¡Escribir a veces cura!

30 de agosto de 2017 / Fuente: http://lopeziglesiasiolanda.blogspot.com.es

Por: Iolanda López Iglesias

Algunas personas me preguntan porqué escribo un blog. Yo siempre respondo lo mismo: porqué  disfruto, me cura, me ayuda a reflexionar, a estar en silencio y pensar, porque me hace mejor persona y profesional.

Cada mañana millones de personas en todo el mundo participan en un mismo ritual al que me incorporé hace ya algún tiempo. Poco después de levantarse cogen una hoja de papel y escriben en ella libremente. A esta rutina se le llama «Hojas de la mañana» (Morning Pages) y muchos de los que la siguen afirman que le ha cambiado la vida. Todo empezó cuando la autora Julia Cameron compartió esta práctica en su libro sobre creatividad The Artist’s Way (El camino del artista). Ella misma explica que le permitió ordenar sus pensamientos, los buenos y los malos, viviendo momentos de ansiedad, gratitud y enfado. Este hábito le ayudó a clarificar la cabeza y a encarar nuevos proyectos con fuerza y libertad. Explica que con ello aprendió a ser más honesta y a estar más centrada. Para ella y miles de personas se ha convertido en una forma de meditación y de auto conocimiento ayudándoles a hacer nuevos cambios en su vida. La misma autora afirma que cada uno debe hacerlo como lo sienta pero que hay algunos pasos que pueden llevar a que se convierta en una buena práctica. La autora nunca deja leer sus páginas ni las relee para evitar juzgar un sentimiento o pensamiento que haya podido tener.

¿Cómo empezar a escribir My Morning Pages? Pasos a seguir…

– La idea es empezar a primera hora de la mañana cuando el cerebro está algo dormido para que no pueda «censurar» lo que piensa, pudiendo escribir mucho más libremente.
– Es preferible hacerlo a mano no con el ordenador ya que así aparecen en la mente pensamientos más profundos y no puedes correr tanto.

– No se trata de demostrar que eres un gran escritor ni es necesario que sea nada profundo. Puedes hablar de lo que harás durante el día, de lo que viviste el día anterior o cómo te sientes de nervioso por la reunión a la que debes asistir. Escribe sobre aquello que sientes, que piensas, aunque creas que es totalmente banal.

¿Y por qué escribo?

Ha sido mi tema de «meditación» durante esta semana. La escritura me ayuda mucho ya que su práctica en el tiempo me permite generar nuevas ideas, adquirir hábitos, llegar a la solución de problemas y ser más intuitiva (uno de mis grandes objetivos actualmente). La práctica se convierte en un tipo de terapia y de auto conocimiento. Cuando aprendes a no juzgarte por lo que escribes puedes transferir lo aprendido a otras áreas de tu vida. Yo publico lo que escribo porque no tengo nada que esconder, lo que no quiero que sea público lo guardo muy adentro de mí así que elijo qué quiero compartir. Escribir es una acción que mejora mi salud y bienestar, también favorece mi memoria y expresión que complemento con la lectura para aprender a escribir cada día un poco mejor. También me ayuda a clarificar mis ideas, a entenderlas y ordenarlas, a imaginar y proyectar, a saber qué es importante en mi vida. Doy gracias por haber encontrado una actividad tan completa que me hace tan feliz. ¡Ojalá muchos que lean este post se animen también a hacerlo o si no que pueda estimular el inicio de otras actividades creativas: pintar, dibujar, cantar, interpretar…yo que sé…! Yo sólo pido que siga teniendo ganas de escribir…
Fuente artículo: http://lopeziglesiasiolanda.blogspot.com.es/2017/07/post-del-viernes-escribir-veces-cura.html
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Alumnos con alta capacidad: los grandes olvidados

Por: Iolanda López Iglesias

Uno de los problemas del sistema educativo en España es su incapacidad para dar respuesta a todos los alumnos por igual. La educación se ha convertido en una realidad compleja, teniendo que asumir múltiples y complicados objetivos para conseguir todo lo que le exige la sociedad. Difícil, sí,  lo es mucho. El derecho a la educación de calidad es un derecho social y público para todos … pero para todos, no para unos pocos.

