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Nicolás Maduro pone voz a un clamor mundial

Por: Fernando Buen Abad Domínguez

Rebelión/Centro Universitario Sean MacBride
Vamos a la Revolución Comunicacional en Medios, Redes, Calles y Paredes” N.M. Edición 68 de “Contacto con Maduro” 20 de noviembre del año 2016.

Por fin un estadista pone a la “Comunicación” en su agenda de prioridades con clave revolucionaria, es decir, con la premisa de que urgen cambios profundos e inmediatos con extensión planetaria y respuesta histórica contundente. Acaso como lo soñó el Movimiento de los no Alineados en 1973 o como lo veía el “Informe MacBride” en 1980. “Un solo mundo voces múltiples”.

Tomar los muros, las redes, las calles y los medios. En las comunas, en las escuelas, en las fábricas… hacer visible el sentimiento y el pensamiento de los pueblos. Ponerse a la vanguardia de la semántica, de la sintaxis y de la “Batalla de las Ideas” revolucionarias. Renovar las técnicas, renovar la imaginación, renovar la poesía de la lucha pero unidos, convertidos en fuerza global, convertidos en factor decisivo y organizador para que nunca más nos quedemos silenciados ante las acometidas (impúdicas e impunes) del avasallamiento monopólico mundial. ¿Cómo no sumarse?

No se trata de una ocurrencia de coyuntura. Hemos padecido episodios sistemáticos de abuso delincuencial contra la voluntad democrática del pueblo venezolano, por ejemplo, desde que su revolución inició transformaciones decisivas y ejemplares. Se han cometido atropellos y agresiones escandalosas que no han merecido denuncia ni castigo de las organizaciones internacionales que se auto-proclaman defensoras de la “libertad de expresión” o de la “independencia de los medios”. Silencio absoluto de la UNESCO, del la SIP, de la OEA… silencio de la FELAFACS, de la INVECOM… en suma silencio de los organismos y asociaciones de profesionales que debieran tener respuesta rápida contra toda forma de golpismo mediático. Y sin embargo, ni una palabra frente al grotesco periódico español “El País” que, por ejemplo, publicó la fotografía de una persona en un quirófano y la promovió (a sabiendas de su falsedad) como la imagen de Hugo Chávez. Hay ejemplos terribles de esta envergadura. Y pasa nada.

Maduro ha extendido la convocatoria revolucionaria al mundo entero. Sabe bien que los abusos mediáticos no se reducen a un sólo país y que mientras se fortalece la alianza mediático-militar (la OTAN mediática) los pueblos se ven silenciados y las democracias se ponen en peligro. Hay que ver cómo, por la decisión inconsulta de un presidente, se borra de un plumazo una “Ley de Medios”, como en Argentina. Hay que ver cómo avanza el poderío tecnológico basado en una asimetría grotesca en las condiciones y oportunidades para que los pueblos accedan a una tecnología sustentable sin la extorsión de la caducidad programada por el mercado.

Maduro ha entendido la necesidad de una Revolución de la Comunicación que abarque la enseñanza, que haga visibles -y aprenda- las luchas históricas de los pueblos y su herencia simbólica poderosa y vivificante. Ha entendido la urgencia de renovar las agendas y potenciarlas a partir de lo que piensan y sienten los pueblos y no de los intereses de los publicistas, de los comerciantes o de los gobernantes serviles al modelo de mercantilización desaforada. Maduro ha puesto el dedo en una llaga, dolorosa y profunda, que expresa un error y una de las debilidades más sufridas por nuestros pueblos. Ha indicado un rumbo y una modalidad de trabajo que, en su carácter contemporáneo, recoge las herencias de generaciones y las pone a retoñar cuando muchos creían que el silencio y la resignación nos derrotarían para siempre.

Es verdad que no alcanza con una convocatoria por más sentida que sea. Se requiere ahora de un programa con principios humanistas revolucionarios capaces de modelar acciones y metas para el corto, el mediano y el largo plazo. Se requiere coordinación y unidad inmediata. Se requiere un Frente Único Internacional capaz de superar sectarismo y pesimismo. Se requiere trabajo político imaginativo y confiable, recorriendo puertas y oídos para articular y salvaguardar las más diversas identidades en un esfuerzo de unidad de lo diverso que nos permita trabajar juntos en las coincidencias, sin que las divergencias nos frenen. Una revolución dentro de la revolución.

No hay tiempo que perder. Los imperios mediáticos se re-acomodan diariamente, se alían, se compran entre sí, se expanden… y no pocos operan como armas de guerra ideológica mercantilista e inhumana. La Revolución de la Comunicación que Maduro convoca tiene el desafío de profundizar la crítica del modelo mediático dominante y tiene la tarea de impulsar el nacimiento del “Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación” del siglo XXI. Eso requiere de pueblos en lucha con semiología, epistemología y tecnología emancipadoras. Eso requiere “moral y luces” revolucionarias donde no se admitan reconciliaciones ni reformismo. Donde no se admitan burocracias ni demoras. Una etapa nueva de la Patria Digital Emancipada, de la Revolución del Espíritu y la Revolución Semiótica que aguardan su oportunidad para concatenarse en una sola Revolución mundial y desde abajo.

