientación, a la identidad y a las relaciones.

En esta conferencia destacas que el porno es una de las industrias más rentables del capitalismo actual, por detrás de las drogas, la prostitución, la banca y el armamento. ¿Alguien puede hablar con Pornhub y Xvídeos?

Si le echamos la culpa al porno de educar a la infancia y a la adolescencia, la respuesta que vamos a querer dar es limitar el acceso. Sin embargo, eso no funcionó en lugares donde ya se intentó. A nivel macro, el control de las plataformas del porno se escapa totalmente a los Estados, porque están deslocalizadas y son globales. (En general, en el mundo, las plataformas pertenecen a MindGeek, ahora Aylo, una empresa de datos ―es decir; no filma porno, lo distribuye―, con sede fiscal en Luxemburgo). A nivel micro, pensamos en filtros y en pin parental, que la chavalada burla fácilmente porque controla un montón la tecnología.

No obstante, quiero dejar claro que tratar de restringir ciertos contenidos durante la infancia me parece estupendo, porque lo óptimo es que las criaturas consuman contenidos adaptados a sus edades. Esto podría funcionar de cortafuegos y, así, tal vez consigamos que no accedan al porno de forma involuntaria.

¿Qué medidas propones?

El filtro tiene que estar en la cabeza, no en el ordenador o en el móvil. Como la urgencia nos lleva al control, nos olvidamos de lo importante: la educación. Si el porno está educando es porque nuestro sistema educativo está fallando. Entonces, habrá que asumir responsabilidades y no echar balones al porno que, para empezar, no está hecho para educar, sino para producir fantasías eróticas y para rentabilizarlas.

“Hacer educación sexual también tiene que ver con que las personas adultas no mandemos mensajes contradictorios y con que prediquemos con el ejemplo”

¿Hay más miedo que peligro?

Los discursos alarmistas sobre la pornografía beben de un modelo sexual basado en los miedos, los peligros, los riesgos, la culpa. En mi generación se hablaba de ITS [infecciones de transmisión sexual] y de embarazos no deseados. En la anterior, de los peligros de la masturbación y ahora, de violencia sexual y de pornografía. Ocurre algo raro con esto porque los riesgos, que son una pequeña parte de la sexualidad, se convierten en el centro y se obvian los placeres, la responsabilidad y los deseos, que son lo importante.

En las escuelas y en los institutos tenemos que enseñar muchos conocimientos, habilidades y valores compartidos, como el respeto, el consentimiento, la empatía, la diversidad y la igualdad, para que la juventud pueda contrastar y tomar decisiones propias. Los valores compartidos son muy importantes. En ese aspecto, yo comparo la educación sexual con la educación vial. A nadie se le ocurriría decir que cada cual haga en su casa la educación vial que quiera; todo el mundo es consciente de la importancia de conocer y de respetar unas señales de tráfico compartidas. Si me salto un stop, me puedo llevar por delante a alguien que circula por la misma carretera.

¿Qué más propones?

Meterle caña a diferenciar el ámbito de las fantasías del de la realidad. Una cosa es que el porno construya imaginario social e influya en la forma en que nos relacionamos y otra, que sea causa directa de la violencia machista. Tenemos que hacer mucho hincapié en que las violencias son multicausales. Pensar que si acabamos con el porno vamos a acabar con la violencia machista es simplificar el problema. Por otro lado, ¿dónde queda la capacidad de agencia de las personas si creemos que reproducimos automáticamente lo que vemos? En otro tipo de productos audiovisuales se diferencia claramente fantasía de realidad y así, por ejemplo, no hay temor a que la gente aficionada a las ‘pelis’ de asesinatos se convierta en asesina en serie. Pero la sexualidad sigue siendo un tabú, a pesar de vivir en la sociedad más sexualizada de la historia, hipersexualizada.

Sobre esto hacemos un ejercicio en el instituto, cuando las y los adolescentes comienzan a tener citas y hablamos ya directamente sobre sexualidad y sobre el porno: ¿qué pasa en nuestros encuentros eróticos que no sucede en la pornografía? Salen un montón de cosas: los besos, los abrazos, las caricias, el lubricante, la incomodidad y la vergüenza, las ganas de mear, las ganas de beber (la hidratación es muy importante), que se te vayan las ganas, la risa, el pelo en la boca, la comunidad LGTBIA+, los cuerpos diversos…

Hacer educación sexual también tiene que ver con que las personas adultas no mandemos mensajes contradictorios y con que prediquemos con el ejemplo. Los ‘profes’, por ejemplo, ya pueden repetir millones de veces que no existen cosas de chicos o de chicas que, si cada vez que alguien se hace una herida en el recreo, viene Mari Carmen a curarle y, cada vez que se estropea el proyector, viene Juan Ramón a arreglarlo… En su época no tuvieron educación sexual y, a veces, no saben responder algunas preguntas o les da vergüenza. Mostrarse vulnerable ante la falta de herramientas es una manera de abordar la educación sexual, en lugar de hacer como que no hemos oído la pregunta…

Hablando de profesorado, ¿cómo encaja la educación sexual, ante la precarización paulatina de sus condiciones laborales?

