El sexo de la ciencia

Riguroso análisis de las desiguladades y desventajas de las mujeres en el terreno de la ciencia

Por Iñaki Urdanibia

« No saldremos de donde estamos mientras no se perciba como un espectáculo intolerablemente mafioso el que aparezcan copados por varones todas las instancias importantes en las que se toman decisiones que afectan a nuestras vidas »

                                     Celia Amorós )

« El sexismo es un esencialismo, como el racismo, de etnia o de clase. El sexismo imputa las diferencias históricamente instituidas a una naturaleza biológica que funciona como una esencia, de donde se deducen implacablemente todos los actos de la existencia. Y entre todas las formas de esencialismo, el sexismo es sin duda la más difícil de desarraigar »

                                     Pierre Bourdieu )

Si en el artículo anterior destacaba como la filosofía ateniéndose a la escasa, por no decir nula, presencia de féminas en tal quehacer , en el terreno de la ciencia ocurre algo parecido. Si uno se atiene a las cifras que dan cuenta de los porcentajes de empleos en puestos de responsabilidad que diferencian a las mujeres de los hombres, algo huele a podrido por la ínfima cantidad de féminas que aparecen en el ranking, si bien el número aumenta en cuanto se trata de ocupaciones y puestos auxiliares y de menor relevancia. ¿ O bien es que las mujeres no sirven o tienen menos capacidad por el mero hecho de ser mujeres, como si de algo innato se tratara; o bien, la desproporción es debido al poder que detentan los varones dentro del entramado , pongamos por caso, académico, o dedicado a la investigación? No hace falta ser muy lince, ni poco, para ver que lo que sucede es lo segundo ya que el pensamiento científico, al igual que el filosófico, artístico no son algo realmente sexuado, y así sería aberrante buscar lo masculino o lo femenino en su esencia; el quid del asunto reside en que tales quehaceres están atravesados, en sus métodos y sus estrategias( de formación, elección, selección y promoción), en su historia y en su ejercicio, por los conflictos que se tejen las relaciones de sexos cuando se habla de los elementos del saber, como reflejo del panorama social . Para algunos, las diferencias están ya a punto de desaparecer ya que la tendencia hacia la universalización en el reparto, cuotas, está en ascenso total; para otros, se da una tendencia a resaltar las diferencias – que las hay y se pueden constatar con solo abrir un poquito los ojos- , haciendo de lo femenino un valor en alza que podría cambiar las cosas hasta ahora dominadas por la racionalidad masculina (?).

Sea como sea, en no pocas ocasiones la valoración se ha basado en la constatación de la escasa presencia femenina en cierto tipo de actividades, como si esto fuese debido a su incapacidad, como si permaneciese vigente el credo griego, reafirmado por el propio Aristóteles que enfrentaba a mujeres y hombres, siendo estos últimos los representantes de los grande y fuerte frente a lo pequeño y endeble que encarnaban las mujeres, lo caliente frente a lo frío, , lo seco frente a lo húmedo, quedando así en el haber del varón: la civilización, la razón y el orden, mientras que en el haber femenino- ese ser disminuido– restaba la naturaleza, la emoción y el caos ; o a lo más se han dado caso que se les ha dedicado espacio a modo de presencia anecdótica , en algunos apéndices, a modo de excepcionales singularidades, que florecen en los márgenes de la marcha general de las diferentes actividades humanas. Aun sin seguir la senda foucaultiana, que toma como eje las relaciones del saber / poder, ni buscar las raíces de la dominación que vienen de antaño en un análisis antropológico materialista o cultural, los hechos son los hechos, los números son los números y estos resultan indiscutibles en su abrumadora expresión, y no es un sistema adecuado en negarlos, en una política propia de avestruz.

No es, desde luego, esta última la opción que adoptan las seis autoras ( Ester Conesa Carpintero, M. Antonia García de León, Nora ätzel, Beatriz Revelles Benavente y Esther Torrado Martín-Palomino) que se reúnen en el volumen dirigido por una de ellas, Ana M. González Ramos: « Mujeres en la ciencia contemporánea. La aguja y el camello» ( Icaria, 2018). Subtítulo que aplicado a lo femenino adecua la afirmación de Lucas ( 18:25) acerca de lo que dice que decía el otro:« porque más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” , dejando clara la visión que se expone en las intervenciones: las mujeres son rara avis en el mundo de la ciencia. Si esto es así no es obviamente, reitero y que se me excuse la simpleza, por ningún tipo de predestinación ontológica, genética, etc, sino debido a la dominación de los hombres, en los puestos claves de este campo como en el de los demás.