Desde luego, la única manera de evitar que semejante convocatoria no quede en eso y se haga realidad concreta, es actuar de inmediato y masivamente. No hay lugar a los regateos ni a las especulaciones. Jugar al coqueteo o hacerse desear implica irresponsabilidad suprema hija de una egolatría perversa que ya nos hizo padecer derrotas y humillaciones feroces. Estamos hartos de esas manías de izquierdismo infantil. Esa convocatoria de Maduro debe madurar, a su vez, no como una prédica mesiánica con el “culto a la personalidad” que ha sido vicio de mediocres. Ha de madurar en la refriega de la lucha de clases, en la construcción social que, desde las bases, le den sustento y coherencia revolucionaria a todos los episodios y las tareas que urgen en lo inmediato y en lo mediato. No hay que esperar ni un minuto.

Demos la bienvenida activa a tal llamado, a su jerarquía y a su valor político sin retroceder un solo paso en las conquistas ganadas, hasta el momento, por todos los que luchan honradamente y minuto a minuto, por poner las herramientas y los conocimientos en materia de Información y Comunicación al servicio de las tareas supremas de la hora: frenar las guerras, salvar al planeta y salvar a la humanidad en un mundo sin amos, sin esclavos, sin clases sociales y con voces múltiples dignas hablando de futuro y felicidad para todos. Nada menos. Aprobado.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=221792&titular=nicol%E1s-maduro-pone-voz-a-un-clamor-mundial-

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Informe Mundial sobre la Información y la Comunicación-Panorama actualizado para la critica, la autocrítica y la unidad en la acción

Por: Fernando Buen Abad Domínguez

Para asegurarnos de que el “problema de la comunicación”, es decir sus modos y sus medios de producción, su régimen de propiedad y su papel ideológico ocupe un lugar prioritario en la preocupaciones -tácticas y estratégicas- de toda agenda política, necesitamos instrumentos esclarecedores y movilizadores capaces de superar la aberración que implica saber que los medios dominantes en el planeta están en unas cuantas manos: “El problema es la concentración oligopólica de los multimedia en Occidente: 1500 periódicos, 1100 revistas, 9 000 estaciones de radio, 1500 televisoras, 2.400 editoriales: ¡Todo controlado por sólo seis trasnacionales! [1]

Todo lo dicho por el Informe MacBride en 1980 en materia de concentración monopólica y obturación de la pluralidad con imposición del discurso único… hoy se queda corto y parece suave. Hoy el panorama es mucho peor y el llamado a un “Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Comunicación” es un imperativo y un clamor planetario que parece invisible a los ojos de muchos que creen que el asunto “mediático” es secundario y que puede dejarse para tiempos mejores. Lo demuestran los hechos.

Es verdad que respecto al rol de los “medios” se han creado (incluso con excesos) debates y exageraciones de todos los colores y tamaños. Es verdad que a veces parece tema decorativo que siempre viene bien en el menú “progre” donde el equilibrismo comunicacional parece muy “democrático” y muy “justiciero” (aunque tal equilibrio suela caerse hacia la derecha). Es verdad que hablar de la “igualdad de oportunidades” para la comunicación suena a “pensamiento crítico” y es verdad que con ese pretexto se han llenado horas y horas de discursos, cátedras y conferencias con sus respectivos libros, revistas y publicaciones. Pero necesitamos igualdad de condiciones. Incluso existen “premios”, “becas” y “subsidios” para fines diversos que pocas veces resuelven los problemas de fondo en el todo o de sus partes. Pero nada de eso eclipsa el núcleo duro del problema y nada de eso resta importancia a una lucha que reclama debates y, sobre todo, aciones en la médula y en el plazo corto.

Hemos aprendido, luego de estos años, es decir de la “Era del Hielo” a que fue sometido el Informe MacBride, (aproximadamente entre el año 1980 y 2000) que los informes son sólo eso y que su utilidad mayor como instrumentos para elevar el nivel de la conciencia no necesariamente repercute en el nivel y extensión de la movilización en las bases. Eso no implica que los informes sean inútiles o que nos deprimamos de manera posmoderna en el desahucio de las malas experiencias. Todo lo contrario, acaso sea la hora de que los informes, los documentos de diagnóstico y pronóstico, vivan un cambio metodológico sustancial y se desarrollen como soporte programático crucial en la acción directa… en la praxis. Vale como ejemplo opuesto el informe sobre industrias culturales dela UNESCO (2016) que en su abrumadora utilidad cuantitativa conlleva el anestésico oportuno para hacernos sentir ínfimos frente al Goliat de las, no poco eufemísticamente llamadas,“Industrias Culturales”. [2]

Hoy el trabajo de producir o actualizar los “Informes” conlleva la responsabilidad de contrastar el comportamiento de los hechos comunicacionales concretos que recorren las bases económico-tecnológicas y conlleva, también el trabajo de visibilizar los efectos subjetivos de cuanta operación psicológica o pedagógica se ensaya sin control con (y por) los “medios”. Especialmente, el trabajo de producir “Informes” o documentos diagnósticos, ha de ser capaz de sustentarse en las luchas que se despliegan en todos los ámbitos sin desprecio por las luchas en el campo de las artes, de las ciencias, de la didáctica o de la ética… en paralelo con las luchas de la clase trabajadora en defensa de su bienestar económico y su dignidad intelectual. Y si es verdad que los informes no sustituyen las luchas también es verdad que sin informes correctos las luchas suelen caminar con debilidades enormes.

Por la trascendencia de impulsar un “Informe MacBride” actualizado que sea capaz de ponerse a salvo de una nueva “Glaciación”. Un nuevo Informe MacBride podrá ratificar lo dicho por el primero y podrá echar luz sobre todo lo que empeoró exponencialmente en casi 40 años de aceleración de los procesos monopólicos, del uso de los medios de comunicación como máquinas de Guerra Ideológica y consumista, del desarrollo desigual y la asimetría en la adquisición de tecnología, el desarrollo incipiente de leyes…en fin de las tareas que debemos encarar con urgencia.