Lo vive con agobio porque está supermegasaturado de tareas, fruto de la irresponsabilidad de las instituciones educativas. Si el profesorado tiene que hacer educación sexual, deberá tener menos carga lectiva o deberá haber más volumen de profesorado o de profesionales acompañando a la infancia. No pueden ser ratios de 25 en Infantil, con 4 con necesidades especiales… Por otro lado, les falta formación, la educación sexual no se aborda en los grados de Pedagogía o en el máster de profesorado para Secundaria. Las instituciones tienen que cuidar al profesorado y dotarle de los recursos adecuados. De lo contrario, ya le pueden seguir echando la culpa al porno…

EN CORTO

Lo sugerente: Lo ambiguo
Lo deserotizante: La culpabilidad
Lo pendiente: La educación sexual
Un éxito: (colectivo) La generación Z, que nos mejora
Algo como para tirar la toalla: El individualismo
Una feminista: Virginie Despentes fue la que me enganchó en la juventud
Una época: La futura
Un lugar en el mundo: Asturias

“El filtro tiene que estar en la cabeza, no en el ordenador o en el móvil”

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«La salud mental es un asunto colectivo»

Aunque Rosa Montero ha publicado su más reciente libro, ‘La desconocida’ (Alfaguara), en el que se adentra con Olivier Truc en la novela negra, la mal llamada «locura» y su relación con la creación ha sido un tema que la ha obsesionado. De hecho, en ‘El peligro de estar cuerda’, encontró la forma de plasmar esa inquietud, visibilizar los trastornos mentales y la necesidad de tratamiento y atención a estas enfermedades.


El peligro de estar cuerda ya lleva más de un año publicado. ¿Qué ha pasado en este tiempo? ¿Qué más le ha sorprendido del éxito del libro?

Ha sido increíble. Llevo años publicando libros y creo que este es uno de los importantes para mí, porque le puse mucho tiempo y corazón. Nunca en toda mi vida había tenido una respuesta de los lectores tan increíble. Otro libro que tuvo muchísima respuesta fue La ridícula idea de no volver a verte. Y, de hecho, me siguen hablando de él. La gente me cuenta sus duelos. Pero en este ha sido como si le hubiese quitado un tapón a algo espumoso que ha salido incontenible. He llorado mucho con lectores y lectoras que vienen y me cuentan cosas tan emocionantes y trascendentes que han llegado hasta justificarme la vida en algunos sentidos.

¿En qué sentido?

Ha habido dos casos en concreto en los que me han dicho que el libro les ha salvado de suicidarse. Yo no sé cómo tomarlo, fueron dos mujeres. Una de ellas a través de una carta, y la otra, en persona.

En entrevistas anteriores usted compartió historias que le contaban quienes leyeron su libro, con el que se sintieron identificados. ¿Alguna nueva anécdota?

Estaba en Buenos Aires presentando y dando entrevistas sobre el libro. Estaba lista para una entrevista para televisión y el periodista se me acercó. En vez de presentarse y dar las gracias por el espacio, me dice: «Rosa, tu libro tiene toda la razón porque yo tengo un TOC con la balanza. Me peso 20 veces al día. Llego a casa y me peso con chaqueta, sin chaqueta, con zapatos, sin zapatos. Sé lo que pesa mi corbata». El libro produce eso: compartir manías. Y aunque no contó eso en la entrevista, me invitó a su programa de radio y ahí tuvo el valor de contarlo, de normalizarlo y sacarlo a la luz. Y eso creo que debemos hacer todos.

«No podemos seguir estigmatizando, alejando y hundiendo en la soledad patológica a las personas con trastornos mentales»

Usted bien dijo que la pandemia ayudó a que los trastornos salieran del clóset. Y, de hecho, la gente habla con más naturalidad del tema, pero, por otro lado, la realidad es que el acceso a tratamientos es muy precario. Hablo por Colombia. ¿Estamos teniendo una involución en el tema?