El análisis es polifónico y pormenorizado, trazándose un detallado mapa de la situación de la presencia femenina en el campo de la ciencia, tanto en los que hace a las causas educativas y la propuesta de modelos en lo que hace a los roles, como a las cortapisas que les son puestas en el camino a la hora de ascender, lo que provoca problemas de salud en las que pretenden integrarse en tal mundo, la sensación, y reflejo en la realidad, de quedar reducidas al estado de invisibilidad, haciendo que sus méritos sean usurpados por nombres masculinos, quedando el de ellas, aunque sean las responsables de los descubrimientos, experimentos presentados, así como algunas propuestas que traten de solucionar estos flagrantes desajustes y desigualdades que no solo se dan por acá sino igualmente allende las fronteras . Las participantes en la obra dirigen su mirada al estado actual de cosas eludiendo cualquier mención al pasado y a las luminarias femeninas que han sido en ese mundo vedado para ellas.

El libro se inicia con unas cifras, en uno de los prólogos, debido al secretario general de universidades, Jorge Sainz González, que dan cuenta de que las estudiantes universitarias representan un 54,1%, mientras que el profesorado femenino es sólo de 40,5%, las cifras bajan si se ciñe a las funcionarias, y descienden más todavía en lo que hace a las responsabilidades en el terreno académico, números que también asoman a lo largo de la obra para dejar claro que las mujeres ocupan las categorías jerárquicas inferiores de las estructuras de la ciencia: 45% ayudantes y becarias, 15% catedráticas y titulares…No hace falta ser un empedernido pitagórico para dar a los números la importancia que tienen, que en este caso es apabullante. Se analizan las causas de esta escasez y se exploran los terrenos en que las exigencias sobre las mujeres son brutales, lo que hace que el intento de cumplir con tales requisitos desfonde al más pintado( en este caso a la más pintada, en femenino); la mirada se detiene igualmente en las tensiones que se producen en el seno de los centros e instituciones entre los responsables, hombres, y las mujeres, concediéndose la palabra a diferentes mujeres que explican su experiencia en la que se constata, a modo de significativo ejemplo, cómo los ascensos son propuestos por otras mujeres más que por los hombres( presente el sentimiento de sororidad), sin dejar de lado la tendencia a encaminar las carreras femeninas hacia una ética del cuidado. Mecanismos que hacen que muchas se rindan ante las nulas expectativas o ante la carrera de obstáculos que han de recorrer si quieren dedicarse profesionalmente a tales ocupaciones, o no pocas caigan en estados de desánimo que se traduce en problemas de salud. Abundan también los ejemplos del florecimiento de cierto silencio o pasividad ante el espectáculo de la injusticia, y es que es obvio que a nadie se le pueda exigir convertirse en una mártir. Se expresa a lo largo de todos los trabajos las relaciones que se dan en las relaciones entre el poder y el género, y los altavoces que se prestan a la fijación de los arquetipos propios para cada sexo, aspecto que es presentado por diferentes voces de protagonistas que desvelan los inicios vocacionales que han ido derivando hacia diferentes espacios dependiendo a las cuestiones de género y las interferencias y faltas de apoyo, o zancadillas, a las que se ven enfrentadas las jóvenes.

Las diferentes miradas completan un cuadro general del estado, lamentable, de la cuestión estudiada, con respecto al que al final, como conclusión, se exponen algunas propuestas para cambiar la situación. Una ética de la responsabilidad femenina es presentada como necesaria para encarar este combate, un abierto rechazo a los mecanismos basados en la meritocracia , es necesario igualmente el subrayado de la necesidad de que se dé paso a la pluralidad y a la integración del máximo de voces diferentes, del mismo modo que se señala las tendencias reinantes en el seno de la investigación científica que, dejando de lado el conocimiento y la creatividad, ponen en el centro rector la eficiencia relacionada con los criterios meramente empresariales…Tras subrayar las desventajas ostensibles en que se hallan las mujeres con respecto a los hombres en el campo de la ciencia, se ofrece una treintena de puntos con el que mejorarían la situación, proposiciones que van desde el análisis concreto de las trayectorias de hombres y mujeres en sus carreras al fomento de los lazos de empatía, solidaridad, etc., etc., etc.

