Page 9 of 11
1 7 8 9 10 11

S.O.S por las universidades públicas

Por: Ignacio Mantilla

Pero a diferencia de los otros meses, es en diciembre cuando la falta de recursos de funcionamiento para cerrar el año nos obliga a recurrir a nuestra ilimitada imaginación para converger a la única solución posible: “tapar  un hueco cavando otros”. Diciembre es, definitivamente, la época de la desesperanza de nosotros, los rectores de las universidad estatales, que año a año presenciamos un desfinanciamiento creciente para el funcionamiento de nuestras instituciones.

Por esta época decembrina aparecen los futurólogos que nos presentan un arsenal de vaticinios para el próximo año. No quiero caer en la actitud apocalíptica de algunos de ellos, pero no puedo evitar deducir lógicamente, que de seguir así, la viabilidad de las universidades públicas se verá seriamente comprometida, pues se tendrá que limitar drásticamente su cobertura y sólo podrán realizar un mínimo desarrollo en investigación. Serán reducidas entonces a un romántico recuerdo de la cultura y la ciencia que produjo una casa de saberes abandonada en un país en desarrollo.

Quiero aprovechar el espíritu navideño que invade hoy a los lectores para  explicar algunas de las principales causas que originan la situación actual de las universidades públicas, porque como lo ha expresado recientemente -en este mismo medio- mi colega Mauricio Alviar, rector de la Universidad de Antioquia, nuestra situación financiera actual no puede ser peor.

La ley 30 de 1992 y algunos decretos que la reglamentaron pretendían estimular la formación al más alto nivel de los docentes universitarios en Colombia, así como estimular la investigación y premiar la productividad académica. Y efectivamente lo ha logrado, como lo demuestran las cifras actuales. Para esto, dicha ley determinó el salario de los profesores universitarios acorde con sus títulos y su productividad.

Para el caso particular de la Universidad Nacional, cuando se aprobó la ley 30, la Universidad contaba en su planta con 369 profesores con doctorado (una cifra alta comparada con la de las otras universidades tanto públicas como privadas del país en esa época). Actualmente cerca de 1400 profesores de la Universidad, es decir el 46%, poseen título de doctorado.

El Decreto 1279 de 2002, uno de los reglamentarios de la Ley 30, estableció claramente algunos estímulos para que un profesor pueda mejorar su salario mediante la publicación de libros o artículos en revistas especializadas de reconocida calidad. Así por ejemplo, si un profesor publica un artículo científico en una revista internacional del más alto impacto, se le reconocen en su salario hasta 15 puntos mensuales (hoy un punto equivale a unos $12.000), lo que representaría, por ser parte de la base salarial, un aumento de algo más de 3 millones de pesos al año, durante toda su vida laboral.

Pero los gobiernos de turno, al expedir la ley 30 y sus decretos reglamentarios posteriores no tuvieron en cuenta que en los presupuestos anuales de las universidades públicas estos incrementos también deben reconocerse, tanto para los salarios de enganche de los nuevos profesores, mejor calificados, como para el reconocimiento y estímulo a su productividad académica. Así, es contradictorio que cuanto más calificados y productivos son los profesores y, por lo tanto, mejores indicadores de calidad alcanzan las universidades públicas, más inviable se hace su sostenimiento.

Otra causa del hueco financiero de las universidades públicas es el que se ha cavado desde 2012, cuando el gobierno aumentó los salarios por encima del IPC, al igual que en los años 2013 y 2014, pero las instituciones con recursos propios (que hubiesen podido destinarse a inversión) tuvieron que cubrir un punto de ese aplaudido aumento. En la Universidad Nacional, por ejemplo, en 2012 esto representó $5000 millones; por lo tanto, en cinco años (12, 13, 14, 15 y 16) hemos cubierto ya 25.000 millones con recursos propios. En 2013 y 2014, por la misma causa fueron aproximadamente otros $5000 millones cada año, entonces debemos sumar lo de cuatro años (por el aumento de 2013) más lo de los últimos tres años (por el de 2014); es decir: (4×5000) + (3×5000) = 35.000. El total acumulado es entonces (25.000) + (35.000) = 60.000. Así que tan sólo por esta causa, la Universidad Nacional ha tenido que asumir, con recursos propios, el costo de aproximadamente $60.000 millones de pesos adicionales para su funcionamiento.

Ejemplos como el anterior demuestran que la causa del problema no es de origen interno de las universidades ni puede endilgársele a sus administraciones, sino consecuencia de decisiones externas. Esta ilustración de solo algunas de las razones de nuestra desfinanciación actual debe alertar sobre la inminente inviabilidad de las instituciones de educación superior pública, de no tomarse medidas urgentes para resolver este problema que es estructural, pues efectivamente, como lo informaba el rector de la Universidad de Antioquia, el hueco presupuestal de las universidades públicas hoy es de cerca de $800.000 millones.