Y, particularmente, desarrollar un Informe emancipador vigente que sea herramienta didáctica general, que muestre todos los “mapas” resultantes de la gran revolución comunicacional del capitalismo, de sus territorios y sus reinos en la geografía espacial, terrestre y submarina sin olvidar las geografía complejas del cerebro humano que es blanco de todos los ataques e invasiones al servicio del dominio de las conductas, de los valores y de los gustos.

Por la Unidad. Un informe nuevo, revitalizador del Informe MacBride, habrá de ser espacio colectivo, centro de reunión, “patio de armas” para la crítica y crítica de las armas mediáticas. Habrá de ser plataforma de despegue hacia una nueva fase de comprensión y articulación que permita a los miles y miles de medios emancipadores, realmente existentes, verse con la autocrítica necesaria para resolver -de una vez y por todas- la tarea de la unidad, de la articulación y del trabajo conjunto que tanta falta nos ha hecho en momentos en que, en materia de comunicación, hemos sido muy débiles, a veces muy irresponsables, y muy frágiles. Nunca más.

Notas

[1] Alfredo Jaliffe. La Jornada 10-04-2016

[2] http://www.worldcreative.org/?lang=es

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=221549

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Desconfiar de la desconfianza

Por: Fernando Buen Abad Domínguez

Nada más terrible para un escéptico que tener que confiar en su escepticismo para dudar de sus propias dudas. A fuerza de someterlo todo al fuego de sus resquemores, el escepticismo se vuelve adictivo y funde todo en la nada inclemente de su lógica paralizante. Y muchos confían en eso, dogmáticamente. No confundir con la duda científica.

Por eso ellos necesitan atacar todo “optimismo”, destruir lo que suene a “esperanza”. Necesitan pintar con negro cualquier color y cualquier luz que, incluso débilmente, implique confianza en algo o en alguien. Especialmente si ese algo son los pueblos organizados, con ideas claras y posibilidad de triunfo. Hay muchos casos sueltos. Con sus salvedades.

El escepticismo sabe disfrazarse. Incluso se auto-fabrica gestos de moda y de secta como distintivo secreto para reconocerse entre sí. Una miradita descalificadora, una sonrisita socarrona y unas cuantas “frases hechas” como conjuro ante aquello que pueda inducir a organizarse y tener moral de batalla para cambiar en infierno en el que vivimos. Dudar de todo a toda costa para que nada cambie, para que nada valga, para que todo sea sospechoso, inútil… imposible.

Suele ser expresión de miedos y angustias. En el mejor de los casos es un problema individual, una crisis de personalidad pero en sus expresiones más perversas en una operación ideológica que se ha perfeccionado largamente para -disfrazada como posición progresista- generar resultados conservadores y reaccionarios. Es una forma del pensamiento armada con un sistema ideológico que borra todo aquello que genera mientras va creciendo… para llegar a nada. La duda boba.

El escepticismo más burdo es una forma del idealismo burgués que se esclerotizó en la historia por la trampa lógica que lleva dentro y en la que no hay escapatoria para el razonamiento que quiere salir de las catacumbas y de la postergación. Recorre un arco muy amplio y pleno de matices. Va de los extremos depresivos a los detalles cínicos. No se conforma, nada lo satisface ni hay autoridad que lo detenga. Todo lo contrario, el escepticismo se alimenta con desafíos muy diversos. Cuanto más evidentes son las posibilidades de cambio superador, más se revitaliza la idea de desconfiar, agudamente, como principio y como finalidad. De la palabra Revolución, de sus victorias y sus expresiones más diversas… mejor ni hablar. Para los escépticos se reduce a espejismo.

Pero el escepticismo es también una forma de búsqueda que se garantiza fracasos. Necesita el refugio de la decepción (en alguno de sus grados y matices) para dar sentido a su sinsentido. Por eso el escepticismo triunfador es depresivo e iracundo. Por eso acude a las periferias del sentido a buscar fallas, debilidades o fracturas con las que crea las bases para su siempre moralista conclusión pesimista. “Nada nuevo hay bajo el sol”, la “humanidad es insalvable”, “nada puede hacerse contra los poderes fácticos” y el clásico: “uno nunca sabe”.

Su herencia como “Doctrina filosófica” nos obliga a creer que considera que no existe saber firme ni opinión segura. No es posible el conocimiento y lo único cierto es la duda. Es su manía desconocer la verdad y sus muchos matices nos obligan distinguir los varios rostros del escepticismo como corriente filosófica de los siglos IV a.C. – s. II d.C. y el escepticismo como teoría de moda en tiempos “posmodernos”. Son, porque es su sino, inoportunos, antipáticos y amargos. Siempre en grados diversos según sus grados de creencia (o des-creencia) y según su propia capacidad de adaptación a las frustraciones que les proliferan. Aparecen de mil maneras y “siempre hay uno a la mano”. Suelen ser protagonistas de películas gringas y suelen ser docentes universitarios en las Ciencias Sociales. Ahí son devastadores. Publican libros, conferencias y disertaciones traficadas con toda impunidad, e impudicia, y a la luz de los aplausos que les profieren sus “fans”… tarde o temprano también escépticos que no creen una sola palabra de sus “profes”. O así debiera ser, si son coherentes. Un camino promisorio hacia la nada misma.