Fuente:http://kaosenlared.net/el-sexo-de-la-ciencia/

Comparte este contenido:

¡Y Virginia Wolf se fundió con el agua! Una reflexión literaria sobre el empoderamiento de la mujer

Kaosenlared/13 de abril de 2016/Por: Iñaki Urdanibia

images-5

Era el 28 de marzo de 1941 cuando la escritora penetró en las aguas del río hasta desaparecer en ellas, en la orilla quedó la verticalidad de su bastón como testigo mudo de su muerte. No podía soportar la existencia, y aun viniendo de lejos tal sentimiento, en los últimos tiempos las voces no le dejaban vivir, atormentaban a la atormentada mujer. Si decía la escritora que « las cosas nos expresan », el bastón en su verticalidad daba muestra del lugar en el que Virginia dejó su vida, al tiempo que simbolizaba también la resistencia frente a la locura en la que el mundo se veía envuelto,…soportando –como lo señalaba Leonard, el marido de la escritora- « como símbolo de una humanidad que, a pesar de todas sus dudas, superando su desgana, su asco, había decidido no ceder, no abdicar, resistir…».

Los últimos días de la gran escritora londinense fueron días difíciles, dolorosos, días de profunda depresión por los continuos bombardeos que caían sobre el sur de Inglaterra, y por la desesperante trayectoria que tomaba su enfermedad mental, y la enfermedad del mundo. Estos últimos días se desarrollaron en unos parajes idílicos, en Rodmell, pueblecito situado junto al río Ouse, en Sussex. Alí el matrimonio trataba de alejarse del mundo, sustraerse al sangriento ajetreo que sacude la vieja Europa. Los días que precedieron al 28 de marzo de 1941-fecha de la muerte de la escritora.- están plenos de temor, de reflexiones sobre el presente , el pasado y el incierto futuro. El domicilio respiraba inquietud, los dueños preocupados por la enfermedad de Virginia, del futuro de la guerra, de la increíble pasividad de Dios que nada hace para parar el aplastante avance del mal. El pensamiento en una muerte digna ocupa a la pareja que preparaba sus respectivas dosis de cianuro, para llegado el momento…El marido pensando en su condición de judío, cosa que hasta entonces no le había preocupado en absoluto, se dedicaba a leer la Biblia, tarea a la que nunca había dedicado ni un minuto de su vida. La mujer aguantaba su derrumbe como podía. El médico mostraba su pesimismo con respecto al futuro de la mente de Virginia, y la criada Louie, se desesperaba al ver la vida de la pareja: el marido en su despacho oyendo las noticias de la radio, la escritora en su cabaña, « en perpetua charla consigo misma», …y Louie ahogando su tristeza en coñac ( no me resisto a recomendar un librito, « El bastón de Virginia», editado en 2000, por Circe Ediciones, que recoge aquellos días de manera polifónica).

El cuerpo sería encontrado tres semanas después. También se encontraron dos notas: una dirigida a su hermana Vanesa y la otra a su marido Leonard Wolf. En esta se podía leer : « estoy segura de estar volviéndome loca otra vez. Siento que ya no podemos atravesar otros de estos horribles periodos. Y creo que esta vez ya no tengo cura. Empiezo a oír voces, y ya no puedo concentrarme. Así que voy a hacer lo que me parece mejor». Se fundió con el agua, tan presente en su obra, y las olas marcaron el ritmo de su desaparición. « ¡Muerte! Las olas rompían en la playa ». Allí se acabó aquella vida que había sido una continua búsqueda de un rostro propio, de una voz, de una mirada, de un tono…permanente mudanza en pos de u espacio propio, de una habitación propia.

