Riguroso análisis de las desiguladades y desventajas de las mujeres en el terreno de la ciencia
Por Iñaki Urdanibia
« No saldremos de donde estamos mientras no se perciba como un espectáculo intolerablemente mafioso el que aparezcan copados por varones todas las instancias importantes en las que se toman decisiones que afectan a nuestras vidas »
( Celia Amorós )
« El sexismo es un esencialismo, como el racismo, de etnia o de clase. El sexismo imputa las diferencias históricamente instituidas a una naturaleza biológica que funciona como una esencia, de donde se deducen implacablemente todos los actos de la existencia. Y entre todas las formas de esencialismo, el sexismo es sin duda la más difícil de desarraigar »
( Pierre Bourdieu )
Si en el artículo anterior destacaba como la filosofía ateniéndose a la escasa, por no decir nula, presencia de féminas en tal quehacer , en el terreno de la ciencia ocurre algo parecido. Si uno se atiene a las cifras que dan cuenta de los porcentajes de empleos en puestos de responsabilidad que diferencian a las mujeres de los hombres, algo huele a podrido por la ínfima cantidad de féminas que aparecen en el ranking, si bien el número aumenta en cuanto se trata de ocupaciones y puestos auxiliares y de menor relevancia. ¿ O bien es que las mujeres no sirven o tienen menos capacidad por el mero hecho de ser mujeres, como si de algo innato se tratara; o bien, la desproporción es debido al poder que detentan los varones dentro del entramado , pongamos por caso, académico, o dedicado a la investigación? No hace falta ser muy lince, ni poco, para ver que lo que sucede es lo segundo ya que el pensamiento científico, al igual que el filosófico, artístico no son algo realmente sexuado, y así sería aberrante buscar lo masculino o lo femenino en su esencia; el quid del asunto reside en que tales quehaceres están atravesados, en sus métodos y sus estrategias( de formación, elección, selección y promoción), en su historia y en su ejercicio, por los conflictos que se tejen las relaciones de sexos cuando se habla de los elementos del saber, como reflejo del panorama social . Para algunos, las diferencias están ya a punto de desaparecer ya que la tendencia hacia la universalización en el reparto, cuotas, está en ascenso total; para otros, se da una tendencia a resaltar las diferencias – que las hay y se pueden constatar con solo abrir un poquito los ojos- , haciendo de lo femenino un valor en alza que podría cambiar las cosas hasta ahora dominadas por la racionalidad masculina (?).
Sea como sea, en no pocas ocasiones la valoración se ha basado en la constatación de la escasa presencia femenina en cierto tipo de actividades, como si esto fuese debido a su incapacidad, como si permaneciese vigente el credo griego, reafirmado por el propio Aristóteles que enfrentaba a mujeres y hombres, siendo estos últimos los representantes de los grande y fuerte frente a lo pequeño y endeble que encarnaban las mujeres, lo caliente frente a lo frío, , lo seco frente a lo húmedo, quedando así en el haber del varón: la civilización, la razón y el orden, mientras que en el haber femenino- ese ser disminuido– restaba la naturaleza, la emoción y el caos ; o a lo más se han dado caso que se les ha dedicado espacio a modo de presencia anecdótica , en algunos apéndices, a modo de excepcionales singularidades, que florecen en los márgenes de la marcha general de las diferentes actividades humanas. Aun sin seguir la senda foucaultiana, que toma como eje las relaciones del saber / poder, ni buscar las raíces de la dominación que vienen de antaño en un análisis antropológico materialista o cultural, los hechos son los hechos, los números son los números y estos resultan indiscutibles en su abrumadora expresión, y no es un sistema adecuado en negarlos, en una política propia de avestruz.
No es, desde luego, esta última la opción que adoptan las seis autoras ( Ester Conesa Carpintero, M. Antonia García de León, Nora ätzel, Beatriz Revelles Benavente y Esther Torrado Martín-Palomino) que se reúnen en el volumen dirigido por una de ellas, Ana M. González Ramos: « Mujeres en la ciencia contemporánea. La aguja y el camello» ( Icaria, 2018). Subtítulo que aplicado a lo femenino adecua la afirmación de Lucas ( 18:25) acerca de lo que dice que decía el otro:« porque más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” , dejando clara la visión que se expone en las intervenciones: las mujeres son rara avis en el mundo de la ciencia. Si esto es así no es obviamente, reitero y que se me excuse la simpleza, por ningún tipo de predestinación ontológica, genética, etc, sino debido a la dominación de los hombres, en los puestos claves de este campo como en el de los demás.