Mientras tanto una parte nada pequeña de los seres humanos busca (como puede y con los que tiene) la salida del infierno capitalista en que estamos hundidos y sabe que abrir la puerta requerirá de fuerzas enormes producto de alianzas y acuerdos bien organizados y eficaces. En la base de esos acuerdos anida el requisito de la confianza (crítica si se quiere) que es necesaria para repartir las cargas y las fuerzas rumbo a un futuro que, de valer la pena, ha de incluirnos -por igual- a todos. Y entre debates y acuerdos tal confianza organizada implica saber, aprender, reconocer afirmaciones verdaderas y descartar falsedades. Implica creer en algo y confiar en conquistarlo entre todos y para todos. Sin ingenuidades ni idealísimos. Ya hemos aprendido amargamente de esas trampas.

En ese espacio no hacen falta los “escépticos” ni los “deprimidos” de ocasión. No hacen falta las muecas ideológicas del “desconfiado” full-time ni las desolaciones ensayadas por los fanáticos del pesimismo ocioso y rentable. En general no hace falta ninguna de las payasadas ideológicas burguesas ideadas para desmoralizar o para desmembrar las organizaciones populares que, por su parte, suelen ser toda alegría, confianza y fortaleza moral. En plena batalla.

Otra cosa es la interrogación científica en la dialéctica del conocimiento. Las luchas de la clase trabajadora, en todo el mundo, requieren de dispositivos teóricos y prácticos para someter a debate y superación los idearios, las creencias y las actitudes de cada unos de sus militantes. Para no llevarse sorpresas a la hora de la verdad (que es la lucha revolucionaria) y encontrarse con que alguno anda diletando poemas deprimentes por las calles en lugar de ocupar su lugar, convincente y productivo, donde la lucha exige más creatividad, más entereza y más convicciones dinámicas y firmes. Batalla de las ideas pues, en casa.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=221309

 

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La contra-revolución sí será transmitida

Por: Fernando Buen Abad Dominguez

Todos los territorios simbólicos que dejemos vacíos serán ocupados por las maquinarias de guerra ideológica burguesas. Sembrarán ahí sus ofensivas y sus “interpretaciones” de la realidad entre anuncios publicitarios y trompadas a la “lógica” hasta deformar integralmente la historia y terminar contándonos su insoportable moralina de la mercancía. Nada está a salvo. Cuando se practique la autopsia del Capitalismo escurrirán torrentes de odios putrefactos, incubados durante siglos contra el proletariado.

Todo el odio burgués (con tufo a Miami) acumulado contra Hugo Chávez, toma (ahora) forma de “tele-serie” para paliar la impotencia de quieres no pudieron derrotarlo ni asesinándolo. Ponen en escena buena parte de las perversiones incubadas en los cerebros de la farándula más reconocida por su mediocridad, su analfabetismo cultural, su lógica pigmea y su revanchismo bobo. En suma “más de lo mismo”. Creatividad de mercenarios.

Todo el esfuerzo que realizan tanto la productora, los anunciantes y las televisoras (acompañadas por prensa, Internet y redes sociales) es engendro de un pecado de tontería originaria que desconoce la Historia y se auto-condena a repetirla: cuanta más propaganda reaccionaria hagan contra Hugo Chávez más ayudarán a consolidar su figura como un líder, socialista y revolucionario, monumental en el siglo XXI. Abran sus apuestas.

Han gastado fortunas en inventar un “personaje” y una serie (mal logrados); se han tomado el trabajo de anunciarlo con toda anticipación; han hecho honores a su lógica publicitaria y han involucrado a sus jaurías de anunciantes para cerrar el cuadro de lo que será uno de los fracasos televisivos más estruendosos de la historia reciente, no sólo en materia de “audiencia” sino en lo contra-producente que les resultará el discurso su propio discurso de odio. Desde hoy ya podemos avisar cómo se expresará su derrota: a) se auto-premiarán con todos los galardones que uno pueda imaginar, b) habrá entrevistas, lisonjas y besamanos de todos los tamaños y géneros c) habrá vítores y habrá leyendas. Muestra clara, todo ello, del fracaso aquí preanunciado.

Ellos necesitan supurar el odio que les quema las entrañas, necesitan exteriorizar los elíxires perversos de su irá de clase y andan como locos a la cacería de pretextos. Chávez les parece idóneo porque acarician la peregrina idea de que muerto el comandante muere el Socialismo y la Revolución. Se aferran a la estupidez de que la ausencia física de Chávez será convertida en debilidad popular que a ellos les facilitará el negocio turbio de entregar Venezuela en charola de plata televisiva. Incluso. Está claro que el odio los ciega.

Casi no vale la pena detenerse en repasar la suma de falsedades que la “tele-serie” “El Comandante” acumula como producto de ignorancia y de la venganza obcecada de sus autores y financistas. Casi no tiene sentido repetir que escribir con tinta de odio desnuda la intencionalidad perversa de un plan de propaganda disfrazado de tele-drama para embelezar a los propios y fabricarse orgasmos revanchistas. Casi es innecesario acudir a un recuento de inexactitudes, episodios falsos, diálogos forzados, ripios, tonterías y inoperancias de la dramaturgia y de la historiografía que saltan a la vista en todos los capítulos de esta serie fallida en todos sus renglones. Pero no se la debe banalizar ni se la debe suponer más paupérrima de los que realmente es.