La expedición de leyes, decretos, normas y la creación de mecanismos para  fomentar la calidad y la producción académica, no puede seguirse haciendo sin la garantía de la correspondiente financiación por parte del Estado. Muchas de estas decisiones han sido y son aplaudidas por la comunidad universitaria y por la opinión pública, pero comprometen irresponsablemente el futuro de las instituciones y amenazan, paradójicamente, lo que justamente pretenden mejorar, provocando una crisis mayor.

No sería justo, sin embargo, dejar de mencionar que en los últimos años las universidades estatales hemos recibido pleno respaldo del Congreso de la República para la promulgación de las leyes de estampilla, que con el aval del gobierno, han traído recursos nuevos a nuestras universidades, pero para inversión. Gracias a éstos hemos podido solucionar problemas urgentes como los de la dotación y modernización de la infraestructura. Naturalmente  la destinación específica de estos recursos no permite atender ni parcial, ni temporalmente, el desfinanciado funcionamiento.

Desde el Sistema Universitario Estatal hemos formulado algunas soluciones que tienen como base estudios técnicos serios. En esencia, creemos que el presupuesto anual debe incrementarse, en adelante, en 4 puntos por encima del IPC y que por una vez, el presupuesto de funcionamiento debe aumentarse en la base, en un porcentaje que cubra el hueco antes mencionado, que corresponde a un 30% del presupuesto de todo el sistema universitario.

Abrigo la esperanza de que el espíritu navideño logre influenciar la reforma tributaria para atender nuestras angustias financieras. Desde la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, hago un llamado: S.O.S por la educación superior pública de calidad.

¡Felices fiestas 2016-2017!

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/sos-universidades-publicas

Imagen de archivo

Comparte este contenido:

La autonomía universitaria

Por: Ignacio Mantilla

La Asamblea de este año no pudo tener mejor escenario para hablar del presente de las universidades de América Latina y el Caribe y el papel en el futuro de la autonomía universitaria, pues tuvo lugar en la emblemática Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), gestora de una de las reformas universitarias más influyentes y duraderas en nuestra América, conocida como la Reforma de Córdoba de 1918.

Fue gracias a esa reforma que el concepto de autonomía universitaria tomó verdadero significado para las instituciones de educación superior de toda Latinoamérica. El movimiento estudiantil de la Universidad de Córdoba logró levantar la voz en contra de la intervención de poderes económicos, políticos y religiosos que pretendían manipular el quehacer universitario para favorecer siempre y en cada caso sus particulares intereses de grupo.

Fueron los estudiantes quienes lucharon en favor de una universidad abierta a su comunidad y al servicio de toda la sociedad, una universidad que autónomamente fijara sus objetivos y buscara el cumplimiento cabal de su responsabilidad con la sociedad. El famoso manifiesto de Córdoba fue y sigue siendo un llamado a la academia para que no le dé la espalda a su comunidad, para que preserve responsablemente su autonomía, principal instrumento que define a la universidad y a su vínculo con la sociedad.

En esta ocasión, la reunión de Córdoba sirvió para que los rectores reflexionáramos y evaluáramos el grado de autonomía universitaria en el estado actual de nuestras instituciones. La declaración final de la XIX Asamblea de la UDUAL recoge algunas conclusiones del foro central: “La autonomía, considerada como una de las mayores fortalezas y señal de identidad de las instituciones de educación superior latinoamericanas y caribeñas, supone una experiencia histórica que da contenido y proyecto a nuestras universidades. La Reforma de 1918 marcó un punto de partida en la construcción de la universidad autónoma, sostén de la educación como derecho humano, bien social y obligación del Estado. A su vez, dota de garantías y libertades a la universidad como comunidad de pensamiento. El desafío contemporáneo es preservar el concepto de autonomía que se ha constituido como transversal a las funciones sustantivas de libertad de cátedra en la enseñanza, libertad de pensamiento en la investigación, libertad de gestión y administración, así como libertad para establecer vínculos de compromiso social”.

Es en este sentido en el que creo que la autonomía universitaria no es un mero capricho de las instituciones educativas frente al establecimiento estatal; la autonomía define a la universidad, pues sin ella la universidad no puede constituirse en la conciencia, la guía y la consejera sabia de la sociedad, mucho menos podrá formar y educar para la libertad y la paz.

La autonomía universitaria significa hoy más que nunca el fortalecimiento de la independencia y de la actitud crítica de los cuerpos colegiados que gobiernan nuestras instituciones; la financiación adecuada por parte de los gobiernos nacionales, que posibilite el desarrollo de proyectos con profunda responsabilidad social; el fortalecimiento de la libertad de caìtedra, de investigacioìn y de autogobierno institucional, sin ir en contra de las leyes nacionales y los principios y derechos universales. El ejercicio responsable de la autonomía frente a la sociedad exige la rendicioìn periódica de cuentas como expresión del compromiso con la calidad, la transparencia, la ética y el humanismo.