La pandemia lo que hizo fue empeorar la salud mental, hubo una crisis que saltó como una olla que está hirviendo y abrió un poquito la puerta. De hecho, todavía la gente comparte lo que le sucede, en muchos casos los famosos. Pero desde hace un año también vengo diciendo que tengo miedo de que esa puerta que hemos abierto se vuelva a cerrar. Las repercusiones de esto han sido pocas. En España, por ejemplo, el tema está en la agenda, pero seguimos teniendo menos psiquiatras. En una conversación pública reciente con una psicóloga clínica llegamos a la conclusión de que la salud mental en toda su gama (patológica y no patológica) y considerada como un bien prioritario de la sociedad debe ser un asunto colectivo y solo se puede solucionar colectivamente. Hay que acoger y aceptar la diferencia, reconocerla y visibilizarla. Lo que llaman normal es lo normativo, la horma, pero lo normal es la divergencia. No podemos seguir estigmatizando, alejando y hundiendo en la soledad patológica a las personas con trastornos mentales. Esa soledad es la que nos destruye, porque somos animales sociales y de ahí la sensación radical de enajenación total del entorno.

Habla de lo normativo, que es un término que se usa desde el feminismo para hablar de lo impuesto a las mujeres. En su caso, el patriarcalismo. ¿Qué o quién impuso lo que es ser normal y la mal llamada locura?

Desde el principio de los tiempos siempre se supo que lo que llamamos locura –no me gusta mucho esa clasificación– era una enfermedad más del cuerpo. En la época de los griegos clásicos, se pensaba, por ejemplo, que la depresión estaba producida por un exceso de bilis negra. Y voy a lanzar una teoría de lo que creo, y es que hace 200 años de repente se empezó a pensar que la locura era algo completamente abstracto, esotérico, etéreo, que no se sabía de dónde salía, era casi culpa del paciente. Y hace 200 años fue la industrialización. ¿Qué hizo la primera industrialización? Pues necesitar a la gente muy marcada en cuanto a unos horarios concretos, una mecanización repetitiva. Quitó esa libertad de diferencia que había en tiempos anteriores. Ahí lo dejo porque es algo que se me acaba de ocurrir…

Tiene mucha razón, en tanto usted menciona que los trastornos son inhabilitantes, que no permiten vivir, y sufrirlos sacan a la persona del modelo productivo…

Exacto, pero el modelo productivo moderno, porque antes estaban los artesanos y los gremios y esa era otra forma de producir. Entonces, si no puedes producir, estás fuera de la sociedad.

En el libro cita muchos autores, pero también a científicos que se han dedicado a la neurociencia, ¿el hecho de que se acerque a este tipo de literatura científica, que trata de entender las cosas desde la realidad, sabiendo, como usted dice, que es poco fiable, la ha aterrizado un poco a lo que podemos llamar como realidad?

La ciencia intenta aproximarse a la realidad de una manera sistemática, lo más rigurosamente posible, pero los propios científicos contemporáneos están en la comprensión de la irrealidad. Es el principio de incertidumbre de Heisenberg. No podemos ver la realidad, no la podemos medir. Qué más científico que eso y más claro que la realidad no es fiable. Yo siento que es un continuum.

Usted ha hablado de la soledad patológica de los que tienen trastornos. ¿Los familiares o cercanos que acompañan a estas personas también sienten esa soledad?

El dato de la OMS es muy conservador, que el 25% de la población mundial vivirá en carne propia un trastorno mental o lo vivirá de cerca con un familiar. Aquí vuelvo a repetir algo que ya dije y es que el problema de la salud mental en lo patológico y no patológico solo se puede resolver colectivamente. No es enterrándolo con la familia o con la madre, que suele ser ella la que acompaña porque los padres se abren. Relegarlos a ellos también no es pensar colectivamente. Al contrario, hay que sacarlos de esa soledad, darles trabajo, un entorno seguro habilitado a sus ritmos y no a los de la revolución industrial.

Usted habla del miedo al miedo, el miedo a que vuelva a suceder el trastorno, en su caso, los ataques de pánico que vivió por muchos años. Pero hay quienes hablan de tenerle miedo a no tener miedo, porque el miedo ayuda a reaccionar. ¿Hay que vivir con miedos?

El miedo es un arma. De hecho, hay un síndrome muy raro y que muy poca gente tiene y es el de no sentir nunca miedo. Normalmente esta gente que no tiene miedo se muere muy joven, porque no calcula, no sabe defenderse. El problema es cuando el miedo se enquista, y ya no es una herramienta. Estás con una ansiedad que no entiendes, que te sientes amenazada por algo y no logras saber por qué. Ese miedo se convierte en algo dañino porque genera una descarga hormonal de cortisol, que es una hormona tóxica, y eso te puede terminar matando. Lo del miedo al miedo puede ser una patología limitante. Luego de vivir una crisis, se puede tener una sensación de irrealidad y de que vuelva a pasar. Y te aplasta el miedo a tener miedo. Y es el miedo lo que hace imposible vivir, no la crisis.