Este ejercicio de “calumnia” audiovisual o de usurpación simbólica ya ha sido ensayado por muchos especialistas en guerra psicológica de todos los continentes y todos los frentes oligarcas. Una veces y otras han errado en el intento por una suma de razones que hacen ya antología de barbaridades comunicacionales de coyuntura. Lo han intentado con películas, reportajes, documentales, fotografías y “revistas del corazón”. Lo intentaron con Internet, con Twitter, con Factbook y con cuanta cosa han tenido a mano y el fracaso se les hizo costumbre por ignorar tozudamente el lugar excepcional del líder Hugo Chávez en la lucha Revolucionaria y la lucha Socialista de los pueblos encarnada en sus líderes. Más allá de Venezuela y del continente americano.

Pero la peor metedura de pata producida por esta serie televisiva es que nos regala la oportunidad de revisar (y acaso corregir) auto-críticamente nuestras debilidades en el campo de la disputa simbólica y del uso de las herramientas de comunicación para salvaguardar los patrimonios revolucionarios que las luchas han forjado. No se trata de rasgarse las vestiduras, se trata de pasar a la ofensiva, de una vez por todas, en la Revolución de la Comunicación y en la Guerrilla Semiótica que debemos desplegar por todos los medios.

Venezuela cuenta con los expedientes audiovisuales más originales, extraordinarios y potentes que la Revolución ha producido en presencia y en ausencia de Hugo Chávez. Cuenta con documentos históricos avalados por expertos de todo tipo. Cuenta con escritores reconocidos en el mundo entero, por propios y por extraños, cuenta con músicos fenomenales, con actores y actrices de primer nivel. Cuenta con sonidistas, vestuaristas, editores, escenógrafos, maquillistas… historiadores, sociólogos, filósofos y semiólogos. ¿Qué falta para no esperar a que vengan a robarse otros el territorio simbólico que pertenece a la lucha revolucionaria? Quien no tenga estos ingredientes producirá basura como es ya costumbre de muchos medios oligarcas.

Por método y por disciplina de ciencia semiótica (estamos en plena Guerra Mediática) habrá que dar seguimiento a todo lo que inventen para darle oxigeno y artificios a “El Comandante” en las televisoras de las burguesías. Ya se escuchan voces anhelantes de exhibir en sus terruños, los episodios de la estulticia televisada. Ya hablan de “rating” y de “marketing” quieren “prime time” y quieren “branding”. Avanzan hacia el abismo de su desmemoria. Mientras tanto, en otro extremo de la realidad social, los pueblos salen a las calles animados por la búsqueda histórica de su victoria definitiva contra el capitalismo y en labios de no pocos se repite sin cesar la frase “¡Chávez Vive!”

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=217702

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S.O.S. por la comunicación para la emancipación

Por: Fernando Buen Abad Domínguez

Los Medios de Comunicación deben ser garantes de la Paz y de los Derechos Humanos.

Nada debería ser más importante en la agenda de la comunicación emancipadora, que el conjunto de las luchas sociales que se despliega por el mundo a estas horas. Eso incluye la lucha por los significados y la lucha por enraizar las praxis más avanzadas como nuevas fuentes culturales y transformadoras. En un mundo donde reina la industria de la guerra, las industrias el espectáculo y el crimen organizado… la Paz y los Derechos Humanos no pueden ser paraísos de anfibologías, ambigüedades ni dobles raseros. “Por el engaño nos han dominado más que por la fuerza” decía Bolívar.

No queremos la Paz de los sepulcros ni los Derechos Humanos bajo las bayonetas. No queremos parafernalias filantrópicas ni hipocresía de propagandas “pacifistas”. No queremos recitales de plañideras. No queremos una Paz hueca, amorfa ni acomodaticia. Paz no significa inacción. No queremos treguas camaleónicas disfrazadas de Paz ni queremos Derechos Humanos individualistas, de pose, de moda o a espaldas de la realidad que margina, excluye, persigue, explota y humilla a la clase trabajadora en todo el mundo. No queremos Paz ni Derechos Humanos secuestrados por la palabrería de burócratas o de sus cómplices serviles al neoliberalismo.

En un mundo en el que el capitalismo financia sin control “películas de guerra”, series televisivas empapadas con sangre y crueldad, noticieros ideologizados por la lógica del miedo y el terrorismo de mercado.. en un mundo plagado con pantallas donde desfilan -sin control- asesinatos y humillaciones contra los seres humanos… la Paz no tiene lugar verdadero si no se lo gana como producto de las luchas sociales que emergen de los pueblos y van hacia los pueblos. No queremos “medios de comunicación” tributarios del estereotipo ideológico que tienen como proyecto de masas imponernos, sin salidas, la idea de una realidad ensangrentada por siempre. No se olvida Hiroshima o Nagasaki, no se olvida Vietnam, no se olvida el “Plan Cóndor”, no se olvida el Apartheid, no se olvidan “Las Torres Gemelas”, no se olvidan las crisis humanitarias producto de hambrunas, plagas y genocidios. No se olvida, no debe olvidarse.

Tiene razón Ana Jaramillo en insistir siempre sobre la necesidad de trabajar en el significado, en el contenido de los conceptos de Paz y Derechos Humanos. Tiene razón porque en su nombre se han cometido las peores canalladas y porque en nombre de la Humanidad y de la Paz, proliferan horrores antihumanos y apocalípticos. Han ensayado silogismos de todo tipo los “tratadistas” sobre la Paz y los Derechos Humanos pero los resultados, lo concreto, la praxis… están muy lejos de haber resuelto el problema. Visto lo visto, el primer paso hacia la Paz debería ser desarmar todo lo que ataca a los pueblos con todo tipo de armas, es decir, las armas convencionales, las no convencionales… y las armas de guerra ideológica: universidades mercantilizadas, monopolios mass media, iglesias alienantes y antivalores oligarcas.

