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SEP: Transformación curricular, consensos y disensos

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

En política y en otros ámbitos de la vida pública, no se entrega nada a cambio de nada… siempre hay intercambios, destaca Juan Carlos Miranda Arroyo en su columna.

Durante el periodo en que se llevó a cabo la más reciente reforma al texto constitucional y leyes secundarias en materia educativa (modificaciones al artículo tercero, así como abrogación y creación de nuevas leyes, entre 2018 y 2019), me referí a ese fenómeno político, que impulsó el cambio moderado en esa ocasión, como los “nuevos consensos”.

Eso lo afirmo y argumento en mi libro “La crisis del Reformismo Educativo en México” (UPN, Unidad Querétaro, 2021), en el sentido de que la iniciativa enviada por el presidente López Obrador (diciembre, 2018) no podía ser aprobada –tal cual- sólo por los grupos parlamentarios del partido Morena y aliados políticos, sino que se requería de una concertación o acuerdo básico con los partidos de oposición (PRI, PAN, MC y PRD), para que ésta avanzara, luego de difíciles y complejas negociaciones.

Así, el espíritu o la esencia de algunos principios de la reforma educativa de 2013 (como el concepto de “máximo logro de aprendizajes”), quedaron cuidadosamente conservados en el texto y alto rango constitucional. Por eso hablo más de continuismo que de ruptura durante esa coyuntura (2018-2024), en términos de las líneas principales de las políticas públicas educativas aplicadas en México.

En efecto, eso sucedió no sin un costo político para el gobierno de la Cuarta Transformación, porque ello implicó y significó, tras el intenso proceso de negociaciones, que los votos no se entregarían de manera gratuita, cosa que requería la mayoría simple de Morena y aliados en las cámaras (Poder Legislativo), para convertirse en mayoría calificada (criterio establecido legalmente para modificar el contenido de la constitución política).

Como se sabe, en política (tanto en politics como en policy) y en otros ámbitos de la vida pública, no se entrega nada a cambio de nada; en esos contextos, por lo general, hay intercambios, es decir, hay una relación de ganancias y pérdidas.

Aparte de la crítica que externé, en esa coyuntura de 2018-2019, acerca de la falla cometida por el gobierno actual al modificar, primero, el marco legal y después el marco educativo-curricular (diseño y discusión del proyecto educativo nacional y colocación de iniciativas de modificaciones educativas específicas), es importante señalar que, al igual que sucedió con el sexenio anterior (2012-2018), el gobierno de López Obrador inició en forma tardía la “transformación curricular”. (Prefiero llamarle así, en vez de hablar de “reforma curricular”, por las mismas razones que expongo en mi libro: el agotamiento de los términos, y la pérdida de legitimidad y credibilidad que ha padecido el reformismo educativo).

Reflejos retardados

Aunque el sexenio de Peña Nieto inició en 2012, no fue sino hasta 2016 que se inició la discusión del “nuevo Modelo Educativo”, cuyo documento final fue publicado hasta 2017, un año antes de concluir la administración federal; y aunque el sexenio actual comenzó en 2018, no fue sino hasta este 2022 que se abrió la discusión pública sobre el nuevo “Marco Curricular y propuesta de plan de estudios para la educación básica”, en el marco de una retórica y ambigua concepción de “Nueva Escuela Mexicana”.

El problema de origen que carga sobre su espalda, desde que se concibió, esta iniciativa de “transformación curricular” (2021-2022) por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP), es el hecho de que inició como una propuesta de cambios al contenido y formato de algunos libros de texto gratuitos para la educación primaria.

Ese fue un error grave porque, para decirlo en palabras llanas, fue como concentrarse y dar toda la importancia, primero, a la silla sin considerar al caballo. Y dentro de esa misma metáfora, además, las autoridades educativas federales no fueron capaces de preguntarse, antes ¿Para dónde va ese caballo?

Hoy, más que los libros de texto (que son sólo auxiliares didácticos), lo que conviene preguntarse, sin metáforas de por medio, es: ¿Cuál es la finalidad de la transformación curricular? ¿Qué tipo de educación pública se requiere y para qué tipo de sociedad? ¿Qué concepción se tiene, en la propuesta curricular, sobre los sujetos que aprenden y de quienes enseñan? ¿Cómo enseñar y cómo aprender, y para qué o hacia dónde se orientan esos procesos, en lo institucional e individual? ¿A qué tipo de escuela pública aspiramos y cómo lograr esa transformación en medio de profundas contradicciones sociales? ¿Cómo alcanzar el enorme reto de desarrollar aprendizajes situados que garanticen el derecho a la educación?

Lo que hoy prevalece, sin embargo, luego de que la SEP dio a conocer la versión “mayo, 2022″ del nuevo Marco Curricular, son los disensos más que los consensos sociales. A ello hay que agregar, en términos de un análisis estructural y fenomenológico del problema, los factores de tiempo y atribuciones legales.

Acerca del tiempo, la prisa parece constituir un factor negativo y de presión para las autoridades educativas federales. Al respecto, recomiendo el apunte crítico (argumentado) que nos ofreció esta semana el profesor Rogelio Alonso (ver: “Sin tiempo que perder: la elaboración de libros de texto”, Profelandia, 13 de julio, 2022).

En relación con las atribuciones legales y la búsqueda de legitimidad social, el nudo no será fácil de destrabar. Tal como lo dice con razón Catalina Inclán, los proyectos curriculares (como las llamadas reformas educativas) son objetos arbitrarios, es decir, son iniciativas preparadas por los gobiernos (y objetivadas en documentos normativos), que se encuentran en el radio de las facultades legales y exclusivas del poder público federal.

Así, la búsqueda de consensos sociales (y académicos), sobre todo de las comunidades educativas, es un valor agregado que las/los estrategas de los gobiernos recomiendan, para logar que las iniciativas reformistas o transformadoras cuenten con las cuotas de aceptación requeridas o políticamente calculadas, ello independientemente de la legitimidad y legalidad con que cuente un gobierno democráticamente electo.

Pero, tanto en el ejercicio del poder como en la puesta en operación de las políticas públicas, no es lo mismo tomar decisiones por consenso que contar con una mayoría; esto al margen de que el problema identificado, en fondo y forma, pueda ser metodológicamente consistente.

