Por: Fernando David García Culebro
En México y en muchos países del mundo, en el marco de la emergencia sanitaria, las fechas conmemorativas son celebradas de manera diferente este año. Las mañanitas del día del niño (el 30 de abril), fueron virtuales y las felicitaciones de sus maestros y maestras llegaron a las y los niños por mensajes de texto o videos a través de un teléfono móvil. De igual manera, el primero de mayo (día de las y los trabajadores), las voces que demandan los derechos de salarios justos, tratos dignos y jornadas razonables, se oyeron en podcast, ya no fue en las calles como en otros años.
Recientemente en la celebración del día de las madres en México, el tradicional mariachi no se escuchó como en años anteriores, las escuelas no realizaron los eventos que cada 10 de mayo realizaban y la mayoría permaneció en su casa para recibir la visita de sus familiares cercanos. Algunos se atrevieron a darles el abrazo, otros no, para mantener la sana distancia.
Llegó el día del maestro y también fue diferente. Algunos extrañaron el abrazo de sus camaradas al comenzar la marcha que en muchos estados de la república mexicana se ha venido realizando en esta fecha.
Sin embargo, tal vez todo esto, durante la pandemia, nos permita vivir de otro modo cada día. Revalorar el justo significado de cada momento y de nuestras acciones.
Preguntarnos por ejemplo: ¿qué ha significado para cada docente su propia labor?, ¿Cuál ha sido el valor que éste le ha dado? Como dice Marcela Chavarría:
El valor intrínseco del magisterio y la valentía de ejercerlo son dos aspectos que hoy llaman a la reflexión; sobre todo cuando gran parte de la propia vida transcurre en el trabajo […] Si todo obrero corre riesgos cuando usa los materiales con que trabaja, ¿cuáles corre el maestro y la maestra si su materia prima‟ son la inteligencia, la libertad, la afectividad y la trascendencia de otros seres como él o ella? (Citado en Bermúdez, 2011)
-¿Qué te preocupa, si eres maestro y tu trabajo está bajo sombra? – trabajas cinco horas diarias y tienes libre sábado y domingo, con vacaciones pagadas. Estos fueron algunos de los comentarios que recibí en mi primer año de servicio en el ámbito educativo. En ese entonces, guardé silencio, no supe qué responder, lejos estaba de comprender la enorme tarea de los y las docentes.
El presente artículo reúne las voces de muchos compañeros y compañeras, que amablemente respondieron a la siguiente pregunta ¿qué ha significado para ti ser maestro/a?
Ser maestro, para mí ha significado: La materialización de un sueño imposible. Las condiciones de pobreza de mi infancia no mostraban la esperanza de, ni siquiera terminar la primaria. Por ello, Ser maestro, para mí ha significado: la oportunidad de compartir con otros lo que he aprendido y en ese acto colaborar en la construcción de las nuevas sociedades. La oportunidad de viajar y conocer parte del país y conocer a muchos educadores valiosos. La oportunidad de estar aprendiendo continuamente mientras comparto con los demás. La oportunidad de una vida distinta a la de mi infancia, para mi familia. La oportunidad de conocer a muchos niños y jóvenes que se entusiasman aprendiendo. (Seín A. Laparra Méndez)
Ser maestra ha sido la mejor decisión de mi vida. Ya que a través de ésta noble labor he contribuido a transformar la mente y el corazón de los niños. Siendo agente de cambio y motivación debido a que todos los días a través de nuestro trabajo inyectamos a nuestros alumnos ese deseo de aprender. Y al mismo tiempo, ser docente significa aprender algo nuevo de nuestros alumnos, porque también ellos nos enseñan a ver la vida desde su panorama, nos enseñan a divertirnos, construir y reconstruir el conocimiento. Ser profesora es lo mejor que me ha pasado puesto que todos los días ríes, aprendes y aunque a veces las actividades planeadas no resultan como uno esperaba, al final de la jornada uno se queda con la satisfacción de ver cómo la mente y la actitud de nuestros alumnos van cambiando. Confiando en que un día no muy lejano ellos se convertirán en aquello que ahora de niños están soñando: doctores, maestros, arquitectos… ¡Y entonces harán de éste mundo algo mejor! (Matilde Sántiz)