Lamentablemente, los rectores de universidades de América Latina y el Caribe hemos identificado que hoy la autonomía, cada vez más, se ve amenazada por factores externos a la universidad. El señor rector de la Universidad Estadual de Campinas, José Tadeu Jorge, quien ha sido presidente de la Unión durante los últimos 5 años, ha llamado la atención al respecto al afirmar que hoy en día hay más influencia de la economía que de la política pública en nuestras universidades.

Y es que la presión por la autofinanciación en las universidades públicas y, en consecuencia, la búsqueda de nuevos recursos mediante estrategias de negocio, ha provocado en algunos casos que las universidades públicas terminen cediendo su calidad y su crecimiento racional y natural por nuevas fuentes de financiación con compromisos específicos. La universidad pública debe estar completamente financiada por el Estado, pues sin esta condición la autonomía universitaria se ahoga en medio de las dinámicas del mercado.

En Córdoba hemos reafirmado que defender valores y construir un nuevo modelo que privilegie la educación como un bien social, supone no someterse al mercado ni a los requisitos de un modelo dirigido a los intereses privados. La UDUAL alerta sobre el riesgo de permear la autonomía universitaria bajo presión de los gobiernos, ya sea para seguir estrategias de mercado como mecanismo de autofinanciamiento o para atender clasificaciones que privilegian sólo el trabajo en algunas áreas del conocimiento. Las universidades, por su naturaleza humanista, no pueden renunciar a la cultura y al pensamiento en libertad que hoy reclaman apoyo y son parte constitutiva del conocimiento, en un sentido amplio. La filosofía no es prescindible sino fundamental para pensar el mundo, la técnica y la vida.

Bajo el marco de los proyectos desarrollados por la UDUAL, existe el compromiso férreo de las universidades de América Latina y el Caribe en “hacer de la autonomía universitaria una ruta de reflexión y memoria, pero también de proyectos de futuro”. Y desde la Universidad Nacional de Colombia, patrimonio de todos los colombianos, vislumbramos que, de la misma forma en la que se proclamó la autonomía hace ya casi un siglo desde la Reforma de Córdoba, la defensa actual de la autonomía es un elemento esencial para consolidar nuestra calidad y hacer de la excelencia un hábito.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/autonomia-universitaria

Imagen: http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2016/11/01/autonomia-universitaria-y-universidad-publica/

Comparte este contenido:

Programa Fulbright en tiempos de paz

Por: Ignacio Mantilla

La mirada a la Región Amazónica desde este espacio académico internacional no sería una importante noticia, si no se tratara de un hecho histórico que debe ser destacado suficientemente, por cuanto es una evidente consecuencia de la finalización del conflicto armado con las Farc y, por lo tanto, del nuevo país que se observa desde el exterior; atractivo también como destino académico y científico.

En efecto, no de otro modo sería posible reunir hoy, cada vez en más regiones colombianas y con mayor frecuencia, a invitados internacionales de diferentes nacionalidades para adelantar seminarios, ofrecer cursos o realizar pasantías de diversa duración, con la venia de sus gobiernos o embajadas para trasladarse e interactuar libremente en nuestro país.

Un buen ejemplo de este cambio es el que ha experimentado este año el programa Fulbright del Departamento de Estado de los Estados Unidos, uno de los más importantes programas de movilidad académica en el mundo. Fue creado en 1945 y está presente en 157 países. Hoy cuenta ya con más de 360 000 exbecarios.

La Comisión Fulbright se apresta a celebrar en 2017 los primeros 60 años de su establecimiento en el país. Durante este periodo se han beneficiado hasta el año pasado, 2.618 becarios colombianos en Universidades de los Estados Unidos y 1.344 becarios estadounidenses en Colombia. Algunos de los exbecarios colombianos son hoy profesores e investigadores de gran reconocimiento, vinculados a las universidades colombianas, de modo que el efecto multiplicador de los programas de Fulbright para nuestro país es indiscutible.

De acuerdo con la directora ejecutiva de Fulbright Colombia, Adriana Gaviria, durante los últimos 10 años el número total de visitantes apoyados por Fulbright ha sido en promedio 44 cada año. Pero en este año se ha alcanzado la sorprendente cifra de 101 investigadores, que han visitado el 63% del territorio nacional y por primera vez han llegado a departamentos como Huila, Norte de Santander y Amazonas.

Es este el caso del profesor estadounidense Richard Wallace, quien ha estado vinculado durante el último semestre a la Sede Amazonia de la Universidad Nacional. Es la primera vez que un científico norteamericano, financiado por un programa estatal, con contrapartida de la Universidad Nacional, recibe el aval para una estancia de un semestre en un campus de nuestras fronteras.

Lo anterior no hubiese sido posible hace tres años, por ejemplo, si se tiene en cuenta que las recomendaciones sobre la seguridad y las restricciones para ir a ciertas zonas del país, eran barreras insuperables para que los investigadores vinieran y desarrollaran sus proyectos en algunos lugares, teniendo que privarse ellos y nosotros de adelantar investigaciones científicas de interés mutuo.

