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¿Dónde están las Maestras y los Maestros?

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

«¿Dónde están las maestras y los maestros en el orden de las necesidades de aprendizaje y en el ejercicio de sus derechos en materia de formación continua y desarrollo profesional?»

Durante el evento de presentación del plan de estudios de la Educación Básica 2022 (SEP), el pasado 16 de agosto, celebrado en el Auditorio Maestro Rafael Ramírez” de la Escuela Secundaria Anexa a la Normal Superior, ubicada en la Ciudad de México, los simbolismos políticos desbordaron o desplazaron al contenido del documento referido.

Ese día el presídium estuvo integrado por Leticia Ramírez Amaya, secretaria de educación entrante, Delfina Gómez Álvarez, secretaria saliente, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo; además de subsecretarias y subsecretarios del ramo, Rosa María Torres Hernández, rectora de la Universidad Pedagógica Nacional, así como por el Dr. Ángel Díaz Barriga, del IISUEUNAM, el director general de materiales educativos, Marx Arriaga y la gobernadora de GuerreroEvelyn Salgado.

Una ceremonia que tuvo más tintes político-electorales que de exposición de ideas sobre las políticas públicas educativas del gobierno federal.

¿Por qué no se invita a formar parte de la mesa principal, en ese tipo de ceremonias, a representantes directos de las comunidades educativas: Docentes, directivos escolares, asesores técnicos, estudiantes y sus familias?

¿Cuándo las autoridades darán voz voto a los protagonistas principales de los procesos educativos en las escuelas? ¿Dónde están las maestras y los maestros en el orden de las prioridades? ¿Cuál es el mensaje que se desea enviar con estas omisiones?

Según el boletín No. 192 de la SEP, las autoridades educativas del país que encabezaron el acto de presentación ante la sociedad del nuevo plan de estudios 2022, refirieron que éste iniciará “su implementación con una prueba piloto en al menos 30 escuelas por entidad federativa, durante el ciclo escolar 2022-2023″.

¿Dónde están las políticas públicas para revalorizar a las maestras y los maestros de educación básica y media superior cuando hay una institución (USICAMM) que les trata con la punta del pie?

El del martes fue un evento cargado de significados emitidos desde el poder público en el cual prevaleció más el agradecimiento y las relaciones políticamente correctas que la presentación de razonamientos sobre la situación del sistema educativo nacional, y donde la autocrítica estuvo prácticamente ausente, inexistente.

Así son los eventos magnos, hoy, como se hacía antes al estilo de la vieja escuela mexicana.

Discursos cargados de retórica, simulación y sin aparecer en escena una mención acerca de los grandes y graves problemas de la educación pública en México, hoy.

¿Dónde están las maestras y los maestros en el orden de las necesidades de aprendizaje y en el ejercicio de sus derechos en materia de formación continua y desarrollo profesional?

La maestra Gómez expuso que:

“la propuesta curricular se hizo con base en el diálogo horizontal de maestras y maestros, especialistas, pueblos indígenas y personas afro mexicanas, madres, padres, tutores, estudiantes, organizaciones de la sociedad civil, e instituciones públicas federales y locales mediante la realización de foros y asambleas.”Delfina Gómez Álvarez

Señaló que:

“en Educación Media Superior, se inició la construcción del Marco Curricular Común, y que en los cursos en Cultura Digital–Pedagógica participaron 248 mil docentes, mientras que el registro en el Sistema de Educación DUAL Media alcanzó 18 mil 635 estudiantes.”

Delfina Gómez también afirmó esto al referirse a la secretaria entrante:

“Le deseo el mayor de los éxitos en su nuevo encargo. Encontrará una secretaría en marcha, viva y con muchos retos por atender y, seguramente, como me ha ocurrido a mí, se conmoverá cotidianamente con el deseo de transformación, con la fortaleza y con la energía de quienes se dedican a enseñar aprendiendo”.Delfina Gómez Álvarez

PLAN DE ESTUDIOS DE EDUCACIÓN BÁSICA (ESPECIAL)

¿Qué lugar ocupan las condiciones materiales de trabajo que contradicen diariamente la retórica oficial y que alteran el accionar cotidiano, profesional, de las maestras y los maestros en la escuela pública?

¿Cuál es el papel de interlocución que tienen las representaciones sindicales ante este panorama?

La subsecretaria de Educación Básica, Martha Velda Hernández Moreno, expuso que los planes y programas de estudio representan una transformación profunda de la Educación Básica en interés de niñas, niños y adolescentes.

Subrayó que el plan será objeto de una prueba piloto durante el ciclo escolar 2022-2023, con niñas, niños y adolescentes del primer grado en los niveles de preescolar, primaria y secundaria en cuatro componentes: Formación docente; codiseño de programas de estudio a cargo de maestras y maestros; desarrollo de estrategias nacionales, así como transformación administrativa y de gestión.”

En el boletín mencionado se afirma que la rectora de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), Rosa María Torres Hernández señaló que:

“es el momento de recurrir al conocimiento y la experiencia de los docentes, los estudiantes, de los científicos humanistas, así como de las familias para construir juntos un futuro posible con una educación que plantea una ciudadanía plena y una vida en común.”Rosa María Torres Hernández

Además de mencionar que:

“el plan de estudios de la Educación Básica propone la resignificación del papel de la educación como una condición de la sociedad indispensable para formar ciudadanos y ciudadanas con principios de igualdad sustantiva, solidaridad, reparación del daño, libertad, interculturalidad, justicia ecológica y social, igualdad de género, entre otros”Rosa María Torres Hernández

(mismo boletín)

El boletín 192 de la SEP omitió el breve discurso del Dr. Ángel Díaz Barriga Casales, investigador emérito de la UNAM, autor del célebre libro “Didáctica y Currículum”, entre otras obras importantes publicadas por él y sus colaboradores en el ámbito pedagógico, quien se pronunció optimista y a favor del planteamiento oficial del currículo escolar para la educación básica.

Al terminar de ver el video de esta ceremonia vía redes sociales, recordé que el movimiento de la 4T descuidó la discusión colectiva, desde abajo y desde el 2014-2015, en torno al proyecto de cambios educativos nacionales, y que al presidente AMLO tal vez le ha interesado cambiar los contenidos y diseño de los libros de texto gratuitos, no tanto el debate sobre los cambios estructurales, de fondo, del currículo escolar.

Percibo que el nombramiento de Leticia Ramírez Amaya como titular de la SEP tiene ese propósito: Asegurar que se cumpla el interés superior del señor presidente.

Fuente de la información e imagen:  https://www.sdpnoticias.com

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Libros de texto: La necesaria discusión académica

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

«¿Pasará el Pensamiento Matemático al área de ‘Saberes y pensamiento científico’?»

Una de las preguntas obligadas en la coyuntura educativa actual, cuando la SEP ha iniciado una cruzada por modificar los contenidos y los formatos de los libros de texto gratuitos (2021-2022) para la educación básica, es: ¿qué sucederá, por ejemplo, con los libros de texto gratuitos de Matemáticas o de desarrollo del pensamiento matemático (PM) de las niñas, los niños y las/los jóvenes, si esa asignatura o área quedara incluida en el campo formativo denominado “saberes y pensamiento científico”?

Críticas al ‘Marco curricular y propuesta de plan y programas de estudios para la educación básica’

I

Para contestar a esa pregunta, comparto algunas de las críticas generales que ha recibido la iniciativa oficial del Marco curricular y propuesta de plan y programas de estudios para la educación básica”, (SEP, junio, 2022).

El profesor Rogelio Alonso, de Colima, escribió un interesante texto en el que recupera opiniones y preguntas que se hacen, hoy, las maestras y los maestros. Tras retomar las recomendaciones de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MejorEdu), a la propuesta de plan y programas de estudio de educación básica (SEP, 2022), Alonso afirma lo siguiente: “…además de reconocerse las bondades del marco curricular en construcción, aparecen sugerencias no en la fachada, sino en los cimientos del mismo: el replanteamiento de algunos ejes articuladores (p. 19), la construcción de “una base formativa común-indispensable de contenidos” (p.33) o la revisión de la conveniencia de proponer asignaturas por separado (p. 23). Se expresan dudas sobre “las condiciones institucionales que posibiliten el trabajo por campos formativos” (p. 21). ¿No serían, las anteriores, circunstancias que tendrían que ser solventadas previo al diseño de los libros de texto?”, (ver: “Sin tiempo que perder: la elaboración de libros de texto, Profelandia, 13 de julio, 2022).

II

Al respecto, Roberto Rodríguez, investigador de la UNAM y observador riguroso de los problemas educativos en México, afirmó también algo interesante en redes sociales: “Tiene mucha razón, Rogelio. Parece apresurada la producción de libros de texto cuando aún no queda claro si habrá materias en la primaria o solo quedarán los ‘campos formativos’. Cientos de páginas en los documentos del Marco Curricular y esa simple duda no queda resuelta.”

Como complemento a estas críticas, pienso que surgen más preguntas que respuestas, sobre todo si nos detenemos a revisar las “letras pequeñas” de la propuesta curricular oficial: ¿Qué efectos educativos y sociales generará ese cambio o reubicación del campo formativo “pensamiento matemático” (PM) en la escuela? ¿Esta decisión de las autoridades educativas federales significará la desaparición de los libros de texto de Matemáticas y materiales educativos equivalentes? ¿Qué sucederá en los ámbitos institucionales donde se realizan diversas vinculaciones con este campo formativo?

Aunque la SEP llamó tardíamente a discutir pública, académica y pedagógicamente los fundamentos y orientaciones de las modificaciones curriculares para la educación básica (porque los libros de texto sólo son auxiliares o recursos didácticos), conviene poner sobre la mesa los argumentos en contra de la decisión de “descafeinar” o reubicar al pensamiento matemático dentro de la nueva estructura curricular de la educación básica (preescolar, primaria y secundaria).

III

Con respecto a la discusión académica y didáctico-pedagógica específica, en el campo de la enseñanza y aprendizajes de las Matemáticas, David Block, profesor-investigador del CINVESTAV, apunta cinco inconvenientes a la propuesta de la SEP: 1) Desequilibrios en la selección de contenidos; hay contenidos multicitados, mientras que otros prácticamente desaparecen; 2) Vínculos forzados o reductores; 3) Omisión de aspectos de contenidos y procesos didácticos: se aplican las matemáticas, pero ¿en dónde se aprenden? “Éste es probablemente el problema mayor”; 4) Enfoque utilitario de las matemáticas; y 5) Vinculación con ciencias no es ideal para los primeros pasos en matemáticas. (ver: “Las matemáticas en el plan de estudios 2022: una voz de alerta”, Distancia por tiempos, blog de Nexos, 18 de mayo, 2022).

En la parte de omisiones, Block precisa dos ideas sustantivas como crítica (argumentada) a la propuesta curricular oficial en este campo: a) “La primera es que no se dan condiciones para construir las nociones, sino únicamente para aplicarlas; y b) La otra deficiencia es el alto grado de desarticulación y dispersión de los contenidos de matemáticas a lo largo del plan, con lo que se vuelve muy difícil tener una visión de conjunto que ayude a trazar rutas, a decidir vínculos, etc. En aras de la integración interdisciplinar, los contenidos de matemáticas se desintegran.”

¿Pasará el Pensamiento Matemático al área de ‘Saberes y pensamiento científico’?

Considero que la “integración” del campo “Pensamiento Matemático” (PM) en el campo formativo de “Saberes y pensamiento científico”, como lo propone la SEP, si bien no es una omisión en sentido estricto del primero de ellos, es un grave error porque el PM se subsumiría o se reduciría a otro campo de conocimientos (“Pensamiento científico”), supuestamente como alternativa al problema de la desarticulación o fragmentación de los conocimientos.

Como argumentos adicionales en contra de dicha reubicación curricular, sugiero revisar tres aspectos: 1) El lugar y peso que representa la didáctica de las Matemáticas y de desarrollo del pensamiento matemático. Debido a la complejidad propia, que se ha extendido y reconocido en este campo formativo (y de formación profesional), es decir, el pensamiento matemático, durante las últimas décadas la didáctica de las Matemáticas se ha convertido en un área importante de estudio y de formación de docentes, directivos y asesores técnicos especializados. Este ámbito de generación de conocimientos no debe soslayarse. ¿Se hará caso omiso o se ignorará esta realidad?

2) La misma formación de docentes y asesores técnicos con especialidad en educación y didáctica de las Matemáticas, sobre todo en la Escuela Normal Superior y demás instituciones educativas, se ha convertido en un ámbito de desarrollo institucional y profesional, que es importante considerar en las decisiones curriculares que se toman a niveles nacional y local. ¿Qué opinan sobre esto la Sociedad Matemática Mexicana y las asociaciones de profesores de Matemáticas que existen en México?

3) Las evaluaciones e instrumentos tanto para docentes, directivos escolares y asesores técnicos como para estudiantes (en todas sus formas y niveles; nacionales e internacionales), se diseñan y procesan, desde hace más de 30 años, en un campo o área reconocida como “pensamiento matemático”. ¿Qué pasará con estos vínculos en torno a los procesos de evaluación y para la toma de decisiones en materia de políticas públicas educativas si prospera y se impone la visión oficial?

En un contexto trascendente de reestructuración nacional del plan y programas de estudio para la educación básica, es más urgente ampliar y profundizar las discusiones académicas que apresurarse a imponer lo ya decidido, sin el necesario y oportuno consenso que requieren estos procesos.


Fuente de la información e imagen:  SDPnoticias

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SEP: Transformación curricular, consensos y disensos

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

En política y en otros ámbitos de la vida pública, no se entrega nada a cambio de nada… siempre hay intercambios, destaca Juan Carlos Miranda Arroyo en su columna.

Durante el periodo en que se llevó a cabo la más reciente reforma al texto constitucional y leyes secundarias en materia educativa (modificaciones al artículo tercero, así como abrogación y creación de nuevas leyes, entre 2018 y 2019), me referí a ese fenómeno político, que impulsó el cambio moderado en esa ocasión, como los “nuevos consensos”.

Eso lo afirmo y argumento en mi libro “La crisis del Reformismo Educativo en México” (UPN, Unidad Querétaro, 2021), en el sentido de que la iniciativa enviada por el presidente López Obrador (diciembre, 2018) no podía ser aprobada –tal cual- sólo por los grupos parlamentarios del partido Morena y aliados políticos, sino que se requería de una concertación o acuerdo básico con los partidos de oposición (PRI, PAN, MC y PRD), para que ésta avanzara, luego de difíciles y complejas negociaciones.

Así, el espíritu o la esencia de algunos principios de la reforma educativa de 2013 (como el concepto de “máximo logro de aprendizajes”), quedaron cuidadosamente conservados en el texto y alto rango constitucional. Por eso hablo más de continuismo que de ruptura durante esa coyuntura (2018-2024), en términos de las líneas principales de las políticas públicas educativas aplicadas en México.

En efecto, eso sucedió no sin un costo político para el gobierno de la Cuarta Transformación, porque ello implicó y significó, tras el intenso proceso de negociaciones, que los votos no se entregarían de manera gratuita, cosa que requería la mayoría simple de Morena y aliados en las cámaras (Poder Legislativo), para convertirse en mayoría calificada (criterio establecido legalmente para modificar el contenido de la constitución política).

Como se sabe, en política (tanto en politics como en policy) y en otros ámbitos de la vida pública, no se entrega nada a cambio de nada; en esos contextos, por lo general, hay intercambios, es decir, hay una relación de ganancias y pérdidas.

Aparte de la crítica que externé, en esa coyuntura de 2018-2019, acerca de la falla cometida por el gobierno actual al modificar, primero, el marco legal y después el marco educativo-curricular (diseño y discusión del proyecto educativo nacional y colocación de iniciativas de modificaciones educativas específicas), es importante señalar que, al igual que sucedió con el sexenio anterior (2012-2018), el gobierno de López Obrador inició en forma tardía la “transformación curricular”. (Prefiero llamarle así, en vez de hablar de “reforma curricular”, por las mismas razones que expongo en mi libro: el agotamiento de los términos, y la pérdida de legitimidad y credibilidad que ha padecido el reformismo educativo).

Reflejos retardados

Aunque el sexenio de Peña Nieto inició en 2012, no fue sino hasta 2016 que se inició la discusión del “nuevo Modelo Educativo”, cuyo documento final fue publicado hasta 2017, un año antes de concluir la administración federal; y aunque el sexenio actual comenzó en 2018, no fue sino hasta este 2022 que se abrió la discusión pública sobre el nuevo “Marco Curricular y propuesta de plan de estudios para la educación básica”, en el marco de una retórica y ambigua concepción de “Nueva Escuela Mexicana”.

El problema de origen que carga sobre su espalda, desde que se concibió, esta iniciativa de “transformación curricular” (2021-2022) por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP), es el hecho de que inició como una propuesta de cambios al contenido y formato de algunos libros de texto gratuitos para la educación primaria.

Ese fue un error grave porque, para decirlo en palabras llanas, fue como concentrarse y dar toda la importancia, primero, a la silla sin considerar al caballo. Y dentro de esa misma metáfora, además, las autoridades educativas federales no fueron capaces de preguntarse, antes ¿Para dónde va ese caballo?

Hoy, más que los libros de texto (que son sólo auxiliares didácticos), lo que conviene preguntarse, sin metáforas de por medio, es: ¿Cuál es la finalidad de la transformación curricular? ¿Qué tipo de educación pública se requiere y para qué tipo de sociedad? ¿Qué concepción se tiene, en la propuesta curricular, sobre los sujetos que aprenden y de quienes enseñan? ¿Cómo enseñar y cómo aprender, y para qué o hacia dónde se orientan esos procesos, en lo institucional e individual? ¿A qué tipo de escuela pública aspiramos y cómo lograr esa transformación en medio de profundas contradicciones sociales? ¿Cómo alcanzar el enorme reto de desarrollar aprendizajes situados que garanticen el derecho a la educación?

Lo que hoy prevalece, sin embargo, luego de que la SEP dio a conocer la versión “mayo, 2022″ del nuevo Marco Curricular, son los disensos más que los consensos sociales. A ello hay que agregar, en términos de un análisis estructural y fenomenológico del problema, los factores de tiempo y atribuciones legales.

Acerca del tiempo, la prisa parece constituir un factor negativo y de presión para las autoridades educativas federales. Al respecto, recomiendo el apunte crítico (argumentado) que nos ofreció esta semana el profesor Rogelio Alonso (ver: “Sin tiempo que perder: la elaboración de libros de texto”, Profelandia, 13 de julio, 2022).

En relación con las atribuciones legales y la búsqueda de legitimidad social, el nudo no será fácil de destrabar. Tal como lo dice con razón Catalina Inclán, los proyectos curriculares (como las llamadas reformas educativas) son objetos arbitrarios, es decir, son iniciativas preparadas por los gobiernos (y objetivadas en documentos normativos), que se encuentran en el radio de las facultades legales y exclusivas del poder público federal.

Así, la búsqueda de consensos sociales (y académicos), sobre todo de las comunidades educativas, es un valor agregado que las/los estrategas de los gobiernos recomiendan, para logar que las iniciativas reformistas o transformadoras cuenten con las cuotas de aceptación requeridas o políticamente calculadas, ello independientemente de la legitimidad y legalidad con que cuente un gobierno democráticamente electo.

Pero, tanto en el ejercicio del poder como en la puesta en operación de las políticas públicas, no es lo mismo tomar decisiones por consenso que contar con una mayoría; esto al margen de que el problema identificado, en fondo y forma, pueda ser metodológicamente consistente.

“El consenso se diferencia de una mayoría porque, cuando una mayoría se pone de acuerdo, también hay una minoría que disiente; en cambio, en el consenso no hay disenso. Una decisión por consenso, no obstante, no implica un consentimiento activo de cada uno de los involucrados, sino más bien una aceptación en el sentido de no-negación”

(WP)

Pero no todos los consensos sociales son neutros, también hay otras variantes. Noam Chomsky se ha referido al consentimiento manufacturado, que es uno de los sesgos cognitivos del falso consenso y que se da, sin embargo, en sociedades democráticas, en las cuales existe de facto y encubiertamente un control sobre la opinión pública.

En la coyuntura actual, en que está sobre la mesa una eventual transformación curricular (en la educación básica y media superior) ¿Serán prioritarios, para los gobernantes de la 4T, los caminos del consenso, de la aceptación de una mayoría (con disensos) o simplemente la imposición del modelo educativo y pedagógico, mediante los instrumentos que establece la ley general de educación para tal efecto?

Fuente de la información e imagen: https://www.sdpnoticias.com

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La docencia y el receso de verano

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

«De una u otra forma, el “receso escolar” cumplía con una función social importante como una pausa necesaria en el tren del trabajo magisterial.»

 

En días pasados pregunté ¿Cuál es la aportación más significativa o trascendente de la maestra Delfina Gómez, al frente de la SEP? Ojalá que no se quede como timbre de orgullo (victoria pírrica) “la desaparición o suspensión del receso escolar”.

Entre las décadas de los 70´s y los 90´s del siglo XX y en la primera década del siglo XXI, las maestras y los maestros de educación básica (preescolar, primaria y secundaria), en México, llevaban a cabo actividades de formación continua (cursos, talleres o diplomados) o de desarrollo profesional (programas de licenciatura o de posgrado) durante los periodos de verano (julio y agosto). Esa era una arraigada y valiosa tradición académica del magisterio mexicano. Hoy decimos: “Eran otros tiempos”

Maestros y el ‘receso escolar’

El hecho de participar en ese tipo de actividades académicas al concluir los calendarios escolares, hablaba bien de las maestras y los maestros, luego de dar fin a cada año lectivo caracterizado por el trabajo complejo y arduo que se realiza cotidianamente en las escuelas. Pero no era exactamente un periodo de “descanso”. Por eso, en vez de llamarles “vacaciones”, en el magisterio nacional se acuñó el término “receso escolar”.

Esa tradición de asistir y participar en cursos, talleres o diplomados de actualización o en programas académicos, en verano, que abrían las posibilidades del desarrollo profesional tiene, así mismo, como antecedente, la inscripción de las/los docentes a los programas académicos que ofrecía la Escuela Normal Superior de la SEP (por un tiempo esa institución cumplió la función de preparar a las y los docentes de educación secundaria), sobre todo, a favor de quienes contaban con una formación normalista básica.

Pregunté al profesor Santiago Rubio Ramírez, egresado de la Escuela Normal Superior (ENS), acerca de la organización de ese periodo. Esto me contestó: “

“Existían dos cursos: uno denominado cursos ordinarios, mismo que se realizaba a contra turno, los docentes que trabajaban en el horario matutino, asistíamos a clases en horario vespertino en la Escuela Normal Superior, cuyo horario era de 14:00 a 21:00 horas, de lunes a jueves, y los viernes era para cursar asignaturas de idiomas o talleres (por ejemplo, los de matemáticas teníamos talleres como el uso de la calculadora gráfica). Los profesores que su plaza era en el vespertino, asistían en turno matutino a la ENS. Por supuesto que esta modalidad de cursos ordinarios, aplicaba para docentes adscritos a la CDMX y el área conurbada.

La duración de los estudios era de 4 años y el requisito era ser docente titulado de la Escuela Normal básica y estar adscrito como docente en una escuela de Educación Primaria, salvo el caso de los docentes en función de Prefectura que debían cursar un año de Nivelación Pedagógica.

Para los docentes del resto de la República, la oferta era mediante los cursos intensivos, los cuales se realizaban en lo que hoy se denomina receso escolar en un horario de 8:00 a 21:00 horas, en los meses de julio-agosto, durante 6 años.” 

Profesor Santiago Rubio Ramírez

No es ninguna justificación ni defensa abstracta del magisterio, pero es conveniente aclarar y entender que miles de maestras y maestros aprovechaban también ese periodo de receso escolar para viajar a su tierra y estar unos días con sus familias en sus lugares de origen. Desde entonces y hoy mismo, hay much@s docentes que trabajan, por necesidades del sistema educativo, en estados del país diferentes a su lugar de nacimiento.

La función del ‘receso escolar’

Estoy de acuerdo con la idea de que no se debe “romantizar el trabajo docente” o no solamente mirar el ángulo “cantinflesco” (por aquello de la cinta “El Profe”) de la labor que realizan las maestras y los maestros. Es válido y justo, por ello, aceptar que una parte del magisterio sí se dedicaba o se concentraba en las actividades de formación continua o de preparación profesional, pero otra parte no, sino que, por el contrario, sí se iba de vacaciones. De una u otra forma, el “receso escolar” cumplía con una función social importante como una pausa necesaria en el tren del trabajo magisterial.

Para el caso de quienes decidían estudiar durante ese periodo, al terminar el ciclo escolar, en junio de cada año, -como ya lo referimos- las y los docentes en servicio cursaban programas cortos de preparación, capacitación o actualización profesionales que, a la postre, redituarían en la transformación de las prácticas docentes y en la incorporación de nuevos modelos de enseñanza o, en el caso de las/los directivos escolares, en la adopción de nuevos esquemas de gestión educativa y escolar.

A partir de 1992-1993 (desde hace 30 años) las/los docentes que decidieron participar voluntariamente en el programa de carrera magisterial, se enfocaban cien por ciento a realizar las actividades académicas que estaban previamente planeadas para tales efectos (de acuerdo con las convocatorias de concursos para obtener incentivos económicos).

Esa dinámica constituía -dicho esto como idea genérica- una política educativa que favorecía a la educación pública mexicana, en términos del fortalecimiento de la formación profesional y los efectos que ello generaba en los aprendizajes escolares de las/los estudiantes, puesto que representaba la oportunidad de ponerse al día e incorporar al trabajo docente innovadores contenidos disciplinares (científicos, tecnológicos y artísticos) y renovados esquemas pedagógicos y didácticos, con todo lo que ello pudiera significar.

Durante los últimos años, y en especial en este 2022, lamentablemente, las autoridades educativas federales, en combinación y con la anuencia de las autoridades educativas estatales, suspendieron al reconocido “receso escolar” (legitimado en el calendario o año lectivo oficial), con el argumento de “obligar al magisterio a cumplir, en las escuelas, con los 200 días del ciclo escolar y atender a las/los estudiantes en rezago de aprendizajes”. Queda, sin embargo, una duda: ¿Realmente esos fueron los motivos principales para desaparecer al “receso escolar”?

Unas políticas públicas educativas que ponen en el centro de los procesos educativos a las niñas, los niños y las/los jóvenes, y que tienen como prioridad el derecho a la educación para todas y todos, habrán de restituir tarde o temprano el llamado “receso escolar”, poque la experiencia nacional e internacional indica que ese periodo o su equivalente, trae más beneficios que perjuicios en las escuelas y al conjunto del sistema educativo. Además, resulta mucho más redituable mantenerlo (que desaparecerlo, como se ha hecho recientemente), para evitar en lo posible que siga en aumento el malestar docente.

Fuente de la información: https://profelandia.com

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Educación y pensamiento crítico

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

«El pensamiento crítico, en efecto, no es una habilidad ni una competencia, en sí, sino un modo de ejercer la acción reflexiva, argumentativa, analítica»

La semana pasada afirmé lo siguiente, en una red social digital: “Ojo con esto: El pensamiento crítico (PC) no es una competencia, en términos educativos…”. La idea generó interés, intercambio de ideas y debate (contrastación) en la red.

Esto surgió porque en algún extraviado programa sectorial de educación (Querétaro), se confunde el pensamiento crítico como competencia (básica, transversal o “llave”), para que las/los estudiantes “sean competitivos en un mundo global » (noción instrumentalista, pragmática o simplificada del conocimiento). (Ver: Gob. de Querétaro. Secretaría de Educación. Programa Sectorial de Educación. Querétaro. 2021-2027)

Por ello, en esta oportunidad comparto las ideas y argumentos principales expuestos por colegas en la red virtual, porque percibí en sus comentarios un ejercicio nutrido de pensamiento crítico sin simplificaciones, justo sobre la noción de “pensamiento crítico en la educación”. También abordo, al final, los ámbitos, contextos y niveles del pensamiento crítico en su relación con la educación y la escuela.

Ante la afirmación que hice sobre el pensamiento crítico (PC), Irma Villalpando señaló: “Por supuesto que no. Aprovecho para decir que tampoco es la búsqueda de la emancipación. Mi punto es que el marco curricular nuevo reduce el pensamiento crítico a la concientización de la opresión y la conquista de la emancipación (tipo Freire) y con ello cae en una contradicción porque el PC es el cuestionamiento permanente de los discursos.” En complemento y respuesta a Villalpando, Laura Frade señaló: “Efectivamente!!! Es pensamiento crítico desde la teoría crítica de Adorno y Horkheimer y su correspondiente pedagogía liberadora de Freire, finalmente toda la realidad se observa e interpreta desde ahí, sí es una postura reduccionista finalmente.”

Frade comentó también lo siguiente acerca de si el PC es o no una competencia (educativa): “Sí y no. El pensamiento crítico es una capacidad humana que cuenta con muchas competencias, entre ellas: “Toma posturas a partir de fundamentos filosóficos, científicos y éticos”, entre otras. Esto implica identificar cuáles procesos generan emancipación y cuáles no.”

Lev Velázquez, en contraste, afirmó: “Reduccionismo es el pensamiento crítico concebido como una habilidad acorde al capitalismo del siglo XXI. Así lo redujeron las agendas educativas empresariales. La crítica es formación y acción frente a un sistema de múltiples opresiones. Salgamos de la narrativa empresarial. Pensamiento crítico como habilidad y capacidad de resoluciones de problemas, es lo que la reforma de Aurelio Nuño colocó en el currículo para contrarrestar toda una narrativa pedagógica que no oculta una posición política frente al mundo. ¿Ahora seremos defensores de ese pasado?”

Villalpando: “De acuerdo en que PC no es una habilidad. Tampoco creo que ‘la crítica’ siempre sea un acto de resistencia a los atravesamientos de poder. Eso es un tipo de pensamiento crítico (de raigambre marxista), pero hay otros más y no empresariales, por ejemplo, la postura de M. Foucault”.

Velázquez: “Sí, como cuestionamiento constante a las narrativas. Sólo que, esos pensamientos críticos, no proponen. Lo mismo el pensamiento crítico de Lipovestky, Bauman o Byung-chul, sin alternativa, solo deconstruyen. No desde Marx, desde Simón Rodríguez y el pensamiento muestrearicano.”

Interesante debate en pocos caracteres. Frade: “Pensamiento crítico es ampliar la perspectiva, una postura que no se reduce a la teoría crítica, ni tampoco a observar sólo las ausencias, omisiones o cegueras de algo, es precisamente tomar posturas con fundamentos varios. La disyunción (del tipo) una cosa o la otra no es pensar críticamente.”

Velázquez: “Desde los que hacemos educaciones populares, pensar críticamente es evidenciar la raíz de las desigualdades y las opresiones, actuar y transformar. Ampliar el criterio, informarse más y emitir opiniones, no sirve de mucho, es una postura cómoda.”

Frade: “Discrepo, observar solo un lado de la moneda, reduce la complejidad de la realidad, no se ve la totalidad, sino una parte de ella; la epistemología de la ceguera se encuentra en ambos lados del abismo.”

Velázquez: “Antes que la complejidad, la dialéctica reconoció la relación del todo y las partes; pero, la dialéctica crítica no asume una postura epistemológica ciega, sorda, muda y parapléjica, frente a los problemas del mundo y la humanidad. Se está por la vida o no, con los oprimidos o no.”

Catalina Inclán escribió: “Pensamiento crítico es (parte de las) competencias en la reforma (curricular) española. Nada más digo…”

Carlos R. Acosta contribuyó así a este debate: “La intención plasmada en el documento en cuestión (Nuevo Modelo Educativo, 2017), es la de reducir el filo crítico del pensamiento, y con ello su carga de reflexión ética y política, a una cuestión eficientista y de carácter cientificista, en donde el conocimiento y el análisis de la realidad son abordados desde una pretendida neutralidad con objetivos utilitaristas. Pero también en donde se hace un llamado a fomentar la ideología de mercado entre los estudiantes con el llamado ‘espíritu emprendedor’ y una serie de características de corte productivista, como pretexto de responder a los desafíos del presente”. (Fragmento de un comentario publicado en Educación Futura, 12 de agosto, 2018)

Así continua su análisis Acosta: Esta es “…la definición que da el documento sobre pensamiento crítico como ‘la conjugación de distintas formas de pensamiento, como el analítico, el complejo o el creativo para llevar a cabo una valoración holística de un problema en por lo menos dos sentidos: la comprensión del problema en sus componentes, así como las relaciones con el contexto que le dan lugar y le permiten o impiden sostener su funcionamiento’. De esta manera, ‘valorar’ un problema, comprender sus componentes y cómo se relaciona con el contexto ¡funcionalmente!, es pensar críticamente. «

La necesidad de matizar: ambitos, contextos y niveles del Pensamiento Crítico

Otra de las áreas de interés, con un criterio más específico, es la idea de profundizar en “la formación de pensamiento crítico en dominios específicos del conocimiento”… con alusión concreta a la didáctica de las ciencias naturales y sociales. (Ver: Tamayo y colaboradores, 2015. El pensamiento crítico en la educación. Rev. Latinoam. de Estudios Educ., núm. 2). Especialmente en educación media superior y superior, las/los estudiantes acceden a sistemas teóricos y metodológicos más complejos, donde lo deseable (no necesariamente lo posible), es que desarrollen niveles de PC en los cuales alcancen el dominio, comprensión y reconstrucción de conceptos, procesos y contextos histórico-sociales sobre los diferentes ámbitos de la vida pública (economía, educación, ciencias, tecnologías, ecología, historia, cultura, política, etc.).

El pensamiento crítico no es igual en educación preescolar que en media superior o superior; no es lo mismo abordarlo en ciencias sociales que en naturales o en el campo del pensamiento matemático. Ni en contextos diversos de teoría-metodología-práctica. Los horizontes y profundidades en este tipo de pensamiento son diversos, puesto que van desde la Filosofía crítica, la hermenéutica, los robustos planteamientos de las ideologías políticas hasta el diseño, resolución y evaluación de problemas.

Desde nuestra perspectiva, saber argumentar; saber formular, resolver y evaluar problemas (teóricos o prácticos, con perspectiva social); y saber identificar rasgos de la metacognición, son elementos claves del pensamiento crítico.

¿Qué es el pensamiento crítico?

El pensamiento crítico, en efecto, no es una habilidad ni una competencia, en sí, sino un modo de ejercer la acción reflexiva, argumentativa, analítica, a partir de la observación analítica de la realidad; en ese paquete y en ese proceso están implicados, -desde diferentes perspectivas didácticas-, métodos de argumentación, contrastación y reconstrucción de tesis y discursos. Por eso, me gusta más el término ‘observación crítica’, donde el conocimiento sobre los hechos no está dado, sino que es un campo en proceso de construcción-reconstrucción, en movimiento, es decir, en una dinámica de problematización.

Por otra parte, uno de los componentes del pensamiento crítico que se reconoce hoy como determinante, incorpora la dimensión del lenguaje y, de manera particular, la argumentación y el orden cuestionador del discurso. (Tamayo y colaboradores, obra citada)

Van Dijk (1989), sostiene, por ejemplo, que la estructura del texto argumentativo puede ser descompuesta más allá de la hipótesis (premisas) y la conclusión, e incluye la justificación, las especificaciones de tiempo y lugar y las circunstancias en las que se produce la argumentación. Para él, lo que define un texto argumentativo es la finalidad que este tiene de convencer. El autor caracteriza en un texto argumentativo tres niveles de organización: la superestructura, la macroestructura y la microestructura. El estudio de los diferentes niveles de la estructura del texto argumentativo puede favorecer, en las clases de ciencias, la apropiación de las características del lenguaje científico.

“Uno de los propósitos centrales de la enseñanza de las ciencias es la formación de pensamiento crítico en los estudiantes, propósito que desborda con creces intereses instrumentalistas y cientificistas de la educación. La pedagogía y la didáctica tienen como uno de sus propósitos centrales la consolidación de relaciones sociales a través del pensamiento crítico, deliberativo, creativo e independiente, a través de la relación dialógica y en busca siempre de la generación de procesos liberadores…” de la humanidad . (Tamayo, 2015)

Tamayo y cols. (2015), en resumen, señalan que el pensamiento crítico en la educación incluye: Formación en los procesos de argumentación, solución de problemas y metacognición. Nosotros proponemos (Miranda y Ramírez, 2022), además de la resolución de problemas, formulación y evaluación de problemas por parte del estudiante.

En nuestro libro “Educación y pensamiento matemático infantil”, la maestra Minerva Ramírez Meza y quien escribe, proponemos la siguiente idea: “Las niñas y los niños, así como las/los jóvenes, desde la educación preescolar hasta la educación superior, aprenden no sólo a resolver problemas del ámbito del pensamiento matemático, sino que también tienen la capacidad de formularlos, transformarlos, analizarlos (con argumentos), explicarlos y evaluarlos. A todo ese conjunto le llamamos educación y pensamiento crítico.”

“Gran parte de las ´habilidades generales´ que queremos desarrollar en la escuela, como la resolución de problemas, el pensamiento crítico o la creatividad se apoyan en una base de conocimientos significativos.”

Carles Monereo

Fuente de la información:  https://profelandia.com

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La SEP como plataforma política

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

«¿Es reprobable que una/un integrante del gabinete del gobierno federal participe en la arena de la política partidista y electoral?»

En la historia de la Secretaría de Educación Pública (SEP), y en específico en la biografía o trayectoria institucional de las/los titulares de la dependencia, se observan figuras científicas, políticas, magisteriales e intelectuales de diversa naturaleza, aderezadas con sus aspectos venturosos, espinosos, contradictorios e incongruentes.

Dentro de las experiencias difíciles, por controvertidas, en la historia de la SEP se registra el uso de la dependencia como trampolín o plataforma política. El mismo José Vasconcelos, primer secretario del ramo, en 1921, contendió por la presidencia de la República en 1929. Aunque no logró ser presidente de la nación, tuvo esa aspiración y antecedente político. ¿Es reprobable que una/un integrante del gabinete del gobierno federal participe en la arena de la política partidista y electoral?

Aunque Vasconcelos ocupó el cargo durante tres años, dio un impulso importante a las tareas educativas nacionales y sentó las bases de lo que hoy conocemos como “Sistema Educativo Mexicano” (SEM). “En 1920, el presidente Álvaro Obregón lo nombró rector de la Universidad Nacional. Durante su gestión propuso el escudo y lema universitarios que se conservan hasta nuestros días. En octubre de ese mismo año, publicó su proyecto de ley para la creación de la SEP, hecho que implicaba una reforma constitucional, misma que defendió duramente frente a quienes se oponían a ella.

Una vez firmado el decreto de creación de la Secretaría de Educación Pública por el presidente Obregón, Vasconcelos fue nombrado primer titular de la institución el 22 de octubre de 1921. Desde la SEP, se dedicó a luchar contra el analfabetismo, impulsó la escuela rural, implementó la difusión de las bibliotecas públicas, apoyó el desarrollo de las bellas artes, impulsó la educación media, inició la edición de libros de texto gratuitos y se repartieron desayunos escolares entre la población infantil.” (Historia de la SEP. Sitio oficial de la SEP, en internet. 2014)

Como lo escribí el año pasado, con motivo de la conmemoración del primer siglo de la SEP (1921-2021), esa dependencia del gobierno federal ha sido una institución que ha pasado por liderazgos diversos, contrastantes y controvertidos. Lo mismo han desfilado por ahí secretarias y secretarios ilustrados o destacados en sus campos profesionales, que personajes ajenos a las tareas culturales, artísticas y educativas, (ver: “Cien años de la SEP”, SDPnoticias, 6 de octubre, 2021).

Por sus pasillos y oficinas centrales, de la Ciudad de México, han transitado políticos, científicos, escritores, médicos y amigos o amigas del presidente de la República en turno.

En momentos distintos de la historia del país y de la SEP, algunos miembros del gabinete, desde la SEP, han usado a la dependencia como plataforma de lanzamiento político y han contendido, con el apoyo de diferentes organizaciones partidarias, por la jefatura del Ejecutivo Federal. Así lo hicieron Ernesto Zedillo Ponce de León (PRI) y Josefina Vázquez Mota (PAN), por ejemplo. El primero de ellos alcanzó la cima política de la nación durante el periodo 1994-2000; la segunda perdió la elección frente a Enrique Peña Nieto (PRI), en 2012, al ocupar el tercer lugar en la contienda de ese año, detrás de Andrés Manuel López Obrador.

De entrada y en términos generales, no es reprobable que un miembro del gabinete aspire y contienda en la lucha electoral, mientras cumpla satisfactoriamente con sus responsabilidades y dé continuidad a los planes, programas y actividades que encabeza en la dependencia a su cargo. Sobre todo si cuida las formas y los contenidos de sus gestión. Por cierto ¿Qué aportaciones significativas ha hecho Delfina Gómez al frente de la SEP, que marquen la diferencia entre el antes y después de su paso por la dependencia? ¿Cómo la recordarán las/los estudiantes, las familias y las maestras y los maestros de México?

¿Por qué asusta o escandaliza tanto (a algun@s) el hecho de que la maestra Delfina Gómez se perfile y contienda como candidata a la gubernatura del Estado de México? Más que un asunto de carácter legal (se le ha visto en precampaña en actos realizados durante los fines de semana), éste es un tema del ámbito moral. De ética política. ¿Cuánto está dispuesta, Delfina Gómez, a arriesgar su capital político por el hecho de permanecer en el cargo y “placearse” por el país en vísperas de las elecciones mexiquenses del próximo año?

Como se sabe, ella contendió en la pasada elección de su estado natal, en 2017, donde obtuvo el segundo lugar en cantidad de votos.

Es importante recordar dos datos que dan cuenta del valor político y estratégico (para el 2024) que representa el estado de México, en especial para el presidente López Obrador y para el partido Morena:

  1. Es la entidad que tiene uno de los padrones electorales más grandes del país.
  2. Es una entidad que durante toda su historia ha sido gobernada por el PRI. Esto último tiene un simbolismo especial.

¿Acaso es indebido que un funcionario público, en el ejercicio de su cargo, busque participar de la vida política de manera abierta y que se someta públicamente al escrutinio de la ciudadanía de su estado natal, a través de las urnas?

En el caso específico de la maestra Delfina, ella cuenta con la confianza del presidente López Obrador (al respecto, Julio Hernández “Astillero” reveló antier que hay luz verde de Morena para que ella sea su abanderada) y, entre los precandidatos más visibles, ella es la única que ocupa el cargo más alto en la jerarquía del gobierno federal. Tanto Higinio Martínez (senador) como Horacio Duarte (director del sistema aduanero), virtuales precandidatos para la contienda electoral del próximo año en el estado de México, se desempeñan en tareas menores a lo que representa formar parte del gabinete legal-federal.

Es claro que mientras Delfina cumpla con sus tareas al frente de la dependencia (la SEP es la secretaría de Estado que cuenta con el presupuesto más nutrido del gobierno federal), no hay nada que impida que ella busque una vez más la candidatura de Morena para contender por la gubernatura en 2023.

Sin embargo, sería de mayor legitimidad y credibilidad políticas que ella renunciara a su cargo, ya, para que se dedique de tiempo completo a preparar la campaña electoral, y de pasada, para que destine un tiempo sustantivo a aclarar lo relacionado con las retenciones o aportaciones obligatorias que se descontaron a las/los trabajadores del municipio de Texcoco, cuando ella se desempeñó hace algunos años en ese puesto.

Si las aspiraciones políticas de la maestra Delfina son tan altas, está obligada a limpiar su nombre y aclarar su pasado como funcionaria municipal. De otra manera, ese antecedente será uno de los obstáculos que le impedirán ser la primera gobernadora mexiquense en la historia.

Fuente de la información e imagen: SDPnoticias

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La educación y los viajes en tranvía

Por:  Juan Carlos Miranda Arroyo

¿Las reformas educativas fracasan o son reconfiguradas por las comunidades educativas?

¿Cuáles son los problemas educativos nacionales y locales que han identificado las/los tecnócratas, diseñadores y operadores, de las políticas públicas educativas durante el periodo neoliberal, en México (1992-2022)? ¿Qué estrategias fueron diseñadas y aplicadas, y cuáles han sido sus resultados? ¿Las reformas educativas fracasan o son reconfiguradas por las comunidades educativas? ¿La lógica del reformismo educativo ha conducido hacia una crisis de credibilidad y de legitimidad de tales dispositivos singulares –por retóricos- de políticas públicas? Son algunas preguntas que surgen a propósito de un ensayo publicado recientemente.

En “La ilusión viaja en tranvía. La imposibilidad de las reformas Educativas en México”, (Korpus 21, vol. 2, núm. 5, 2022), Manuel Gil Antón y Leobardo-Eduardo Contreras afirman que “las Reformas Educativas (RE), impulsadas en el siglo XXI (en México), son imposibles en su pretensión de lograr cambios sustanciales en los aprendizajes, dado que su diseño descansa en una serie de ilusiones.”

“Las más importantes –indican Gil y Contreras-, que son denominador común de las RE en general, refieren al tiempo, el espacio, la causalidad y a los actores involucrados, que conducen a la simplificación del problema que pretenden atender y su fracaso”.

La ilusión de la educación viaje en tranvía

¿El tren y los pasajeros de la educación pública, es el mismo que se descarrila en las zonas urbanas y semiurbanas; al igual que en las comunidades rurales e indígenas? El extravío del transporte público educativo -de ficción- no se debió a la falta de vías férreas; se debió a su abandono y a la imposición de un modelo tecnocrático. Ello sucede no sólo con las reformas educativas (el remedio), que se han lanzado desde las élites dirigentes y gobernantes de México, sino que transcurre en la educación como un todo, como un “sistema” o conjunto de instituciones educativas.

Si se me permite hacer la extensión analítica, necesaria, más allá de las iniciativas reformistas, la educación pública en México viaja en un tren de la ilusión, de acuerdo con la metáfora que nos regalan los académicos de El Colegio de México.

Junto con esta afirmación, esbozo aquí algunos argumentos: Porque ahí se juega el proyecto educativo nacional; y porque ahí de expresan las enormes desigualdades regionales y locales; y se estacionan los grandes obstáculos que no permiten avanzar por un camino que asegure el derecho humano a la educación.

Gil y Contreras afirman: “… usando esta situación como analogía (La ilusión viaja en tranvía), la conjetura central que se propone en este ensayo es que la factibilidad de realizar Reformas Educativas (RE) como se ha hecho en las primeras décadas del tercer milenio, es ilusoria. Argumentamos que la estrategia para lograrlas es inadecuada, pues pretenden transitar por vías cegadas y a través de aparatos de política pública que, por los supuestos en que descansan, son estériles. En otros términos, son espejismos. Sin embargo, se insiste: hay que abordar el tranvía (vehículo imaginario) para llegar (ya sin rieles ni cableado) a la cita (imposible) con la histórica transformación educativa en el país”.

Aparte de los remedios ilusorios referidos en el ensayo de Gil y Contreras (debido a las contradicciones entre el reformismo y la realidad educativa), aparecen como constantes en el escenario ferroviario urbano: el “centralismo” (SEP) en la toma de decisiones y atribuciones legales; y los grandes problemas añejos del sistema educativo mexicano que no han sido atendidos, históricamente, como el conflicto del rezago educativo, entendido como aquella población mayor de 15 años que no ha iniciado o no ha concluido la educación básica (especialmente primaria y secundaria). Hasta 2018, se calculaba una cantidad de alrededor de 32 millones de mexicanas y mexicanos en esa condición.

Por otra parte, si interpretamos -con el apoyo de la metáfora buñueliana- que la educación pública viaja en un tranvía, como la ilusión, ello nos coloca ante la inevitable discusión acerca del impacto que produjo el “tsunami de la salud” en la educación pública. Para la SEP, los problemas o los efectos de la pandemia sobre la educación han sido minimizados de manera ilusoria.

Otro trágico transporte público descarrilado. La enfermedad Covid y sus consecuencias devastadoras en todos los ámbitos de la vida social y que, en especial, generó estragos en las/los estudiantes, en términos de la “expulsión” escolar de niñas, niños y jóvenes que ya no regresaron a clases (hoy seguimos sin estadísticas oficiales al respecto, por parte de las autoridades educativas federales y estatales); y del efecto que ello propició en el rezago de aprendizajes escolares, a pesar de la puesta en operación de los fallidos programas de “Aprende en Casa” (utilizados como remedios improvisados durante los años 2020 y 2021).

La dinámica de la educación pública y sus viajes ilusorios dan vueltas y vueltas a través de un tranvía inexistente. La ausencia de políticas públicas para revalorizar de manera integral al magisterio; la carencia de planes para armonizar la formación inicial de docentes (y de profesionales de la educación) con los nuevos vientos del cambio curricular; la casi inexistente política pública orientada hacia el fortalecimiento de la formación continua y la profesionalización de docentes, directivos escolares y asesores técnicos, sólo por señalar algunos problemas no resueltos.

El realismo mágico de Buñuel, o de Rulfo, o de García Márquez resultan ser herramientas interesantes, creativas, para entender los derroteros de las actuales y anteriores políticas públicas educativas operadas en México. A los excesos retóricos e inoperancia de las reformas educativas, y de las PPE dominantes en su conjunto, son los rasgos a los que he denominado, entre otras razones, de la “crisis del reformismo educativo”. Sólo en México se han ensayado dos (ilusorias) reformas educativas, con esas características, en un periodo de 10 años con los pésimos resultados que conocemos.

Hace unos meses pregunté a uno de nuestros colegas y amigos en Argentina, al destacado profesor Alejandro Castro Santander, acerca de la evolución de la reforma educativa argentina, a lo que me contestó: “Aquí no hay nada de eso”. Hay políticas públicas silenciosas, inciertas, pero no hay una narrativa reformista.

Pero en 30 años, en México, hemos vivido un tránsito de PPE con una narrativa reformista, que no se aparta ni evita la crítica de la ilusión. Con diseños nacionales que han transitado por la modernización, la planificación centralizada hasta la descentralización, la desconcentración, el federalismo y las políticas de evaluación de la educación pública.

Esa manera de abordar o resolver los problemas educativos nacionales, ha dado lugar a un escenario de fracasos, derrotas, pérdidas, catástrofes silenciosas, etc., lo cual incluye una crisis del reformismo educativo, entre otros aspectos.

Sólo en México, hoy, los funcionarios del más alto nivel de la SEP creen que los libros de texto son más relevantes que el plan y los programas de estudio de la educación básica; y que éstos, a su vez, son más importantes que un replanteamiento curricular de fondo y del proyecto nacional de educación.

Gil y Contreras argumentan en torno a la escasa factibilidad de realizar reformas educativas (RE) como se ha hecho en las primeras décadas del tercer milenio, en México, (eso es ilusorio, señalan); analizan, así mismo, las RE derivadas del Pacto por México (2012-2018) y su continuidad pragmática actual (2018-2024), y exponen, como bosquejo inicial, otra vía para la transformación educativa. Por todo ello, sugiero su lectura.

Fuente de la información e imagen: https://www.sdpnoticias.com

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