Ser maestra ha significado para mí: Vida, Fuerza, Amor, Esperanza, Felicidad. Vida porque el ser maestra me motiva día a día a vivir y dar lo mejor de mí, porque me ha permitido ser de ayuda para la vida de muchos corazoncitos. Fuerza porque me ha dado fortaleza para sobrellevar las situaciones adversas de la vida. Amor, porque en medio de toda la pedagogía, los programas, el plan de clase, las tareas, los contenidos y las batallas de la vida. El AMOR es el sentimiento que he recibido de muchos alumnitos y de muchas personas. El ser maestra significa eso, porque no solo he dado clases, sino que he dado amor y prueba de ello es que también lo he recibido en abundancia. Esperanza porque sé que en mis manos día a día, ciclo a ciclo escolar se forman seres humanos de los cuales son la esperanza para el futuro. Significa esperanza porque anhelo que lo que he dado como maestra y ser humano a mis alumnos se vea reflejado en sus vidas, significa esperanza porque deseo con el paso de los años ver a mis alumnos ser exitosos. Felicidad. Porque no hay lugar más lindo y alegre que un salón de clases, significa felicidad porque es ahí donde se vacían los corazones, es ahí donde se olvidan penas, es ahí siendo maestra, siendo niña, siendo amiga, siendo compañera donde la felicidad se comparte y se demuestra día con día. (Nancy Bautista)
Ser maestro no es únicamente llegar al salón y dar una clase o simplemente entretener a los niños. Es una responsabilidad más allá de un título, es más que poseer conocimientos, está más allá de mi credo, religión o corriente política. Porque eso es solo lo que soy como individuo, pero ser maestro es una tarea compleja que no solo se redunda al espacio de cuatro paredes o al aire libre. Es una gran responsabilidad que implica conocer inquietudes, problemas en el hogar: económicos, de salud, violencia, desintegración familiar, etc. los cuales, tal vez no podemos solucionar pero si dar esa muestra de afecto y motivación. Con ello, uno se siente parte de la vida de los niños y no solo un individuo más que integra ese grupo superficial. Ser maestro no es solo llenar un cerebrito de conocimientos, si no rebosar de afecto a corazones, porque en muchos casos, llegan niños careciendo de ello. Ser maestro es entender que no es por ética profesional el hacer bien tu trabajo. Es por ética personal, porque lo que hagas como maestro marcará la diferencia si tienes una nueva generación de personas frustradas o seres que tienen valores, respeto hacia sus semejantes y al medio ambiente. (Alberto Oropeza)
Para mí ser docente significa muchas cosas, es reinventarse cada día, es pensar para el otro, es ver más que el ahora, es construir y reconstruir los pensamientos con un grupo en los cuales me encuentro presente en ese momento, es abrir tanto el pensamiento como los sentimientos de ese colectivo del que se es parte, es superar los límites que se tienen como sujetos individuales para formar nuevos sujetos sociales en caminados para la ayuda mutua, es descubrir grandes diversidades presentes en un mismo lugar, es sentir a cada alumno como parte de nuestro propio ser, ser docente es todo eso y más. Ser docente es un pensamiento de vida, para la vida y por la vida. (Rubí A. Pérez)
Ser maestra ha significado para mí, poner en práctica mi vocación de servir a los demás con el corazón abierto a facilitar y guiar a los futuros profesionistas. Ser el puerto seguro a donde puedan llegar. Ser ejemplo y aprendiz de mis alumnos, abriéndoles espacios donde se sientan confiados y libres, aprendiendo a hacerle frente a la vida. (Alejandra Ramos)
Ser maestro para mí ha sido una oportunidad para desarrollarme profesionalmente, da lugar para realizar aquello por lo que tanto luché y quiero en la vida, que es trabajar con