«Una cosa a la que tiene que acostumbrarse todo el mundo es a manejar con soltura la maleta de oscuridad»

Cita a muchos inventores o autores muy exitosos, que lo fueron aun sufriendo algún tipo de trastorno. Y quizá la gente desconozca que Isaac Newton tenía delirios psicóticos, o que Marie Curie sufría de fuertes depresiones y pudo ser bipolar. ¿Qué hubiera pasado con sus vidas y descubrimientos e inventos en caso de que la humanidad sí hubiera sabido de sus trastornos?

Se les hubiera hecho la vida mucho más fácil, hubieran sido menos desgraciados. Y en los que nos deberíamos de concentrar no son los que consiguieron y salvaron una vida hábil pese al sufrimiento. Cuántos Newtons, cuántas Marie Curie sucumbieron de lo que no sabemos. Esa es la pregunta. Y creo que han sido muchísimos.

Un gran ejemplo del que habla es el de la neozelandesa Janet Frame, quien afirmó que, a pesar de todo lo que vivió, al fin de cuentas lo que tuvo fue un privilegio. ¿Ha sentido el privilegio de padecer un trastorno mental?

Es un absoluto privilegio tener este juego inmenso entre las manos, esta capacidad de viajar a los otros que es escribir una novela, es maravilloso.

¿Si no hubiese sido por eso, cree que todavía se hubiese fiado de la realidad?

No lo sé, yo no creo en la realidad como un continuum. Una cosa a la que tiene que acostumbrarse todo el mundo es a manejar con soltura la maleta de oscuridad. Todos tenemos una maleta, más grande, más pequeña. A mí me ayudó publicar por primera vez, y también fui haciendo un camino en el sentido de perder el miedo al miedo.

¿Estudió Periodismo para acercarse más a la realidad?

No, primero porque soy tremendamente empática, además es muy parecido ser novelista que periodista, porque son dos viajes al otro. Están en un ámbito humanístico parecido. Esencialmente pensé en dedicarme al periodismo por tres razones. Primero, porque escribía ficción desde muy pequeña, me gustaba mucho escribir, así que cuando pensé en buscar un trabajo pensé en el periodismo escrito porque se escribe. Por otro lado, porque soy una curiosa tremenda, y el periodismo me iba a permitir no especializarme, sino seguir aprendiendo toda la vida. Y el tercero, porque me encantaba la idea de viajar, y sabía que el periodismo me lo permitiría.

Otro de los miedos de los que ha hablado en su obra y en entrevistas es el miedo a la muerte y que por eso empezó también a escribir, para tratar de conjurar un poco ese miedo, ¿qué tanto le ayudó este libro?

Cada libro me va dando un poco más y este creo que me ha ayudado bastante. A veces me preguntan: «¿Por qué tratas tanto de la muerte en tus libros?». Y digo: «¿Es que se puede hablar de otra cosa?». Ese es el tema básico detrás de todo, pero la gente no se da cuenta. Y detrás de todo está el miedo a la muerte, el sin sentido del amor. Yo la verdad es que cada vez he ido surfeando mejor eso. No tiene ninguna gracia morirse, pero bueno, tengo evidentemente bastante menos miedo a la muerte ahora que estoy mucho más cerca que cuando era joven.

¿Ese miedo es por el mismo hecho de la finitud humana, de que no somos eternos?

Creo que hay que valorar la vida y por mí, si se puede firmar en algún lado la eternidad, yo la firmo. Por mí yo viviría toda la vida. Me encanta la vida.

¿Por eso los libros, que sí quedan para la posteridad?

Cuando tú te mueres, los libros se mueren. Es muy raro el escritor que pervive. Lo que pasa es que mientras escribes los libros tú eres eterna.

Usted cuenta que cuando ha entrevistado a autores los ha puesto en una dualidad: escoger entre ser lectores o escritores. Sigo la misma línea, apelando un poco a Virginia Woolf, que defendía una habitación propia en un contexto sin casi derechos para las mujeres. Como autora, ¿qué escoge?

Yo creo que hay que aspirarlo todo. Y que todas las mujeres tengan su habitación propia, empezando por mí.

Fuente de la información e imagen:  https://ethic.es

Fotografía: Ethic. Iván Giménez

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