Hoy quiero hablar sobre la atención de los alumnos con alta capacidad, unos de los grandes olvidados de nuestro sistema. Me preocupa la situación de este colectivo en el aula porque las opiniones y creencias erróneas que se tiene sobre ellos impiden que reciban una respuesta adecuada a sus necesidades e intereses. También me molesta quien trata el tema con cierta ligereza afirmando que no se deberían gastar recursos en este tipo de estudiantes porque sino estaríamos “robando” la oportunidad a otros que lo necesitan más que ellos. Me entristece pensar que aún algunos profesionales de la educación determinan quién debe recibir ayuda y quién no, ¿no deberían ser tratados todos los alumnos por igual? Hablemos de equidad y no de igualdad y no excluyamos a nadie.

La educación de los alumnos con alta capacidad no se encuentra entre las prioridades de atención en la mayoría de centros educativos de nuestro país ni en muchos de sus proyectos educativos. Con esto no quiero decir que deben convertirse en los más importantes pero sí afirmar que no pueden seguir siendo los grandes ignorados. En nuestro país existe la obligación legal de identificar y evaluar de forma temprana las necesidades de este tipo de estudiantes para ofrecerles una atención educativa específica, flexibilizar la duración de los diferentes niveles y etapas del sistema educativo independientemente de su edad, así como formar al profesorado y asesorar a los padres. Pero ¿realmente se hace? Un rotundamente NO describe mi respuesta.

En España miles de niños y jóvenes con alta capacidad pasan por nuestras aulas sin que sean identificados. El 90% de estos alumnos pasan por las aulas sin que nos enteremos. ¿Esta cifra no asusta a los que no se cansan de afirmar que estos estudiantes no necesitan de atención especial o “no son tan listos como parecen? Hablar de culpa no sirve para nada pero reflexionar sobre ello puede ofrecernos el impulso para empezar a actuar. Identificarlos y evaluarlos es mucho más que etiquetarlos, es saber quiénes son para adivinar qué necesitan. Te invito a pasear por el fantástico blog de Javier Tourón para ampliar mucho más sobre ello.

Es necesario también reconocer que al profesorado nos falta formación y capacitación y quien lo niegue, miente. Es verdad que generalizar en ocasiones en erróneo pero los pocos docentes formados en la atención de los niños con alta capacidad poseen una capacitación gracias a su interés a asistir a congresos, jornadas o por la propia autoformación no porque las universidades y otros organismos posibiliten aprender sobre cómo son y qué necesitan. Muy lejos de atacar a nadie y constatando que mucho de los docentes que están en el aula muestran una actitud de ayuda y entrega, acompañando con tolerancia y respeto y asumiendo su responsabilidad profesional para ayudar a todos nuestros alumnos, me atrevo a afirmar que sin una buena formación es muy difícil que haya una buena respuesta. Se necesita tiempo y esfuerzo para atender a estos alumnos, cierto, pero si nos formamos en otros temas y áreas ¿por qué no hacerlo también en esta? Con compromiso y una capacitación adecuada seremos capaces de conocer sus características y ofrecer una respuesta significativa y personalizada.

Otro aspecto a destacar es que en la escuela se sigue cuestionando si es necesario hacer “algo especial” para atenderlos. Se piensa, equívocamente, que al poseer una “inteligencia especial” no necesitan de nosotros. Y esto no es así. Todo niño o joven necesita que le conozcan, que le acompañen, que le interpelen y le motiven, absolutamente todos. En ocasiones, cuando tenemos algún alumno con alta capacidad en la clase parece que nos de miedo porque no sabemos qué hacer con él por nuestra falta de experiencia o formación apareciendo así un cierto rechazo y predisposición para trabajar con él. Quizás pedir ayuda resolvería mucho de los conflictos y angustias que originan estas situaciones. Te invito de nuevo a pasar por otro blog que te ayudará a descubrir y entender mejor a este tipo de alumnado La Rebelión del Talento y cómo trabajar con ellos.

¿Pero qué sucede si estos niños y jóvenes no reciben nuestra ayuda? En primer lugar que no nos beneficiaremos de su talento y estaremos negándoles poder llegar a la excelencia. Y en segundo lugar, y creo que mucho más importante, la falta de atención personalizada provocará su desmotivación para asistir y rendir en la escuela como pueden llegar a hacerlo pudiendo llegar el fracaso escolar.