y por personitas de las cuales he aprendido mucho y seguiré aprendiendo. De igual manera, el ser docente ha sido una motivación permanente para ser mejor profesional; pero aún más, ser mejor persona, porque nadie puede enseñar lo que no posee. Trabajar con niños que requieren mucha atención y sobre todo cariño, permite darles ese amor y cobijo en sus corazones que tanto necesitan. En muchas ocasiones ellos reflejan episodios de nuestras vidas y es nuestro deber brindarles la oportunidad para superar las adversidades, los docentes debemos ser el ejemplo vivo para salir adelante con base en el estudio y el amor hacia lo que se hace. Sin lugar a dudas el Ser maestro es un estilo de vida. (Rafael Oropeza)
Ser maestra ha significado, ser una persona más realista, más perseverante, más empático, más sensible. Me ha enseñado que la educación de nuestros alumnos se lleva en el corazón, cada logro de ellos lo festejas y cada dificultad que ellos enfrentan la asumes como propia. En lo particular ser maestra me ha enseñado día a día que los niños y su educación son la base de nuestra sociedad y nosotros como maestros tenemos total acceso a ser partícipes a ese proceso. Si bien construyes o bien destruyes. (Lorena Liévano)
Ser maestro ha significado un gran reto en mi vida, debido a que enseñar no es solo dar clases, sino a preparar niños para el futuro, lo que me ha llevado a ser mejor persona. Asimismo, a sonreír con las aventuras, travesuras, espontaneidad de los niños y ser más sensible ante muchas situaciones de la vida. Me ha motivado a ser ejemplo para mis alumnos dentro y fuera de la escuela. Esto ha implicado cuidar aspectos de mi vida personal y laboral, esforzándome a entregarlo todo para el bien de los niños. (Aníbal Avendaño)
No es que se hayan elegido a docentes con un mismo perfil o afinidad; ni que sean de un mismo lugar o nivel educativo, sino todo lo contrario, se eligieron personas de diferente procedencia y contexto laboral, no obstante es evidente, que en la mayoría de los comentarios, los y las docentes no ven el hecho educativo como un acto que responda únicamente a la transmisión o construcción de conocimientos, sino que además, incluye la atención de emociones, necesidades e intereses de cada estudiante.
En ese sentido, la escuela es un espacio de humanización, socialización, encuentro, construcción, innovación, identificación y descubrimiento de uno mismo a través de los otros y las otras. Pero sobre todo, para muchos niños y niñas, el aula y el regazo del docente son un refugio que mitiga sus pesares.
Hoy más que antes, la clase presencial cobra importancia y quedan al descubierto las necesidades que las clases en línea serán incapaces de satisfacer.
En palabras de Jurjo Torres: “La escuela pública presencial es la única institución que tenemos hoy para enseñarnos a vivir juntos […] con los que son diferentes a nosotros”[1], porque ahí es el lugar de encuentro de la diversidad, en ese espacio asisten niños, niñas, maestros, administrativos y directivos; padres y madres de familia de diferentes barrios, condición económica, política, religión, etc. Y es el sitio donde se desarrolla la empatía, se valora la diversidad, el trabajo en equipo, la ayuda mutua, pero sobre todo, se propicia el diálogo y la escucha activa.
Por ello, mi mensaje a las escuelas formadoras de docentes es que no únicamente deben poner importancia en los conocimientos que las y los futuros maestros van a adquirir o construir, sino también cultivar la paciencia, confianza, estabilidad emocional, humildad, pensamiento creativo, pensamiento crítico, etcétera y un largo etcétera.
Porque la escuela no es un banco de conocimientos, el ser humano, no solo es razón, también es emoción, y en él y ella, convergen sentimientos y diferentes estados de ánimo.
Los mismos docentes durante su labor pasan por situaciones emocionales muy difíciles y están en las aulas intentando olvidar sus dificultades y de hecho muchas veces lo logran solucionando problemas de otros, aunque los suyos queden postergados.
La labor de los y las docentes no se limita a un horario y espacio, los maestros y las maestras cuando no están en la escuela, también trabajan, elaboran materiales, realizan planeaciones, inventan problemas para ser resueltos en clases, pero sobre todo, la mayor parte del tiempo se la pasan pensando en sus alumnos/as.