Debería madurar, globalmente, una corriente Ética para la comunicación emancipadora, capaz de convertir en agenda prioritaria lucha de los pueblos por la Paz y por los Derechos Humanos. Definir y construir la Paz sin entelequias y sin cursilerías. No toda lucha anti-guerra es sinónimo de Paz. Si la Paz implica desarmar a los pueblos (sin tocar los arsenales de la oligarquía) o negarles su derecho a “la crítica de las armas”; estamos condenándonos a repetir errores terribles. Lo que necesitamos es una lucha verdadera contra la industria de la guerra. La Paz por la Paz misma es un callejón sin salidas en el que los pueblos avanzan hacia un encierro ideológico con consecuencias objetivas monstruosas.

Deberíamos consolidar una movilización comunicacional -teórico-práctica- contra el negocio de la guerra (sea del tipo que sea) entender su naturaleza, sus características, sus ofensivas objetivas y subjetivas. Las guerras son el comercio por otros medios. Deberíamos consolidar una corriente crítica y científica para frenar el agobio, con todo género de violencias, que se despliegan en contra de los seres humanos. Es fundamental la acción comunicacional desplegada con un programa ético de nuevo género por esa Paz que sólo tiene sentido si aporta tiempo, espacio y condiciones concretas para protegernos de los juegos de palabras y los espejismos. Nada debe distraernos una agenda ética hacia la Paz verdadera sin el gran circo del sentimentalismo pacifista que la burguesía despliega en sus escenarios mediáticos. Deberíamos luchar contra lo que silencia a los pueblos y anestesia su capacidad crítica.

Nos urge una corriente comunicacional ética y científica para conquistar la Paz que la humanidad anhela y ese anhelo de Paz debe ser realizado por los pueblos y no por sus enemigos. Corriente ética para integrarnos a toda iniciativa de Paz, ir a todo movimiento de masas a favor de la Paz para defender y apoyar el camino con acciones revolucionarias. Porque el problema no es la Paz, el problema sigue siendo la industria de la guerra desplegada para seguir adueñándose de los recursos naturales, la mano de obra y la conciencia de los pueblos. El colmo es que el burocratismo, aliado con la burguesía, trata de engañar a los pueblos trabajadores haciendo pasar como “programa de social pacifismo” sus “acuerdos” de negocios. La defensa de la paz en abstracto es siempre una manera de engañar a la clase trabajadora.

No se trata sólo de ideas. Un programa por la Paz debe ser dictado por el curso de la historia y de la lucha de clases; debe reflejar y expresar las necesidades históricas de la Humanidad. Debe proporcionar respuestas vivas y concretas. La Paz no es oponerse, únicamente, a la guerra, no se limita a luchar contra los ataques burgueses y todas las locuras depredadoras de sus ofensivas mercantiles. Reconocer la disputa por el significado concreto de la Paz y de los Derechos Humanos nos obliga a impulsar a una Revolución Semántica también en esos campos. Hasta no triunfar no estaremos en Paz.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216379

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Ética de la Paz y de los Derechos Humanos

Por: Fernando Buen Abad Domínguez

Los Medios de Comunicación deben ser garantes de la Paz y de los Derechos Humanos.

Nada debería ser más importante en la agenda de la comunicación emancipadora, que el conjunto de las luchas sociales que se despliega por el mundo a estas horas. Eso incluye la lucha por los significados y la lucha por enraizar las praxis más avanzadas como nuevas fuentes culturales y transformadoras. En un mundo donde reina la industria de la guerra, las industrias el espectáculo y el crimen organizado… la Paz y los Derechos Humanos no pueden ser paraísos de anfibologías, ambigüedades ni dobles raseros. “Por el engaño nos han dominado más que por la fuerza” decía Bolívar.

No queremos la Paz de los sepulcros ni los Derechos Humanos bajo las bayonetas. No queremos parafernalias filantrópicas ni hipocresía de propagandas “pacifistas”. No queremos recitales de plañideras. No queremos una Paz hueca, amorfa ni acomodaticia. Paz no significa inacción. No queremos treguas camaleónicas disfrazadas de Paz ni queremos Derechos Humanos individualistas, de pose, de moda o a espaldas de la realidad que margina, excluye, persigue, explota y humilla a la clase trabajadora en todo el mundo. No queremos Paz ni Derechos Humanos secuestrados por la palabrería de burócratas o de sus cómplices serviles al neoliberalismo.

En un mundo en el que el capitalismo financia sin control “películas de guerra”, series televisivas empapadas con sangre y crueldad, noticieros ideologizados por la lógica del miedo y el terrorismo de mercado.. en un mundo plagado con pantallas donde desfilan -sin control- asesinatos y humillaciones contra los seres humanos… la Paz no tiene lugar verdadero si no se lo gana como producto de las luchas sociales que emergen de los pueblos y van hacia los pueblos. No queremos “medios de comunicación” tributarios del estereotipo ideológico que tienen como proyecto de masas imponernos, sin salidas, la idea de una realidad ensangrentada por siempre. No se olvida Hiroshima o Nagasaki, no se olvida Vietnam, no se olvida el “Plan Cóndor”, no se olvida el Apartheid, no se olvidan “Las Torres Gemelas”, no se olvidan las crisis humanitarias producto de hambrunas, plagas y genocidios. No se olvida, no debe olvidarse.