Además de esta nueva presencia académica, nos llena de satisfacción saber que en el año 2016 se otorgó el mayor número de becas Fulbright a colombianos, con un total de 228. Esto ha sido posible también gracias al nuevo acuerdo entre el ICETEX y la Comisión Fulbright Colombia, que permite el financiamiento de especialistas y estudiantes para promover la formación, la investigación y la docencia en estancias y pasantías de múltiples tipos y de diversa duración.

Otros programas de Fulbright han duplicado también este año su apoyo a estudiantes de nuestro país. Y en especial el programa de bilingüismo dobló   la participación de Asistentes de Enseñanza en Ingles (English Teaching Assistants – ETAs).

Todas estas positivas y alentadoras noticias demuestran un mejoramiento en el nivel de confianza hacia nuestro país y, especialmente, en las capacidades humanas y en el potencial académico de los colombianos que cada vez vemos más cerca la paz. No obstante tengo que decir que la respuesta a otros programas es reprochable y va en contra de una política de internacionalización académica como factor esencial para ser un país mejor educado. Tal es el caso del programa «Jóvenes Ingenieros», dirigido a estimular a estudiantes talentosos de los distintos programas de ingenierías de las universidades colombianas para realizar una pasantía de práctica o de investigación, hasta de un año, en universidades de Europa. Este programa financiado principalmente por Francia y Alemania está condenado a desaparecer, pues las contrapartidas del Ministerio de Educación y de Colciencias fueron suspendidas. El mismo riesgo se corre con otras iniciativas que exigen contrapartidas como manifestación real de interés recíproco por parte de los organismos encargados.

Si los recursos que se destinaban a la guerra van a ir realmente a la educación, como lo ha reiterado en distintas ocasiones y diversos escenarios el presidente Santos, los aportes para cooperación internacional y movilidad académica de los colombianos no pueden verse estancados, disminuidos o eliminados de las contrapartidas correspondientes, justo ahora, cuando los gobiernos extranjeros y sus agencias y servicios de intercambio académicos manifiestan un decidido apoyo, con real aumento de financiación y oferta de nuevos y audaces programas, que facilitarían al gobierno la obligación de llevar a la práctica sus propuestas para tiempos de paz y pos acuerdo, en materia de educación superior.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/programa-fulbright-tiempos-de-paz

Comparte este contenido:

En la Universidad Nacional: quien es «pilo» no paga

Por: Ignacio Mantilla

No pretendo ahondar en las fortalezas y debilidades del programa, más bien quiero esforzarme por dar a conocer a los lectores, los programas que desde hace ya décadas desarrolla la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, de manera silenciosa, efectiva y persistente, con su experiencia y capacidad, para ofrecer soluciones bien pensadas y eficientemente direccionadas a distintas poblaciones y comunidades. Estos programas han logrado resultados envidiables para disminuir la desigualdad, estimular la excelencia e incrementar las oportunidades entre la población más vulnerable de nuestro país, ofreciéndoles educación de calidad.

No hay duda de que la educación presenta grandes diferencias entre las regiones y subregiones, así como entre las capitales de departamento y los municipios apartados, lo que acentúa la brecha en el ingreso a la educación superior. A manera de ejemplo, los jóvenes del programa “Ser pilo paga” en Bogotá son 1801, mientras que en el departamento del Cauca son 217, la mayoría concentrados en Popayán.

Para contribuir a eliminar estas inequidades, la Universidad Nacional, como lo he explicado en otras ocasiones, ha implementado varios programas de admisión especial (PAES), para mejores bachilleres de población negra, afrocolombiana, palenquera y raizal; para los mejores bachilleres de municipios pobres, para bachilleres víctimas del conflicto armado interno y para bachilleres integrantes de comunidades indígenas. En estos casos se destinan cupos en las 94 carreras de nuestra Institución para que los aspirantes de estos grupos compitan entre ellos solamente. Es así como, un bachiller indígena puede aspirar a estudiar la carrera de su preferencia, sin competir por el cupo con los bachilleres de las grandes ciudades que han tenido mejores oportunidades de formación.

Para ampliar el espectro de inclusión social, la Universidad estableció en el año 2008 el Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica (PEAMA), mediante el cual bachilleres de las zonas de influencia de nuestras sedes de frontera (San Andrés, Arauca, Leticia y Tumaco) admitidos a la Universidad inician su carrera en estos municipios. Para ellos la Universidad ofrece cupos en 74 de sus 94 carreras.

En este semestre, al proceso regular de admisión se presentaron 70 000 aspirantes que compitieron por 5000 cupos. Con esta demanda tan alta, los bachilleres de grupos y poblaciones vulnerables, en ausencia de programas especiales de admisión, como los ofrecidos por la Universidad Nacional, no tendrían oportunidad de ingresar a la universidad.

Actualmente, en la Universidad Nacional el 8,4 % de los estudiantes de pregrado han sido admitidos por programas especiales: 2321 en los programas PAES y 1319 en el programa PEAMA. Estos estudiantes provienen de 331 municipios del país, entre los que se encuentran algunos tan apartados de las grandes urbes como La Hormiga en Putumayo, Barranco de Loba en Bolívar o Puerto Nariño en Amazonas. En mi opinión estos estudiantes son auténticos “pilos”, que han demostrado estar dentro de los mejores de su región o de su comunidad. Y no sobra precisar que actualmente, en la Universidad Nacional están matriculados estudiantes provenientes de 914 municipios del país, cifra que muestra con contundencia el carácter nacional de la Universidad.

Pero más allá de los programas de inclusión, la Universidad Nacional cuenta con un sistema de matrículas, de pago diferenciado según la situación socioeconómica del estudiante, que garantiza que todos, por ser admitidos a la Universidad, estén subsidiados para estudiar en ella. El costo semestral promedio de un estudiante en la Universidad es de alrededor de 17 smmlv, y la matrícula máxima, la que pagan los estudiantes cuyas familias pertenecen al estrato más alto, es de tan solo 10 smmlv. El valor promedio de la matrícula semestral que deben cubrir los estudiantes no alcanza 1 smmlv y, además, los estudiantes que ingresan a través de los programas especiales de admisión pagan a lo sumo $100 000 por semestre.

Con todo, independientemente de su situación socioeconómica, los estudiantes que tienen un rendimiento académico sobresaliente en su carrera, reciben exención total del pago de su matrícula. Estos son más de de 2000 estudiantes «repilos».

Sin embargo, la falta de recursos para mantenerse en las sedes andinas de la Universidad Nacional (Bogotá, Medellín, Manizales y Palmira), ciudades diferentes y lejanas a su ciudad de origen, hacen que con frecuencia estos «pilos», especialmente los de los programas especiales, tengan que suspender sus estudios, perdiéndose así los esfuerzos económicos que hace la Universidad y, por lo tanto, la sociedad para que no paguen una matrícula.

Hago un llamado al gobierno nacional para que, de los nuevos recursos públicos destinados al programa “Ser pilo paga”, también se destine algún porcentaje, a estos otros «pilos», a la atención de estos jóvenes vulnerables, pero “pilos», que más que el pago de su matrícula necesitan mejores condiciones de manutención mientras estudian. Muchos de estos jóvenes, profesionales del futuro, retornarán a sus comunidades y aportarán con seguridad al desarrollo de su población.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/universidad-nacional-quien-pilo-no-paga

Comparte este contenido:

¡Ay, la educación!

Por: Ignacio Mantilla Prada / *Rector, Universidad Nacional de Colombia

Supongo que el tiempo que se ha tomado el presidente Santos para esta designación ha sido producto de la importancia y sensibilidad que el gobierno reconoce a este fundamental cargo. Y comparto el deseo de los rectores de las universidades, de que a la nueva ministra le vaya bien. Pero, simultáneamente quiero ser también vocero de mis colegas, rectores de universidades públicas, expresando la gran preocupación que nos invade frente a la financiación de estas instituciones estatales. Esperamos que la nueva ministra tenga también iniciativas para lanzar audaces programas y proyectos que nos den estabilidad.

A las dos últimas ministras, María Fernanda Campo y Gina Parody hay que reconocerles los grandes avances, especialmente en educación básica y media, con la gratuidad, la cobertura y el significativo avance en la jornada única, como elemento esencial para mejorar la calidad y brindar una mayor equidad. Pero, sobre todo, hay que reconocer el esfuerzo del gobierno nacional para construir 1500 nuevos colegios, muchos de los cuales, seguramente la nueva ministra inaugurará.

En 2014 la exministra Campo, poco antes de su salida, presentó un documento muy importante, elaborado conjuntamente con el Consejo Nacional de Educación Superior -CESU-, titulado «Acuerdo por lo Superior 2034». Se trata de una propuesta de política pública para la excelencia de la educación superior en un escenario de paz. Fue el producto de un gran diálogo nacional por la educación superior, iniciado en 2012. El documento contiene los lineamientos y las metas esperadas a 2018, 2024 y 2034. Desafortunadamente este referente terminó siendo, a mi modo de ver, un proyecto editorial que reposa en los estantes de las bibliotecas del Ministerio de Educación. Invito a la nueva ministra a consultarlo y retomarlo antes de aceptar propuestas de iniciar nuevos diagnósticos y ejercicios prospectivos que consumirán tiempo y más recursos.

Por otra parte, programas tales como: «De cero a siempre», «Todos a aprender», o «Ser pilo paga» han sido iniciativas bien recibidas en la sociedad en general; hay algunas críticas, observaciones y objeciones que venían siendo atendidas y que seguramente la nueva ministra escuchará y valorará para hacer los ajustes correspondientes. La ex ministra Parody, en su propósito de mejorar la calidad, puso un énfasis especial en la inspección y vigilancia y creó un modelo para medir y clasificar las instituciones de educación superior;  acciones, estas últimas, frente a las que guardo especial reserva.

Con un acuerdo de paz y en una etapa de posconflicto, los tres pilares del Plan Nacional de Desarrollo: paz, equidad y educación, pueden fundirse en uno solo que los integra: la educación. Esto exige continuos y nuevos esfuerzos, además de la consolidación y perfeccionamiento de los programas iniciados. Hay que superar la ansiedad y el deseo de logros inmediatos, sustentados principalmente en emotivos y contagiosos eslóganes, que más parecen de barras para animar a la Selección Colombia de Fútbol, que programas para promover una mejor educación. Hay que cambiar el micrófono por el audífono y abandonar todo interés distinto al de mejorar la educación en todos sus niveles y trabajar por ello.

Y es que en materia de educación, las transformaciones no se logran tan rápidamente como quisiéramos, éste es un sector que reflexiona mucho, que somete a un debate académico permanente los posibles cambios y que no obedece fácilmente si no está convencido de la pertinencia de las decisiones. Tal vez por eso afirmamos que la educación es algo demasiado importante para dejarlo en manos de los gobiernos solamente.

La meta de conseguir que Colombia sea la nación más educada de América Latina en 2025 (o la mejor educada, como se ha corregido recientemente) es una aspiración legítima, pero no será fácil de lograr; los demás países también mejoran la calidad de su educación y en 2025 habrán avanzado, quizá a ritmos mayores. Por ejemplo, si nos comparamos con Brasil, México o Argentina, estamos aún muy lejos de superarles en inversión, y otros, como Ecuador, han tomado decisiones más rápidas y certeras, y por lo tanto, han mejorado más rápido que nosotros. Por otra parte, habrá que ver si los gobiernos futuros ponen la calidad de la educación como meta prioritaria.

Estoy convencido de que la clave de la calidad que aspiramos alcanzar en la educación está en los maestros. Y creo que han sido débiles los esfuerzos por dignificar la profesión y atraer a los mejores estudiantes hacia las licenciaturas. Habrá que esperar más de 20 años, si iniciamos ya, para realizar el lento pero indispensable relevo generacional, mejorando sus condiciones salariales, estimulando su trabajo y depositando más confianza en ellos, hasta alcanzar las metas de excelencia esperadas.

La Universidad Nacional, consiente de esta situación, viene ofreciendo desde hace más de 6 años, un programa de Maestría en Enseñanza de la Ciencias, dirigido a mejorar el nivel de formación de los maestros de secundaria en esta área. Hasta el momento hemos graduado 1346 magísteres, contribuyendo así al mejoramiento de la calidad de la educación secundaria, y reafirmando el valor de la Universidad Nacional como patrimonio de todos los colombianos.

Fuente:http://www.entornointeligente.com/articulo/9273200/iexcl;Ay-la-educacioacute;n-19112016

Imagen:https://upload.wikimedia.org/wikipedia

Comparte este contenido:

La verdad sobre las grietas y goteras de la Ciudad Universitaria

Por: Ignacio Mantilla

No pretendo desconocer que más de una docena de las edificaciones del campus de Bogotá requieren una intervención prioritaria, principalmente en sus cubiertas. Tampoco ha sido propósito de la dirección de la Universidad ocultar esta situación. En efecto, yo mismo cuando asumí la rectoría evidencié estos problemas provocados por décadas de baja inversión en la infraestructura de la Universidad. Una de las primeras tareas fue la de realizar un diagnóstico detallado de las edificaciones de la Universidad. El informe del estado de algunos edificios se plasmó en un folleto con más de 150 imágenes que presentaban el deterioro alarmante en Bogotá.

Por entonces convoqué a los exrectores de la Institución para presentarles con detalle el diagnóstico y buscar junto a ellos caminos de solución efectivos, pues sabía que esta situación había sido enfrentada de distintas maneras por cada uno de ellos. El grupo de exrectores redactó y firmó una carta enviada al Presidente Santos el 16 de agosto de 2012. En ella se exponía la preocupante situación del campus de Bogotá y de la insuficiente financiación de la Institución que le impide destinar los recursos necesarios a la infraestructura.

Ante el fracaso de la iniciativa me preocupé por gestionar los recursos para superar el más grave y urgente problema de ese momento: la ausencia de un hospital universitario para consolidar una adecuada formación en las distintas carreras del área de la salud. Este problema se agudizó desde el cierre del Hospital San Juan de Dios y había provocado ya un paro de estudiantes de medicina. Por supuesto, también gestioné recursos necesarios para el mantenimiento, actualización y modernización de la infraestructura. Así fue como durante un año trabajamos por la aprobación de la ley 1697 de 2013, ley de Estampilla pro Universidad Nacional. Este proyecto que tuvo el apoyo unánime del Congreso de la República y del Gobierno Nacional nos ha permitido disponer de nuevos recursos que se han destinado con exclusividad a la infraestructura de la Universidad. Gracias a ellos, hoy contamos con el nuevo Hospital Universitario Nacional en plena actividad, equipado con la más alta tecnología para la atención adecuada de los pacientes y la formación de calidad de nuestros estudiantes.

Adicionalmente, con los recursos de la Estampilla, algunas donaciones y la priorización de los recursos del presupuesto de la Universidad hemos llevado a cabo en la Ciudad Universitaria, entre otras obras, la intervención en un alto porcentaje de las cubiertas de edificios, áreas públicas y vías peatonales, la modernización del edificio insigne de la Facultad de Ingeniería y la construcción de dos nuevos edificios: el de la Facultad de Enfermería y el del Archivo Histórico. Durante los últimos cuatro años hemos realizado en el campus de Bogotá el reforzamiento estructural completo a 11 edificaciones que representan cerca de 50 mil metros cuadrados de construcción.

Sin embargo, es evidente que falta mucho por intervenir y por invertir, que el presupuesto no es suficiente y que las necesidades son urgentes. Hoy por hoy nos concentramos en el mantenimiento preventivo y correctivo de varias de las casi 40 edificaciones patrimoniales de la Ciudad Universitaria. Lamentablemente a veces la intervención urgente, por ejemplo de las cubiertas, enfrenta retrasos debidos a los trámites requeridos para obtener los permisos necesarios que establecen las normas de los entes de control. En ocasiones, ni siquiera con los recursos disponibles es posible llevar a cabo, a tiempo, las intervenciones necesarias.

Como lo informé en un reciente artículo, la Universidad Nacional cuenta en sus 8 sedes con más de 320 edificios dedicados a la docencia, la investigación y la extensión. Los problemas de infraestructura se han presentado especialmente en Bogotá y principalmente en algunos de los 102 edificios construidos antes de la expedición de las normas de sismo resistencia. Se ha llevado a cabo, como ya se dijo, el reforzamiento de una decena de edificios y hay 17 construidos en los últimos años que no requieren intervención. Actualmente, tenemos 15 edificios en observación, monitoreados permanentemente y 2 edificios que requieren una recuperación de emergencia.

Se ha priorizado la intervención de las cubiertas de otros 20 edificios. Esto tiene un costo de 17 mil millones de pesos; parte de estos recursos ya se han dispuesto, tomándolos de otros proyectos. El valor estimado para la intervención integral de todas las edificaciones de la Ciudad Universitaria que deben ser atendidas y actualizadas bajo las normas de sismo resistencia es de 750 mil millones de pesos. Si a esto se suman las nuevas obras proyectadas, la cifra requerida se acerca a los 900 mil millones de pesos.

El caso particular de la Facultad de Derecho está siendo atendido y revisado con urgencia. Sin embargo, la aparición de esta situación tiene que ver también con que en el pasado se llevaron a cabo intervenciones estructurales sin el debido estudio técnico que las soportara. El edificio de Derecho originalmente se construyó de dos pisos; hoy tiene tres.

La búsqueda de soluciones y la gestión permanente de recursos sigue siendo nuestra preocupación y prioridad. En este semestre estamos acudiendo a la contratación de nuevas cuadrillas y brigadas encargadas de atender los puntos vulnerables de la infraestructura. Hemos organizado el presupuesto y los proyectos de inversión de tal manera que se atiendan las necesidades de infraestructura de la Universidad para superar las urgencias y continuar con la modernización física de la Institución.

Ante este innegable esfuerzo de la administración de la Universidad, no entiendo que tenga mayor impacto en los medios, la aparición de una nueva gotera, que la apertura de un nuevo hospital o la inauguración de un nuevo edificio. En este sentido, insisto en que la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, tiene 8 sedes y cuenta con edificaciones y campus que no tienen nada que envidiar a las más modernas y bellas instalaciones de universidades europeas o norteamericanas. Invito a los medios a que visiten todas nuestras sedes para que puedan entregar a la comunidad una imagen más real de la universidad de todos, la Universidad Nacional de Colombia.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/verdad-sobre-grietas-y-goteras-de-ciudad-universitaria

Foto de archivo

Comparte este contenido:

Genios y prodigios matemáticos

Por: Ignacio Mantilla

Hace 205 años, el 25 de octubre de 1811, nació Evariste Galois, el famoso matemático francés que hizo grandes y fundamentales aportes a la matemática.

Sus trabajos fueron trascendentales para el desarrollo del álgebra, más específicamente para las áreas conocidas como Teoría de Grupos y Teoría de Cuerpos. A partir de Galois el Álgebra deja de ser un área dedicada a encontrar solución a ciertas ecuaciones para convertirse en el área encargada del estudio de nuevas estructuras algebraicas.