La vida en la docencia tiene muchas vicisitudes, y aun con todo ello, muchos no quieren jubilarse y los que lo hacen, extrañan su vida en las escuelas.
Pensando en el día del maestro y la maestra hice la siguiente pregunta a compañeros/as jubilados/as que conozco: ¿Qué es lo que más extrañas del trabajo docente?
Lo que más extraño es la convivencia, anhelo estar frente a grupo, transmitir mi experiencia, escuchar el bullicio, las quejas y sobre todo, las ocurrencias que de pronto
surgen en cada niño(a). Recuerdo una muy chistosa estaba aplicando un examen en primer año (cuando ellos empiezan a descubrir el mundo del saber) me dice una nena: “maestra Marichuy con V de vaca o B de burro se escribe buautemoc”, le pregunté ¿qué quieres escribir mamita? “el nombre de mi escuela” me respondió. Y así tantas anécdotas, un día les platiqué que me dan terror las ratas y los hámsters. Después a un niño que ahora es todo un muchacho se le ocurrió llevar uno en una cajita de regalo y me dice: “maestrita chula te traje este regalo, pero ábrelo”. ¡Jesús cuando vi la ratita!, salí llorando y aterrorizada, mi amiga Daly me abrazó y entró al salón a hablarle al niño, después él me pidió disculpas. Me siento muy satisfecha de todo lo que pude dar reconozco que quizás no fui tan amorosa, estricta sí, pero en el fondo de mí, amé a cada grupo porque eran totalmente diferentes. (María de Jesús Utrilla)Extraño la sonrisa de los niños, sus ocurrencias. Ayudarles en sus penas como el abandono de sus padres o castigos exagerados y poder darles un poquito de cariño. Extraño sus saludos afectuosos, más en la calle cuando me encuentran. La ternura de la mirada de los de primero, al inicio de ciclo, verlos crecer y hacerse adultos. Extraño a mis compañeros que siempre fueron fieles hermanos en los triunfos pero también en las derrotas. Extraño mi mesa, mi silla, el pizarrón, etc. (Arturo Amílcar Morales)
Extraño mucho el cariño de los niños, el respeto de los padres de familia por mi entrega en el trabajo, el compañerismo de los camaradas de la escuela y la zona, todos esos, son grandes recuerdos, pero hay que aceptar y adaptarse a la nueva etapa, estuve bastante inestable ante el cambio, pero ya me estoy creando nuevas actividades donde pueda estar cerca de mis padres que ya están viejitos. (Ciro Cancino)
La vida del maestro y la maestra, también es extrañar, al comienzo, en escuelas alejadas de su hogar, extrañan su familia y es el primer sentimiento con el que tienen que lidiar al empezar su servicio docente. Después extrañan la escuela que han dejado, al iniciar de nuevo en otra parte, extrañan a sus alumnos/as que se han ido, sus compañeros que ya se han despedido.
Los/as docentes jubilados/as tiene muchas historias, experiencias, saberes y anécdotas para compartir. “Tal vez el recuerdo de esos días en las escuelas, avivan el presente y la utopía que hoy desentume nuestro cuerpo y nos hace caminar” me dice mi maestro de primaria -Jesús García- enterrando su mirada en las montañas de Chiapas. Y precisamente, Jesús García Borraz es la persona que me enseñó a leer y escribir, así que, inevitablemente él es parte de este texto, como lo son todos los que fueron mis maestros. Porque en ellos encontré el valor de educar. Y los reconozco ¿saben por qué?, porque fueron capaces no solo de llegar a mis pensamientos sino también a mi corazón. A decir de Vasconcelos los grandes maestros […] “son aquellos que en momentos de regocijo y de triunfos nos viene a nuestra mente”. En lo personal, eso me sucede a menudo, por ello, “gracias a cada uno de nuestros maestros, que traspasaron el aula para seguir orientándonos, dejando huellas en la piel de nuestra memoria y encendiendo la luz de nuestro corazón” (Bermúdez, 2011).