El espejo de una vida

Se apagó la vida de Adeline Virginia Stephen que había nacido, , en el seno de una familia acomodada de clase media, el 25 de enero de 1882. De su madre, Julia Duckworth, heredó el talante artístico y la preocupación por los demás, especialmente por los más desfavorecidos. De su padre, Leslie Stephen, sus posturas atrevidas en lo que hace a las costumbres sociales y el gusto por los asuntos intelectuales. Niña sensible donde las hubiese, Virginia al igual que su hermana Vanesa recibió una educación doméstica, sólo los varones iban a estudiar a centros universitarios, como ella lo explica con afilada pluma en su Habitación propia ( « si, por desgracia, no se tiene una formación universitaria…», se quejaría) ( * ) . La surtida biblioteca del domicilio familiar, en Hyde Park Gate, y los sabios consejos paternos le iban a servir para curtirse en los terrenos del saber .Cuando contaba con la edad de trece años muere su madre, « su muerte fue el mayor desastre que podía ocurrir» dirá en Momentos de vida. Aquel verano de 1895, tendría su primera crisis ( « y también mí se levanta la ola. Se hincha; arquea el lomo. Una vez más soy consciente de un deseo, nuevo, de algo que se levanta en mí como el caballo cuyo jinete hinca espuelas para después tirar de las riendas», se lee en Las olas ). Ya periódicamente, a lo largo de su vida, le volverían a visitar esas olas de la conciencia, las innúmeras voces, los pájaros cantando en griego…y le ocuparían mucho tiempo en su reflexión. Se puede leer en sus Diarios: « creo que estas enfermedades so en mi caso-¿cómo puedo expresarlo?- en parte místicas. Algo ocurre en mi mente . Se niega seguir registrando impresiones. Se encierra en sí misma se convierte en crisálida, a menudo con un agudo dolor físico. Luego de pronto se dispara un resorte». De crisis maníaco-depresivas, con verbo menos poético, habla algunos especialistas.

La casa, debido a la ausencia materna, queda en manos de su hermanastra Stella-que jugará el papel materno- y de un padre enfurecido y que se comporta de manera un tanto autoritaria. Esa es la impresión que Virginia guarda de su, por otra parte, admirado padre. De aquellos años recordará más tarde la escritora, datan también lo abusos a los que le sometía su hermanastro George. Dos años después muere Stella y cinco después su padre. ¡ Qué cúmulo de muertes! Como dirá en su conmovedor relato , Condolencia, : « ¿Cómo lo ha cambiado todo la muerte! Como en un eclipse de sol, los colores se esfuman…Ha sido la muerte , la muerte acecha tras las hojas y las casas y el humo que asciende tembloroso, y lo sosiega…y he visto al hombre con la guadaña mirando por encima del seto a nuestro paso ». El año de la muerte de su padre, el mismo en el que se traslada junto a sus hermanos Vanesa, Thoby y Adrián, al 46 de Gordon Square, en el barrio más popular de Bloomsbury, sufre nuestra protagonista su segunda crisis que le viene a durar prácticamente todo el año, 1904. Allí, en el nuevo domicilio, comenzaron las tertulias sin fin, las libres palabras sobre cualquier tema, que dio origen al llamado «Bloomsbury Group». Años más tarde, confesaría Virginia a su sobrino, y biógrafo, Quentin Bell: « no éramos más que seres alocados, extravagantes, ingenuos, toscos, excéntricos e industriosos por encima de las palabras ». Por allá andaban célebres filósofos, economistas, escritores, pintores, y entre ellos el que luego sería marido de Virginia, Leonard Wolf. Más que cualquier tipo de doctrina, fueron los valores de la libertad más absoluta los que dejaron su perenne impronta en la futura escritora. Aquellas veladas refuerzan más si cabe, el complot contra el mundo dominado por hombres, y por estúpidos valores, que Virginia había sellado hacia ya años con su hermana Vanesa; relación estrechísima que haría que Virginia preguntase a ésta : « ¿ Tú crees que tenemos el mismo par de ojos y sólo gafas distintas ¿ o que le llevase a decir en otro lugar, Flush … existía un parecido entre las dos. Al mirarse la una a la otra decían: “¡ soy yo!” , pero cada una se decía, “¡ qué distinta!…” Separadas en dos mitades, pero hechas con el mismo molde, ¿ sería acaso, que cada una plasmaba lo que estaba latente en la otra? ».