Tiene razón Ana Jaramillo en insistir siempre sobre la necesidad de trabajar en el significado, en el contenido de los conceptos de Paz y Derechos Humanos. Tiene razón porque en su nombre se han cometido las peores canalladas y porque en nombre de la Humanidad y de la Paz, proliferan horrores antihumanos y apocalípticos. Han ensayado silogismos de todo tipo los “tratadistas” sobre la Paz y los Derechos Humanos pero los resultados, lo concreto, la praxis… están muy lejos de haber resuelto el problema. Visto lo visto, el primer paso hacia la Paz debería ser desarmar todo lo que ataca a los pueblos con todo tipo de armas, es decir, las armas convencionales, las no convencionales… y las armas de guerra ideológica: universidades mercantilizadas, monopolios mass media, iglesias alienantes y antivalores oligarcas.

Debería madurar, globalmente, una corriente Ética para la comunicación emancipadora, capaz de convertir en agenda prioritaria lucha de los pueblos por la Paz y por los Derechos Humanos. Definir y construir la Paz sin entelequias y sin cursilerías. No toda lucha anti-guerra es sinónimo de Paz. Si la Paz implica desarmar a los pueblos (sin tocar los arsenales de la oligarquía) o negarles su derecho a “la crítica de las armas”; estamos condenándonos a repetir errores terribles. Lo que necesitamos es una lucha verdadera contra la industria de la guerra. La Paz por la Paz misma es un callejón sin salidas en el que los pueblos avanzan hacia un encierro ideológico con consecuencias objetivas monstruosas.

Deberíamos consolidar una movilización comunicacional -teórico-práctica- contra el negocio de la guerra (sea del tipo que sea) entender su naturaleza, sus características, sus ofensivas objetivas y subjetivas. Las guerras son el comercio por otros medios. Deberíamos consolidar una corriente crítica y científica para frenar el agobio, con todo género de violencias, que se despliegan en contra de los seres humanos. Es fundamental la acción comunicacional desplegada con un programa ético de nuevo género por esa Paz que sólo tiene sentido si aporta tiempo, espacio y condiciones concretas para protegernos de los juegos de palabras y los espejismos. Nada debe distraernos una agenda ética hacia la Paz verdadera sin el gran circo del sentimentalismo pacifista que la burguesía despliega en sus escenarios mediáticos. Deberíamos luchar contra lo que silencia a los pueblos y anestesia su capacidad crítica.

Nos urge una corriente comunicacional ética y científica para conquistar la Paz que la humanidad anhela y ese anhelo de Paz debe ser realizado por los pueblos y no por sus enemigos. Corriente ética para integrarnos a toda iniciativa de Paz, ir a todo movimiento de masas a favor de la Paz para defender y apoyar el camino con acciones revolucionarias. Porque el problema no es la Paz, el problema sigue siendo la industria de la guerra desplegada para seguir adueñándose de los recursos naturales, la mano de obra y la conciencia de los pueblos. El colmo es que el burocratismo, aliado con la burguesía, trata de engañar a los pueblos trabajadores haciendo pasar como “programa de social pacifismo” sus “acuerdos” de negocios. La defensa de la paz en abstracto es siempre una manera de engañar a la clase trabajadora.

No se trata sólo de ideas. Un programa por la Paz debe ser dictado por el curso de la historia y de la lucha de clases; debe reflejar y expresar las necesidades históricas de la Humanidad. Debe proporcionar respuestas vivas y concretas. La Paz no es oponerse, únicamente, a la guerra, no se limita a luchar contra los ataques burgueses y todas las locuras depredadoras de sus ofensivas mercantiles. Reconocer la disputa por el significado concreto de la Paz y de los Derechos Humanos nos obliga a impulsar a una Revolución Semántica también en esos campos. Hasta no triunfar no estaremos en Paz.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216379

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Guerrilla Semiótica: La Revolución de la Comunicación por todos los Medios

Por Fernando Buen Abad

No esperaremos a que se desvanezca por sí solo el monstruo mediático de las “mil cabezas”. Quitémosle, por lo pronto, la base de sustentación que es nuestro cerebro. Ni todas las asimetrías -realmente existentes- en el escenario de la Guerra Comunicacional planetaria, alcanzan para convencernos de quedarnos quietos. Para que seamos incapaces de comprender la realidad y transformarla, la burguesía nos atiborra el cerebro con ilusionismo consumista. Basta. En todas las “ideas” de la clase dominante existen componentes extorsivos para convencernos, directa o indirectamente, de ser esclavos felices. Ya podríamos desarrollar una Guerra de Guerrillas[1] Semiótica que tuviera por objetivo “asaltar los cielos” de la libre expresión socialista con una Revolución de la Comunicación por todos los medios. ¿Qué hace falta?

Guerrilla Semiótica: La Revolución de la Comunicación por todos los Medios

Es falso que nada puede hacerse, es falso que los monopolios son intocables e indemnes, es falso que nos quede sólo la resignación y el silencio. La estructura toda del capitalismo está plagada con fisuras originadas por la improvisación y el empirismo de su desarrollo anárquico y dispendioso. Trabajaríamos como ciegos si asumimos como verdad absoluta esa super mentira (propagada a los cuatro vientos) sobre lo “intocables” que son los monopolios de la comunicación del capitalismo. Su peor debilidad, la más grande, es la organización política de los pueblos con fortaleza crítica.

Podríamos desarrollar un inventario de “fisuras” y “grietas” del capitalismo, medidas por antigüedad, espesor, profundidad y vulnerabilidad. Podríamos evaluar con qué hacerle más daño a los medios y los modos que la burguesía emplea contra el pueblo trabajador para embrutecerlo, alienarlo y explotarlo. Podríamos recorrer las experiencias exitosas y repetirlas, perfeccionándolas. Podríamos, incluso, organizarnos con un solo plan multiplicado por miles de frentes para cercar a las matrices ideológicas burguesas con una pinza de crítica aguda, científica, popular y revolucionaria.

Hace falta la audacia, el talento, la claridad política y el sentido de clase que, por ejemplo, Hugo Chávez desarrolló con su “Aló Presidente”: los recursos mínimos con el máximo resultado semántico y político. Hace falta la síntesis y el sentido de la Historia que tuvieron las “Tesis de Abril”; hace falta la poesía de Miguel Hernández, la pasión de Flores Magón; el pundonor de Rodolfo Walsh; la firmeza de John Reed. Hace falta el clima de las radio difusoras revolucionarias de Bolivia y las certezas antimonopólicas de las leyes de medios ensayadas en la Patria Grande. Hace falta la disciplina y la entrega de los medios alternativos y comunitarios. Por citar algunos ejemplos y fuentes de inspiración moral y ética. Pero, principalmente, hace falta un programa Revolucionario para la comunicación emancipada y emancipadora. Independencia política en la independencia semántica.

Con todas esas fuerzas y con las riquezas comunicacionales, desarrolladas históricamente en la resistencia y en la vanguardia, debemos fundar un programa internacionalista de acción semiótica para revolucionar íntegramente la producción social de sentido. Derrotar todas las instituciones ideológicas de la burguesía, sus santorales eclesiásticos, académicos, empresariales y faranduleros… (aunque a veces no se sepa cuál es cuál). Debemos emancipar a los diccionarios, devolverles su derecho social a la libertad semántica y a la renovación dialéctica de los significados. Recuperar el derecho a producir sentido libremente bajo el único acuerdo necesario de ser útil a la emancipación humana y a la superación definitiva del capitalismo. A un mundo sin clases, sin patrones y sin explotación.

Una Guerra de Guerrillas[2] Semiótica ha de operar en los rincones más inhóspitos e inopinados… en las categorías más invisibles. Zonas aparentemente impenetrables de esa “mentalidad sumisa” que estudió Vicente Romano. Ahí donde reina una “tradición” entrar a modificar el sentido en clave popular y revolucionaria. Ahí donde hacen su nido los prejuicios, romper los moldes y re-semantizar los hábitos. Ahí donde las supercherías, los preconceptos, los dichos y los refranes… esclerotizan ideas con moldes moralistas, fracturar la lógica del discurso para que desemboque en un imaginario transformador y revolucionario. Ahí donde las idiosincrasias sancionan vidas y reprimen cambios… detonar los contenedores y limpiar los tóxicos ideológicos que carcomen la libertad humana. Revolucionar los significados.

No permitas que los noticieros burgueses te convenzan de odiar a tu propio pueblo. Que nunca más nos impongan sus definiciones ni sus diccionarios. Cada vez que un noticiero burgués usa la palabra “polémico” para referirse a un líder social, está induciéndote a que lo veas como amenaza. No te tragues el odio oligarca como si fuese tuyo. Piensa. El 90% de las matrices ideológicas de los medios burgueses es antipolítica. Superproducciones, miniseries, noticieros… para des-movilizarte. Todas las veces que un informativo use la palabra “enfrentamiento” entre luchadores sociales y policías ¡miente!. Es represión vil pero maquillada. Todos los días debes defenderte de la ideología dominante: nada que te humille, nada que te duela, nada que te endeude, nada que te embrutezca. Dignidad. En boca de la derecha la palabra “referéndum” significa odio al pueblo. No te engañe el democratismo burgués ni su llanto de cocodrilo.

La Guerrilla Semiótica requiere, por ejemplo, bombarderos de precisión para demoler las matrices ideológicas que obligan a los pueblos a votar en su contra. Hay que ganar la gran batalla contra la infiltración de ideología burguesa en nuestras propias casas y hasta la cocina. Guerrilla Semiótica significa audacia de la inteligencia para desmoronar los castillos ideológicos de la clase dominante y derrotarlos con el razonamiento enamorado de la inteligencia revolucionaria y socialista. Emancipar conciencias. Una Guerrilla Semiótica requiere de acción emancipadora y multiplicadora en los territorios más invisibles de la conciencia. Emancipación. Cada quien debe asumir su responsabilidad y su trinchera en la Guerrilla Semiótica. Desmontar el diccionario del engaño con que nos ha derrotado más que por la fuerza. Tarea urgente.

[1] “…La «guerra pequeña» o guerrilla -pequeños destacamentos de maniobras independientes unos de otros- procura debilitar y extenuar al adversario…”. León Trotsky, GUERRILLA Y EJÉRCITO REGULAR: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1919/24vii.htm

 

[2] “…Si por guerrilla se entiende, un método de maniobras rápidas y ligeras, de incursiones, súbitas…” León Trotsky, GUERRILLA Y EJÉRCITO REGULAR: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1919/24vii.htm

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/Guerrilla-Semiotica-La-Revolucion-de-la-Comunicacion-por-todos-los-Medios-20160928-0004.html

Imagen: nos-comunicamos.com.ar/sites/default/files/styles/large/public/imagenes/show.jpg?itok=NtpCTmqL

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