He conocido personas que sus días han transcurrido en las escuelas, cuando le pregunté a una de ellas – ¿Por qué no se ha jubilado?- Me respondió con acento filosófico – “porque el día que lo haga, moriré de depresión”…
Tal vez muera su cuerpo algún día, pero jamás morirán sus historias, sus enseñanzas, las semillas que sembró en otros y otras, que ya han germinado y echado raíz en otras partes.
Sin embargo, no puedo pasar por alto y perderme en el romanticismo, olvidando “a quienes hacen de la docencia una rutina sin brillo ni vida, intentan reproducir textos, repetir programas, realizar lo mismo día a día” (Bermúdez, 2011). Viven pendientes del tiempo, sobre todo durante la jornada laboral. Esperan a la hora de salida y a los días viernes con desesperación, reciben el lunes sin ilusión y transcurren sus días sin amor a lo que hacen.
Muchas veces, me hice las siguientes preguntas: ¿nacemos para ser maestros? ¿Hay algo predestinado?, hoy, mi respuesta es que no. Que todos tenemos la oportunidad de enamorarnos de nuestra labor. Porque la manera de hacer docencia es una construcción social, no algo que nos fue dado de manera natural. En nuestra subjetividad y el currículum oculto se esconden las respuesta de lo que hacemos en nuestra práctica educativa.
Hoy es un buen día para pensar la maravillosa dicha de ser maestro/a y “descubrir la riqueza de la vida humana, encontrar la plenitud personal en el servicio al mejoramiento ajeno y hacer de ésta una meta, un reto y una misión de vida” (Bermúdez, 2011). Escuchar nuestra voz interior que nos invita a amar y a enseñar.
A decir de Fernando Savater: “un maestro, un director desmotivado, perdido sin compromiso, aunque tenga los máximos títulos universitarios, vagará como alma en pena por escuelas dotadas, con salones de clase, de computación admirables, polideportivos fastuosos, sin conseguir con ello darle valor a la educación” (Citado en Bermúdez, 2011).
A partir de la entrada de las políticas neoliberales en México han existido campañas de desprestigio al magisterio, evidenciando la feroz intención de hacer creer a la sociedad que hay una crisis educativa y que los responsables de esa crisis son los maestros/as. En lugar de motivarlos, muchos gobiernos han pretendido todo lo contrario, como lo muestra el documental “de panzaso”[2] impulsado por “Mexicanos primero” y coordinada por Carlos Loret de Mola, en el periodo de gobierno de Enrique Peña nieto, previo a la reforma educativa promovida por ese gobierno represor y privatizador.
Y justamente por esa embestida neoliberal que ha golpeado cruelmente al magisterio, también se han reavivado energías, luchas y vínculos entre maestras y maestros, para defenderse unidos. Así, durante las últimas décadas han surgido algunos proyectos alternativos de educación en México y los y las docentes han comenzado rutas diferentes en su labor pedagógica, porque han quedado al desnudo las perversas intenciones de los proyectos educativos orientados por los organismos internacionales como la OCDE, el FMI y el Banco Mundial.
El panorama actual en la educación, presenta nuevos desafíos e invita a los y las docentes a reinventarse y a repensar la práctica educativa. Lo que acontece en el mundo es un llamado al despertar social. No podemos “volver a la normalidad”, no solo porque esa normalidad no era buena, sino porque ya no será posible. Los imaginarios sociales están siendo transformados en este periodo de confinamiento preventivo, se están generando cambios inimaginables que nos obligan a repensar el hecho educativo de manera urgente.
Los movimientos sociales y los proyectos alternativos en educación hoy tienen la difícil tarea de responder a esta dura ofensiva y no hablo del coronavirus, sino de todo lo que trajo consigo esa crisis sanitaria.