Así, ¿qué deberíamos hacer para resolver esta situación? Un primer paso debe ser aprender a identificarlos lo más tempranamente posible y reconocer que son alumnos con necesidades educativas específicas. En segundo lugar impulsar una evaluación y diagnóstico que nos permita entender su capacidad, sabiendo cómo son y que necesitan para poder potenciar su máximo potencial alejándonos de la idea que únicamente son niños inteligentes que no necesitan una respuesta a sus necesidades específicas. Un tercer paso debe ser concienciarnos de la necesidad de formación específica que el profesorado y los equipos de orientación precisan para ofrecer una respuesta acorde a sus necesidades, dejando de pensar que son estudiantes que tienen que destacar en todo o demostrar más que los demás. Y en último lugar trabajar junto a ellos, acompañándolos, descubriendo sus fortalezas y dificultades e impulsándolos hacia la excelencia con los programas y recursos que faciliten nuestro trabajo. Promover un aprendizaje autónomo, basado en el descubrimiento y la experimentación a partir de aprendizajes que impulsen desafíos cognitivos y personales acordes a las posibilidades de cada alumno.

Para acabar animar a todos los docentes a realizar este maravilloso camino de conocimiento, acogida y respeto por los alumnos con alta capacidad… ¡Por una escuela donde TODOS los alumnos tengan su lugar… también ellos!.

Fuente: http://www.redem.org/alumnos-con-alta-capacidad-los-grandes-olvidados/

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¿Nunca se está lo suficiente preparado para ser un buen docente?

Por: Iolanda López Iglesias

Debates y más debates me hacen pensar que nunca estoy lo suficiente preparada para ser una buena docente. Poseo una amplia formación universitaria (tres carreras exactamente), dos másteres, estoy escribiendo mi tesis doctoral y todo ello me lleva a pensar que no es suficiente para ser una buena maestra porque la sociedad, la prensa, los padres y otros muchos colectivos cada día me exigen más y me permiten equivocarme menos. Y no es que me queje de esta elevada exigencia porque me mantiene en una tensión positiva, pero a veces se transforma más en una carga que en un estímulo.

Pienso que sin esfuerzo no hay aprendizaje, sé que todos mis alumnos ni son iguales ni poseen las mismas necesidades educativas (y en el aula intento llevar a cabo iniciativas para atender a todas), sé que debo buscar los recursos y métodos para dar respuesta a sus intereses y lo intento, de verdad que lo hago, pero a veces el Sistema Educativo tampoco me lo pone fácil. Trabajo inmersa en un sistema frágil y cambiante, con planes de estudios que varían continuamente sin darles tiempo a comprobar su eficacia, que paralelamente no se actualizan a la velocidad que la sociedad y el mercado lo requiere, que me dice qué contenidos tengo que enseñar, pero no me deja cuestionarle si estos son realmente significativos y tienen alguna utilidad.Me levanto ilusionada y me dirijo a la escuela porque estoy comprometida con mi trabajo y quiero ser una buena profesional porque valoro el conocimiento, el estudio y la formación. Trabajo con ganas y me esfuerzo para hacer bien las cosas dentro de un sistema que aún basa el éxito del alumno en si es capaz de reproducir aquello que se exhibe en un libro o lo dice aquel que dirige la clase y no tiene en cuenta si es capaz de resolver correctamente un problema de forma diferente, donde se entierra la creatividad y no se la impulsa, donde el rendimiento de las personas aún no se equipara a su potencial.

Y ahí me veo yo, de verdad con mucho entusiasmo (porque creo que me quiero dedicar a esto, porque es mi vocación), leyendo numeroso libros y artículos relacionados con la educación, la psicología, la pedagogía, la sociología… pero aún pienso que no es suficiente, porque nos dicen que seguimos haciendo una educación poco significativa, que parece no gustar a nadie, que todos critican y donde muy pocos aportan soluciones.

Pero no quiero tirar la toalla, no pienso hacerlo. Me apasiona enseñar y aprender, creo en la escuela como un lugar de aprendizaje y no de enseñanza, donde se personaliza, donde se ofrece un aprendizaje radicalmente personal e intransferible, donde se incrementa la relación entre profesor y alumno, entre el profesor y las familias de sus discentes, donde el alumno asume la responsabilidad en su proceso de aprendizaje acompañado por un docente que le guía, le anima, le motiva y le cuestiona.

Yo voy a seguir mi camino, el camino que me lleva a aplicar, a parte de mucho conocimiento, mucho sentido común… A ver si así convenzo a la parte de la sociedad que tan poco confía en los profesores y la escuela que podemos seguir realizando con tranquilidad, interés y humildad aquello que tanto nos gusta: EDUCAR con PASIÓN.

