La educación es uno de los pilares de las sociedades avanzadas, de la que depende en buena parte la prosperidad de un país. Pero en España se ha dejado llevar en muchos momentos por los vaivenes políticos y solo se han abordado los problemas inmediatos. El último caso, con la discusión sobre las pruebas de acceso a la Universidad, conocidas como Selectividad. «Es complicado que en pruebas masivas como esta se evalúen competencias transversales. Creo que la Selectividad actual es mejorable, pero sí cumple su función», defendió el viernes pasado Nekane Balluerka, rectora de la Universidad del País Vasco.
Desde la Universidad se enfatiza que lo importante no es centrarse en estas pruebas y sí hacerlo en la educación en general. «Tiene que ser una prioridad política. Si se convencen de que la educación es fundamental, se podrán acometer los cambios necesarios», aseguró Francisco Mora, rector de la Universidad Politécnica de Valencia, en un desayuno informativo organizado por EL PAÍS y patrocinado por el Santander. Mora defendió la validez de la selectividad actual: «Tiene sus limitaciones, pero es una medida objetiva que cumple su función».
La Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU o EvAU, según la comunidad autónoma), que sustituye a la antigua Prueba de Acceso a la Universidad, conocida como la Selectividad, vuelve a estar en cuestión por varios motivos: el primero, por la filtración de pruebas que hubo en Extremadura, que obligó a repetir algunos de los exámenes a más de 3.000 alumnos. A esto hay que añadir la queja de la disparidad de dificultad por comunidades (los exámenes son diferentes) y la reivindicación del Gobierno de Castilla y León de que sea el mismo para todo el territorio.
Este debate político que tiene detractores por la mirada a corto plazo. Algo que no ocurre solo en España ni solo en educación. «La falta de visión de largo plazo es uno de los problemas actuales de la política en todo el mundo. Hace falta un gran consenso social detrás para que se puedan tomar medidas que el resultado llegue en 15 o 20 años y no en los cuatro años de Gobierno», argumentó Rebeca Grynspan, responsable de la Secretaría General Iberoamericana, que agrupa a 22 países de América Latina y la Península.
En la conversación se defendió a la Universidad como motor de la transformación social. «Los temas importantes sobre educación se tienen que debatir de forma profunda en la Universidad, alcanzar un consenso y exigir un replanteamiento integral», reclamó Javier Roglá, director global Santander Universidades y Universia, que criticó el modelo vigente de Selectividad: «Tiene deficiencias. Por ejemplo, es solo un examen de conocimientos y no de competencias. No se puede girar toda la educación secundaria en resolver un examen». Balluerka insistió en que los alumnos no se pueden jugar su futuro en un solo día. «Habría que debatir qué peso debe tener la Selectividad sobre la nota final. En mi opinión, debería contar menos del 40% actual».
Sin embargo, la rectora de la Universidad del País Vasco planteó dificultades de poder realizar pruebas masivas sobre competencias con herramientas fiables. Algo que también expuso Francisco Mora: «Las competencias transversales [liderazgo, emprendimiento, trabajo en equipo y saber comunicar, entre otras] son muy difíciles de evaluar de forma masiva, por eso la Selectividad se limita a evaluar lo que puede».
Modelo alemán
Uno de los grandes retos que marcarán los cambios en la educación es la empleabilidad. Hay modelos como el alemán, más enfocado en las necesidades de la empresa, que tiene un alto grado de inserción laboral, aunque también lagunas. «No creo que la Universidad tenga que formar con la mirada solo en lo que necesitan las empresas. Tenemos que formar estudiantes con capacidad intelectual, versátiles, capaces de adaptarse a un entorno cambiante y de transformarlo», aseveró Balluerka. En ese punto también incidió Luis González-Blanch, embajador en Madrid de Singularity University: «Es importante mirar a la empresa, pero también ver lo que necesita la sociedad».
Así, entre el modelo español, alejado de la empresa, y el alemán hay un punto intermedio que defendieron los ponentes. «La empresa privada tiene que ayudar, pero no dirigir. El diálogo es necesario para que el modelo universitario se adapte a la nueva realidad laboral», afirmó Javier Roglá, de Santander Universidades y Universia. Eso sí, un diálogo abierto no solo con las grandes firmas. «Es muy importante que estén en la discusión las pequeñas y medianas empresas, así como emprendedores», defendió Carlos Bertrán, director de operaciones de la fundación Generation Spain, de McKinsey.