Por Iván Cachanosky
¿Cómo lograr un sistema competitivo que incluya a todas las personas?
No hay discusión en que se busca la excelencia educativa. No importa desde qué corriente o pensamiento venga una persona, todos quieren la mejor educación para sus hijos. En otras palabras, no es en el fin en el que difieren las propuestas sino en los medios.
Muchas veces ocurre, que personas con pocos recursos deben enviar a sus hijos a escuelas o universidades públicas porque no tienen otra opción ya que no pueden fondear una educación privada. Además, en un contexto donde la tecnología y la globalización avanzan a pasos agigantados es importante cuestionarse el rol de la educación en un mundo cambiante.
En este marco, es que se vuelve indispensable fomentar la competencia en los centros educativos (primaria, secundaria, universidades) para lograr un mejor resultado. Los principales beneficiarios de un sistema competitivo serían las personas de menores recursos. ¿Qué sucede hoy en día? Aquellas personas que tienen recursos pueden elegir con menores inconvenientes a que escuela o universidad irán sus hijos.
Mientras que las personas de menores recursos encuentran mucho más limitada sus posibilidades de elección. Sólo pueden elegir entre los centros de estudios públicos porque no pueden fondear los privados. Entonces, ¿cómo lograr un sistema competitivo que incluya a todas las personas?
El punto sería cambiar el foco del subsidio. En lugar de subsidiar la oferta, sería mucho más eficiente subsidiar la demanda. ¿Qué significa esto? Que el dinero que se gaste en educación siga los intereses del alumno y su familia. Al subsidiar la oferta, se financian con impuestos a las escuelas y universidades públicas, pero en muchas ocasiones se observan malos resultados y condiciones precarias de estudio.
Nuevamente, aquellas personas que no poseen los suficientes recursos para que sus hijos estudien en centros privados, no les quedará otra alternativa que elegir entre las opciones públicas que hay. En cambio, al subsidiar la demanda, en lugar de usar el dinero en las universidades, se entregaría vouchers educativos a las familias que sólo puedan ser utilizados con ese fin.
Así, por ejemplo, una persona podría recibir un voucher por un monto “X” y podría utilizarlo para financiar su educación en una escuela o universidad privada si es que la considera mejor opción. Tal vez ocurra que de todas maneras esta persona opte por un instituto público y también es válido. Pero esto sólo ocurriría si el instituto público logra calidad educativa que sea valorada por el mercado.
El mayor beneficio de esta propuesta es que multiplica la cantidad de oportunidades que tienen los alumnos para estudiar. Obtienen mucha mayor libertad de opciones y de acción. Luchar por la igualdad de oportunidades es muy noble, pero es irreal y fantasioso. Nunca existirá la igualdad de oportunidades porque poseemos habilidades distintas y está bien que así sea.
No hay discusión en que se busca la excelencia educativa. No importa desde qué corriente o pensamiento venga una persona, todos quieren la mejor educación para sus hijos. En otras palabras, no es en el fin en el que difieren las propuestas sino en los medios.
Muchas veces ocurre, que personas con pocos recursos deben enviar a sus hijos a escuelas o universidades públicas porque no tienen otra opción ya que no pueden fondear una educación privada. Además, en un contexto donde la tecnología y la globalización avanzan a pasos agigantados es importante cuestionarse el rol de la educación en un mundo cambiante.
En este marco, es que se vuelve indispensable fomentar la competencia en los centros educativos (primaria, secundaria, universidades) para lograr un mejor resultado. Los principales beneficiarios de un sistema competitivo serían las personas de menores recursos. ¿Qué sucede hoy en día? Aquellas personas que tienen recursos pueden elegir con menores inconvenientes a que escuela o universidad irán sus hijos.
Mientras que las personas de menores recursos encuentran mucho más limitada sus posibilidades de elección. Sólo pueden elegir entre los centros de estudios públicos porque no pueden fondear los privados. Entonces, ¿cómo lograr un sistema competitivo que incluya a todas las personas?