Fuente: http://blog.tiching.com/

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Escuela personalizada: ¿lo intentamos?

09 de noviembre de 2016 / Fuente: http://blog.tiching.com/

Por: Iolanda López Iglesias

Llega el final de curso y con él las cientos de reuniones a las que debemos asistir todos aquellos que nos dedicamos al maravillo mundo de la educación. Y digo maravilloso porque así lo creo y especialmente lo siento.

Salgo de una larga reunión algo cabizbaja y pensativa. He asistido a una de esas maratonianas y agotadoras juntas evaluativas donde aparecen nombres de alumnos, vivencias con las familias, recuerdos de los nueve meses del curso, anécdotas que nos han hecho reír o sufrir, porcentajes, cifras y más datos. A veces me planteo si realmente sirve para algo tanto análisis. Asignamos números a nombres, establecemos grados a las competencias… ¿debe ser tan matemática la evaluación?

Ha sido una reunión intensa donde el objetivo principal era evaluar a los alumnos y a los cursos donde pertenecen y el paso de las horas nos ha llevado a acabar reflexionando sobre el futuro incierto y temido de la educación. Un gran grupo de los asistentes, todos ellos docentes, psicopedagogos y psicólogos, coincidíamos en detallar que nos aventuramos a un futuro convulso, cambiante, difícil. No me cuesta afirmar que falta confianza y quizás también mucho optimismo. Mientras volvía hacia casa pensaba ¿no se repite la historia? ¿Cuándo ha existido una época donde las instituciones educativas, las familias, los docentes y los alumnos opinaban lo mismo y remaban en la misma dirección teniendo claro el objetivo final al que llegar?

No quiero pecar de optimista y de insensata, pero esta actitud negativista no nos conduce a nada.  Sé lo que pasa en las aulas, sé que el trabajo en ellas no es siempre fácil. Los responsables de las aulas de nuestro país nos sentimos vulnerables ante los continuos cambios que el mundo loco y diverso donde habitamos nos exige con prepotencia y, en ocasiones, dureza. Recibimos críticas continuas a nuestras actuaciones y decisiones por familias y otras instituciones. ¿Quién es capaz de no opinar sobre educación en estos días aunque no se dedique a ella?

El cuerpo docente nos hemos convertido en un grupo heterogéneo donde la esperanza y la desesperanza, las ganas y el desánimo, el cansancio y el entusiasmo forman tándems vivos que deambulan por los pasillos de las escuelas y son capaces de acabar aportando inestabilidad, abatimiento y un alto grado de derrotismo.

Va… ¿por qué no lo intentamos?

Sé que hay mucho por mejorar, la escuela actual no está ofreciendo una respuesta educativa personalizada capaz de responder las necesidades educativas de todos los discentes, ofreciéndoles un aprendizaje profundo y estimulante.  Pero se intenta, de verdad que se intenta, se trabaja duro para hacer el trabajo bien, pero no siempre se consigue. Muchos alumnos pasan por las aulas sin poder desarrollar su talento, robándoles la oportunidad de llegar allí donde pueden llegar, desperdiciando tiempo y talento.

Los docentes habitamos dentro de nuestras aulas y dudamos de lo que hacemos. Desconfiamos de nuestra formación al compararnos con otros profesionales que trabajan en realidades diferentes que las nuestras,  sospechamos lo que queremos trabajar con nuestros alumnos pero nos desorienta ver un futuro próximo tan inestable, nos falta la fuerza para actuar y ponernos a caminar en otras direcciones más apropiadas. Vivimos atemorizados por el alto porcentaje de posibilidades que existen que nos vuelvan a cambiar los temarios, cambios impulsados por “expertos en educación” y responsables de cambiar decretos y leyes que nunca han pisado un aula y no saben qué se necesita dentro de ellas.

Sigo caminando, miro al frente y pienso que no nos merecemos acabar con este ánimo el curso. No es justo, con todo lo que hemos trabajado durante tantos meses y tampoco lo es para las familias que confían en nosotros y los alumnos que nos han otorgado el papel de guías y acompañantes de un viaje hacia el desarrollo personal, social y académico.

El Informe Delors (1996) insistía en la necesidad de la personalización en la educación: “La Educación tiene la misión de permitir a todos sin excepción hacer fructificar todos sus talentos y todas sus capacidades de creación, lo que implica que cada uno pueda responsabilizarse de sí mismo y realizar su proyecto personal”. ¡Qué maravilloso objetivo!