Precisamente u viaje con su hermana a Grecia, donde se contraría con sus os hermanos, tiene como desgraciado resultado la muerte del hermano pequeño debido a unas fiebres tifoideas. ¡ Otra muerte! Al año siguiente se casa su hermana y Virginia se muda co su hermano Adrián a otro domicilio londinense, se cansan de este domicilio y se trasladan a otro que comparten con Duncan Grant, Maynard Keynes y Leonard Wolf. Al año siguiente, el 10 de agosto de 1912, se casan Virginia y Leonard. Crisis postmatrimonial, justo al cumplirse un año del enlace, que le lleva a consumar una tentativa de suicidio. La pareja se traslada a otra casa y compran una imprenta ( Hogarth House) que serviría para publicar los escritos de Virginia, y también algunos de Freud – refugiado en Londres- , y de sus amigos Catherine Mansfiled , E.M. Forster y T.S.Eliot.

Viajes, intensa vida social, amistades ( elevada a ivel de verdadera leyenda la que mantuvo con la aristócrata Vita Sackville-West), conferencias, trabajo editorial, y participación en diversas luchas feministas ( feministas, pacifistas y laboristas). La enfermedad le visita con frecuencia. Sufre con la guerra de España ( en la que se le muere un sobrino) y con el estallido de la segunda guerra mundial. Se van de Londres por temor a los bombardeos, y teme también por la condición de judío de Leonard. El mundo se hunde ( « zarandeados entre la esperanza y la desesperanza, la guerra y la paz, la locura y la cordura…» que decía Leonard a un amigo) y parece que Virginia se hundía con él…Sus libros no lo hicieron entonces, ni lo harán..son inmortales: Fin de viaje, El cuarto de Jacob, La señora Dalloway, Alfaro, Orlando, Una habitación propia, Las olas, Tres guineas…Siempre con los temas perennes de la salud y la enfermedad mental, lugar de la mujer en la sociedad, de la relación de las mujeres con la escritura, la sociedad patriarcal , la vida y la muerte, y muy en concreto el suicidio .

Escritura sin rostro

A Virginia Wolf se le ha solido relacionar con el filósofo francés Henri Bergson ( 1859-1941) en el hincapié que ambos hacen en las cuestiones relacionadas con el tiempo, la memoria, los recuerdos. Se preguntaba el pensador de la durée : « ¿ qué somos nosotros, qué es nuestro carácter sino la condensación de la historia que hemos vivido desde nuestro nacimiento, antes de nuestro nacimiento incluso, dado que llevamos con nosotros, disposiciones prenatales? ». Los recuerdos privilegiados- la memoria es sin duda selectiva- van dejando su poso en las personas que los arrastran a lo largo de su existencia…ahí residirá la materia prima de la escritura. « Es un error creer que la literatura pueda producirse a partir de la materia en bruto…es preciso extraerla de la vida », decía Virginia Wolf y convertía de se modo a la novela en algo así « como una visión de la vida en un espejo, aunque, naturalmente , con innumerables simplificaciones y deformaciones ».

Mas la singularidad de una vida está conformada por la multiplicidad de relaciones, por una multiplicidad de voces que Virginia- por medio de su escritura líquida- convierte en un rumor de voces que combina los silencios con la aceleración de sentimientos, con las reflexiones entrecortadas y entrecruzadas de los distintos persones que en su escritura se dan cita. Son sujetos sin rostro, quebrados, que son desnudados en sus flujos de conciencia ( stream of consciousness ), y que dejando ver por momentos sus actos oscuros-tan reseñables para Virginia Wolf- que los grandes hechos de los que habitualmente se nutre la historia. Es esta fragmentación, el fluir de repetitivas y desiguales olas de conciencia, unidos a las alusiones al carácter no trasparente y comunicativo del lenguaje lo que ha hecho que se emparente el nombre de la escritora con el de Foucault, o con el de la corriente denominada postmoderna. « Empiezo a desear un lenguaje parco como el que usan los amantes, palabras rotas, palabras quebradas, como el roce de las pisadas en la acera, palabras de una sílaba como las que usan los niños cuando entran en un cuarto donde su madre está cosiendo y cogen del suelo una hebra de lana blanca, una pluma, o un retal de chintz. Necesito un aullido, un grito ».

