Panamá/Julio de 2016/La Prensa
Por: Javier Barrios
Hace 40 años, en una de las manifestaciones de docentes contra la fallida reforma educativa, mi esposa, unos familiares y yo estábamos de espectadores en una acera. Entre la multitud y diversas arengas divisamos a Chito Vergara, primo de mi esposa. Entonces acordamos hacerle una broma y empezamos a gritar: “Abajo Chito, abajo Chito”, y en cuestión de segundos, todos a su alrededor gritaban: “Abajo Chito”. Esto es una clara muestra de que mucha gente no tiene la menor idea de lo que hace en las manifestaciones… participa por inercia, analfabetismo letrado, manipulación e irresponsabilidad.
Existe similitud entre la lucha contra la mencionada reforma educativa y la actual contra el proyecto de ley 61 (sobre educación sexual), salvo lo referente al móvil político: claro y abierto en aquella; tenue, confuso y solapado, ahora. El objetivo inicial de las protestas de entonces eran las reivindicaciones salariales que, con el apoyo y la influencia de grupos conservadores y ultraderechistas adversos a Omar Torrijos, terminaron relegándolo a un segundo plano y alzaron la bandera en contra de la reforma educativa.
Algunos pretextos y críticas de entonces y de ahora mueven a la risa y/o están muy alejados de la verdad. Por ejemplo, se argumentó que la reforma educativa era comunista, entre otras simplezas, por una banderita con los colores patrios pegada en la manga de la camisa de los uniformes de primaria, como era en Cuba. O sea, que los inventores de tal falacia pareciera que nunca se percataron de que la reforma era financiada por la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (AID). ¿O será que el gobierno de entonces de ese país o el director de la AID eran comunistas?
Si Omar hubiera deseado que la reforma continuara habría negociado –eso sí, molesto con sus colaboradores por no haber vendido bien la idea–, pero decidió derogarla. Además, no había por qué poner en riesgo un objetivo de tanta trascendencia, como la recuperación del Canal, por una lucha que tenía claros matices políticos.
En aquella época, el rector del Colegio Albert Einstein, Hersel Keplitz, coautor de la reforma, dijo cuando fue derogada: “Algún día la reforma educativa tendrá que ser implementada”.
Han transcurrido 40 años y poco se ha hecho al respecto, pues los docentes siguen resistentes al cambio y sumidos en un oscurantismo cuyos resultados están a la vista, al punto de que en una evaluación internacional de la calidad de la educación, Panamá ocupó el vergonzoso lugar 63, entre 65 países. En eso es que debemos estar.
No pretendo, por falta de espacio, entrar en detalles sobre las bondades y la necesidad apremiante e impostergable de una educación sexual integral. Para mí basta que sea una iniciativa que coadyuve, conjuntamente con otras medidas y políticas estatales, a la solución de un serio problema de salud pública de dimensión nacional y, además, porque un tema de educación científica –diseñado por expertos y que será impartido por docentes entrenados– no ha de ser perjudicial para la juventud y el país en general.
En la antigüedad la educación de los hijos de familias de bien estaba en manos de sus padres y de algún especialista en casa. Los pobres no educaban a sus hijos. Hoy, la situación poco ha cambiado, pues los pobres no tienen derecho a ofrecerle buena educación a sus hijos, ni en la escuela ni en casa, y menos la debida orientación sobre sexualidad que el actual libertinaje exige. Muchos de los padres que se oponen al proyecto de ley 61 tienen solucionado el problema, por lo tanto, son egoístas e injustos con los que no tienen la misma oportunidad.
Ocurre igual con algunos representantes de la Iglesia católica y de otras religiones, quienes además manipulan a sus seguidores, la mayoría de ellos pertenecientes a estos grupos marginados.
Si los padres, por tabú, desconfianza o desconocimiento del tema, no han estado en capacidad de orientarlos (porque no hay escuelas para padres), por favor, dejen que los docentes entrenados para tales fines (como ocurre con matemáticas, física, química, etc.) lo hagan. De lo contrario, dentro de 40 años –como ha ocurrido con la calidad de la educación debido a la resistencia a los cambios– estaremos ocupando lugares vergonzosos en la educación y la salud sexual de menores y adultos, y cuando surjan iniciativas al respecto, seguiremos gritando en las manifestaciones: “Abajo Chito”.
Fuente: http://www.prensa.com/opinion/Reforma-educativa-educacion-Javier-Barrios_0_4534046701.html