En este proceso de aprendizaje el docente se convierte en una pieza clave, en un agente de cambio para ofrecer una respuesta personalizada a todos los alumnos. Adquiere un papel fundamental en la identificación de los intereses y dificultades y la atención de los alumnos para beneficiar así el desarrollo óptimo de su potencial, pero esto, sin motivación, no es posible.

Va… ¿por qué no lo intentamos?

Para hacer frente a los retos del s.XXI será indispensable establecer nuevos objetivos educativos pero sin ganas, ilusión y trabajo cooperativo entre los docentes, las familias y los alumnos no será posible. Estos deberán focalizarse en generar oportunidades para incrementar las posibilidades creativas y favorecer el despertar de la curiosidad intelectual, el sentido crítico y la autonomía personal para descifrar y comprender la realidad. La educación debe ser acción, movimiento, transformación y evolución.

Este nuevo enfoque debe centrarse en el alumno, pero en todos ellos. Cada uno posee el derecho y el deber de ser protagonista de su vida y su aprendizaje, siendo responsable de sus actos, decisiones, pensamientos, etc.

Se precisa una Educación Personalizada, que no se encuadre en un currículo uniforme e  idéntico en contenido y velocidad, sino que permita un aprendizaje más profundo, flexible y creativo. Necesitamos una escuela moderna donde se utilicen técnicas de enseñanza-aprendizaje activas y participativas que promuevan un aprendizaje más cercano a la realidad, cooperativo, donde las diferentes disciplinas se solapen de forma natural, donde las tecnologías digitales fomenten la actualización de las prácticas pedagógicas más convencionales y permitan dar respuesta a la diversidad en el aula y a las exigencias actuales y de futuro.

La escuela, liderada por un profesorado entusiasta, como ente vivo debe asumir el compromiso de transformarse al igual que lo hace la sociedad,  los alumnos, sus familias y las administraciones,  impulsando reformas y cambios en sus políticas, métodos y programas educativos. No sabemos cómo será el futuro en la educación, pero lo que sí que podemos afirmar es que será diferente, cosa que implicará reinventarse y modificar muchos aspectos.  Por ello la educación debe ser íntegra, es decir, que permita la adquisición no únicamente de conocimientos y destrezas sino de competencias que capaciten a la persona para la vida fomentando su bienestar personal y social con el gran objetivo de ser feliz.

Conocer a cada alumno, definir un plan de trabajo individual para cada uno de ellos buscando aquellas estrategias que le permitan hacer brillar sus destrezas y competencias particulares dentro y fuera del grupo para llevar una vida autónoma y llena de significado. Si partimos de la premisa que los discentes no son todos iguales, no podemos enseñar a todos de igual manera y lo mismo.

Va… ¿por qué no lo intentamos?

  • Tengamos confianza en que seremos capaces de acompañar a los alumnos en su proceso de aprendizaje, compartiendo camino, ilusiones y esperanzas.
  • Prioricemos la dotación de conocimientos, destrezas, competencias y habilidades que permitan a nuestros alumnos  vivir la vida con ilusión.
  • Confiemos en nuestras capacidades como buenos docentes y sepamos analizar algunas carencias formándonos para que puedan dejar de serlo.
  • Aprendamos a respetarnos como profesionales preparados porque así lo acabarán haciendo los demás.
  • Creamos que es posible la equidad entendida como una igualdad de oportunidades y recursos.
  • Pensemos y trabajemos para que todo pueda ir a mejor, con esperanza y motivación.
  • Creemos, soñemos, disfrutemos…

Pero ahora no es el momento. Ahora toca descansar, olvidarse de todo un poco. Cerrar ordenadores, carpetas, cuadernos evaluativos. Bajemos las persianas de la clase después de hacer una buena limpieza de lo que ya no sirve, de lo que nos ha aportado mucho pero que ha quedado obsoleto o desgastado. Salgamos de la escuela despidiéndonos, deseándonos unas buenas semanas de lectura, de paseos por la playa o la montaña, de viajes, de lectura, de conversaciones sin prisas y granizados de madrugada. Liberémonos de pensamientos que nos lleven a creer que las cosas no pueden cambiar, porque si que lo pueden acabar haciendo.
Cerremos las aulas para descansar…y soñemos…dando las gracias por poder tener la mejor profesión del mundo.

Fuente artículo: http://blog.tiching.com/escuela-personalizada-lo-intentamos/

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