El punto sería cambiar el foco del subsidio. En lugar de subsidiar la oferta, sería mucho más eficiente subsidiar la demanda. ¿Qué significa esto? Que el dinero que se gaste en educación siga los intereses del alumno y su familia. Al subsidiar la oferta, se financian con impuestos a las escuelas y universidades públicas, pero en muchas ocasiones se observan malos resultados y condiciones precarias de estudio.
Nuevamente, aquellas personas que no poseen los suficientes recursos para que sus hijos estudien en centros privados, no les quedará otra alternativa que elegir entre las opciones públicas que hay. En cambio, al subsidiar la demanda, en lugar de usar el dinero en las universidades, se entregaría vouchers educativos a las familias que sólo puedan ser utilizados con ese fin.
Así, por ejemplo, una persona podría recibir un voucher por un monto “X” y podría utilizarlo para financiar su educación en una escuela o universidad privada si es que la considera mejor opción. Tal vez ocurra que de todas maneras esta persona opte por un instituto público y también es válido. Pero esto sólo ocurriría si el instituto público logra calidad educativa que sea valorada por el mercado.
El mayor beneficio de esta propuesta es que multiplica la cantidad de oportunidades que tienen los alumnos para estudiar. Obtienen mucha mayor libertad de opciones y de acción. Luchar por la igualdad de oportunidades es muy noble, pero es irreal y fantasioso. Nunca existirá la igualdad de oportunidades porque poseemos habilidades distintas y está bien que así sea.
En otras palabras, todas las personas son inteligentes o hábiles en algún campo, la pregunta es en cuál. En cambio, la propuesta del mercado y la competencia es mucho más honesta, ya que lo que ofrece es cantidad de oportunidades.
El voucher educativo es un perfecto ejemplo de esto. La persona al recibir el voucher, amplía sus posibilidades de elección porque ahora podría financiarse para estudiar en una universidad privada cuando antes no existía esa opción. Y si deseara hacerlo en una pública también podría hacerlo.
La diferencia ahora es que existe competencia y destacarán aquellas escuelas y universidades que brindan los mejores servicios educativos. Por otro lado, los padres tienen un protagonismo mucho mayor y es así cómo debería ser. ¿Quién mejor que sus padres para elegir la educación de sus hijos? Darles mayores posibilidades de elección y ampliar el espectro de su toma de decisiones no puede ser nunca una mala noticia.
Casualmente, como son los padres (y no el gobierno) los más idóneos para elegir que tipo de educación pretenden para sus hijos, también es importante brindar mayor libertad en los contenidos educativos.
La educación está atravesando una revolución. Los tiempos cambiaron y hay muchas nuevas herramientas con la que los estudiantes pueden aprender mucho más a través del uso de las nuevas tecnologías que de un profesor.
En otras palabras, los profesores tienden a convertirse en tutores de los alumnos que van descubriendo sus intereses y aprendiendo en aquellos campos donde son más capaces. En concreto, la educación hoy en día es mucho más compatible con la búsqueda de la felicidad de los estudiantes.
No es casualidad que este haya sido uno de los principales puntos que destacaron los Padres Fundadores de Estados Unidos. Ellos hablaban de la búsqueda de la felicidad. Los nuevos enfoques de educación son totalmente compatibles con este principio, donde el alumno va descubriendo (con ayuda de los maestros) y desarrollando aquellos intereses en los campos que se destaca.
Aquellos países que entiendan que el paradigma de la educación está cambiando y se adapten a este nuevo enfoque seguramente tenga profesionales mucho más preparados. Los nuevos trabajos requieren cada vez más creatividad. Albert Einstein decía: “la creatividad es la inteligencia divirtiéndose”.
Pues bien, ese es el nuevo enfoque educacional que se está atravesando. Y la única manera de lograr esa diversión es estudiando en aquellos campos donde el estudiante es más inteligente. No cabe duda que divertirse con la inteligencia generando creatividad se encuentra en el camino de la búsqueda de la felicidad. Y tanto las escuelas como las universidades se encuentran en condiciones de incorporarse en este viaje, brindando mayores oportunidades (vouchers) y dando mayor libertad de contenidos.
Fuente del artículo: https://es.panampost.com/ivan-cachanosky/2018/08/29/ventajas-sistema-competitivo/?cn-reloaded=1