Muy ligado a lo anterior, salta a la vista en la prosa woolfiana su afán por adoptar una mirada distinta, por « buscar una frase femenina, una frase psicológicamente femenina». Como se harta de repetir la escritura sobre las mujeres siempre la han hecho los hombres-quienes necesitan a éstas para que se comporten como « espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar una silueta del hombre de tamaño doble del natural»-, es hora ya de que las mujeres se retraten por ellas mismas. Su búsqueda se centró en hallar esa diferencia de visión, esa mirada diferente, que harían que las mujeres esquivasen los consolidados discursos masculinos para explorar pagos hasta entonces inexplorados y vetados al sexo femenino ( condenado a no escribir o a hacerlo en la sala de estar, en medio de los ruidos, de los niños, las tareas domésticas…). Devenir-femme – que diría Gilles Deleuze- fue el intento inagotable de la escritora de Al faro, tratando de abrir ventanas al discurso de la alteridad, como otro del discurso dominante. « Soy mujer…cuando escribo », decía con orgullo.

Y con ese equipaje explorará las cuevas de la conciencia, trazará mapas de los múltiples estados mentales. Como espectadora privilegiada da cuenta de la familia victoriana ( los escritores no surgen de la nada, sino que son herederos de sus épocas), de la visión del mundo desde el enfrentamiento entre cordura y locura, de la constitución del artista…y se compromete contra la guerra, en pro del feminismo y la justicia sin recurrir al panfleto sino incrustándolos en un registro lírico. Marcando el ritmo…el tic-tac de los relojes, la intermitencia de los faros, y el vaivén de las « viejas olas que han estado rompiendo exactamente así durante estos miles de años ».

—————————————————————————-

( * ) Artículo que escribí con ocasión del 75 aniversario de la publicación de « Una habitación propia», que fue publicado en el diario GARA.

Una hermana para Shakespeare

En 1926, Virginia Woolf es invitada a impartir unas conferencias en Cambridge en un ciclo sobre Mujeres y literatura, el público asistente, en su mayor parte femenino, se entusiasmó con las posturas que expuso la escritora. Tres años después, en 1929, relevante fecha de la primera crisis del capitalismo industrial, a principios de año, mientras enferma pasa tres semanas en cama-según cuenta en el segundo volumen de sus diarios íntimos– madura la idea de convertir en libro las conferencias antes nombradas, extendiéndose así de un modo que en su participación oral no había podido hacerlo por las restricciones de tiempo. Varias veces a lo largo de dicho año podrá observarse en sus nombrados diarios su preocupación por tal texto, por las posibles correcciones a introducir, y posteriormente, tras su otoñal publicación, bajo el título de Una habitación propia( A Room of One´s Own ), el enorme éxito de ventas.

La respuesta que daba a la cuestión planteada acerca de la relación de las mujeres con la literatura, la respuesta de ella fue plenamente materialista y en vez de derivar hacia concepciones esencialistas que estableciesen alguna forma de particularidad propia de la escritura femenina- sin dejar, no obstante, de reivindicar el derecho a la diferencia, y también la deseable complementariedad, «es funesto ser un hombre o una mujer a secas; uno debe ser “mujer con algo de hombre” u “hombre con algo de mujer”. Debe consumarse una boda entre elementos opuestos », para añadir unas páginas después que «a menudo me gustan las mujeres. Me gusta su anticonvencionalismo»-, propondrá que la condición sine qua non para que las mujeres puedan escribir es tener «dinero y una habitación propia », además de libros también propios y una cerradura en la puerta de dicho cuatro propio. La aparente simpleza de la respuesta, va a ser, en cierto sentido, un grito de alerta y de radicalidad contra la situación a que se ha visto reducida la mujer a lo largo de la historia, contra la dependencia económica a la que se las ha sometido, a la carencia de habitación, hacendosas ellas en la sala de estar a disposición de la casa y sus habitantes, y sin libros propios patrimonio exclusivo de los varones de la casa. Ad maiorem gloriam homini-apropiando el lema jesuítico para la ocasión-, tal ha sido el rol que ha debido jugar la mujer como «espejo al hombre durante siglos, poseen el poder mágico y delicioso de reflejar una imagen del hombre de tamaño natural, dos veces y media más grande>>. Desde aquella afirmación aristotélica que hablaba de las mujeres como hombres incompletos(en su Política se lee: «un ser degradado o por debajo de la humanidad »),las mujeres se han visto marginadas de los asuntos importantes, para ser convertidas en floreros o sirvientas, o a lo más en dominadoras de la vida de los reyes pero únicamente en la ficción, ya que en la práctica…recluidas y la pata quebrada. La obra woolfiana de la que ahora se cumplen setenta y cinco años desde su publicación, es un repaso que abarca desde el siglo XV hasta los tiempos en que se escribe para denunciar la dependencia femenina con respecto a los varones, y subrayar el recurso por parte de las mujeres que escribían a utilizar pseudónimos masculinos para evitar que se conociese su identidad; ellas tenían prohibido el acceso a las aulas universitarias, a las librerías, y en consecuencia las más curiosas o interesadas por el aprendizaje habían de recurrir a apropiarse de los libros y los apuntes de sus hermanos del género masculino para poder acceder a estos pagos intelectuales que les estaban vedados.