Por ello, hoy más que nunca, los y las maestras continúan siendo la clave de la transformación en la escuela para la vida. Y es necesaria como dice Zeichner: “una reacción contra la visión de los profesores como técnicos que sólo se dedican a transmitir lo que otros, desde el exterior de las aulas” diseñan y hasta comercializan, mientras que los y las docentes son meros participantes pasivos, seguidores de guías y manuales. Por el contrario es menester un cambio que implique reconocer que los y las maestras son “profesionales que tienen que desempeñar un papel activo en la formulación de los […] fines de su trabajo, tanto como en la de los medios: el reconocimiento de que la enseñanza ha de volver a ponerse en manos de los profesores” (Zeichner, 1993).
En consideración de los comentarios de los y las maestras antes mencionadas/os, como Nilda Bermudez señala: “es imprescindible contar con maestros que comprendan la necesidad de conocer los problemas de sus alumnos, comprometidos con ellos y luchen por lograr la comunicación educativa con los educandos y sus familias para obtener resultados significativos tanto individuales como colectivos”, además, es menester, pensar los problemas de la escuela en comunidad, no encerrados en el individualismo, porque lo que le acontece al compañero o compañera del salón de alado, tiene alguna o mucha relación con lo que le sucede a los otros.
Sin embargo, es imprescindible también que las autoridades educativas comprendan y confíen en las capacidades de los y las docentes, porque cuando se habla de capacitar a las y los maestros podemos contemplar una falta generalizada de respeto hacia el conocimiento práctico de los y las profesoras en el ámbito de la investigación educativa. Otras pruebas tangibles han sido las reformas “que han tratado de definir una base de conocimientos para la enseñanza prescindiendo de la voz del magisterio” (Zeichner, 1993).
Aprender a ser docente, no es algo que solo se dé en las escuelas formadoras de maestros, se aprende todos los días, sobre todo cuando somos capaces de reflexionar sobre nuestra práctica educativa y transformarla. Hay tres actitudes que Dewey considera necesarias para la acción reflexiva:
En primer lugar la apertura intelectual se refiere al deseo activo de atender a más de un punto de vista, a prestar plena atención a las posibilidades alternativas y a reconocer la posibilidad de errores, incluso en nuestras más caras creencias. Los maestros intelectualmente abiertos examinan de manera constante los fundamentos que subyacen a lo que se toma como natural y correcto, y se preocupan por descubrir pruebas contradictorias. Los maestros reflexivos se preguntan constantemente por qué hacen lo que hacen en clases. (citado en Zeichner, 1993)
En ese sentido, nuestra tarea exige seriedad y un gusto esencial por mejorarla para el servicio de los demás, por ello implica amarla y disfrutarla.
Hoy es un buen día para pensar en todo lo que ha significado ser maestro/a. Pensarnos, no solo de manera individual, sino colectiva. Lo que la comunidad escolar espera de nosotros y también, lo que nosotros esperamos de esa comunidad.
Revalorar al magisterio, es tarea de autoridades educativas, de las y los propios maestros y de la sociedad en general.
La confianza de un país en sus maestros/as es clave para enfrentar los retos educativos del presente y del mañana. Recordar y retomar a José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet y a Rafael Ramírez Castañeda, entre otros, le quedaría muy bien al sistema educativo mexicano.
Palabras clave: Revalorización del magisterio, Jubilados, Formación docente, Añoranzas, Amor, Valor de educar, Significado de ser maestro.
Referencias:
Bermúdez, N. E. (2011). El valor del maestro en el acto de educar. Vinculando.
Jurjo Torres Santomé. (07 de 05 de 2020). Conferencia de Jurjo Torres Santomé, CINPECER – CSIIE Sección XVIII CNTE. Recuperado el 07 de 05 de 2020, de https://www.youtube.com/watch?v=WW0ioNEASH8
Mexicanos Primero. (13 de Octubre de 2012). De Panzaso. Recuperado el 02 de Mayo de 2020, de https://www.youtube.com/watch?v=i4BbdUds90s&feature=youtu.be
Zeichner, K. (1993). El maestro como profesional reflexivo. Cuadernos de pedagogía, 220.
[1] https://www.youtube.com/watch?v=WW0ioNEASH8
[2] https://www.youtube.com/watch?v=i4BbdUds90s&feature=youtu.be
Fuente: El autor escribe para OVE