El análisis es polifónico y pormenorizado, trazándose un detallado mapa de la situación de la presencia femenina en el campo de la ciencia, tanto en los que hace a las causas educativas y la propuesta de modelos en lo que hace a los roles, como a las cortapisas que les son puestas en el camino a la hora de ascender, lo que provoca problemas de salud en las que pretenden integrarse en tal mundo, la sensación, y reflejo en la realidad, de quedar reducidas al estado de invisibilidad, haciendo que sus méritos sean usurpados por nombres masculinos, quedando el de ellas, aunque sean las responsables de los descubrimientos, experimentos presentados, así como algunas propuestas que traten de solucionar estos flagrantes desajustes y desigualdades que no solo se dan por acá sino igualmente allende las fronteras . Las participantes en la obra dirigen su mirada al estado actual de cosas eludiendo cualquier mención al pasado y a las luminarias femeninas que han sido en ese mundo vedado para ellas.
El libro se inicia con unas cifras, en uno de los prólogos, debido al secretario general de universidades, Jorge Sainz González, que dan cuenta de que las estudiantes universitarias representan un 54,1%, mientras que el profesorado femenino es sólo de 40,5%, las cifras bajan si se ciñe a las funcionarias, y descienden más todavía en lo que hace a las responsabilidades en el terreno académico, números que también asoman a lo largo de la obra para dejar claro que las mujeres ocupan las categorías jerárquicas inferiores de las estructuras de la ciencia: 45% ayudantes y becarias, 15% catedráticas y titulares…No hace falta ser un empedernido pitagórico para dar a los números la importancia que tienen, que en este caso es apabullante. Se analizan las causas de esta escasez y se exploran los terrenos en que las exigencias sobre las mujeres son brutales, lo que hace que el intento de cumplir con tales requisitos desfonde al más pintado( en este caso a la más pintada, en femenino); la mirada se detiene igualmente en las tensiones que se producen en el seno de los centros e instituciones entre los responsables, hombres, y las mujeres, concediéndose la palabra a diferentes mujeres que explican su experiencia en la que se constata, a modo de significativo ejemplo, cómo los ascensos son propuestos por otras mujeres más que por los hombres( presente el sentimiento de sororidad), sin dejar de lado la tendencia a encaminar las carreras femeninas hacia una ética del cuidado. Mecanismos que hacen que muchas se rindan ante las nulas expectativas o ante la carrera de obstáculos que han de recorrer si quieren dedicarse profesionalmente a tales ocupaciones, o no pocas caigan en estados de desánimo que se traduce en problemas de salud. Abundan también los ejemplos del florecimiento de cierto silencio o pasividad ante el espectáculo de la injusticia, y es que es obvio que a nadie se le pueda exigir convertirse en una mártir. Se expresa a lo largo de todos los trabajos las relaciones que se dan en las relaciones entre el poder y el género, y los altavoces que se prestan a la fijación de los arquetipos propios para cada sexo, aspecto que es presentado por diferentes voces de protagonistas que desvelan los inicios vocacionales que han ido derivando hacia diferentes espacios dependiendo a las cuestiones de género y las interferencias y faltas de apoyo, o zancadillas, a las que se ven enfrentadas las jóvenes.
Las diferentes miradas completan un cuadro general del estado, lamentable, de la cuestión estudiada, con respecto al que al final, como conclusión, se exponen algunas propuestas para cambiar la situación. Una ética de la responsabilidad femenina es presentada como necesaria para encarar este combate, un abierto rechazo a los mecanismos basados en la meritocracia , es necesario igualmente el subrayado de la necesidad de que se dé paso a la pluralidad y a la integración del máximo de voces diferentes, del mismo modo que se señala las tendencias reinantes en el seno de la investigación científica que, dejando de lado el conocimiento y la creatividad, ponen en el centro rector la eficiencia relacionada con los criterios meramente empresariales…Tras subrayar las desventajas ostensibles en que se hallan las mujeres con respecto a los hombres en el campo de la ciencia, se ofrece una treintena de puntos con el que mejorarían la situación, proposiciones que van desde el análisis concreto de las trayectorias de hombres y mujeres en sus carreras al fomento de los lazos de empatía, solidaridad, etc., etc., etc.
Fuente:http://kaosenlared.net/el-sexo-de-la-ciencia/