“El consenso se diferencia de una mayoría porque, cuando una mayoría se pone de acuerdo, también hay una minoría que disiente; en cambio, en el consenso no hay disenso. Una decisión por consenso, no obstante, no implica un consentimiento activo de cada uno de los involucrados, sino más bien una aceptación en el sentido de no-negación”

(WP)

Pero no todos los consensos sociales son neutros, también hay otras variantes. Noam Chomsky se ha referido al consentimiento manufacturado, que es uno de los sesgos cognitivos del falso consenso y que se da, sin embargo, en sociedades democráticas, en las cuales existe de facto y encubiertamente un control sobre la opinión pública.

En la coyuntura actual, en que está sobre la mesa una eventual transformación curricular (en la educación básica y media superior) ¿Serán prioritarios, para los gobernantes de la 4T, los caminos del consenso, de la aceptación de una mayoría (con disensos) o simplemente la imposición del modelo educativo y pedagógico, mediante los instrumentos que establece la ley general de educación para tal efecto?

Fuente de la información e imagen: https://www.sdpnoticias.com

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La docencia y el receso de verano

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

«De una u otra forma, el “receso escolar” cumplía con una función social importante como una pausa necesaria en el tren del trabajo magisterial.»

 

En días pasados pregunté ¿Cuál es la aportación más significativa o trascendente de la maestra Delfina Gómez, al frente de la SEP? Ojalá que no se quede como timbre de orgullo (victoria pírrica) “la desaparición o suspensión del receso escolar”.

Entre las décadas de los 70´s y los 90´s del siglo XX y en la primera década del siglo XXI, las maestras y los maestros de educación básica (preescolar, primaria y secundaria), en México, llevaban a cabo actividades de formación continua (cursos, talleres o diplomados) o de desarrollo profesional (programas de licenciatura o de posgrado) durante los periodos de verano (julio y agosto). Esa era una arraigada y valiosa tradición académica del magisterio mexicano. Hoy decimos: “Eran otros tiempos”

Maestros y el ‘receso escolar’

El hecho de participar en ese tipo de actividades académicas al concluir los calendarios escolares, hablaba bien de las maestras y los maestros, luego de dar fin a cada año lectivo caracterizado por el trabajo complejo y arduo que se realiza cotidianamente en las escuelas. Pero no era exactamente un periodo de “descanso”. Por eso, en vez de llamarles “vacaciones”, en el magisterio nacional se acuñó el término “receso escolar”.

Esa tradición de asistir y participar en cursos, talleres o diplomados de actualización o en programas académicos, en verano, que abrían las posibilidades del desarrollo profesional tiene, así mismo, como antecedente, la inscripción de las/los docentes a los programas académicos que ofrecía la Escuela Normal Superior de la SEP (por un tiempo esa institución cumplió la función de preparar a las y los docentes de educación secundaria), sobre todo, a favor de quienes contaban con una formación normalista básica.

Pregunté al profesor Santiago Rubio Ramírez, egresado de la Escuela Normal Superior (ENS), acerca de la organización de ese periodo. Esto me contestó: “

“Existían dos cursos: uno denominado cursos ordinarios, mismo que se realizaba a contra turno, los docentes que trabajaban en el horario matutino, asistíamos a clases en horario vespertino en la Escuela Normal Superior, cuyo horario era de 14:00 a 21:00 horas, de lunes a jueves, y los viernes era para cursar asignaturas de idiomas o talleres (por ejemplo, los de matemáticas teníamos talleres como el uso de la calculadora gráfica). Los profesores que su plaza era en el vespertino, asistían en turno matutino a la ENS. Por supuesto que esta modalidad de cursos ordinarios, aplicaba para docentes adscritos a la CDMX y el área conurbada.

La duración de los estudios era de 4 años y el requisito era ser docente titulado de la Escuela Normal básica y estar adscrito como docente en una escuela de Educación Primaria, salvo el caso de los docentes en función de Prefectura que debían cursar un año de Nivelación Pedagógica.

Para los docentes del resto de la República, la oferta era mediante los cursos intensivos, los cuales se realizaban en lo que hoy se denomina receso escolar en un horario de 8:00 a 21:00 horas, en los meses de julio-agosto, durante 6 años.” 

Profesor Santiago Rubio Ramírez

No es ninguna justificación ni defensa abstracta del magisterio, pero es conveniente aclarar y entender que miles de maestras y maestros aprovechaban también ese periodo de receso escolar para viajar a su tierra y estar unos días con sus familias en sus lugares de origen. Desde entonces y hoy mismo, hay much@s docentes que trabajan, por necesidades del sistema educativo, en estados del país diferentes a su lugar de nacimiento.

La función del ‘receso escolar’

Estoy de acuerdo con la idea de que no se debe “romantizar el trabajo docente” o no solamente mirar el ángulo “cantinflesco” (por aquello de la cinta “El Profe”) de la labor que realizan las maestras y los maestros. Es válido y justo, por ello, aceptar que una parte del magisterio sí se dedicaba o se concentraba en las actividades de formación continua o de preparación profesional, pero otra parte no, sino que, por el contrario, sí se iba de vacaciones. De una u otra forma, el “receso escolar” cumplía con una función social importante como una pausa necesaria en el tren del trabajo magisterial.

Para el caso de quienes decidían estudiar durante ese periodo, al terminar el ciclo escolar, en junio de cada año, -como ya lo referimos- las y los docentes en servicio cursaban programas cortos de preparación, capacitación o actualización profesionales que, a la postre, redituarían en la transformación de las prácticas docentes y en la incorporación de nuevos modelos de enseñanza o, en el caso de las/los directivos escolares, en la adopción de nuevos esquemas de gestión educativa y escolar.

A partir de 1992-1993 (desde hace 30 años) las/los docentes que decidieron participar voluntariamente en el programa de carrera magisterial, se enfocaban cien por ciento a realizar las actividades académicas que estaban previamente planeadas para tales efectos (de acuerdo con las convocatorias de concursos para obtener incentivos económicos).

Esa dinámica constituía -dicho esto como idea genérica- una política educativa que favorecía a la educación pública mexicana, en términos del fortalecimiento de la formación profesional y los efectos que ello generaba en los aprendizajes escolares de las/los estudiantes, puesto que representaba la oportunidad de ponerse al día e incorporar al trabajo docente innovadores contenidos disciplinares (científicos, tecnológicos y artísticos) y renovados esquemas pedagógicos y didácticos, con todo lo que ello pudiera significar.

Durante los últimos años, y en especial en este 2022, lamentablemente, las autoridades educativas federales, en combinación y con la anuencia de las autoridades educativas estatales, suspendieron al reconocido “receso escolar” (legitimado en el calendario o año lectivo oficial), con el argumento de “obligar al magisterio a cumplir, en las escuelas, con los 200 días del ciclo escolar y atender a las/los estudiantes en rezago de aprendizajes”. Queda, sin embargo, una duda: ¿Realmente esos fueron los motivos principales para desaparecer al “receso escolar”?

Unas políticas públicas educativas que ponen en el centro de los procesos educativos a las niñas, los niños y las/los jóvenes, y que tienen como prioridad el derecho a la educación para todas y todos, habrán de restituir tarde o temprano el llamado “receso escolar”, poque la experiencia nacional e internacional indica que ese periodo o su equivalente, trae más beneficios que perjuicios en las escuelas y al conjunto del sistema educativo. Además, resulta mucho más redituable mantenerlo (que desaparecerlo, como se ha hecho recientemente), para evitar en lo posible que siga en aumento el malestar docente.

Fuente de la información: https://profelandia.com

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Educación y pensamiento crítico

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

«El pensamiento crítico, en efecto, no es una habilidad ni una competencia, en sí, sino un modo de ejercer la acción reflexiva, argumentativa, analítica»

La semana pasada afirmé lo siguiente, en una red social digital: “Ojo con esto: El pensamiento crítico (PC) no es una competencia, en términos educativos…”. La idea generó interés, intercambio de ideas y debate (contrastación) en la red.

Esto surgió porque en algún extraviado programa sectorial de educación (Querétaro), se confunde el pensamiento crítico como competencia (básica, transversal o “llave”), para que las/los estudiantes “sean competitivos en un mundo global » (noción instrumentalista, pragmática o simplificada del conocimiento). (Ver: Gob. de Querétaro. Secretaría de Educación. Programa Sectorial de Educación. Querétaro. 2021-2027)

Por ello, en esta oportunidad comparto las ideas y argumentos principales expuestos por colegas en la red virtual, porque percibí en sus comentarios un ejercicio nutrido de pensamiento crítico sin simplificaciones, justo sobre la noción de “pensamiento crítico en la educación”. También abordo, al final, los ámbitos, contextos y niveles del pensamiento crítico en su relación con la educación y la escuela.

Ante la afirmación que hice sobre el pensamiento crítico (PC), Irma Villalpando señaló: “Por supuesto que no. Aprovecho para decir que tampoco es la búsqueda de la emancipación. Mi punto es que el marco curricular nuevo reduce el pensamiento crítico a la concientización de la opresión y la conquista de la emancipación (tipo Freire) y con ello cae en una contradicción porque el PC es el cuestionamiento permanente de los discursos.” En complemento y respuesta a Villalpando, Laura Frade señaló: “Efectivamente!!! Es pensamiento crítico desde la teoría crítica de Adorno y Horkheimer y su correspondiente pedagogía liberadora de Freire, finalmente toda la realidad se observa e interpreta desde ahí, sí es una postura reduccionista finalmente.”

Frade comentó también lo siguiente acerca de si el PC es o no una competencia (educativa): “Sí y no. El pensamiento crítico es una capacidad humana que cuenta con muchas competencias, entre ellas: “Toma posturas a partir de fundamentos filosóficos, científicos y éticos”, entre otras. Esto implica identificar cuáles procesos generan emancipación y cuáles no.”

Lev Velázquez, en contraste, afirmó: “Reduccionismo es el pensamiento crítico concebido como una habilidad acorde al capitalismo del siglo XXI. Así lo redujeron las agendas educativas empresariales. La crítica es formación y acción frente a un sistema de múltiples opresiones. Salgamos de la narrativa empresarial. Pensamiento crítico como habilidad y capacidad de resoluciones de problemas, es lo que la reforma de Aurelio Nuño colocó en el currículo para contrarrestar toda una narrativa pedagógica que no oculta una posición política frente al mundo. ¿Ahora seremos defensores de ese pasado?”

Villalpando: “De acuerdo en que PC no es una habilidad. Tampoco creo que ‘la crítica’ siempre sea un acto de resistencia a los atravesamientos de poder. Eso es un tipo de pensamiento crítico (de raigambre marxista), pero hay otros más y no empresariales, por ejemplo, la postura de M. Foucault”.

Velázquez: “Sí, como cuestionamiento constante a las narrativas. Sólo que, esos pensamientos críticos, no proponen. Lo mismo el pensamiento crítico de Lipovestky, Bauman o Byung-chul, sin alternativa, solo deconstruyen. No desde Marx, desde Simón Rodríguez y el pensamiento muestrearicano.”

Interesante debate en pocos caracteres. Frade: “Pensamiento crítico es ampliar la perspectiva, una postura que no se reduce a la teoría crítica, ni tampoco a observar sólo las ausencias, omisiones o cegueras de algo, es precisamente tomar posturas con fundamentos varios. La disyunción (del tipo) una cosa o la otra no es pensar críticamente.”

Velázquez: “Desde los que hacemos educaciones populares, pensar críticamente es evidenciar la raíz de las desigualdades y las opresiones, actuar y transformar. Ampliar el criterio, informarse más y emitir opiniones, no sirve de mucho, es una postura cómoda.”

Frade: “Discrepo, observar solo un lado de la moneda, reduce la complejidad de la realidad, no se ve la totalidad, sino una parte de ella; la epistemología de la ceguera se encuentra en ambos lados del abismo.”

Velázquez: “Antes que la complejidad, la dialéctica reconoció la relación del todo y las partes; pero, la dialéctica crítica no asume una postura epistemológica ciega, sorda, muda y parapléjica, frente a los problemas del mundo y la humanidad. Se está por la vida o no, con los oprimidos o no.”

Catalina Inclán escribió: “Pensamiento crítico es (parte de las) competencias en la reforma (curricular) española. Nada más digo…”

Carlos R. Acosta contribuyó así a este debate: “La intención plasmada en el documento en cuestión (Nuevo Modelo Educativo, 2017), es la de reducir el filo crítico del pensamiento, y con ello su carga de reflexión ética y política, a una cuestión eficientista y de carácter cientificista, en donde el conocimiento y el análisis de la realidad son abordados desde una pretendida neutralidad con objetivos utilitaristas. Pero también en donde se hace un llamado a fomentar la ideología de mercado entre los estudiantes con el llamado ‘espíritu emprendedor’ y una serie de características de corte productivista, como pretexto de responder a los desafíos del presente”. (Fragmento de un comentario publicado en Educación Futura, 12 de agosto, 2018)

Así continua su análisis Acosta: Esta es “…la definición que da el documento sobre pensamiento crítico como ‘la conjugación de distintas formas de pensamiento, como el analítico, el complejo o el creativo para llevar a cabo una valoración holística de un problema en por lo menos dos sentidos: la comprensión del problema en sus componentes, así como las relaciones con el contexto que le dan lugar y le permiten o impiden sostener su funcionamiento’. De esta manera, ‘valorar’ un problema, comprender sus componentes y cómo se relaciona con el contexto ¡funcionalmente!, es pensar críticamente. «

La necesidad de matizar: ambitos, contextos y niveles del Pensamiento Crítico

Otra de las áreas de interés, con un criterio más específico, es la idea de profundizar en “la formación de pensamiento crítico en dominios específicos del conocimiento”… con alusión concreta a la didáctica de las ciencias naturales y sociales. (Ver: Tamayo y colaboradores, 2015. El pensamiento crítico en la educación. Rev. Latinoam. de Estudios Educ., núm. 2). Especialmente en educación media superior y superior, las/los estudiantes acceden a sistemas teóricos y metodológicos más complejos, donde lo deseable (no necesariamente lo posible), es que desarrollen niveles de PC en los cuales alcancen el dominio, comprensión y reconstrucción de conceptos, procesos y contextos histórico-sociales sobre los diferentes ámbitos de la vida pública (economía, educación, ciencias, tecnologías, ecología, historia, cultura, política, etc.).

El pensamiento crítico no es igual en educación preescolar que en media superior o superior; no es lo mismo abordarlo en ciencias sociales que en naturales o en el campo del pensamiento matemático. Ni en contextos diversos de teoría-metodología-práctica. Los horizontes y profundidades en este tipo de pensamiento son diversos, puesto que van desde la Filosofía crítica, la hermenéutica, los robustos planteamientos de las ideologías políticas hasta el diseño, resolución y evaluación de problemas.

Desde nuestra perspectiva, saber argumentar; saber formular, resolver y evaluar problemas (teóricos o prácticos, con perspectiva social); y saber identificar rasgos de la metacognición, son elementos claves del pensamiento crítico.

¿Qué es el pensamiento crítico?

El pensamiento crítico, en efecto, no es una habilidad ni una competencia, en sí, sino un modo de ejercer la acción reflexiva, argumentativa, analítica, a partir de la observación analítica de la realidad; en ese paquete y en ese proceso están implicados, -desde diferentes perspectivas didácticas-, métodos de argumentación, contrastación y reconstrucción de tesis y discursos. Por eso, me gusta más el término ‘observación crítica’, donde el conocimiento sobre los hechos no está dado, sino que es un campo en proceso de construcción-reconstrucción, en movimiento, es decir, en una dinámica de problematización.

Por otra parte, uno de los componentes del pensamiento crítico que se reconoce hoy como determinante, incorpora la dimensión del lenguaje y, de manera particular, la argumentación y el orden cuestionador del discurso. (Tamayo y colaboradores, obra citada)

Van Dijk (1989), sostiene, por ejemplo, que la estructura del texto argumentativo puede ser descompuesta más allá de la hipótesis (premisas) y la conclusión, e incluye la justificación, las especificaciones de tiempo y lugar y las circunstancias en las que se produce la argumentación. Para él, lo que define un texto argumentativo es la finalidad que este tiene de convencer. El autor caracteriza en un texto argumentativo tres niveles de organización: la superestructura, la macroestructura y la microestructura. El estudio de los diferentes niveles de la estructura del texto argumentativo puede favorecer, en las clases de ciencias, la apropiación de las características del lenguaje científico.

“Uno de los propósitos centrales de la enseñanza de las ciencias es la formación de pensamiento crítico en los estudiantes, propósito que desborda con creces intereses instrumentalistas y cientificistas de la educación. La pedagogía y la didáctica tienen como uno de sus propósitos centrales la consolidación de relaciones sociales a través del pensamiento crítico, deliberativo, creativo e independiente, a través de la relación dialógica y en busca siempre de la generación de procesos liberadores…” de la humanidad . (Tamayo, 2015)

Tamayo y cols. (2015), en resumen, señalan que el pensamiento crítico en la educación incluye: Formación en los procesos de argumentación, solución de problemas y metacognición. Nosotros proponemos (Miranda y Ramírez, 2022), además de la resolución de problemas, formulación y evaluación de problemas por parte del estudiante.

En nuestro libro “Educación y pensamiento matemático infantil”, la maestra Minerva Ramírez Meza y quien escribe, proponemos la siguiente idea: “Las niñas y los niños, así como las/los jóvenes, desde la educación preescolar hasta la educación superior, aprenden no sólo a resolver problemas del ámbito del pensamiento matemático, sino que también tienen la capacidad de formularlos, transformarlos, analizarlos (con argumentos), explicarlos y evaluarlos. A todo ese conjunto le llamamos educación y pensamiento crítico.”

“Gran parte de las ´habilidades generales´ que queremos desarrollar en la escuela, como la resolución de problemas, el pensamiento crítico o la creatividad se apoyan en una base de conocimientos significativos.”

Carles Monereo

Fuente de la información:  https://profelandia.com

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La SEP como plataforma política

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

«¿Es reprobable que una/un integrante del gabinete del gobierno federal participe en la arena de la política partidista y electoral?»

En la historia de la Secretaría de Educación Pública (SEP), y en específico en la biografía o trayectoria institucional de las/los titulares de la dependencia, se observan figuras científicas, políticas, magisteriales e intelectuales de diversa naturaleza, aderezadas con sus aspectos venturosos, espinosos, contradictorios e incongruentes.

Dentro de las experiencias difíciles, por controvertidas, en la historia de la SEP se registra el uso de la dependencia como trampolín o plataforma política. El mismo José Vasconcelos, primer secretario del ramo, en 1921, contendió por la presidencia de la República en 1929. Aunque no logró ser presidente de la nación, tuvo esa aspiración y antecedente político. ¿Es reprobable que una/un integrante del gabinete del gobierno federal participe en la arena de la política partidista y electoral?

Aunque Vasconcelos ocupó el cargo durante tres años, dio un impulso importante a las tareas educativas nacionales y sentó las bases de lo que hoy conocemos como “Sistema Educativo Mexicano” (SEM). “En 1920, el presidente Álvaro Obregón lo nombró rector de la Universidad Nacional. Durante su gestión propuso el escudo y lema universitarios que se conservan hasta nuestros días. En octubre de ese mismo año, publicó su proyecto de ley para la creación de la SEP, hecho que implicaba una reforma constitucional, misma que defendió duramente frente a quienes se oponían a ella.

Una vez firmado el decreto de creación de la Secretaría de Educación Pública por el presidente Obregón, Vasconcelos fue nombrado primer titular de la institución el 22 de octubre de 1921. Desde la SEP, se dedicó a luchar contra el analfabetismo, impulsó la escuela rural, implementó la difusión de las bibliotecas públicas, apoyó el desarrollo de las bellas artes, impulsó la educación media, inició la edición de libros de texto gratuitos y se repartieron desayunos escolares entre la población infantil.” (Historia de la SEP. Sitio oficial de la SEP, en internet. 2014)

Como lo escribí el año pasado, con motivo de la conmemoración del primer siglo de la SEP (1921-2021), esa dependencia del gobierno federal ha sido una institución que ha pasado por liderazgos diversos, contrastantes y controvertidos. Lo mismo han desfilado por ahí secretarias y secretarios ilustrados o destacados en sus campos profesionales, que personajes ajenos a las tareas culturales, artísticas y educativas, (ver: “Cien años de la SEP”, SDPnoticias, 6 de octubre, 2021).

Por sus pasillos y oficinas centrales, de la Ciudad de México, han transitado políticos, científicos, escritores, médicos y amigos o amigas del presidente de la República en turno.

En momentos distintos de la historia del país y de la SEP, algunos miembros del gabinete, desde la SEP, han usado a la dependencia como plataforma de lanzamiento político y han contendido, con el apoyo de diferentes organizaciones partidarias, por la jefatura del Ejecutivo Federal. Así lo hicieron Ernesto Zedillo Ponce de León (PRI) y Josefina Vázquez Mota (PAN), por ejemplo. El primero de ellos alcanzó la cima política de la nación durante el periodo 1994-2000; la segunda perdió la elección frente a Enrique Peña Nieto (PRI), en 2012, al ocupar el tercer lugar en la contienda de ese año, detrás de Andrés Manuel López Obrador.

De entrada y en términos generales, no es reprobable que un miembro del gabinete aspire y contienda en la lucha electoral, mientras cumpla satisfactoriamente con sus responsabilidades y dé continuidad a los planes, programas y actividades que encabeza en la dependencia a su cargo. Sobre todo si cuida las formas y los contenidos de sus gestión. Por cierto ¿Qué aportaciones significativas ha hecho Delfina Gómez al frente de la SEP, que marquen la diferencia entre el antes y después de su paso por la dependencia? ¿Cómo la recordarán las/los estudiantes, las familias y las maestras y los maestros de México?

¿Por qué asusta o escandaliza tanto (a algun@s) el hecho de que la maestra Delfina Gómez se perfile y contienda como candidata a la gubernatura del Estado de México? Más que un asunto de carácter legal (se le ha visto en precampaña en actos realizados durante los fines de semana), éste es un tema del ámbito moral. De ética política. ¿Cuánto está dispuesta, Delfina Gómez, a arriesgar su capital político por el hecho de permanecer en el cargo y “placearse” por el país en vísperas de las elecciones mexiquenses del próximo año?

Como se sabe, ella contendió en la pasada elección de su estado natal, en 2017, donde obtuvo el segundo lugar en cantidad de votos.

Es importante recordar dos datos que dan cuenta del valor político y estratégico (para el 2024) que representa el estado de México, en especial para el presidente López Obrador y para el partido Morena:

  1. Es la entidad que tiene uno de los padrones electorales más grandes del país.
  2. Es una entidad que durante toda su historia ha sido gobernada por el PRI. Esto último tiene un simbolismo especial.

¿Acaso es indebido que un funcionario público, en el ejercicio de su cargo, busque participar de la vida política de manera abierta y que se someta públicamente al escrutinio de la ciudadanía de su estado natal, a través de las urnas?

En el caso específico de la maestra Delfina, ella cuenta con la confianza del presidente López Obrador (al respecto, Julio Hernández “Astillero” reveló antier que hay luz verde de Morena para que ella sea su abanderada) y, entre los precandidatos más visibles, ella es la única que ocupa el cargo más alto en la jerarquía del gobierno federal. Tanto Higinio Martínez (senador) como Horacio Duarte (director del sistema aduanero), virtuales precandidatos para la contienda electoral del próximo año en el estado de México, se desempeñan en tareas menores a lo que representa formar parte del gabinete legal-federal.

Es claro que mientras Delfina cumpla con sus tareas al frente de la dependencia (la SEP es la secretaría de Estado que cuenta con el presupuesto más nutrido del gobierno federal), no hay nada que impida que ella busque una vez más la candidatura de Morena para contender por la gubernatura en 2023.

Sin embargo, sería de mayor legitimidad y credibilidad políticas que ella renunciara a su cargo, ya, para que se dedique de tiempo completo a preparar la campaña electoral, y de pasada, para que destine un tiempo sustantivo a aclarar lo relacionado con las retenciones o aportaciones obligatorias que se descontaron a las/los trabajadores del municipio de Texcoco, cuando ella se desempeñó hace algunos años en ese puesto.

Si las aspiraciones políticas de la maestra Delfina son tan altas, está obligada a limpiar su nombre y aclarar su pasado como funcionaria municipal. De otra manera, ese antecedente será uno de los obstáculos que le impedirán ser la primera gobernadora mexiquense en la historia.

Fuente de la información e imagen: SDPnoticias

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La educación y los viajes en tranvía

Por:  Juan Carlos Miranda Arroyo

¿Las reformas educativas fracasan o son reconfiguradas por las comunidades educativas?

¿Cuáles son los problemas educativos nacionales y locales que han identificado las/los tecnócratas, diseñadores y operadores, de las políticas públicas educativas durante el periodo neoliberal, en México (1992-2022)? ¿Qué estrategias fueron diseñadas y aplicadas, y cuáles han sido sus resultados? ¿Las reformas educativas fracasan o son reconfiguradas por las comunidades educativas? ¿La lógica del reformismo educativo ha conducido hacia una crisis de credibilidad y de legitimidad de tales dispositivos singulares –por retóricos- de políticas públicas? Son algunas preguntas que surgen a propósito de un ensayo publicado recientemente.

En “La ilusión viaja en tranvía. La imposibilidad de las reformas Educativas en México”, (Korpus 21, vol. 2, núm. 5, 2022), Manuel Gil Antón y Leobardo-Eduardo Contreras afirman que “las Reformas Educativas (RE), impulsadas en el siglo XXI (en México), son imposibles en su pretensión de lograr cambios sustanciales en los aprendizajes, dado que su diseño descansa en una serie de ilusiones.”

“Las más importantes –indican Gil y Contreras-, que son denominador común de las RE en general, refieren al tiempo, el espacio, la causalidad y a los actores involucrados, que conducen a la simplificación del problema que pretenden atender y su fracaso”.

La ilusión de la educación viaje en tranvía

¿El tren y los pasajeros de la educación pública, es el mismo que se descarrila en las zonas urbanas y semiurbanas; al igual que en las comunidades rurales e indígenas? El extravío del transporte público educativo -de ficción- no se debió a la falta de vías férreas; se debió a su abandono y a la imposición de un modelo tecnocrático. Ello sucede no sólo con las reformas educativas (el remedio), que se han lanzado desde las élites dirigentes y gobernantes de México, sino que transcurre en la educación como un todo, como un “sistema” o conjunto de instituciones educativas.

Si se me permite hacer la extensión analítica, necesaria, más allá de las iniciativas reformistas, la educación pública en México viaja en un tren de la ilusión, de acuerdo con la metáfora que nos regalan los académicos de El Colegio de México.

Junto con esta afirmación, esbozo aquí algunos argumentos: Porque ahí se juega el proyecto educativo nacional; y porque ahí de expresan las enormes desigualdades regionales y locales; y se estacionan los grandes obstáculos que no permiten avanzar por un camino que asegure el derecho humano a la educación.

Gil y Contreras afirman: “… usando esta situación como analogía (La ilusión viaja en tranvía), la conjetura central que se propone en este ensayo es que la factibilidad de realizar Reformas Educativas (RE) como se ha hecho en las primeras décadas del tercer milenio, es ilusoria. Argumentamos que la estrategia para lograrlas es inadecuada, pues pretenden transitar por vías cegadas y a través de aparatos de política pública que, por los supuestos en que descansan, son estériles. En otros términos, son espejismos. Sin embargo, se insiste: hay que abordar el tranvía (vehículo imaginario) para llegar (ya sin rieles ni cableado) a la cita (imposible) con la histórica transformación educativa en el país”.

Aparte de los remedios ilusorios referidos en el ensayo de Gil y Contreras (debido a las contradicciones entre el reformismo y la realidad educativa), aparecen como constantes en el escenario ferroviario urbano: el “centralismo” (SEP) en la toma de decisiones y atribuciones legales; y los grandes problemas añejos del sistema educativo mexicano que no han sido atendidos, históricamente, como el conflicto del rezago educativo, entendido como aquella población mayor de 15 años que no ha iniciado o no ha concluido la educación básica (especialmente primaria y secundaria). Hasta 2018, se calculaba una cantidad de alrededor de 32 millones de mexicanas y mexicanos en esa condición.

Por otra parte, si interpretamos -con el apoyo de la metáfora buñueliana- que la educación pública viaja en un tranvía, como la ilusión, ello nos coloca ante la inevitable discusión acerca del impacto que produjo el “tsunami de la salud” en la educación pública. Para la SEP, los problemas o los efectos de la pandemia sobre la educación han sido minimizados de manera ilusoria.

Otro trágico transporte público descarrilado. La enfermedad Covid y sus consecuencias devastadoras en todos los ámbitos de la vida social y que, en especial, generó estragos en las/los estudiantes, en términos de la “expulsión” escolar de niñas, niños y jóvenes que ya no regresaron a clases (hoy seguimos sin estadísticas oficiales al respecto, por parte de las autoridades educativas federales y estatales); y del efecto que ello propició en el rezago de aprendizajes escolares, a pesar de la puesta en operación de los fallidos programas de “Aprende en Casa” (utilizados como remedios improvisados durante los años 2020 y 2021).

La dinámica de la educación pública y sus viajes ilusorios dan vueltas y vueltas a través de un tranvía inexistente. La ausencia de políticas públicas para revalorizar de manera integral al magisterio; la carencia de planes para armonizar la formación inicial de docentes (y de profesionales de la educación) con los nuevos vientos del cambio curricular; la casi inexistente política pública orientada hacia el fortalecimiento de la formación continua y la profesionalización de docentes, directivos escolares y asesores técnicos, sólo por señalar algunos problemas no resueltos.

El realismo mágico de Buñuel, o de Rulfo, o de García Márquez resultan ser herramientas interesantes, creativas, para entender los derroteros de las actuales y anteriores políticas públicas educativas operadas en México. A los excesos retóricos e inoperancia de las reformas educativas, y de las PPE dominantes en su conjunto, son los rasgos a los que he denominado, entre otras razones, de la “crisis del reformismo educativo”. Sólo en México se han ensayado dos (ilusorias) reformas educativas, con esas características, en un periodo de 10 años con los pésimos resultados que conocemos.

Hace unos meses pregunté a uno de nuestros colegas y amigos en Argentina, al destacado profesor Alejandro Castro Santander, acerca de la evolución de la reforma educativa argentina, a lo que me contestó: “Aquí no hay nada de eso”. Hay políticas públicas silenciosas, inciertas, pero no hay una narrativa reformista.

Pero en 30 años, en México, hemos vivido un tránsito de PPE con una narrativa reformista, que no se aparta ni evita la crítica de la ilusión. Con diseños nacionales que han transitado por la modernización, la planificación centralizada hasta la descentralización, la desconcentración, el federalismo y las políticas de evaluación de la educación pública.

Esa manera de abordar o resolver los problemas educativos nacionales, ha dado lugar a un escenario de fracasos, derrotas, pérdidas, catástrofes silenciosas, etc., lo cual incluye una crisis del reformismo educativo, entre otros aspectos.

Sólo en México, hoy, los funcionarios del más alto nivel de la SEP creen que los libros de texto son más relevantes que el plan y los programas de estudio de la educación básica; y que éstos, a su vez, son más importantes que un replanteamiento curricular de fondo y del proyecto nacional de educación.

Gil y Contreras argumentan en torno a la escasa factibilidad de realizar reformas educativas (RE) como se ha hecho en las primeras décadas del tercer milenio, en México, (eso es ilusorio, señalan); analizan, así mismo, las RE derivadas del Pacto por México (2012-2018) y su continuidad pragmática actual (2018-2024), y exponen, como bosquejo inicial, otra vía para la transformación educativa. Por todo ello, sugiero su lectura.

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Educación y Pensamiento Matemático Infantil

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

«Es un libro que busca contribuir al desarrollo del pensamiento matemático temprano de las niñas y los niños.»

El título de esta colaboración, es el mismo del libro que en próximos días se dará a conocer: “Educación y Pensamiento Matemático Infantil”, una obra editada por Episistemas Educativos como parte de la serie denominada “Con razón”.

Tengo el honor de compartir los créditos de esta próxima y especial publicación con la Maestra Minerva Ramírez Meza, quien me lleva años luz en la experiencia y práctica docente, con las niñas y los niños de educación preescolar en el vínculo educativo y pedagógico.

Quizá mi aportación se limita al hecho de compartir, en el libro, las experiencias, intercambios, reflexiones y procesos generados al calor de la formación profesional y continua de cientos de docentes de educación básica, en la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro, donde hemos jugado el rol de la docencia y la asesoría; así como con docentes de ese nivel educativo, entre otros, con quienes nos hemos vinculado a través de sus procesos de formación permanente en la escuela pública.

A continuación compartimos con ustedes el texto que escribimos para la presentación del libro, como un adelanto de lo que verán impreso en unas semanas.

Presentación del libro “Educación y Pensamiento Matemático Infantil”

“Este libro es el producto de más de 32 años de experiencias profesionales, como docentes, en la educación pública básica y superior. También, es una muestra del trabajo realizado tanto en los ámbitos de la formación profesional de maestras y maestros, así como con directivos escolares y asesores de educación básica, en servicio; y con estudiantes egresados de bachillerato que se incorporan, año con año, a estudiar los programas académicos, a nivel de licenciatura, en la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro.

Este conjunto de textos es, así mismo, el resultado de dos y media décadas de nutritivas vivencias en la enseñanza y el aprendizaje activos con niñas y niños de Educación Preescolar y Primaria en escuelas tanto públicas como privadas del Estado de Querétaro.

La intención principal de esta obra es, por lo anterior, ofrecer a las y los docentes, asesores técnicos y directivos escolares de ambos niveles educativos de Preescolar y Primaria, entre otros profesionales de la educación, una serie de reflexiones, estrategias, propuestas e ideas teóricas y prácticas, en los planos psicopedagógicos y de planificación e intervención didácticas, para entrar en acción dentro del aula y fuera de ella.

Por fin, con esta obra, tenemos la oportunidad de compartir por escrito lo expresado verbalmente en cursos, talleres y diplomados, tanto presenciales como en línea, dirigidos a las figuras docentes, académicos y demás profesionales de la educación.

Esta labor se ha hecho a efecto de dar variedad, pertinencia, significado y profundidad a las actividades de enseñanza y aprendizaje, que llevan a cabo las y los docentes y estudiantes tanto al interior como fuera de los centros escolares; dentro y afuera de las aulas, dado que el pensamiento matemático no se reduce únicamente a los espacios escolares.

Pero, sobre todo, la intención psicopedagógica de estos textos, es compartir, con las diferentes figuras académicas, nociones y criterios de aplicación profesionales en el campo de saberes o de conocimientos (campo de formación) denominado ‘Pensamiento Matemático’, para llevar a cabo de manera sistemática, las etapas de planificación, intervención y evaluación educativas en las escuelas o en los proyectos educativos no escolarizados que correspondan.

La idea es, en resumen, contribuir al desarrollo del pensamiento matemático temprano de las niñas y los niños, así como de las y los jóvenes, en términos de los aprendizajes significativos y los saberes específicos de nociones, estrategias y procedimientos en este campo de formación y de conocimiento, a partir de criterios basados en el desarrollo psicológico (intelectual) humano.

La organización de los contenidos y actividades sugeridas abarcan los primeros propósitos establecidos en el plan y los programas vigentes de la educación básica en México (SEP, 2017); aunque también recupera algunas ideas y conceptos de los programas anteriores, tanto para la Educación Preescolar como para la Educación Primaria. Específicamente, nos referimos a los propósitos educativos que están concentrados en los aprendizajes de las relaciones cuantitativas y al desarrollo del sentido numérico.

La primera parte del libro lleva por título: ‘Pensar, enseñar y aprender a pensar’, que contiene reflexiones sobre la educación y su relación con el pensamiento matemático infantil. La segunda parte se denomina: ‘Pensar aritméticamente: saber cómo sin saber cuánto”’ que integra la primera sección de la propuesta psicopedagógica. La tercera y última parte se llama: “Pensar aritméticamente: saber cómo, saber cuánto y para qué”, que contiene la segunda sección de la propuesta.

Esperamos que estas reflexiones, análisis y propuestas, que están integradas en este libro de manera organizada, crítica y amigable, sean del interés psicopedagógico de las y los docentes y directivos escolares de educación básica, así como de las y los profesionales de la educación, en general, interesados en la educación y el pensamiento matemático durante los primeros años de la escolaridad.”

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Educación, neoliberalismo y políticas públicas

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

¿Es una declaración que refleja o proyecta el verdadero posicionamiento político e ideológico de AMLO?, cuestiona Juan Carlos Miranda Arroyo en su columna.

En esta oportunidad comparto tres comentarios sobre educación, neoliberalismo y políticas públicas.

El diario La Jornada publicó este miércoles 25 de mayo la siguiente cabeza informativa: “AMLO: no sería del todo malo el neoliberalismo si se aplicara sin corrupción”.

Durante la conferencia matutina en Palacio Nacional y en respuesta a una pregunta sobre las concesiones que se han otorgado a particulares de bienes patrimoniales de la nación (como el agua), el presidente Andrés Manuel López Obrador “llamó a tener “mucho cuidado” con estas concesiones, aunque subrayó que “no es malo per se el que una empresa administre la distribución del agua, lo que sucede por lo general es que hay corrupción. La variable, dirían los tecnócratas, es ese fenómeno, que echa todo a perder” (Nota de Néstor Jiménez y Ángeles Cruz).

¿Ésta es una declaración que refleja o proyecta el verdadero posicionamiento político e ideológico de AMLO?

Hay tres aspectos de las Políticas Públicas Educativas (PPE) neoliberales, que han sido adoptadas por el gobierno del presidente López Obrador y que contradicen su discurso anti neoliberal:

1) Llevar a cabo uno o varios programas para entregar “vouchers educativos” a la población que lo requiriera (Estancias Infantiles), que se refiere a la orientación y operación de entregar vales de colegiaturas a las familias de las niñas, los niños o los jóvenes que no tienen recursos para pagar a las escuelas particulares de su elección. Ésta es una acción que se observa en el diseño y ejecución de PPE de Gran Bretaña, EU y Canadá.

Las PPE neoliberales han pasado de aplicar subsidios a la oferta para cambiar la estrategia a favor de los subsidios a la demanda. “El subsidio a la oferta es tradicional: es pobre no puede pagar escuela, creamos escuela y no le cobramos. Pero otra opción es (el) subsidio a la demanda: le pagamos la escuela privada. Y elige cual. Esto genera competencia para intentar dar la mejor educación. Se entregarían vouchers a los padres necesitados. Pueden ser públicos (los da el Estado) o privados (lo hacen fundaciones)”. (Martin Krause. Políticas sociales en educación o salud: subsidio a la oferta o subsidio (¿privado?) a la demanda, 2016).

Cabe recordar que las políticas públicas neoliberales se caracterizan, entre otros aspectos, por una su tendencia hacia la disolución de las instituciones públicas que tuvieran participación en la economía, a efecto de reducir a su máxima expresión al Estado benefactor o de bienestar, ello para promover mayor participación de las empresas, corporaciones, sociedades o asociaciones privadas, con la intención de que los diferentes sectores de la economía sean regulados por el mercado, no por el Estado.

2) Mantener un programa de incentivos económicos para la cima de la meritocracia magisterial. El Programa de Carrera Magisterial, que tuvo esa lógica entre 1992 y 2012, fue reciclado y reestructurado a través de la Ley del Servicio Profesional Docente (2012-2103); y luego retomado, revisado y sofisticado mediante la Ley del Sistema para la Carrera de las maestras y Los Maestros (desde 2019 a la fecha).

3) Reivindicar prácticas gerencialistas en la escuela pública, a través de dispositivos organizacionales y un lenguaje tecnocrático-neoliberal (planificación estratégica, calidad-excelencia, mejora continua, idoneidad o máximo desempeño, máximo logro de aprendizajes, etc.).

II

Por otra parte, con respecto al término “variables”, calificado por AMLO como rasgo lingüístico de los neoliberales, pienso que no es exacto lo que señaló.

No señor, la palabra “variable” no proviene del lenguaje tecnócrata, ni de la corriente neoliberal, sino del orden del discurso de las ciencias y específicamente de los métodos experimentales.

Al respecto, en redes sociales por cierto, se generó una controversia: Armando Rojas (@armarhdz) comentó lo siguiente: “Sin embargo, el método experimental se asocia al pensamiento positivista y el positivismo está más asociado a la corriente neoliberal, que a otras corrientes humanistas o alternativas que tienen una visión diferente de lo que es la vida y el mundo.” (24 de mayo)

“De acuerdo”, fue mi respuesta. Entonces hay que decir algo así como: “La variable corrupción, como dirían los positivistas o neopositivistas…”. Un discurso así es más coherente y creíble.

No tengo duda que, sobre este tema, hay una añeja discusión acerca del contenido ideológico de las prácticas y perspectivas de las ciencias y las tecnologías, a través de las instituciones científicas. (J. Habermas).

III

En fin, no deja de llamar la atención la serie de contradicciones que aparecen con frecuencia en el discurso oficial de la “4T”. En varias ocasiones, durante las conferencias matutinas, por ejemplo, se ha escuchado que el presidente López Obrador se refiere a las “políticas públicas” (y a su estudio), en un tono peyorativo, como si fueran parte de un enfoque o tendencia neoliberal o producto del llamado “neoliberalismo”.

Me parece que también ahí el mandatario se equivoca, porque el ejercicio (gubernamental) y el estudio de las políticas públicas son derivaciones de los vacíos que han dejado o han propiciado las ciencias políticas (en parte y en su momento), al concentrarse casi totalmente en los análisis teóricos-filosóficos acerca del papel, el accionar, la estructura o el significado del Estado.

Hoy, las “políticas públicas”, se refieren a los programas, acciones (u omisiones), discursos, intencionalidades o cursos de actividades que llevan a cabo los gobiernos, con un método, en los diferentes planos de la vida pública.

Una cosa distinta es el estudio de las políticas públicas o la investigación que se lleva a cabo en torno a las acciones de los gobiernos. Generalmente, dichos estudios están a cargo de instituciones académicas. Y ahí hay una diversidad de aproximaciones y tradiciones teóricas y metodológicas, no solamente “neoliberales”.

Por todo ello, pienso que no habría razón para tirar al bote de la basura las aportaciones que generan los estudios de políticas públicas.

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