La fama de Galois se deriva también del hecho de haber obtenido sus extraordinarios logros matemáticos a muy temprana edad. En efecto, siendo un escolar se despierta en él un gran interés por encontrar la solución de las ecuaciones polinómicas y por el problema de hallar una fórmula general para la resolución de estas ecuaciones de quinto o mayor grado por medio de radicales (problema imposible de resolver, como lo demostró el matemático noruego N. H. Abel hacia 1824). Es este interés investigativo el origen de toda su obra.

Como estudiante, Galois mostraba poco gusto por el aprendizaje de la matemática con los métodos clásicos de interminables y rígidos ejercicios en latín y griego, basados en trivialidades. Sus profesores lo describían como un niño raro y disperso. Intentó entonces ingresar a la prestigiosa Êcole Polytechnique de París y reprobó el examen; pero tuvo una gran fortuna, quizá la única: conocer un buen profesor, Louis Paul Richard (1795-1849), quien se interesó en el muchacho y supo apreciar su sobresaliente talento y genialidad. Prácticamente a la edad de 17 años, Galois ya había dado los pasos básicos para llegar a sus más importantes planteamientos matemáticos.

Quiso abandonar su trabajo académico y dedicarse de lleno a la causa de la revolución. Por  fortuna el sorprendente trabajo del joven investigador llegó a manos de Augustin Louis Cauchy, el matemático más importante e influyente de Francia en aquella época.

Hasta hoy son hechos y causas confusas, los que condujeron al joven Galois a batirse en un duelo; muere el 30 de mayo de 1832, un día después del desafortunado duelo, a la edad de 20 años, como consecuencia de la herida en el estómago causada por un arma de fuego.

Es una curiosa coincidencia que dos jóvenes y geniales matemáticos, Abel y Galois, dedicados ambos, entre 1820 y 1830 en forma independiente, a resolver el mismo problema, hayan muerto a tan temprana edad (Abel, murió a causa de la tuberculosis, a los 26 años).

No creo que la edad tenga que ver de manera fundamental en la capacidad matemática de las personas, pero sí es característico en los genios, que las grandes ideas surjan a temprana edad. Es conocido también, por ejemplo, el caso de otro gran matemático, Karl Friedrich Gauss, quien a los 18 años hizo trascendentales aportes matemáticos y fue considerado un «niño prodigio» para las matemáticas.

Hay una anécdota muy famosa según la cual, cuando Gauss tenía 9 años y asistía a la escuela en su ciudad natal de Brunswick (Alemania), su profesor, de apellido Büttner, quiso entretener a los niños el tiempo suficiente para poder escaparse a realizar una diligencia, así que les dejó la tarea de calcular la suma de los números de 1 a 100; es decir, 1+2+3+…+100.  Antes de que el maestro pudiera salir siquiera del salón, el pequeño Gauss le dio la respuesta correcta. El niño había escrito debajo de la expresión, la suma una vez más, pero en el orden contrario: 100+99+…+1, de tal manera que al sumar término a término tenía 100 sumandos iguales (1+100)+(2+99)+…+(100+1). Por lo tanto, el resultado era simple: 100 veces 101. Como lo anterior corresponde a sumar dos veces la expresión inicial, la respuesta debe ser la mitad: (100)(101)/2. Había descubierto por su propia cuenta que la suma de los n números 1,2,…n es n(n+1)/2.

Existen hoy en día dos grandes premios reconocidos mundialmente, para estimular el talento matemático. Por un lado, está el Premio Abel de Matemáticas, también llamado el Nobel de las Matemáticas, es un galardón concedido anualmente por el Rey de Noruega a un matemático destacado. El gobierno noruego creó el Premio en 2002, precisamente en el bicentenario del nacimiento del matemático noruego, Niels Henrik Abel. La Academia Noruega de Ciencias y Letras proclama cada año al merecedor del premio Abel, tras una selección hecha por un comité de cinco matemáticos de varios países. La recompensa económica para el premiado es de unos 700 000 euros. El premio pretende dar difusión y publicidad a las matemáticas y aumentar su prestigio y atracción, especialmente entre los jóvenes. Importantes matemáticos, como John Nash o Andrew Wiles fueron galardonados recientemente.

Por otro lado, tenemos la Medalla Fields, el más prestigioso galardón de las matemáticas. Se trata de una distinción que concede la Unión Matemática Internacional cada cuatro años. Estas medallas se entregan a uno o más matemáticos. Su nombre le fue dado en honor del matemático canadiense John Charles Fields y solo se le concede a matemáticos con edades no superiores a los 40 años. Este requisito es naturalmente un estimulante incentivo para los jóvenes que se dedican a las matemáticas. Pero lo anterior no debe desalentar a los mayores de 40 para hacer nuevos aportes a esta fascinante ciencia exacta o para buscar novedosas e insospechadas aplicaciones.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/genios-y-prodigios-matematicos

Imagen: http://iqmatematicas.com/

 

Comparte este contenido:
Page 9 of 11
1 7 8 9 10 11