El libro, téngase en cuenta la época en la que fue escrito, se convirtió en avanzadilla, y hasta en texto de obligada lectura para cualquiera que defienda los derechos de la mujer a disfrutar de la libertad y la igualdad con respecto a sus compañeros, y a veces dominadores infames como la misma autora lo denunciará años después en su novela Tres guineas(1938) al comparar el comportamiento de los nazis con ciertos hombres que parecen completamente dispuestos a conservar el privilegio de ser los únicos «dueños del mundo ». Pues bien, en el libro que recordamos Virginia Woolf recurre a la ficción como mecanismo para penetrar con eficacia por algunos lares ya transitados por distintas disciplinas académicas y por ciertos textos de ensayo, rompiendo con el recurso citado los estrictos lindes de las disciplinas, y abarcando así el quid de la cuestión muchas veces escamoteado por los cómplices silencios o por los discursos gastados. ¿Cómo explicar la «ausencia» persistente de las mujeres a lo largo de la historia? ¿Cómo es posible que haya habido tan pocas mujeres escritoras?…la autora de Orlando (1928)-precedente de las posturas del libro del que hablamos, en la medida que ese ser viaja a través de los siglos, encarnado en hombre o en mujer dependiendo los siglos por los que pasa, y tendiendo a la superación de los antagonismos de los sexos-, la autora digo, pasando por encima-o de lado- de las distintas disciplinas(antropología, historia, psicología, literatura, sociología…) va y le da una hermana al gran escritor inglés, Shakespeare, la bautiza con el nombre de Judith y la dota de un enorme y «maravilloso ingenio » y señala el camino que ésta habría de seguir: aprovecharse de los libros que poseía su hermano, y a cierta edad se vería obligada a huir de su domicilio familiar ya que allí le querían organizar una boda, y deseando hacer teatro vería negado su deseo ya que los papeles femeninos eran representados por hombres jóvenes, etc. ¡Amargura, tristeza, melancolía…!

El grito woolfiano se alza con furia contra todos los límites y cortapisas que hacen que la mujer no pueda desarrollar sus potencialidades en todos los terrenos-incluidos obviamente los creativos-por la eterna dependencia económica, simbólica, espacial… y las coartadas hasta supuestamente científicas acerca de «la inferioridad intelectual , moral y física del sexo femenino», defendidas según señala la escritora en su libro por un tal profesor von X(que no era otro que su amigo Freud)…aspectos todos ellos que, a pesar del tiempo transcurrido , siguen estando vigentes( en estos tiempos de floreros, velos, mutilaciones , infanticidios, mujeres quemadas por sus maridos, golpeadas, y muertas) lo que hace que el libro siga teniendo una extraordinaria vitalidad, debido tanto al tema abordado como a la sagacidad y originalidad con que se hace.

Fuente de artículo: http://kaosenlared.net/y-virginia-wolf-se-fundio-con-el-agua/

Fuente de la imagen:

https://www.google.com/search?q=Virginia+Woolf&espv=2&biw=1366&bih=623&site=webhp&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwia8c65mYzMAhUG0iYKHTA3C1AQ_AUIBigB#tbm=isch&q=virginia+woolf+frases&imgrc=1wGSfJhLtQBpNM%3A

Comparte este contenido: